† Extraño †
Ya ha pasado una hora, si no me equivoco, tal vez un poco más, desde que me desperté en este lugar. Al momento de hacerlo tuve la leve esperanza de creer que ya no me encontraba en este lugar, en verdad pensé que volvería la habitación que Damián me había asignado cuando me llevaron a la mansión Petrov.
En verdad quise estar en la cómoda cama acostado sin hacer nada más que fantasear con esta lujosa vida. El creer que tengo a mi lado, en la otra habitación, a un hombre que está perdidamente enamorado de mí. En verdad quise creer todas esas mierdas.
Pero no. Me equivoqué.
Al abrir los ojos toda esperanza se esfumó de mi mente, ya que la blancura de la habitación sigue permaneciendo aquí, al igual que mi presencia.
Pensé que esta era solo una mala broma por parte de Damián para hacerme pagar por haberlo hecho enojar, que tal vez él vendría a mí cuando se sienta lo suficientemente culpable y que me liberaría. Que, tal vez, en mi ingenua cabeza, creí que todo volvería a la extraña normalidad.
En la que Damián se esmera en ignorarme, aunque me mire cada vez que puede, una normalidad en donde me la paso comiendo y leyendo los libros de su biblioteca, hasta cuando él aparece como si nada para verme como leo y almuerzo con Samanta. Esa normalidad es la que creí que volvería al abrir mis ojos.
«En donde estoy junto a él...»
Espera, ¿qué?
Salto de un brinco al oírme pensar aquello, esa estupidez es suficiente como para hacerme reaccionar y pararme de lleno. Quedando con un mareo casi eterno en la cabeza, al igual que un remolino en mi estómago.
Lo sostengo, trato de no lanzar el vómito que se había formado en la garganta, en verdad que lo intento, pero lo termino expulsando al no aguantar el amargo y agrio sabor que le da a mi garganta.
Expulso todo, el liquido amarillo, casi trasparente, cae con un ruido sordo en el suelo. Hace eco en el solitario lugar, me produce lágrimas en mis ojos, un dolor agudo en mi garganta y en mi cabeza por la fuerza en la que sale de mi cuerpo.
El mareo sigue, pero por lo menos el dolor ha cesado. No sé de donde he sacado tanto para vomitar ya que apenas he comido y bebido.
Doy dos pasos hacia atrás, perdiendo un poco el equilibrio, me sostengo de la silla e intento calmar mi angustia.
Cierra los ojos. Pensando, pensando en Damián y el querer comunicarme con él me lleva a buscar la forma de hablarle por el lazo. Pero no funciona. No tengo una respuesta, no sé si está enojado como para ignorar el dolor que siento, o si en verdad no le importa como me estoy sintiendo.
«A mí no me importa como esté él. ¿Por qué debería de esperar que Damián se preocupe por mí?»
Pienso y siento esas palabras que mi subconsciente me dice. Es complicado expresarme con otras personas, pero Damián sigue detrás de mí a pesar de saber que no estoy buscando entrar en su adorada familia.
Quiero creer que es por su inusual sangre bestia. Por el lazo que nos une, por el amor artificial que nos implantó esa diosa luna. En serio quiero pensar todo eso, pero también sueño con poder abrirme y entrar en este lugar, ser igual a ellos, ser algo parecido a un familiar para ellos.
Pero esas cosas no son posibles para mí. Son solo sueños. Estúpidos e infantiles sueños.
Por fin logro establecer mi equilibrio, siento como el mareo disminuye y me obligo a salir de mi laguna mental para poder abrir los ojos y darle una vista rápida a lo que tengo en frente.
La primera irregularidad que puedo presenciar es la puerta gris de metal.
Está magullada, con las bisagras explotadas y un enorme golpe en su centro; como si le hubieran dado una patada tan fuerte que le provocó salir disparada de su lugar.
Con lentitud camino hacia ella. La toco, mis dedos se deslizan sobre el metal frío de la puerta y puedo sentir la asperidad de esta. Es algo extraño, tan pronto como realizo esta acción, mi cabeza da vueltas, debido al mareo espontáneo termino cayendo al suelo al no poder sostener mi propio cuerpo.
Mis rodillas flaquean, mi cuerpo tiembla, cierro mis ojos. El dolor no tarda en aparecer.
Un dolor ardiente, inesperado, unas náuseas y un grito desgarrador. Es todo lo que siento y hago en apenas cinco segundos.
Aun arrodillado frente a la puerta, sostengo mi cabeza con ambas manos, sintiendo el miedo palpitar dentro de mi piel. El malestar en mi cuerpo es insoportable, el grito prosigue por algunos segundos más, hasta que mi garganta no soporta los agudos aullidos que largo.
Quedo en silencio, exhausto, con mis brazos en el suelo y la cabeza gacha. Respirando con irregularidad, apunto de vomitar, con algunas lágrimas en mis ojos que amenazaban por salir; con el miedo plasmado en el pecho.
Están allí, apunto de desplomarme por el repentino dolor que ha sufrido mi cabeza al tocar dicho metal, me deja petrificado, muy confuso.
Cierto miedo me invade y no sé con exactitud a que se deriva. Entonces, por fin todo se aclara. La realidad se me viene encima como un balde cargado de agua fría. Esto me deja en un estado de confusión mortal, hasta he dejado de respirar al saber lo que ha pasado.
«Yo salí de aquí. Creo. Golpeé la puerta, esta que se abrió y luego...»
Damián. Él estaba aquí. Bueno, está afuera, cerca de la puerta. Pero en el suelo, ¿acaso se desmayó y es por eso que no puedo comunicarme con él?
Es todo muy extraño, mi cabeza trabaja a mil por horas. Busco respuestas en lo más profundo de mi subconsciente, pero no puedo encontrar más que una pared negra que me prohíbe pasar más allá.
Solo me doy respuestas vagas de lo que hice, pero no puedo saber el motivo exacto.
Mi cuerpo hizo todo eso, pero mi mente se encuentra apagada al querer recordar más. Como si yo no lo hubiera hecho, como si me hubieran poseído momentáneamente para poder realizar dichas acciones.
«¿Lo lastimé? ¿lastimé a Damián?» ruego que no. Pienso una y otra vez para cerciorarme de que yo no lo dañé, pero de nuevo, no encuentro nada relevante.
Todo mi cuerpo se siente caliente. Mis manos transpiran a mares, el sudor moja el suelo y me produce una picazón. La cabeza vuelve a dolor, pero con menos intensidad.
Algo adormilado empiezo a cerrar mis ojos, dejando que el sueño me gane poco a poco.
Caigo por completo al suelo, rendido, dejándome llevar por el profundo sueño, olvidándome casi por completo de la situación en la que me encuentro; y maldiciendo a quien lastimó a Damián cuando estuvo aquí.
Gritos endurecidos y preocupados son los encargados de despertarme de mi letargo.
—¡Haz algo!
Abro mis ojos por un momento, pero la visión era borrosa. No distingo nada más que siluetas negras que posan a mi alrededor. Se mueven, pero no con una velocidad normal.
—¡Eso intento!
Las voces siguen gritando, pero las escucho algo alejadas; aun cuando sus portadores están cerca mío. Pero no sé quienes son las personas que gritan.
—¡Gabriel!
Excepto por esa voz. Su voz.
—Damián...—creo que murmuro. Mi cuerpo no se mueve y la boca la siento algo adormecida.
—¡No cierres los ojos!—le escucho gritar con desespero a la vez que mi vista se empieza a tornar negra de nuevo— No cierres los ojos, por favor. No me dejes, Gabriel.
La luz negra vuelve a tapar mi vista, pero su grito desesperado me sigue hasta el otro lado, provocando miles de escalofríos.
No sé cuánto ha pasado, tampoco sé en donde me encuentro, pero por fin puedo abrir mis ojos. Muy lentamente los abro, sintiendo como pesan y como, al abrirlos por completo, la luz artificial de la habitación me sigue y lastima por un momento.
Soporto esta leve molestia hasta acostumbrarme, al hacerlo, la primera vista que tengo de este lugar es un espejo ancho bastante grande, con una mesa marrón con varios objetos de higiene de mujer. perfumes, cajas de joyería, cepillos, etc.
Pero esto no me sorprendí ni mucho menos, lo que sí me remueve e incómoda es el enorme cuadro de una mujer. Este retrato se encuentra arriba del espejo y su altura casi choca contra el techo de la mansión.
Esa mujer se me hace conocida. Cabello negro largo, ojos azules zafiros, labios rojos, vestido de tercio violeta y una mirada seria pero con un ceño calmado.
Mirándola desde mi cómodo lugar, bajo cierta luz, se puede llegar a parecer a Damián; pero algo anda mal. Sus ojos son inquietantes, este cuadro me inquieta.
Me recuerda a los cuadros que te siguen con la mirada en las películas de terror. Es atractiva, bastante, una belleza nunca antes vista. Tal vez lo pienso porque es un cuadro antiguo, pero nunca antes vi un rostro tan pálido y perfecto como el de ella. Parece que en su vida tuvo un poro o arruga en ese rostro de porcelana: es perfecta.
—Mi heterosexual podría volver por usted, madam—intento bromear mientras hago un amago de levantarme de la cama.
Sin embargo fallo por completo.
—¡Gabriel!
La puerta se abre antes de que su voz termine de salir. No puedo reaccionar correctamente al llamado, ya que un cuerpo corre hacia mí para tirarse arriba de mi cuerpo.
—¡Mi hermoso cuerpo!—gimo de dolor al sentir el cuerpo de Damián arriba mío.
—¡Oh, Gabriel, me has dado un susto!
Se posiciona arriba de mi vientre tomándome de la cintura con fuerza, lo cual provoca una corriente eléctrica en ese lugar, y más abajo
—Jamás me has importado mucho, ¡pero qué susto me has dado!
—Ay, pero que poeta.
Comento irónico, viéndolo con gracia desde mi posición.
—¡Tengamos sexo!—la sonrisa se me esfuma al oír su propuesta. La cual más bien suena a una orden ansiosa.
Trago en seco.
—No, no quiero. — desvío mi mirada de la de él.
Su rostro se contrae de la confusión. Pasmado, tuerce sus labios y su nariz; clara señal de molestia.
—¡¿Por qué me rechazas!?—cuestiona abriendo sus azules ojos brillantes, mirándome con un leve puchero.
Lo cual es algo extraño. Este enorme hombre que mide más de un metro ochenta, con músculos y rostro extremadamente varonil, parece ser más un niño berrinchudo que un alfa poderoso. Irónico, si me lo preguntan.
Mi atención vuelve a sus ojos, quedo algo embobado por ellos hasta que siento como el peso de él empieza acalorar mi parte baja.
Carraspeo un poco.
—Ah, pues no lo sé...— me hago el tonto—¡Tan vez porqué casi me muero, maldito hijo de perra!—le grito y empujo al otro lado de la cama— Literalmente.
—Pequeñeces—gruñe resentido, levantándose de la cama para caminar a la ventana.
—Hoy estas más idiota de lo normal. ¿Puedes irte?, quiero dormir un poco...
—¿Dormir?—su ceño se frunce— Has dormido por cinco días seguidos, ¿aun tienes sueño?— esa afirmación me deja sin palabras.
Desde su lugar veo la preocupación que detona su rostro. El cómo me mira buscando una respuesta, una que no tengo.
—¿Qué dices?—comento con un risa nerviosa.— Solo fueron algunos segundos.
Tras decir esto, hago un amago de levantar mi cuerpo de la cama, apenas puedo sentarme, y cuando empiezo a apoyar mis pies en el suelo es muy tarde.
Al levantarme, o intentar hacerlo, termino cayendo de jeta al piso. Ganándome un buen golpe en la nariz y frente, además de un grito por parte de Damián.
—¡Que alguien llame a la princesa!—ordena a los segundos que acude a mí.
—¿A quién llamas princesa? Aquí la única Queen soy yo, idiota...—le comento con incredulidad, sin saber a quien se lo dice pero sintiéndome molesto al respecto.
Damián me toma del suelo como si pesara menos que una pluma, me deposita en la cama y se queda sentado a mi lado, esperando a que diga alguna idiotez más para confirmar que estoy bien.
Lo sé, porque es lo que está pensado el estúpido.
—¡No vayan a la luz, luna!—el grito y el portazo que da Samanta corta nuestra burbuja.
Ignoro su normal lloriqueo y me centro en la persona que tiene a su lado. El cual camina con calma, con su aura pacifica y las manos dentro de su usual Versace negro.
—¿Mort?—digo con incredulidad, sonriendo al ver a mi viejo amigo—¿Qué haces aquí?
—Buenas, nene.—me devuelve el saludo con otra sonrisa.
—No le digas nene.
Damián se mete en la conversación. Tomándome de la mano con brusquedad y posicionándola en su regalo, la aprieta con algo de fuerza pero sin dañarme; mirando directamente hacia Chris con obvio enojo.
—¿Estoy muy mal?— las palabras sale de mi boca.
No sé porqué está aquí. Pero si ha venido a la manada es porque algo malo me ha pasado o me pasará, lo puedo presentir en mi pecho.
Chris camina a mí, Damián le gruñe pero él lo ignora, para mi gran sorpresa, se sigue acercando hasta sentarse a mi lado. Dándole la espalda a Dam.
Algo que le debo de felicitarle a mi querido amigo Chris, es la carencia del sentido común y del peligro que tiene. Porque ahora mismo tiene a un lobo alfa, con sus ojos ya dorados y sus colmillos fuera de su boca, gruñendo en voz alta; a punto de arrancarle su cuello.
—Oye, nadie toca a mi Gabriel.—magulla con los dientes apretados, casi ni se le entiende lo que le dice a mi amigo.
Pero de nuevo lo ignoro, dándome una pequeña sonrisa burlona.
En fin, es un idiota, pero es mi idiota.
—Tu madre tenía razón...—murmura al tocar mi frente, corriendo mis cabellos de los ojos. Ahora me mira con preocupación y creo que con lástima—Mientras más estés expuesto, los poderes se irán descontrolando cada vez más.
—¿Expuesto a qué?
—A él.
Señala a Damián con la cabeza.
Siento un escalofrío pasar por mi espalda y nuca, la tensión e incomodidad son suficientes para hacerme mover un poco y apretar la mano de Damián, la cual no he soltado por nada.
Él también me mira, igual de confuso que yo. Igual de preocupado por no saber ni entender nada.
—Mamá estaba loca—intento argumentar—Nada de lo que ella decía tenía sentido. Ella estaba enferma.
—Ella intentaba avisarte.—me contradice Chris—Pero ciertos señores no se lo permitían.
Trago el nudo que se ha formado en mi garganta, apretando con más fuerza la mano de Damián; siendo como mi corazón estaba apunto de salir volando de mi pecho.
Samanta se acerca a mí, recordándome su presencia, ayudándome a beber agua y haciéndome entender que estaba muerto de sed y hambre.
Todos quedan callados mientras bebo agua, mirando a cualquier lado menos a mí. Incluso Damián no me mira, se encuentra inmerso en su mente pensando.
—¿Quien...—el titubeo sale por sí solo. Carraspeo al proseguir—¿Quiénes son esos "Señores"?
—No lo sé. Bueno, no lo sé con exactitud...
Mi amigo se levanta, quitando un poco de peso al tema. Más silencio. Más caos interno por mi parte. La ansiedad es palpable en todos las personas que hay en esta habitación.
—Váyanse.—por fin escucho su voz—Todos.
Y tan rápido como sus palabras salen de su boca, todos se largan del cuerpo; incluyendo a Mort.
Quedamos solos, aun tomados de la mano. Sin mirarnos, pero con ganas de hacerlo.
Quiero decir muchas cosas. Quiero hacer muchas cosas. Pero aun no me veo capaz de cumplir con esas fantasías que he tenido en esa caja blanca.
—Gabriel...
—Damián—lo interrumpo—Me gustaría conocer el exterior de la mención...
Sus ojos azules se mueven con velocidad. Queda en un completo silencio, sorprendido por mis palabras. Aunque no son exactamente las que tenía en mente.
—Tú... ¿En verdad lo quieres hacer?—pregunta esperanzado, con un brillo extraño en su mirada.
—Sí. Quiero conocer a tu familia. Digo... ¿nuestra familia?
Esa fue la primera vez que hablé con tanta inseguridad en toda mi vida. Fue la primera vez que sentí unos nervios absurdos por la emoción. Y fue la primera vez que vi a Damián con tanta felicidad en su rostro. Mirando este futuro tenebroso en el que me encuentro ahora mismo, extraño sus sonrisas. Extraño a mi familia
NOTITAAAAAAAAAA
BUENAS, BUNAS. MI HERMOSA GENTE. ¿COMO HAN ESTADO ESTE TIEMPO SIN MI, EH?
Una vez mas vengo tarde, como ya es costumbre, con las actualizaciones, pero estuve ocupada con una nueva historia que he lanzado hace unos días. (tose, tose) por si la quieren ir a leer, se llama Segunda Oportunidad. E bien pinche depresiva y cute, quitando el bullying y los abusos que sufre la prota *llora internamente*
Bueno, basta de SPAM. Ahora les pregunto, ¿Qué les pareció este capitulo?
Siento que nuestro Gabi se va abriendo mas a Damián, y pronto Damián se va abrir para Gabriel. JAJAJAJAJAJ PERDON *INCERTE RISA MALVADA E IMAFENES INPURAS*
Ya van a ver a lo que me refiero en el próximo capitulo. Para eso, recuerden seguir leyendo, votando y comentando. Les mando un besote. LOS AMO.
PS: LSDG LLEGO A 10K DE LECTURAAAAAAAAAAAAAAAAAS
+GRITOS DE LOCAS* ESTOY MEGA FELIZ. MUCHAS GRACIAS POR EL APOYO, MI HERMOSA GENTE. LOS ADORO.
fin del comunicado.
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