† Desgarres †
Poco a poco el pitido que siento en ambos oídos se va dispersando, dejándome algo aturdido y mareado aun estando acostado arriba de una pequeña mesa de luz que le pertenecía anteriormente a Gabriel.
Al comenzar a sentir y oír lo que pasaba a mi alrededor, me levanto como puedo del suelo, tronando mis huesos y esperando que se sanen algunos otros tantos.
Aún no caigo en cuenta de lo que ocurrió. No quiero creerlo porque pensé que él ya había cambiado, o por lo menos que intentaba cambiar. Lo creí mejor que esto, pensé que se estaba volviendo una persona más humilde, algo menos egoísta. Creo que de nuevo me equivoqué, y saber que Gabriel no quiere mi ayuda me lastima más que ver la mitad de mi territorio destruido.
Escucho los gritos, quejidos y lloriqueos de varias personas de la manada, asustado pensando en lo peor, corro hasta el enorme agujero que hay frente de mi para verificar que mi peor miedo no se esté cumpliendo.
Y por suerte no lo es.
Veo daños materiales, aunque son algunas tiendas comerciales y juegos de niños los que han recibido los daños del extraño poder de Gabriel. Olfateo el aire, por suerte los olores a sangre son nulas. Me calmo, pensando que por lo menos no ha dañado a la familia.
Agudizo mi vista, notando pisadas fuertes que son obviamente de él, además de sentir como su olor se dirige al bosque, al este, tal vez a las puertas de Deméter si el olfato no me falla.
—Maldición.—Escucho quejarse a la princesa, casi lo había dado por muerto.
Es una pena que no lo esté.
—Oye, ¿Qué ocurrió con Gabriel ahora? —demando saber, girándome hacia Christopher—¿Qué le hiciste?
—¡¿Yo?!—grita indignado, sacudiendo el polvo de su extravagante abrigo —¡Ese maldito hijo de perra siempre hace lo mismo!—sigue gimoteando, pero ahora más alterado, hasta el punto que su cara se torna roja como la de un tomate. Al parecer se enojo—¡Pero ya verás que viene solito a pedirme que arregle sus cagadas!, esa perra no sabe nada por sí solo. ¡Nada!.
No respondo, no porque no quiera o no pueda, es que sus gritos no cesan por nada y mi paciencia es poca como para calmarlo, por lo que le dejo desahogarse todo lo que quiere.
Parece muy ofendido, tal vez le dolió lo que le dijo su amigo, el sacarle en cara esas cosas parece ser algo sentimental y, ¿triste?, no sé, es muy complicado para mi entender.
Lo dejo pasar a sus gritos, creyendo que solo es una absurda pelea de amigos y nada más grande que eso.
Me concentro en lo importante, en buscar de nuevo a Gabriel. El cual se sigue alejando de mí con cada segundo que gasto al escuchar las quejas de la princesa Christopher.
Temeroso de perder su rastro, me lanzo por el mismo hueco por donde se fue Gabriel, caigo en las cuatro patas, ya transformado en Bestia. Dando una última mirada rápida a los habitantes para comprobar que estén bien.
Acelero el paso buscando de inmediato su rastro entre el laberinto de árboles que hay a mi alrededor.
Su olor es fresco, sigo corriendo hasta notar que me acerco cada vez más al lago de la otra vez, en donde tuve ese encuentro íntimo con Gabriel.
Pero en mi mente no se encuentran esos recuerdos calientes, los cuales no han parado de reproducirse en mi cabeza desde hace días, por desgracia las escenas que me torturan ahora son en donde aparecen mis habitantes.
Una escena en donde la destrucción y el terror es visible con claridad, mi gente corría desesperada, asustada por su propia Luna, creyendo que ese sería su final; pensando que Gabriel los dañaría.
Se supone que es un humano, ¿cómo es posible que haga tantos desastres en tan poco tiempo?
—Un humano con poderes sobrehumanos y un enorme trasero.—agrega Bestia en mi mente.
—¿Qué tiene que ver lo último?—pregunto confundido, adentrándome cada vez más a la zona prohibida de Las puertas de Deméter.
—No lo sé, pero tenía que decirlo.
Detengo nuestra inoportuna charla al segundo de sentir la clara presencia de Gabriel, el cual sentimos que está a metros de nosotros. Cerca, aunque aún no lo vemos.
No pierdo el tiempo y cambio otra vez de forma, volviendo a mi apariencia humana tan pronto Bestia frena sus cuatro patas.
Siento como mi lobo se altera al sentir una extraña presencia en el aire. El olor a putrefacción era leve pero estaba ahí, como si varios cadáveres estuvieran juntos un día de calor.
Pero algo cambia, algo en el aire es diferente. Es un olor amargo baile en el aire hasta llegar a mí, es una presencia totalmente desagradable, casi desconocida. Puedo sentir su poder, él se encuentra cerca, tal vez con Gabriel lo cual me altera y corro de nuevo hasta alcanzarlos.
Entonces lo veo.
Calem Petrov.
—Herminito...—canturrea sonriendo desde las alturas.
—Idiota.—respondo asqueado al verlo.—¿Qué mierda haces?
Verlo después de años me confunde un poco, ya casi había olvidado su aroma a limón; al igual que no recuerdo con la apariencia tan desgreñada como la que tiene. Suele tener un porte elegante y formal, pero con su largo cabello rubio suelto, su pantalón de algodón negro y su remera corta del mismo color le hacen ver como otra persona diferente.
Solo le caga su cara, la idiotez no se le sale de sus facciones.
—¿Así le hablas a tu hermano mayor?—ensancha más su sonrisa, al mismo tiempo que acomoda el cuerpo de Gabriel en sus brazos. Lo sostiene con firmeza, como si estuviera cargando a un bebé dormido.—¿Te pasa algo, hermanito?
Gruño levantando más mi mentón. Viendo Como Calem está arriba de una gruesa rama de árbol, está teniendo en sus brazos a un adormilado Gabriel, el cual parece despertar de a poco de su sueño.
—Baja ahora mismo, y devuélveme Gabriel.—demando entre dientes, tragándome las ganas arrancarle los brazos.
Largo un enorme suspiro para calmar esas imprudentes ganas de matar a mi hermano. También veo como Gabriel empieza a moverse al oír nuestros gritos.
Gira su rostro confundido, parece olvidar la situación anterior, en donde casi me meta y casi lleva a la destrucción misma a la manada. Observa a Calem, parece no reconocerlo, ya que escuche su corazón bombear con velocidad al verlo de cerca, y siento su olor a temor.
Parece buscar una respuesta, su ojos están bien abiertos, expectativas al no reconocer a mi hermano, por último me mira, por fin posa su mirada en mí. Y parece que no soy la respuesta a sus dudas.
Desde a lo lejos veo que su frente se arruga, al igual que su nariz.
—¿Qué haces aquí?. Lárgate. No quiero verte.
Palabras inéditas dichas por él al segundo que sus ojos atraparon los míos, palabras de pavor que me dejan confundido y dolido. No las comprendo, no sé que me quiere decir con esas palabras, aunque su significado sea obvio.
—¿Gabriel?—se me escapa su nombre en un susurro tembloroso, el cual espero que ninguno de los dos haya oído.
Aún boquiabierto, sin saber qué decir o qué hacer, veo como gira su cabeza acercándose al cuello de Calem; el cual se había quedado con el mismo asombro que yo.
Me tenso al ver su cercanía, es incómodo de ver, es molestia y ellos lo notan en mí enseguida. Uno sonríe como idiota, mientras que el otro tan solo mira hacia otro lado, esquivando mi mirada, observando algo con esos ojos marrones cansados.
Calem palmea la espalda de Gabriel con una mano, mientras que la otra le soba sutilmente su muslo derecho; el cuál es sostenido por el brazo.
Gruño con fuerza al ver el descaro que tiene para tocar a mi Gabriel.
—Oye, oye...— ríe mirándome, dejando de tocarlo— Solo jugaba, sabes que tu luna no es mi tipo.
Su risa hace eco en todo el bosque, perdiéndose en el silencio y en el viento fresco que corre entre nosotros.
Esas palabras despiertan por completo a Gabriel, el cual no tarda en contestar con histeria y claro enojo, pataleando y dando manotazos al aire.
—¡Disculpa pero soy el tipo de todo el maldito mundo!.
Gabriel se queja mientras Calem ríe por sus palabras, luego de su pelea, en cuestión de segundos mi hermano salta de las ramas hasta caer de pie en el suelo frente a mí.
Sosteniendo con firmeza a un asustado Gabriel, este tiene sus ojos bien abiertos por la repentina acción del rubio.
Apenas sus pies tocan la tierra seca, me apresuro a tomar el brazo de Gabriel y jalarlo para tirarlo hacia mí, haciéndolo tropezar por la brusquedad de mi arrebato.
Gabi cae en mi pecho, lo tomo de la cintura para poder tenerlo cerca, sin quitarle la vista a mi hermano, notando como su sonrisa no desaparece por nada. Me permito un segundo para volver a sentir el olor a tierra mojada y lavanda que emana naturalmente Gabriel, escucho sus latidos acelerado, siento su cálida presencia.
Me calmo, ya sabiendo que lo tengo a mi lado.
—¿Qué mierda haces aquí, Calem?
Ahora sí, tras decir esto, su sonrisa jocosa por fin decae hasta convertirse en una línea neutra, carente de diversión o amabilidad.
Un silencio espeso se forma en el bosque, mientras el viento sopla con fuerza entre nosotros tres, creando una ventisca calidad con fragancia a pino.
—Mi madre me envió.—de forma automática mi cuerpo se tensa, me paralizo al instante y Gabriel siente mi angustia.
Él, quien está aún a mi lado, me toma de la cintura al notar mi temor.
—Tenemos que hablar de él—Calem prosigue, ahora mirando a Gabriel con cierto recelo—Es importante.
Ahora el tenso es Gabriel, este no tarda en alterarse y empezar a especular en su mente sobre lo que dirá mi hermano sobre él. Huelo su preocupación, la siento, también noto que el enojo renace en su venas envenenando cada parte de su cuerpo.
—¡¿Y ahora qué?!—gimotea enfadado, saliendo de mi agarre.
Suelta mi cintura, nos mira sin entender y al no ver u oír respuesta alguna, larga bufa harto, mientras se va alejando de nosotros. Caminando en el lado contrario de donde debería.
Yo suspiro con cansancio, en serio pensé que mis problemas no serían tan complicados. Que tal vez solo debía de saber lo que es Gabriel para controlarlo y así poder estar tranquilo.
Pero me equivoqué. La cosa es más grande, ya que si la madre de Calem lo mandó a mi territorio para hablar sobre Gabriel es porque la cosa es más compleja de lo que creí. Más peligrosa, y eso me aterra. Con un nudo en mi estomago que me prohíbe tragar la saliva mezclada con el miedo del mal presentimiento que tengo. Ni siquiera me molesto en ir detrás de Gabriel, ya que primero que nada, mis piernas siguen petrificadas y mi cabeza piensa en todo el desastre que se avecina, y segundo, Calem se encarga de ir en su búsqueda.
Le escucho como mi hermano mayor bufa con cierta molestia, a la vez que veo por el rabillo del ojo como desaparece en cuestión de segundos para aparecer frente al fugitivo Gabriel, el cual no reprime un pequeño grito ahogado por la sorpresa que se lleva.
—¡Genial, otro rarito para el circo!—grita mientras es arrastrado por los hombros por Calem hasta volver a mi lugar.
Gabriel intenta refutar, zafarse de las manos de mi hermano, pero él se lo prohíbe, lo sostiene con fuerza y yo no recrimino nada.
Sigo pensando, mi mente no para.
—Vayamos a la mansión, tenemos mucho de qué hablar, Damián.
—Si. Vayamos... —digo en un murmullo casi inaudible.
Los chicos parecen oírme, o tal vez sienten mi pavor, ya que ambos dejan su discusión para prestar atención. Siento sus pesadas miradas, pero solo eso, mi cabeza y corazón trabajan a mil por segundo, dejándome casi ahogado en mis pensamientos.
Porque sé que algo anda mal. Algo ocurre, una catástrofe está por caernos encima, estoy seguro de ello. Por algo Calem está aquí, su madre lo envió para hablar personalmente, y eso no es nada bueno.
¿Qué pasará?, ¿Qué tipo de mal caerá sobre mi manada?, ¿Acaso Gabriel estará involucrado en ellos?, ¿Él saldrá dañado?, ¿Mi manada sufrirá algún tipo de daño?
Muchas preguntas, demasiadas. Y lo peor de todo es que la única persona que tiene las verdaderas respuestas a mis incógnitas es la misma persona que quiso matar a mi alma gemela.
Creo que no me queda de otra. Al parecer no puedo hacerlo solo. Y si debo arrodillarme y pedir ayuda de rodillas a Arthur Petrov, no me quedará más remedio que hacerlo.
Haré todo a mi alcance para que mi familia pueda estar a salvo. Mi manada, mi Gabriel, todos están bajo mi protección, y los cuidaré con mi vida. Aunque tenga que dar mi vida para garantizar las suyas.
El silencio comenzaba a reinar en la extensa manada una vez más, solo que esta vez el silencio no estaba acompañado con la cama que habitualmente hay en este pasifiico lugar. Por desgracia la calma se esfumó hace horas otras, en el momento que la gente vio a Gabriel con sus ojos demonios yéndose corriendo hacia el bosque, olieron su peligrosa aura, sintieron su macabro poder. Allí, en ese momento fue que la calma desapareció, y me temo que no volverá por un tiempo.
Las personas se refugiaron en sus casas al vernos volver con mi Luna, aunque primero demostraron su educación a mi hermano mayor cuando notaron su llegada, dándole una respetuosa reverencia. Muchos me miraban buscando, pidiendo explicaciones de lo ocurrido, pero no dije nada. No podía porque ni yo sé lo que pasó, lo que le pasa a Gabriel.
Él tampoco se salvó de las acusadoras miradas, pero no dijo nada, no con palabras por lo menos. Su culpabilidad desbordaba en sus facciones y eso todos lo vimos.
Por primera vez lo vi agachar la cabeza, lo vi pedir perdón con sus ojos marrones, apretando los labios por el enojo que desprendió. Lo vi ser un humano, uno que se equivocó y asumió su error. En partes, por lo menos.
Ya en la mansión, dentro de la Gran habitación, un cuarto sagrado que todos tenían prohibido la entrada, en donde solo dos personas de limpieza podían entrar sin ser castigados. Ni siquiera yo podía estar aquí, ya que esa fue una orden de mi madre.
—¿Tenemos que estar aquí?—cuestiono con incomodidad, viendo como ellos entran como si no fuera nada.
—Es el lugar más alejado de las personas que están en la casa, además, ninguno de ellos podrá usar sus agudos oídos para escuchar nuestra charla.
—Mi gente no es así, ellos nunca han sido de esa forma.
—En realidad la señora Miriam, la esposa del carnicero, esa señora es un tanto chismosa. La escuché hablar sobre los problemas financieros de Cart, mujer del tesorero.
Tanto Calem como yo giramos nuestros rostros a la figura recostada en la enorme cama de plumas que hay en medio de la gigantesca habitación.
Gabriel parece cómodo, con su ropa sucia por la tierra arriba de un objeto sagrado para la familia Petrov, con sus pies descalzos y roñosos por el lodo. Este hombre me hará tener mil infartos.
—¿Qué te parecen mil orgasmos?—le escucho cuestionarme en mi cabeza, gracias por el vínculo.
Lo miro alterado, apunto de echarme arriba de él por insolente.
—¡Sé más respetoso, idiota!—grito con los dientes apretados, caminando hasta él para tomarlo de los hombros y obligarlo a mantenerse sentado en la cama, intentando olvidar el calor que me produjeron esas lascivas palabras.
—¡Ya basta, idiotas!—nos reprime Calem, parado frente nuestro con su mirada azulado tan helada como un pedazo de hielo—Mi madre me envió aquí porque vio un futuro catastrófico, en donde ustedes dos están metidos hasta la coronilla de problemas.
Quedo mudo, quieto mirando el cuerpo tenso de mi hermano, el cual ahora está frente a Gabriel, demasiado cerca, y yo demasiado lejos de ambos.
¿Cuándo fue que me moví? ¿en qué momento me alejé de ellos?
Ahora estoy pegado a la puerta de salida, viendo la enorme espalda de Calem, y su largo cabello rubio atado en una coleta baja, su constructora tapa mi vista a Gabriel así que intento moverme hacia un costado para verle la cara y saber lo que siente, lo que piensa.
Pero no puedo, me muevo muy lento a comparación de Calem. La situación se tuerce de un momento a otro, la muerte se hace presente en cuestión de segundos, y mi vida llega a su final al presenciar tal escalofriante escena.
Todo ocurre muy rápido. El tiempo parece detenerse, a la vez que mi corazón se frena por el miedo y al mismo tiempo que Gabriel cae al suelo, muriendo al instante frente a mí.
El aura de Calem se vuelve oscura y tétrica, su cuerpo brilla por un fragmento de segundos, la mano derecha de Calem toma el hombro de Gabriel, mientras que la izquierda cambia y de formas, dejando ver cinco garras blancas en su lugar; las cuales desgarran el cuello de Gabriel.
Lo miro todo en silencio, congelado en mi lugar pero con un remolino en mi pecho, el cual me deja sin aire.
No puedo ver la cara de Gabriel pero sí veo un charco de sangre rojiza cae por montones en el suelo, a la vez que el cae arriba de este charco, y ahora sí lo veo.
Veo su rostro, sus ojos bien abiertos me miran con un brillo cristalino, me intenta hablar, su labios rosados secos se mueven pero no puede pronunciar ninguna palabra.
Yo no escucho nada, ni siquiera puedo leer sus pensamientos. Mi cuerpo vibra de dolor, al igual que mis oídos sienten un pitido que me dejan sordo.
Dejo de respirar, me altero, mi mundo se derrumba, lloro sintiendo miles de sentimientos en mi corazón pero no expreso nada.
Caigo de rodillas, teniendo su cuerpo frente a mí, él ya no respira, la sangre llega a mí y ahora toca mi rodilla. Mis lágrimas caen y se mezclan en ese charco de muerte.
Quiero gritar, mi dolor es enorme, sigo sin respirar, sigo queriendo moverme pero algo me lo impide. No puedo dejar de ver su cuerpo sin vida a pocos metros.
Cierro mis ojos mirando al cielo, viendo por última vez el techo de la habitación de mi bisabuela, pidiendo misericordia y perdón, queriendo tener a Gabriel de nuevo a mi lado, gritando a todo pulmón en mi mente para que esto solo sea una pesadilla. Una cruel y horrenda pesadilla.
Todo se vuelve negro de un momento a otro, hasta que por fin el dolor desaparece, hasta que termino muriendo justo a Gabriel.
NOTA
BUENAAAAAAAAAAS-
Orgullosa de mi porque no tarde dos meses en actualizar XD
¿Qué les pareció?
¿Se esperaban este final?
¿Acaso es un final?
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