Tan pronto como el enojo aparece en mi cuerpo, la Bestia decide tomar el control de mi ser; dejándome en lo profundo de mi mente observando cómo él se descontrola y lo destruye todo. 

Él intenta matarlo, dejándome fuera de la jugada, sin poder hacer nada. Sin poder evitar el caos que se estaba creando en esta destruida habitación. 

Creo haber visto a Gabriel en el suelo, con sus ojos cerrados, con el cabello despeinado; y con su cuello algo torcido, rojo, casi morado. 

Mi cuerpo se por sí solo. Estoy destruyendo cada parte de la habitación de Gabriel. La cama fue lanzada por mis propios brazos hacia la ventana más cercana, mandadola fuera de la mansión; los muebles, los accesorios, todo es destruido en mil pedazos. 

Gritos, gruñidos, aullidos monstruosos hacen eco en todos los rincones de la manada. De seguro más de un habitante se ha cagado en las patas al oír y sentir mi enojo. 

La bestia suelta otro grito, corre con todas las fuerzas y salta por la ventana ya roto para caer al suelo, transformado en la forma lobuna para empezar una corrida bestial hasta lo más profundo del bosque de las luciérnagas. 

Me desplazo en zigzag, evitando chocar con los árboles que obstaculizan mi camino hacia algún lugar desconocido. Sin un lugar fijo en mi mente, sigo mi corrida tratando despejar mi mente para no cometer otra locura. 

El motivo de mi enojo es muy disparejo. Tengo miles de razones, y todas tienen a Gabriel como culpable en primera fila. 

Tengo mis razones para estarlo, porque Gabriel ha menospreciado a mi manada, porque él se sentía superior a todos nosotros, siempre miraba a todos desde abajo, con una sonrisa arrogante plasmada en su cara. Pero también mi enojo se deriva a que yo mismo intenté matarlo, lo había dañado. Y la culpa me consume y me mata con lentitud. 

¿Cómo permití que mi bestia dañara al supuesto amor de mi vida?   
Si yo no fuera un alfa tan importante, me habrían colgado en la entrada de  Sweet waters por dañar a tu otra mitad, como la ley lo dicta. 

Siento vibras extrañas que se desplazan por mis cuatro extremidades. Lo que me indica que voy retomando el control de mi cuerpo, pero aun decido estar en mi segunda forma. 

—¡Detente, Damián!

—¡Tú has controlado mi cuerpo, ahora es mi turno de controlar el tuyo!— freno en seco mis cuatro patas, mi vista se va aclarando pero mis ansías de querer destruir seguían en mí. 
Freno mis pasos, intentando buscar algún animal para cazar. Acechando por la oscuridad que brinda la tarde en este bosque. Olfateo el aire, buscando el pez gordo que satisfacerá mi gigantesco enojo. 

—Hay uno cerca de la frontera oeste— la bestia, sintiendo la misma necesidad que yo, me ayuda a encontrar lo que tanto necesitaba. 

Me muevo sigilosamente hasta llegar al lugar. Cuatro campistas estaban sentados preparando una fogata, la oscuridad ya había puesto una manta de oscuridad sobre todo el bosque y la única luz que había era la pequeña fogata que intentaban mantener prendida esos humanos. 

Camino con lentitud, rodeando con cautela las presas frescas. Dando mi primera aparición sin ser detectados por ellos, provocando un pequeño pero profundo gruñido que hace eco en este lugar; haciendo asustar al primer humano hombre que está al frente mío. 

Los grito de espanto y de auxilio no tardan en llegar, haciéndome sentir esa encantadora satisfacción. 

Pero poco les dura sus criterios y llamados de socorro. Ya que mis garras, dientes, y enojo son lo último que ven y sienten antes de acabar descuartizados en el suelo. 

Derramando su asquerosa sangre mortal en las mis tierras sagradas. 

—Alfa Damián. 

—¿Novedades?—pregunto al momento de entrar en mi despacho, ya calmado y duchado.  

—Llevamos a su luna al calabozo privado, y una bruja está atendiendo las heridas. Tal como lo ordenó— me comunica Marcus, uno de mis guardias de confianza. 

—¿Sus heridas son muy grandes?— pregunto fingiendo desinterés, girando mi silla y viendo.comí la luna se encontraba en su fase menguante.  

—Bueno, lo primero que nos dijo la hechicera es que su garganta estaba rota. No hay forma de que él esté vivo, pero tan pronto como terminó de decir aquello, la Luna Gabriel empezó a toser y respirar con irregularidad. 

—No lo apreté tan fuerte. Exagerado…—se defiende la bestia al oír tal acusación. 

—Que lo curen y déjenlo ahí unos días. Sin comer, sin agua, sin que nadie lo visite. 

Tras decir esto, lo primero que siento es la mirada confusa que me lanza Matthew desde el otro lado de mi despacho, la cual ignoro al saber la razón de esta. 

Marcus se retira para seguir mis indicaciones, y tan pronto como él se retira, la presencia de Matt se vuelve más molesta. 

—¿Qué has hecho?—empieza con subregaño—Estuve en la habitación de  Gabriel y estaba completamente destruida, además de que había olor a sangre por todos lados…

—Él piensa que mi manada no importa, que esto es solo un juego y que yo tengo que estar a sus pies. Jamás nadie me había tratado con tanta falta de respeto, mi bestia enloqueció y lo intentó matar, pensé que estaba muerto pero al parecer no, lo cual es raro, pero intento no pensar en eso. 

«Porque mi pecho duele con tan solo la idea de que yo cause su muerte...» 

—¿Y por que lo has mandado al calabozo privado?. Ahí es donde llevamos a los traidores a torturar, no es un lugar para tu luna. Me sorprende que no esté doblegado por el dolor, has lastimado a Gabriel, y cómo funciona el lazo que comparten, tú debes de sentir el doble de dolor que él sintió. Ya que tú lo has causado. 

—¡Y lo estoy sintiendo, Matthew! Me duele todo el puto cuerpo. Me duele el maldito corazón. ¡Estoy volviéndome loco y solo puedo sentir como la culpabilidad me mata lentamente!—grito, parándome del asiento y lleno a donde está él. Matt da dos pasos atrás, pero su mirada no cambia. Su audacia sigue allí —¡Y no lo defiendas!  ¡Tú también tendrías que ir al calabozo por traidor!

—¡¿Yo, traidor?! ¡¿Pero qué mierdas dices, Damián?! 

—No soy idiota, podía sentir cuando él te coqueteaba y tú no hacías nada ¡Quieres quitarme a mi luna!—de nuevo, la bestia toma el control, y mi mano va al cuello de mi amigo. 

—¡Jamás, Damián! ¡Lo juro por la diosa Luna!—al oír ese juramento aprieto más el agarre—¡Es por eso que viene aquí! ¡Gabriel no es normal!
Frunzo el ceño, confundido. 

—Explícate.  

Le ordeno al mismo tiempo que suelto su cuello. 

—Tengo nueva información sobre él y del hombre del bar, Christopher Mort. 
Matthew va hacia uno de los sillones para tomar una carpeta negra, la cual me pasa y yo la tomo con total desconfianza. 

Dentro de esta hay fotos del bar que estaba hablando Matthew la última vez, luces de neones y personas bebiendo, gente bailando, riendo, era lo que veo.  Hasta que me doy cuenta que ahí también está Gabriel.

Él estaba rodeado de hombres y mujeres, todos ellos estaban en unos sofás alrededor de Gabriel y en el suelo. Parecía como si lo estuvieras alabando, mi luna estaba sonriendo pero en su mirada tenía esa soberbia de siempre, viéndolos a todos desde abajo. 

—¿Qué significa esto?

—Hablamos con cada uno de los que están en la foto. Nadie recuerda absolutamente nada de esa noche. No saben en donde estaba el bar, no conocen a Gabriel, no recuerdan nada. Como si sus recuerdos estuvieran borrados. Solo tres personas tienen un breve recuerdo de esa noche, y esos tres dicen lo mismo. 

—Habla sin rodeos, sabes que odio el misterio. 

Matt suspira, pero me indica que me fije en las otras imágenes. Una, en específico. Está Gabriel hablando con un hombre casi de la misma altura, pero no se le ve la cara. Está borrosa, pero solo su rostro, ya que el fondo, Gabriel, y demás objetos se veían con claridad. 

—Los tres chicos dicen que notaron una extraña vibración y aura desprendiéndose de Gabriel. Como si algo les indicara que hacer y qué decir, cómo alargarlo y cómo seducirlo; pero todo era sin su consentimiento. ¿No parece extraño? 

Asiento sin pensarlo dos veces—Antes de que me desmayara la última vez, sentí una sensación extraña proveniente de Gabriel. Y cuando mi lobo enloqueció la sentí de nuevo… 

—Y es exactamente como me siento cuando Gabriel se acerca a mí y me coquetea. Mi cuerpo no reacciona, Damián. Él habla y yo obedezco, es así de simple. 

—¿Acaso Gabriel es un brujo? Su aroma es de un humano, pero está claro que no uno normal—pienso en voz alta, buscando la respuesta hacia esa incógnita. 

—No lo sé, pero él sí puede saberlo...— me vuelve a mostrar al sujeto con cara borrosa que estaba hablando con Gabriel— Solo sabemos que se llama Christopher Mort, nadie se acuerda de su rostro, es como si fuera un fantasma. 

—¿Y has encontrado algo sobre sus padres?

—Nada, es igual que con este sujeto. Nadie sabe nada y si saben, es información inútil. — Matthew suspira con cansancio y yo vuelvo a ver a la luna, pensando en cómo mierda lidiar con todo esto.  

—Mi Alfa—escucho como otro guardia entra en mi despacho, cortando mi oración mental hacia la Diosa Luna. 

—¿Qué?— digo aún esperando una respuesta de la luna. 

—El señor Arthur, protector de la montaña, y padre suyo, ha llegado desde Dark hill para una vista. Exige que baje de inmediato para poder conocer a su alma gemela: Nuestra Luna Gabriel.  

—Esto va de mal en peor—se le escapa a Matthew, mientras se rasca su cabeza con frustración.

—Dile a Samanta que revise a Gabriel, y avisa a mi padre que pronto estaré abajo—le ordeno a Matthew y el acata de inmediato. 

Todo esto está pasando muy rápido. Parece que este no es mi día, y mi querido padre no puede ser tan inoportuno. 

—Mejor tengamos cuidado. Ese viejo nunca se interesaría en conocer a nuestra luna… 

—Pienso lo mismo. 

Notita

Buenaaas, mis bebessss
Lamento la demora y la hora en la que subo esto, pero estoy algo saturada con algunas tareas.

Solo paso a decirles que estoy pensando en crear un grupo para mis lectores en facebook, ¿qué les parece la idea?

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Espero les cope la idea ❤

🦋 Gracias por leer. Espero que hayan disfrutado el capítulo y si es así, no se olviden de votar en este apartado 🦋