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Noah


A Niambi se le había acabado el cargador: Valka estaba pensando en cómo aprovecharse antes de que a la trigueña se le ocurriese algo más violento para deshacerse de Valka. Sin embargo, mientras más prolongase la pelea, más fácil sería que Niambi tomase ventaja.

A su pesar, Valka le disparó un alfiler desde su muñequera al foco que alumbraba la cabina de mando, sabiendo que quedarían a oscuras: sin embargo, Niambi no estaba acostumbrado a eso, pero ella tenía un poco más de experiencia peleando en espacios con poca iluminación. El efecto fue el que esperaba, pues Niambi tan sólo apuntaba su pistola sin cargar en varias direcciones, como si tratase de intimidarla.

— ¡Oye! - Alzó la voz Valka, tratando de llamar la atención de Niambi hacia donde se encontraba - ¿Vas a venir por mí o te da miedo la oscuridad?

Niambi avanzó tan rápido como podía hacia la ubicación de Valka, pero ella ya se había movido, dando toda una vuelta para incorporarse a espaldas de su rival. Se detuvo un breve segundo que pareció ser eterno, preguntándose si estaba bien atacarla por la espalda. Sin embargo, no tardó mucho en decidirse: Niambi no tuvo ningún problema con atacar tres a uno a Kai en cuanto se presentó la oportunidad e incluso antes, en preparatoria y mucho antes, en secundaria, ya había demostrado ser una persona abusiva. No merecía compasión y mucho menos en un contexto en el que no dudaría en hacer lo mismo con ella si estaba a sus espaldas.

Sin cerrar los ojos, Valka decidió patearla fuerte en la espalda, empujándola a través del cristal de la sala de mando, pero tan pronto como recordó que afuera, justo debajo de ella estaban las bodegas, Valka dejó escapar un ruido ahogado, como dándose cuenta de que quizá había asesinado a Niambi por accidente.

Valka no había alcanzado a asomarse por la ventana rota cuando un golpe seco le hizo saber que Niambi ya había tocado el suelo: buscó en la atenazante oscuridad bajo sus pies y antes de localizar el cuerpo de Niambi encima de un enorme cargamento de arroz, escuchó el disparo, seguido de una repentina explosión que provenía de algún lugar de la bodega.

— ¡Candy! - Reaccionó Valka, recordando que su amiga seguía ahí abajo, dirigiéndose a las escaleras para bajar a toda prisa sin importarle en lo más mínimo si las otras dos se le irían encima o no.

Ni siquiera terminó de bajar las escaleras cuando escuchó los lloriqueos a voz en grito de alguien, pero no se trataba de Candy: Valka apenas había escuchado esa voz unas pocas veces, pero si de algo estaba segura es de que Noah Nakamura se encontraba al interior de la bodega, donde también debería estar Candy.

Sin importarle mucho las llamas a su alrededor, Valka entró a toda prisa, viendo de reojo el cuerpo de Niambi, todavía con vida sobre la montaña de bolsas de arroz. Sin embargo, frente a ella, apuntándole a Candy con otra maldita pistola, estaba Noah Nakamura, temblorosa y con miedo en la mirada, incapaz de sostenerle la mirada a una furiosa Candy.

Algo había explotado uno o dos pisos más arriba de ellas: sin embargo, eso no iba a distraer a Amelia, quien veía fijamente a Tenebra, que parecía haberse quedado sin recursos.

— Por favor - Pidió ella - ¡Me entregaré! ¡No voy a oponer resistencia!

— Eso no me importa - Espetó Amelia.

Era enfermizo y estaba mal, pero le era imposible no sentirse bien descargando su agresión con cualquiera que pudiese merecerlo en lo más mínimo y eso incluía a Tenebra: por su culpa, Kai había tenido que irse de La Ciudad a escondidas y no podría vivir en paz en su universidad sin pensar que podrían encontrarlo tarde o temprano. Si hubo tanto secretismo durante su partida, fue precisamente por culpa de Tenebra y sus amigas.

Amelia no quería tenerle piedad. Quería desquitarse.

Las balas de pintura fueron primero: apenas tenía un cargador de diez municiones, pero bastaron para crearle unos cuántos verdugones en la piel, pintados de rojo por encima del moretón que dejarían también. Tan pronto como vació su cargador, Amelia decidió acabarse el resto de sus municiones también, a excepción de los dardos sedantes. Su punto era dejar claro un mensaje, no acabar pronto.

— ¡Por favor! ¡Ten tantita madre! - Pidió Tenebra, agitada por la inesperada falta de humanidad de Amelia.

— Tendré tanta decencia como la tuviste tú - Declaró Amelia antes de disparar el gancho y cuerda de su muñequera izquierda, mismo que se enredó en una pierna de su enemiga. Amelia tiró rápidamente de la cuerda y la hizo caer, pero después, siguió arrastrándola consigo.

En un arranque de fuerza sobrehumano, Amelia arrojó a Tenebra contra una de las paredes de la sala de máquinas, valiéndose de la cuerda con la que la tenía sujeta. Las llaves inglesas y otras herramientas de ese tipo cayeron al suelo, algunas impactando contra la cabeza y otras partes del cuerpo de Tenebra primero. Después, Amelia volvió a jalar de la cuerda, arrastrando a Tenebra consigo. Sin embargo, pareció decidir que arrastrarla no sería tan divertido como ponerla de cabeza, así que pulsó un pequeño botón negro del cargador, haciendo que la cuerda volviese a enrollarse en su interior, ofreciéndole a Amelia el tobillo de Tenebra, quien ahora colgaba de cabeza frente a ella.

— No debí hacerlo - Admitió Tenebra - Estuvo mal y Niambi es una...

— Eso no me importa - La calló Amelia, harta de escucharla hablar.

Tenebra logró zafarse el tobillo retorciéndose, aunque a Amelia poco le importaba. Harta del jugueteo, la agente de Copa Escarlata decidió irse directo a los golpes, lanzando un par de series de puñetazos que Tenebra pudo bloquear con éxito, aunque a costa de estar demasiado ocupada para fijarse en su entorno: Amelia la había hecho retroceder bastante y ahora una de las calderas de la sala de máquinas, ahora encendida, estaba a centímetros de su nuca.

El rostro de Amelia dejó ver una pequeña mueca que asemejaba a una sonrisa, muestra de satisfacción. Acto seguido y sin miramientos, cogió la cabeza de Tenebra, sujetando fuertemente su cabello y la pegó a la caldera hirviente por unos cuántos segundos, asegurándose de que Tenebra gritase lo suficiente. Cuando se detuvo a tomar aire, Amelia decidió soltarla.

Volviendo a amarrar su gancho y cuerda en una de sus piernas, decidió llevarla a la bodega en donde Candy debía de estar esperando.

Su trabajo aquí ya había terminado.

— Se te hizo fácil creerles - Cortó Candy de golpe.

Candy habría seguido hablando, pero con el rabillo del ojo, pudo ver el cuerpo de alguien romper un cristal en lo alto y caer encima de uno de muchos contenedores, este con la tapa abierta: quien hubiese caído, había hecho un ruido seco al caer, amortiguado por lo que sea que hubiese dentro del contenedor.

Noah se asustó y disparó hacia el contenedor, aunque su pésima puntería terminó impactando contra algún objeto metálico al fondo del almacén: arriba, la luz de la luna alumbró el cabello corto y muy ligeramente ondulado de Valka. Entonces, quien hubiese caído a la bodega debía ser una de las tres a las que habían venido a buscar.

Algo explotó en la dirección hacia la que Noah había disparado: Candy se dio cuenta enseguida de que la idiota debió haberle dado a un tanque de gas o combustible, aunque no comprendió por qué había tardado tanto en detonarse: a los pocos segundos, Valka ya había entrado a la bodega y, viendo a Noah apuntarle con su arma a Candy, se la pensó dos veces antes de hacerse notar. Candy intentó disimularlo manteniendo la mirada fija en Noah, quien, incluso en un momento crítico como ese, dudaba si dispararle o no a Candy.

— Házlo y pasarás toda tu vida en la prisión vertical - Amenazó Candy - ¡Intenta matarme! ¡Para eso nos abandonaste! ¡Nos decepcionaste a todos, Noah! ¡A todos!

Noah se quebró. De todas las personas que conocía, Kai incluido, esas palabras no habrían podido dolerle más que si las decía Candy, la misma Candy amable y comprensiva, cariñosa y maternal: la que la apoyó y escuchó siempre.

Del otro lado de la habitación, lejos del fuego, apareció Amelia también, arrastrando un cuerpo. Tan pronto como vio a sus amigas, desenganchó el cable de su muñequera y, cargando un cartucho lleno de sedantes, vació todas las cargas, una tras otra, hacia Noah. Aunque se cubriera, al menos uno le iba a dar.

Siete de doce. Nada mal. Noah soltó rápidamente la pistola frente a Candy e intentó articular una palabra, pero el mareo ocasionado por las cargas de sedante se lo imposibilitó. Ni cinco segundos transcurrieron entre ese instante y que Noah cayese de bruces al suelo.

— Ya llamé a la caballería - Dijo Amelia - Supongo que... vamos a sacarlas a rastras del barco, ¿no?

Valka asintió de mala gana, volteando a ver en dirección al contenedor al que Niambi había caído: amaba pelearse con la gente, pero no era precisamente fanática de limpiar el desorden cuando acababa. Sin embargo, mientras trepaba la montaña de bolsas de arroz del contenedor para sacar el cuerpo adolorido de Niambi de encima, Valka no pudo evitar darse cuenta de que su amiga Candy se encontraba más callada de lo normal. Ella realmente odiaba pelear, más cuando debía hacerlo contra una amiga.

— Entonces... ya se acabó, ¿no?

Candy asintió distraídamente mientras se decidía por la mejor manera de llevar el cuerpo de Noah a rastras.

— Espero que esto haya valido la pena - Añadió Valka, impaciente por hacerla hablar: no se había dado cuenta de que un par de lágrimas habían salido de los ojos de Candy.

— Valdrá la pena - Aseguró Amelia, arrastrando el cuerpo de Tenebra consigo - Esta ciudad perdió tres traficantes y Kai ganó un poco más de tiempo. Para mí, fue una victoria.

Claro, que Amelia no sentía apego alguno por ninguna de esas tres.

Lentamente, las tres salieron del barco y bajaron por la rampa que emplearon para subir en primer lugar: ahí afuera, Carol ya las estaba esperando y les ayudó a acomodar a las miembros del Triskelion en fila frente a ellas. Faltaban horas para el amanecer y Candy tenía que ir a casa de Nahiara para mantener a su coartada. Amelia y Valka volverían a la Base Uno.

Desde lo lejos, un par de camionetas de Alba Dorada se acercaron a toda prisa hasta donde ellas estaban.

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