Kai
Ni bien salió de la Base Uno, Kai se dirigió a pie hasta la estación de autobuses que lo habría de llevar a su futura universidad, en Xalapa.
Ahora sí, después de tantos años, tras incontables sacrificios e innumerables batallas libradas, por fin se estaba marchando de La Ciudad: al menos estaban ahora a salvo y la organización Alba Dorada trataba de mantener la paz tras el asedio. Ahora, lo que veían los transeúntes era a un chico alto, de cabello largo y color negro, algo abrigado y arrastrando un par de maletas, agarradas de la mano.
Mientras avanzaba por las calles del Distrito Serra, su hiperactivo pensamiento se puso a recordar pequeños momentos de su pasado distante y reciente: cuando él y Nora presenciaron el presunto asesinato de un viejo amigo, la primera vez que Alba Dorada se reunió en público, cuando Noah Nakamura se le declaró... conforme avanzaba, los recuerdos se hacían cada vez más recientes, como cuando conoció a Amelia Hardeen, las tardes que pasó en casa de la chica, después de la escuela, cuando fue expulsado de la preparatoria y fue a refugiarse con ella...
Hasta el día del asedio, un par de semanas atrás.
Aquella noche de fuego, Kai pudo ver brevemente a Amelia luchando con el resto de las chicas de Copa Escarlata: Candy, Valka, Niambi y Tenebra. Desgraciadamente, esa fue la última vez que pelearon mano a mano.
Horas antes de salir, Kai tuvo que encararlas: las cosas a su alrededor difícilmente salían bien siempre y esta no fue la excepción. No quiso hacerlo, pero lo hizo y cuando terminó, Copa Escarlata tenía tres miembros menos, si contaba además a Noah Nakamura.
Pero no podía hacer gran cosa al respecto: Kai se estaba marchando esa misma noche, sin decirle a nadie por su propia seguridad. En lo que a La Ciudad respectaba, Carlos Rivera no iba a abandonarla esa noche, aunque la realidad fuese totalmente distinta.
Sobándose los nudillos por un par de segundos, Kai aguardó el momento exacto para cruzar la calle hacia la estación de autobuses. Tan pronto como lo hizo, entró a la terminal, directamente a que pesaran su equipaje. Durante esos breves minutos, no prestó atención a su alrededor, ansioso por partir.
Él odiaba viajar. Era un infierno pasar doce horas o más sentado en un solo lugar, sin poder moverte o deambular libremente por el vehículo, sin muchas opciones qué tomar respecto a cómo entretenerte, sumado a posiciones incómodas y, si viajabas de noche para evitar todo lo anterior (como era el caso de Kai), tampoco podías dormir bien. Sin embargo, actualmente no tenían más opciones realmente, ya que todos los vehículos privados de Alba Dorada estaban muy ocupados llevando a un montón de aspirantes a alguna parte del desierto de Chihuahua, donde se celebrarían pruebas para entrenar agentes de élite de Alba Dorada.
Se llevaron las maletas de Kai al área de carga. Una vez ahí, Kai no tuvo nada más que hacer además de sentarse en la sala de espera, a poco menos de media hora para que saliera su autobús.
Solo entonces se dio el lujo de respirar hondo.
— Tenebra... se arruinó. Otra vez - Balbuceó el chico - Otra vez.
Una escuálida persona de tez morena se asomó afuera de la sala de espera, como buscando a alguien. Kai no le dio importancia: nadie sabía que se estaba marchando, así que probablemente no lo buscaban a él. Sin embargo, sí lo buscaban a él.
A toda prisa, esa persona empezó a buscar entre las caras de los viajeros, buscando a alguien en específico: cuando llegó a la fila de asientos en la que Kai estaba, él la reconoció como su amiga Amelia, quien se fijó en él y se abrió paso entre el suelo tapizado con mochilas y pequeñas maletas de mano.
— Por un momento creí que ya te habías ido - Suspiró Amelia, como si hubiese venido corriendo desde su casa hasta la terminal, cosa que probablemente había hecho.
— Se suponía que nadie sabe que me voy ahora mismo.
Amelia se limitó a sonreírle mientras desviaba la mirada: de alguna manera, se las arregló para seguirlo a toda prisa.
— Nunca pensé que llegaría el día en el que ibas a correr detrás de mí. ¿Ahora también me dirás que no quieres que me vaya?
— Es más probable que te vaya a ver un día de estos - Contestó Amelia, frunciendo el ceño - Pero no, no quisiera que te vayas.
Kai sabía que su amiga más cercana no era precisamente fan de los abrazos, pero aparentemente, la situación lo ameritaba, así que...
— Oye...
— ¿Hjm? - Gruñó Amelia, indicándole que dijese lo que planeaba decir.
— ¿Puedo abrazarte?
Amelia se inclinó hacia el asiento de Kai, dejándose abrazar. El chico ya estaba extendiendo sus brazos cuando además, ella lo rodeó con los suyos. Kai no pudo reprimir una sonrisa y al mismo tiempo, sintió cómo unas pocas lágrimas pronto escurrirían por sus mejillas. Acarició el cabello de Amelia al tiempo que ella apretaba un poco más fuerte su abrazo, el último que tendrían en mucho tiempo.
— Ha sido... fueron meses difíciles, ¿no?
— No llore, joto - Respondió Amelia, dándose cuenta de que su amigo estaba a punto de llorar, tratando de evitar llorar también.
Kai no dejó de abrazarla. La iba a extrañar muchísimo.
— ¿Quieres que te acompañe hasta el autobús? - Preguntó ella, todavía sin soltarlo.
Kai asintió.
Apenas se separaron un poco, aflojando el abrazo, Kai se atrevió a darle un beso en la mejilla a Amelia, arriesgándose a cruzar la raya de lo admisible con la señorita ansiedad social. Sin embargo, ella lo aceptó y terminó devolviéndolo, también en la mejilla.
— Estás demasiado sentimental - Señaló Amelia - No es que me esté quejando, pero...
— Te voy a extrañar mucho - Admitió Kai - Con todo lo que ha pasado... el suicidio de Caín, lo de las chicas...
— Oye. Nosotras lo arreglaremos, tú ve a estudiar y esas cosas de gente que se odia.
La voz que anunciaba las salidas mencionó la de Kai, con destino a Xalapa, a las 9:30 de la noche. Eso ya era en cinco minutos, así que ya era hora de abordar el autobús. Amelia se levantó junto a él y lo acompañó hasta el otro lado de la puerta, en el andén. Varias personas ya estaban abordando, así que la despedida había llegado ya a su fin.
— Entonces... - Intentó expresar Kai, fallando estrepitosamente.
— Yo también te voy a extrañar - Admitió Amelia - Intentaré responder siempre a tus mensajes, ¿sí?
— Oye... lo que te dije hace meses... - Mencionó Kai, refiriéndose a su declaración de amor hacia Amelia - Lo mantengo. Incluida la parte en la que dije que no pienso hacer nada al respecto. A menos que tú quieras.
— Vuelve con ese título universitario y luego hablamos, ¿está bien?
— Te amo.
— Yo también te amo. Baboso.
Y con esas palabras, Kai se despidió de su mejor amiga, su compañera en la adversidad. Así, con un abrigo puesto y la bufanda en un bolsillo, Kai buscó su asiento en el autobús rumbo a Xalapa. Al día siguiente, estaría instalándose a una distancia de tres cuadras de su universidad. Nada podía ser más cómodo que eso.
Al llegar a su asiento, descubrió a la persona con la que le tocaría viajar y su sorpresa no pudo ser mayor.
Era Toph.
Toph, la chica que le advirtió un día antes que iban a expulsarlo de la preparatoria. La ex amiga de Gwen, miembro del Triunvirato que tanto lo pasó a joder los últimos seis meses.
Esa Toph.
— Oh, hola - Saludó ella - ¿Te sientas aquí? - Preguntó.
Kai le mostró su boleto y ella le hizo espacio para dejarlo pasar al asiento de la ventana. Hubo unos largos tres minutos antes de que el bus se pusiese en movimiento en los que ninguno dijo nada, sin embargo, pronto se pusieron a conversar. Kai le contó la historia abreviada de su último mes y ella a él la suya.
Al terminar, ambos suspiraron.
— ¿Y qué piensas hacer ahora? - Quiso saber Toph.
— No lo sé. Seguiré adelante y veré cómo resolver lo que vaya saliendo, supongo - Le contestó Kai, sin tener una idea fija de lo que haría ahora.
— Como en tus diarios. Como siempre.
— Como siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro