Ezra
No había excusas.
Ezra Saucedo se sentó frente a las tres ex-agentes que tantos problemas habían causado: una de ellas, la de la piel color gris, tenía una horrible quemadura del lado izquierdo de la cara: la otra, Niambi, tan sólo tenía un brazo en cabestrillo: por último, Nakamura, a quien él ya conocía desde antes, lucía unas pronunciadas ojeras en el rostro: los sedantes de Amelia no la dejaron descansar correctamente durante toda la noche.
— ¿Por qué? - Preguntó él, más decepcionado que molesto. Apenas había pasado un mes desde que las expulsaron de Alba Dorada y ya se las habían arreglado para montar una red de tráfico de armas para su empleador, fuese quien fuese.
— Vi una oportunidad y la tomé - Se excusó Niambi - Y no es como que Kai haya sido un santo.
— Me ocultó cosas. Mi exnovio amaneció muerto después del asedio a La Ciudad. Alba Dorada no hizo nada por protegerlo y...
A Ezra no podía importarle menos lo que hubiese ocurrido con un abusador como lo fue el exnovio de Tenebra, quien además había pertenecido al Quincunce de todos modos, como bien sabía ella. Si no se hiciese de la vista gorda con eso, sería más sencillo para todos.
— Les creí - Admitió Noah, refiriéndose a la retorcida versión de los hechos que sus compañeras ahí presentes le habían presentado: eso, sumado a la brutal demostración de violencia de Kai, terminó convenciéndola de que estaba haciendo lo correcto al enfrentarlo.
Ezra asintió sin decir nada por varios segundos que empleó en buscar algo al interior de un portafolios que traía consigo: era la documentación para transferirlas directamente a la Prisión Vertical, en alguna parte del desierto de Chihuahua. La sentencia de Niambi era la más larga, pues tras las averiguaciones, habían determinado que era ella quien comenzó todo. Tenebra igual estaría un buen tiempo encerrada, mientras que Noah recibió tan sólo una amonestación verbal. Ezra no estaba del todo feliz con ese acuerdo, pero Kai había sido bastante claro al respecto: quería que le perdonasen esta infracción como favor personal.
Desgraciadamente para Ezra, no había sido capaz de negarse: eso, sumado a que Noah en realidad había repetido que la coaccionaron, la ayudó a zafarse. Sus dos compañeras, por otro lado, serían trasladadas ese mismo día. Sin embargo, eso no es lo que preocupaba a Ezra, sino las palabras de ambas durante los interrogatorios:
"Mucha gente odia a Kai, lo quieren ver muerto", había dicho Tenebra. "Me engañó a mí y arruinó muchas vidas con Alba Dorada. ¿Qué esperabas?".
"De acuerdo, hablamos un par de días y después comenzó a evitarme", había admitido Niambi. "Nadie me rechaza o ignora y se va como si nada. Nadie se me resiste, ¿entiendes? Él me dejó con la mano extendida más de una vez y eso no se lo voy a permitir a nadie. No iba a atacarlo de manera estúpida, era mejor esperar... y esperé. Al final, yo no era la única que le guardaba rencor por algo".
No quería plantearlo de esa manera, pero si Alba Dorada no se aseguraba de perseguir y encerrar a todos los criminales que podrían estar interesados en desquitarse con Kai, el anterior líder de Alba Dorada vería arruinada su nueva vida bastante rápido.
Antes de despacharlas, Ezra decidió preguntarle algo más a Noah.
— La noche en la que pelearon con él... ¿qué ocurrió antes de que yo llegara?
Hace semanas.
Tenebra se levantó a como pudo, desorientada y jadeando tras la golpiza que Kai le había propinado: a su lado, Niambi sujetaba el cuchillo de cocina que se le había caído antes y Noah estaba aferrada a uno de esos bastones de entrenamiento, como si con eso fuera suficiente para vencer a Kai.
— Noah, suelta eso - Repitió él, rogando internamente por no tener que golpearla. Noah negó con la cabeza, temerosa.
Niambi aprovechó para correr hacia él, cuchillo en mano. Kai esquivó rodando hacia el frente, haciéndola caer al piso en el proceso y sujetándole el brazo al chocar contra ella, torciéndolo en un ángulo peligroso pero sin aplicar toda su fuerza, queriendo sujetarla, no fracturarle algo. Noah temblaba frente a él, sin saber qué hacer.
— Ríndete y quizá no las envíen a prisión por esto. Es el único favor que puedo prometerles.
Noah alzó las manos, dejando caer su bastón, con más miedo a recibir una golpiza de parte de Kai que de no apoyar a sus amigas. Claro, Kai no estaba realmente dispuesto a pelear contra ella, pero Noah no quería tener que comprobarlo. Simplemente...
— Nos rendimos. Las tres. Pero por favor... basta.
Para cuando Ezra Saucedo entraron en la habitación, había una chica tosiendo en el suelo, otra con el brazo a punto de quebrarse y una más a medio colapso nervioso: no fue necesario hacer muchas explicaciones, pero esa misma tarde, las tres recibieron una baja deshonrosa de Alba Dorada.
El resto era historia: Kai hizo maletas y Amelia lo alcanzó en la terminal de autobuses, haciéndole compañía la última media hora antes de irse de La Ciudad. Sin embargo, había una sola duda que acosaba a Ezra: ¿Quién era el empleador que había contratado a Niambi para que los traicionase?
Valka había pasado a verla a la salida de la escuela: ella y Amelia iban a ir juntas a una misión de reconocimiento en la Zona 2: todavía tenían que sondear el terreno, pues El Muerto había insistido en que todavía había algo de actividad malasangre en el área: además, Carol y su equipo seguía trabajando en el caso de Sak, el tratante de personas que tantos problemas les estaba dando.
Candy prefirió tomarse un descanso: aunque ya habían pasado un par de días, todavía soñaba con la pelea en el carguero. Todavía podía recordar la caída de Niambi, el rostro quemado de Tenebra y lo fácil que Amelia había dejado fuera de combate a Noah.
En definitiva, Noah era quien más le dolía. Las otras dos eran sus amigas desde hacía años, pero Noah había sido más como una hermanita menor. Tenebra y Niambi... Candy quiso hacerse de la vista gorda por años, viendo cómo lentamente se transformaban en desconocidas, cada vez un poco más mezquinas, más egoístas... en el fondo, ya lo sabía, pero tampoco se esperaba su traición.
La que la sorprendió fue Noah. Candy genuinamente creyó que había hecho un buen trabajo guiándola, trabajando para convertirla en una persona independiente con raciocinio propio y no una seguidora promedio. Falló.
Antes de que siguiera sumiéndose en esos pensamientos depresivos, su amiga Nahiara le preguntó si ya no tenía hambre: llevaba un par de minutos sin probar bocado.
Después de cruzarse con Valka a la salida de la escuela, Candy había ido por comida china barata con su amiga para despejar un poco sus pensamientos, pero no parecía estar funcionando. Sin embargo, para no preocupar a su amiga, decidió seguir comiendo antes de que su orden se enfriara.
— No es nada. El trabajo me estaba matando la semana pasada, pero... bueno, me dieron un descanso - Explicó vagamente, a sabiendas de que no podía contarle de Alba Dorada a Nahiara: no quería involucrarla en algo así de pesado, mucho menos si la conocía de tan poco tiempo.
— Lo que tú digas - Respondió ella, dejando en claro que aunque no le creía, no iba a insistir al respecto. Candy lo agradeció en silencio.
Antes de llevarse la siguiente porción a la boca, su teléfono vibró rápidamente, señal de que alguien le había enviado un mensaje, así que Candy decidió revisar rápidamente por si era una emergencia: era Gus, su novio. La estaba invitando a salir el fin de semana próximo.
Vale, quizá las cosas empezaban a mejorar después de todo.
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