Candy
La tarde ya estaba cayendo para cuando tres agentes de Alba Dorada que vestían uniformes rojo con negro se dejaron ver en un techo cercano al almacén que estaban buscando. Nadie que las viera de lejos, ya fuera por accidente o adrede, sabría sus identidades, cuidadosamente protegidas gracias a protectores faciales, semejantes a cascos aunque mucho más livianos, con plástico polarizado en la parte que les cubría el rostro.
Valka cargó una canica de metal a su disparador de sedantes, apuntando a la cortina de lámina que cubría una de las entradas del almacén. Tras el impacto, dicha canica se quedó adherida a aquella lámina y tras pulsar un interruptor en su mano, Valka les anunció que dicho almacén estaba vacío. Solo entonces Amelia amarró una cuerda con gancho a un barrote del techo. Iban a descender desde ahí.
Valka localizó una cámara junto a la entrada de la bodega, por lo que, diligentemente, disparó un par de cargas de agujas desde su muñequera, asegurándose de averiarla para que no las grabase al pasar frente a ella: una vez se cercioró de que el aparato no se movía, le avisó a sus compañeras que podían empezar a bajar.
Primero fue la propia Amelia, quien tras ponerse los guantes, se deslizó rápidamente hasta el suelo. Candy le siguió con menos rapidez y más cuidado para ser sucedida por Valka, quien por poco olvida la parte de sujetarse de aquella cuerda para bajar.
Una vez se acercaron al almacén, Valka se detuvo por un momento para cerciorarse de que no estaban siendo observadas. Las calles de alrededor estaban demasiado vacías. Claro, en esta parte de La Ciudad tan cercana a los muelles de carga no habría mucha actividad un sábado por la tarde. Toda la gente debía estar en los centros comerciales o al menos en una zona más turística que una calle repleta de almacenes.
— Hay que darnos prisa - Murmuró Candy, pese a que acababan de llegar. Realmente no quería quedarse más tiempo del necesario.
Valka se desesperó intentando forzar la cerradura, por lo que simplemente sacó un arma de fuego de su bota derecha y disparó un par de veces, asegurándose de haber roto el candado mientras ignoraba deliberadamente la expresión horrorizada de su amiga Candy, perturbada al verla disparar un arma con tal facilidad mientras que Amelia, impasible, se limitó a suspirar antes de ayudar a Valka a subir las cortinas de metal.
Lo primero que notaron fue ese trísquel dorado, pintado con aerosol sobre la pared.
No parecía tan reciente, pues la pintura ya estaba totalmente seca: ninguna de las tres había visto el símbolo antes, así que Candy se limitó a fotografiarlo en cuanto confirmaron que no habían otras personas al interior.
Amelia avanzó entre los estantes, buscando algo interesante para avisarle a sus amigas, pero no encontró nada especialmente disonante con lo que parecía ser un almacén lleno de cosas ilegales: todo lo que veía frente a ella se reducía a armas de fuego, chalecos kevlar, protección para codos y rodillas, refacciones de motocicleta, cajas de granadas... nada que le llamase la atención en especial.
Sin embargo, tras ella, Candy trataba de fotografiar todo lo que encontraba. Amelia tan sólo esperaba que no la quisieran mandar a imprimir toda esa mierda para los archivos y reporte de misión.
— ¿Por qué se supone que vinimos a este almacén? - Quiso saber Amelia - No parece fuera de lo normal, es decir, sé de malasangres con pertenencias más aburridas que esto.
— Literalmente hay más de veinte cajas llenas de armas de todo tipo en esta bodega - Puntualizó Valka.
— Por eso. ¿Qué estamos buscando aquí exactamente? - Preguntó Amelia, con la cabeza claramente en otra parte mientras su cuerpo sostenía una linterna, misma que apuntaba hacia donde varios trajes viejos de Alba Dorada estaban guardados en cajas. No solo eso. Eran trajes negro con rojo, como los de Copa Escarlata.
Valka y Candy se acercaron para examinarlos, tan desconcertadas como aburrida se encontraba Amelia, quien empezó a considerar que tomarse todos sus antidepresivos de golpe antes de salir de misión con sus amigas quizá no fue la mejor idea.
— Tenemos que llevarnos estas cosas - Apuntó Valka - Son justo tres. ¿Creen que...?
Amelia y Candy asintieron simultáneamente.
Habían encontrado el sitio en donde las tres fugitivas ocultaban sus "juguetes".
Candy estaba bastante ocupada con tan poco tiempo faltante antes de salir de la escuela: era el lunes siguiente después de la rápida incursión a ese almacén y pese a que le encantaría distraerse con la preocupación de que sus otrora amigas, realmente tenía otras cosas en mente.
— ¿Quisieras ayuda? - Se ofreció una linda chica de tez morena, nariz redonda y un lacio y voluminoso cabello castaño. Candy la conocía de vista: era Nahiara y formaban parte del mismo grupo, pero jamás habían hablado antes.
— ¿Ya acabaste? - Se extrañó Candy.
Nahiara asintió. Tomando las hojas que Candy ya había dejado a un lado, empezó a dibujarles el margen alrededor del texto ya escrito por su compañera al tiempo que Candy seguía escribiendo y, ocasionalmente, pegando alguna imagen o gráfica. En cuestión de un par de minutos, ambas habían terminado ya, mucho más pronto que si Candy hubiese tenido que hacer sus márgenes ella misma, tal y como los había pedido su profesora. Era tan injusto que en su primer día oficial les hubiesen pedido un trabajo tan extenso con tan solo dos horas de plazo.
Ni bien entregaron sus trabajos, tanto Candy como Nahiara salieron a las prisas del salón de clases, queriendo evitar quedarse ahí ni un segundo más. Caminando hacia la salida, Candy pudo ver a un hombre que desentonaba con el resto de la gente en la calle: vestía de traje negro con corbata amarilla y estaba viéndola fijamente con sus ojos rasgados, casi sin parpadear. Incapaz de reconocerlo, decidió no separarse de su recién hecha amiga por si las dudas y pronto, Nahiara no tardó en darse cuenta de que aquél hombre no le quitaba la vista de encima a Candy ni mucho menos se había movido de donde estaba.
— ¿Y ese asiático de allá? - Murmuró Nahiara una vez la situación se volvió demasiado evidente.
Ni bien hubo preguntado, el hombre se aproximó hacia donde Candy, quien no pudo ver cómo su amiga cogía una botellita de adentro de un bolsillo del uniforme debido a que decidió encarar a aquél hombre, sin esperarse que éste ya estaría frente a ella.
— Candy Castillo. El Triskelion requiere tu presencia.
Las pupilas de Candy se contrajeron. ¿Qué mierda era el Triskelion? Antes de poder formular su pregunta, Nahiara decidió rociar al desconocido en los ojos con lo que, ahora que Candy se daba cuenta, era gas pimienta. Varias chicas de alrededor, que igual iban saliendo de la escuela, se dieron cuenta y lo asumieron un agresor, por lo que poco a poco y no muy convencidas de lo que hacían, formaron un coro alrededor del asiático, quien todavía se cubría los ojos cerrados con ambas manos, impidiéndole caminar bien.
— ¿Lo conocías de algo?
Candy negó con la cabeza: inmediatamente después intentó guardar la calma. ¿Cómo es que, siendo una agente de élite de Alba Dorada, la invadía el miedo con tanta facilidad? ¿Por qué cuando debió atacar al hombre que la estaba siguiendo, se limitó a intentar pasar desapercibida y huir, poniendo en riesgo a Nahiara, quien al final terminaría defendiéndola a ella sin conocerla.
Antes de renunciar dramáticamente a su placa de agente para dársela a la chica, el portero de la escuela se acercó, intentando parecer una figura de autoridad después de que Nahiara hiciese todo el trabajo.
— Van a llamar a la policía. ¿Quieres quedarte aquí? - Le preguntó Nahiara, guardando su botellita para poder abrazar cómodamente a Candy.
— De hecho, debería hacer una llamada yo también - Se apresuró a decirle, pensando inmediatamente en Alba Dorada: sea lo que sea el Triskelion, estaba segura de que estaba relacionado con el símbolo que encontraron el sábado pasado en la bodega que revisaron.
— Ten Yamada - Apuntó Valka - Así se llamaba el que te siguió hoy.
Amelia y Candy estaban sentadas del mismo extremo de la alargada mesa en la sala de juntas, con su aire azulado y luces frías, tan distintas de la iluminación incandescente del resto de cuartos en la Base Uno. Valka había hecho un par de averiguaciones rápidas, lo que le había tomado al menos cinco minutos en lo que sus compañeras llegaban: los resultados estaban expuestos en aquella pantalla holográfica que al jefe Ezra se le había hecho buena idea comprar, no tanto por su increíble versatilidad, sino porque (en sus propias palabras), se veía genial.
— Perteneció a una pandilla malasangre y estuvo preso hasta el día del asedio - Siguió explicando Valka - Su orden de aprehensión sigue vigente, así que técnicamente, debería estar preso. Ya le avisé al jefe Saucedo, pero... aún no sabemos lo que quiere.
Candy observó fijamente el rostro de ese tal Ten Yamada en la pantalla holográfica. Se veía como un asiático cualquiera, con un rostro demasiado promedio para ser reconocible en su país, aunque en México saltaría a la vista fácilmente. No tenía ni idea de cómo relacionarlo al caso además de que se le había acercado para hablarle de ese tal triskelion.
— Dijo que "el triskelion" requiere mi presencia.
— Sobre eso... - Añadió Valka, casi como si lo hubiese olvidado - Pedí ayuda al equipo de Carol y resulta que ese mismo símbolo ha sido encontrado en varias partes de la ciudad. Si no me equivoco (y espero hacerlo), "nuestras amigas" son el Triskelion.
— Sean el Triskelion o los super amigos, vamos a romperles el hocico - Declaró Amelia desde su asiento, algo aburrida.
— Pues ya está - Cortó Candy - Tendremos que averiguar cómo encontrarlo, ¿no?
— Yo me encargo - Prometió Amelia, por fin cambiando su expresión a una que, si bien no era feliz, cuando menos ya no parecía somnolienta - Sé dónde buscar.
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