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Capítulo tres: ¿Qué sucedió?

Shera Jones Doson

Estábamos en la escuela, haciendo una tarea de matemáticas sobre límites. Algo que para mi era fácil, pero que para mi hermano y mis amigos se volvía tedioso.

El trabajo era en grupo, pero no tenía ganas de hablar con Nix. Sé que sonará inmaduro, pero aún sigo molesta por no decirme de quién gusta. No lograba entender porque no quería contarme, respeto su decisión, pero nunca habíamos tenido secretos entre nosotras.

Sin embargo, hay una parte de mí que no quiere saber quien es, porque significaba que la causa de su sonrisa, no era yo y eso me destroza el corazón.

Por otra parte, quiero que sea feliz y si el precio de eso es verla con alguien más, podré soportarlo. O al menos debo intentarlo.

Estaba con mis auriculares, escuchando I just wanna be yours, mientras sentía como los ojos celestes de Nix no dejaban de observarme de arriba abajo, como si yo fuera lo único que le importara.

Lastimosamente, sentía que solo era una ilusión, como una especie de amor no correspondido.

—¿Vamos a estar así hasta que terminemos la secundaria o qué? —soltó.

Dirigí mis manos hacia mis auriculares y lentamente me los quité. Los dejé sobre la mesa y dejé la tarea a un lado.

La miré con el ceño fruncido, cuando en realidad deseaba que todo esto acabara y fuéramos las de siempre. Algo que a cada segundo, parecía más lejano.

—Trato de concentrarme, Nix. Ya te dije que tengo problemas en casa, no todo gira a tu alrededor.

—Cuéntame tus problemas —acercó su cuerpo hacia mí.

—Kaden y yo creemos que alguien nos está acosando, no estamos muy seguros.

—¿Quién? —frunció el ceño.

—El chico que nos defendió de la rubia oxigenada y sus amigos.

Ella bajó la mirada y se quedó pensativa.

—¡Shera y Nix! —la profesora nos llamó la atención—. Menos charla y más trabajo, más tú, Nix, que vas mal en matemáticas y apenas comenzamos el año —la rubia rodó los ojos y yo sonreí de lado.

Amo cuando hace eso.

La profesora comenzó acercarse hacia nosotras, Nix no sabía que estaba haciendo en su hoja, solo simulaba que hacía algo. Tomé mi lápiz y comencé a explicarle la ecuación que debía hacer, para encontrar el límite.

Sus ojos celestes me miraban de una forma distinta, no sabía explicarlo, pero me sentía como si lo más importante del mundo, fuera yo.

Nix tenía ese poder, hacerme sentir tan bien, que hasta olvidaba las inseguridades que tenía, olvidaba el bulling que me hacían y todo se sentía mágico.

—¿Sabías que te ves tierna haciendo cálculos? —preguntó y levanté la mirada.

—Si no prestas atención, reprobarás.

—Con tal de que me enseñes a aprobar, reprobaría todos los años de mi vida —sus ojos descendieron lentamente hacia mis labios.

Por un breve instante el mundo se detuvo, nuestras miradas se paralizaron, como si fuera la primera vez que nos hubiéramos visto en la vida. El mundo se había detenido, el tiempo no existía y lo demás era borroso y lejano.

De pronto una sombra se acercó a nosotras y alejé mi mirada de la de ella. Al levantar la vista, observé que la profesora nos miraba de mala manera.

—Sigan así e irán con el director —dijo, para después darnos una mirada de muerte.

De reojo observé como Kaden estaba haciendo su tarea, o eso aparentaba, su ceño estaba fruncido y su mirada molesta. Sabía que entre Zion y mi hermano las cosas no podrían acabar bien.

Kaden es un buen chico, pero es heterosexual y era muy evidente que Zion sufriría. Nada bueno podía salir de un amor entre un homosexual y un heterosexual, pero creo que es el evento canónico de muchas personas.

Sin embargo, eso no impedía que me sintiera mal por ambos, Kaden era mi hermano y detestaba pelear con Zion, pero es él quien me preocupa más. No imagino cómo podría ser la vida sin Nix, y si me rechazara, no sé si podría soportarlo.

Zion no quería decir nada, pero cuando éramos niños me había confesado que mi hermano le parecía lindo y aunque lo apoyé, siempre le dije que por desgracia no sería correspondido.

Ahora temía que su amistad ya no fuera la misma, porque lo conocía y sabía que no podría ocultar sus sentimientos por siempre. Eso es algo que nadie debería vivir.

Desde que esa chica llegó a la vida de Kaden, él nos ignora o nos deja a un lado. Esa chica no me agradaba para nada y menos sabiendo que puso a nuestro grupo de amigos de cabeza.

Suspiré.

Kaden tomó su celular y sonrió ampliamente.

—No tienes porque estar celosa —dijo Nix.

—No lo estoy, es solo que hay algo en ella que me hace sospechar, pero no sé qué es.

—Sea lo que sea, pronto lo sabrás —sonrió de lado.

El timbre sonó, indicando que la hora de matemática había finalizado. Ambas guardamos nuestras cosas en las mochilas y salimos del salón.

Quería inscribirme en el equipo de natación, la entrenadora me lo había propuesto, porque desde que me fui del equipo, comenzaron a perder en las competencias. Nadar no es solo ser veloz, requiere de estrategia, precisión y esfuerzo.

Dejé el equipo el año pasado porque necesitaba concentrarme en los estudios, pero sentía que este año iba a ser diferente y creí que sería un buen comienzo volver a mis orígenes, a algo que realmente siempre me hizo feliz.

Hace un año lo dejé para centrarme en los estudios, pero este año quiero que sea diferente y esta es una buena manera de empezar.

Al llegar, una señora de edad avanzada me dio un formulario para llenar. Al hacerlo, le devolví los datos necesarios y me entregó un candado con una llave para mi casillero. Allí podría guardar las cosas mientras entrenaba,

—Shera, te espero en la cafetería, ¿Sí? —asentí—. ¿Te pido lo de siempre?

—No es necesario, yo puedo comprar mi comida.

—Vamos, Shera. Quiero arreglar esto, deja que te compre lo de siempre.

—¿Prometes que hablaremos? —sonrió de lado y por un breve instante sus ojos brillaron.

—Sí.

—Bien, nos vemos en la cafetería en un rato —comentó con una sonrisa de oreja a oreja.

Me di la vuelta y sonreí de lado.

Comencé a caminar hacia el vestuario femenino. Al entrar, me di cuenta que el lugar había cambiado un poco, las bancas estaban pintadas de color verde oscuro y habìan cambiado de lugar, al igual que los casilleros. Las paredes que un dìa fueron de color blanco, ahora eran de una leve tonalidad de gris y azul oscuro.

Sin duda la directora no tenía buenos gustos.

Cada casillero tenía un número asignado, el mío era el número cuatro. Que curioso, Nix me había dicho que representaba cada número y el cuatro representaba la protección, el liderazgo, la orden, la ley, la seguridad y la responsabilidad.

No tenía sentido, es decir, no era insegura, pero no saber qué era esa parte oscura que habitaba en mí desde siempre, era extraño. Si no sabía de dónde venía, ¿Cómo podía estar segura de quién era?

Ignoré el pensamiento sin sentido y tomé la manija del casillero para abrirlo, metí unas cosas que había traído en un bolso aparte, que estaba dentro de la mochila. Allí tenía mis antiparras, mis patas de rana, mis ojotas y mi maya.

Lentamente observé que una sombra de una chica se acercaba a mí, al oír sus pasos molestos, supe enseguida de quién se trataba. La rubia oxigenada, lo que me faltaba.

Cerró la puerta de mi casillero abruptamente, haciéndome sobresaltarme. La observé de arriba a abajo, pensando que si ella desataba una pelea, como había sucedido en otras ocasiones, sería fácil ganarle, porque nadie estaría para detenerme.

—¿Qué es lo qué quieres?

—Habrá una fiesta el viernes en la noche y tus amigos, tu hermano y tú están más que invitados —hizo una sonrisa falsa.

Me daba asco las personas como ella, era obvio que quería un beneficio. En todas las fiestas que ella hace, nunca nos había invitado.

—¿Para qué? ¿Para qué juegues con nosotros y nos arruines la vida como hiciste con Kaden? —me acerqué a ella y retrocedió unos pasos.

Frunció el ceño, bajó la mirada y tragó grueso.

—Tú madres fueron a hablar con mi mamá y dijeron que si yo y mis amigos no nos comportamos con ustedes, ellas se encargarían de meter preso a mi padre ya que está metido en negocios turbios.

—Drogas, imagino.

—Trato de mantener a mi familia unida.

—¿Y crees que yo no? ¿Tienes idea de cuantos disgustos le has causado a Kaden?

—Si no quieres venir, no es mi problema —le di la espalda.

Apoyó su mano en mi hombro y antes de que pudiera hacerle una llave, me dio la vuelta y mi espalda chocó contra los casilleros. El golpe generó eco en el vestuario, en donde estábamos nosotras dos y un sin fin de rencores.

—¿Vas a besarme qué me pones contra los casilleros? —sonreí burlonamente.

—Vas a ir y no vas a decirle esto a tus madres —amenazó.

—Si te importa tanto unir a TU familia, ¿por qué quieres destruir a la mía? ¿Por qué nos odias? Nunca te hicimos nada.

—Es divertido molestarlos –sonrió arrogantemente—. Por cierto, tu rubia favorita aceptó ir a la fiesta.

¿Nix? Esto tiene que ser una broma, no estaría tan loca.

La miré de arriba a abajo una vez más, tratando de no perder el control. No sabía porqué, pero cuando se trataba de Nix, era como si todos mis demonios salieran a la luz y lastimaran a cualquiera que le hiciera daño.

No solía suceder, pero cuando sucedía, debía controlarme.

Hay algo de todo esto que no tenía sentido, Nix aceptando ir a una fiesta, no, algo anda mal.

Tengo que aclarar muchas cosas con Nix.

Lentamente me soltó, acomodé mi camisa cuadriculada y salí de allí temiendo que una pelea aún peor se desatara. Realmente quería darle su merecido, pero el tío Katar y mamá nos enseñaron que todo aquello que aprendiéramos sobre defensa personal no podíamos usarlo.

Algo que me parecía absurdo, porque ¿entonces para qué lo aprendemos? De todos modos, trataba de seguir el consejo de mi madre; "actúa con la razón y serás una persona de honor"

Caminé hasta llegar a la cafetería, en donde vi a mi rubia favorita comiendo una ensalada con pollo, con una bebida refrescante a su lado. Frente a ella, estaba mi bandeja con unas alitas de pollo y mayonesa.

Lentamente me acerqué a ella, procurando que no me viera. Por suerte la cafetería estaba llena y sería imposible que me escuchara llegar.

Sonreí.

Al estar a milímetros de ella, su perfume a frutilla entró por mis fosas nasales, provocando algo en mi pecho. Quería sentir ese aroma por el resto de mi vida, hasta que muera.

Amaba su cabello.

Con cuidado mis manos se acercaron a sus ojos hasta taparlos por completo, ella bajó lentamente el tenedor con un pedazo de pollo y luego posó sus manos sobres las mías, tratando de saber quién es.

—¿Sabes quién soy? —intenté hacer una voz diferente a la mía.

—Tus manos son suaves y delicadas, incluso con los ojos cerrados sabría que eres tú, Shera —saqué mis manos de sus ojos y fruncí mi ceño.

—Hubieras fingido que no sabías —rodeé la mesa.

—¿Y perder la oportunidad de verte molesta? —bromeó.

—Conozco esa cara, ¿Qué te molesta?

Me senté en la silla de color azul y negra y me crucé de brazos.

—¿Por qué aceptaste ir a la fiesta de la rubia oxigenada? —ella no entendió mi pregunta.

—¿Cómo qué por qué? Nancy dijo que tú aceptaste ir.

Increíble, le dijo a Nix que yo iría solo para que ella se viera obligada a aceptar. Maldita manipuladora.

—Ella te manipuló —suspiré.

—Cambiemos su apodo de la rubia oxigenada a la rubia manipuladora —dijo con una sonrisa traviesa, mientras tomaba pesado de pollo.

Pinché el tenedor en mi ensalada y ella me miró y bajó la vista.

—Respecto a lo que tenemos que hablar, quería decirte que todavía no estoy lista para decírtelo —confiesa.

Terminé de masticar la comida y dejé el tenedor sobre el plato.

—Lo entiendo y te pido perdón por mi comportamiento —bajé la mirada—. Es solo que no quiero perderte así como a Kaden —confesé.

En parte es cierto, ella podría irse con esa chica y olvidarse de nuestra amistad, de todo y por nada del mundo quiero perderla. No sé si existe otra vida, pero sé que si existiera, mi vida sería mediocre sin ella, no sería nada sin su luz.

Ella se levantó y se sentó a mi lado. Pasó su brazo por detrás de mi cuello y me apegó más a ella, haciendo que esa fragancia de frutilla volviera a inundar mis fosas nasales. No sabía si era su aroma natural o algo que solo yo podía oler, pero quería sentirlo por el resto de mi vida.

—Te prometo que la chica que me gusta no me va a alejar de ti. Te lo prometo, mi pequeña reina —sonreí de lado por lo último.

Acercó su mano a mi mejilla y corrió un mechón de mi cabello hacia detrás de mi oreja. Sus ojos profundos azules me observaron con cierta ternura.

—Hace años que no me llamabas así —nos separamos del abrazo.

—Siempre serás pequeña —bromeó.

—¡Solo eres cinco centímetros más alta que yo! ¡No es tanto! —ella rió y negó con la cabeza.

Ese apodo me lo puso porque de pequeñas jugábamos a gobernar un reino y junto con Zion, éramos los reyes. Nix me decía que era pequeña de estatura y al ser una reina, pensó que el apodo de pequeña reina sería una buena idea.

En ese momento el rubio se nos acercó y en sus manos traía una bandeja. Las otras veces que lo habíamos visto estaba feliz, con una sonrisa radiante, pero ahora tenía una expresión triste.

—¿Puedo sentarme con ustedes? —dijo de manera tímida.

—Claro —él apoyó la bandeja sobre la mesa de color gris y se sentó.

—¿Terminaron su discusión?

—¿Cómo sabías que estábamos discutiendo? —lo observé confundido.

—Vi que estaban hablando y quise esperar a que terminen para venir con ustedes —explicó.

—¿Kaden sigue en su misma postura? —él asintió.

—Será tu hermano, pero ganas de darle una lección no me faltan —dijo la rubia.

—Solo yo tengo ese derecho —bromeé para aliviar el ambiente.

—¿Y qué esperas? Hazlo de una vez.

—Tal vez lo mejor sea decirle —soltó el rubio.

—Perderías su amistad —dije.

—Ya la perdí —bajó su mirada a su hamburguesa.

                            ~•~•~•~•~

Nix y yo no queríamos que Zion le dijera a Kaden la verdad. porque sabíamos que su amistad se rompería al cien por ciento, pero en parte entendíamos que él había estado ocultando sus sentimientos por mucho tiempo.

De todos los chicos que había, se tuvo que enamorar del más hetero de todos.

Creo que Zion es muy valiente por decir la verdad sabiendo que lo perderá todo. Yo no podría vivir sabiendo que Nix es hetero y que yo estoy enamorada de ella. No podría vivir con su rechazo.

Le conté a Kaden lo que Nancy me dijo y él dijo que no teníamos porque ir a la fiesta, pero yo le insistí por tres razones.

Razón número uno: Zion quería decirle la verdad en la fiesta.

Razón número dos: Nix quería divertirse un poco y me gustaba verla feliz.

Razón número tres: Nuestras madres no iban a estar, por lo tanto no se enterarían que estuvimos en la fiesta.

Después de mucho insistirle, aceptó, pero ahora tengo que compartirle mi pizza.

Espero que valga la pena.

—Shera, Nix está afuera, esperándonos —dijo mi hermano mientras yo acomodaba mi cabello.

—No la dejes afuera, sabes que puede entrar a casa —rodó los ojos.

Suspiró y se fue mientras yo me veía en el espejo del baño para saber si estaba bien.

Tenía mi cabello recogido para el lado izquierdo, una camisa de color blanca sin mangas, un jean de color azul oscuro con algunas partes rotas con hilos blancos y unas botas negras.

Estaba nerviosa, porque en las fiestas siempre sucedía algo malo, rara vez sucedían cosas buenas y para ser sincera, no quiero ver a la chica por la cual Nix siente algo. Sé que dije que podría controlarlo, pero es más fuerte que yo.

Era como si una parte de mí quisiera asesinarla, pero nunca antes había pensado en algo así. Creí que eran pensamientos de una adolescente celosa y lo dejé de lado.

Sin embargo, no podía evitar sonreír cuando me imaginaba lo hermosa que podría verse Nix. Bueno, más que de costumbre...

Aunque con cualquier cosa que se ponga es linda.

Abrí la canilla del agua fría, junté mis manos, el agua cayó sobre ella y llevé mis manos a mi rostro.

Me refresqué un poco, tomé mi toalla y me sequé un poco el rostro.

—Que linda vista —dijo una voz femenina y yo me sobresalte.

Al darme cuenta de quién era la voz mi corazón empezó a palpitar muy fuerte, que hasta se podía escuchar.

Me di la vuelta y pude ver a mi rubia favorita apoyada en el umbral de la puerta de color blanco.

Tenía su cabello con ondas que caía por su espalda y su campera de jean con botones de color dorado. Traía puesto un conjunto que tenía un escote en V de color negro, al igual que su pollera, que se ajustaba a sus piernas.

También tenía una pequeña cartera de color negro con una tira de cadena de color dorado y unas botas con poca plataforma de color negro.

Dios, que hermosa es...

—¿Admirando la vista, pequeña reina?

—No, solo me asusté y deja de decirme así. No soy pequeña, ni una reina —aclaré.

Se acercó a mí, lo suficiente para ponerme nerviosa y para que nuestras respiraciones chocaran. Por un breve instante, ella miró mis labios y yo la miré a los ojos. Mordió su labio inferior y eso me hizo sentir algo en todas partes.

Me miró de arriba a abajo y luego alzó su mano, la colocó sobre su cabeza y entendí que quería decirme que sigo siendo bajita.

—Cuando seamos adultas yo seré la más alta —dije rompiendo el incómodo momento.

—Te apuesto a que no, pequeña reina —susurró.

—Mejor vámonos, quiero salir antes de que nuestras madres vuelvan.

Apagué la luz y salimos del baño. Bajamos las escaleras, pero podía sentir la mirada de la rubia por todo mi cuerpo. Seguro que era mi impresión, pero me gustaba sentirme así con ella.

Al llegar a la sala de estar, encontramos a Kaden con los brazos cruzados y con el ceño fruncido.

—Al fin —suspiró.

Estaba vestido con una camisa de color azul oscuro con unos botones abiertos, dejando ver su pecho trabajado, un jean de color negro y unas zapatillas blancas y negras.

Los tres nos fuimos de casa, asegurándonos que todo estuviera en orden. Mientras caminábamos hacia la casa de Zion, hablamos sobre cómo sería una fiesta, pero también hablamos sobre lo que pasaría en el caso de que nos hicieran algo.

Era como mi madre siempre decía: "Siempre debemos estar preparados para todo tipo de reacción de los demás"

Caminamos durante quince minutos que pasaron muy rápido y en esos minutos Nix no paraba de mirarme.

Antes de que Nix nos viniera a buscar, Kaden me confirmó que ella me quería, pero no como su amiga, sino como algo más. Pero le dije que esa idea era tonta porque Nix dijo que me lo diría cuando esté lista y creo que de ser yo, me lo diría sin pensarlo.

Aunque tampoco podía ignorar lo que dijo Kaden. Eso me hacía sonreír de cierto modo.

Al llegar a la mansión de Nancy, alías: La rubia oxigenada e irritante, dos portones gigantes con rejas se abrieron, dejándonos pasar. El camino estaba desierto, pero a lo lejos, se veía que la mansión explotaba de personas.

Desde la entrada se podía escuchar la música y algunos gritos de algunas personas.

—Va a ser una larga noche —la rubia suspiró.

—Terminemos con esto de una vez —Zion empezó a caminar más rápido.

Lo seguimos y llegamos hasta donde estaban los demás y quería creer que debido al alcohol y lo bien que la estaban pasando, nadie se dio cuenta de nuestra presencia. De lo contrario nos hubieran molestado.

Había adolescentes de nuestra edad en adelante, todos bebiendo, como si fueran lo suficientemente adultos como para volverse a su casa solos. Pasamos cerca de un grupo de chicos que estaban jugando al juego de meter la bola de ping pong en el vaso rojo.

Nix me miró, para saber si me sentía cómoda y le di una sonrisa cálida.

Perdida en sus ojos, sentí que choqué con alguien. Al levantar la vista, Nancy nos miró de arriba a abajo.

—Que bueno que llegaron, fracasados —ironizó.

—Alguien tiene que darte una lección —Nix se puso enfrente nuestro, separándonos de Nancy.

—Nix, estamos en tregua —coloqué mi mano en su hombro, acariciándolo.

Ella dio unos pasos hacia atrás y asintió con la cabeza, indicando que iba a hacerme caso.

—Kaden, qué guapo estás. Hasta podría decir que eres alguien más que una burla —rió.

—Cierra la boca, Nancy —él se le acercó.

—Tranquilo, Kaden. Ella no hará nada, ¿verdad? —levanté una ceja, haciéndole recordar que sucedería si no se comportaba bien.

Nos dio la espalda e hizo una seña para que la siguiéramos. Nos llevó hasta la sala de estar en donde había personas besándose como si estuviesen solos en el mundo, chicas jugando a la botella y alguna que otra relación poliamorosa.

Nancy nos llevó hasta la mesa en donde estaban jugando a la botella.

Allí estaba el grupito fresa, como los había apodado mi rubia favorita. Nos miramos entre todos sin entender lo que Nancy pretendía, hasta que dijo que jugaríamos al juego de la botella.

Le hice una señal a Zion para que hablara con Kaden y ambos se fueron para hablar con tranquilidad.

Nosotras nos sentamos en el sofá de color beige y yo observaba como la botella giraba y por dentro rogaba para que Nix no tuviera que besarse con nadie, porque no lo soportaría.

Max volvió a girar la botella y esta apunto a Nix. Ella se sorprendió y me miró.

No, antes de que él la bese lo mato.

Ambos se levantaron para darse el beso y antes de que ellos se acercaran más, me levanté abruptamente y salí corriendo de esa escena horrible. No sabía si era de cobardes hacer eso, pero ahora poco me importaba si era cobarde o no.

No quería imaginar como alguien más que no sea yo, pudiese besar esos labios rosados. No quería que nadie le tocara un solo cabello, pero es su vida y la mejor manera que encontré para no sufrir más, fue huyendo.

—No hagas eso —escuché que una voz femenina me habló.

Me di la vuelta y me di cuenta que Nix se refería a que deje de morderme las uñas.

—No me sentía bien —me excusé.

Ella se acercó a mi hasta que quedamos frente a frente, hasta que nuestras narices se rozaban y hasta que nuestros alientos chocaban. Mi pecho empezó a subir y bajar descontroladamente, como si yo no fuese dueña del cuerpo y lo fuera Nix.

—Mientes muy mal, pequeña reina —susurró.

—Yo... Yo no te mentí...

—Sé que te molestó el hecho de que me iba a besar con Max, pero no por ser él, sino porque tú querías besarme.

No, no quiero, lo deseo.

Mientras mis ojos estaban perdidos en Nix, sentía como si alguien nos estuviera observando.

Observé a mis alrededores disimuladamente, en medio de la noche, en medio del ruido, en medio de los arbustos, noté que había la silueta de un hombre que nos estaba observando.

El hombre misterioso.

—Nix... —susurré.

—Solo déjate llevar, Shera.

Es lo que más quiero.

—Nos están vigilando —ella frunció el ceño.

—¿Dónde?

—Entre los árboles del bosque —ambas miramos en esa dirección y la silueta ya no estaba.

No entendía, acababa de verlo. Yo no estaba loca.

La luz de la luna y de las estrellas iluminaban el bosque y sin pensarlo tomé a Nix de la mano y nos adentramos en el bosque en busca del acosador. Probablemente ese infeliz había huido cuando se dio cuenta que lo habíamos visto.

Cobarde...

Las hojas que estaban debajo de nuestros pies crujían y hacía imposible caminar sigilosamente.

—Shera...

No la dejé terminar de hablar porque con ambas manos la tomé a la fuerza y apoyé su espalda contra el árbol más cercano que estaba.

—No estoy loca, Nix.

Ella iba a decir algo más, pero el hombre salió de entre las sombras y empezó a correr. Sin pensarlo, más bien por instinto de saber porque nos estaba acosando, corrí detrás de él sabiendo que la rubia seguía mis pasos.

—¡OYE!

Mientras el hombre corría, nos miró de reojo y justo en ese instante vi como sacaba algo de su campera de cuero. Sacó una daga y me di cuenta que la rubia no se había percatado de que ese hombre estaba armado.

El hombre lanzó la daga y yo tomé a Nix por la cintura, tirándola al suelo y yo cayendo encima de ella, haciendo que ninguna de nosotras saliera lastimada por el filo de esa arma. Levanté la vista y vi que el hombre se escapaba de nuevo.

¿Quién rayos era? ¿Por qué huía? ¿Por qué nos quería herir?

Mi mente estaba tan confundida y alborotada como mi corazón.

—Me encantaría quedarme así de por vida, pero no es un buen momento —dijo la rubia, sacándome de mi trance.

Miré sus ojos y me di cuenta que ella tenía miedo, porque no importa si trata de aliviar el ambiente, sus ojos la delatan.

—No tengas miedo, no te voy a abandonar.

—¿Tú también tienes miedo? —asentí.

Me levanté y le ofrecí mi mano para ayudarla a pararse. Ella caminó hasta que encontró la daga clavada en la tierra. La levantó y me miró confundida.

—Esto es algo más que un acosador, Shera. Ese hombre quería matarnos...

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