Capítulo 9
Elyan Viridian era consciente de que probablemente la chica no saliera con vida. Aunque Inderoll estuviera allí junto a sus hombres, estos eran inmortales y sus tácticas de lucha, destreza y resistencia eran mucho más superiores a las de Novara.
Aun así, no podía quitarse de la cabeza a la joven, quien no había dudado en cobrarse su venganza y aquello le preocupaba enormemente.
¿Quizás el sentimiento que ahora le corría por dentro era la culpa? Había visto la mirada rota en aquellos ojos gris tormenta y por un momento se había visto reflejada en ellos. En el dolor y la insensatez que eso le llevaba a cometer.
Pero su prioridad siempre era su pelotón, eso es lo que le habían enseñado en Tarántis. Una formación excepcional para gente con talentos ocultos, personas que bien podían alcanzar la Magia Menor o ser simplemente habilidosos con las armas y con su propio cuerpo.
Con su espada abrió el camino entre los zarzales para tratar de llegar así hasta sus caballos que relinchaban nerviosos contra los árboles a los que habían sido atados. Todos ellos iban con la cara y los brazos cubiertos de leves arañazos debido a las espinas que cubrían las ramas y las hojas.
Para cuando alcanzaron los caballos, los gritos de lucha de los feéricos resonaban en el bosque como gruñidos de bestias contra monstruos. Pues eso eran los fae, mezcla entre humanos y animales y en ocasiones sus temperamentos eran tan incontrolables como los de cualquier bestia corriente.
—Estamos listos, capitana.
Elyan se encontraba ya sobre su caballo al igual que su tropa, notando las riendas entre sus dedos y el nerviosismo de su amigo bajo ella. No podía dejar de pensar en lo que estaría sucediendo unos metros más atrás y en la posible y más que segura ensangrentada lucha, en ella huyendo del combate.
Y precisamente por ello era una cobarde. No, más bien...
Era débil.
Por no poder hacer más de lo que otros hacían. Por no ser como Inderoll o sus hombres, pues en este nuevo mundo no importaba si eras una mestiza o no. La sangre humana seguía debilitando a los mestizos en comparación a otras razas que habían evolucionado.
—Capitana Viridian.—La voz de Leyna la sacó de sus pensamientos, percatándose entonces de su presencia a su lado. El rostro de la chica se mostraba preocupado y tenso al mismo tiempo—. ¿Cómo procedemos?
—Deberíamos irnos antes de que nos maten a nosotros. — Gruñó Bren en apenas un susurro.
—¿Y dejarlos solos? Morirán.—le contestó Torek apretando con fuerza las riendas de su corcel.
—¿Y piensas salvarlos tú? —Se burló otro compañero.
—Puedo intentarlo, ¿sabes? Al menos yo no estoy pensando en huir y salvar mi culo por ser un...
—Suficiente. — La voz grave de Elyan erizó el vello de los brazos de todos los presentes.
Las riendas se movieron por primera vez entre sus manos y su caballo avanzó a la cabeza dejando que el resto le siguiera lentamente. El silencio bailó entonces entre ellos al tiempo que Bren volvía a meterse con Torek entre murmullos. "Falso héroe" "¿Ahora vas de salvador?" "Cuando nos ganes a nosotros entonces podrás enfrentarte a alguien mas grande, pero eres un bastardo y un traidor, como todos los del Oeste."
No quería girarse, no quería volver a llamarle la atención a ninguno o quizás y con la peor suerte del mundo, sus enemigos les escuchasen y tal vez, vendrían a por ellos. Pero para ser sinceras... Elyan no solo pensaba en aquello. La lucha mental estaba siendo más difícil que cualquier combate que hubiera tenido hasta ahora.
—¿Bren, por qué no cierras la boca un rato?
—¿Me va a dar órdenes la niñita de papá?
—Eso parece. — Gruñó entonces Leyna avanzando con su corcel para golpear ambos caballos y hacer que Bren perdiera ligeramente el equilibrio.
Elyan silbó con fuerza cuando sus ojos se percataron del desorden y aunque su mente estaba lejos de allí, culpabilizándose por no sentirse a la altura de lo que ella consideraba que debía hacer, no podía desentenderse de su equipo.
—No os he ordenado hablar, a ninguno. Avanzad en silencio hasta llegar a palacio u os pondré a todos a limpiar las letrinas del servicio.
Tras sus palabras, el silencio reinó por primera vez entre sus filas. Leyna, con la cabeza gacha, se situó junto a Torek que no dejaba de mirar hacia atrás en busca de aquellos que se habían quedado blandiendo sus armas. El resto, sin embargo, no miraron, no preguntaron por nadie más que por ellos mismos y ahí la capitana supo que aún no estaba preparada para llevar un pelotón más grande, con hombres y mujeres formados cuando apenas podía controlar a unos críos.
Era evidente que, según ella, no estaba a la altura.
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Novara sabía con certeza que estaba muerta.
O al menos cerca de estarlo.
La tierra se levantó bajo sus pies, alzando el polvo que se mezclaba en sus labios junto a su propia sangre. El sabor metálico y arenoso se mezcló en su garganta, haciéndole toser y nublando su vista por minutos.
Conocía bien aquella sensación, le recordaba a su niñez. A todo aquello que recordaba con claridad en lo que respectaba a los momentos en la Corte Norte junto a su padre, en las reprimendas de sus maestras con aquellas varas metálicas forradas con cuero. En cómo humillaban a todas las damas, del más alto nivel social hasta la fulana más desgraciada del norte.
Así era como trataban los norteños a sus damas, a sus mujeres. A sus reinas.
De entre todas las pesadillas de su vida, aquella era la que recordaba con más nitidez. Como por contentar a un hombre que se hacía llamar padre, acabó metida en las Pruebas de la Unión, en cómo se cegó pensando que podría buscar y atrapar todo lo que un reino temía... y que acabó con la muerte de uno de los príncipes sureños.
Todo por demostrar su valía, su fuerza y su capacidad.
Así había acabado, en medio de la nada sin apenas recuerdos tras lo sucedido en las pruebas, tras el asesinato del príncipe Zalnar Gallander.
Antes llamada princesa, ahora asesina.
—¡Levántate! ¿Me escuchas chica?
La voz de aquel hombre resonaba en la distancia, con los oídos tapados por la explosión que habían provocado los hombres de Inderoll con a saber qué, habían logrado hacer retroceder a los Espectrals. Sin embargo, el fuego había vuelto a cubrir gran parte de lo que ya estaba quemado, ahora aferrándose a la vegetación que rodeaba el claro de cenizas.
La mano de Gallyan Inderoll agarró con fuerza su túnica y la obligó a ponerse en pie frente a él. Pero... ¿Cómo tenía tanta fuerza? La había levantado como si no fuera más que una saco sin peso, sin esfuerzo.
—Necesito que vuelvas en ti, que me seas útil si queremos salir de esta con vida.
—Yo...
Las manos de Inderoll se apretaron con fuerza sobre sus hombros obligándola a mantenerse en pie y a mirarlo fijamente a los ojos, como si con ello tratase de ver más allá de sus pupilas y obtener respuestas a las evidentes preguntas que bailaban en su mirada.
—Es hora de que luches por algo, chica.
—Estoy intentándolo, estoy luchando y...
—Dejarte llevar por el dolor y la rabia no te hace mejor soldado, Ganodac. —Los ojos del chico eran de un verde tan claro y calmado que Novara se perdió en ellos por un instante, en la tranquilidad que reflejaban y que se contradecían tanto en como se encontraba su cuerpo, tenso y armado.
—¿Y qué esperas, feérico? ¡Han matado a mis amigos!
La chica sacudió la cabeza tratando de liberar sus oídos de aquella sensación como si la hubieran metido bajo el agua, escupió la sangre y la tierra que adornaba sus labios como perlas ensangrentadas y observó con firmeza al hombre que tenía delante.
—Y no volverán. —Sentenció Inderoll una vez más. Su tono calmado y frío erizó la piel de Novara al punto de devolverla a la realidad, dejando que viera por primera vez a los soldados feéricos que trataban de aprovechar el fuego y la luz para mantener al margen a las criaturas.— Pero depende de ti hacerles valer su sacrificio y salir de aquí con vida.
—¡Gallyan! Necesitamos una distracción mayor para poder salir de aquí cuanto antes.
—Los fogonazos no han servido para más que darnos el tiempo justo para retroceder.— Anunció otro hombre de cabello azul oscuro corto y trenzado.
Los ojos de Novara bailaron entre los soldados mientras Inderoll se giraba y volvía a blandir su espada para caminar hacia sus soldados.
—Espera...¡espera!
Novara corrió tras él con las manos temblorosas, viendo el hacha que antes había usado en el suelo a pocos metros de ella. ¿Pero debía hacer caso a un inmortal? Gallyan Inderoll había tenido más de una vida para poder formarse y ser el hombre que era. Pero ella... Apenas seguía siendo una cría en comparación.
—Decirme que queréis que haga. Os ayudaré en lo que pueda pero no me vais a negar mi venganza, no cuando puedo hacer arder a esos monstruos.
En aquel instante, el chico de trenzas verdes y soldado de Gallyan le lanzó su hacha la cual la chica agarró con rapidez, con unos reflejos no antes vistos y sus ojos brillaron con el mismo poder que hacía tan solo un momento. Algo que no pasó desapercibido para Inderoll quien la analizó de nuevo recorriendo con sus ojos claros todo su cuerpo.
Buscaba algo en ella, algo que no le cuadraba y que al parecer le intrigaba enormemente. Algo... que no encajaba.
—Habláis del fuego como quien habla de invocar tormentas. Así pues...veamos de que sois capaz chica, demostrarme a mí y a mis hombres que no sois un estorbo.
—Suerte, humana.— Se burló el hombre de las trenzas antes de correr hacia las sombras que volvían hacia ellos.
Novara agarró con fuerza y con ambas manos el hacha antes de sentir como su cuerpo se calentaba, como bullía en su interior un poder que hacía meses que no recordaba. En aquel momento, las imágenes de su pasado se mezclaron con las de su futuro, mientras aquel hormigueo recorría sus venas como lava líquida que le quemaba los huesos, los músculos y la carne.
—¿Cómo es posible? Es una Invocadora de fuego. Ella...
—Controla la Magia de Ignadere. —Habló Gallyan con una sonrisa al tiempo que su mano libre se movía con sutileza y el viento comenzó a volverse más violento a su alrededor.
—¿La capitana del Este sabe que es...?—El chico de las trenzas miró a su maestro quien negó sutilmente.
Novara corrió junto a su hacha sintiendo como su mano derecha y herida por una vieja cicatriz le ardía, le quemaba la piel y le provocaba un dolor que lentamente se iba agarrotando por todo el brazo. Pero aun así, no cedió, no vaciló. Se lanzó contra los Espectrals, contra aquellas sombras que la habían perseguido desde niña.
Y su fuego salió de ella haciéndolos desaparecer.
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