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Capítulo 7

A la luz de las velas y acompañada por la luna la capitana Viridian se encontraba revisando los informes del grupo de exploradores que la reina Raysa había mandado a investigar el incidente pasadas las montañas.  Un grupo experimentado de soldados feéricos que estaban aquí por un pacto entre su corte y Lyvanar.  Entre ellos estaba el nombre mas aclamado, Gallyan Inderoll, un feérico poderoso y selectivo, poco hablador de hecho. Apenas se dejaba ver por la corte a pesar de trabajar para ella. 

Sin embargo, los soldados no habían especificado demasiado, no habían podido redactar en condiciones lo que habían visto, lo que llevaba a la capitana a un dolor de cabeza. ¿Sería seguro llevar a la chica? Probablemente viera cosas que no estuviera lista para afrontar, pero de igual manera tampoco era justo para ella vivir con esperanza sobre algo que jamás sucedería.

Junto a un suspiro profundo y agotado, Elyan Viridian dejó caer la pluma sobre los informes, recostándose así sobre el respaldo de su silla con la intención de relajarse por tan solo un momento.

No sería fácil ver como a Novara se le marchitaría la ilusión de poder reencontrarse con los suyos, no cuando los soldados habían asegurado que los Espectrals seguían por allí deambulando.

¿Pero la chica recordaría lo que son? Esas bestias inmundas creadas por sus dioses y los errores del rey de Alstan que aún arrastraba todo un continente inocente. Y odiaba aquello... Que el acto de unos pocos fueran sentencia para muchos.

Pero aquellas criaturas eran como demonios, como perros de caza dispuestos a eliminar a quienes se interpusieran en su camino. Algunos aún creían que era un castigo divino, que simbolizaba la purga que los Ementals, sus dioses, querían hacer por los actos de unos pocos.

—¿Qué debería hacer ahora, madre? —Los labios de la capitana se movieron suavemente dejando escapar las palabras que, a su vez cargaban con una enorme tristeza—. ¿Debería sentir pena por ella? ¿O mantenerme con la guardia en alto? 

Sus dedos se movieron sobre la camisa ancha de lino que llevaba y escaló lentamente por su pecho como si se tratase de una serpiente, hasta atrapar un viejo colgante de plata ya oscurecida por el tiempo. En él se podía ver una hoja de arce junto a un pequeño zorro en su interior acompañado por el viento.

Aquel era el símbolo más conocido de la Corte Este, el que llevaba usándose desde tiempos inmemorables. Uno que había representado siempre a su gente, el amor, la belleza y la inteligencia. Era una corte llena de gente noble, dispuesta a escuchar y ayudar a los demás.

Sus ojos ambarinos observaron con tristeza el colgante, recordando con ello a su madre. Sus dedos acariciaron la parte trasera recordando el grabado que había en ella, el que no era otro que el lema de su corte.

"Ligeros como plumas, ágiles como lanzas y letales como espadas"

Las lágrimas empezaron a escapar de sus ojos antes de poder contenerlas siquiera y esta apretó con más fuerza el colgante, esperando encontrar consuelo. Añorando la sensación de su madre tras ella colocándoselo por primera vez, junto a las palabras que aún resonaban en su mente tras aquellas odiosas Pruebas de la Unión.

Pero jamás volvería a verla, ni a sentir su tacto.

Y odiaba a los Ementals por ello.

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—Recordad la formación y no os alejéis del grupo. —La voz de Gallyan resonó por el bosque y como si los animales supieran quien era se silenciaron. Ni un solo ave batió sus alas tras la orden del muchacho.

La capitana iba dos pelotones por detrás, pues así era como se había acordado mantener la formación para estar preparados en caso de que los Espectrals los atacasen por sorpresa. Y si debía ser sincera, estaba más tranquila de saber que el soldado que Lyvanar había accedido a acompañarlas con algunos de sus hombres.

Gallyan Inderoll era un feérico de pura sangre, perteneciente a uno de los cuatro linajes más antiguos del mundo. Entre los que se encontraban los Galaryon, los Inderoll, los Faradion y los Wyveldon.

Cuatro familias feéricas que se repartieron por el mundo y convivieron durante eones con los humanos. Ayudándoles a alcanzar su máximo esplendor y potencial antes de la caída de su raza por sus propios gobernantes.

Pero, ¿Qué hacía él allí?

Por lo poco que se sabía del pacto entre el Este y Lyvanar, era que los Invocadores novicios fueran mandados a la ciudadela y allí serían entrenados por feéricos. Mientras tanto, Lyvanar a cambio otorgaría soldados al Este para protegerlo de los Espectrals y otras amenazas políticas. Por ello, los gobernantes de aquel continente habían mandado a Gallyan Inderoll, un soldado experimentado con años y años de entrenamiento. Aunque también muy poco hablador.

—¿De donde ha salido el lechugo? —Bromeó Bren con sus amigos.

—¿Quién sabe? Se esconde en los bosques y deambula por toda la corte pero nunca lo he visto en palacio. —Contestó uno de sus acompañantes.

—¿Y por qué ha venido? ¿Creéis que lo ha mandado la reina? —Contestó una jovencita, recién ascendida desde Tarántis.

—¿No nos ve capaces de llevar a una loca a un asentamiento? Nos han rebajado a cuidadores de esa...

—¿De esa qué?—Gruñó entonces Elyan acompañada por Leyna quien no despegaba los ojos de Torek y Novara que avanzaban en medio del grupo, entre los hombres de Inderoll y ellos.

—Capitana...Disculpad. No pretendíamos...

—¿Ser groseros? —Les cortó de nuevo Elyan con las manos aferradas a las riendas del caballo.

—Disculpe...nosotros...

—Si Inderoll y sus hombres nos acompañan es un privilegio, ¿queda claro?

—Sí capitana. —Respondieron ambos al unísono.

—Y a lo que respecta a Novara Ganodac quiero respeto. —Los ojos ambarinos de Elyan se clavaron entonces en Bren quien suspiró con pesadez—. ¿Algo que objetar?

—¿Por qué debemos respetar a la loca? Ni siquiera vos lo hacéis.

—El trato que yo infunda sobre mis prisioneros o mis objetivos es tan solo cosa mía. En cambio, vosotros deberíais aprender lo que es el respeto por ciudadanos, presos y sobre todo por vuestros superiores.

—Pero por culpa de esa zorra...

—¡Silencio!

—¡Pero...!

—¿Debo recordarte los rangos? Ni siquiera deberíais haber salido de Tarántis y estáis a tan solo un paso de volver. Por lo que yo mantendría la boca cerrada y obedecería si no queréis que os mande de nuevo a la academia arrastrándoos por los huevos.

—Entendido. —Gruñó el chico retrasando su posición para ir por detrás de ellas.

Con suerte el trayecto fue más tranquilo después de aquello, menos charlas y más silencio. Elyan estaba tensa, sabía a la perfección que estaban corriendo grandes riesgos por salir de la corte. Aún más sabiendo que recientemente habían avistado a esas criaturas cerca de la entrada.

Le calmaba que Gallyan estuviera allí, por supuesto. Aunque no fuera un hombre de mucha conversación, era el mas profesional que había visto, siempre certero con sus palabras pero también con su espada. Pero aquello no evitaba que sintiera escalofríos al salir de sus fronteras y adentrarse en los bosques.

¿Y tan solo era por ello? Si debía ser sincera consigo misma, sus nervios también se debían a Novara.

Aquella chica tenía el temperamento de un caballo salvaje y temía la reacción que pudiera tener al ver lo que había sucedido allí.

—Os noto preocupada...—Murmuró Leyna a su lado sabiendo que tan solo quedaban un par de metros para llegar a la zona indicada del mapa.

—Tensa más bien.—Corrigió Elyan sin despegar los ojos de Novara.

—¿Creéis que escapará?

—Si lo hiciera sería un alivio, un problema menos para la corte. Pero tengo la sensación de que esa fortaleza que muestra se romperá en mil pedazos.

—¿Y qué haréis con ella?

Silencio. 

Elyan no sabía que debía hacer respecto a la chica. ¿Ser mas dura? Por lo que había visto eso no estaba funcionando en absoluto. ¿Mostrarse amigable? Ella no funcionaba así, si querían su amistad debían ganársela. Pero...

—¿Crees que estoy siendo demasiado dura con ella?

Los ojos de Elyan se despegaron lentamente de la chica para clavarse sobre Leyna. Quien sonreía con tristeza y acariciaba la crin de su caballo blanco con cariño, mientras ambas cabalgaban tras el pelotón.

—Creo que estáis protegiendo a la princesa y a la corte, como siempre habéis hecho. Creo que por eso sois dura con ella, porque no confiáis en que ponga en peligro lo que amáis.

Los cascos de los caballos resonaron por el bosque, avanzando entre ramas y arbustos que no hacían más que golpear a los soldados que trataban de pasar entre ellas sin dañar demasiado el territorio. Pues ya había sufrido demasiado durante años y ahora que la flora y la fauna estaban restableciéndose, no era momento de debilitarla.

—Pero también creo que al igual que vos, ella está usando su carácter como escudo. Quizás me equivoque...Pero creo que después de esto se derrumbará.

—¿Y qué debería hacer?

—Escucharla. —Leyna se encogió de hombros con una sonrisa dulce, como siempre hacía. —Creo que le vendría bien saber que le importa a alguien.

La capitana asintió ante sus palabras, recordando junto a ellas la voz de su princesa. "Está sola". ¿Pero debería sentir compasión por ella? Si Novara era tal y como creía, quizás ambas no fueran tan diferentes. Por lo que sentir compasión, pena o sobreprotegerla solo la enfurecería más. Debía verse libre, correr y caerse. 

Y ahora que estaba apunto de caer, quizás fuera un buen momento para tratar de acercar posturas. Después de todo, necesitaba toda la información que ella tuviera.

—¡Hemos llegado, señoritas!

La voz grave de Gallyan resonó por el bosque una vez más. Sus soldados arrancaron las ramas quemadas junto a las sanas dejando ver lo que podía ser la pesadilla de cualquiera. Una vez avanzaron todos, Torek dejó que Novara bajase del caballo que compartían y sus hombros cayeron de una forma que Elyan reconoció al instante.

Novara tenía la misma posición corporal que cuando ella perdió a su madre. El dolor se reflejaba en cada uno de sus músculos y aquella ramita con la que había estado jugando hasta ese instante cayó de sus dedos al comprobar lo que sus ojos estaban viendo.

La pérdida de sus seres queridos.

Gallyan no tardó en desmontar de su corcel junto a sus hombres y avanzaron sin siquiera mirarla, para así ir a comprobar y asegurar el perímetro.

—¿Eso son...?

—Norteños muertos. Quemados hasta los huesos. —Murmuró Leyna, contestando así a la pregunta de Torek.

Elyan desmontó rápidamente al tiempo que comprobaba como Novara caminaba entre tropiezos hasta los cuerpos, examinándolos uno a uno sin arrodillarse a verlos. No hasta detenerse en uno que se situaba lo más alejado de ellos. Como si quisiera mantenerse lejos de ese horror, tratando de autoconvencerse de que no era mas que una pesadilla.

Ahí fue cuando su corazón se encogió y sintió lo que se había jurado no sentir por esa chica, compasión.

Novara cayó de rodillas, sin aliento junto al cuerpo del que sólo quedaban huesos y ropa quemada a su alrededor. Sus manos recorrieron la capa, los huesos hasta encontrar algo que Elyan no había visto hasta ese momento.

Una Triveta, un colgante que servía para canalizar la magia. Un objeto de un Invocador.

—Ese es...

Elyan se acercó a Novara, sabiendo que quizás era la persona que ella aún tenía esperanzas por encontrar. Por hallar consuelo en los brazos de aquel amigo con el que había soñado y al único que recordaba.

Pero no iba a poder ser, no podría tener ese encuentro y no podría volver a abrazarlo. El dueño del caballo con el que ella había venido, Tempest, estaba allí calcinado. Había dado su vida para que ella saliera viva de aquel lugar.

—Novara...¿Es...?

—Es mi amigo...Era...Él...—Los tartamudeos rotos de Novara fueron lo único que Elyan pudo escuchar, en como la chica de hierro que la había provocado desde el primer día ahora abrazaba los huesos del chico.—No puede ser, no puede estar muerto...¿Qué haré yo ahora? Mis respuestas...Mi familia...

—Escucha Ganodac...— Elyan estiró el brazo tratando de alcanzar el hombro de la chica.

Fue entonces cuando uno de los soldados de Inderoll voló por los aires hasta estrellarse con un gran árbol, la capitana se limpió las mejillas al percatarse de que ella había derramado lágrimas también al escuchar la voz rota de Novara.  Desenvainó su espada y buscó al hombre con la mirada.

—¡Capitana!—La voz de Gallyan fue dura, cargada de cierta urgencia.—Están aquí. Nos estaban esperando.

—¿Quienes?

—Ellos. Los Espectrals. —Gruñó Inderoll desenfundando su espada.

—Mierda...

—Y han venido a por sangre.

Elyan desenvainó la espada y se situó en la espalda de Novara que seguía de rodillas acariciando con sus manos temblorosas los huesos de quienes había amado, con las lágrimas descendiendo por su rostro ajena a lo que sucedía tras ella. Y lo comprendía. Ahora mismo le importaba una mierda vivir o morir, pues le habían arrebatado aquello que quería.

Pero ahora ninguno podía permitirse llorar o lamentar la situación,  no al menos hasta que  se hubieran puesto a salvo. Pues el sonido de los huesos rotos llegó hasta ellos, el sonido que delataba la presencia de los Espectrals y una advertencia, no...

Un aviso de lo que les harían a todos ellos, uno por uno.

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