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Capítulo 6

Si debía ser sincera, esperaba que la reunión que la princesa había solicitado fuera en un salón privado, tal vez incluso en sus propios aposentos, pero sin embargo el hombre menudo y orejón las guio hasta una gran biblioteca.

Una sala que seguía a la perfección la estética del lugar, una arquitectura que estaba claro que era una mezcla de aquellos humanos que hacía tanto tiempo habían habitado allí, como los feéricos de Lyvanar, el continente que se encontraba más cerca de esa ubicación.

Techos con aleros pronunciados, curvos y los tejados cubiertos de tejas esmaltadas para que brillasen cuando la luz del sol las golpease. Todo eran curvas naturales, suaves y delicadas, todo lo que representaba al Este. Sutileza y belleza, pero también,  tal y como podría ser una bonita flor, podría ser venenosa.

Novara se acercó hasta uno de los ventanales decorado a cada costado por dos columnas de mármol veteado color esmeralda, como si estuvieran protegiendo el banco cubierto por cojines para quien se demorarse allí leyendo un libro o simplemente admirando las vistas. Las columnas ascendían hasta el alto techo abovedado del que apenas lograba verse, debido a la oscuridad de la sala. Tan solo iluminada por los farolillos de las estanterías, bien aguardados tras sus cristales con tal de proteger la información que yacía dormida en la inmensidad de libros que se encontraban en aquella sala.

Sus dedos acariciaron la columna, siguiendo el rastro de una de las vetas hasta observar la ventana y aquella ciudad que se escondía más allá de las murallas. Era extraño, pues todo en aquel lugar propiciaba paz y tranquilidad, sin embargo, esa no era la sensación que ella tenía. Si observabas detenidamente a sus habitantes, podías darte cuenta de que era un reino en decadencia, en plena crisis, si debía ser más exacta. En cambio, la imagen que expresaba la corte era la de una ciudad hermosa y tranquila, llena de riquezas.

—No toquéis nada. No estáis autorizada.—Le avisó Elyan quien se mantenía rígida en su posición desde hacía media hora.

—Por favor capitana...Estoy cansada de esperar. Ya es la segunda vez que la princesa nos solicita con cierta urgencia y luego se demora en aparecer.

—Anysa es una dama ocupada, la futura líder de una corte.

—No sabía que ahora la llamabais por su nombre de pila. —Novara se acomodó en el banco, al tiempo que subía las piernas a este para poder mirar por la ventana—. ¿Desde cuándo la conocéis?

—Eso no es asunto vuestro, además, ella misma solicitó que me refiriera a ella por su nombre.

Así que la princesita era un tema sensible para la capitana. Ya le había resultado ciertamente evidente el día que tuvo su presentación formal tanto con la reina, Raysa Erendyl, como con su hija. Pero aun así había mucho más que rascar tras esa armadura que la capitana llevaba tan aferrada.

Cruzándose de brazos, una vez más observó tras el cristal el sol brillar en el claro cielo azul, viendo a las grandes aves de la zona alzar su vuelo y disfrutar del viento como si fuera la última vez que surcaban aquellos cielos. En aquel momento no pudo evitar pensar en las noches posteriores a aquel instante.

A Usla, la anciana curandera que se había propuesto ayudarla y saber más de ella antes de que la reina le cortase la cabeza. ¿Sinceramente? Lo agradecía, sentía que volvía a estar sola como cuando era pequeña y su compañía le reconfortaba. Aun a sabiendas de que su ayuda probablemente tuviera un precio en el futuro.

Las largas noches en las que la curandera seguía revisando sus heridas, repasaban una y otra vez lo sucedido el día del ataque a su grupo y aunque en un principio no recordaba nada en absoluto, los recuerdos iban volviendo a ella cada noche como una pesadilla. Por ello, y ante la clara insistencia de la capitana en averiguar qué había pasado, debían recuperar toda la información necesaria de sus recuerdos.

Y con ella, montar una historia que fuera medianamente creíble para mantenerse a salvo al menos hasta que pudiera encajar todas las piezas del puzle, y ver, si con la verdad estaría a segura.

Por desgracia no le quedaba de otra que repetirse la mentira que Usla le había recomendado utilizar, y que la capitana le había preguntado pocas horas después de su charla privada con la princesa.

No obstante, la información debía ganársela. Si la capitana quería respuestas, debía hacer las preguntas correctas.

—Ya que os gustan tanto las preguntas, creo que es el momento de haceros yo una.

—¿Vais a innovar o será la misma que me decís cada noche antes de dejarme en mis aposentos?—La sonrisa de Novara provocó en la capitana un suspiro agotador—. Sed un poco más ingeniosa esta vez, por favor.

—¿De donde sacasteis al caballo? Está perfectamente adiestrado, mejor incluso que los de la guardia.

Está bien...aquella pregunta no se la esperaba. A decir verdad, creía que le haría la misma de siempre con diferentes palabras. "¿De dónde venís? ¿Realmente sois un grupo de norteños que fue atacado? ¿Por qué huisteis del norte? ¿Cómo escapasteis?"

—No lo adiestré yo, era de un amigo. —"Amigo" Aquella palabra le ardía en la garganta. Había soñado con el chico que le había dejado su propio caballo, la única manera que tenía de salvarse, a ella, para protegerla—. Solo recuerdo que...que Tempest significaba todo para él.

—¿Es el nombre del caballo o de tu amigo?—Se burló Elyan sin mirarla, con la vista fija en las estanterías.

—Del caballo.—Sentenció Novara.

—Es bonito, he de decir. Tu amigo tenía buen gusto a la hora de escoger nombres, pero también era habilidoso para adiestrar a un caballo así.

—¿A qué te refieres?

—Es una raza salvaje, no se encuentra muy a menudo.

Los ojos de ambas se encontraron entonces, analizando la conversación y disfrutando de ella. Pues era la primera vez desde que se habían conocido que habían podido enlazar más de dos palabras seguidas sin provocarse y caer en una discusión. Lo que se agradecía, aunque ninguna de las dos fuera a admitirlo.

Mientras tanto, Novara sentía que algo estaba cambiando en ella, las dudas de su llegada, de sus amigos y de todo lo que la rodeaba. ¿Quién era ella? ¿Qué era lo que hacía en un lugar como ese? ¿Y sus amigos...?¿Y el chico de sus recuerdos?

Había demasiadas preguntas y todas las respuestas estaban borrosas en su mente. Aquello era lo que peor llevaba, el tenerlas ahí delante, encerradas en una caja de la que no tenía la llave.

—Ese amigo tuyo...Habláis de él como si fuera alguien muy cercano a vos.—La voz de Elyan cambió, dejó el tono sarcástico a un lado y se suavizó, como si hubiera detectado que aquel era un tema sensible—. ¿Recordáis qué os pasó?

—No, ni siquiera recuerdo su nombre y eso es lo que más me atormenta cada noche.

—¿Puedo saber por qué?

—Lo veo, en cada uno de mis sueños. En los pocos recuerdos que alcanzo a recoger con los dedos cada vez que mi mente divaga entre las sombras de la habitación. No puedo deciros quién es, ni quienes eran los que me acompañaban porque aunque yo quiera recordarlo, mi mente no me lo permite.

—Curioso...—Murmuró entonces Elyan mirándola a los ojos con fijeza, como si estuviera buscando más información en ella.

—No tengo nada de curioso, capitana. Soy una pobre desgraciada que ha acabado malherida en una corte de la que no conoce nada.

—¿Sabéis por qué os lleve a la sala de entrenamiento, Ganodac?—La chica negó ante la pregunta de la capitana Viridan—. Tengo la corazonada de que hay algo en vuestro interior, de que tenéis algún poder que aún no sabéis controlar. Qué escondéis más secretos de los que mostráis, que ya de por sí parecen ser muchos.

—¿Un poder?— preguntó confundida Novara.

—¿Conocéis a los Invocadores? ¿Qué son?

—Sí...si recuerdo alguna cosa. —La capitana aguardó por la continuación de una respuesta y Novara, al percatarse de ello, se aclaró la garganta y se abrazó las rodillas con la mirada perdida en el farolillo que tenía cerca—. Son mestizos por lo general, la mezcla entre un humano y un feérico son quienes suelen ser los Invocadores. Pero a día de hoy no queda ningún humano en Alstaen.

—También hay otras muchas razas que pueden llegar a serlo, pero continua.

—Ellos son capaces de dominar la magia. ¿Me vais a preguntar también por los tipos de magia que hay en los cinco continentes?—Elyan simplemente asintió con lentitud sin despegar los ojos de ella—. Está bien, buen examen médico, Viridian.

Novara se aclaró la garganta y junto a una respiración profunda volvió a clavar los ojos en el fuego que bailaba tras el cristal del farolillo, como si luchase por recibir más oxígeno y luchar con fuerza para romperlo.

Pero el fuego no era nada sin oxígeno. Su poder quedaba reducido a si el viento le ayudaba a contenerse o a alcanzar más lugares que reducir a cenizas.

—Los Ementals, se cree que son ellos quienes portaron la magia a nuestro mundo, por eso se le consideran dioses. Existen dos tipos, la Magia Menor que su poder reside en los elementos naturales y por ello cada corte se focaliza en una de ellas. Luego está la Magia Mayor, pero de esa no se conoce mucho, es inestable y muy rara de ver.

—La Magia Mayor fue controlada sólo una vez por tres hombres que fueron castigados, pero no es algo aleatorio que un Invocador reciba. La magia no es un arte que se aprenda, es un ser vivo, es quien elige a su portador y que le enseña. El poder que manifieste el Invocador es un reflejo de sí mismo.

—¿Qué tiene que ver todo eso conmigo? ¿Las magias? ¿Los Invocadores? —Novara sacudió la cabeza ligeramente, en un intento de alejar todas aquellas palabras de su mente—. ¿Los Ementals?

—Los Ementals son criaturas legendarias, enormes y muy pocas veces avistadas que protegen nuestro mundo, Alstaen. La magia y ellos son reales.

—Sigo sin entender qué pretendes que haga con esa información, capitana. ¿Queréis que recuerde algo tal vez? ¿Tenéis alguna sospecha sobre mí o qué soy?

Novara apretó la mandíbula tras soltar sus palabras y apretándose los dedos contra las rodillas sintió el dolor fantasma en su mano herida, en aquella que había sufrido un envenenamiento hacía años.

—No habéis contestado a mi pregunta, Ganodac. ¿Por qué creéis que os llevé a la sala de entrenamiento?

—¿Para tenerme vigilada?—Los ojos de Novara brillaron con más fuerza, dejando atrás el gris oscuro para volverse cada vez más brillante—. ¿O es que quizás os guste verme jadear?

Tras aquellas palabras, las mejillas de la capitana se tornaron más sonrojadas que cualquier otro atardecer que Novara hubiera visto hasta entonces. La mujer se acercó a pasos rápidos hasta ella que la miraba con una sonrisa divertida desde su posición relajada. Dispuesta tal vez a encararla, a volver a agarrarla por el pescuezo y lanzarla contra la puerta de la biblioteca para sacarla de allí.

—Sois una obstinada, una mal hablada y una...

Elyan no tardó en perder los papeles como de costumbre, como si aquellos comentarios desvelaran algo que ella quisiera mantener oculto. La mujer extendió el brazo y agarró la camisa de la chica para obligarla a mirarla a los ojos.

Por los Ementals, resultaba que había vuelto a enfadar a la capitana. Pero bueno...Que temperamentales eran aquí en el Este. ¿Acaso ya no se podía bromear con nada? Que piel tan fina tenía la capitana cuando se trataba de alguna frase un pelín más subida de tono.

—La princesa Anysa Erendyl entra en la sala.—Anunció el guardia de la puerta, quien abrió esta para dar paso a la dama.

Y ahí estaba ella...La princesa de la Corte Este, una dama hermosa que se deslizaba por las habitaciones como una pluma llevada por el viento. Elyan, aflojó el agarre sobre Novara para así girarse y acercarse a la princesa que ya le sonreía de camino a ella.

—Siento la demora...Debía tratar con asuntos familiares antes de presentarme aquí.

—No se preocupe lady Erendyl, al fin y al cabo es evidente que la puntualidad no es algo conocido en el Este, ni sus modales.—Murmuró Novara con una sonrisa al tiempo que se arreglaba la camisa para ponerse en pie para observar a Elyan.

—¿A que se refiere señorita, Ganodac?

—A nada, solo disfruta del placer de quejarse. Como de costumbre.—Elyan le devolvió a Novara una mirada seria, de advertencia antes de centrarse de nuevo en su princesa.

—Lo comprendo, es agotador estar aquí encerrada, pero seguro que encuentra pasatiempos divertidos. La capitana Viridian me mencionó que iba a ponerla a trabajar en los establos, creo que algo de aire fresco puede beneficiarla.

Si no se aclaraba la garganta posiblemente acabaría expulsando un puñado de palabras de las que se arrepentiría más tarde, por lo que Novara prefirió dedicarle una sonrisa fingida y recostarse en la estantería más cercana, mientras Elyan se acercaba más a la princesa para hablar de algún asunto que no querían que ella escuchase.

Pero fue en vano. Pues aun así, logró escuchar gran parte de la conversación.

—¿No queríais hablar con las dos?

—Sí, si...pero primero tenía que preguntarte una cosa.

—¿Una...cosa? ¿Está todo bien princesa? —Elyan se inclinó más hacia ella y dejó que la princesa acariciase una de sus manos con la suya propia, algo que provocó en su capitana un cosquilleo.

—No os preocupéis, tenemos que hablar de un tema importante.

—Vos sois importante para mí, lo que os pase a vos o a vuestra madre tiene aún más importancia que lo demás.

—Siempre tan encantadora y servicial mi querida Ela....Elyan, disculpad.—La princesa se aclaró la garganta y volvió a mirar a su amiga a los ojos para sujetar sus manos con más fuerza.

—Me estáis preocupando. ¿De qué se trata?

—Como os comenté en la reunión pasada, envié algunos hombres a investigar lo sucedido tras la montaña. A comprobar si lo que decía la chica era cierto...

—¿Y bien?—La impaciencia en el tono de Elyan era más que evidente.

—Dice la verdad, no iba sola. Lo que ella menciona concuerda con lo visto en el asentamiento.

—¿Y qué queréis que haga al respecto? —La capitana se aferró con fuerza a las manos de su princesa, sin despegar sus ojos preocupados de ella—. Aunque vos la declaréis inocente, sigue siendo extraña su llegada. No podemos confiar en ella hasta que demuestre que no sea un peligro.

—Es una mujer herida Elyan. Vos sabéis mejor que nadie lo que es eso...Estar sola.

Novara rotó los hombros en un intento de relajar los hombros, viendo de reojo la tensión apoderarse de la capitana Viridian. En como esta soltaba las manos de su princesa y daba un paso atrás, como si sus palabras hubieran dado directamente en su corazón.

—Anysa...

—Os ruego que me perdonéis, solo trato...solo trato de hacer que comprendáis la situación.

—¿Queréis que empatice con una lunática?

—Con una mujer herida. —La corrigió la princesa volviendo a sostener la mano de su capitana.

Elyan dejó escapar un suspiro al tiempo que sacudía ligeramente la cabeza para deshacerse de aquella sensación que la había apagado. Una que no pasó desapercibida para Novara, quien memorizó cada palabra del encuentro entre las dos mujeres. Pues algo...cualquier cosa o información podría serle útil.

—Está bien, comprendo que la queréis como aliada antes que como enemiga. ¿Qué queréis que haga?

—Quiero que la llevéis al asentamiento.

—¿Quiere que los vea? Que vea lo que...

—Merece saber lo que pasó Elyan, igual que recordarlo todo.

En aquel instante, los ojos ámbar de Elyan volaron sobre su hombro para encontrarse con Novara, quien estaba limpiándose las uñas en un intento de no morirse de aburrimiento mientras las dos hablaban. En aquel instante y por primera vez, Elyan sintió cierta compasión por la chica.

—La llevaré mañana al amanecer.






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