Capítulo 5
Prisionera o invitada...No importaba con qué palabra se refirieran a ella, pues a ojos todos no era más que lo primero. Una intrusa en su palacio, en sus tierras. Una marioneta con la que jugar, investigar... Así era como la veían el resto de cortesanos, de caballeros o damas que deambulaban por las calles o los propios pasillos de la corte.
Los odiaba a todos por ello. Por creerse con el derecho a juzgarla, a menospreciarla, a insultarla o incluso...
Elyan golpeó con rapidez y el cuerpo de Novara, salió volando un par de metros hasta caer al suelo, la boca ensangrentada y los nudillos en carne viva. Estaba harta de que la golpeasen, llevaba dos días allí y la capitana se había propuesto desmotivarla con todas las armas que tuviera a su alcance. En cuarenta y ocho horas había pasado de ser la sombra de la capitana a su saco de boxeo.
Eso sí, cuando recuperase sus fuerzas alzaría los puños y le devolvería cada golpe, aunque tuviera que dejarse la piel contra su cara o su armadura de hierro. El orgullo era algo que no había perdido con algunos de sus recuerdos. Al contrario, se arraigaba más en ella y brotaba con furia al ser tratada así.
Como un fuego que el mundo intentaba sofocar, ella ardería, cuando más oxígeno le faltase, más furia saldría de ella cuando recuperase el aliento.
—¿Eso es lo mejor que tenéis, chica del norte? Esperaba más resistencia a los golpes.
Novara no contestó, el gruñido que salió de sus labios ensangrentados provocó a gran parte de la sala y a los soldados más jóvenes, un cosquilleo nervioso. Pues todo el mundo conocía el trato que se les daba a las mujeres en la Corte Norte, por lo que ese había sido un golpe muy bajo.
—Aún no habéis visto de lo que soy capaz, capitana. —Mientras sus piernas se esforzaban por ponerse en pie, sus manos recorrieron la venda donde la maestra le había sellado las heridas y que, por ahora, permanecían igual—. Además, os recuerdo que ni si quiera estoy recuperada de mis heridas. Jugáis con ventaja.
— Entonces tendríais que medir vuestras energías y enfocarlas en vuestro físico en vez de en vuestra lengua.
¿Acaso se podía odiar a alguien con tanta rapidez? ¿Cómo osaba hablarle así? Ya no era considerada una prisionera, aunque a los ojos de la capitana parecía seguir siendo así. Si algo tenía claro Vanora... No. ¡Maldita sea! Debía dejar atrás ese nombre, el significado de él, de su apellido. Debía adoptar su nueva identidad, su nueva máscara como si se tratase de una nueva piel.
No podía permitirse hablar de quien había sido, de su pasado. ¿No era triste igualmente? Tal vez. La única parte de su pasado que alcanzaba a recordar, se esfumaba constantemente cuando trataba de aferrarse a más recuerdos, los mismos que volvieron como un fogonazo al sentir las cadenas sobre sus muñecas, en su niñez... Y aun cuando ciertas partes se tornaban borrosas, conforme trataba de recordar más sobre todo ello, sabía bien el peso de su nombre y de las acciones que había tomado en un pasado.
Unas acciones... Que probablemente el mundo no hubiera olvidado.
—¿Ahora os habéis quedado muda? —Se burló la mujer de cabello esmeralda oscuro.
—Provocarme solo conseguirá motivarme para haceros comer el polvo.
Elyan Viridian, quien iba ataviada con un chaleco de cuero de entrenamiento sobre su camisa marrón, deshizo lentamente los nudos que mantenían firme la protección en su torso. Con sus ojos ambarinos puestos en Novara esta se quitó el chaleco.
—Realmente estoy ansiosa por ver como lo hacéis. —Una vez el chaleco se deslizó por sus brazos, lo lanzó a los pies de Leyna quien las miraba con atención—. Hasta donde yo recuerdo, las norteñas no saben pelear.
—Capitana, ¿no creéis que estáis siendo demasiado dura? —La voz suave de Leyna era un remanso de paz en medio de los gritos de la sala de entrenamiento.
—Si quiere ganarse un lugar aquí deberá hacerlo como todos nosotros. —Rebatió Elyan.
—Pero, bien podría ayudar en las cocinas, limpiar las mazmorras o...
—¿En las cuadras? —Elyan sonrió una vez que Novara corrió hasta ella para asestarle un golpe. La furia era un elemento que si era bien controlado podía ser un arma mortal, pero en manos impulsivas no era más que un arrebato pobre que no alcanzaría ningún objetivo. Los pies de la capitana se movieron con velocidad y le hicieron la zancadilla a Novara que cayó rodando de nuevo contra el suelo.
—No sería un mal lugar, miradla, es como un animal. —Se burló uno de los soldados más jóvenes rodeado de dos chicos que parecían tener la misma edad.
—Mira Torek, al fin has encontrado a alguien tan inútil como tú. —Se rio otro de los chicos.
Aun de rodillas, los ojos plateados de Novara se deslizaron hasta el chico que también se encontraba en el suelo, su piel más oscura indicaba la evidencia que ya había detectado nada más verlo el primer día. Era de la Corte Oeste, los principales enemigos de esta corte y por ello no alcanzaba a entender como había acabado aquí. Un lugar donde era más que probable que le odiasen o le tratasen como prácticamente un esclavo, si no fuera por la capitana quien lo evitaba constantemente.
Sus ojos rojos dejaban en evidencia las ganas contenidas por llorar, y conocía bien aquella sensación. Rabia y dolor, las ansias por mostrarle al mundo que eras mucho más de lo que en un principio todos veían. Aun así...esas emociones se mantenían contenidas. En su caso... ¿Por qué? ¿Por qué debería dejarse humillar por compañeros de su misma edad?
Novara apretó los puños y golpeó con fuerza el suelo ante la sorpresa del grupo de soldaditos que se burlaban frente a Torek. Un sentimiento lejano reverberó en su interior, como si reconociera en ese chico perdido las ganas de encajar, de buscar un lugar entre tanto soldado con tanto potencial. En encontrar su lugar y la lealtad de aquellos que les rodeaban.
—Os dije que estaba loca...
Las piernas de la chica crujieron a la altura de las rodillas, todavía entumecidas, heridas por los recientes acontecimientos, pero aun así en pie. Esa era una de sus virtudes, aunque creyeran que ella ya no era más que cenizas, era una tormenta de fuego deseosa por consumir a aquellos que la menospreciaban.
Ellos solo avivarían su fuego siendo la leña.
—Deberías haberte quedado en Tarántis, Torek. Por los Ementals, que patético eres...
—Eh Bren no insultes de esa manera a nuestros dioses. —Volvió a reírse su fiel compañero.
—¡Ya basta! —El grito de la capitana silenció el lugar de una sentada, aquellos chicos que rodeaban al muchacho del Oeste se dispersaron lentamente maldiciendo. —Todos vosotros formáis parte de la guardia de la ciudad, de la reina, del Este. Si queréis formar parte de esto, comportaros como adultos, no como críos.
Los ojos de Novara se alzaron con lentitud mirando sobre ella el enorme candelabro de jade verde coronado por velas que ardían tratando de iluminar los rincones a los que el sol no alcanzaba. Algo curioso, que hiciera falta un candelabro tan enorme en una sala como aquella, pues había ventanales por todas partes que propiciaban la luz natural hasta el último rincón. ¿Así que era decorativo? Qué ostentoso... Desde luego los del Este tenían demasiado dinero y ya no sabían cómo invertirlo.
Los mechones burdeos cayeron sobre sus ojos aun cuando estos estaban clavados en el fuego que consumía las velas. En como este ardía con constancia, firmeza, no se detenía y no perdía el control. La brisa bailó por la gran sala gracias a la apertura de uno de los ventanales, sacudiendo su cabellera y luchando contra el fuego que ardía sobre su cabeza. Sin embargo, las velas lucharon por mantener su fuego, rugiendo con más fuerza que la del viento.
Algo destelleó en los ojos de Novara al comprobar aquello, al ver como ante el viento, el fuego solo se hacía más fuerte. Sus ojos plateados brillaron como si se tratase de plata recién fundida, pulida.
Una sonrisa tironeó de sus labios al tiempo que dejaba caer ligeramente la cabeza hacia un lado para visualizar a la capitana limpiándose los nudillos mientras acomodaba el peso sobre sus piernas. Examinó cada gesto, cada balance de su cuerpo, pues la única manera de encontrar el punto débil de un oponente era observarlo con detenimiento.
Esa, precisamente, había sido la lección que más le había costado aprender cuando la arrastraron a aquel pozo del que solo se sale muerto o convertido en un demonio. Y ella... no estaba muerta.
El destello volvió a brillar con fuerza en el momento en el que una de las rodillas de la capitana se desestabilizó, tal vez por una herida previa o un mal gesto. Pero no era casualidad ¿verdad? El día que la provocó nada más llegar, fue justamente en busca de algún punto débil, y precisamente... la pierna derecha de la capitana no parecía demasiado estable. En aquel momento le pareció un mal gesto. ¿Ahora? Era una debilidad que podría aprovechar.
Los ojos ambarinos de la capitana la miraron con suspicacia, pero sus reflejos eran tan lentos como los de un elefante, pues el cuerpo de Novara se lanzó con una velocidad vertiginosa hacia el de ella. Sus brazos volaron hacia atrás, como un cuervo al alzar sus alas, se deslizó entre las sombras de la estancia y avanzó hasta Elyan Viridian quien, con los ojos completamente abiertos ante la sorprendente velocidad de su rival, no tuvo ni tan solo un minuto de comprobar lo que estaba sucediendo.
Novara colocó el brazo derecho contra su costado para amortiguar el golpe contra la capitana, el cual logró su cometido desestabilizándola. Los ojos del resto volaron hasta lo que estaba sucediendo, todos boquiabiertos por el siguiente gesto de la que hasta hacía unos días había sido la prisionera de su capitana.
Los ojos de ambas se encontraron con el tiempo justo para que Novara le dedicase una sonrisa felina, al tiempo que alzaba el mismo brazo que había usado para proteger el costado herido de su cuerpo, de tal forma que su codo golpeó la barbilla de la capitana terminando por desestabilizarla y haciéndola retroceder varios pasos.
—¿Como...? ¿Esa velocidad es humana?
—¡Capitana! —Leyna, que había permanecido al lado de ella todo este tiempo la agarró por el brazo al tiempo que Torek con el labio partido sostenía el otro lado de la mujer—. ¿Os encontráis bien?
—¡Avisad a Usla! —Gritó Torek a Bren que ante la sorpresa se había quedado petrificado.
—Estoy bien... Es tan solo un poco de sangre. —Gruñó entonces la capitana deshaciéndose de los dos soldaditos, para así limpiarse la boca ensangrentada con los dedos.
Novara aun en pie, echó los hombros hacia atrás y enderezó la espalda, preparada para recibir el ataque de la capitana. Pues no le pillaría desprevenida, y si ahora ella era la que actuaba por impulso estaría en ventaja por primera vez desde que habían comenzado a enfrentarse. Sin embargo, Elyan escupió la sangre a un costado y la observó muy atenta, como si también la estuviera examinando.
—¿Sorprendida? —Las sonrisas bailaban por el lugar, una de ellas de Novara, que al tiempo que los murmullos lo llenaban con palabras de autentico asombro esta le dedico una reverencia—. ¿Qué era lo que decíais de las norteñas, capitana?
—Tú...
Elyan avanzó hacia ella completamente enfurecida, los puños cargados, pero en sus ojos no brillaba rabia, ni deseos de venganza por la pequeña humillación, pues ambas eran conscientes de que, aunque la había hecho sangrar, no la había derribado.
Eso, sería bastante más complicado.
—Disculpad la interrupción, pero tengo una orden para Elyan Viridian. ¿Está en la sala? —Un hombre menudo de grandes orejas redondas que sobresalían por el poco pelo que le cubría la cabeza sacudió una nota frente a niños y adultos que entrenaban en la gran sala.
—Capitana...—Leyna observó las venas de los brazos de Elyan marcarse, y temió porque su calma perfecta terminase de romperse debido a aquella chica.
—¡Voy!
La mujer que hasta hacía pocos segundos había estado prácticamente frente a frente con Novara, le dio un último repaso con la mirada antes de girar sobre sus botas impolutas y avanzar hacia el hombre que parecía a punto de echar a volar con sus propias orejas. La sonrisa y la postura relajada adornaron entonces su cuerpo al ver la amenaza alejarse y en como Torek avanzaba hacia ella junto a Leyna.
—¿Podrías enseñarme a hacer eso? Por favor, sería increíble tener esa habilidad.
—¿Ahora quieres ir agrediendo a la gente? —Leyna miró a su compañero con claro desacuerdo, pero este con las mejillas sonrojadas por la vergüenza, se acarició el labio partido.
—No es agredir, es defenderse. —Replicó esta vez Novara con la voz fría como un tempano de hielo.
—¿Acaso hay diferencia?
—No quiero ser el saco de entrenamiento del resto de mis compañeros, Leyna. Para ti es muy fácil, eres hija del comandante. No lo entenderías, de hecho... Nunca lo has entendido.
—Pero Torek...
El muchacho lanzó una última mirada a Novara en agradecimiento por escucharle antes de avanzar entre las burlas de algunos de sus compañeros. Ignorando así por completo a la que hasta ahora había sido su única aliada.
—¿Me permitís una observación, hija del comandante?
—No me llaméis así, soy algo más que la hija de un hombre. —Suspiró frustrada la chica, frotándose las sienes—. Pero adelante. Vuestras palabras no me harán mas daño que las de Torek.
—Con mis veinte años y aunque no recuerdo la mitad de mi vida, nunca había visto un lugar como este.
—¿De hermoso?
—De inestable. Una reina moribunda que quiere reinar, una princesa que parece no querer su corona, una capitana que parece de hierro pero resulta ser de cristal y no hablemos de su ejército...
—¿Como...? Eso no es cierto. ¿De dónde habéis sacado eso? —Leyna la miró con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho, la posición más defensiva que al parecer sabía hacer y que al mismo tiempo le daba la razón. —Lleváis tan solo tres días en la corte y...
—Tiempo suficiente para ver vuestras flaquezas.
Novara se apartó el cabello de la cara, observando por última vez las velas que ahora ardían con más fuerza y sonrió. Sus piernas se movieron solas hasta una pequeña toalla que habían dejado allí para ella, deseando poder asearse y sentarse en el banco de madera que parecía llamarla.
—¡Novara Ganodac!
El suspiro fue tan sonoro que hasta el hombre orejudo escuchó como la joven de cabellos burdeos dejaba caer los hombros agotada por la reciente paliza, había escuchado su nombre. Girándose sobre sus talones tal y como había hecho la capitana, la observó con detenimiento esperando por una orden o un castigo. Probablemente sería lo segundo...
A nadie le gustaba ser humillado, y más si era por alguien tan increíble como ella. ¿Qué? No estaba mal tirarse flores, al fin y al cabo, nadie de allí lo haría.
—La princesa quiere vernos.
—Dígale a la princesa que necesito asearme para no hacerla desmayar.
—¿Por vuestro olor? —Preguntó entre risas Leyna.
—Por mi belleza. —Novara le dedicó a la chica una mirada ofendida al tiempo que se tocaba los hombros y sonreía—. Hasta sudada soy irresistible.
La capitana bufó al tiempo que sus ojos parecían buscar en el techo de la sala algo que le diera paciencia, pero Novara llegó hasta ella antes de que la mujer fuera a por ella y la arrastrase de nuevo hasta alguna sala.
—Sois como un grano en el culo, Ganodac.
—Y vos una aguafiestas, Capitana Viridan. Sin duda.
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