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Capítulo 14

Los aposentos de Elyan sin duda eran mucho mejores que los de Novara. Todo el espacio estaba decorado con antiguos cuadros de paisajes pintados claramente a mano, de esta corte y algunos que plasmaban los de otras.

La capitana se encontraba en medio de la gran habitación, la cual no tenía separación entre las dos zonas diferenciadas. Al fondo estaba la cama doble, con un biombo de madera tallado que estaba recogido a un lado y que se usaba para dar privacidad por la noche. El resto de la sala estaba decorada como si fuera una sala más de palacio con grandes cuadros, ventanales, estanterías y algún que otro sofá donde descansar. Además, en ella se encontraba un viejo escritorio de madera que se encontraba frente a uno de los ventanales.

Novara, mientras tanto, se encontraba de pie apoyada contra una de las paredes, dejando que la luz del atardecer se colase por el ventanal junto a una leve brisa fresca que indicaba que pronto se haría de noche y el fresco vendría con ella.

¿Y Tempest? Aquel caballo ahora ocupaba en gran medida sus pensamientos pues, sin saber cómo, aquel animal parecía reconocerla y tener aprecio por ella. Una lealtad que no recordaba de donde provenía, pero que de alguna manera, se sentía atada a él. Quizás porque recordaba que le pertenecía al chico que lo más probable es que fuera amigo suyo y aunque pudiera parecer absurdo, tal vez junto a él pudiera conseguir respuestas.

—¿Has encontrado algo? —La voz de Elyan llegó hasta ella cargada de cansancio. Su cabello estaba revuelto y sus ojos cansados se despegaron de los libros para verla desde el suelo.

—Solo cuentos y mucha fanfarronería de los escribas. —Suspiró Novara cerrando un viejo libro del cual salió una nube de polvo que la hizo estornudar—. Por dios, deberían pasarle una manita de vez en cuando a los libros...

—¿Quieres ser tu quien le eche una mano a Dorlon?

Claro que sabía quién era ese hombre, el bibliotecario al que había mandado corriendo al baño tras un té ligeramente adulterado con ciertas hierbas que le provocaron una fuga estomacal. Novara sonrió con cansancio al tiempo que se pasaba un dedo por la nariz tratando de librarse del polvo que aun revoloteaba a su alrededor.

—Prefiero matarme de aburrimiento leyéndolos a limpiarlos, pero gracias por la generosa oferta.

Estaba claro que la conversación entre ambas era entre nula y aburrida, por lo que Elyan volvió rápidamente a revisar el libro que tenía en el regazo y Novara, que aún seguía apoyada en la pared, la observó con atención. Se fijó en como esta estaba sentada en el suelo, recostada en un viejo sillón que tenía a la espalda con más libros que había ordenado traer. Miró sus brazos aun desnudos por la ropa de montar que todavía llevaba puesta, y se centró en como las venas se le marcaban de forma sutil al igual que su evidente estado de forma. También revisó una a una las cicatrices que decoraban sutilmente como leves arañazos su piel ligeramente tostada. 

Novara apretó el libro entre sus manos tratando de examinar con atención a la chica que tenía delante, una chica que, aunque no le gustase admitir, parecía tener cosas en común con ella misma.

Su cabello esmeralda oscuro todo revuelto cayó sobre su rostro tapándole los ojos mientras esta permanecía concentrada en su lectura. Y vaya... Debía admitir que aquel corte de pelo le sentaba bien. Corto al estilo que llevaban muchos de los hombres del reino, pero que en ella causaba un aire diferencial.

—¿Vais a decirme algo o simplemente vais a mirarme en silencio?

—¿Seguro que queréis correr el riesgo de que os diga lo que pienso? Creía recordar que eso era precisamente algo que os molestaba.

—Porque vuestro filtro es inexistente y deberíais empezar a medirlo si no queréis que os corten la lengua.

Los ojos plateados de Novara se despegaron de ella para admirar con cansancio el sol desaparecer del cielo y las estrellas ocupar su lugar por él. En la brisa intensificada y en como los árboles del patio bailaban ahora con más fuerza ante el cambio de temperatura que empezaba a darse al anochecer.

—Es tarde, debería marcharme a mis aposentos. No quiero ser más molestia de lo que ya soy.

Al separarse de la pared, Novara vio como Elyan echaba la cabeza hacia atrás al tiempo que dejaba escapar un bostezo, sus brazos se estiraron hasta que sus manos se quedaron tras su cabeza. Los ojos ambarinos de la capitana la miraron entonces en silencio, con el rostro serio tratando de disimular los mil pensamientos que corrían tras aquella mirada.

—No haréis tal cosa.

—¿Disculpad? Creo que tengo derecho a dormir, eso es algo que no podéis negarme y...

—¿Queréis encontraros con el comandante Baito? Es su hora de deambular por el palacio con una copa en mano y divertirse con las sirvientas.

—Yo puedo encargarme de ese hombre perfectamente. Si trata de hacerme algo, lo mandaré bajo tierra antes de que pueda tocarme.

Elyan solo sonrió con cansancio antes de ponerse en pie con pereza, dejando que sus botas hicieran un extraño sonido contra el suelo, tal vez por la gravilla que aún quedaba en sus suelas. Se movió perezosa dejando el libro sobre el montón que se encontraba en el sillón que antes había usado de respaldo y con pasos perezosos se acercó hasta ella colocándose el cabello hacia atrás.

—No quiero tener que darle explicaciones a Leyna de porque su padre ha terminado, como mínimo y probablemente, mutilado. Menos aún a la reina o a la princesa.

—Vuestros soldados podrían acompañarme a la habitación si no os fiais de mí.

—¿Para que les deis esquinazo a la primera que podáis? Por favor Novara, empiezo a ver vuestros trucos y conmigo no funcionan.

—¿Estáis segura de ello? Yo diría que hasta ahora he conseguido todo lo que me he propuesto, tanto de vos como del resto de esta Corte. —Murmuró con aire retador la chica para alzar la barbilla y encontrarse con la capitana que la miraba con cansancio.

—Entonces esta será vuestra primera derrota. —Sentenció Elyan clavando sus dedos en el hombro herido que permanecía vendado y con el cabestrillo casero haciéndole retroceder un paso entre caras de dolor.

—¿A qué os estáis refiriendo?

—Vais a quedaros aquí, no pienso perderos de vista ni dejaré que la información que encontremos deambule por el palacio. Esta es una misión que la misma corona nos ha encomendado y en un lugar como este todo tiene ojos y oídos.

—Así que no os fiais de los vuestros...—Sonrió Novara analizando cada una de las palabras de la mujer.

—Llamarlo como queráis, pero vais a sentaros en ese sofá a leer hasta que os consuma el cansancio.

El cuerpo de Novara se deslizó a la derecha, dejando a la capitana ir en dirección al pequeño baño que se encontraba cerca de su cama, para así observar la cantidad innombrable de libros que había desparramados por la estancia entre todos los asientos.

¿Y dónde se suponía que iba a dormir? Había documentos por todas partes y para ser sincera, si dormía en el sillón o en el sofá, podría caerse y hacerse aún más daño en el brazo herido. Pero si una cosa tenía clara es que no iba a pedirle nada a la capitana. No cuando era tan borde como un perro malhumorado.

Escapar...tal vez ahora era una oportunidad. Pero tampoco le iba a resultar muy útil, simplemente la pondría de mal humor y sería aún peor tener que discutir con ella ahora que el cansancio caía sobre sus hombros.

Cargó con algunos libros para ir despejando, al menos, un sillón. Tras dejar este libre, se quedó con un viejo tomo que tenía hojas sueltas sobre sus piernas al tiempo que se recostaba sobre el asiento y observaba la luz de la luna llena colarse por el ventanal y hacer de luz natural.

Sin duda, debía admitir que aquel lugar era hermoso. Algo que no podía decir de lo poco que recordaba de su hogar, de aquel lugar sacado de una pesadilla invernal.

Elyan se limpió la cara varias veces con la intención de despejarse, pero el agua fría del cuenco de mármol no hizo efecto sobre el agotamiento que la corroía por dentro, por lo que una vez la toalla llegó a sus manos, se limpió la cara con ella para salir a la estancia.

Sabía que Novara estaba herida y que lo mejor sería que durmiera en un lugar seguro y cómodo para ese brazo herido. Pero con lo terca que era dudaba mucho que dejase ser ayudada por nadie, al menos que no fuese Usla.

—No quiero discutir, pero puedes dormir en mi...

Los ojos ambarinos de la capitana se posaron entonces sobre la chica que con el libro abierto que reposaba sobre su estómago y su cabeza echada hacia delante dejaba en evidencia que también había caído dormida. Tal vez por el dolor y la medicación que Usla le había estado proporcionando estos días.

Trató de no hacer demasiado ruido al acercarse y así poder quitarle el libro de encima, tratando así de acomodarla en el sillón que había escogido para dormir. Tenía muy claro que esa chica no le caía bien y que escondía más cosas de las que dejaba ver o decía contar. Entre ellas, el extraño misterio de la muerte de todos sus amigos. ¿Tal vez fuera una asesina? Probablemente, pero hasta entonces debía tratarla como su princesa le había ordenado.

Allí parada, frente a Novara, Elyan la observó en silencio en mitad de la sala al tiempo que recogía una manta blanca. La chica respiraba tranquilamente con la cabeza echada hacia un lado, durmiendo plácidamente. Con cuidado, dejó la manta sobre ella y tras taparla, se sentó en el sofá que había justo enfrente y que estaba cargado de libros.

Tras apartarlos a un lado, Elyan se cruzó de brazos sin apartar la vista de aquel extraño colgante que llevaba puesto, aquel que le había quitado a uno de los cadáveres del incendio. Y tal vez fueran imaginaciones suyas, pero juraría por Kayrak que vibraba ligeramente... pero no podía ser cierto, no era más que una baratija y probablemente se estuviera moviendo por la respiración de la chica. ¿Verdad...?

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