Capítulo 8. Parte I
El camino hacia las Montañas del Este fue más sencillo una vez superada la persecución de los golems de la arena; pero el cansancio hacía mella en los viajeros de la primavera, pues no estaban acostumbrados al clima tan arduo del desierto de Shanarim. La más afectada por la proximidad de las montañas era Soleys. Cuanto más se acercaban, más aumentaban sus temores.
Al finalizar el quinto día de viaje, divisaron las faldas de las Montañas del Este que Anders y Alerigan celebraron con alegría. Por el contrario, ella solo podía recordar que su pesadilla estaba cada vez más cercana.
Los chicos levantaron el campamento esa noche con mucho más ánimo; su viaje estaba llegando a su fin y lo único que les esperaba tras las montañas eran las tan esperadas respuestas. Alerigan había salido a cazar un par de aves con la ayuda de Canela y su destreza con el arco. De un tiempo a esta parte permanecía más próximo a Canela, pero a la vez más alejado de Anders y Soleys. Estaba claro que el tema de la magia le había afectado hasta el punto de temer a sus propios compañeros de viaje.
-Creo que nunca me volverá a mirar con los mismos ojos -dijo el bardo a Soleys, cabizbajo.
-Tienes que entenderlo, le aterra la magia. Dale un tiempo y volverá a ser el de siempre. -La chica estaba poniendo un caldero en la hoguera-. Anders, ¿crees que aprenderás a controlar esa magia tan poderosa?
-Ni siquiera sé en qué consiste en realidad, pero no le tengo miedo. A fin de cuentas le debemos la vida, sea lo que sea.
El joven se sentó junto a la hoguera, no por el frío, sino más bien buscando un refugio en la luz. Las noches del desierto eran tan oscuras que no entendía cómo su hermano y el fanghor podían moverse por allí.
-Es cierto. Está claro que no nos quiere hacer daño. -Soleys tuvo una idea-. Oye, Anders, aprovechando que Alerigan no está por aquí, ¿estás dispuesto a probar una cosa?
-¿Vas a sorprenderme otra vez? Creo que eres mucho más de lo que pareces...
Anders ya no sabía qué pensar en relación a la mujer que tenía ante sus ojos. Antes era una falsa curandera y ahora él la veía como una hechicera majestuosa. Después de la cura milagrosa de su pierna, no había tenido ningún problema para moverse, ni una mínima secuela. ¿Cómo era posible?, se preguntaba todo el tiempo.
-Una vez me enseñaron a conocer la magia oculta a través de los objetos. Existen muchos objetos que son encantados por hechiceros y ocultan grandes poderes mágicos, y sin duda ese cuerno es uno de ellos.
-¿Quién te enseñó esa habilidad?
-Eso no importa ahora -sacudió la cabeza en gesto de negación-, lo único que tienes que saber es que debes abrir tu mente, cerrar los ojos y concentrarte en el objeto que tienes ante ti, yo me encargaré del resto. ¿Confías en mí?
-Salvaste mi pierna, creo que por esta vez me arriesgaré. Confío en ti, Soleys -dijo Anders sonriente.
El caldero se quedó solo, soltando humaredas de olores extraños en el fuego, mientras ella se acercó al chico, dejando el resto del mundo a su espalda.
-Muy bien, cierra los ojos y concéntrate. Todo saldrá bien.
Anders obedeció. Se abstrajo de todo cuanto le rodeaba y solo dibujó en su cabeza el cuerno que él mismo había fabricado. De repente se sintió transportado a otra dimensión, se hizo más ligero y sintió que flotaba. Entonces, la voz de Soleys surgió melódica dentro de su propia cabeza.
-Ahora, Anders. Abre los ojos.
Cuando lo hizo, se encontraba en un lugar muy extraño: el aire, la consistencia del suelo era diferente. Hacia arriba se dibujaba un cielo estrellado nocturno, de un color violáceo brillante. La tierra era dorada como la del desierto, pero más blanda, se hundía bajo sus pies. A lo lejos divisó un riachuelo con aguas que cambiaban de color a cada momento y se precipitaba hacia el vacío, pues Anders se encontraba en un fragmento de tierra, flotando en medio de la nada. No había más que cielo sobre su cabeza y cielo bajo la tierra; pero a su alrededor aparecían más fragmentos de mundo que se movían, se acercaban y se alejaban los unos de los otros.
De pronto, comenzó a formarse de la propia tierra un ser gigantesco, con ojos dorados y rasgos casi humanos. «El propietario del brazo, claro», pensó Anders al ver cómo se constituía un ser completo, tan grande como la montaña más alta que jamás hubiera visto en su vida, o eso le parecía desde su porción de tierra flotante.
-Bienvenido a mi morada, mortal. -La voz retumbó en el interior de la cabeza del bardo-. Vos debéis de ser mi nuevo amo y señor.
-¿Tu señor? ¿Yo?
-Así es, fui llamado en vuestro auxilio y acudí. Os debo mi existencia, me liberasteis de mi prisión de madera. Llevaba una eternidad en el interior de ese árbol.
-Pero... ¿qué eres? Nunca había visto nada parecido.
-Soy un Espíritu de la Madre, el Espíritu de la Tierra, y estoy a tu servicio, acudiré cada vez que hagáis sonar el cuerno de la tierra -dijo el ser haciendo una reverencia con su cuerpo descomunal, casi imperceptible a los ojos de Anders.
Una vez hecha la cortesía, el gigante alzó la vista y abrió los ojos por primera vez, unos ojos que parecían pozos de vacío. Se quedó mirando a Anders con una expresión de sorpresa y contrariedad.
-¿Cómo es posible? Eres un... ¡un humano! -dijo el gigantón levantándose por completo. Su voz retumbaba y el muchacho sintió que le golpeaban la cabeza desde dentro-. ¡Es imposible!
-¿Por qué? Tú mismo lo has dicho: yo te he liberado.
Ahora sí que empezaba a preocuparse una vez vista la reacción del gigante ante la presencia de un humano en su mundo. Algo iba mal.
-Los humanos nunca serán bien recibidos en este lugar, sois los descendientes del traidor. ¡Márchate! -gritó el gigante, amenazador.
Anders no veía escapatoria posible, Soleys le había enseñado a entrar, pero no a salir. En aquel momento, una de las islas flotantes se acercó lo suficiente hacia donde se encontraba y vio una vía de escape. Corrió en esa dirección seguido del gigante, y saltó con todas sus fuerzas hacia la otra isla que ya se estaba alejando.
Cayó de bruces en el suelo y se levantó todo lo rápido que pudo, pero el gigante se había quedado en la otra isla, mirando cómo Anders se alejaba. Era el momento de entablar conversación desde una distancia de seguridad.
-Te equivocas conmigo -dijo Anders-, yo no defiendo el pasado de los humanos, todo lo contrario, creo que se equivocaron por completo con los lia'harel.
-Tú no entiendes nada, humano. Tu raza pervirtió a los hijos de la Madre, los hizo huir de la tierra y unirse a ellos en su mundo de destrucción. -El gigante hablaba con un odio ferviente.
-Pero no todos los humanos somos iguales, yo no pretendo dañar a la tierra y respeto a la Madre. Además, tú mismo has dicho que yo no debería estar aquí y, sin embargo, aquí me tienes, ¿no te hace pensar eso?
Cada vez la isla de Anders se alejaba más y esto lo obligaba a gritar más alto. El gigante se quedó en silencio durante un momento, parecía que el humano estaba consiguiendo lo que quería: hacerle dudar.
-Y ¿cómo puedo saber que eres digno de obtener mi poder, humano? -dijo el gigante con desconcierto.
-Eso es decisión tuya. Quizá nunca llegue a ser digno de ese poder del que hablas, pero podemos ponernos a prueba ambos y ver qué pasa a continuación-. El joven bardo creía tener la clave para llegar a un acuerdo-. Te propongo algo, espíritu. Viaja conmigo en el mundo de los humanos: ve a través de mis ojos y vive a través de mí. Y una vez que hayas visto lo suficiente, decide qué hacer.
-¿Qué pasará si decido que no eres digno de mí, mortal?
-Entonces romperé el cuerno y te dejaré ser libre para hacer lo que quieras -dijo con mucha seguridad.
-¿Me... me liberarías de mi carga?
-Así es, como ya te he dicho es tu decisión, pero te pido que vivamos unos momentos juntos para que puedas ver que los humanos no somos lo que tú crees que somos.
Las islas flotantes continuaban alejándose hasta que llegaron a una distancia en la que el gigante no parecía tan grande. Con el último discurso de Anders, su tierra se detuvo y retrocedió acercándose de nuevo al Espíritu de la Madre.
-En ese caso, lo haré -soltó el gigantón al ver la cara de terror del humano que se le acercaba-. Pero no podrás llamarme, ni darme órdenes hasta que yo decida si me quedo a tu servicio.
El espíritu no confiaba para nada en los humanos y esto impediría que la relación con Anders fuera a mejor, pero el chico no perdía la esperanza.
-Y... ¿cuál es vuestro nombre, espíritu?
-¿Mi nombre? Ninguno de mis señores me lo había preguntado nunca, me temo que llevo tantos siglos sin pronunciarlo que no lo recuerdo. Creo que empezaba por Koreg...
Los dos trozos de tierra se unieron con un suave roce que no llegó a desequilibrar a ninguno de sus ocupantes.
-Pues entonces te llamaré Koreg. -Anders se sentía triunfante y por un momento olvidó la confusión que le provocó tener ante sí un Espíritu de la Madre, la diosa en la que no creía-. Entonces, el trato está sellado. Tú te encargarás de hacérmelo saber cuando hayas tomado tu decisión.
-Muy bien, humano. Pero antes de marcharme quiero advertirte de algo: ese lia'harel con el que viajas es peligroso y no deseo tener que salvaros de nuevo.
-¿Te refieres a Nym? Ella ha estado dormida desde que la encontramos, no es peligrosa.
-Te equivocas, humano insensato. Dormida sí, pero el peligro acecha. Demasiado tiempo estuvo unida a mi prisión. Alejaos de ella en cuanto podáis, mi magia no servirá de nada contra ese ser.
Cuando Anders abrió los ojos, tenía a Soleys a dos centímetros de su cara, mirándolo concentrada, buscando indicios de alguna pista sobre lo sucedido en su mente. Anders retrocedió nervioso y se sonrojó.
-¿Y bien? ¿Qué ha pasado? -dijo ella impaciente, ignorando la incomodidad del otro.
-Es... es un Espíritu de la Madre -trató de recuperar la compostura-, el Espíritu de la Tierra, dice que yo lo he liberado y que debería ser su señor ahora, pero no se fía de nosotros.
Anders le explicó todo lo que había tenido que hacer para convencerlo de que aceptara convivir en su mundo por un tiempo y quizá algún día estar al servicio de un humano.
-¡Lo sabía! Había oído hablar de los espíritus, pero creí que habían dejado Miradhur. Las leyendas hablan de que estaban al servicio de los lia'harel cuando vivían en los bosques, pero que luego los abandonaron, avergonzados porque estos hubieran renunciado a los bosques. Eran cuatro seres majestuosos: un espíritu de Tierra, otro de Agua, otro de Viento y uno de Fuego. Eran los protectores de esta raza, pero se sintieron muy ofendidos y traicionados, y se decía que se habían marchado para siempre.
-Pero entonces no tiene ningún sentido, ¿cómo iban a aparecer al servicio de los humanos? Él mismo estaba muy extrañado por mi presencia en su hogar.
-A lo mejor tú no eres simplemente un humano normal y corriente, Anders. Puede que seas más especial de lo que piensas.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro. El chico nunca se había creído especial en ningún sentido, pensaba que era uno más: primero uno más de los niños callejeros, luego uno más de los aprendices de Glerath, y luego uno más de los Hijos de Dahyn, pero ¿y ahora? ¿Qué era realmente ahora?
Hoy todo era distinto, había decidido guardarse las advertencias de Koreg para él mismo; si se lo decía al resto, con toda seguridad decidirían abandonar a Nym sin obtener respuestas.
-¿De qué hablabais, chicos?
El cazador apareció con Canela, cargando con dos animales para la cena.
-Hemos descubierto qué era esa cosa que salió de la tierra y nos salvó la vida. Se trata de un Espíritu de la Madre. -Anders le contó todo lo que sabían de esos seres y lo que Koreg había dicho sobre su raza.
-Pero... ¿cómo habéis descubierto todo eso? -El guerrero se mantenía receloso.
-Me lo dijo él mismo, se ha dirigido a mí a través de mi mente -mintió el bardo, creía que era mejor no desvelarle que Soleys había utilizado de nuevo sus habilidades.
-Sigo pensando que es peligroso. Su desconfianza hacia los humanos lo puede llevar a traicionarnos e incluso a intentar matarnos, y ya hemos visto lo que es capaz de hacer -dijo Alerigan señalando al cielo, donde aún estarían dando vueltas los golems.
-Lo sé, pero creo que podemos hacerle cambiar de idea, ¡podemos hacer que confíe en los humanos!
Los hermanos continuaron discutiendo por un largo tiempo. Anders tenía fe en su capacidad de convicción, mientras que Alerigan desconfiaba de todo lo relacionado con la magia y con ese cuerno.
-¡Basta ya! -gritó Soleys, que no podía seguir escuchándolos-. ¿Qué os parece si nos olvidamos del tema un rato y cenamos con calma? Estoy un poco preocupada por Nym, lleva demasiado tiempo dormida y sin comer. Le estoy dando algunas de mis pócimas revitalizantes para mantenerla fuerte, pero no sé cuánto tiempo aguantará en ese estado. -La chica miraba a la lia'harel, que debía de mantenerse con la mente lejos de allí, acurrucada en su manta.
Anders decidió dejar el tema y centrarse en preparar algo de comer, mientras Soleys le daba un poco de agua a la chica enferma.
La cena transcurrió en silencio, todos concentrados en terminar lo que tenían en el plato hasta que Anders no pudo más y terminó por preguntar lo que llevaba días dándole vueltas.
-Soleys, si eres parte de la tribu de los Circulantes, ¿por qué no llevas la marca como el resto de tu familia?
A la pregunta, solo le siguió el silencio y la expresión triste de una mujer atormentada.
-Porque no soy un Circulante -dijo ella con un dolor que se podía oír entre los silencios que aparecían tras cada palabra-. Huí de mi hogar, si es que a eso se le podía llamar hogar, y Kindu me acogió como si fuera hija suya.
-¿Y de dónde provienes?
-Déjalo, Anders. No quiero hablar del tema... por favor.
Soleys se levantó sin terminar su cena y se marchó hacia el carro. Los dos hermanos acordaron que no volverían a tocar el tema en mucho tiempo. Ella decidiría cuando estuviera preparada para hablar.
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