Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12


El bosque estaba tranquilo, la niebla corría haciendo zigzag entre los troncos, jugueteando con el aire frío y húmedo del ambiente. La noche estaba despejada y, a través de la frondosidad de los árboles, se veía un cielo iluminado solo por la gran luna llena y sus hermanas, las estrellas.

Glerath estaba sentado en medio del claro, con las piernas cruzadas, esperando. No sabía a qué atenerse con el mensaje que había recibido, pero el punto de encuentro era demasiado cerca del gremio y eso le provocaba un profundo estado de nervios.

La mañana anterior había estado paseando por el patio viendo a sus hermanos entrenar con dureza, pues desde que se habían levantado rumores de guerra, los Hijos de Dahyn estaban a la espera de que hubiera una sublevación. Entonces uno de ellos se había acercado a él con una nota.

—Maestro, han traído este mensaje para vos. —Gracias, hijo.

Cuando la abrió únicamente decía: «Reúnete conmigo en el bosque esta noche. Ven solo, no quiero problemas. V». No necesitaba leer más para saber de quién se trataba. Corrió hacia la puerta del gremio, pero ya no había nadie.

—¿Quién te dejó esta nota? —Glerath tenía una expresión dura, tensa, por lo que el muchacho se asustó.

—No... no lo sé señor. Era un anciano con un bastón. Dijo que vos sabríais de quién se trataba. Entonces, el líder de los Hijos de Dahyn respiró hondo; no era culpa del pobre chico que había
hecho de recadero.
—Tranquilo, hijo. Sé de quién es, solo quería asegurarme si aún seguía aquí para hablar con él. Buen trabajo. —Se marchó hacia sus aposentos.

Ya su mente había vuelto al bosque, no importaba el pasado pues ahora mismo se iban a encontrar si él cumplía su promesa. Y así fue porque nada más levantar la mirada, Glerath vio a su viejo amigo de pie, frente a él, tan sigiloso como siempre.

—Bonita noche, ¿verdad? —dijo con total naturalidad.

—Sí, eso parece. Y lo que también parece es que no has cambiado nada en absoluto, Vryëll. —Glerath se puso en pie, para estar a la misma altura que su enemigo, aunque este era bastante más bajo que él y más delgado, pero quien lo había visto en combate sabía que su apariencia no era ningún dato relevante.

—Bueno, amigo mío, los tiempos cambian y uno tiene que adaptarse como puede —dijo sentándose en el suelo y dejando a su lado tanto el escudo como la espada—. Por ejemplo, tus chicos han mejorado mucho desde que eres el maestro. Mi más sincera enhorabuena.

Glerath frunció el ceño, tratando de contener la rabia que le recorría las entrañas. —¿Cómo puedes ser tan cínico? ¿Cómo pudiste...?

—Lo siento. No quería matarlos, pero estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

—¿Esa es tu excusa? Creía que eras diferente a tu raza, pero ya veo que me equivocaba por completo.

De pronto, la apariencia de tranquilidad de Vryëll se vio alterada.

—Ni se te ocurra volver a compararme con esos monstruos —dijo apretando los dientes—. Tuve que matarlos porque fueron ellos quienes me atacaron primero, yo solo me defendí.
—Déjate de tonterías y dime de una vez por qué me has hecho venir al bosque. Quiero volver con los míos cuanto antes.

Vryëll se levantó y se quedó frente a él.

—Tus hombres han secuestrado a alguien de los nuestros, y quiero que me la devuelvan sana y salva.

—¿Qué? Eso no es cierto, ningún miembro del gremio ha secuestrado a nadie.

—Sí, en la Montaña Nubia, se llevaron a un lia'harel, una mujer. —De pronto Vryëll bajo el tono, amenazador—. Mira, Glerath, he venido aquí porque no quiero que haya más problemas, no quiero que vivamos el pasado de nuevo. Devuélveme a la chica y nadie se enterará de esto, te doy mi palabra.

—¿En la Montaña Nubia? —preguntó Glerath, confundido—. Dos de nuestros hermanos que fueron destinados a allí desaparecieron hace semanas, por eso envié al grupo que tú... —Se quedó en silencio.

—¿Me estás diciendo la verdad? Si me mientes no me quedará otra opción que informar al Sumo Sacerdote, y ya sabemos lo que eso supondrá.

El Catalizador no había querido recurrir a esa opción. Involucrar en aquello al líder de los atherontes solo podía significar el desastre: la muerte de los humanos y, con toda seguridad, la suya propia si se enteraba de esa pequeña reunión.

—¡Es la verdad! Los hemos buscado por todas partes y no hay ni rastro de ellos. Créeme, si supiera dónde están ya los habría traído de vuelta a casa yo mismo.

Ahora parecía que las piezas empezaban a encajar para el maestro del gremio. Sus muchachos debieron de encontrarse con esa mujer y por eso andaban perdidos, pero no tenía ni idea de hacia dónde se habían dirigido.

—Entonces debemos encontrarlos antes de que lo haga el Sumo Sacerdote, por el bien de todos —dijo Vryëll.

—¿Tú vas a ir a buscarlos? ¿Y qué harás cuando los encuentres?

—Eso no depende de mí, es decisión de ellos. Si oponen resistencia ya sabes lo que pasará, Glerath. —Se encogió de hombros.

Si Vryëll los encontraba y seguían vivos, podía ver con exactitud lo que sucedería: Alerigan le plantaría cara y moriría. El Catalizador era un guerrero despiadado y estaba a un nivel muy superior al de su muchacho y al de cualquier guerrero de la tierra. Aún recordaba cuando, siendo un muchacho, se enfrentó a él, cómo ambos habían combatido hasta desfallecer. Pero habían cambiado muchas cosas desde aquellos tiempos.

—Creía que ibas a dejar a los atherontes. La última vez que te vi era lo que tenías en mente. —Sí, esos eran mis planes. Pero las cosas no siempre salen como uno espera, viejo. —Estaba

claro que Vryëll se arrepentía mucho de seguir al lado de sus hermanos de sangre. —¿Qué te hizo cambiar de idea? Tenías las cosas muy claras.

—Las cosas no son tan sencillas como te crees... Nunca podré separarme de ellos. —Siempre hay una salida —dijo Glerath.

—Sí... La muerte, viejo amigo.

Vryëll recogió sus armas y se las colgó a la espalda, y reanudó el camino hacia el bosque.

—¡Espera! —gritó el maestro.

Pero ya era demasiado tarde, el enorme escudo que cargaba a la espalda ya había desaparecido entre la maleza del bosque, dejando a Glerath solo y preocupado.

Las cosas se ponían feas para los Hijos de Dahyn.

La chica se había recuperado del desmayo sufrido entre los escombros de la Colmena y se había pasado toda la noche anterior durmiendo o inconsciente, no lo sabían con exactitud. Al principio nadie supo qué hacer al verla allí tirada, pero enseguida Soleys reaccionó y la recogió del suelo.

—¡Por la Diosa! No os quedéis ahí parados y llevémosla a un lugar seguro. ¡Esto podría volver a explotar!

Solo entonces Anders volvió en sí y ayudó a su compañera a coger a Nym y alejarla del lugar, mientras el otro chico seguía allí, parado como una estatua de mármol.

—¡Vamos, Alerigan! ¡Muévete de una vez! —le gritó su hermano, mientras corría con la chica en los brazos.

Fue entonces cuando Alerigan reaccionó y siguió a sus amigos, huyendo de los derrumbamientos que continuaban en la zona. Canela lo empujó para que se subiera sobre él y huyeron al galope, al igual que hizo el resto sobre la Bestia Indomable.

Y ahora allí se encontraban, tras un día de viaje desorganizado con Nym al fin despierta mirándolos fijamente, entre asustada y curiosa. Anders tenía tantas preguntas que no sabía por dónde empezar. Soleys también estaba a su lado esperando oír lo que tenía que decir tras varios días de viaje durmiendo. Sin embargo, Alerigan se había marchado con Canela y ni siquiera se veían a lo lejos en medio del desierto.

El bardo pensaba que no era el momento de preocuparse por su hermano. Lo conocía y sabía que volvería en algún momento, cuando se sintiera con fuerzas para enfrentarse a la nueva situación, pero no sabía que haría esta vez: su lago, donde ahogaba las penas, ahora se encontraba a muchos kilómetros de distancia.

Soleys no aguantaba más esa situación y veía que el otro chico estaba también disperso, así que decidió romper el hielo.

—¿Cómo te encuentras, muchacha?

—Yo... bien, estoy un poco dolorida, y noto un zumbido extraño dentro de mi cabeza —dijo Nym, tocándose la sien izquierda—, pero creo que es del golpe que me he dado.

Tenía una voz tranquilizadora y melódica. Anders había soñado con escuchar esa voz desde que la había visto por primera vez y, a pesar de las expectativas, no lo había decepcionado.

—Te daré algún remedio para el dolor y te recuperarás enseguida, no te preocupes. —Soleys le sonrió con candidez, creía que debían ganarse la confianza de la chica por todos los medios—. Bueno, es el momento de que nos hagas las preguntas que quieras, te responderemos con total sinceridad, así que ¡adelante!

Nym se tomó un momento para reflexionar mientras se fijaba en los dos extraños que tenía ante ella. A la única persona que recordaba era al otro hombre, al que había desaparecido después de que ella se hubiera desmayado. Estaba asustada, pero había algo que la empujaba a confiar en aquella gente; de alguna forma le habían salvado la vida.

—¿Quiénes sois?

—¡Buena pregunta! Ni siquiera nos hemos presentado. Yo soy Soleys, y él es Anders. — Mientras hablaba, le dio un golpecito con el codo para que reaccionara de una vez.
—Y ¿dónde estoy ahora mismo? —dijo mirando alrededor, no reconocía nada del ambiente, no recordaba haber padecido tanto calor en toda su vida.
—Te encuentras en medio del desierto de Shanarim, al otro lado de la Montaña Nubia. —¿Y qué hacemos aquí?

—Eso... ¡buena pregunta! Pero tranquila, aquí, mi compañero, te lo explicará todo.

La Circulante le lanzó a Anders una mirada inquisidora, estaba claro que Nym tenía muchas dudas y ella no podía resolvérselas todas. Entonces, el chico decidió que era su momento de hablar.

—Mi hermano y yo te encontramos en la Montaña Nubia. Estabas encerrada en una especie de... prisión o algo así, y te liberamos, aunque aún no sabemos cómo lo hicimos.

Al joven le costaba hablar ante la atenta mirada de aquella chica. Era delicada, inocente y se mostraba extremadamente curiosa. Nunca había tenido un público tan entregado a sus historias, ni tan peculiar, todo sea dicho.

—¿Tu hermano? El otro chico... —susurró para ella misma.

—Después de eso llegamos a Shanarim y fuimos acogidos por los Circulantes, unos nómadas que viven aquí en el desierto, donde conocimos a Soleys —le explicó Anders.

Una vez que comenzó a contar la historia, no pudo parar. Le relató todo lo vivido con pelos y señales: le habló de Kindu y de su gente con gran admiración, le contó la historia del Joqed y lo impresionados que se habían quedado, incluso le habló de la Bestia Indomable, con lo que ella no pudo reprimir una sonrisa, dulce, muy infantil. La relación se iba estrechando entre ellos poco a poco, y la chica había aprendido a confiar en él. Entonces Anders supo que era el momento de conseguir las respuestas que tanto tiempo llevaba esperando.

—Ahora, si no te importa, me gustaría preguntarte algunas cosas.
—¡Claro! Te responderé encantada —dijo Nym sonriendo.
—¿Recuerdas tu nombre?

La verdad es que no se había parado a pensar en ello, estaba tan sumida en la historia de sus nuevos amigos que olvidó por completo todo lo relacionado con ella misma.

—Lo cierto es que no. —La expresión alegre de su cara cambió.

—¿No recuerdas nada de nada? —Soleys, que hasta entonces había fingido estar ocupada, entró en la conversación. Empezaba a estar preocupada. Si Nym no recordaba nada, ¿qué harían a continuación?

—No. Lo último que recuerdo es... al chico que me liberó, a tu hermano, Anders. —Volvió a tocarse la sien izquierda—. Recuerdo una luz, y entonces estaba él... no... no recuerdo nada más hasta que me desperté en aquel cementerio de escombros, donde nos encontramos. Yo estaba debajo de todo aquello y tenía miedo, ¡y no podía salir!

Entonces sintió una punzada muy fuerte en cabeza que casi le hizo perder el conocimiento de nuevo, pero Soleys acudió rauda con un vaso de algún mejunje con un sabor ácido y salado, con una consistencia entre sólida y líquida.

—Tranquila, Nym. Esto te aliviará ese dolor y podrás irte a descansar un poco, que lo necesitas. Ya seguiremos hablando en otra ocasión —dijo ella, poniéndole una mano sobre el hombro, mientras la chica se tomaba aquella pócima.

—¿Nym? —dijo, extrañada.

—¡Ah! Sí, es el nombre con el que te puso Alerigan cuando te encontramos. Desde entonces te hemos llamado así, ya que no sabíamos nada de ti —soltó Anders con una risita vergonzosa.

—Tranquilo, ¡me gusta mucho!
La chica se fue a dormir con una sonrisa, ahora tenía un nombre: «Nym», y se lo había puesto su salvador. Aquella noche soñó por primera vez desde que ella recordaba, y solo había una persona presente en sus sueños.

Alerigan y Canela se encontraban en una estructura rocosa en medio de la arena, observando sentados cómo moría un día más. El animal entendía que su jinete estaba huyendo, pero lo comprendió y lo alejó lo más que pudo de la situación que le estaba provocando semejante malestar.

Desde que se habían convertido en jinete y montura, Canela estaba más cerca de Alerigan y comprendía del todo su estado de ánimo, incluso podía escuchar sus pensamientos cuando estaban cerca. En aquel momento la mente del chico era un nido de dudas y miedos, y se volvía doloroso estar en su interior, por lo que ella se dedicó a estar a su lado proporcionándole apoyo.

—¿Qué me está pasando? ¿Por qué siento tanto miedo? —dijo el joven sin apartar la vista del cielo.

Se dejó caer sobre la roca, con los brazos tras la cabeza, esperando que de alguna forma todo aquello desapareciera.

El fanghor no podía hablarle, pero sí podía mostrarle cosas en su mente, hacerle pensar. Entonces en la cabeza de Alerigan apareció lo que ella había visto cuando Nym surgió de entre los escombros. Se vio a sí mismo petrificado mirando a la muchacha, y la vio a ella, tan malherida y a la vez tan hermosa y resplandeciente.

—Esto es una locura... No tengo ni idea de cuál podría ser nuestro siguiente paso. Encima he dejado a los demás solos con todo este problema. Tenemos que volver, Canela.

Alerigan se levantó con decisión. Sí, tenían que volver con sus compañeros, estaba siendo egoísta. Ahora mismo no veía ninguna salida, pero enseguida recordó a Kindu y a los Circulantes; ellos los ayudarían hasta que tomaran la decisión de hacia dónde dirigirse.

El fanghor y su jinete cabalgaron de nuevo hacia donde habían dejado a sus compañeros de viaje.

Cuando el guerrero de la primavera volvió al campamento, los compañeros estaban recogiendo todo para continuar el viaje. Al principio se había quedado en la distancia, observándolos. Ahora Nym se movía con soltura entre Anders y Soleys, hablaban y se sonreían los unos a los otros. Estaba claro que en el tiempo que él había estado lejos con Canela, habían estrechado lazos. Tenía miedo de que ahora él fuera un extraño entre el nuevo grupo de viajeros.

Pero al final se decidió a volver con los suyos. Cuando llegó, Anders lo miró feliz de que al fin hubiera vuelto con ellos.

—Bienvenido de nuevo, hermano. —Gracias —dijo Alerigan con un cabeceo.

Entonces, las dos chicas se bajaron de la parte posterior de la Bestia Indomable. Nym se quedó mirándolo de nuevo, sin saber qué hacer. Alerigan tampoco tenía muy claro cómo reaccionar ante aquellos ojos amarillos que se le clavaban como agujas.

Ella se le acercó con timidez.
—Anders y Soleys me han contado todo lo que habéis pasado por mi culpa —dijo con voz suave—, y quiero que sepas que lamento mucho todo el daño que os haya podido causar.

Alerigan no sabía qué decir, sonaba a una disculpa muy sincera por su parte.

—No... no ha sido culpa tuya. Nosotros decidimos ayudarte —le contestó con dificultad y terminó la frase con un carraspeo.

—Lo sé, pero aun así quiero que sepas que te estoy muy agradecida por lo que has hecho por mí. Gracias por liberarme. —Hizo una especie de reverencia torpe, que intentaba ser una muestra de respeto bastante cómica.

—No ha sido nada.

—¿Sabes? Me encanta el nombre que me has dado. —Sonrió, y Alerigan volvió a quedarse sin las pocas palabras que solía utilizar.

La chica volvió al lado de Soleys correteando, como una niña pequeña que sabe que ha hecho algo malo, y continuó ayudando a recoger el campamento. La Circulante se había quedado mirando al chico con una sonrisa burlona, a la que este respondió con un resoplido que pareció el relincho de un caballo, y fue junto a su hermano.

—Siento haberme marchado, Anders. Me vi un poco desbordado.

—No te preocupes. Te conozco demasiado y sabía que al final volverías con nosotros —dijo el bardo con una gran sonrisa—. Le he contado a Nym todo lo que hemos pasado hasta ahora, y se ha sentido muy culpable.

—Ya veo, ni siquiera te ahorraste el detalle del nombre, ¿verdad? —Alerigan estaba algo resentido. ¿Por qué había tenido que darle tantos detalles?

—No quería que se perdiera nada de la maravillosa historia de nuestro viaje. —Anders trataba de esconder el tono de burla sin éxito—. Además, la pobre no recuerda nada de su vida anterior al momento de su liberación y estaba muy asustada. Creí que sería importante crear un vínculo de amistad con ella para que no se sintiera sola.

—Así que tu maravilloso plan de reunir información sobre esa raza se ha ido al traste, ¿no es cierto? —Ahora era Alerigan quien se reía.

—Una vez más te equivocas. Tarde o temprano recuperará la memoria y yo estaré ahí para recabar la información necesaria.

—¿Y cuándo será eso?

Ambos dirigieron la vista hacia Nym, que acababa de conocer a Canela y estaba jugando con ella. El animal, tan grande como era, estaba tumbado en el suelo boca arriba, con la chica rascándole su enorme barriga y Soleys observando la escena entre risas.

Ninguno sabía qué había detrás de la historia de aquellas muchachas tan misteriosas que habían entrado en sus vidas de pronto, pero algo tenían que los empujaba a seguir a su lado, a seguir descubriendo cosas maravillosas de ellas.

—Además —comenzó Anders—, no me digas que este viaje ha sido en vano, con todo lo que hemos vivido y descubierto.

—No, no ha sido en vano —convino Alerigan sin poder apartar los ojos de Nym.
El grupo se encontraba sentado alrededor de una hoguera, cenando una vez más una pieza que había cazado Canela junto a su jinete. Nym devoraba la comida con ansiedad, llevaba mucho tiempo sin comer y todo le parecía delicioso.

—Bueno, ¿alguno ha decidido hacia dónde nos dirigiremos a continuación? —preguntó Soleys hablando con la boca llena, lo que hacía que fuera bastante complicado de entender.

—La verdad es que no lo había pensado todavía, y ¡deja de hablar con la boca llena! — respondió Anders, mirándola con asco.

—¡Perdonad mis pobres modales, alteza! —soltó ella abriendo mucho la boca, para que se viera la comida a medio engullir y salpicando con cada palabra—. Yo sí sé lo que voy a hacer: volver a casa, con mi gente.

Alerigan había pensado volver con los Circulantes y preguntarle a Kindu por lo que deberían hacer. El patriarca era un hombre muy sabio; seguro que sus consejos les ayudarían a tomar una decisión.

—¿Qué os parece si volvemos con los Circulantes, acompañamos a Soleys y por el camino pensamos qué hacer?

El chico no sabía si Anders tendría otra cosa en mente, o si Nym querría buscar a los suyos, pero la única opción que tenían ahora mismo como prófugos de la ley del gremio y acompañados de un Catalizador era volver con aquellos que no juzgaban a nadie y aceptaban a cualquiera que no deseara hacerles daño.

—No lo sé, ¿tú qué opinas, Nym? Supongo que si no recuerdas nada, no sabrás dónde están los tuyos, o hacia dónde ir.

A pesar de tratar de disimularlo, Anders no podía evitar que se notara las ganas que tenía de permanecer más tiempo junto a la lia'harel. A veces, cuando la miraba casi sin pestañear, hacía que se sintiera desnuda, pero no como si no llevara ropa, más bien como si ni siquiera llevara piel. Un escalofrío le erizó hasta los pelos de la nuca solo de pensarlo.

—La verdad es que me encantaría conocer a los Circulantes. Con todo lo que me habéis contado, tienen que ser maravillosos y, además, tenemos que acompañar a Soleys.

—¡Eh! A mí no me pongáis de excusa, que yo sé cuidarme solita —dijo esta todavía con la boca llena.

—Eso dices ahora, pero cuando me atacaron los golems de la arena, ¡bien que te escondiste detrás de Alerigan!

—¡Eres un mentiroso! —Se levantó, señalando a Anders con un dedo acusador.

—Yo soy testigo, ¡me querías utilizar de escudo humano! —Alerigan se metió también en la broma.

—Intentáis dejarme mal delante de Nym, no me lo puedo creer. Y yo que pensaba que erais unos caballeros de brillante armadura, ¡y a la mínima me vendéis!

Al final todos acabaron riéndose a costa de la pobre Soleys, pero incluso ella se unió a las risas de sus amigos, que no paraban de imitarla, gritando asustada por los golems.

Nym no entendía qué había unido a aquellas tres personas tan dispares, pero le gustaba lo que había entre ellos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro