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El juramento

El tiempo había pasado en un parpadeó, ya hacía un año desde aquel día, el día en que fijaron fecha para ser bendecidos por la deidad, donde juraríamos mantener el equilibrio entre nuestra nación.

Ahora estaba de blanco, parada frente al altar, junto a mis compañeros, muerta de miedo. Todo aquel en el reino que pudiera asistir, estaba. Sus miradas fijas en nosotros, expectantes del acontecimiento de la década.

A partir de hoy, tendría que llevar las labores de mi madre, me aterraba la idea, aunque Víctor me dijera que seguro era un prodigio, no sabía si pudiera con el cargo de alguien que tiene más desarrollado su don, no quería verlo de esa forma: como una carga, aun así, él había jurado velar por mi paz.

La música resonaba por todo el recinto, mientras, cada vez más gente llegaba y se reunía a los alrededores, la ceremonia estaba a punto de empezar. El silencio se hizo en el recinto cuando los violines dejaron de sonar, tres campanas resonaron: dando paso a los antiguos portadores, quienes llevaban las reliquias.

Mama me miro, cargada de tanta ternura antes de colocarme el manto divino y recargar su frente en la mía. Entonces lo pude ver, un hermoso paraje con flores doradas por todos lados, estas parecían emanar luz, era tan bello y calmado, que llenaba el alma de paz y diluía cualquier preocupación.

—Mi niña, por fin has podido conocer este hermoso lugar. Desde el día en que por fin te tuve en mis brazos, he querido que conozcas y ames aquello que me permitió tenerte en mi vida —beso suavemente mi frente —hoy, mi pequeña, has obtenido la bendición de nuestra deidad, convirtiéndote en la conexión de este reino con nuestra nación, ahora tu estas entrelazada con la diosa de la vida, como yo alguna vez lo estuve. A través de ti, llevara prosperidad a nuestro hogar.

La luz a nuestro alrededor se intensifico, a tal punto que no se veía nada, al menos nada más que un blanco pulcro. Aquel brillo fue atenuándose, hasta que pude volver a ver, ahora estaba de vuelta en el recinto, en mi mano había un loto dorado brillante, en mi madre uno rosa apagado, tres campanas volvieron a resonar, la euforia volvió a los asistentes, pues se auguraba paz y prosperidad.

El recinto se fue vaciando, pues todos se dirigían al primer baile que oficialmente daríamos, los antiguos portadores abrirían el evento, pronto nos fueron abriendo el paso en la plaza principal. Mama se miraba hermosa y elegante mientras bailaba con Papa, cordial al dar su pieza con el rey, pero tan gentil y dulce al tomar mis manos, guiarme lentamente en el baile que teníamos practicando hacia tanto tiempo.

Suavemente unió mi mano con la de Dereck, dando paso a nuestra parte, él era tan seguro, elegante y agraciado que me sentí algo de pena, pues estaba segura que me había equivocado en más de alguna ocasión, pero la duda fue disipada al ver la sonrisa de complicidad de mi compañero.

—Tranquila, lo hemos ensayado un millón de veces, olvídate de los demás y mírame a los ojos, aquí solo estas tú y tu guía.

La paz volvía a mi cuerpo, ya solo podía escuchar el sonido de la música y el recuerdo de las risas de aquellas veces donde practicábamos una y otra vez, cuando Dereck dijo que ya estaba harto de su papel, que ahora quería ser la linda doncella de la vida mientras se colocaba el manto con el que yo practicaba y le preguntaba a Víctor si era una chica linda.

Sin darme cuenta, nuestra pieza había acabado. Víctor hizo una reverencia antes de tomar mi mano, era tan firme y determinado a la hora de guiarme, al hacerme dar tres vueltas continuas, trastabille, pero el detuvo mi caída y no solo eso, lo hizo parecer parte de la pieza.

—No pienso dejar caer a una colega —susurro mientras sonreía.
Ahora, plenamente confiada, me deje guiar por los pasos que me iba dictando, podía escuchar los gritos de emoción del recientemente fundado club de fans de Víctor, voltee a ver mis pies, pues sabía que para el cierre serian tres vueltas más, solo podía pensar en que quería acabar bien esto.

—Lo estás haciendo muy bien, solo tres vueltas más y acabamos, no permitiré que te hagas daño, tú solo confía en mí.

Tras acabar, los aplausos de los presentes nos recibieron, cuanto antes me fui a sentar, pues solo pensaban en una cosa: descansar un poco.

Miré mi mano, el resplandor era tenue, pero aún seguía ahí, era bello y mágico, aunque la duda de si quedaría para siempre o un día despertaría y este ya no estuviera más.

Mis ojos fueron cubiertos con unas manos ligeramente, era raro, pues sentía que conocía al dueño, aunque con tanta gente aquí, pudiera ser cualquiera.

— ¿Cómo te fue?—retiro sus manos mientras reía.

—Siento que me muero — dije dramáticamente al tiempo que voltee a verlo y tomaba su mano derecha — ¡Por dios! también tienes la flor brillante.

—Creí lo habías notado cuando estábamos bailando, Víctor también lo tiene.

— ¿En serio?

—Sí, vamos, creo que lo vi cerca de la fuente.

Un grupo de chicas estaban reunidas alrededor de él, en cuanto llegué, note las miradas de disgusto de una de ellas, entonces tome aún más firmemente la mano de Dereck.

—Lady Delavira —me estrujó en un abrazo —ha estado increíble el día de hoy ¿Te ha ido bien?

—Sí, aunque tenía nervios de arruinar la ceremonia —el susurro de una chica diciendo "¿Cómo lo estás haciendo ahora?" me incomodo, pero tal como decía papá, debía ignorarlo — aunque ahora tengo otra duda.

—Te escucho.

—En que mano tienes el loto— Cuestioné seriamente, provocando su risa.

—Derecha, igual que Dereck —dijo mientras tomaba al antes mencionado de los hombros — ¿tú no?

—Carolina tiene la mano izquierda marcada.

Trate de esconder mi mano, pero me sobresalte al sentir que alguien tocaba mi hombro, al girar vi a un niño como de mi edad, vestido elegantemente, extendiendo me una rosa casi tan roja como su rostro.

—Por favor acéptela.

A penas la tome, salió corriendo, perdiéndose entre la multitud, dejándome extrañada.

—Genial, primero Víctor y ahora tu ¿será acaso que todos menos yo tienen un club de fans?—Dijo de manera burlona y tan dramático como siempre.

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