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YUNHO

Tan pronto se enteró del regreso de ChangMin, había ido a por su ayuda. Sus pisadas sonaban y hacían eco por los rincones de los pasillos de la gran muralla. Caminaba de manera tranquila. Llevaba consigo su arco, el cual reposaba en su espalda. De su cintura colgaba el carcaj de cuero, y en él, flechas punta de metal.
    Al llegar a la gran puerta del Salón dónde, el Dios de la justicia pasaba la mayor parte de su tiempo, se quedó mirando su estructura. No cabía duda que era una puerta hecha en madera de roble, tallada por grandes artesanos, la figura de un ser divino con balanzas en sus manos eran el protagonista, y al fondo, el árbol de la vida. Un escalofrío recorrió su cuerpo. SangYeon podía llegar a ser un Dios justo, noble, respetado e incluso tranquilo, pero también temido por muchos, de él dependía si ibas al cielo con la diosa de la reencarnación, o si ibas al infierno con...

Sacudió su cabeza despejando sus pensamientos, lo último que quería en su mente era recordar la última guerra.

"—confirmado si es la Diosa Alma, dicen que se ve distinta, por eso comentan que es La nueva Alma" — se escucha decir tras la gigante puerta. El humano se inclina y pega su oído a esta para escuchar mejor la conversación.

«—¿A qué se refería con "La nueva Alma"? ¿Había otra? ¿O quizás nunca murió? — pensó el joven Yunho a medida que su entrecejo se fruncía. »

"—Necesitamos de SunWoo, pero el maldito no permite que nadie entre al territorio, ya han pasado cinco años, no entiendo qué le pasa ¿Cuando fue la última vez que lo vimos, ah? —" El dueño de aquella voz parecía ser SangYeon. Una voz de viento, como un susurro, pero más alta para serlo. Su tono era áspero y amargo, como si algo lo estuviese molestando.

De pronto, un silencio inquietante invadió el lugar. Yunho trató de afinar su oído, quizás los dioses estaban lejos y no lograba escuchar. Cerró sus ojos y trató de concentrarse. Necesitaba saber más, quería saberlo todo, aquella conversación sobre la diosa de los muertos lo había dejado intranquilo, y aún más lo de Sunwoo ¿Acaso los dioses podían sentir miedo? ¿A que grado? Y lo más importante ¿A qué le tenía miedo?

La puerta se abrió de golpe y el cuerpo de Yunho se dejó caer, quedando arrodillado ante los pies de uno de ellos. Al subir la vista se dio cuenta que se trataba de Eric, el Dios del océano. Este lo miraba con una sonrisa.

— Tenemos un espía — habló el susodicho.

—No, no, no... Yo no... — Se apresura a decir el humano. El fleco rubio cubría sus ojos. Se levantó del frío piso y observó a los presentes en la sala, estos solo observaban sin expresión facial alguna. —Una disculpa, mis dioses. No pude evitar aquello, solo...— trató de explicar de forma torpe. Respiró profundo y contuvo la respiración por un momento, después expulsó todo el aire — ¿Qué me pasará? — finalizó temiendo por lo peor.

— ¡Que te cortaremos la cabeza! — exclama Eric dejando ver toda su blanca dentadura. Por un momento a Yunho le pareció ver sus dientes afilados como los de un tiburón, o cualquier depredador marino. Para ese entonces la expresión de este ya era demasiado seria, no demostraría temor, pero tampoco podía desafiar a sus superiores.

— No exageres, Eric — Expresa SangYeon.

ChangMin estaba a punto de reír, pero prefirió no hacerlo, a cambio, tomó el último trago de vino. Por otro lado, YoungHoon ni se inmutó, agarró algunos papeles de la mesa que captaron su atención e ignoró lo que pasaba.

— Aburridos, todos son unos aburridos. Mis sirenas ya te habrían degollado, y tu cabeza estaría en una lanza a las orillas del mar, para que los cuervos se encargaran de sacarte los ojos y...

—Eric — Advierte el Dios del viento, enmarcando una ceja.

— Solo estaba jugando, no hablaba enserio — Eric pone su mano en el hombro del rubio y da algunos golpes suaves para luego salir por la puerta de madera de roble.

« —Que drama— pensó »

— ¿A qué viniste? ¿Pasa algo? ¿Qué estuviste haciendo estos últimos tres días? — cuestiona SangYeon.

El humano quedó boquiabierto ante tales preguntas, o más bien a la última ¿cómo se había enterado que llevaba tres días en la ciudad? Intentó mantenerse bajo perfil, ocultando su paradero y armas, e identificándose con otro nombre.

— Escuché que el Dios ChangMin volvería muy pronto, así que vine en cuanto me enteré. No tengo a nadie más en mi vida, y me niego rotundamente a seguir viviendo bajo el mando del Dios ChanHee, él hace tiempo dejó de ser mi Dios.

— ¿Crees que es fácil dejar de seguir a el Dios de tus ancestros?¿De tu familia? — Esta vez quien habla fue YoungHoon, quién ya no tenía vino.

— ¿De mi familia? — inquiere Yunho incrédulo — Míreme y dígame que ve. ¡Exacto! Un simple humano solitario, sin nadie, ni amigos, ni familia, ni un Dios al cual pedirle ayuda. ¿Están aquí para protegernos? Mi hermana murió por uno de ustedes, lo mínimo que pueden hacer por mi es ayudarme, permitir que vaya con ustedes y pelear por la humanidad — Su nariz estaba enrojecida de la ira, y sus lágrimas querían salir de sus ojos, pero no se lo permitiría. Mira a ChangMin e inclina su cabeza ante él.— Mi Dios, el viento y las flechas van de la mano, permítame trabajar con usted, ser un caballero, le aseguro que seré de ayuda, no lo voy a defraudar y haré que....

— Ya basta — interrumpe ChangMin — No me puedo permitir aceptar en mi ejército a un hombre que no es capaz de dejar el pasado atrás. Casi estámos viviendo el futuro, y tu no puedes despedirte de tu hermana menor.

— ¿Despedirme? Claro que lo hice, hace mucho.

— No, no lo has hecho, y tampoco eres capaz de perdonar. Dime ¿Crees que un caballero de verdad necesita un corazón envenenado? — las palabras de ChangMin sonaban duras para el humano.

Yunho había viajado de tan lejos para convertirse en un caballero. La ira nuevamente lo invadió. Sus problemas familiares no tenían relación alguna con el honor y el deber. O eso era lo que él creía.

— Solo cuando conozcas el perdón y puedas dejar ir a tu hermana, solo entonces podrás ser parte de mis soldados. Te puedes retirar — finalizó el Dios del viento.

YunHo tenía las manos cerradas en un puño y los nudillos blancos de la fuerza. Su rostro estaba enrojecido de la cólera. Giró sobre sus talones y salió de aquel lugar, había perdido la dignidad en aquella conversación.

«— ¡ChanHee! Todo era su culpa — pensó. »

CHANHEE

Para el Dios del sol y la luz, las cosas se habían complicado; no se le tenía permitido salir del su castillo, ni aunque este tuviera la voluntad de abandonarlo lo podía hacer. El Dios de la justicia se había encargado de mantenerlo encerrado para que reflexionase sobre lo que había hecho, pero no era un castigo muy estricto, ya conocía a SangYeon, y sabía que este lo limitaría a algo más a futuro, después de todo es el Dios de la justicia.

Pero no se podía mentir a sí mismo; en ocasiones le resultaba difícil afrontar el hecho de que no tuviera libretad total, así sea que se tratara de su propia casa.

"—Ya sabes lo que sintió Juyeon en el inframundo— le había dicho una vez SangYeon."

Y tenía razón. Entre muchas noches de reflexión, por fin logró comprender que Juyeon tuvo razones para hacer todo lo que hizo, y también lo que no hizo. Y a pesar de que estuviese afrontando sus problemas y traumas, se dejó dominar del amor, quiso mucho a la diosa de los muertos y estaba seguro que daría la vida por ella aunque él no lo admitiera.

Pero... ChanHee también había aprendido a amar, su diosa era la del amor, ella le había enseñado muchas cosas en todo este tiempo. Se encontraba junto a ella en el balcón que salía de su habitación, Yeriseth le había sugerido comer el desayuno en un lugar más privado, llevándose la sorpresa de que era todo un banquete; mantel blanco con encajes tejidos del mismo color,un florero largo y angosto, dentro de él habían Rosas rojas, y ni hablar de la comida, era una variedad entre carne y bocadillos de arina. Solo eran ella y él... Y dos gárgolas en forma de águilas que adornaban la estructura.

— ¿A qué se debe este inusual cambio? — Inquiere dudoso el rubio antes de llevar un pedazo de pan hacia su boca.

— Me gusta estar a solas contigo, eres mágico ¿lo sabías? — Yeriseth pone el codo sobre la mesa y posa su barbilla en la palma de su mano. Observaba a su contrario con una sonrisa.

El rubio no respondió a su pregunta, de hecho no sabía que decir. La chica siempre hacía comentarios que él no lograba comprender.

   ChanHee estuvo siglos enfocado en lo que le convenía y lo que deseaba, gran parte del tiempo solo se dedicaba a buscar poder y convertir su reino en el más rico y poderoso del continente. Hasta hace cinco años atrás ¿qué lo detuvo?...

El karma.

Había creído que el destino lo podía cambiar a su antojo, pero el destino nunca se equivocaba, eso comentaban las brujas: "El destino no se equivoca, las visiones sí".

Y ahora, debido a sus acciones, todos estaban en su contra. Menos ella, la diosa que había desposado, y a pesar de que fue una boda anticipada, todo iba muy bien, eran el complemento perfecto, y había tenido que vivir cientos de años junto a ella para darse cuenta de aquello.

— ¿Por qué nunca has querido hablar de... — Volvió a hablar la pelinegra. Hizo una pausa larga, tratando de encontrar las palabras correctas para su pregunta. ChanHee ya sabía por dónde iría aquella conversación.

— El libro rojo siempre me dio curiosidad. El templo dónde se encontraba estaba prohibido, pero sus puertas no tenían seguro, todos podían tener acceso al libro. Aquello también me dio curiosidad.— El chico inhala aire y desvía la mirada hacía el paisaje recordando lo vivido en aquellos tiempos. De cuando en cuando la veía.— Trataba de ser el mejor en combate, era muy ágil en la pista de obstáculos, mi cuerpo siempre fue flexible, eso me facilitó el trabajo. En los enfrentamientos de grupos yo era la mente estratega — Seguía con la mirada ida y guardó silencio. Odiaba hablar de aquello.

— ¿Luego tocó el entrenamiento de energía? El de los poderes ¿no? — Supuso Yeriseth imaginando el resto de la historia.

— Así es. Y yo no tenía, me tocó buscarlo en otro lugar. No quería esperar, todos se burlarían de mí si descubrían que era el único sin magia.

—¿Eso fue lo que le pasó a Juyeon? — inquiere la contraria recibiendo como respuesta un movimiento de cabeza en forma de afirmación por parte del Dios de la luz — ¿Luego que pasó?

Después de aquella pregunta, ambos se mantuvieron en silencio, solo se podía escuchar el sonido del viento revolviendo las hojas de los árboles, los pocos árboles que habitaban en la gran ciudad.

— Amor... ¿Qué pasó después? — volvió a cuestionar. Toma las manos de su mayor y con sus dedos las acaricia. — No te voy a juzgar, sabes que permaneceré junto a tí pase lo que pas...

— No creo que hicieras todo esto solo para preguntarme sobre mi pasado — interrumpe — ¿A qué se debe todo esto?

— Ya te lo dije, me gusta estar a solas contigo.

— Estas a solas conmigo mucho tiempo, definitivamente eso no es.

La diosa borra la sonrisa de su rostro y retira las manos de las del contrario, posteriormente las frotaba entre sí. Estaba nerviosa. Pero esto solo fue por un instante, su rostro se volvió a iluminar. Parecía que ya había encontrado las palabras correctas. ChanHee la miraba con curiosidad esperando una pronta respuesta.

— Mi Dios, por fín tendremos un descendiente.

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