Capítulo 7
Duerme con tranquilidad. Su sueño es profundo, aunque aún no sueña. Se despierta de repente por el sonido de unos pasos. Escucha a una persona subiendo la escalera lentamente, como si no tuviera razón de apurarse. Él se despierta de golpe. Puede ser que alguien se haya metido a su casa a robar. Qué lástima que viva solo y nadie más pueda ir a mirar.
Los pasos se escuchan como si la persona estuviera frente a la puerta de su habitación. Escucha cómo se gira el picaporte, y también lo ve. Él toma la lámpara en su velador. Si es un ladrón, prefiere perder la lámpara que todas sus cosas, o quizá su vida si es que es un ladrón violento. Se abre completamente la puerta, y detrás de ella no hay nadie.
El joven sigue tenso. Él jura haber escuchado esos pasos, y después se abrió la puerta sola... eso no es normal. La "persona" no sigue caminando. Ya no se escucha ningún paso. Él no puede volver a dormir, se le hace imposible.
Después de media hora, los pasos se vuelven a escuchar. El joven sigue atento observando todo, con su lámpara encendida, aunque eso demuestre que no se ve a nadie. Los pasos se escuchan corriendo a toda velocidad hacia él. Se detiene en seco y el joven ingeniero siente un frío que pasa sobre su hombro, uno que llega a ser escalofriante.
No deja de tiritar de temor. ¿Qué habrá sido eso? ¿Será un fantasma? Lo seguro es que algo extraño ocurre en su casa, y ya está dudando en que ese mensaje escrito en su computador sea un virus.
Pero su peor temor es: ¿qué hacer para solucionar el problema? No puede irse de su casa, más al no tener a dónde ir ni cómo venderla. Tiene bastante en ahorros, pero apenas le alcanza para una casa. Tampoco tiene cómo conseguir otro empleo. Además, considera la presencia de la vecina del frente... quizás ella pueda ayudarlo. Aunque duda que lo tome en serio.
Se acuesta sobre las sábanas, temblando de frío y temor. No vuelve a cerrar los ojos para mantener la atención en todo lo que le rodea.
Amanece y él sabe que no "dormirá" más. Tiene los ojos rojos del sueño. Tambalea al caminar por avanzar cerrando los ojos. Se viste con rapidez y baja a la cocina a hacerse dos tazas de café. Quizás eso lo despierte. Toma su café, pero el sueño continúa. Se duerme sobre la mesa del comedor.
Su sueño sigue hasta que escucha una voz lejana llamándolo. Él le pone atención y se percata de que la voz es femenina, pero no es conocida. Abre los ojos y ve, a lo lejos, sentada en su sofá, a una mujer con un vestido verde limón floreado. El vestido le llega hasta debajo de la rodilla y tiene tirantes, perfecto para un día primaveral, quizá para un día de campo.
Él la reconoce de una foto, de esas que desde pequeño veía con tristeza. Es su mamá.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta él con una rabia contenida, como si alguien se estuviera burlando por no haber conocido a su madre, porque está muerta.
Ella lo mira de reojo, con expresión de sentirse ofendida. Abre los brazos, cambiando la expresión de ofendida a esperanzada.
—Tú estás muerta —dice él con más rabia. De sus ojos escapan varias lágrimas que se deslizan muy silenciosas hasta estrellarse con el suelo.
—¿Qué? —alcanza a decir ella cuando él despierta. Se había dormido. El café no había sido suficiente para mantenerlo despierto.
—Al menos fue un sueño —se susurra a sí mismo.
Se levanta y camina a su habitación, con pasos suaves y sigilosos, atento a escuchar cualquier cosa misteriosa.
Se acuesta en la cama y vuelve a dormir. Esta vez nada lo interrumpe.
Cuando ya no siente sueño se levanta de manera definitiva. Observa por la ventana la casa del frente y se percata de que Romina también está mirando a la casa del frente, a la suya. Sus miradas se encuentran y, en cuanto ambos se dan cuenta, la desvían de inmediato. Ríen al percatarse de aquello.
El joven baja por las escaleras y sale a la casa del frente. Romina sale también y se juntan en medio de la calle.
—¿Por qué no vuelves a mi casa? No creo que vaya a pasar algo extraño de nuevo —asegura él. Gran mentira. Este día se han presentado más cosas extrañas que en ningún otro.
—Realmente... no debería dejar sola a Emilia —dice ella desviando la vista. Trata de no tener contacto con los ojos del joven, lo que le da el presentimiento de que está inventando una excusa—. Podríamos ir a mi casa
—Oh, claro —responde él. Sabía que ella quería eso. Él hace la sonrisa más falsa que pudo hacer. Ella no le toma importancia y entra con él a su casa.
Ambos se sientan en el sofá. Se extraña al no ver a Emilia. ¿Debe preguntar o no? La opción más viable sería que no porque Romina podría sentirse ofendida al invitarlo y que él se preocupe por su hermana. Trata de no hacerlo, pero la curiosidad puede más.
—¿Dónde está tu hermana? —pregunta finalmente. Siente miedo de que ella se lo tome mal.
—Salió con Lucas —contesta ella desde el otro dormitorio, confirmando que sí era una excusa. Decide no tomarle importancia.
Luego de unos segundos llega Romina con un cuaderno.
—Hablé con la diseñadora gráfica... mi amiga. Me pasó este cuaderno para que le anotes cómo quieres que sea el logo. Hasta puedes hacer un bosquejo —asiente y toma el cuaderno. Ella le pasa un lápiz y él medita en cómo hacerlo.
Hace suaves trazos hasta lograr un logo en que se ve la silueta de una cámara de cine.
—Eso es poco inspirador —dice Romina cuando ve lo que ha dibujado el joven.
—Ah, sí... —dice el joven y Romina ríe.
Ahora hace el logo de un triángulo hacia el lado.
—Ese lo tiene YouTube —afirma ella, riéndose de él—. No sabes qué hacer ¿verdad?
—Sí, ja ja, ríete de mí —dice él, sarcástico y fingiendo enojo. Ella se ríe aún más.
—Pásame eso —Romina le quita el lápiz y el cuaderno. Él se aproxima a ella a observar lo que dibuja.
Al principio no comprende lo que trata de hacer, pero cuando lo termina entiende que ella se reía con razón.
Queda una "N" manuscrita entrelazada con un triángulo acostado. Le quedó perfecto.
—Vaya, tienes habilidad para esto —dice él contemplando su dibujo.
—Eso creo —dice ella sonriendo.
Discuten sobre qué colores tendrá el logo. Escogen el verde agua para el fondo, el blanco con bordes negros para la "N" y el negro para el triángulo.
—Creo que... sí podría ir a tu casa —dice ella cuando va a una habitación a guardar el cuaderno.
Él espera a que ella vuelva.
—¿De verdad? —pregunta él cuando vuelve.
—¿Qué cosa? —pregunta ella.
—Lo de... volver a mi casa
—Claro, pero si vuelvo a ver algo raro, no regreso —dice ella, casi gritando. Él la mira extrañado—. Perdón. No quería gritar
—No te preocupes, suele pasar
Escuchan el auto de Lucas llegar. No se había percatado de que su auto no estaba.
—¿Cuándo vendrás? —pregunta él.
—Mañana si quieres
—Claro... será mañana
Ambos se despiden. Él da un saludo distante a Emilia y a Lucas, y vuelve a su casa.
Esta noche sí logra dormir... pensando en Romina.
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