Durante la noche le llega de golpe el recuerdo de lo que tenía planeado: iba a invitar a Romina a la playa.

Se levanta de la cama con ganas de empezar un nuevo día. Por la noche no hubo nada extraño, y eso le hace pensar que el cura tenía razón.

Baja a la cocina a hacerse su desayuno de siempre. Hoy tiene que ir a trabajar. Espera tener tiempo de sobra para seguir con su proyecto, el que tenía olvidado por el asunto de la sombra.

Toma su netbook y sale corriendo al trabajo. Es el primer día de la semana y va a llegar tarde. Está comenzando mal, y eso no le agrada.

Llega justo a tiempo. Camina hasta su oficina, posa el netbook y toma asiento. Sigue en su proyecto cuando escucha que alguien toca la puerta.

—Pase —indica él, sin desviar la vista del netbook.

La puerta se abre en un rechinido estridente. Pasa su secretaria. Lo sabe por el sonido de los tacones, al ser ella la única que los utiliza con punta de aguja.

—Hay una nueva empleada, y ella solicitó verlo —dice ella en forma alegre.

—Hágala pasar —responde con la mirada aún fija en su netbook.

Los tacones de la secretaria se escuchan alejarse y luego se da paso a unas pisadas que le parecen conocidas. Los pasos se detienen frente a él. Deja de observar el netbook y mira al frente, con curiosidad.

Sus ojos se topan con la mirada atenta de Romina, quien sonríe de oreja a oreja. Él nunca la había visto así, tan arreglada (más que la primera vez que fue a su casa), y eso, en un modo, le agrada.

—Vaya ¿qué haces por aquí? —dice él simulando tranquilidad, aunque su sorpresa es evidente.

—¿No lo dijo tu secretaria? Soy la nueva empleada, y por ahora estaré a las órdenes del mejor ingeniero civil en informática del lugar, y ya sabes a quién me refiero —le regala una sonrisa. Ahora que él lo piensa, no tuvo que simular tranquilidad.

—Ok, entonces te diré tus tareas —dice él tomando unos papeles. Ella posa la mano sobre ellos.

—Quiero ayudarte con el proyecto, con Noweb

—Claro —responde aturdido. No esperaba que quisiera continuar con su proyecto. Es como si ella estuviera más empeñada en él que el creador.

—Veo que trajiste un netbook con un pendrive... eso me hace sospechar que planeas continuar con tu proyecto —¿Cómo lo supo?

—Claro, claro, pero primero hay que hacer los deberes del trabajo —dice él paseándose por la oficina y sintiéndose culpable al decir eso siendo que pasa la mayoría del tiempo en el trabajo en su proyecto. Le llega de golpe el recuerdo de invitar a Romina a la playa. Ella ya está saliendo con los papeles de la oficina—. Y... quisiera saber si... —ella se da la vuelta, con una sonrisa— ¿te gustaría ir a la playa conmigo?

Eso fue difícil de decir. Él no había planeado ninguna cita antes, si puede considerarse así.

—Me encantaría

—¿Hoy?

—Claro, no hay problema

—¿Al anochecer?

—Es bonito el anochecer en la playa. Y lo bueno es que está cerca. Claro que voy —y se va sin más.

Él se sienta en la silla junto a su escritorio, orgulloso de lo que acaba de hacer.

***

Ya va saliendo del trabajo. ¿Ella habrá salido ya? Es seguro, los jefes se quedan más tiempo que los empleados, y más si es nueva. Ahora, varias preguntas rondan y carcomen su cabeza. ¿Cómo supo que trabaja ahí? ¿Cuál fue su intención al ir allá? ¿Querrá acercarse a él? Pues esa es una mala manera, puesto que en el trabajo él no se preocupa de nada más que del trabajo y el proyecto, y no es común que atienda mucho tiempo a un empleado. Quizás ella sabe eso, y lo que quiere es cambiarlo. No. Muchas suposiciones absurdas y sin fundamento en poco tiempo.

Entra a su casa cuando aún es bastante temprano. Enciende el computador y continúa con su proyecto. Luego de tener bastante avanzado, toma una refrescante ducha y se pone lo primero que encuentra limpio.

Se hace un café y pone una película en el DVD. No le pone mucha atención ya que está más atento al reloj, con su tic tac constante que lo llena de nervios. La película termina y ya es hora de ir.

Sale de la casa, con paso seguro, y atraviesa la calle de siempre. Ella está ahí, lista. Están a la hora exacta. Suben al auto del joven y avanzan a la playa. No está muy lejos, con suerte demorarán media hora. Un buen tiempo.

No hablan durante el camino, solo se dedican a observar por la ventana el ambiente cambiante a medida que se acercan a su destino.

Bajan del auto a unos kilómetros de la playa. Se les hizo difícil encontrar estacionamiento. No se esperaban esto al ser un día de semana común y corriente.

Pasan por un pequeño bosque. Los árboles son bajos, con pocas flores. Algunos están secos.

Avanzan hasta llegar a la suave y clara arena. La sienten bajos los zapatos como si estuviera bajo sus pies descalzos.

Se sientan cerca del mar, pero no lo suficiente como para que los alcance. Toman una bocanada de aire haciendo entrar el olor salino a sus pulmones.

Él observa la puesta de sol con atención, dulzura y una sonrisa en su rostro. Ella parece estar en otro planeta, con su atención en el sol. El cielo se vuelve naranjo, luego rosado a medida que baja el sol por el horizonte. Termina de bajar, con la oscuridad comenzando a llenar el lugar.

Todavía está llena la playa. Se escucha la risa de varios niños, muchas conversaciones y las olas de fondo, pero ellos no sienten que haya alguien más, es como si estuvieran solos en ese lugar, y que los demás están lejos.

Se levantan del ahí y se sacuden la arena de la ropa mientras ríen. Van a un restaurante de comida china al frente de la playa. Allí cenan sin dejar de mirarse a los ojos. Rodrigo se pregunta ¿está seguro de que solo quiere ser su amigo?