Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12: La venganza no es buena

Después de derrotar a los robots el pánico se apoderó de los demás. Yo por mi parte estoy tranquilo, creo que se debe a que ahora sé que Sophie y Morgan pueden escapar y ponerse a salvo si algo llega a pasar.

Valeria y Alonso despertaron hace un rato, pero no han dicho palabra. Supongo que aún están un poco aturdidos por lo que sucedió, sobretodo Alonso que estaba muy confiado en su poder y terminó cediendo al cansancio.

Puedo ir tomando nota de sus habilidades: es indestructible, pero sigue teniendo debilidades. Nada puede lastimarlo pero su parte humana se cansa de pelear, y la falta de entrenamiento lo vuelve más vulnerable. Me pregunto si algo parecido pasó cuando los oscuros los capturaron, si peleó hasta caer inconsciente protegiendo a Valeria.

Samira y Simón siguen sin despertar, pero no parecen estar heridos o tener algo grave, así que solo queda esperar a que reaccionen.

—¿Te ayudo?—. Morgan aparece por una puertita, la misma que usaron para escapar. Parece que se da cuenta de mi inquietud por que lo que dice después me tranquiliza—. Sophie se ha ido con tu madre.

Me regala una sonrisa, y una vez más digo que su forma de actuar y entender las cosas no es la de una niña de siete años. Con solo mirarme fue capaz de saber que estaba preocupado por la seguridad de mi hermanita, y además se encargó de sacarla a salvo de la pelea, por que estoy seguro que quería quedarse pero la puso a ella antes que a su deseo.

Al menos ellas están a salvo y Sophie está fuera de la zona de riesgo con mamá, no creo que Jake sepa donde vivo ni que se arriesgue a atacar dos veces el mismo día.

El problema es que si Sophie le cuenta a mamá lo que pasó aquí, adiós a mis planes de pelear en secreto. Mamá no me dejará salir de la casa en lo que me resta de vida.

—Ayúdame porfavor—. Le pido. Ella asiente y se pasa por los tubos hasta llegar a mí.

—Esto dolerá—. Advierte.

Cierro los ojos y los abro hasta que siento el frío suelo golpear contra mi espalda.

—Tengo que aprender a dominar esto pronto—. Me quejo.

—Oye—. Me llama Kendra, se ve incómoda—. Gracias—. Murmura.

—¿Qué?—. Me pongo una mano en el oído, haciendo como que no la escuché—. Hablaste demasiado bajo.

Ella me mira con los ojos entrecerrados.

—Gracias—. Repite entre dientes, pero un poco más alto.

—Creo que me estoy quedando sordo—. Hago una mueca—. No estoy escuchan...

—¡Gracias, maldita sea!

Doy un salto. Decido que talvez sea mejor quedarme callado y aceptar su gratitud.

—No fue nada—. Digo. Ella rueda los ojos y vuelve con Samira.

Cuando siento que estoy volviendo a elevarme, me sujeto de la silla de Ayala. Él me voltea a ver con una ceja alzada, supongo que por que estoy cabeza abajo, con los pies elevados y bien agarrado de su silla.

—¿Qué me cuentas?—. Le digo, pero contengo las arcadas por estar boca abajo.

—No tienes remedio—. Niega—. Tienes que aprender a manejar eso.

—¡Lo estoy intentando!—. Me quejo. Casi puedo ver a Sophie riéndose de mí y teniendo que llevarme del pie a todos lados.

Para ella sería divertido, le conviene que me quede así.

—No, no lo estás haciendo—. Me habla Adela. Está sentada en una esquina, cubierta con una manta de algodón rosa. Su cabello está brillando de nuevo—. Solo estás ahí quejándote, no haz intentando controlarlo ni una sola vez—. Me mira—. Deja de preocuparte por lo que los demás creamos, inténtalo sin miedo.

Veo a Ayala y él asiente. Tiene razón, tengo que intentarlo de verdad.

Cierro los ojos y respiro, tranquilo. Cuando el entrenamiento con los robots comenzó, yo no hice otra cosa más que flotar sin sentido y golpearme la cabeza un montón de veces. Pero estar así me ayudó a terminar con los robots malvados, así que creo que al final todo tiene una razón.

Imagino mis pies pesados, con una roca enorme atada a cada uno que se funde hasta que forma parte de ellos. Estoy haciendo un ancla.

Cuando estoy por darme por vencido, abro los ojos y caigo de pie en suelo de golpe.

Veo mis pies para asegurarme de que siguen normales, sin rocas ni cosas extrañas, por mero instinto. No hay nada nuevo en mí, excepto que mi mente ha tomado el control de la situación.

—Eso es—. Adela tiene la mirada perdida—. Pronto serás un gran héroe.

—Muy bien Peter Pan—. Bromea Axel—. Ya haz salido de la isla de nunca jamás—. Aplaude.

Alonso me mira, como si tratara de ver a través de mí o lo que estoy pensando, su mirada fija me hace sentir invadido y que de alguna forma estoy expuesto, y dejo de pensar en el ancla. Me pone nervioso y siento mis pies levantarse del suelo de nuevo.

—No otra vez—. Muevo los brazos como loco, pero no dejo de flotar hasta golpearme la cabeza.

—Vas a asesinar las últimas neuronas que te quedan—. Me dice Kendra—. Ya baja de ahí, ya impresionaste demasiado por hoy.

No entiendo lo que intenta decirme con eso de que ya impresioné demasiado, pero no tengo ganas de pelear con ella para averiguarlo. Pienso en bajar y esta vez desciendo poco a poco.

—Iré a ver a Sophie—. Aviso, pero veo a Ayala—. Y a hablar con mamá. Si ya se enteró de esto, no querrá que entrenemos más, mucho menos que yo pelee.

—Entiende a tu madre—. Me dice. De repente parece que el resto sobra, por que no es una plática que quiera tener con público—. Ian murió peleando con nosotros, le tiene un odio justificado a estas cosas.

—Pero sería injusto que los dejara solos—. Defiendo mi punto de vista—. Papá murió pero no creo que nadie lo haya obligado a pelear, lo hizo por que lo consideraba correcto. Y yo haré lo mismo que él—. Ayala intenta hablar, pero lo interrumpo—. Y no quiero escuchar nada más.

Samira y Simón empiezan a despertar y aprovecho que toda la atención se va hacia ellos para correr al ascensor.

Si Ayala va a ponerse en modo comprensivo y a apoyar a mi madre, no quiero que me acompañe. Quiero pelear, y para eso necesito saber que mamá lo aprueba.

—¡Luke!—. Ayala corre hacia mí cuando se da cuenta que no estoy viendo como están los hermanos.

Pero la puerta se cierra antes de que llegue conmigo.

—Mamá, entiende porfavor.

Ya le he explicado cinco veces las razones por las que debe dejarme pelear con los poderosos, pero ella no quiere ceder.

—No Luke, tú entiende—. Repite por quinta vez.

Contengo las ganas de rodar los ojos, no es buena idea provocarla.

—Mamá, las cosas no son como parecen—. Respiro profundo, buscando paciencia—. Soy uno de los más poderosos en la sociedad, puedo marcar las diferencia en la guerra.

Me imagino liviano como una pluma. El ancla mental desaparece y empiezo a flotar, pero esta vez controlando hacia donde quiero ir.

Adela tenía razón, no lo estaba intentando realmente.

—¡Cielos Luke!—. Mamá se cubre la boca con ambas manos, espantada—. ¡No hagas eso dentro de la casa!

Floto hacia ella, con una agilidad que no conocía, pero que me hizo sentir orgulloso.

De niño siempre quise volar pero no en un avión, por mi cuenta. Y ahora que lo hago, es realmente increíble.

Estoy aguantando las ganas de chillar de felicidad. Tengo que verme maduro frente a mamá.

—Yo sé que tienes miedo—. Pienso en el ancla y mis pies se ponen en el suelo despacio—. Pero yo puedo defenderme.

—No me queda duda de eso, Luke—. Se sienta en el sofá—. Pero no quiero que te pase lo que a tu padre. Yo no podría soportar eso.

—Mamá—. Me siento a su lado—. Si no hago esto, el sacrifio de papá no valdrá nada. Los poderosos corruptos no pueden ganar esto, las personas normales no estarían a salvo. Y estoy seguro de que matarían a mis amigos, sin importar que sean poderosos.

—Hablas igual que Ian—. Suspira—. Se la pasaba diciendo que tenía que hacer justicia, que no podía permitir que los corruptos arruinaran el mundo y que era su deber como poderoso proteger a los indefensos.

—¿Y no crees que tenía razón? Solo digo la verdad—. Me siento honrado de que me compare con mi padre, él es un verdadero héroe—. Si puedo hacer algo, no quiero quedarme de brazos cruzados mientras el mundo se cae a mis pies.

—Una vez él me dijo que tú nos salvarías—. Ella me mira, sus ojos se humedecen—. A tu padre ya lo habían amenazado varias veces, pero él salía ileso. Aunque estaba consiente que no siempre sería así.

—¿Sabes quién fue?—. De repente me siento enojado, trato de controlar el fuego que fluye dentro de mí para no estallar.

—No sirve de nada que lo sepas—. Contesta, como si no fuera nada—. No quiero que te llenes de odio, no vale la pena.

—¿No vale la pena?—. Siento mi piel caliente pero aún así sigo luchando contra el fuego, no quiero asustar a mi madre—. Hablas como si mi padre no hubiera valido nada para ti.

Me arrepiento de lo que dije, tan pronto sale de mi boca.

—No es eso—. Deja que las lagrimas caigan libres por sus mejillas—. Es que nada de lo que hagas lo traerá de vuelta Luke, nada.

—Pero lo vengaría—. Continúo—. Merece justicia.

—Estuve a punto de perderlos por buscar justicia—. Mamá mueve su mano y los platos de té de Sophie caen al piso, haciéndose pedazos. En sus manos brilla una luz dorada—. No quiero que a ti te pase lo mismo.

Ahogo un grito. Mamá me mira.

Toda su presencia cambia de un momento a otro, deja de verse como una madre preocupada y se convierte en una autoridad imponente que infunde terror, como si frente a mí tuviera a una persona totalmente diferente a pesar de estar viéndola. Una sensación que ya he sentido antes, pero con un toque extra de oscuridad que me pone nervioso.

—E-eres poderosa—. Me tomó unos minutos asimilar la situación.

—Conocí a tu padre en una pelea—. Cuenta—. Yo era parte de los poderosos oscuros—. La veo sin poder creerlo—. No es algo de lo que esté orgullosa. Pero llegó tu padre y me salvo de ese mundo en el que estaba metida.

Analizo sus palabras durante otro largo rato. Intento hablar varias veces, pero simplemente las palabras no vienen a mí, como si me hubiera quedado mudo. Es mucha información, liberada sin nada de tacto y sin darme tiempo para recuperarme en medio de cada cosa. Tengo que entender que mi madre fue parte de los oscuros con lo poco que ella me dice, por que no parece que vaya a darme explicaciones.

—Sé que te sorprende lo que te he contado, pero debías saberlo tarde ó temprano—. Suspira—. No quiero que pelees por que quieres venganza, quiero que lo hagas por que crees que es lo correcto.

Sigo sin saber que decir. Mamá me ha dado una lección.

—Yo...—. Dejo escapar el aire, no sabía que lo estaba conteniendo—. Es demasiado que procesar.

—Lo sé—. Ella me mira con comprensión, la madre que siempre está conmigo vuelve—. Te dejaré pelear, pero cuando entiendas que no debes hacerlo por la justicia a tu padre.

—Lo mataron—. Siento un bajón, todo el fuego que había corrido por mi cuerpo se extingue, y en su lugar queda un hueco en mi corazón.

No sabía que la muerte de papá me dolía tanto hasta este momento, cuando he pensado en ello.

Era solo un niño cuando sucedió, mamá no dijo nada durante un tiempo y yo me limitaba a verla sentada en un rincón llorando casi todos los días, con Sophie en brazos. Ella no pudo conocerlo, no puede recordar nada sobre él estando tan pequeña, le negaron ese derecho por un deseo egoísta. Nunca lloré, a pesar de que lo extrañaba, pronto me acostumbré a la idea y dejé de esperarlo junto a la puerta. No era capaz de entender lo que la muerte significaba, lo dura que puede ser la vida y lo mucho que puede llegar a doler el corazón sin importar el tiempo que haya pasado. No lo recuerdo muy a menudo, pero cuando lo hago, por Dios, como duele.

¿Cómo puede pedirme que no sienta rencor? Ellos me quitaron a mi padre.

—Él sabía a lo que se enfrentaba.

—De nuevo hablas como si no te importara.

Esta vez no lo puedo detener, el fuego corre y se expande libre por mi cuerpo. Tengo que volar lejos del sofá y flotar en medio de la sala sin tocar nada, tampoco quiero quemar mi casa.

—No te permito juzgarme, cada quien lleva el dolor a su manera—. Dice, y su respiración se vuelve agitada.

—¡Sophie merecía conocerlo!—. Siento todo mi cuerpo caliente, pero sé que el fuego no me hará daño—. ¡Nos lo arrebataron sin piedad!

—A mí también me lo arrebataron—. No oculta el dolor cuando lo dice. La culpa me pega y el fuego se apaga como si me hubiera caído agua de alguna cubeta—. Y no quiero perderte a ti también. Pero sé que no vas a hacerme caso y pelearás, después de todo no puedo detenerte. Solo pido que lo hagas por las razones correctas.

No puedo ver a mi mamá a la cara. Pongo los pies en el suelo y corro afuera de la casa.

Necesito estar solo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro