Todos pasamos por esta etapa, en la que cualquier cosa que veíamos nos sacaba una sonrisa. Entablábamos amistades con todos los críos con los que hablábamos. Simplemente, disfrutábamos todo lo que hacíamos.

"¿Quién diría que algún día extrañaríamos nuestra infancia, si nuestro mayor deseo era crecer?"

A medida que vamos creciendo, nuestra mentalidad cambia, solo disfrutamos de las cosas que de verdad nos gustan. Aquí, ya tenemos noción de las amistades y las elegimos según la lealtad que nos brindan. Además, aprendemos a reconocer las buenas y malas influencias.

"¿Alguna vez pensaste si el niño que fuiste una vez, estaría orgulloso del adulto que eres ahora?"

Es poco común preguntarse esto, ya que, muchos se olvidan de su pasado y viven el presente, esperando un nuevo día. Aunque, lo que si hacemos es; extrañar los días de infancia cuando la imaginación nos presentaba a los mejores amigos. También, sentimos nostalgia cuando pasamos por un lugar al que solíamos recurrir en la niñez.

"Los niños son el reflejo de la bondad olvidada de los adultos."

Cuando éramos niños, no escondíamos nuestros sentimientos, eso es lo que añoro de mi infancia, además, nuestra única preocupación era no llegar a tiempo para ver los dibujos animados o animé, la palabra "odio" carecía de sentido y queríamos a la gente por lo que era y no por lo que tenía, el mundo era tan pequeño que parecía todo nuestro.

"Negarse a perder la infancia, es aceptar que ya la has dejado atrás."

Aunque maduremos, no lo terminamos de hacer por completo, ya que siempre tendremos presente a nuestro niño interior.
Los niños pueden enseñarles tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.