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Capítulo 62

Me detengo a recuperar el aire cuando mis piernas fallan y mi corazón bombea agitado. No estoy en forma. Las costillas están recuperadas pero todavía siento un dolor en ese lugar, los golpes en mi rostro se fueron desvaneciendo al igual que en mi cuerpo. Tengo algunas cicatrices, sobre todo en el abdomen y al costado de mi ceja, pero no me importan.

Luché mucho para que quitaran esa pulsera alrededor de mi muñeca, Haymitch intervino en gran parte. La presidenta Coin me dejó entrenar con la condición de que si notaba un retroceso en mí todo se acababa. Volvía al ala médica.

Me paso la mayor parte del tiempo aquí, tratando de recuperar masa muscular, resistencia... en realidad estoy sacando todo mi odio y furia contenida dando puñetazos al saco de boxeo, pero sirve como terapia.

Imagino la cara de Snow, la cara del guardia, la cara del médico que se divirtió pinchando repetidamente mi brazo, la cara del enfermero que no paraba de tocarme.

Cada rostro nuevo es un golpe directo al saco, mis nudillos están lastimados pero no me importa.

Me estoy entrenando con los principiantes, con los más jóvenes, es una ofensa pero tengo que reconocer que no estaba en buen estado. Una vez que logro ingresar un poco de aire a mis pulmones continúo corriendo.

Llevo haciendo esto por más de dos semanas, inicio luego del desayuno y termino a la hora de la cena. Me encantaría decir que paso tiempo aquí porque de verdad quiero recuperarme, pero no sería del todo cierto. Estoy evitando a Finnick.

Luego de mi salida del ala médica, me ubicaron en su compartimiento, así que no solo estamos compartiendo el mismo espacio sino también la cama. Me alejo lo más posible de su cuerpo y él debe haber entendido porque no me toca en toda la noche, en realidad, se da media vuelta y no me enfrenta.

Sé que lo estoy lastimando pero no sé cómo decirle que la persona que creía que era fuerte finalmente se rompió, que la persona que ama ya no es la misma que antes, que no la puedo encontrar, que la guerra me golpeó mucho antes de empezar.

—¡Harkin! —la voz del entrenador me desconcentra—. Es suficiente por hoy.

—Puedo seguir —el aliento me falta cuando digo esas palabras.

—No. No puedes —su expresión es seria—. Come algo y ve a dormir, mañana será otro día.

—De acuerdo —bufo.

Sus cejas oscuras se fruncen pero rápidamente vuelve a su expresión neutra, asiente con la cabeza y se retira hacia el grupo de personas que todavía están corriendo.

Katniss también estuvo entrenando, no en mi mismo equipo pero la veo seguido, se mantiene alejada de mí. No sé si es por miedo, culpa o porque no le interesa hablarme. Creo que es más probable la última. Se supone que Johanna se une a nosotras mañana. Ella también quiere luchar.

Recorro los pasillos en dirección a la habitación que comparto con Finnick. Quiero ducharme antes de bajar a la cena. Cuando entro, el cuarto se encuentra a oscuras, no hay señal del rubio por lo que me alivia un poco.

Me siento mal por sentirme así, pero me siento peor por mentirle al decirle que estoy bien. Estuve hablando bastante con Peeta, él se encuentra mejor aunque todavía no puedo nombrar a Katniss sin que caiga en una crisis. Me sigue insistiendo que tengo que hablar con Finnick, que seguro la debe estar pasando mal al imaginar algo que no es. Pero mis miedos son peores, al momento que quiero abrir la boca y contar lo que sucedió en el Capitolio me paralizo y un nudo se forma en mi garganta.

Hay que cuidar el agua, así que la ducha solo dura dos minutos, luego de eso me coloco la ropa interior que me provee el distrito trece, es de algodón y de color gris como todo en este lugar. Por último me visto con el uniforme del trece. Al salir del baño me encuentro con Finnick.

Lleva el mismo uniforme que yo, sus rizos están algo largos y tiene ojeras debajo de los ojos, además de una expresión cansada.

—Hola...

—Hola —dice en voz baja.

—¿Sucedió... algo?

—No... solo necesito dormir.

—¿No quieres bajar a cenar?

—Prefiero quedarme.

Es tanta la tensión que se podría cortar con un cuchillo, no sé en qué momento nuestra relación se volvió incómoda. Hace varios días, Finnick seguía igual pero últimamente siento que dejó de intentarlo.

—Oh, de acuerdo... yo iré a cenar.

—Está bien —se recuesta en la cama.

—Luego... luego nos vemos.

No responde y no sé porque eso me hace sentir la peor persona del mundo.

Bajo hacia el área común donde sirven las comidas. Tomo una bandeja y hago la fila para que me sirvan la especialidad del día, un revuelto algo grumoso que no tengo idea de qué es. Generalmente como junto a Prim y su madre, me hacen sentir segura y Prim me recuerda un poco a mi hermana. Cuando llego también se encuentra el amigo de Katniss... ¿Dale era su nombre? Prim me dijo que participó en mi rescate así que estoy agradecida con él.

—¡Venus! —La rubia se levanta de su asiento y corre a abrazarme.

—Hola, linda —acaricio su pelo.

Me guía hasta sentarme a su lado, dejo la bandeja sobre la mesa. Katniss se une a los pocos segundos, se sienta junto a su amigo quedando frente a mí.

—¿Cómo estás? —Prim me pregunta en voz baja.

—Estoy mejor, ya casi el dolor está desapareciendo.

—Puedo revisarte, si quieres, darte algunos calmantes.

—Lo sé, pequeña enfermera —sonrio—. Pero en serio, estoy mejor. Además, dale esos calmantes a alguien que en verdad los necesite.

—Está bien —sus mejillas toman un tono rosado.

De un momento a otro, la cara de Katniss se transforma, su expresión antes relajada cambia a una alerta. Sigo la dirección de su mirada y trago saliva cuando veo lo que la desconcertó.

Dos enfermeros están escoltando a Peeta hacia nosotros. Katniss se pone de pie a lo que su amigo trata de tranquilizarla pidiendo que tome asiento nuevamente. Los enfermeros están a dos pasos de nuestra mesa cuando trato de recomponerme y manejar la situación.

—¡Peeta! —digo en tono alegre—. No te esperábamos, puedes sentarte a mi lado, hay un lugar libre —afirmo.

La expresión se relaja cuando enfoca sus ojos en los míos. Los enfermeros lo escoltan hasta que se sienta junto a mí.

—Gracias... —susurra.

Entrelazo nuestros dedos debajo de la mesa y le doy un fuerte apretón para hacerle saber que no está solo.

—Te diría que esto está riquísimo pero estaría mintiendo —señalo el plato.

Él suelta una carcajada seca, evita mirar a Katniss, en su lugar se concentra en la bandeja que tiene delante. Es un gran avance que le dejen usar cubiertos.

—¿Dónde está Finnick? —inquiere.

—Oh... estaba cansado, se quedó durmiendo en nuestra habitación.

—Venus... —dice en tono acusatorio.

—¿Qué? —bajo la voz—. Lo estoy intentando, más o menos... de todas maneras creo que él ya se rindió. Ni siquiera pude besarlo desde que volvimos —la culpa se abre paso entre mis palabras.

—Sabes que eso no le importa, quiere ayudarte —gira su cuerpo para enfrentarme—. No le gusta verte así, y seguramente lo está destruyendo que no le hables.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque me está destruyendo a mí —se encoge de hombros—. No dejes que gane... yo estoy perdido, pero tú tienes esperanza —hace una mueca.

La mano que mantiene sobre la mesa empieza a temblar y rápidamente la baja a su regazo. Le doy otro apretón para que recuerde que estoy aquí. Cuando intenta voltear un poco su vista hacia Katniss y se tensa lo abrazo.

—No todo está perdido —susurro en su oreja—. Vas a superar esto.

Él me devuelve el abrazo, me estrecha fuerte y puedo sentir cómo se relaja con el contacto.

—¡Finnick!

La voz de Katniss me hace tensar, me separo de Peeta para buscar con la vista al rubio. Está paralizado a unos metros de nosotros con la vista fija en Peeta, antes de que pueda decir algo, da media vuelta y se va.

Me levanto pero lo pienso dos veces al tener que dejar a Peeta y Katniss en un mismo espacio.

—Ve a buscarlo —sonríe—. Estaré bien.

—Yo lo cuido —asiente Prim.

Me abro paso entre las personas y salgo del área común, no hay muchos lugares a dónde podría ir considerando que falta media hora para el toque de queda. Subo hasta el piso de nuestra habitación, cuando entro el miedo me invade al no encontrarlo.

Estoy intentando recordar los lugares a los que podría ir cuando escucho que se cierra una puerta. El rubio aparece con sus rizos despeinados, como si hubiese pasado sus manos varias veces por su cabeza. Tiene el mono bajado hasta la cadera dejando a la vista una camiseta blanca que marca sus músculos. Está tenso, lo puedo notar por la fuerza que está haciendo con su mandíbula.

—Ey...

No sé cómo empezar, no sé qué se supone que debo decir así que digo lo primero que se me viene a la mente.

—No pasó nada entre Peeta y yo —aclaro—. Eso que viste no era nada... lo quiero como un amigo, como un hermano. Tienes que creerme.

—Lo sé, te creo —la manera en qué lo dice no me hace estar segura.

—¿En serio?

—¿Hay alguna razón por la qué no debería creerte?

—¡No! Claro que no —doy un paso hacia delante—. Es la verdad, es mi amigo.

—Bien.

Pasa al lado mío y se sienta en la cama, comienza a sacarse los zapatos. No está bien, no está nada bien. De repente me invaden ganas de llorar, la garganta se me cierra, las manos me tiemblan, mi corazón empieza a latir desaforado. No quiero perderlo, pero tampoco quiero que me rechace por lo que le diga.

Lo amo, y no poder decírselo porque creo que no lo merezco me está matando.

—No está bien... —digo con un hilo de voz que temo que no me escuche.

—No, no lo está —deja los zapatos a un lado.

—Lo siento...

—¿Por qué te estás disculpando, Venus? —me enfrenta.

—No lo sé... por todo.

—Tienes que ser un poco más específica —se sienta mejor en la cama.

—No pasó nada con Peeta —repito.

—Lo sé, ya lo dijiste —suena exasperado.

Se pone de pie pero no se acerca hasta dónde estoy, me mira con una expresión que no puedo descifrar pero sus palabras hacen trizas mi corazón.

—Es obvio que algo te pasa, desde que volviste del Capitolio... no puedo imaginar lo que debiste haber pasado allí. Y también es obvio que Peeta sabe —se lleva las manos a la cabeza y tira un poco de su pelo—. Pero no puedo sentarme y hacer nada cuándo definitivamente es obvio que estás sufriendo...

La presión se hace más fuerte en mi pecho, tambaleo un poco hacia atrás pero intento mantenerme firme en mi lugar. Toda esa alegría que Finnick tuvo cuando me rescataron desapareció.

—¿Por qué no me hablas? ¿Ya no confías en mí? —interroga dolido—. Háblame, por favor...

Evito sus ojos, esos ojos que siempre me dieron paz pero que en los últimos días, semanas se convirtieron en un tormento. Está sufriendo por mi culpa. Las insistencias de Peeta para que le diga la verdad al rubio llegan a mi mente. Y completamente estúpido que no le diga qué sucedió cuándo siempre le conté todo y fue el único que me entendió. Pero siento que llegué a mi límite, que finalmente me rompieron, y no sé si quiera algo roto.

—¿Sabes cuál fue el primer pensamiento que tuve cuándo me capturaron? —suspiro—. Esperaba que te hubieran rescatado, que si uno de los dos tenía que ser recapturado que fuera yo. Deseaba, imploraba que estuvieras a salvo. Y cuando Snow me lo confirmó, me sentí aliviada, creía que podía pasar cualquier cosa mientras estuvieras a salvo.

Sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas, está cansado y yo también. Pero necesito decir esto.

—Había días donde solo quería dormir y no despertarme jamás, había días donde lo intentaba, por Peeta y por Johanna, días donde solo dejaba que los días pasaran, días donde tu recuerdo me perseguía y me daba fuerzas para seguir —afirmo—. Pero es difícil...

Mis piernas tiemblan pero no voy a ceder, pasé por cosas peores. Enderezo mi espalda y hago un esfuerzo enorme para que no se me quiebre la voz.

—Una vez habían llevado a Peeta a sus sesiones de tortura. No volvía —niego con la cabeza—. Snow me llamó para ofrecerme un trato, quería que esté de su lado en la guerra. Me negué... había dos personas en la misma habitación, mató a la mujer delante mío porque me negué.

Su mandíbula está tensa y puedo ver que se está contendiendo para no acercarse y dejarme hablar.

—Luego me dijo que si quería que pararan con las torturas de Peeta tenía que matar al hombre... se parecía a mi padre, los mismos ojos. Lo maté —se mantiene impasible—. Y luego Snow dijo que pensarías de esto... me quise morir en ese momento.

—Venus, no fue tu culpa. Nunca quisiste eso.

—Creo que ese es el dilema de mi vida, nunca quiero lo que pasa pero termina sucediendo de igual manera —me encojo de hombros—. También tuve clientes... bueno un cliente —suelto una risa ronca.

Da un paso hacia delante pero levanto la mano para detenerlo.

—Espera, deja que termine —trago saliva—. No me quejo de eso, gracias a ese cliente pude obtener información del ataque al trece, Peeta logró alertarlos.

—Nos salvaste...

—Ese día, el guardia vino a escoltarme de vuelta a mi celda —se me empaña la vista—. No tomó el camino habitual... era un pasillo oscuro y vacío... me arrinconó contra la pared.

Las manos de Finnick se vuelven puños, todo su cuerpo se tensa. Creo que ya se imagina que sucedió pero necesito decirlo. Es como un fantasma que no deja de perseguirme, y me llevó a esa niña de doce años que estaba indefensa, me sentí indefensa en ese momento.

—Me violó —una lágrima cae por mi mejilla—. Y siento que me rompió, que el Capitolio finalmente logró romperme. Volví a la edad de doce años cuando mi padre me vendió por primera vez y cuando Snow me prostituyó... y no me gusta sentirme así, no quiero sentirme indefensa, sentir que ellos ganaron.

—No ganaron.

—No estoy tan segura de eso.

—No ganaron —se acerca un paso más, tiene las mejillas empapadas por las lágrimas y los ojos rojos—. Sigues aquí, ¿no? —intenta sonreír aunque falla—. Eres fuerte, siempre lo fuiste y no dejarás que ganen. Se tarda diez veces más en recomponerse que desmoronarse, pero lo estás haciendo bien —un paso más.

—Nunca quise lastimarte —se me escapa un sollozo—. Nunca quise hacerte creer algo que no era, Peeta estuvo ahí luego de que sucedió y me aferré a él. Tenía miedo de que te fueras cuándo te contará todo. ¿Estás enojado conmigo?

—Lo entiendo —se acerca un paso más—. Y no hay nada que perdonarte, nada por lo que te tengas que disculpar, y definitivamente nada por lo que estar enojado.

—No te merezco...

—No digas eso —está solo un paso de distancia—. ¿Recuerdas lo que alguna vez te dije? Somos iguales, y si te lo tengo que volver a decir voy a hacerlo —toma mi mano—. No estás sucia y no estás rota.

Un quejido sale de mi boca, seguido de un sollozo. Mis piernas finalmente ceden pero Finnick me atrapa antes de caer.

—Te tengo, amor... te tengo —me aferro a su cuello mientras mis lágrimas empapan su piel—. Estamos juntos, ya pasó.

Nos lleva hasta la cama, mi cuerpo atravesado en su regazo mientras mis manos no sueltan su nuca. Estoy con él, ya pasó, estamos juntos, no me va a dejar. Y voy a superar esto y cuando llegue el momento voy a matarlos a todos.

—Te amo —me separo para lograr verlo a los ojos—. Te amo más que nada en el mundo, con cada pedazo de mí. Con toda mi alma.

—Y yo te amo a ti —sonrie.

Roza mis labios, espera una reacción de mi parte pero cuando asiento, me besa. Dulce, delicado, tomándose todo el tiempo del mundo. Haciéndome saber que todo saldrá bien si estamos juntos, demostrando todo el amor que siente y yo le devuelvo lo mismo. Quiero que sienta cuánto lo amo, cuánto me hace falta, lo importante que es para mí.

—A veces me aterra lo que siento por ti —confieso—. Este amor que me haría hacer cualquier cosa por mantenerte a mi lado.

—Siento lo mismo —coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja—. Te amo, Venus Harkin. Ayer, hoy, mañana, siempre.

—¿No te vas cierto?

—No me voy a ningún lado —y vuelve a besarme. 



✦✦✦

Holaa, ¿cómo están? 

Hasta acá llega el capítulo de hoy, Venus ya le pudo contar a Finnick todo lo que vivió en el Capitolio. Sinceramente, quise mantenerlos "distanciados" un poco más de tiempo, pero no pude jajajaj Más sabiendo lo que va a suceder en los próximos capítulos. 

Muchas gracias por los 40K de lecturas, no puedo creer el apoyo que está teniendo la historia, así que gracias gracias gracias 

Siento curiosidad, ¿de qué país me leen? 

No tengo más que decir, nos leemos el jueves :) 

~Luly

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