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Capítulo 60

—Tus heridas están mejorando.

—Bueno, eso es mucho decir. ¿Cuánto llevo aquí? ¿Cuatro días?

—Las medicinas no son las del Capitolio, pero son mucho mejor que las que tienen algunos distritos. Es un gran avance.

Toca mi abdomen a lo que suelto un quejido, Finnick rápidamente se para de su asiento, hago un gesto con la mano para indicarle que estoy bien.

—Lo siento, pero tengo que saber cómo va evolucionando. Tardará un poco más para que se cure —afirma—. Tienes que comer más, no estás aumentando de peso.

—No tengo hambre.

—Eso es porque tu estómago se adaptó, pero trata de comer un poco más, al menos la mitad del plato —sonríe con pena y se retira.

Odio esa mirada. La recibo cada vez que viene a curarme.

Finnick acerca la bandeja a la camilla y la coloca encima de mis piernas. No se apartó un minuto de mi lado, prácticamente vive en esta diminuta habitación que se separa por una cortina. Duerme en la silla, no entiendo cómo su cuello sigue intacto.

Siento culpa, porque le podría decir que se acueste conmigo pero me da miedo. Las memorias siguen ahí, latentes, esperando a salir. Y no quiero que lleve otra carga, otra cosa que Snow hizo, que provocó.

—Ya escuchaste, tienes que comer.

—En serio no tengo hambre —paso mis manos por el cabello para controlar los temblores.

Resulta que después de todo, si me dieron morfina, el dolor en mis costillas era un infierno y me administraron una dosis para poder sobrellevarlo. Pero solo me dan una dosis por día y esos temblores son a causa de la droga.

—Si te comes la mitad del plato te daré un regalo.

—Eso es chantaje —protesto.

—Tómalo como un premio, mejor —sonrie.

Tomo la cuchara de metal en una mano, no tengo cuchillo, ni tenedor. Asumo que es como medida de precaución por si llego a dañar a alguien... o a mi misma. Se trata de una especie de caldo con lo que parece ser pedazos de carne. Después de dos sorbos siento que voy a vomitar.

—Eso es, puedes hacerlo —me alienta el rubio.

Está por llevar su mano a mi espalda pero en un momento se detiene y vuelve a su posición habitual. Creo que sospecha, digo, conoce lo que Snow es capaz y mi actitud no dista mucho de cuándo llegué por primera vez al Capitolio, en mis primeros juegos.

Pero no dice nada, en su lugar me mira con adoración y eso hace que las ganas de vomitar aumenten.

Me obligo a comer para evitar tener que decir algo, cuando ya tomé la mitad del caldo paro. Mi garganta arde y mi panza comienza a doler, pero la sonrisa de orgullo de Finnick es suficiente para ignorar el malestar.

—Quiero mi regalo.

Él corre cuidadosamente la bandeja y saca algo del bolsillo de su uniforme gris. Lo tiende frente a mí.

—¿Cómo...

—Antes de que todo explotara, lo encontré entre unas lianas y hojas.

—Debe haberse caído cuando... —maté a Brutus.

—¿Quieres... —señala mi cuello.

—Sí —giro arriba de la cama para quedar de espaldas a él.

Siento sus dedos cálidos sobre la piel de mi cuello y me contengo en querer salir corriendo por el mínimo contacto físico. Coloca el collar de caracola que me dió en el vasallaje. Un nuevo peso se siente sobre mi pecho, pero este es diferente, más ligero, real.

—Gracias. ¿Sabes por qué Haymitch no vino a visitarme?

—Oh, es parte del equipo de la presidente Coin, tendrá mucho trabajo —se encoge de hombros—. Escuché que ayer partieron con Katniss y una tropa hacia el distrito dos, quieren que ceda y entreguen las armas.

—¿Katniss no estaba herida?

—Está mejor, creo. Aunque pienso que lo hace porque no quiere estar cerca de Peeta en estos momentos —hace una mueca.

—Quiero verlo —anuncio—. A Peeta.

—Vee, no creo que sea una buena idea, lo que le hizo a Katniss...

—No me hará nada a mí —trago saliva—. Estuve con él, después de cada tortura lo traían conmigo y le contaba la realidad de las cosas. Debe estar asustado, salió de una tortura para estar encerrado en otro lugar.

—Tendrás que hablar con Coin, no te dejarán pasar de otra manera.

—Bien, ¿me ayudarás?

Suspira.

—Claro.

—¿Mi hermana sigue en el cuatro?

—Haymitch intentó traerla cuando terminaron los juegos pero no se lo permitieron, sólo le dejaron llevar un dispositivo de comunicación —aclara—. Estuvimos hablando casi todos los días. Tranquila, está bien, Dennis está con ella, al igual que Annie y su prometido.

Eso me alivia un poco, aunque no dejo de pensar que no está a salvo, es la hermana de una vencedora traidora. El distrito cuatro nunca fue igual que el uno o el dos, pero varios adoran el Capitolio, no sé cómo pudieron reaccionar ante la rebelión.

—¿Y Mags?

Desvía la mirada cuando hago esa pregunta. Pasa las manos por sus rizos, se muestra tenso y una arruga aparece en su frente. Creo que ya sé lo que dirá antes de que abra la boca.

—Está muerta, ¿cierto?

—Lo siento, Venus —intenta mantenerse intacto pero su vista se nubla por las lágrimas—. Haymitch intentó sacarla antes de la flecha de Katniss, pero ya estaba... la encontró en su habitación.

El odio crece nuevamente pero enseguida desaparece dejando un vacío a su paso. Entrelazo mis dedos con los de Finnick y aprieto su mano en muestra de afecto.

—Lo siento, sé que era como una madre para ti.

El me devuelve el gesto pero cuando intenta abrazarme me aparto. Un nudo se forma en mi garganta al ver su reacción dolida después de eso.

—¿Quieres pasear un poco? —cambia de tema—. Ya sé que dijeron descanso total, pero hay una silla de ruedas que puedes usar.

—No, quiero dormir.

—De acuerdo, me quedaré a tu lado.

—Finnick, no tienes que hacerlo.

—Pero quiero, estaré bien si tu lo estás, así que duerme.

Mis ojos se cierran pero sigo escuchando todo lo que pasa alrededor. Desde que vi a Johanna no volví a salir de este lugar, no tengo fuerzas para hacerlo, sólo quiero dormir y dormir, porque en mis sueños tengo una mínima posibilidad que las cosas sean diferentes, de tener una vida con Finnick en dónde yo no esté rota. Mags murió, mi hermana y Annie están atrapadas en el distrito cuatro, Johanna tiene un odio en su interior que está a punto de explotar, Peeta está nuevamente confinado y yo... yo ya no sé quién soy.

No puedo abrazar a Finnick por miedo, no puedo contarle lo que sucedió porque no quiero ver la expresión en su rostro, no quiero decirle que finalmente me rompí, que esa coraza se resquebrajó y que estoy cansada

No sé en qué momento me quedé dormida pero cuando despierto Prim se encuentra cambiando mi bolsa de suero.

—Hola... —digo con la voz todavía adormilada.

—Hola, Venus.

Las luces están más tenues lo que me indica que debe faltar poco para el toque de queda.

—Lindo collar —menciona con voz dulce.

—Oh —llevo mis manos a este—. Es un regalo de Finnick.

Me sorprendo cuando no lo veo en la habitual silla a mi lado.

—Dijo que iba a buscar algo en su compartimiento, que en unos minutos volvería.

—Oh, claro.

—Son muy lindos juntos. Desde que llegó, Finnick estaba apagado pero ahora que te rescataron logró recuperar algo de esa luz que le faltaba.

Mi corazón se encoge y vuelve a latir. No se parece en nada a Katniss, ni físicamente ni tampoco en la personalidad. Su pelo rubio sigue en una trenza y lleva el uniforme gris pero con una distinción que la marca como enfermera.

—No se lo digas a Katniss, pero me caes mejor que ella.

Prim suelta una carcajada, termina de colocar el suero y luego recoge la bandeja con comida.

—Tranquila, no creo que se moleste por eso —abre la cortina y por poco choca contra Finnick—. Oh, justo a tiempo, recién se despertó. Ya cambié su suero.

—Gracias, Prim —remueve su pelo a lo que ella protesta y se aleja con una sonrisa.

—¿Qué fuiste a buscar?

—Esto —me tiende un aparato de color negro con botones—. Aquí, mira —presiona uno de los botones y la pantalla se ilumina.

—¿Finnick?

La voz de Gia responde, un sollozo se me escapa y miro rápidamente al rubio, solo está sonriendo y me hace señas hacia ese aparato para que conteste.

—¿Gia? —mi voz cuenta entrecortada—. Gia, soy yo, Venus.

—¿Venus? ¡Venus! —su voz sale algo distorsionada pero lo suficientemente clara para entenderla—. ¡Estás bien! ¡Estás a salvo! —escucho como llora—. Te extraño, pensé que nunca volvería a verte, no puedes hacerme esto, Venus.

—Lo sé, lo lamento. Yo también te extraño, ¿cómo estás? ¿estás bien? ¿no estás pasando hambre, no?

—Tranquila, estoy con Dennis y Annie, estamos en la Aldea de los vencedores... vimos... vimos tu entrevista, ¿era cierto?

—No, claro que no —Finnick me mira confundido—. Tenían a Peeta amenazado, no podía hacer nada, me obligaron a decir eso. Lo juro, Gia.

—Está bien, te creo —hay ruido de interferencia—. Ya estás a salvo, cuidala, Finnick. La señal se está cortando, no creo...

El aparato se apaga.

—¿Gia? ¡Gia!

—Tranquila, la señal debe haberse perdido, lo intentaremos mañana. Ella está bien —guarda el aparato en el bolsillo de su uniforme—. ¿Qué... qué era eso de la entrevista?

—Oh, una entrevista que tuve con Caesar.

—Cómo las de Peeta.

—¿Veían esas entrevistas?

—Sí, pensé... cuando lo vi pensé que estabas pasando por lo mismo. Peeta se veía mal y empeoraba con cada entrevista que pasaba, cuando nos alertó de las bombas solo suplique que no te pasara nada, que estuvieras a salvo el suficiente tiempo para que pudieramos rescatarte.

—¿Estuviste en el equipo de rescate? —me acomodo mejor en la cama.

—No exactamente... digamos que serví de distracción. Conté lo que Snow me hizo hacer, que vendió mi cuerpo y los secretos que obtuve por eso.

—Finnick... —tomo sus manos—. No tenías que hacerlo.

—Sí que tenía, no me arrepiento. Si te trae de vuelta a mí lo haría mil veces, no me importa, me cansé de los rumores. Si van a suponer y hablar que lo hagan con lo que realmente pasó.

—Estoy orgullosa de ti —afirmo—. Snow me obligó a decir en la entrevista que una guerra no era la solución, que mi apoyo estaba con el Capitolio. No se los dejé tan fácil, literalmente les dije que las personas mueren todos los días por menos que una guerra.

Suelta una carcajada, ese sonido hace estragos en mí, reavivan algo que estaba muerto pero se apaga rápidamente.

—Me amenazaron con Peeta, le iban a hacer daño si no hacía lo que me decían —continúo—. No tenía opción —bajo la voz—. Quiero hablar con él, sé que está asustado y con lo que pasó con Katniss... tengo que hablar con él.

—De acuerdo, iremos en la mañana...

—No. Ahora, dijiste que Katniss y una tropa están en el dos, está libre, quiero hablar con Coin.

—Venus... tienes que descansar —hace una mueca.

—Hay una silla de ruedas, ¿no? —levanto una ceja.

—Siempre tan astuta —sale un momento de la habitación y vuelve con la silla de ruedas—. Vamos, antes del toque de queda.

—Gracias.

Salimos del ala médica y nos adentramos en varios pasillos, no son igual que en el Capitolio. Aquí hay niños, familias, las puertas se abren con una especie de sensor y a pesar de que llevo mi pulsera de mentalmente inestable, los guardias nos hacen pasar.

Llegamos a una puerta, cuando sale un guardia de adentro, Finnick empuja rápidamente la silla de ruedas para entrar. El lugar está oscuro, varias pantallas se alzan con diferentes imágenes. En el centro hay una mesa con sillas alrededor, hay un hombre controlando esas pantallas.

—Señor Odair, ¿a qué debo esta visita?

—Presidenta Coin, lamentamos interrumpir.

Una mujer, un poco más joven que Haymitch, se acerca. Tiene el cabello oscuro, salvo por dos mechones más claros que enmarcan su cara, su piel es lisa y sus labios rosados a pesar de no llevar maquillaje. Aunque en sus ojos hay algo... extraño, algo que no llego a descifrar del todo.

—Usted debe ser Venus Harkin, es un placer finalmente conocer a la Sirena del Capitolio.

Ah, ahí está. Esa mención. Ese nombre que odio. Trago mi orgullo y todas las maldiciones que quiero decir contra ella y en su lugar intento forzar una sonrisa.

—Presidenta Coin, quería agradecerle por el rescate, sé lo difícil que debió ser tomar la decisión, pero gracias a eso puedo estar de vuelta con Finnick —endulzo sus oídos—. Gracias.

—Es un gran soldado, señorita Harkin. Tal vez Snow crea que es importante para el Capitolio, pero lo es aún más para nosotros, todos la admiran.

—Creo que voy a sonrojarme —miento—. Gracias por sus palabras, pero no creo ser ningún soldado.

La diferencia de altura es notoria, todo por el hecho de que estoy en una silla de ruedas y ella está de pie, pero no me dejo intimidar.

—Quería pedirle algo, no sé si sabe, pero Peeta estuvo confinado en la misma celda que yo. Tal vez es recomendable que hable con alguien que no ve como una amenaza, alguien conocida. De esta manera, su tratamiento puede evolucionar.

—Estoy al tanto de eso, señorita Harkin, pero lamento informarle que la pulsera que lleva en su muñeca es por algo —su voz destila superioridad—. Ambos se encuentran mentalmente inestables, no es buena idea que convivan.

—Eso no lo sabe —respondo cortante—. Sería mejor para él que lo dejen hablar conmigo, se siente a salvo conmigo, puede ser un progreso. Yo sé que sí.

—Cinco minutos.

—Diez —replico.

—Cinco —repite seria.

—Está bien, pero quiero hablar ahora.

Ella bufa, pone los ojos en blanco pero finalmente asiente. Luego de eso habla con alguien por la radio, el mismo aparato que tiene Finnick y se marcha de nuevo a dónde sea que estaba trabajando.

El camino de vuelta lo hago con una sonrisa de satisfacción en mi rostro, Finnick empuja la silla de ruedas hasta el lugar donde mantienen a Peeta encerrado. El guardia frena al rubio, toma el control de la silla y me lleva hasta la entrada de la habitación.

—Está bien, puedo sola.

El guardia murmura algo por lo bajo y se retira. Ingreso en la habitación, mis manos viajan por un segundo a mi boca por la impresión. Lo tienen atado, sus manos y pies están asegurados para que no pueda escapar. Con dificultad avanzo con la silla los pocos metros que nos separa, puedo ver a Finnick del otro lado del vidrio con una mueca de preocupación.

Cuando estoy a pocos centímetros me detengo. Peeta debe haber escuchado algo, porque gira lentamente la cabeza y sus ojos conectan con los míos. El shock inicial es brusco, finalmente puedo entender que tan mal estaba Peeta. Creo que me había acostumbrado a verlo con ojeras y más delgado, pero esto es diferente, no se ve como él y me pregunto si de esta manera me ve Finnick a mí.

—¿Venus? —susura—. ¿Venus?

—Estoy aquí —las lágrimas se acumulan en mis ojos—. Hola... estoy aquí, estamos a salvo.

—Pensé, creí que habías muerto.

—Estamos bien, ya todo terminó —tomo su mano cuando se desespera por alcanzarla—. Estamos en el trece, ¿recuerdas? —menciono con delicadeza—. Ellos nos iban a rescatar.

—¿No te hicieron daño? —sus ojos están rojos y desorientados pero logra reconocerme.

—No, ya estamos a salvo.

—Katniss, ella... —se remueve.

—No hablemos de ella ahora, ¿de acuerdo? —él asiente—. Sólo quiero pasar algo de tiempo con mi amigo.

—Y yo con mi amiga... ¿pudiste ver a Finnick? —hace una mueca de dolor cuando intenta acomodarse.

—Sí, no se separa de mi lado —bromeo—. Está esperando afuera ahora mismo —señalo el vidrio.

Finnick saluda con la mano a lo que Peeta asiente con la cabeza antes de volver su atención a mi.

—No se ve muy contento que esté contigo.

—Oh, no es por eso. Técnicamente tendría que estar descansando, más o menos lo obligué a que me traiga.

Suelta una carcajada seca.

—¿Cómo estás?

—Eso te lo tendría que preguntar yo —inquiero.

—Enserio, Venus —su postura se relaja—. ¿Cómo estás?

Miro una vez hacia Finnick y luego me centro de nuevo en el rubio a un lado mío.

—Rara... Hay un vacío dentro de mí que no se va, algo que falta y... no le he contado nada a Finnick de lo que sucedió —bajo la cabeza—. No creo que pueda, si me ve diferente...

—No lo hará, nunca lo hizo por lo que me contaste... ¿por qué lo haría ahora?

—Porque está vez no era un cliente, y estaba de novia con él y...

—Venus...

—Además está el hecho de que cada vez que me toca salto asustada o me alejo o...

—Es normal, tienes miedo de que vuelva a pasar.

—Pero él nunca me haría eso.

—Tu cerebro no lo entiende...

—Contigo es diferente —susurro.

—Estaba allí, te aferraste a mí como yo lo hice a ti. Solo date tiempo...

—Vamos a estar bien, ¿me escuchas? —aprieto su mano—. Vamos a superar esto y Snow se pudrirá en el infierno, lo juro.

—Venus, no creo...

—Lo digo en serio... trataré de venir seguido, tengo que pedir autorización pero voy a insistir, no te voy a dejar solo, ¿me escuchas?

Lo abrazo como puedo, sus manos están apresadas pero consigo acariciar un poco su espalda, su cabeza queda a un costado de mi cuello, puedo escuchar como solloza por lo bajo.

Cuando nos separamos, mi vista viaja hacia el vidrio que tengo enfrente, Finnick me mira con una expresión de confusión y dolor, me separo de Peeta sin apartar mis ojos de él.

Lo volví a lastimar, al parecer eso es lo único que hago últimamente. 



✦✦✦

Holaa, ¿cómo están? 

Voy a cambiar los días de actualización para los lunes y jueves, así me queda más cómodo y no interfiere con mis clases. 

Espero que les guste el capítulo de hoy, no puedo creer que llegamos a los 30K de lecturas!!! Gracias, gracias, gracias :) 

Como siempre, pueden comentar y dejar un voto. 

Nos leemos el jueves. 

~Luly 

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