Capítulo 59
Debería sentirme diferente, ¿no?
Ya estoy a salvo, estoy lejos del Capitolio, estoy... bien.
No. No estoy bien.
El agua cae por mi cuerpo, llevo más de quince minutos en la misma posición. La mujer que vi al despertar resulta ser enfermera de este lugar, me permitió tomar una ducha si no intentaba nada extraño. Al parecer estoy mentalmente inestable.
Ellos también lo estarían si hubieran pasado por lo mismo.
Así que froto mi cuerpo con fuerza una y otra vez. Todavía siento mis muslos pegajosos y la suciedad metida dentro de mi piel.
Todo se siente tan familiar y a la vez no. Estoy reviviendo mis tiempos como mentora, esos días en el Capitolio cuando no sabía que iba a suceder, que cualquier cosa podría significar en mi muerte o la muerte de Finnick o la de Gia.
Y ahora estoy cómo empecé. Asustada, enojada... vacía.
—¡Señorita Harkin! —escucho la voz de la mujer—. Ya es suficiente.
Cierro la canilla de la ducha, después de todo ya se estaba terminando el agua caliente. Tomo una toalla y envuelvo mi cuerpo en esta, cubriendo cada pedazo de mi piel, sobre todo mis piernas, aunque solo me llega hasta debajo de la rodilla.
Salgo del baño, la mujer rubia me está esperando, sonríe amablemente y me guía de nuevo al sector de la enfermería. Al llegar, veo un nuevo camisón colocado encima de la camilla.
Trago saliva.
Los recuerdos me golpean con fuerza.
—Eh... —comienzo temblorosa—. ¿No podría usar otra cosa?
—¿Otra cosa? —inquiere.
—No me siento cómoda usando... eso.
—Lo siento, señorita Harkin...
—Venus —interrumpo—. Llameme Venus.
No puedo soportar que me llamen señorita Harkin.
—Claro, Venus —asiente—. Es el protocolo, al menos hasta que le demos de alta.
—Entiendo...
—Es hora del chequeo.
Creo que salí de una instalación médica a otra, pero en esta no juegan a pincharme el brazo con una aguja repetidas veces.
La mujer rubia toma mi presión arterial, luego me saca un poco de sangre y por último me pide que inhale profundo para escuchar mis pulmones. Se abstiene de tocarme de más, la primera vez que lo hizo casi le doy un puñetazo directo en la nariz.
Tengo puntos al costado de la ceja, producto del golpe del guardia, ni siquiera sabía que se había abierto la piel.
—Consulté con el médico del trece, tendremos que vendar tu torso, no por completo pero algo. Dos de tus costillas están fracturadas, necesitarás reposo.
—Oh... de acuerdo.
La mujer gira mirando hacia la pared, clara señal para que me coloque la ropa interior. Es un conjunto de algodón gris, como todos los uniformes de este lugar. Puedo manejar el gris.
—No te pongas el camisón todavía.
Mi cuerpo se tensa ante eso, la mujer se acerca con unas tijeras y vendas, hace un gesto pidiendo permiso y yo asiento con la cabeza. Comienza a envolver parte de mi torso con la venda.
Pego un salto involuntario cuando sus dedos fríos tocan mi piel.
—Lo siento...
Y los recuerdos vuelven a aparecer y con eso las sensaciones. Tenías las piernas pegajosas pero no sé si ese guardia terminó dentro de mí o no y la tan sola idea de que tal vez haya algo de él dentro de mí me hace querer arrancarme la cabeza.
—Eh... tengo que pedirte algo —menciono en voz baja—. Y preferiría que quedara entre nosotras.
—Señorita Harkin...
—Venus, dígame Venus —suplico.
—Venus, todo tiene que ser informado.
—Solo, escuchame... necesito... necesito una pastilla abortiva.
Sus manos dejan de moverse en torno a mi estómago, cuando se compone ajusta la venda y me entrega el camisón para que me vista. Deja la tijera a un lado y me mira fijamente.
—Venus...
—Si hay una mínima posibilidad no lo quiero, no podría... —me enredo con las palabras—. No es lo que crees, yo no...
—No hace falta que digas nada —su expresión cambia a una de lástima y lo odio—. Podría llamar al médico y hacer un examen más... especial, para que te quedes segura.
—No, no quiero que nadie se entere, solo ¿podrías conseguir eso?
—¿Hace cuánto pasó?
—No lo sé... estoy algo desorientada.
—No hay problema, cuando vuelva a controlarte en la noche la traeré conmigo.
—Gracias...
—Señora Everdeen.
—Oh... no sabía que usted...
—Soy la madre de Katniss —sonrie—. Lo tendría que haber dicho antes, pero gracias.
—¿Por qué?
—Por cuidar de mi hija, por creer en ella.
Luego de eso se va.
¿Cuidé de Katniss? Lo intenté. ¿Creí en ella? Creí en la rebelión.
Lentamente me pongo de pie, corro con cuidado la cortina. No hay guardias, ni tampoco movimiento de personas. Mis pies descalzos sienten el frío del suelo, inspecciono un poco el lugar. No se parece al Capitolio porque no es el Capitolio.
Me detengo cuando escucho una voz familiar.
—Mira quién se ha despertado.
—¿Johanna? —aparto la cortina.
Mi amiga se encuentra sentada en la camilla, tiene conectado una bolsa de suero en su intravenosa. Finalmente me doy cuenta de cómo nos afectó nuestra estadía en el Capitolio. Su cabeza rapada, sus pómulos marcados, ojeras debajo de los ojos, delgadez extrema, aunque hay una furia en sus pupilas. Mantiene una expresión dura, defensiva pero se relaja un poco cuando me acerco.
—Es bueno saber que estás viva —comento.
—Lo mismo digo.
—Por casualidad, no te están dando morfina, ¿no?
—¿Por qué? ¿Quieres un poco?
—La verdad que sí.
—Bueno, lamento informarte que no me están drogando —respondo.
—Lástima, podríamos haber alucinado juntas.
—Una pena.
Sus ojos viajan a mi muñeca, específicamente a la pulsera que rodea está. Indica que estoy mentalmente inestable, al igual que ella.
—Bienvenida al club —levanto la mano bromeando.
—Sí, bueno. Al menos esto es mejor —se encoge de hombros—. La chica en llamas no la está pasando bien, le tocó su turno.
—¿De qué hablas? —interrogo confundida.
—Katniss es una de nosotras ahora. Está en la enfermería, al parecer el panadero se volvió loco y quiso matarla —dice con un tono ligero—. Finalmente lograron jugar con su cabeza.
—Peeta...
Mis emociones se mezclan. Las ganas de llorar se combinan con el deseo de matar a aquellos que le hicieron esto, a Snow. Tenía la mínima esperanza de que no funcionara, cuando alertó a Katniss del ataque era el Peeta de antes.
Pero no funcionó.
Snow ganó.
—¿Qué haces aquí?
Finnick se acerca desesperado, tiene el ceño arrugado y una clara postura tensa. Me levanta con cuidado de la camilla de Johanna y me deja de pie frente a él.
—La señora Everdeen me dijo que tienes dos costillas fracturadas, no puedes estar de pie, Vee. Tienes que descansar.
—¿Eso es verdad? —inquiere mi amiga.
—Tal vez...
—Venus, sal de aquí, ve a acostarte, a besarte con rizitos de oro, lo que quieras. Pero no hagas nada estúpido.
—Son pesados, estoy bien.
—No —sentencia el rubio—. No estás bien, ahora a la cama.
Saludo a Johanna y Finnick literalmente me arrastra de vuelta a la camilla. Trae la incómoda silla a un lado y se sienta en esta.
Si yo la pasé mal, Finnick no se queda atrás. Está cansado, lo puedo ver por sus ojeras, las pequeñas arrugas en su frente de mantener una expresión de preocupación constante. Sus rizos perdieron brillo y su postura es algo más encorvada.
Trago saliva.
Si hubiese sido él... yo no sé qué habría hecho.
Toma mis manos entre las suyas y deja pequeñas caricias sobre estas. Es él, se siente real y está aquí. Estamos juntos finalmente, pero ¿por qué siento algo en mi pecho? ¿Algo que no debería estar ahí?
—Pensé que te perdía —susurra—. Qué nunca te volvería a ver, que era nuestro final, pero aquí estás. Estamos juntos de nuevo, amor —besa mis nudillos.
Amor.
Sería el momento perfecto, ¿no? Finalmente le podría decir que lo amo, que siempre lo he amado. Qué es lo que me da fuerzas para continuar. Pero las palabras del presidente Snow se instalan en mi cabeza, de cómo se tomaría Finnick que maté a alguien en sangre fría, que no dudé ni me arrepentí de hacerlo. Y luego el cliente aparece, y cómo lo usé para conseguir información, para cuidar a Johanna. Y las manos del guardia se hacen presente, de cómo tomó mi cuerpo a la fuerza.
Y la confesión muere en mi boca. No puedo decirle que lo amo, no ahora, no cuando todo es tan reciente, no cuándo él podría dejarme si se entera.
—Finn... —las lágrimas pican detrás de mis ojos—. No sé cuánto te contaron y si saben algo de cómo fue el rescate.
Él me mira, sus hermosos ojos verdes chocan con los míos, es como ver el mar a través de ellos.
—Estabas... en una celda —su voz se entrecorta—. Johanna y Peeta también.
—Peeta estaba conmigo, a Johanna la bajaron ese día —divago—. Lo que quiero decir, es que pasaron cosas estando en el Capitolio, cosas que Snow...
—Amor —seca una lágrima traicionera que cae en mi mejilla con su pulgar—. No hace falta que lo cuentes si no estás lista, nunca te presionaría —conecta mi frente con la suya.
—Lo sé... lo sé —cierro los ojos—. Sólo que, tal vez necesite tiempo, ¿sabes? —me separo un poco para enfocar su rostro—. Para volver a ser... yo. Mi antigua yo.
—Y yo te lo daré, todo el tiempo que necesites —afirma—. Eres Venus Harkin y amo cada parte de ti, lo bueno y lo malo. Te tome un día o cien años, yo voy a estar aquí, esperándote porque te amo.
Las lágrimas finalmente caen, se me derrite el corazón con lo que dice y por un momento vuelve a latir como antes, como si no estuviera roto en mil pedazos. Quiero responderle, de verdad quiero. Quise decirle que lo amo desde hace tanto tiempo que cuando tengo la oportunidad me paralizo. No puedo.
—No hace falta que respondas. Lo sé, créeme —se sienta a un lado en la camilla—. Cuándo estés lista estaré aquí.
—Lo siento...
—No necesitas disculparte, Vee. Solo estoy feliz que finalmente estemos juntos y no tengamos que ocultarlo.
—Yo igual —digo sincera.
—Ahora necesitas dormir, tienes que descansar.
—Tengo miedo...
—¿Recuerdas lo que te dije una de esas tantas noches?
—Que cuidarías mis sueños —sonrio.
—Y planeo hacerlo ahora, estaré aquí cuando despiertes.
✦✦✦
Las pesadillas ya son habituales. Años intentando superarla para que vuelvan a mí, pero esta vez se agrega mi estadía en el Capitolio. Snow matando Finnick ya es algo recurrente y se repite una y otra vez. Pero creo que aprendí a no hacer ruido. Eso o Finnick tiene el sueño pesado.
Me despierto algo desorientada pero cuando consigo enfocar al rubio a un lado mío, sentado en la silla me tranquilizo. Tiene su mano a escasos centímetros de la mía y mantiene la boca abierta. Se ve relajado, tal vez es la primera vez que duerme de esta manera en un tiempo.
Una niña rubia entra con una bandeja de comida, la coloca sin hacer mucho ruido en la mesita que hay al lado de la camilla.
—No puede estar aquí —señala al rubio.
—No creo que se vaya.
—Sí, lo sé —sonríe—. Soy Prim, la hermana de Katniss.
—Sé quién eres —me acomodo en la camilla—. Tu madre tenía que traerme algo.
Ella toma algo de la bandeja y me lo tiende en la mano. Es una pastilla, a continuación me alcanza el vaso de agua y la trago rápidamente.
—Tranquila, no sé qué es, sólo me dijo que tenía que dártela.
—Gracias.
Me remuevo incómoda. Finnick sigue durmiendo en una posición que seguramente le dolerá el cuello cuando se levante, pero no quiero despertarlo. En su lugar, enfoco mi atención en Prim, se parece a su madre más que a Katniss. Cabello rubio arreglado en una trenza, ojos amables y sonrisa cariñosa.
—¿Cómo... cómo está tu hermana?
—Oh, no sabía que... Ella está mejor, algo adolorida pero mejorando.
—¿Qué pasó?
—No creo que debería decirte.
—Por favor, es mi amigo y yo sé por lo qué pasó. Estuve ahí.
Ella suspira.
—La intentó ahorcar, fue como si no la reconociera —menciona en voz baja—. Hoy en la tarde me enviaron a hablar con él, me preguntó por su familia, cree que es culpa de Katniss que murieran, que ella es un muto.
Ay, Peeta...
—Puedo hablar con él, me reconoce, tal vez ver una cara conocida ayude.
—Tienes que hablar con la presidenta Coin.
—¿Con quién?
—Ella es la que maneja este lugar, te tiene que dar la autorización.
—Genial —respondo sarcástica—. Gracias Prim.
—Fue un gusto conocerte, Venus.
Se retira lentamente. Peeta está mal, llegaron a su cabeza, cree que Katniss es un muto. Nunca había estado así en el Capitolio. Necesito hablar con él.
La presidenta Coin maneja este lugar, tengo que saltar de un presidente a otro y arrastrarme para poder mantener a Peeta a salvo.
Finnick se remueve en su asiento, abre sus ojos por unos momentos y los vuelve a cerrar. Balbucea algo que no entiendo y finalmente se duerme.
La misma presión de antes se instala en mi pecho. ¿Y si ese tiempo es para siempre? ¿Si nunca puedo volver a ser la Venus de antes?
—Te amaría igual —murmura.
—No me di cuenta que hablé en voz alta.
Sus ojos están abiertos y me miran con cariño.
—Te amaría igual. Y por el momento —se acerca lo suficiente a mi rostro que puedo sentir su aliento—. Tengo amor para los dos.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Hasta acá llega el capítulo de hoy, lo subo un poco más tarde porque antes no podía. Se vienen días complicados para Venus, no es fácil procesar todo lo que vivió estando en el Capitolio y lo que tuvo que hacer.
Nos faltan 500 lecturas para llegar a los 30K!!! Muchas gracias por apoyar este fanfic, espero que les esté gustando. Me encanta leer sus cometarios :)
Ahora sí, nos leemos el martes que viene, tal vez suba el capítulo a la mañana o a la noche, a la tarde estoy cursando y se me va a hacer imposible :(
~Luly
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