Capítulo 5
Bueno, el desfile no fue del todo mal. Digo, la multitud gritaba y por un momento Snow no apartó la vista de nuestro carruaje.
Sí, fue muy bien.
Me tiemblan las manos, y hago lo mismo que hice en la cosecha para calmarme, encajo tan fuerte las uñas en mis palmas hasta que hago una mueca de dolor.
Tengo que salir de aquí. Ahora. No soporto ser el centro de atención, no soporto tener todas las miradas por como me veo y porque creen que tiene el derecho de algo.
Camino rápidamente hacia el ascensor. Me adelanté antes de que los demás me alcanzaran, seguro Darya está furiosa.
—Bonito atuendo.
Me tenso. El tributo que no apartaba la vista de mi entra en el ascensor, se posiciona a mi lado. Es alto, de espalda ancha y con músculos. No parece que pudiera tener diecisiete o dieciocho años, sino que parece mucho mayor.
No respondo.
—¿Venus, no? —voltea a mirarme—. Einar, distrito dos.
Sigo sin decir nada. Trato de relajar mi respiración. ¿Por qué me está hablando? Soy la competencia, debería querer matarme, ¿no?
—¿No vas a decir nada? —escucho un tono de burla en su pregunta—. Causaste una impresión allá afuera, ¿lo sabes, no? —me arrincona contra la pared del ascensor.
Llevo mis manos hacia su pecho para apartarlo, pero él da unos pasos hacia atrás alejándose. Mira hacia arriba de mi cabeza y luego a mis ojos.
—Muy pronto... —es lo único que dice antes de salir del ascensor.
Permanezco varios segundos en la misma posición, ahora no solo mis manos tiemblan. Expulso el aire que estaba conteniendo.
Cuando se abren las puertas, salgo apresurada y entro en el departamento del piso cuatro. Me dirijo hacia el dormitorio y una vez en el baño me dedico a limpiar por completo mi cuerpo. No puedo pasar ni un minuto más llevando este atuendo.
Froto mi piel hasta que queda roja, las estúpidas escamas son difíciles de sacar, ¿con qué las maquillaron?
Una vez que termino me quedo debajo del agua caliente por unos minutos. Luego salgo y me coloco la misma bata de antes, cuando Jazeera y Milos me estaban preparando.
Mi pelo gotea por el suelo, pero no me importa. No llores, no llores. Sabía que esto iba a pasar. En el distrito todos hacían comentarios, todos asumían cosas, me miraban lascivamente a pesar de solo tener dieciséis años. Las chicas de alrededor no querían hablar conmigo o me molestaban, decían que yo les robaba sus novios a ellas cuando nunca hablaba con nadie, nunca hacía nada.
Desde que tengo memoria, mi rutina siempre fue salir a nadar y trabajar en el taller. Y ahora el desfile. No sé qué supondrá eso para mi. Imagino que algunos patrocinadores estarán interesados, pero ¿los tributos?
Seguro quieren matarme.
Escucho voces y pasos. Asumo que los demás ya habrán llegado. Me cambio, trenzo mi pelo aún húmedo y salgo. Hora de fingir, otra vez.
—¿Cómo se te ocurre salir así, niña? —Darya se acerca peligrosamente hacia mi—. Quieres llamar la atención, es eso, ¿no? —encaja sus uñas en mi brazo—. Pues, felicidades, lo conseguiste —dice con una mueca de asco y se aparta cuando el chico de oro posa una mano en su hombro para apartarla.
—Eso no es necesario, Darya —menciona serio—. Por qué mejor no nos sentamos, estoy seguro que todos necesitamos comer algo y descansar.
La mujer bufa y se va enojada a sentarse, Mags me da una sonrisa tímida antes de hacer lo mismo. Blake la sigue.
—¿Estás bien? —pregunta preocupado, llevando su vista a mi brazo con unas pequeñas marcas de uñas, cortesía de Darya.
—Estoy bien —suspiro.
—Estuviste asombrosa allá afuera —sonríe.
—Bueno —me encojo de hombros —. Trate de seguir tu consejo.
—Me alegra que me escucharas —se le iluminan los ojos.
—No es como que tenga muchas opciones, ¿no? —cuestiono—. Eres el mentor, después de todo.
Él suelta una carcajada. Veo como pequeñas arruguitas aparecen a los costados de sus ojos al reírse. Me hace un gesto con la cabeza para caminar hacia la mesa.
Cuando estamos todos sentados, sirven la comida. Ni ayer ni hoy pude comer demasiado, pero voy a tener que cambiar eso. Probablemente esta sea la única comida de verdad que pueda ingerir antes de los juegos.
Lleno mi plato con pescado, papas asadas, verduras y una hogaza de pan que me hace recordar al cuatro.
—De acuerdo —rompe el silencio el rubio—. No es ninguna novedad pero hicieron un gran trabajo en el desfile, seguro tendrán varios patrocinadores haciendo fila.
—Lo sabía —responde arrogante el castaño.
—Ahora, mañana comienzan los entrenamientos —continúa—. Tendrán varios días para practicar antes de la prueba individual. Necesito saber en qué son buenos, a partir de eso armaremos nuestra estrategia.
Trago un bocado, no quiero ser la primera en hablar. Pero antes de poder pensar algo, Blake ya está respondiendo.
—Entreno desde los doce, soy fuerte y puedo manejar armas —afirma el castaño con seguridad.
—De acuerdo —asiente el rubio y posa sus ojos en mi—. ¿Venus?
—No creo que... —inhalo profundamente y trato de relajarme—. No sé usar armas, pero sé cosas de supervivencia —digo segura—. Y nado.
—¿Nadas? ¿Eso es todo? —inquiere Blake—. Yo también sé nadar, vivimos en el cuatro —responde obvio.
—Y muy bien nada —agrega el rubio ignorando a Blake—. La he visto —menciona sin apartar sus ojos de los míos.
Lo miro confundida. ¿Me vió? ¿En qué momento me vió? Siempre suelo ir a nadar por la mañana, a veces antes de que amanezca, cuando no hay ninguna persona por la playa. Es imposible que me haya visto.
Quiero preguntarle, pero antes de que consiga abrir mi boca, el rubio habla haciendo como si no hubiese dicho ese comentario.
—Podemos trabajar con eso —nos mira a ambos—. Ahora, les recomiendo que no muestren de todo lo que son capaces en los entrenamientos, eso deben dejarlo para la prueba individual. Vayan por las estaciones que menos sepan y aprendan de ellas.
—¿No vamos a practicar con armas? —interroga enojado el castaño.
—Si, van a practicar con armas, pero saber usar una espada no lo es todo en los juegos —responde serio.
—¿No lo es todo? —se burla—. Que recuerde hay que matar personas.
Me paralizo. ¿Cómo puede decir algo así tan despreocupadamente?
—No vas a matar a nadie si antes terminas muerto por no saber conseguir agua o diferenciar plantas venenosas cuando estés desesperado por comida —la expresión del rubio cambió de una amigable a otra completamente fría —. Así que no, las armas no son lo más importante.
La mesa queda en completo silencio. Blake no replica, en cambio se levanta furioso y se encamina hasta su habitación con Darya pisándole los talones. Creo que ya eligió a su favorito.
Mags sigue comiendo calmadamente.
—Tengo que irme —le avisa a la mujer mientras hace unas señas con sus manos.
Ella le responde de la misma manera y él solo asiente.
—Lo sé —es todo lo que dice—. Luego hablamos —me dice y luego se va.
Solo quedamos Mags y yo. No por mucho, porque una vez que se lleva a la boca el último bocado, me da un apretón en la mano y una sonrisa cariñosa, y se retira.
Trato de saborear lo que queda de mi plato, pero siento como el estómago se me cerró.
Paso lo que resta de la tarde en el dormitorio, intento descansar pero mi cabeza no paraba de dar vueltas y hacer ruido. Me quedé todas esas horas mirando el techo, literalmente.
Luego nos reunimos para la cena, nuevamente el rubio no estaba. ¿Serán todos los mentores así? Siempre creí que pasaban la mayor parte del tiempo con los tributos, pero al parecer no. O al menos el rubio no es así.
Cuando llega la noche y todo el piso se encuentra en silencio, salgo al balcón. Hay menos ruido hoy, pero sigue siendo molesto. Se aprecian las luces de la ciudad y el aire frío hace que me den escalofríos.
Extraño a Gia, demasiado. Pero viviría esto una y mil veces si eso significa que ella no tenga que pasar por esto, solo tiene catorce años.
—Una moneda por tus pensamientos —la voz del rubio me desconcentra.
Lleva puesta la ropa con la que se fue después del almuerzo, su pelo está algo revuelto y sus ojos muestran cansancio. Pero no deja de sonreír.
—Creo que te espantarías —bromeo.
Se siente bien hablar con alguien que te mira a los ojos.
—Pruébame —levanta las cejas—. Que me digas lo que piensas, no a mí. No seas malpensada —inquiere burlón.
—¿No asusta? —interrogo en voz baja.
Me abrazo a mi misma para contener el frío y los temblores de mis manos también.
—¿Qué cosa?
—Estar listo para morir a nuestra edad —aparto mis ojos de la ciudad y los llevo hacia los suyos.
Él se posiciona mejor, hay un dejo de asombro en su expresión pero luego se relaja.
—Creo que hay cosas por las que nunca se está listo —me regala una mueca.
Guardo silencio.
Si, creo que tiene razón.
Y eso me hace pensar que es por lo que no está listo él. Tiene que haber algo, ¿no?
Todos guardamos secretos. Y eso me hace recordar la conversación en la comida.
—Antes —comienzo—. Dijiste que sabías que era buena nadando... ¿Cómo?
Agacha la cabeza y luego la levanta mirando en mi dirección.
—No eres la única en la playa —responde encogiéndose los hombros.
—Lo sé, pero siempre voy a nadar a la mañana —afirmo—. A veces incluso antes de que salga el sol.
—Bueno, entonces no eras la única en ese momento —dice incomodo.
—¿Me estabas espiando? —interrogó en gesto burlón.
—¿Qué? ¡No! —responde velozmente—. Claro que no, solo voy a la playa por la mañana, me ayuda a pensar... o a dejar de hacerlo —susurra esto más para él mismo que para mí—. Y tú estabas ahí, solo vi como nadabas, eso es todo. No creas algo que no es —súplica.
—Tranquilo, Finnick —lo calmo—. Te creo.
Relaja su expresión y destensa los músculos. Dirige su vista a la ciudad y yo hago lo mismo.
—Nunca habías dicho mi nombre...
—¿En serio? —pregunto confundida—. No me había dado cuenta.
Veo de reojo como sonríe, pero me quedo en silencio. Disfrutamos de la compañía del otro. Yo para distraerme de los juegos y él... de cualquier cosa que le preocupe. Nunca tuve un amigo, ni siquiera una persona con quién hablar aparte de mi hermana, y ni siquiera a ella le cuento todo. No podría.
Recuerdo el día de la cosecha, pareciera que pasó hace demasiado tiempo. Recuerdo lo aliviada que me sentí que el nombre de Gia no saliera cosechado, sin importar lo que eso significaba para mí. Recuerdo el viaje en el tren...
—Espera —volteo a mirarlo al comprenderlo—. ¡Por eso te sorprendiste cuando nos vimos en el tren! —afirmo—. Porque me reconociste. De la playa.
—Está bien —suspira—. Fue por eso, pero hubiese sido raro que te lo diga, ¿no?
—Si... —río.
Esto es lindo, este momento de relajación. Pero luego recuerdo que mañana comienzan los entrenamientos y toda la tranquilidad se esfuma en un momento.
—¿Lo dijiste en serio? ¿Acerca de nadar bien? —me siento en el piso del balcón de cara a mi habitación—. Porque a menos que en la Arena haya agua no creo que sea muy útil.
Hace lo mismo y se sienta a mi lado, dejando varios centímetros de separación que agradezco internamente.
—Me escuchaste, no creo que las armas sean lo más importante —menciona—. En los juegos se dejan llevar por la fuerza, pero nadie piensa en cómo sobrevivir.
—Pero, ¿los patrocinadores?
—Es verdad, ayudan, pero no siempre te van a brindar lo que necesitas —voltea a mirarme—. Ahí afuera no hay nadie que vaya a salvarte, tienes que hacerlo tú mismo.
Tiene razón. Al final del día somos nosotros los tributos, quienes se juegan la vida, no ellos.
—Eso no quiere decir que no lo hayas hecho bien en el desfile —agrega—. De hecho lo hiciste muy bien —hace una mueca.
—¿Eso es bueno, no? ¿Por qué te preocupa?
Siento como se tensa, se levanta del piso y se encamina hacia su habitación.
—Recuerda lo del entrenamiento, no muestres demasiado —dice con la vista fija al frente, de espaldas a mí.
—Finnick —se detiene—. No tienes que ser así, al menos no me importa.
—¿Así cómo?
—No tienes que actuar, creo que es bastante obvio que en realidad no eres todo sonrisas y bromas.
—Dejaré de hacerlo cuando tú también lo hagas —responde mirándome sobre el hombro—. Buenas noches, Venus.
✦✦✦
Holaa, hasta acá el capítulo de hoy.
No saben lo feliz que me hace escribir este fanfic, hace mucho quería escribir algo de Finnick y amo a Venus como protagonista, espero que también llegan a hacerlo.
Espero que les este gustando, me ayudan mucho votando y comentando ♥
~Luly
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