Capítulo 49
Sus brazos me estrecharon con fuerza, su traje se siente pegajoso y pequeñas manchas rojas cubren su piel, además del aroma metálico. Cuando me separo finalmente de ella es que me doy cuenta.
Sangre.
—¿Estás bien? ¿Qué sucedió? —interroga Finnick.
Katniss y Peeta llegan a donde estamos. La chica en llamas sigue un poco rezagada, aunque guardó la flecha en el carcaj.
—Estábamos en la selva —mueve el hacha en su mano—. Pensábamos que era seguro, pero de repente empezó la lluvia. Creí que era agua y resultó ser sangre.
Wiress se tambalea detrás suyo, sigue cubierta en sangre mientras que Beetee se encuentra en el agua.
—Sangre, caliente y espesa —aparta a Wiress cuando se acerca—. Estaba cayendo, nos estaba ahogando... Blight chocó contra el campo de fuerza.
—Lo siento, Johanna —digo sincera.
—Si, bueno. No era excepcional pero era de mi distrito —se encoge de hombros.
—Tic tac... Tic tac... —Wiress murmura.
—¿Qué le ocurrió? —inquiere Katniss.
—Está en shock —contesta Beetee—. La deshidratación no ayuda, ¿tienen algo de agua?
—Podemos conseguirla —trato de tranquilizarlo.
Johanna protesta. Wiress continúa diciendo esa frase, tic tac, una y otra vez como si fuera un mantra. Intenta agarrar a la castaña pero sabiendo cómo es Johanna la aparta de un empujón, cayendo a la arena. La chica en llamas se alza contra esto, empuja a Johanna.
Nada bueno puede salir de esto, con Finnick nos miramos y enseguida estamos sobre ellas, intentando apartarlas para que no comentan una locura. El rubio toma a Katniss mientras que yo separo a Johanna y la rodeo entre mis brazos por la cintura para que no pueda seguir.
—¡Yo los salvé por ti! —grita furiosa.
—¡Johanna, ya es suficiente! —lucho contra ella para llevarla hacia el agua.
—¿Por mi? ¿Qué significa eso?
—Tú los querías como aliados —escucho que Peeta dice a lo lejos.
Obligo a Johanna a seguir caminando para estar suficientemente lejos de ellos. Cuando el agua nos llegaba hasta un poco más bajo que la cintura, tomo su cabeza y la empujo bajo el agua.
—¡Oye! —protesta cuando toma aire—. ¡Te estás aprovechando!
—¿Qué fue todo eso? ¿Estás loca?
—Yo no soy la loca aquí —señala a Wiress que está con Katniss en la orilla de la playa.
—No importa, no puedes decir eso.
—Está bien, mamá —bufa—. ¿A ustedes qué les pasó?
Frota las manos contra su cuerpo para sacar todo rastro de sangre, moja su cabello y rostro. Las pequeñas gotas rojas caen a lo largo de su cuello.
—Niebla venenosa —alzo mi mano para que vea las pequeñas ronchas rojas que dejó la niebla—. Y mutos. No fue divertido —giro la cara un poco dejando a la vista los rasguños de los monos.
—Bueno... yo casi me ahogo en sangre —levanta una ceja.
—No es una competencia —pongo los ojos en blanco.
—Si tu lo dices.
—¿Ya estás más calmada?
—No. Pero quiero limpiar mi hacha.
—Por supuesto.
Nos acercamos a la orilla para que Johanna pueda tomar su arma. Katniss se encuentra ayudando a Wiress a limpiar toda la sangre de su cabello y cuerpo. La castaña toma con fuerza el hacha entre las manos y comienza a limpiar cada rastro rojo que dejó la lluvia.
—Me quedaré aquí —anuncio—. En caso de... ya saben... quieran matarse y se vaya todo a la mierda.
—Que lindo gesto, Venus —comenta sarcástica.
—Tal vez debería matarte yo misma —digo por lo bajo.
—Tic... tac...
—¿Qué tiene Beetee ahí? —ignora lo que dice la mujer.
—¿Ese carrete? —inquiere—. Es una especie de alambre.
—¿Lo sacó de la Cornucopia?
—Lo acuchillaron cuando fue por el —responde Johanna.
—Tic... tac...
—Estoy harta, diviértete con Majara. ¿Vienes, Vee?
—Johanna —la sigo cuando camina en dirección a la playa—. ¿Puedes tener un poco de tacto?
—No.
Suspiro.
Los tres chicos están sentados en la arena, me acerco a Finnick que me recibe con una sonrisa que hace que mi corazón se acelere. Quisiera estar en otro lado, sin juegos, sin amenazas, sin Panem. Solo nosotros dos. Sin el peligro de decir lo que siento, de decirle que lo amo.
Un ruido atronador nos sorprende. Enseguida dirijo mi vista a la fuente de ese sonido. Un rayo cae sobre el mismo árbol que anoche.
—¡Tic tac! —se acerca Katniss corriendo.
—Ay no —mi amiga tira la cabeza hacia atrás—. Ya la perdimos.
—¡Tic tac! ¡Es un reloj!
Todos nos levantamos, Peeta se acerca a la chica en llamas, pidiendo que explique lo que está diciendo.
—¡Es un reloj! —repite—. La arena es un reloj.
—¿Qué dices? —levanta el hacha de la arena—. ¿Majara ya te contagió?
—Johanna —digo entredientes.
—La arena es un reloj, puedo demostrarlo.
Katniss se aleja en dirección al camino de piedras que llevan hacia la Cornucopia y no queda otra opción que seguirla. Finnick me alcanza mis cuchillos y toma su tridente.
—¿Crees lo que dice? —susurro—. ¿O es solo un juego para despistarnos?
—Vamos a escuchar lo que tiene que decir —acomoda un mechón de pelo detrás de mí oreja—. Luego decidimos si le creemos o no.
Le hace una seña a Johanna y está se posiciona delante mío mientras el rubio camina detrás, quedando yo en el medio. Quiero gritarle que puedo cuidarme sola, pero sé que yo también haría lo mismo.
Mataría por él.
Y eso es algo que me sorprende. No por el hecho de matar a alguien, sino por la seguridad y la confianza que tengo de que si llega el momento no dudaría en hacerlo.
¿Eso me hace una mala persona?
—El diseño de la Arena es como un reloj —comienza a explicar mientras caminamos—. Con una nueva amenaza cada hora, pero cada una se queda en su sección. Comienza con los rayos, luego la lluvia de sangre, la niebla, los monos. Son las primeras cuatro horas.
Esquivamos las piedras y llegamos a la Cornucopia. Se encuentra vacía. Varias armas hay desparramadas por el piso y se ven diminutas manchas de sangre en el metal.
—A las diez aparece la enorme hora —continúa.
—Wiress eres una genia —Finnick afirma cuando pasamos por su lado.
Llegamos al centro. Peeta señala una parte de la Cornucopia que apunta a las doce.
—Ahí son los rayos a mediodía y medianoche —confirma lo que dice el rubio.
—¿Dónde caen? —Beetee no deja el cable.
—En el árbol que vimos antes —comento—. El que está por allá —señalo el lugar.
Me sobresalto cuando Wiress comenzó a cantar. Creo que sigue en shock por lo sucedido, aunque luego de sus juegos se rumoreaba que no había quedado tan bien.
Nos juntamos alrededor de Peeta, está dibujando la Cornucopia marcando las horas y los peligros de cada sección. Finnick presiona mi hombro cariñosamente, Johanna hace un gesto de asco ante esto.
—Entonces, de doce a una rayos. De una a dos sangre —marca con su espada—. Luego niebla, después monos.
—De diez a once es la ola —se voltea hacia Johanna y Beetee—. ¿Ustedes vieron algo más?
—Nada más sangre —asegura la castaña.
—No importa. Mientras nos alejemos del sector que este activo será seguro.
Un frío me recorre por la nuca, haciendo que se me erice la piel. Me alejo de Finnick. Todo está en silencio, demasiado silencio.
—Wiress —susurro.
Saco un cuchillo de mi cinturón y corro hacia donde se encuentra la mujer. Pero es demasiado tarde, Gloss aparece del agua y clava una daga en su cuello. Wiress suelta un grito ahogado y lo próximo que se escucha es el cañón.
Me apresuro a correr cuando él huye hacia el otro lado, veo como Katniss prepara una flecha pero la detengo.
—¡No! —grito tomando la misma dirección que él—. ¡Es mío!
Aguanté suficientes miradas de parte de él durante todos estos años. Miradas que me hacían sentir incómoda, con asco. Miradas que eran un recordatorio de lo que hacía en el Capitolio. De lo que hacía con mi cuerpo. Al parecer él tenía el derecho de verme en la manera en que lo hacía por lo que se escucha de mí.
Rumores que no eran verdad. Lo sufrí dos veces, en mi distrito cuando apenas tenía doce años y en el Capitolio, cuando Snow decidió que yo era lo suficientemente deseable para volverme una puta.
No.
Termina ahora.
Cashmere y Brutus se hacen presente, pero antes de doblar en una curva veo como Johanna aleja a Katniss de una muerte segura a manos de la rubia. Finnick pelea con Brutus y se me forma un nudo en el estómago. Pero tengo que hacer esto.
Continúo con mi objetivo y cuando pienso que Gloss se escapó siento una presencia detrás mío. Me doy la vuelta rápidamente y lanzo un cuchillo que cae en su hombro.
Suelta un quejido.
—Hija de puta —saca el cuchillo y la sangre empieza a emerger.
—Tal vez yo sí lo sea pero no metas a mi madre en esto.
—Es una pena saber que nunca podré probarte —se relame los labios.
Los recuerdos de Einar me invaden por completo pero trato de apartarlos. No necesito viejos traumas.
—Maldito acosador y pervertido —siseo entre dientes.
Antes de que pueda levantar la daga que hay en su mano, lanzo el otro cuchillo que había preparado. Se clava en su pecho, sus ojos se abren y contiene el aliento, pero me aseguro que no pueda sacarlo, así que a paso firme me acerco y entierro el cuchillo en la carne hasta que solo se ve la empuñadura.
Un cañón se escucha a continuación.
Mis sentidos se abren nuevamente, escucho gritos y metal chocando contra metal, ni bien doy un paso la Cornucopia comienza a girar. Caigo sobre la piedra, raspándome las rodillas, me aferro con mis manos a la roca, pero poco a poco me voy resbalando.
Primero una mano y luego otra.
El agua fría me recibe como una cachetada. Golpea mi cuerpo una y otra vez, doy vueltas hasta sentir que mis pulmones colapsan. Cierro los ojos con fuerza cuando me arden. Pero es tarde, una presión se instala en mi cabeza, el aire va escapando poco a poco de mi cuerpo. Me hundo, intento nadar hacia la superficie pero es inútil. Cada vez me siento más cansada, mis extremidades pesan y hay un pitido en mis oídos.
Lo siento...
Lo siento, Finnick. Lo intenté, te juro que lo hice pero... no puedo...
Te amo.
Luego de eso me invade la oscuridad.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Hasta acá el capítulo de hoy, cada vez falta menos para terminar con la tercera parte!!!
Al parecer vamos a tener una Venus ahogada, un poco irónico, ¿no? jajaja
Espero que les este gustando la historia, me ayudan mucho votando y dejando un comentario :)
Nos leemos el martes.
~Luly
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