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Capítulo 47

Estamos a pocas horas de volver a un lugar que creí que nunca más iba a pisar, sumado a la persona que amo.

Amor.

Eso es lo que siento por Finnick, el más puro de los sentimientos dentro de mí. Esa parte que todavía es capaz de sentir una emoción que no sea odio, enojo o tristeza. Esa parte que todavía no está rota.

Pero no puedo decírselo, no sé si es una despedida. No podría soportarlo. En cambio, aferro sus manos más fuerte, chocando mi espalda con su pecho. Abrazándome.

Quisiera transportarlo a otro lugar, llevarlo al distrito trece en este momento para que esté a salvo. Pero sé que no lo permitiría incluso si pudiera.

—Todo saldrá bien. Estaremos bien, cariño —susurra contra mi oído—. Te quiero, Venus. No dejaré que nada te pase, te lo prometo.

—Yo tampoco dejaré que nada te pase —doy media vuelta para enfrentarlo—. Te quiero y saldremos de esa Arena, estamos a un paso de ser libres.

—Exacto —rosa su nariz con la mía—. Y al fin seremos nosotros mismos, no más fingir, no más obedecer, no más miedo. Solo tú y yo.

—Eso me gusta —sonrio.

—Es bueno escucharlo, porque planeo hacerlo realidad.

—No quiero que hagas ninguna tontería —paso mis brazos por su cuello.

—Eso tendría que decir yo. Es más probable que tú hagas algo para que mis nervios se alteren —deja un corto beso en mis labios—. No pondrás tu vida en peligro, Vee.

—Pero de eso se trata esto, ¿no? —levanto una ceja—. Mantener con vida a Katniss y Peeta.

—Y mucho menos no pondrás tu vida en peligro para salvarme a mí —ignora lo que digo.

—No prometo nada.

Él bufa mientras niega con la cabeza.

—No llegarás a ninguna parte con esto, así que, Finnick... —acerco mi rostro—. Bésame.

Y eso hace. Un beso suave, lento que me roba el aliento y hace que mi corazón lata con fuerza. Enreda sus dedos en mi pelo mientras entrelazo nuestras piernas en la cama. Me besa con devoción, con anhelo, con miedo a lo que pudiera pasar si hace un mal movimiento y la realidad se rompa.

Al separarnos me abraza, quedando mi cabeza a la altura de su pecho, escuchando sus latidos.

—Duerme, lo necesitaremos mañana.

—No sé si pueda —digo en voz baja.

—Yo estaré aquí, cuidándote —sus dedos acarician mi brazo—. Déjame cuidarte, cariño.

Luego de eso, escuchando los latidos en su pecho y relajándome con sus caricias, caigo rendida entre sus brazos. Finnick murmura algo que no logro escuchar y al instante el sueño me invade.

✦✦✦

La despedida con Mags fue horrible, la mujer no paraba de llorar y aferrarse a Finnick y a mí. Le dijimos que se quede cerca de Haymitch, él le contará los avances y la sacará del Capitolio cuando sea el momento.

Luego de eso cada uno fue por su lado. Los ojos de Finnick estaban conteniendo las lágrimas aunque intentó disimularlo con una sonrisa coqueta. Lo abracé fuerte y lo siguiente que podía procesar era que me estaban colocando el rastreador en mi brazo, el cual Haymitch dijo explícitamente que tendríamos que quitarlo al momento de la extracción. De lo contrario, haber muerto en la Arena sería el paraíso comparado con lo que nos espera.

Faltan pocos minutos para ingresar en los tubos que nos llevarán a la Arena. Directo a los juegos, directo al baño de sangre.

—¿Venus? ¿Me estás escuchando?

—Disculpa, Jazeera.

—No hay problema —ajusta mi pelo en una coleta alta—. Te decía que el traje es ligero, así que asumo que hará calor.

El traje consiste en un mono ajustado, que cubre todo mi cuerpo con mangas y botas impermeables.

—Ya sufrí el calor, creo que podré con esto —hago una mueca recordando el desierto de mis juegos.

Entro al tubo cuando anuncian la cuenta regresiva.

—Fue un placer, Venus —agrega Jazeera emocionada.

El tubo comienza a ascender antes de que pueda contestar. La luz me ciega al principio pero luego de que enfoco la vista lo veo.

Agua.

Las plataformas están sobre el agua. Hay que nadar para llegar a la Cornucopia. Busco rápidamente a Finnick entre los tributos, me desespero cuando no consigo verlo. Peeta se encuentra a unos dos tributos de mi, junto a Brutus.

Bueno, comienza el objetivo.

La cuenta regresiva inicia y todo lo que puedo pensar es que el presidente Snow creó una Arena para ahogar a la chica en llamas y para que la Sirena pueda vivir en su lugar. No mentía cuando dijo que era su favorita... o cuando se nota claramente que odia a Katniss.

—¡Que comiencen los septuagésimos quintos juegos del hambre! ¡Y que la suerte esté siempre de su lado!

Un pitido suena y sin pensarlo dos veces salto al agua y comienzo a nadar hacia la orilla. Las olas son fuertes pero a eso estamos acostumbrados en el cuatro, así que sigo nadando con todas mis fuerzas. Subo al camino de piedras y corro hacia la Cornucopia.

Veo a mi alrededor, tengo ventaja. La mayoría se encuentra en el agua o recién subiendo al camino. Agarro un cinturón de cuchillos cuando llego a la Cornucopia y lo coloco en mi cintura. A lo lejos veo un tridente, lo tomo y ya estoy lista para irme.

—¿Me matarás con eso?

El alivio se instala en mi pecho cuando escucho su voz.

—Un regalo para ti —lanzo el tridente a Finnick.

—Que lindo que te preocupas por mi —sonríe coqueto—. Ve por Peeta, iré por Katniss —señala en dirección a la chica en llamas que está llegando a la Cornucopia.

Me encamino en dirección donde vi a Peeta, lo busco en el agua teniendo preparado un cuchillo en mi mano derecha. Consigo ver algo de movimiento cerca de una plataforma con un pelo rubio. Peeta toma una bocanada de aire y sigue luchando con otro tributo.

Me apresuro en esa dirección, cuando estoy a punto de lanzarme una voz me frena.

—¿Vas a alguna parte, Sirenita?

Bufo. Giro para enfocar al dueño de la voz. El tributo masculino del nueve. Se alza sobre mí, pero con un movimiento rápido trabo sus piernas y logro desestabilizarlo haciéndolo caer en las piedras.

Sin pensarlo demasiado llevo mi cuchillo a su cuello y corto su garganta. Así. Simple. Frío.

El cañón se escucha a continuación.

Me levanto y me lanzo al agua luego de eso. Me encuentro a pocos metros cuando el tributo del diez presiona la cara de Peeta contra la plataforma de metal, el rubio consigue separarlo pero luego lo hunde hasta el fondo. Nado más rápido, me faltan pocos centímetros cuando se escucha el cañón y mi corazón se detiene.

Uno.

Dos.

Tres.

Peeta tose buscando aire al salir debajo del agua y mi corazón vuelve a latir otra vez.

—Menos mal —digo en tono burlón—. Pensé que me iba a quedar sin aliado el primer día —comento para distender la tensión.

El rubio sonríe y lo ayudo a nadar hacia el camino de rocas donde se encuentran Finnick y Katniss esperándonos. La chica en llamas abraza a Peeta.

—¿La viste? —pregunto a Finnick.

—No.

Del otro lado se encuentran los profesionales del uno y del dos. Gloss no aparta su mirada de mí y Enobaria muestra sus dientes hacia Katniss.

—Tendrán más tiempo para eso después —anuncia Finnick—. Hay que correr.

Peeta y Katniss se separan y partimos en dirección a la jungla. Los cañones se siguen escuchando. El calor es abrasador, no tanto como en el desierto pero lo suficiente para sofocarte. Hay árboles por donde mires, todo alrededor es de color verde.

La adrenalina toma dominio de mi cuerpo hasta que Finnick nos detiene. Los árboles se alzan sobre nosotros, a penas dejando entrar un poco de luz, los arbustos son enormes y los insectos zumban logrando un pitido molesto en mis oídos.

—Que calor hace... —dice agitado Peeta—. Hay que buscar agua fresca.

Los cañones vuelven a sonar. No sé cuántos serán pero varios murieron en el baño de sangre. Yo fui la causa de una de esas muertes.

—Supongo que ya no nos tomamos de la mano —comenta Finnick con su máscara del Capitolio, siendo burlón y descarado.

—¿Te parece gracioso? —espeta bruscamente Katniss.

—Cada vez que suena ese cañón —interrumpo al rubio antes de que responda—. Es un paso más para ser vencedor.

—Exacto, es música para mis oídos —agrega—. No me importa ninguno de ellos —su ojo parpadea por un segundo, señal de que está mintiendo.

—Que gusto...

—¿Quieres enfrentarte sola a los profesionales? —continúa presionando a la chica en llamas—. ¿Haymitch qué te diría?

En serio, Finnick. Estás haciendo un gran trabajo. Ruedo los ojos.

—Haymitch no está aquí.

Peeta busca mi mirada, incómodo. Katniss no aparta su vista de Finnick y estoy segura que está pensando en mil maneras de matarlo en estos momentos. Peeta se levanta con su espada y avanza.

—Hay que seguir —ordena.

Tomo la muñeca del rubio y lo aparto de la mirada de la chica en llamas para evitar una catástrofe antes de tiempo. Peeta se coloca al frente, seguido por Finnick, luego Katniss, quedándome en la retaguardia.

El rubio corta las lianas con su espada para abrir el paso. Todavía puedo sentir la tensión en el ambiente por la conversación de antes, Katniss está atenta, con una flecha colocada en su arco por si tiene que actuar. Presiono con fuerza el cuchillo en mi mano, Finnick hace lo mismo con su tridente.

Miro hacia todos lados, cerciorándome que nadie se acerca.

—¡Peeta, no!

Me sobresalto con el grito de Katniss a medida que Peeta sale disparado varios metros hacia atrás, a medida que salen chispazos, chocando con un sonido seco contra el piso. El panel se vuelve a colocar, dejando enredaderas a la vista.

—¿Peeta? —Katniss se acerca corriendo—. ¡Peeta! ¡No está respirando! ¡No respira! ¡Peeta!

Finnick la aparta y comienza a hacerle compresiones en el pecho. La chica en llamas busca desesperada su arco y lo tensa. Se lo aparto de golpe, el metal haciendo ruido al chocar con las piedras del suelo.

—¿Qué no ves que le está salvando la vida? —inquiero.

Katniss se relaja, se arrastra hasta a un lado de Peeta y murmura contra él. Finnick continúa con las compresiones, dándole respiración boca a boca de igual manera. Su rostro lleno de preocupación. Si Peeta muere perdemos a Katniss, perdemos la revolución y eso no puede pasar.

—Peeta, por favor... tienes que despertar —solloza desesperada.

Lágrimas caen por sus mejillas y yo me quedo de pie viendo la imagen. Impactada. Al parecer no era todo una farsa. Estaba equivocada. Era demasiado obvio lo que el chico sentía por ella, como se iluminaban sus ojos cuando hablaba de ella o la veía a pesar de las circunstancias. Pero ella también se preocupa por él, de alguna manera.

Una bocanada de aire inunda el lugar, Finnick se aparta y se coloca a mi lado, rozando disimuladamente mi mano. Su respiración se encuentra agitada y sudor cae por su frente. Entrelazo nuestros dedos, dándole un apretón para demostrarle que estamos bien, que cada paso que damos nos acerca al final de esto, a nuestra libertad.

El rubio aparta la vista de la pareja, sorprendido también por el reciente descubrimiento de la clase de amor que tiene Katniss por Peeta. Sus ojos me ven con tal intensidad que me dan ganas de besarlo en este momento, pero me contengo.

—Creí... creí que estabas muerto —enfoco mi atención a ellos—. Se te paró el corazón.

—Tranquila —contesta con dificultad—. Ya está funcionando.

Katniss lo ayuda a levantarse y enseguida envuelve sus brazos en él. Una vez que se separan me acerco con una sonrisa.

—Bueno, ya van dos veces en que pierdo a mi aliado el primer día —acaricio su brazo—. No hagas esto una tercera vez, ¿quieres?

—No prometo nada —rie.

Las próximas horas caminamos buscando alguna fuente de agua, Katniss invento un sistema para evitar freírnos como Peeta, consiste en lanzar piedras pequeñas para bordear los paneles que crean la Arena.

Finnick va detrás de ella, atento con su tridente en caso de amenaza. Voltea cada pocos segundos en mi dirección para verificar que estoy bien y ese gesto hace que mi corazón lata con fuerza y un hormigueo se asiente en mi estomago.

—El campo de fuerza —anuncia Katniss luego de bajar del árbol en el que trepó para tener mejor visión—. Es una bóveda. Este es el borde de la Arena. No vi ni una señal de agua fresca.

—Bueno, eso es prometedor —digo sarcástica.

Finnick acaricia mi brazo y reposiciona el tridente en su mano.

—Oscurecerá pronto. Tenemos las espaldas protegidas —afirma—. Acampemos, tomaremos turnos durmiendo, haré la primera guardia.

—No lo creo —responde altaneramente.

—Katniss —me acerco unos pasos hacia ella—. No estás en posición de reclamar nada. Por si no te diste cuenta, Finnick le salvó la vida a tu esposo —me mantengo a pocos centímetros de su rostro—. Si lo quisiera muerto, créeme, ya lo estaría.

—Katniss —Peeta rodea su brazo deteniéndola antes de que haga algo.

Suelto una carcajada seca y me aparto en dirección a Finnick, rodea un brazo sobre mi cuello y se agacha hasta quedar a la altura de mi oído.

—¿Está mal decir que eso me excitó? —siento su aliento haciendo cosquillas en mi piel—. Tú como dominante. No sabes las ganas que tengo de besarte en estos momentos.

Se aleja mordiendo su labio inferior en el proceso. Busco a la pareja pero no están prestando atención. Le guiño un ojo y él suspira entrecortado.

Al final Katniss, siendo terca como es, se quedó con la primera guardia. Peeta se acuesta cerca de ella mientras que Finnick intercambia algunas palabras con la chica en llamas. El himno nos sobresalta y aparecen en el cielo los caídos del día. Ocho en total.

El silencio nos rodea hasta que el sonido de un paracaídas se hace presente. Rápidamente me acerco al rubio y a Katniss. La chica tiene en sus manos un objeto largo, hueco en el centro, como si fuera una boquilla.

—¿Sabes qué es? —interrogo.

—Creo que es una espita —se aleja de nosotros.

Agarra una roca, se acerca a un árbol y en la corteza de este mismo comienza a hacer un hoyo, para luego introducir la espita, golpeándola con la roca para hacer presión.

—¿Se supone que tiene que pasar algo?

Esperamos varios segundos, Peeta se acerca en un momento y todos vemos a Katniss murmurando. De repente comienza a salir agua del árbol, cae por aquel artefacto como si fuera una canilla.

La castaña agacha la cabeza y abre la boca. Peeta le sigue después.

—Vamos, Vee. Tu turno —sonríe el rubio más animado.

El agua refresca mi garganta y mis labios resecos, hago un hueco con mis manos para que caiga ahí dentro y luego me mojo la cara. El alivio me recorre por completo. Dejo lugar a Finnick para que se hidrate.

Un poco más frescos e hidratos tratamos de descansar un poco. Me acuesto sobre el suelo lleno de tierra, hojas y pequeñas piedritas que se clavan en mi cadera.

—La arena del desierto era mejor para esto, parecía un colchón... cuando no te estabas quemando por el sol.

Suelta una carcajada ahogada y me atrae entre sus brazos dejando reposar mi cabeza en su pecho.

—Finnick... ¿crees que sea...

—No me importa —susurra contra mi pelo—. Sinceramente ya no me importa.

Trago saliva. Lo que dijo Snow fue claro, sabía de nuestra relación. Tengo miedo que use algo de eso para estos juegos, que pueda herirme con eso o herirlo a él.

Coloco mi mano a la altura de su corazón, sintiendo sus latidos que relajan mi cuerpo.

—Tengo...

—Lo sé —no me deja terminar la frase—. Yo también, pero no sabemos qué pueda pasar o si está alianza durará —enfoca su vista en Katniss que se encuentra de espalda a nosotros—. Pero tengo permitido abrazar a mi amiga, ¿no? —bromea.

—Claro que si, tienes permitido abrazar a tu amiga —le sigo el juego—. Trata de descansar algo.

—Tú igual.

Las horas pasan, el cielo oscuro se cierne sobre nosotros, los grillos nos rodean y las estrellas brillan con intensidad. El silencio se corta con el sonido de campanadas, y un rayo cae en el árbol que está del otro lado de la jungla.

—¿Qué fue eso? —inquiere Finnick.

—No lo sé, pero conté doce —responde algo más apartada Katniss.

—¿Tal vez medianoche? —agrego.

—O el número de distritos —la castaña se sienta sobre una roca y no mira de soslayo—. Si quieren vuelvan a dormir, yo hago guardia.

Así como así la conversación termina, la chica en llamas lleva su vista al frente y Finnick envuelve nuevamente mi cintura entre sus brazos, varios minutos después su respiración es acompasada, aunque sus músculos se encuentran tensos, alertas. Libero con cuidado su brazo de mi cintura y me levanto. Peeta sigue dormido cuando paso por su lado.

Cuando llego donde está sentada Katniss, la chica en llamas cabecea cada poco segundos.

—Deberías dormir algo —inquiero—. Puedo hacer la siguiente guardia.

—No tengo sueño.

—No es lo que parece —me siento en la roca al lado de ella—. Si sigues cabeceando te abrirás la cabeza con una piedra.

—Tal vez eso sea lo mejor...

Yo me encuentro arriesgando mi vida por ella y ella ya encontró una manera de terminar con su vida. Esto es fantástico. Espero que valga la pena, Haymitch.

—¿Qué hay entre tú y Peeta?

—¿Disculpa?

—No para de hablar de ti, quería saber qué es lo qué te hace tan especial —se encoge de hombros—. Aunque creo que eso es fácil de decir, todos en el Capitolio lo saben.

—Si te refieres a mi encanto natural, entonces estás en lo correcto —digo divertida.

—¿Así que no andas detrás de él por qué quieres tirartelo?

—¿Eso no lo tendrías que hacer tú? —levanto un ceja—. Digo, eres su esposa.

Ella resopla enojada.

—Tranquila, chica en llamas. Peeta es mi amigo, o al menos eso espero.

—¿Y qué me dices de él? —señala hacia atrás.

—¿Qué?

—¿Tú y Finnick? ¿Así tratas a tus amigos entonces?

—No tengo porque darte explicaciones —protesto—. Si es mi amigo. Y no deberías meterte en lo que claramente no te importa —espeto—. Creo que ambas sabemos porqué estás acá y lo que vas hacer —apunto con la cabeza a Peeta.

Luego de eso se queda callada.

—No eres la única en esto, por si no te diste cuenta todos estamos metidos en esta maldita Arena.

Me aparto varios metros, la castaña se remueve incomoda. Los minutos pasan y esta vez soy yo la que comienza a cabecear a causa del sueño. Veo a Katniss que hace lo mismo.

De un momento a otro se levanta, a paso lento se acerca hasta donde me encuentro, sigo su vista. Una niebla se aproxima, espesa. No hay suficientes nubes para que haya niebla, y definitivamente no se ve como natural. Si algo me enseñó mis anteriores juegos es no confiar en nada, todo es un espectáculo.

Pero al parecer la chica en llamas no entiende eso todavía.

—¡No lo toques!

Un grito sale de ella cuando la niebla hace contacto con su piel creando ampollas.

—¡Corran! ¡Corran! —grito desesperada.

—¡Es niebla venenosa! —agrega Katniss.

Tomo a Finnick de la mano y una vez más nos encontramos corriendo por nuestras vidas. 



✦✦✦

Bueno, hasta acá llega el capítulo de hoy. 

Empezaron los juegos!! Quería aclarar que para los 75 juegos del hambre me estaré basando en los hechos que pasan en la película, sé que difieren un poco de los libros, pero estos los leí hace muchos años y sinceramente no me acuerdo completamente lo que pasaba. 

Así que si algo es diferente es por eso, aunque la mayoría de la historia está mas basada en la peli que en los libros. 

Espero que les haya gustado, no se olviden comentar y dejar un voto :) 

Nos leemos la semana que viene. 

~Luly


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