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Capítulo 39

Lo primero que escucho cuando entro por la puerta son gritos. Gritos de mujer. Gritos que sé a quién pertenecen, pero no porque alguna vez la he escuchado de esa manera, sino que puedo reconocer su delicada voz en cualquier parte.

Gia.

Intento avanzar pero no puedo. Es como si mis pies estuvieran pegados al suelo, aferrados con una cadena para que no pueda correr.

Los gritos son cada vez más fuertes, más desgarradores, y mil escenarios se me pasan por la cabeza al pensar la causa de esos gritos. Escenarios que deseo que no sean verdad, porque suenan igual a cuando mi padre me vendió. A esa noche en donde un hombre que me doblaba la edad pasó sus dedos fríos por mi cuerpo, que me hizo separar las piernas y me susurraba palabras al oído. Y todo lo que podía hacer era gritar y llorar.

Gia no puede pasar por lo mismo. Pero por más que lo intente no puedo moverme, nunca puedo llegar hasta ella. Y cuando aparece ella en mi visión despierto.

Me incorporo de golpe en el sofá. Siento la respiración agitada y el rostro mojado a causa de las lágrimas.

Era solo una pesadilla. Gia está bien, está a salvo.

Inhalo profundamente y suelto el aire liberando toda la tensión acumulada.

Llevo mi vista al reloj de la pared.

—Mierda...

Se supone que a las seis íbamos a cenar todos juntos en la casa de Annie, es la presentación formal de su novio y voy tarde.

Subo las escaleras en dirección a la habitación, me cambio de ropa y me trenzo el pelo ya que no tuve oportunidad de lavarlo en el día. Me apresuro a eliminar cualquier rastro de llanto.

Lo bueno de vivir uno al lado del otro es que me toma menos de un minuto llegar a la casa de Annie.

Cuando entro el aroma a pan casero me envuelve, hace que mi estómago haga ruido. No comí nada al volver de la playa, me quedé automáticamente dormida en el sofá, hasta que ese sueño me despertó.

Antes de poder entrar al comedor los brazos de Annie me envuelven.

—Llegaste —dice esperanzada—. Ya me estaba preocupando.

—Lo siento —la estrecho un poco más fuerte y luego nos separo para poder ver sus ojos—. Me quedé dormida.

—No hay problema —me guía hacia el comedor—. Ya todos están aquí.

Entramos y varios platos de comida ya se encuentran en la mesa. Mis ojos rápidamente buscan a Gia y me relajo al verla sana y salva.

Mags se encuentra sentada en una punta de la mesa y Gia a su derecha. Tomo asiento al lado de mi hermana. Enfrente están Annie y Marco.

Estoy por preguntar por la persona que falta cuando el rubio sale de la cocina con una botella de vino en la mano.

Sus ojos se iluminan y una sonrisa se escapa de sus labios pero trata de disimularlo lo mejor posible.

Nadie sabe qué nos besamos y por el momento queremos mantenerlo así, en parte por el presidente Snow y en parte para dejarnos llevar en esto, sin presiones.

—Muchas gracias por venir —menciona Annie—. Con Marco tenemos algo que decirles —una sonrisa inunda todo su rostro.

—Annie, ya sabemos que son novios —comenta divertido Finnick.

—Déjala hablar —golpeo su brazo.

Él se limita a poner los ojos en blanco.

—Lo que queremos decirles —continúa Marco—. Es que nos vamos a casar.

—Sorpresa —dice tímida la pelirroja.

—¡Felicidades! —me levanto de mi silla para abrazarla—. A los dos, que linda noticia.

—Gracias, Venus.

Mags se encuentra llorando de felicidad mientras que Gia se acerca a felicitar a Annie.

—Más te vale no hacerle daño —afirma Finnick—. Felicidades.

—Ustedes dos son iguales, ¿no? —bromea Marco—. Descuida, ya estoy advertido por ella —señala en mi dirección—. Lo mejor es no hacerla enojar.

—En eso tiene razón —aseguro.

Todos volvemos a nuestros asientos, Annie comienza a servir el pescado mientras que Marco llena nuestras copas de vino.

—Todavía no tenemos decidida la fecha, pero no queremos esperar mucho.

—Queremos que estén ustedes —nos ve a Finnick y a mí—. Por lo que tendría que ser antes o después de los juegos.

—No te preocupes por nosotros, Annie —dice con delicadeza el rubio—. La fecha que elijas estará bien.

—Gracias, Finnick.

—Un brindis por los novios —anuncia Gia.

La cena pasa tranquila. Annie nos cuenta los preparativos para la boda mientras que Marco le cuenta un poco más a Finnick cómo es trabajar en el mercado.

A Annie se la ve mucho más feliz y sin tantos episodios, pero eso es porque Marco la ayuda, de alguna manera logra calmarla. Esta casa es la que recibió por ser vencedora, Marco se mudó con ella, pero la pelirroja visita a Mags todos los días.

De igual manera, si prestas atención se puede observar un pequeño temblor en las manos y como a veces su vista queda perdida, como si estuviera reviviendo algún recuerdo.

Marco la ayuda cuando sucede eso.

Al cabo de las nueve de la noche cada uno se retira a su casa. Abrazo más del tiempo necesario a Gia y si ella se da cuenta no dice nada. Yo acompaño a mi hermana a su casa mientras que Finnick hace lo mismo con Mags.

—¿Está ahí? —interrogo.

—Creo que no, dijo que se iba a quedar hasta tarde en el taller y luego a tomar algo con Dennis en su casa.

—¿Quieres que me quede?

—Venus, te amo —sonríe—. Pero ve a besarte con Finnick y déjame dormir tranquila.

—Yo... no sé... —sus palabras me dejan confundida.

—Soy tu hermana —afirma—. Y ustedes no disimulan muy bien.

Agacho la cabeza intentando contener una carcajada.

—No es nada oficial —juego con mis manos—. Solo nos estamos dejando llevar y ver que pasa. Además, no lo puede saber nadie.

—Entiendo, de mis labios no se escapará nada —me abraza nuevamente—. Estoy muy feliz por ti, por ustedes.

—Yo también lo estoy.

—Nos vemos mañana.

Busco a Mags y Finnick pero no hay rastro de ninguno, por lo que camino directamente hacia casa. Cuando entro en la habitación todo se encuentra oscuro, pero antes de que pueda dar un paso más unos brazos rodean mi cintura.

Sonrio.

Me apoya contra su pecho y empieza a dejar pequeñas caricias donde sus manos están unidas.

—Hola... —susurra en mi oído.

—Hola.

Sus dedos recorren mis brazos hasta mis hombros para darme vuelta. Sus ojos verdes conectan con los míos. Me mira con tanta intensidad que siento como si me faltara el aire y necesitara de él para respirar, de sus besos.

—¿Quieres acostarte? —pregunta en voz baja.

Yo asiento, más por instinto que por lo que pienso. No quiero acostarme, quiero que me bese y me haga olvidar de todo, pero él acomoda la cama y levanta las sábanas. Gira al ver que me voy a cambiar la ropa y una vez ya lista me acuesto.

Dormimos muchas veces juntos, desde hace años que lo hacemos, pero desde que nos besamos se siente diferente. No malo, solo distinto.

Acaricia mi mejilla, pasa sus dedos por mi frente, párpados, nariz hasta llegar a mis labios y los detiene ahí. Pasa un brazo por mi cintura y me acerca al punto que mi cabeza está recostada en su pecho, escuchando sus latidos tan acelerados como los míos pero que poco a poco se van calmando.

—¿Tú sabías? —inquiere—. ¿Annie y Marco?

—No, pero me lo esperaba —suspiro—. Pero se nota que Marco la quiere, y Annie es soñadora.

—Si... —me estrecha más fuerte—. Es raro, ¿no?

—¿Qué se case?

—Que haya una boda, en tiempos como estos.

—Tal vez es lo que se necesita —entrelazo nuestras manos—. Aparte ella está feliz.

Se queda varios minutos callado. Sus dedos recorren mi pelo mientras que su otra mano se encuentra aferrada a la mía.

—¿Hablaste con Haymitch?

—Luego de intentar diez veces, finalmente contestó —bufo—. En serio, no sé porque tiene un teléfono en la casa si no contesta.

—Es Haymitch, ¿te sorprende?

—A este punto ya nada me sorprende —levanto un poco la cabeza para verlo—. Me dijo que empieza la gira de la victoria de Katniss y Peeta, estarán aquí en una semana más o menos, está emocionado por vernos.

—Por verte a ti, querrás decir —protesta—. No le caigo bien.

—Eso no es verdad, es solo que yo soy mejor —bromeo.

—¿Así que eres mejor? —me separa de su cuerpo.

Quedo recostada en la cama y de a poco él se acerca, pienso que va a besarme cuando su rostro queda a pocos centímetros del mío pero en su lugar me hace cosquillas.

Me hace cosquillas, el maldito.

Me remuevo con fuerza intentando alejarme pero es en vano, parece que pasan horas y no se detiene y creo que es mi protesta diciendo que me voy a hacer pis lo que hace detenerse.

—Mentirosa —se posiciona arriba mío.

Siento su aliento en mi boca, cada brazo se encuentra a un costado de mi cabeza y sostiene de esta manera su cuerpo para no aplastarme. Giro la cabeza hacia un lado, puedo apreciar cada uno de sus músculos y su piel bronceada que tanto me encanta. Acomoda el pelo que cae en mi frente y deja sus dedos en mi mejilla, a escasos centímetros de la comisura de mi boca.

—Finnick... —suspiro cuando digo su nombre—. Bésame.

Una sonrisa ladeada aparece en su rostro y a continuación siento sus labios sobre los míos.

La electricidad me recorre el cuerpo y una felicidad absoluta que se instala en mi pecho, en mi corazón. Me besa con delicadeza, saboreando cada rincón de mi boca, tomándose su tiempo. La mano en mi mejilla baja hasta mi cintura y deja pequeñas caricias tímidas en este lugar.

Y cuando el aire se agota, apoya su frente sobre la mía.

—Quiero ir despacio —susurra contra mis labios.

Y entiendo lo que dice, y nunca podría negarme a lo que me pide.

Ir despacio.

Creo que nunca en mi vida fui despacio, y el hecho de que Finnick sea el primero que me lo pida hace que quiera llorar. Porque no me está apurando, no está tomando algo a la fuerza o porque recibirá algo a cambio.

Lo está pidiendo porque él pasó por lo mismo, y cuando vives de manera tan acelerada lo único que quieres hacer es bajar la velocidad.

—Ir despacio —sonrio—. Me gusta eso.

Su sonrisa se ensancha y puedo ver cómo sus músculos se relajan, como su seguridad vuelve cuando me besa otra vez.

Deja cortos besos en mis labios repetidamente hasta que empiezo a reír y él se une a mi.

Nunca podría cambiar lo que tenemos, nunca podría pedirle otra cosa porque sé lo que se siente no tener ninguna opción, que te obliguen a hacer algo. La mitad de mi vida fue de esa manera y si algo aprendí de todo esto es que hay que tomar las pequeñas vías de escape que te ofrece la vida, y para mí es él.

Siempre fue él.

Y es mi elección, es la primera vez que puedo elegir algo y lo elijo a él.

Así que cuando me recuesto nuevamente sobre su pecho y escucho sus latidos sé que él también me elige a mí.

—¿Qué piensas qué querrá decirnos Haymitch?

—No lo sé, probablemente que descubrió un nuevo tipo de licor —bromea.

—Tal vez, solo tengo un mal presentimiento.

—Nada nos pasará, Vee.

—Espero que tengas razón.

En serio lo espero. 




✦✦✦

Holaa, ¿cómo están?

Oficialmente arranca la tercera parte!!!! ¿Alguien más está emocionadx? 

Empezamos tranqui, quiero que Venus y Finnick tengan unos días calmados antes de todo lo que se viene, porque ya sabemos lo que se viene jajaja 

¿Qué piensan de su nueva relación? 

No quiero adelantar mucho pero se viene un encuentro en el próximo capítulo, ¿pueden adivinar de quién se trata? 

Como siempre, me ayudan mucho dejando un voto y me divierto mucho leyendo sus comentarios, así que también son bienvenidos :) 

Nos leemos la semana que viene. 

~Luly 

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