Capítulo 35
—¡Miren quién se dignó a despertar! —dice Finnick cuando me ve aparecer en la cocina.
—Son apenas... —miro el reloj que se encuentra en la pared—. Las diez de la mañana, no es tan tarde.
—Es tarde para ti —se mueve alrededor de la mesada de la cocina—. Cuando me levanto siempre estás despierta.
Me entrega una taza de té y coloca un plato con fruta, pan y huevos sobre la mesa.
—Gracias.
Toma asiento frente a mi y comenzamos a desayunar.
—¿Cómo estuvo ayer la cena? —interrogo—. Quisiera haber ido, pero...
—Lo sé, ¿cuándo llegará el día en que tu padre no nos dará dolor de cabeza?
—Si lo sabes, avísame.
—Annie... —suspira—. Digamos que tuvo mejores días, ayer no fue bueno para ella.
—Lamento escuchar eso —digo sincera—. ¿Mags?
—Ya sabes cómo es con ella, la ayuda en todo lo que puede, es como una madre para ella.
—Para todos —susurro.
Bajo la vista a mi plato. Mags es como una madre tanto para Annie como para Finnick y para mí, no sé qué haríamos sin ella.
El rubio entrelaza nuestras manos y automáticamente consigo relajarme. Tiene un efecto en mí que hace que me calme al instante, es como una droga.
—Ya habrá más cenas, por una que no estuviste no pasa nada, Vee.
—Lo sé, solo que es una tradición y me frustró no poder estar ahí con ustedes.
Juega con mis dedos mientras que con la otra mano toma la taza para darle un sorbo al té.
—Entonces, ¿la cena que preparó Gia no... funcionó?
—¿Tú qué crees? —suelto una carcajada seca—. Obviamente no funcionó, terminamos peleando. Otra vez. Y Gia terminó encerrada en su habitación. Otra vez.
—Sabes que Gia es bienvenida a vivir aquí.
—Lo sé. Pero no quiero dejarle mi casa a él, y Gia se siente cómoda allí. Sabe que no tenemos la mejor relación del mundo. Cuando pasó lo de ese año —me remuevo en mi asiento—, ella era más chica, creo que siempre pensó que Assan y yo no éramos cercanos. No teníamos una relación como la que tiene ella.
—Pero no era así.
—Claro que no —aprieto fuerte su mano—. Lo amaba. Pero pasó lo de mamá, lo de mi hermano y luego eso... —se me corta la voz—. Creo que nunca me quiso lo suficiente como hija como yo lo quise como padre. Algo se rompió ese día, algo que no puede arreglarse.
—¿Sabes qué algún día se lo tendrás que contar, no?
—No quiero arruinarle la imagen que tiene sobre él —afirmo.
—No es justo, Vee. Sí, es su padre —conecta sus ojos con los míos—, pero tú eres su hermana.
—Lo sé.
Su pulgar no deja de hacer círculos en mi mano y una sensación de calidez me envuelve por completo.
—¿Puedes abrazarme? —pido con voz tan baja que temo que no escuche.
—No tienes que pedirlo dos veces.
Suelta mi mano con delicadeza y en menos de un segundo tengo sus brazos envolviendo mi cuerpo. Tiene el cuerpo caliente, sus rizos dorados desprenden un aroma a sal y mar que me indica que seguramente estuvo por la playa. Es reconfortante, y familiar, y se siente como hogar. De repente unas ganas de llorar me embargan pero retengo las lágrimas que quieren salir y en su lugar me aferro más fuerte a su cuerpo.
—Nunca me dejes —se escucha como una suplica desesperada pero no me importa.
—Nunca podría.
✦✦✦
—Un año más —dice emocionada Darya.
—Un año más teniendo que soportarte —digo cuando paso por su lado para ingresar en nuestro departamento del Capitolio.
—Es un gusto verte, Venus —se nota el desprecio en su voz.
—Lo mismo digo —sonrio falsamente.
—¡Señoritas! —grita detrás mío Finnick—. Tenemos compañía.
—Cierto. Pearl, Theo —les sonrío—. Los acompaño a sus habitaciones, la cena estará lista en pocos minutos.
Guío a los tributos de este año a sus respectivas habitaciones, la cara del chico es de puro terror y no puedo evitar que se me forme un nudo en la garganta al recordar esa sensación.
Una vez en sus habitaciones continúo caminando hasta la mía. Escucho voces detrás y pasos que llegan a la puerta antes de que la cierre.
—Eso fue divertido —bromea.
—Tú y tu sentido del humor, Odair.
Me tiro de espalda sobre la cama hasta ocupar todo el lugar. El rubio me corre cuidadosamente hacia un lado y se recuesta igual que yo.
—¿Qué piensas? ¿Alguna posibilidad? —Todos los años hago la misma pregunta y cada año la sensación es la misma.
—Tal vez —hace una mueca—. Ella se ve más... más controlada que él.
—Tiene miedo. Ambos lo tienen, aunque ella no lo demuestre.
—Me recuerda a alguien —gira la cabeza hasta que su nariz rosa con la mía.
—Eso no es cierto, en mis juegos estaba aterrada —susurro.
—Lo sé, pero nunca te dejaste controlar por el miedo. Lo demostraste más de una vez —sus dedos juegan con los míos—. En el desfile, en la prueba individual, en la arena. Ahora —traga saliva—. A veces no entiendo cómo eres capaz de soportar todo lo que soportas. De levantarte todos los días con una sonrisa en la cara a pesar de todas las razones de no hacerlo.
—Te tengo a ti —afirmo—. Y Gia, y a Mags, a Annie, a Dennis, a mi hermano, a mi mamá...
—Eres de otro mundo —la seriedad embarga su rostro—. Estoy seguro, como de esas historias que leíamos de chicos —coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja.
No sé cuánto tiempo nos quedamos mirando el uno al otro. Es como si el tiempo se hubiera detenido y solo nosotros importamos. Aquí. En este momento. Lejos de todo el mal que nos espera fuera de nuestras puertas.
—Venus... —acerca su rostro al mío.
Pero el hechizo se rompe, porque lo bueno nunca dura y los golpes en la puerta me traen a la realidad.
—¡Cena! —la voz de Darya retumba—. ¡Ahora!
El rubio sonríe. Primero una mueca incómoda y luego su habitual sonrisa coqueta del Capitolio.
—Vamos —se levanta y tira de mi mano—. No quiero que vuelvan a pelear... aunque sería divertido.
—Divertido para ti —bufo.
✦✦✦
Podría decirse que la peor parte de estar aquí son los clientes, la constante incertidumbre de no saber cuándo me llamarán, quién lo hará, qué fetiche retorcido tendré que cumplir. Pero no. La peor parte es estar aquí sentada, frente a una gran pantalla, viendo como mis tributos corren por su vida, porque literalmente lo están haciendo.
—Te vas a quedar sin uñas —arrastra las palabras.
—Gracias por la noticia —respondo en tono de sarcasmo.
—Me rindo —se desploma a mi lado sobre el sillón con un vaso de whiskey en su mano.
—Guau, nuevo récord —miro mi muñeca como si hubiera un reloj allí—. Ni cinco segundos.
—Es tu hábito recurrente preocuparte por esos chicos sabiendo que no van a sobrevivir. Me estresa —termina su trago de golpe.
—Tiene razón —afirma una voz femenina.
—No, por favor. ¿Tú también?
Se encoge de hombros.
—¿Qué puedo decir? —se sienta a mi lado dejándome en el medio—. El borracho tiene razón.
—Sutil, Mason.
—Como siempre, Abernathy.
—¡Cállense, no puedo escuchar!
Theo sigue corriendo, pero no llega a salir del área de la Cornucopia, queda en medio del baño de sangre y lo próximo que noto es como el tributo del distrito nueve corta rápidamente el cuello de Theo. La sangre sale a borbotones y la tan conocida sensación de derrota se instala en el medio de mi estómago.
Llevo mi vista a las otras pantallas hasta buscar los tributos de Haymitch y Johanna. Ambos tributos del doce cayeron muertos a causa de los profesionales, mientras que la tributo femenina del siete sigue en pie y corriendo por su vida. Busco a Pearl con la vista y la encuentro alejándose de las ruinas de la Cornucopia.
La arena de este año es una ciudad completamente devastada.
—Bueno... —se levanta tambaleante el rubio—. Ya no me tengo que preocupar más —se dirige hacia la mesa de las bebidas.
—¿Estaba preocupado? —pregunto en voz baja a la vencedora del siete a mi lado.
—Es una caja de sorpresas —se encoge de hombros—. Lo lamento, sé lo mal que te pone esto, pero Venus, no es tu culpa que mueran —dice en voz baja.
—Lo sé, pero no puedo evitarlo.
Las próximas horas no me levanto del sillón y Johanna me hace compañía, a pesar de que su tributo femenino acaba de morir hace un par de horas.
Johanna Mason. Ganadora de los septuagésimo primero juegos del hambre, distrito siete y mi amiga, o algo así. Aún lo estamos resolviendo, a ella no le gusta relacionarse con la gente. Supongo que desde que se negó a vender su cuerpo y el presidente mandó a matar a toda su familia, nosotros somos lo más cercano que tiene a una. Incluso Haymitch con sus comentarios fuera de lugar y estando la mayor parte del día borracho.
—Ahí llega tu novio.
Giro la cabeza para ver a quién se está refiriendo.
—No es mi novio —aclaro cuando me doy cuenta quién es.
—Tiene ese brillo en los ojos de cachorrito —hace un gesto para vomitar—. Si, ahí está, justo ahí. Junto a la sonrisa embobada como si no te hubiera visto en todo el día.
—Técnicamente, no nos vimos en todo el día —la molesto.
—¡Sirenito! —oculta la sonrisa malvada que se está formando en su rostro—. Se te cae la baba.
Finnick se sienta a mi lado e ignora completamente a Johanna.
—¿Cómo estás? —acaricia mi brazo—. ¿Alguna novedad?
—Theo —digo con la voz un poco entrecortada—. Pearl encontró un refugio, al menos por ahora.
—Eso es bueno —me reconforta—. Va a estar bien, Vee.
—Disculpen —se levanta del sillón—. Tengo que ir a vomitar.
El rubio pone los ojos en blanco y yo solo alcanzo a soltar una carcajada cuando veo que se acerca a Haymitch en la mesa de tragos, aunque este se encuentra más dormido que despierto.
—¿Cómo fue? —pongo un poco de distancia para verlo mejor.
—Fue rápido —hace una mueca—. Solo, solo quiero que se termine este día.
Puedo ver las ojeras que hay debajo de sus ojos y lo pálida que se ve su piel a pesar de que hace unos días estábamos en la playa en el distrito.
A veces tengo miedo. Tengo miedo de que algún día no lo pueda soportar más y decida hacer una locura.
Hoy tuvo dos clientes y cada vez llega más cansado, más... desanimado. Lo entiendo, porque me pasa lo mismo, pero él lleva en esto más tiempo que yo y se está cansando. De todo.
—Solo unos días más y estaremos de vuelta en el distrito —sonrio.
—¿Tú? ¿Algún...
—No —respondo—. Pero tengo que ver a ya sabes.
—Sí, lo sé —tensa la mandíbula—. Ten cuidado, Vee.
—Lo tendré —me levanto del sillón en dirección a la salida.
—Me quedaré un rato —cierra los puños hasta que se vuelven blancos—. ¿Luego nos vemos?
—No te duermas —bromeo.
—No prometo nada —la sonrisa pícara volvió y eso me relaja un poco.
Al llegar al departamento del cuatro me dirigí directamente a mi habitación. Seneca nunca me pidió nada en relación al atuendo con el que debía asistir, pero sé que el presidente tiene ojos en todas partes. Así que, en cada una de mis visitas procuro usar un conjunto de lencería, aunque lo aborrezca. El abrigo de Finnick sigue siendo la mejor parte del vestuario. Desde que lo usé por primera vez, se convirtió en algo rutinario.
Me cambio con un conjunto negro, un vestido y tacones del mismo color y el abrigo del rubio que llega hasta mis pies.
Suspiro.
El auto ya me está esperando cuando salgo por la puerta del edificio. El recorrido dura diez minutos y sin que lo pueda pensar demasiado estoy tocando la puerta de la mansión Crane.
—Venus, adelante —una sonrisa lobuna aparece en su rostro—. Hermosa, como siempre.
—¿Cómo estás? —pregunto amable.
—Eso tendría que preguntarlo yo, ¿no crees? —alza una ceja—. Lamento lo de tu tributo, es una pena.
—Si...
En los casi tres años que llevamos haciendo esto, Seneca se convirtió en el Vigilante jefe. Logró lo que tanto aspiraba y eso le dió un poder impresionante. Poder que me beneficia de alguna manera, y no solo porque los clientes no se me acercan tanto, sino porque él sabe cosas. Cosas del Capitolio, de los juegos, de Snow.
Digamos que en sus momentos de debilidad, cuando está embelesado con mi belleza, como él dice, o cuando sus manos recorren mi cuerpo, le sacó información.
Secretos, como alguna vez me había dicho Finnick.
Es mejor esto que vender mi cuerpo por joyería a tipos que me doblan la edad. Se creería que las mujeres son más comprensivas, pero no.
Dejo caer el saco con cuidado. El vestido se ajusta a mi cuerpo y veo como sus ojos azules, ahora más oscuros, recorren cada curva y piel expuesta. Se relame los labios y ese gesto me hace querer salir corriendo.
Tantos años y sigo sin superarlo.
—¿Día agotador? —camino contoneando mis caderas hacia el sillón donde se encuentra sentado.
—No sabes cuanto —posa sus ojos a la altura de mis pechos—. Por suerte, ya tengo a la Sirena conmigo —sus labios se curvan en una sonrisa lasciva.
Una vez que llegó frente a él, con cuidado me siento sobre sus piernas, posicionando mi centro en su ya notoria erección.
Necesito que hable.
—¿Quieres contarme? —me muevo lentamente creando fricción.
Él suspira, lleva sus manos a mi cintura para controlar el movimiento. Mis labios besan su mandíbula y gimo al costado de su oído para que poco a poco pierda la cordura.
—Cosas de los juegos —menciona entrecortado—. Cuando el público te pide algo...— gime—. No puedes desobedecerlos, incluso aunque no te guste.
Dejo su mandíbula y llevo mis besos al otro lado de su cuello. El vaivén de mis caderas es lento pero efectivo. Poco a poco baja las tiras de mi vestido y este queda enganchado en mi cintura, dejando a la vista el encaje negro que cubre mis pechos.
—¿Qué quieres decir?
—Esos capitolinos —comenta con voz ronca—. Querían una ciudad como arena y eso les dimos —baja su boca y juega con mi pezón derecho sobre la tela—. No se conforman con nada, ahora quieren más.
—¿Más?
—Más destrucción, más sangre, más todo —desabrocha mi sostén y lo deja caer al suelo revelando mis pechos—. Hasta piden un terremoto, están locos.
Comienza a chupar un pezón mientras que con la otra mano manosea mi otro pecho.
—Pero basta de hablar, ¿qué piensas? —lleva sus labios a centímetros de los míos.
—Pienso que estás tardando mucho para llevarme a tu habitación —miento.
—Eso se puede arreglar, Sirena.
Me levanta en brazos y nos dirigimos a su cuarto.
Destrucción, sangre, terremoto. Tal vez Pearl tenga una oportunidad. Tal vez pueda salir con vida, solo necesito que Seneca siga hablando. Así que lo beso con furia cuando me deja sobre la cama.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Hasta acá el capítulo de hoy, estamos en los 73° juegos del hambre, cada vez falta menos!!
Apareció Johanna!!! y Haymitch sigue revoloteando por ahí como siempre. Venus tiene miedo por Finnick y ella sigue con su acuerdo con Seneca.
Como les dije en el anterior capítulo, me voy de vacaciones y la semana que viene se me va hacer un poco complicado para actualizar pero voy a intentarlo.
Me ayudan mucho votando y dejando un comentario :)
~Luly
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