Capítulo 32
El hombre cumplió con su palabra. Annie recibió su comida al día siguiente y la cara de felicidad en su cara fue suficiente para mí. Pasaron varios días después de eso, los profesionales siguen en pie, al igual que Adrian y Annie. Pero las cosas están tranquilas, temo que los vigilantes hagan algo para aumentar la emoción, tal como hicieron en mis juegos y en todos.
—¿Puedes calmarte?
—Es la décima vez que me lo dices —bufo.
—Porque es la última vez que me estás sacando de mis casillas —se termina el trago de golpe—. Relájate un poco, Sirenita.
—¿Qué sigues haciendo aquí, Haymitch? —interrogo—. Tus tributos ya no están.
—La bebida es gratis —se encoge de hombros.
—Por supuesto —menciono en voz baja mientras me siento a su lado.
Los tributos de Haymitch murieron hace un par de días, si el rubio estuvo afectado no lo demostró. Tal vez va tan borracho que sus expresiones son todas las mismas.
—¿Puedes calmarla?
Levanto la cabeza al divisar a Finnick. Ignora al rubio y se sienta a mi lado.
—¿Qué sucede?
—Está todo muy tranquilo —muerdo mis uñas—. Algo harán.
—Ya le dije que se relaje —se acomoda en el sillón—. Tomate un trago conmigo...
—Tomando desde temprano, Haymitch —dice irónico.
—Vete a la mierda, Odair.
Se levanta para dirigirse a la mesa de los aperitivos.
—¿Todo bien? —busco sus ojos cuando me evita.
—Sí, fue rápido —hace una mueca—. No creo que me llamen en lo que reste de nuestra estadía, falta poco para volver —pasa las manos por sus rizos y los despeina.
—Pronto estaremos en el mar —susurro con anhelo.
—Solo un poco más —con disimulación toma mi mano y le da un apretón al que le devuelvo.
—¿Interrumpo algo? —se desploma a mi lado.
—¿No tienes algo mejor que hacer? —pregunta irritado Finnick—. Como ir a molestar a otra parte...
—Sé que me quieres, chico dorado —sonríe con sorna.
Llevo mi atención a la pantalla cuando escucho murmurar a mi alrededor. Enobaria, la vencedora del dos está maldiciendo, al igual que Gloss, vencedor del distrito uno. Sus tributos son profesionales.
La tierra se empieza a mover y todos los tributos restantes se muestran preocupados, los profesionales se atrincheran en la Cornucopia. Busco la pantalla en dónde aparecen Annie y Adrian. La primera está intentando mantener el equilibrio sosteniéndose de un árbol, mientras que Adrian está corriendo en la dirección opuesta a ella, más cerca de los profesionales.
—Un terremoto... —susurra el rubio a mi lado.
De repente la represa que rodeaba a la Arena se derrumbó y rápidamente está inundando todo a su paso.
—Eso es nuevo —comenta Haymitch con una sonrisa.
Enobaria está gritando a la pantalla y cuando le presto atención me doy cuenta por qué. Sus tributos acaban de morir ahogados, al igual que los del distrito uno. En realidad se escuchan varios cañones.
—Quieren que termine —afirma Finnick.
—¿Dónde están? —me levanto del sillón al no encontrarlos—. ¿Dónde están Adrian y Annie? —digo desesperada.
Más cañones se escuchan seguido de un grito desgarrador. Llevo mi atención al lugar de donde vino ese grito, la pantalla que se encuentra un poco más alejada pero sin perder tiempo, la imagen aparece en la pantalla principal.
Es Annie frente a Adrian... decapitado.
Llevo las manos a mi boca para ahogar un grito de horror. Finnick se pone de pie y toma mi mano fuertemente. Las lágrimas empiezan a salir de mis ojos, toma con cuidado mi cabeza y me esconde en su pecho.
—No mires —susurra en mi oído—. Ya pasó...
—¡Les presento a la ganadora de los septuagésimos Juegos del Hambre! —retumba por todo el salón—. ¡Annie Cresta!
—Eso fue... terrorífico.
—Haymitch —dice con tono de advertencia—. Ahora no.
Siento como el rubio se levanta del sillón y se retira. Escucho gritos a mi alrededor, probablemente de Enobaria, pero los silencio. Me separo un poco del pecho de Finnick para verlo a los ojos, se encuentra contrariado y un arruga adorna su entrecejo.
—No puedo creer que hayan hecho eso...
—Yo tampoco —retira una lágrima que cae por mi mejilla.
✦✦✦
Me despierto desconcertada por los gritos que se escuchan a mi alrededor. Parpadeo varias veces para enfocar mi vista, intento levantarme pero un mareo me frena cuando no concibo que mis piernas todavía están adormecidas.
—¡Estás a salvo! —escucho a Finnick—. ¡Ya pasó, Annie! ¡Estás a salvo!
La pelirroja se remueve en la camilla frenética mientras tapa sus oídos con ambas manos. Gritos desgarradores es todo lo que se escucha en la sala.
—Annie... —me acerco pidiendo al rubio que se aparte—. Ya terminó, pronto volveremos al cuatro —afirmo con voz dulce—. Ya terminó.
Ella se queda pérdida mirando mis ojos por demasiado tiempo, una enfermera sujeta de manera delicada su brazo y la inyecta. Cae dormida nuevamente.
—Estará sedada por un par de horas más —nos comunica antes de retirarse.
Me siento rendida al lado de Finnick. Su expresión preocupada no desapareció, sino que incrementó. Su postura es tensa y tiene cerradas las manos en puños hasta tal punto que sus nudillos se vuelven blancos.
Sin pensarlo dos veces tomo su mano y la entrelazo con la mía.
—No está bien... —es lo primero que dice—. Sus ojos... no parecía ella.
—Está en shock —aclaro—. Tiene que procesarlo y hacer el duelo. Luego volverá en sí.
—No lo creo —aprieta mi mano—. Creo que la Annie que ingresó es otra completamente diferente —sus ojos verdes conectan con los míos—. Y no lo digo como nos pasó a ti o a mi. Sino algo peor, creo que su mente se rompió —comenta en voz baja.
Llevo nuevamente mi vista a la pelirroja. Tiene el ceño fruncido y cada poco minutos su cuerpo da espasmos involuntarios.
Suspiro.
—Espero que no tengas razón.
Luego de eso Annie se mostró un poco... desorientada. Como si su cuerpo estuviera aquí con nosotros, pero su mente siguiera en los juegos. Más precisamente en el momento en que ve morir a su amigo.
—Puede buscarnos entre el público, estaremos allí —asegura el rubio—. Solo habla con nosotros —brinda el mismo consejo que me dió a mí hace un año.
—Puedes hacerlo, Annie.
La pelirroja se balancea adelante y atrás, mientras murmura palabras que no comprendemos. Mags se acerca a nosotros, rodea a Annie con sus brazos y se alejan caminando lentamente. Mags es una de las pocas que puede acercarse sin recibir agresión de su parte, puede calmarla.
—No lo va a soportar —afirma Finnick una vez que Mags y Annie se encuentran lejos.
—Ya lo sé... —bufo—. Pero no puede saltarse la entrevista, si algo se descontrola imagino que cortaran la transmisión.
—Puede ser...
Un avox se acerca y me tiende una carta.
Trago saliva. Se supone que nos vamos en unas horas, no tiene sentido esto.
—¿Qué dice? —la mandíbula del rubio se tensa, al igual que todos los músculos de su espalda.
—Cliente. Nueve de la noche —respondo al leer el contenido de la carta—. Regalo de despedida —digo sarcástica.
Me encamino hacia mi habitación cuando una mano rodeó mi brazo.
—Venus... —su voz se quiebra en el proceso.
—Estaré bien —sujeto su mano y la aprieto para reconfortarlo—. Concéntrate en Annie, ¿sí? —imploro—. No voy a estar para la entrevista y dudo que llegue para la coronación —hago una mueca—. Nos vemos más tarde.
Escucho como Finnick murmura una maldición por lo bajo mientras tira de sus rizos con desesperación. Siento un nudo en la garganta pero trato de no llorar.
Al entrar a mi habitación, una caja negra se encuentra sobre mi cama como las anteriores veces.
Un conjunto de encaje verde mar es lo que vislumbro. Es lo más recatado que he usado hasta ahora.
Suelto una carcajada ronca por lo que pienso.
Procedo a bañarme, una vez termino me coloco el conjunto junto a unos tacones negros y el saco de Finnick que me cubre por completo.
Trato de mirarme en el espejo. Solo lo suficiente para notar la palidez de mi piel, el bronceado está desapareciendo, además de mis ojeras. Aunque estuve durmiendo mejor, luego de la pesadilla que tuve al tener mi primer cliente y que Finnick me consolara, no volví a tener una. Y sé que Finnick también está durmiendo mejor, dadas las circunstancias.
Tal vez... no lo sé.
Cierro fuerte el saco alrededor de mi cintura lista para salir.
El auto es uno diferente que el de la primera y segunda vez. Por lo que todo indica que es un nuevo cliente. Solo espero que no me doble la edad o no quiera tocarme de más.
Lo único que puedo agradecerle a Snow es la inyección anticonceptiva. No quiero hijos y menos de ellos.
El viaje transcurre en silencio y en menos de diez minutos llegamos a destino. El chofer me abrió la puerta, rechazo la mano que me ofreció para ayudarme a salir.
Es una mansión, un poco más modesta que la anterior, pero una mansión al fin.
—El señor la está esperando —anuncia—. Puede entrar por la puerta principal.
Me sorprendo cuando dice eso. Por lo que aprendí de lo que me contó Finnick y las dos experiencias que tuve, quienes buscan acompañantes tienen pareja. Hasta algunos tienen hijos, por lo que es un secreto. Pero quien quiera que sea la persona que se encuentra del otro lado, no tiene problema en que esto no sea un secreto.
Y eso me da más miedo.
A paso lento abro la reja, recorro el camino de piedra que hay hasta la entrada. Subo los escalones y toco la puerta de madera blanca.
Mi respiración se agita, mis manos comienzan a sudar y tengo un mal presentimiento por lo que puede suceder. Clavo las uñas en mis palmas cuando el temblor se hace más notorio.
Giro para buscar el auto estacionado en la calle, pero ya no se encuentra. La luna es la única que me acompaña junto a una brisa fresca que mueve mi pelo.
Inhalo profundamente y retengo el aire.
—Sirena...
Volteo bruscamente cuando escucho esa voz.
—Te dije que nos volveríamos a ver.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Hasta acá el capítulo de hoy, ¿quién piensan qué es? Al parecer conoce a Venus...
Espero que les este gustando la historia, como siempre me apoyan mucho dejando un comentario o un voto, me motiva a seguir escribiendo :)
Nos leemos la próxima.
~Luly
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