Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Creí que toda mi vida me había preparado para este momento. Pero aquí estoy, con mi nombre aún retumbando en mis oídos y sin poder moverme.

A pesar de ser un distrito profesional y que varias personas de las que viven aquí suelen entrenar para este momento o incluso prepararse para lo que se tendrán que enfrentar, sigo sin estar lista para esto.

Es decir, sí. Entrené, si se puede decir a eso entrenar. Suelo salir todas las mañanas a nadar, algo de resistencia debe generar eso, ¿no?. Corro en las tardes, sé cómo usar...herramientas. Sé hacer nudos y pescar. Pero la mayoría de esas cosas las hago para distraer mi cabeza, para estar lejos de casa, de mi padre. No para sobrevivir a los juegos.

—Vamos querida —dice una voz chillona.

Su voz me devuelve a la realidad. Estoy petrificada, pero obligo a mi cuerpo a moverse. Un paso, luego otro y en menos de diez segundos me encuentro saliendo del tumulto de personas, veinte segundos más y estoy en el centro del escenario, con una sensación como si me estuviera ahogando en el mar sin poder alcanzar la superficie.

—Qué linda —comenta la mujer del capitolio, analizándome desde la cabeza a los pies con una mueca.

Alguien silba y eso me descoloca de lo que está pasando por un momento. Hay un par de chicos riendo, son mayores que yo ya que se encuentran en el fondo de la zona de varones.

No les doy importancia, lo único que puedo hacer es buscar con mis ojos a Gia. Me desespero cuando no consigo localizarla. Aprieto tan fuerte mis manos en un puño que siento como las uñas se clavan en mis palmas.

—Silencio, silencio —la mujer a mi lado se acerca al micrófono, dejándome a un lado del escenario—. Ahora el tributo masculino.

Pero mis sentidos se cierran, dejo de escuchar y sigo intentando buscar a Gia en el tumulto de personas.

Tranquila.

No le pasará nada.

No salió cosechada.

Y es verdad, no irá a los juegos porque yo voy a ir. Yo soy la tributo de este año.

Veo por el rabillo del ojo como la mujer se aparta y hace un gesto con la mano, hacia mi y luego hacia adelante.

No entiendo.

¿Qué está pasando?

Luego siento un apretón en mi mano y como me arrastran fuera del escenario hacia el edificio detrás nuestro.

El aire frío me recibe. Dejo que mis músculos se relajen por un instante. Llevo mis dedos a mi pelo pero los aparto cuando siento que algo me escoce. Pequeñas marcas de uñas decoran mis palmas, una de ellas con un poco de sangre.

Genial.

Ya estoy herida y ni siquiera empezaron los juegos.

—¡Venus!.

Giro hacia la puerta. Unos brazos me rodean con fuerza mi cintura y yo hago lo mismo sabiendo quién es. Aspiro el aroma a mar de su pelo y la calidez que me brinda su cuerpo.

Puede ser que sea la última vez que la abrace...

Aparto esos pensamientos, en cambio planto la mejor sonrisa en mi rostro y la alejo un poco para mirarla.

Tengo que ser fuerte.

Por ella.

—Estarás bien —le digo sonando lo más segura que puedo—. ¿Me escuchas? Estarás bien Gia.

—¿Y tú lo estarás? —apenas susurra y se le llenan los ojos de lágrimas.

—Lo voy a estar —acomodo un mechón de pelo detrás de su oreja—. Aún tenemos una clase pendiente de cómo hacer nudos, ¿recuerdas?

—Cierto —ríe entre lágrimas.

La estrecho de nuevo en un abrazo. Aparto la cabeza de los rizos de mi hermana cuando escucho que alguien más entra en la habitación. Mi padre se nos queda mirando unos segundos serio antes de hablar.

—Tal vez puedas usar algo de lo que haces aquí, ¿no? —inquiere, levantando ambas cejas.

No respondo, porque sé a lo qué se refiere y ni aunque estuviera muriendo haría eso para sobrevivir.

Luego de eso, Gia y mi padre se van. Mi hermana aún llorando con la cabeza gacha. Bueno, creo que toda la esperanza que había de que volviéramos a ser una familia se fue a la mierda con ese comentario.

—Venus... —Dennis se acerca—. Dios, no puedo creerlo —pasa los dedos por su cabello rubio en gesto desesperado.

—¿Qué al fin te vas a deshacer de mí? —sonrio, aunque creo que se parece más a una mueca.

Me ignora.

—Puedes ganar, yo sé que si.

—Gracias por el voto de confianza.

Camina un par de pasos hasta donde me encuentro pero se detiene cuando me muestro tensa.

—En serio lo digo, eres una de las personas más inteligentes que conozco.

—No conoces a muchas personas —replico bromeando.

—Y fuertes también —ignora otra vez lo que digo—. Puedes con esto.

—Gracias, Dennis —menciono esta vez seria.

Él solo asiente y se dirige a la puerta. Se detiene y luego me mira con preocupación.

—¿Te dijo algo tu padre?

—Solo me confirmó lo que ya sabía.

—¿Y eso es? —pregunta confundido.

—Todavía no estás listo para escucharlo —sentencio.

Y yo no estoy lista para decirlo...

Se tambalea hacia atrás, pero luego sale por la puerta, no sin antes desearme suerte.

Aunque creo que no la tengo, después de todo no estuvo de mi lado, y no solo en este año.

Una vez terminadas todas las despedidas, dos agentes de la Paz me escoltan hacia el tren que nos llevará al Capitolio.

Uno de ellos me ayuda, si se lo puede decir así, a subir. Me aparto rápidamente cuando su mano baja de más por mi espalda.

El tren es un lujo, creo que se podría alimentar a medio distrito solo con una pieza de decoración.

La mujer que llevó a cabo la cosecha me indica mi habitación, de una manera no muy agradable, por las próximas horas. Aludiendo que no me veo presentable con la ropa que llevo.

La ignoro. No me puede importar menos lo que diga.

Me tiro sobre la cama, de cara al techo cuando llego a la habitación y pienso.

Pienso en Gia, que ahora estará sola con mi padre. En Dennis, no puedo creer que lo vaya a extrañar. Pienso en que en la mañana estaba nadando en paz y que ahora me dirijo a mi sentencia de muerte, igual que Wade, mi hermano.

Sobre todo pienso en él. Cómo se debe de haber sentido en esta misma situación en la que me encuentro ahora. ¿Habrá estado asustado? ¿Sabía que iba a morir? O peor aún, ¿tenía esperanza de sobrevivir y luego se dio cuenta que eso no iba a suceder?

Odio que no me pueda contestar todas estas preguntas. Odio que esté muerto. Odio los juegos, odio al Capitolio y odio a Snow.

Wade... ¿Qué habrá pensado en su último respiro?

Lo extraño cada día. A veces lo veo en mi hermana. Se parecen tanto que duele. Son iguales a mamá. Mientras que yo me parezco a mi padre. Odio eso también.

Aparto esos pensamientos. Sé que de nada servirá si me quedo aquí encerrada compadeciéndome y recordando el pasado.

Eso no ganará los juegos, eso no comprará a nadie.

Tengo que ser fuerte. Por Gia. Por Wade.

Por mi...

Así que cuando salga de estas cuatro paredes, voy a lucir lo más confiada y segura posible.

Es comerse el papel. No puede ser tan difícil, toda mi vida lo llevo haciendo.

Después de una hora alguien llama a la puerta.

—Si quieres comer algo, el almuerzo está servido —vuelve a decir esa voz chillona—. Te recomiendo que lo hagas.

Escucho sus pasos alejarse.

Comer. Puedo hacer eso.

Bueno, más o menos. Siento un nudo en el estómago que creo que no me pasará ningún bocado.

Pero tengo que salir.

Camino por un largo pasillo hasta llegar a un comedor con una mesa en el centro repleta de bebidas, aperitivos, pan fresco, pescado y fruta.

Nunca vi tanta comida junta.

—Prueba el postre, seguro te encanta.

Una voz detrás mío me sobresalta. Me giro hasta chocar contra el torso de alguien. Me tambaleo varios pasos hacia atrás y levanto la vista.

Es el mismo chico que vi en la cosecha, el que no apartaba la mirada.

Si está aquí es porque...

Oh.

—¿Quieres? —acerca su mano con algo hacia mi.

Lo analizo. Es más alto que yo, con un cuerpo que se nota que está entrenado. Cabello castaño y ojos verdes característicos del distrito.

Pero su presencia es como agua turbia.

—No, gracias —respondo seca.

Pasa por mi costado, rozando mi hombro y se sienta delante de la mesa llena de comida.

Su actitud relajada me desespera, aunque no lo demuestro.

—Bueno, querida —apoya sus dedos sobre mis hombros—. No te quedes aquí parada, come.

Algo me dice que no le caigo bien a la mujer del Capitolio por la manera en que encajó sus uñas en mi piel.

Literalmente me empuja hasta quedar sentada al lado de mi compañero de distrito, que ahora que lo pienso no sé su nombre, ni tampoco de la representante del distrito cuatro.

Aparto bruscamente el hombro para que deje de tocarme.

—En un momento vendrá su mentor a darles la bienvenida.

—Genial... —susurro para mi misma.

—El chico de oro —mi compañero dice en voz baja cerca de mi oído—. Toda una celebridad —trata de agarrar un mechón de pelo que se soltó de la trenza.

Me levanto y me siento del otro lado de la mesa, quedando frente a él.

Definitivamente me incomoda.

—Vamos, de pie —chilla la mujer—. Ya viene.

Suspiro.

Mi compañero se para, pero yo me quedo donde estoy. No pienso ponerme de pie para recibir al chico dorado del Capitolio.

—Les presento a su mentor —dice orgullosa y emocionada—. Finnick Odair.

El chico dorado entra al comedor con una sonrisa, pero se detiene en seco al dirigir su vista donde nos encontramos, más precisamente donde yo estoy sentada.

—Tú... —es todo lo que dice. 






Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro