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Capítulo 18

Esa noche, entre los caídos, aparece la imagen de Vega en el cielo estrellado. También lo hacen las imágenes de Blake y Madison, junto al tributo que mataron los profesionales antes de que nos encontraran.

Lágrimas caen por mis mejillas.

Es estúpido, para que una de las dos ganara la otra tendría que morir. Pero duele. Y la rabia que siento dentro cada vez se incrementa más.

Tengo la garganta rasposa de tanto gritar y es una suerte que nadie me haya encontrado.

Somos cuatro.

Einar, el tributo del uno, el tributo del cinco y yo.

La final está cerca y si sobreviví hasta aquí, tengo que aguantar un poco más. Aunque resulta difícil.

Mi cuerpo tiembla, da pequeños espasmos cada pocos minutos. Toda la pierna derecha me duele, la herida reciente de las garras del muto me arden y trato de no dormir lo suficiente por miedo a no despertarme. La cabeza cada vez me pesa más y es obvio que a pesar del frío que hace, el calor que siento se debe a que la herida se está infectando.

Por favor, fiebre no, ruego para mí misma.

No cuando estoy tan cerca de salir de este lugar.

Luego de lo que... pasó, recogí las armas y me encaminé a buscar el charco de agua oxidada que encontré el segundo día en la Arena. No había manera de tomar el agua del oasis.

Usé una pastilla potabilizadora y me refugié entre las montañas cerca de ese charco. En cualquier momento está por amanecer y es hora de terminar con esto.

Son horribles mis pensamientos en estos momentos, pero mi única oportunidad es si los profesionales... matan al último tributo. No voy a actuar hasta que eso suceda, pero si me voy a mantener en movimiento.

Así que cuando la primera luz del día irrumpe en la oscuridad recojo la mochila, guardo un cuchillo en la cintura de mi pantalón y el otro lo mantengo en mi mano. Tenía el hacha para llevarme conmigo, pero sería inútil, no sé cómo manejarla y no había chance de que porte la espada que mató a Vega.

De todos modos me defiendo mejor con los cuchillos.

Al mediodía el calor se vuelve insoportable. La crema para quemaduras se terminó hace varios días, parte de mi pantalón, a la altura de la pantorrilla, está roto. El pañuelo que había hecho con la camisa se encuentra actuando como venda en mi muslo. Lo único intacto es la camiseta blanca por debajo de la camisa.

El pelo se me pega a la frente por el sudor, y si todavía no tenía fiebre, en cualquier momento voy a presentar los síntomas con el sol sobre mí.

Cuando llego a la duna que escalé para escapar del baño de sangre me detengo. No se ve nadie a mis alrededores, pero la visión de la Cornucopia me la cubre la gran montaña de arena que tengo delante.

Es seguro que los profesionales se encuentran allí. A menos que hayan salido a cazar al tributo restante. Los tributos restantes, también a mi me están cazando.

Escalo lentamente la duna. Ahogo el grito que quiere escapar al arrastrar la pierna por la arena caliente. Sujeto el cuchillo en mi mano con fuerza. Una vez llegó a la cima, solo levanto un centímetro la cabeza para ver el lugar.

La Cornucopia se extiende a lo largo del terreno llano. Y ahora me doy cuenta de la inmensidad de la construcción, antes estaba tratando de sobrevivir.

Aún lo sigo haciendo.

Al parecer recogieron los cajones de las armas y las usaron como una especie de mesa donde colocaron todos los suministros. Sin embargo, pensé que tendrían más. Al parecer el desierto tampoco fue una ventaja para ellos.

El metal del costado de la Cornucopia se encuentra manchado de rojo.

Sangre.

Trago saliva.

¿A cuántas personas habrán matado?

Me desconcentro cuando escucho el cañón.

Tomo una gran bocanada de aire y escondo más mi cabeza.

Uno menos.

La pregunta es ¿quién?

Tal vez pueda esconderme dentro de la Cornucopia y tomarlos por sorpresa. Pero no estoy en posición de luchar, me ganan en mayoría. Asumiendo que ambos profesionales siguen con vida.

¿Qué hago? ¿qué hago? Venus piensa.

El calor me está sofocando, creo que nunca habían hecho estas temperaturas. Y seguro es cosa de los Vigilantes, quieren que esto termine.

Bien, porque yo también lo quiero.

Miro una vez más hacia todos los flancos posibles y cuando está todo despejado comienzo a descender por la duna. Intento no caerme y no ejercer demasiada presión en la pierna.

Escucho pasos a lo lejos y me apresuro a llegar hasta el costado de la Cornucopia. Apoyo una mano sobre el metal pero la alejo rápidamente cuando este me quema. Absorbe el calor...

—¡Puedes correr pero no esconderte! —La voz de Einar me eriza la piel.

Rodeo la Cornucopia, quedo en la espalda de esta, con un poco de visión para ver hacia el frente.

—¿Cómo te atreves a matar a mi compañero? —Einar se escucha cada vez más cerca —. Ese era mi trabajo —menciona con tono de arrogancia.

Se oyen jadeos y pasos.

—Te dije que no podías esconderte.

Saco un poco la cabeza sobre el metal de la Cornucopia. Einar se encuentra de pie frente al tributo del cinco que está arrodillado, con sangre corriendo por su frente.

La expresión del tributo del dos es desquiciada, mientras que la del tributo del cinco es de total terror. Si él fue quien mató al otro profesional, es obvio que Einar no está contento.

Lo desafiaron y ahora le va a salir caro.

—Quería hacer esto más lento —dice indiferente —. Pero todavía queda alguien que cazar y ahí si me voy a divertir mucho.

Me tenso. Está hablando de mí.

No tengo demasiado tiempo para procesarlo cuando la espada de Einar atraviesa el pecho del tributo del cinco.

Un cañón suena.

Me llevo las manos a la boca para contener el jadeo de impresión.

Ya está, eso es todo. No más tributos, no más días de calor y noches de frío, no más mutos, no más dolor físico, no más alianzas. Se termina acá, tanto si muero como si vivo.

Einar se queda mirando como la sangre brota del chico y en estos momentos me odio por no saber su nombre.

Rodeo la Cornucopia a paso cuidadoso, para que no me escuché. Y tal como sucedió con Blake, trato de sorprenderlo desde atrás.

Me desprendo de la mochila con cuidado y la dejo en una esquina, donde el metal y la sangre seca se funden. Luego saco el otro cuchillo de mi pantalón. Sostengo uno en cada mano.

Inhalo profundamente.

Trato de poner en segundo plano el dolor de mi pierna, la pesadez de mi cabeza y el calor que es más y más con cada paso que doy hacia él.

No hay una segunda oportunidad, no puedo fallar.

Así que entierro todas mis inseguridades, todos mis temores, dolores y sufrimiento en lo profundo de mi mente, y camino hacia Einar.

Si lanzo el cuchillo desde está distancia no será suficiente para acabar con él. La única manera que tengo es si estoy más cerca y deshacerme de esa espada.

Pocos metros nos separan y mi respiración se acelera.

Einar sigue concentrado en el tributo que yace muerto frente a él. Suelta la espada y se adelanta unos pasos hasta quedar agachado frente al tributo, luego lleva los dedos al pecho y los unta en la sangre que sale.

Trago saliva con fuerza para no vomitar frente a esa imagen.

Y antes de que se de cuenta, tomo la espada y la tiro lo más lejos que pueda hacia el lado contrario de él.

Estoy por clavarle el cuchillo en la espalda cuando él se levanta de un rápido movimiento y se gira.

—Nunca te dijeron que no hay que atacar por la espalda, Sirenita —la voz suena calma, sin preocupación —. Sabía que íbamos a quedar los dos —camina despacio hacia mí —. ¿Cómo te trató el desierto? —sus ojos recorren por completo mi cuerpo y se quedan un segundo más de tiempo en mi pierna. Sonríe —. No tan bien, al parecer.

A medida que da un paso hacia mí, yo lo doy hacia atrás.

—Todavía no me dejas escuchar tu voz —un brillo peligroso aparece en sus ojos —. Tranquila, ahora lo harás.

Se abalanza contra mí, como una depredador a su presa, me patea la pierna derecha y grito de dolor cuando la arena caliente hace contacto con mi muslo. Lleva ambas manos a mis muñecas y las presiona, logrando que suelte los cuchillos.

Me remuevo para tratar de soltarme pero usa una rodilla para empujar mis piernas y abrirlas para quedar entre ellas. Su aliento golpea mi rostro

Esta expresión me provoca más miedo que la que le dedicó al tributo del cinco. Me mira con deseo, con lujuria en sus ojos y me digo que esto está siendo televisado, no hará nada si todo el mundo lo ve, si todo Panem ve lo que quiere hacer.

Pero cuando presiona sus labios contra los míos entiendo que no le importa. No le importa nada de eso.

Presiono tan fuerte mis labios y dientes para no abrir mi boca que logro sacarme sangre.

Hago una mueca de asco cuando él se aparta unos centímetros de mis labios, aún puedo sentir su aliento.

—Vamos... —sonríe de costado —. Tú también lo quieres. Blake me contó todo sobre ti, eres la puta del distrito cuatro, no hay hombre que no haya pasado por entre medio de esas piernas, uno más no hará la diferencia, ¿no?

La garganta se me cierra y la frente me empieza a latir de lo fuerte que estoy apretando la mandíbula.

Trato nuevamente de salir de su agarre, pero presiona con más fuerza mis muñecas hasta el punto que sé que luego dejará moretones.

—No tan rápido, Sirena —su expresión cambia a una seria, amenazante —. Quiero divertirme antes de ganar.

Separa aún más mis piernas. Mi respiración comienza a agitarse, el muslo me arde. Agarra mis muñecas con una mano sola y la otra la desliza lentamente por mi cuello, mi clavícula hasta llegar al inicio de mis pechos.

Quiero gritar, quiero patearlo, pero estoy tan paralizada que no puedo. Y me siento impotente como cuando tenía doce años y mi padre me vendió a un total desconocido.

Remuevo mis manos pero me da un tirón hacia arriba y siento como todo mi cuerpo se estremece del dolor. Pero algo pincha mis nudillos.

El cuchillo.

Solo tengo que tomar el cuchillo.

La cara de Einar se aleja de la mía y en cambio posa su nariz en mi cuello.

—Hueles exquisito.

Quiero vomitar.

La mano sigue bajando por mis pechos hasta que rompe la camiseta blanca dejándome solo con el corpiño deportivo por debajo. Los retazos de tela rota se escurren por mi piel.

Siento como me pican los ojos.

Recorre con sus dedos cada pedazo de piel desnuda y presiona mi pecho derecho en el proceso. Sus labios lamen mi cuello.

Vamos, solo un poco más. Estiro mis dedos hacia el cuchillo sin moverme un centímetro, sin que se dé cuenta.

Toco la punta del cuchillo.

Gimo de dolor cuando muerde mi cuello.

—Te dije que te iba a gustar... te voy a hacer gemir como nadie lo hizo, Sirenita.

—Y yo te voy a hacer gemir de dolor —digo en voz baja tomando finalmente el cuchillo.

Einar se aparta de mi cuello sorprendido, con emoción por haber escuchado al final mi voz, sonríe con arrogancia, como si fuera el ganador de los juegos aunque yo aún siga respirando. No sabe que solamente le hice escuchar mi voz porque no va a volver hacerlo, pero no porque estaré muerta.

En ese segundo de distracción, de mirada de ilusión y deseo que me regala llevo el cuchillo directo a su pecho, el asombro inunda su rostro. Lo empujo con todas mis fuerzas liberándome de su agarre, recojo el otro cuchillo detrás mío.

Cuando tambalea al levantarse, empujo su cabeza contra el metal de la Cornucopia. Aúlla de dolor.

—Hija de puta...

Lo ignoro. Miro fijamente sus ojos, llenos de furia. No hay rastro del deseo de antes.

Bien.

El otro cuchillo lo llevo a su cuello. Lo encajo tan profundamente en el costado que la sangre empieza a salir a borbotones, caliente y espesa. Cae por todo mi pecho descubierto, mancha mi piel.

Lo suelto y cae sobre la arena.

El cañón suena.

—Damas y caballeros —una voz me sobresalta —. Les presento a la ganadora de los sexagésimos novenos Juegos del Hambre —mis piernas tiemblan y caigo.

La pesadez vuelve a mi cabeza y el dolor me recorre el cuerpo, mi nombre es lo último que escucho cuando la oscuridad me invade. 




 ✦✦✦

Holaa, ¿cómo están? 

Hasta acá el capítulo de hoy, ya nos estamos acercando al final de la primera parte!!!! 

¿Les está gustando la historia? ¿Qué piensa de Venus como tributo de estos juegos? 

Como siempre, me ayudan mucho dejando un voto y me interesa saber lo que piensa, así que un comentario es siempre bienvenido :) 

Nos leemos el viernes. 

~Luly 

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