
Capítulo 16
Un animal pero que claramente no es uno real yace muerto frente nuestro. Ni siquiera recuerdo en qué momento le clavé mi cuchillo.
Tengo la respiración agitada y Vega está recuperándose a mi lado, luego de que esa especie de leopardo se haya lanzado contra su cuerpo.
—¿Estás...
No termino de formular la pregunta cuando me callo abruptamente. Más pasos se oyen, no muy lejos de donde nos encontramos.
Le hago una seña a Vega para que recoja su mochila. Me mantengo alerta, escuchando. Despacio me alejo de la roca sin dar vuelta mi espalda. Sujeto con firmeza el cuchillo lleno de sangre, aún caliente, en mi mano.
Los pasos se oyen cada vez más cerca.
—Corre... —murmuro—. Vega corre.
Sin pensarlo dos veces comenzamos a correr lejos de las montañas. Siento como la pierna derecha me tira por el esfuerzo pero no le presto atención.
Hay una brisa fresca que adorna lo oscuro de la noche. Todavía faltan un par de horas para que amanezca.
El terreno a nuestro alrededor es llano, pero frente nuestro, a lo lejos, se puede apreciar una duna de arena, parecida a la que escale para alejarme del baño de sangre.
Intento regular mi respiración. Agarro tan fuerte el cuchillo que mis dedos empiezan a entumecerse.
—Venus, rápido —dice entre medio de un grito ahogado.
Más pasos se escuchan a nuestras espaldas. Y no creo que solo sea uno esta vez.
Sudor cae por mi frente, la pierna me duele cada vez más.
Llegamos hasta el inicio de la duna, Vega empieza a escalar. Ahogo una mueca de dolor cuando flexiono la pierna para hacer lo mismo.
Vega llega velozmente a la cima, pero al ver que tardo demasiado una expresión de preocupación se asoma en su rostro.
—La mano... —extiende su mano hasta mi—. Agarra mi mano.
Tiro de mi brazo y alargo mis dedos lo más que puedo para alcanzar su mano, estoy a poco centímetros de lograrlo cuando tiran de mí para abajo.
—¡Venus!
Unas garras se clavan en mi muslo y grito.
Grito con todas mis fuerzas al sentir como se rasga mi piel y sangre comienza a manchar mi pantalón.
Intento moverme, patear al animal que tengo sobre mi cuerpo. Este desliza sus garras hasta un poco arriba de la rodilla, cortando a su paso.
Ahogo otro grito.
Con todas mis fuerzas levanto la mano en la que aún sostengo el cuchillo y lo clavo en su lomo, una, dos, tres veces. Hasta que libera mi cuerpo.
—Tenemos que irnos —Vega se arrodilla a mi lado —. No hay tiempo, hay más acercándose a lo lejos.
Hago un trabajo terrible para no soltar ningún sonido cuando me ayuda a levantarme. Sangre caliente escurre por mi pierna derecha, si ya era una pesadilla con la picadura de la serpiente, ahora lo es peor.
Recargo mi cuerpo sobre el costado de Vega y me ayuda a caminar nuevamente hasta la orilla de la duna.
—No... no creo que pueda subirla —menciono.
—Claro que la vas a subir.
Conmigo a cuestas empieza a escalar. Jadeo por el dolor, pero trato de ignorarlo y llevar toda la fuerza a mis brazos. Literalmente Vega me está arrastrando.
—Un poco más, Venus —pide—. Por favor...
Tira de mí y la arena raspa contra mi muslo. Un grito sordo se escapa de mi boca.
—Mierda...
—Lo siento —responde agitada—. Ya casi estamos.
Vuelve a tirar de mi brazo, sudor frío recorre mi cuerpo, los músculos comienzan a temblar por el esfuerzo y siento la cabeza pesada por la pérdida de sangre.
—Vega...
—Solo cállate, ya estamos.
Tira de mi brazo una vez más, está vez impulsando mis caderas en el proceso y llegamos a la cima.
—Ahora hay que bajar —menciona.
Estoy por decirle que siento como si me fuera a desmayar cuando ella mantiene la vista fija en el horizonte. Entrecierra los ojos como si de esa manera pudiera ver mejor y los vuelve a abrir de la sorpresa.
—Están...están viniendo —comenta en voz baja—. Hay que escondernos —susurra.
Sin previo aviso me empuja por la espalda y caigo rodando hasta terreno llano. La arena raspa mi piel y se queda pegada en la sangre que se extiende a lo largo de toda mi pierna ahora.
Me tambaleo al levantarme, pero consigo mantenerme sin caer.
—Rápido, hacia las montañas.
La castaña llega a mi lado y engancha mi brazo alrededor de su cuello. Delante nuestro se vislumbran unas montañas
Corremos hasta allí, sin mirar atrás, rogando que los mutos no nos alcancen.
Me trastabillo varias veces, pero Vega me sujeta más fuerte y sigue corriendo obligándome a hacer lo mismo.
—Por aquí, vamos.
Entramos en la zona de esas formaciones rocosas, doblamos varias veces y nos escondemos en una lo suficientemente grande para que tape nuestro cuerpo. Las piedras forman una especie de cueva en la que Vega y yo cabemos algo apretadas.
Contengo la respiración. La cabeza me martillea y los párpados comienzan a cerrarse.
—Venus, no te duermas —lleva sus dedos a mi mejilla y golpea suavemente—. Vamos, tienes que mantenerte despierta.
—Estoy cansada —susurro.
—Lo sé, pero no puedes dormirte.
Se oyen pisadas por encima de nuestras cabezas. Nos mantenemos en silencio. Los dedos de Vega siguen en mi mejilla y su contacto frío con mi piel algo caliente es lo que me mantiene alerta y despierta.
Un cañón suena. Y con eso los animales se alejan.
Exhalo el aire que estaba conteniendo.
La adrenalina abandona mi cuerpo y el frío de la noche comienza a hacerse presente.
Me quejo cuando Vega me arrastra hasta fuera de la cueva. Abre su mochila y saca la cantimplora junto con el pañuelo hecho de la camisa que lleva puesta.
—Estás perdiendo mucha sangre —menciona—. Hay que parar la hemorragia.
Lleva la botella hacia mi muslo y deja caer el agua. Ahogo un grito ante la sensación de ardor.
—Hija de...
—Si, si. Lo sé.
Toma el pañuelo que hay en mi mochila y lo moja en agua para limpiar toda la sangre que cae por mi pierna. Una vez que lo limpia lo mejor posible, dadas las condiciones, agarra el otro retazo de tela.
—Esto va a doler —avisa.
Empieza a envolver la tela ajustando con fuerza mi muslo. Hago lo imposible para no gritar y maldecir.
—Listo.
Dejo caer mi cabeza sobre la arena y respiro. La pulsión no se va de mi cabeza, y los párpados me pesan.
—Tienes que dejar de encontrarte con animales —bromea.
—Bueno, me dicen Sirena por algo, ¿no? —le sigo el juego.
—No creo que sea por eso —ríe.
Cierro por un segundo los ojos pero la voz de la castaña me sobresalta.
—No puedes dormirte, Venus —me regaña—. Sígueme hablando.
—¿Qué... qué quieres que diga?
—¿Cómo es tu distrito?
Trago saliva antes de responder.
—Es... —busco las palabras para describirlo—. Es pacífico.
Me mira confundida y me apresuro a explicarme.
—No me malentiendas —comento—. No en ese sentido, sino que cuando estoy en la playa, en el medio del mar, se siente como si el tiempo se detuviera. Como si un sentimiento de paz envolviera mi cuerpo y solo somos el agua y yo. Es... mágico, en cierto punto. Creo que es el único lugar al que puedo llamar hogar —susurro esto último.
—Suena hermoso —sonríe—. ¿Tienes a alguien para compartir eso?
Vacilo. ¿De verdad tengo a alguien que sienta lo mismo que yo en esos momentos? ¿Qué le parezca pacífico el mar por el sentimiento que tienes de ahogarte en cualquier momento, de que te arrastre la corriente?. Es un peligro constante solo por algo de silencio, de calma.
¿Hay alguien tan dañado como yo que piense esas cosas?
—Tengo a mi hermana —digo, porque es la única persona que me importa en el distrito.
—No sabía que tenías una hermana —menciona en voz baja.
Trato de mantener el torso erguido y la pierna estirada al acomodarme mejor sobre la roca. Hago una mueca cuando el dolor recorre mi muslo.
—Se llama Gianira.
—Bonito nombre —se sienta frente a mí—. Espero que puedas volver a verla.
La miro confundida. Si la vuelvo a ver será porque nadie queda vivo.
—Yo también lo espero —lo digo más para mi misma que para ella.
—¿Tu distrito? —cambio de tema.
Vega saca la bolsa de dormir, hace que entre en esta y luego se mete en la suya. El frío se siente cada vez más.
—No es tan maravilloso como el cuatro —bromea—. Ya sabes, hay árboles.
—Creo que los árboles son geniales.
Ella suelta una carcajada perezosa.
—Si, bueno... Hay un momento del día en donde me escapo de mi trabajo y escalo un árbol grande que está cerca de mi casa. Es enorme y alto y la copa está llena de hojas que cambian con el paso de la estación. Pero al llegar a la cima se puede apreciar todo el bosque —se encoge de hombros —. Creo que ese es mi momento de paz.
Me limito a sonreír.
Me abrazo a mi misma para mantener el calor corporal. Pasamos la siguiente hora en silencio, en el momento en que la noche comienza a aclararse, Vega habla.
—Si puedes mantenerte de pie será mejor que busquemos agua —guarda la bolsa de dormir en su mochila y hace lo mismo con la mía—. Usé casi toda la botella para limpiarte la pierna.
—Estoy bien —me ayudo con la piedra para levantarme.
—De acuerdo...
A paso lento nos alejamos con cuidado de las montañas, por las dudas de que aún los mutos se encuentren merodeando.
Está por amanecer y es increíble que estando en los juegos, rodeadas de tanta violencia, el cielo no se ajuste a eso. El sol comienza a salir y los colores pasan de un azul oscuro a un anaranjado brillante, hasta dar paso al celeste.
Es hermoso.
Y es mentira.
Bufo.
Por el camino que estamos haciendo, nos dirigimos al oasis. Es el único lugar que conocemos en donde hay agua limpia, sin contar la que se necesitan las pastillas para purificarla.
Vega se tropieza con algo, pero consigue mantener el equilibrio sin caerse.
—¿Pero qué...
Despeja la arena que cubre algo de color negro y revela una espada, no tan grande. Pero con el suficiente filo para cortar.
—Habrá sido de un tributo —menciono en voz baja.
—Si... tal vez del que escuchamos el cañón —se queda mirando la espada y luego la toma.
Saca el cuchillo que lleva en la cintura de su pantalón y me lo entrega.
—Ten los cuchillos —se encoge de hombros—. De todos modos eres mejor con ellos.
Guardo el cuchillo en el pantalón, cerca del mío, mientras que Vega carga en la mano con la espada.
A pesar del calor que se siente, siento escalofríos por mi cuerpo. Y todo me lleva a pensar que la herida está infectada, lo cual no es nada bueno.
Hago el doble de esfuerzo para mantener mi torso erguido y caminar sin perder tiempo.
Cerca de una hora paramos para descansar, más por mí que por mi compañera.
—Ya estoy bien —digo cuando Vega quiere esperar unos minutos más antes de seguir—. Será mejor que no perdamos tiempo.
—Venus... —no termina la frase.
Unos gritos nos ponen alerta, unos alaridos desgarradores de mujer suenan cerca de donde estamos y luego un cañón a continuación.
—Mierda...
Es lo único que dice Vega cuando empezamos a correr nuevamente.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
No pude subir capítulo el martes, así que el capítulo de hoy es doble :)
¿Les está gustando la historia? ¿qué piensan de Venus?
Me ayudan mucho votando y dejando un comentario.
En un rato subo el siguiente capítulo
~Luly
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro