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Capítulo 11

Antes de que pueda siquiera procesarlo, me encuentro corriendo hacia la Cornucopia, donde se encuentra la mochila algo alejada del resto. Mantengo mi vista al frente, escucho ruido de cuchillos alrededor, pero me centro solo en mi objetivo.

Estoy acostumbrada a correr por la arena, vivo en el cuatro, aunque por alguna razón es más difícil caminar sobre esta y siento como el calor me sofoca poco a poco. Me quedan pocos metros para llegar hasta la mochila cuando veo que un cuchillo pasa por mi costado y se clava en la arena frente a mí.

Jadeo.

Giro y veo como la chica del uno se acerca corriendo donde estoy. Me apresuro, tomo el cuchillo que está a unos pasos, lo meto en mi pantalón y sigo corriendo lo más rápido que puedo hasta alcanzar la mochila.

Una vez la tengo, doy media vuelta y observo que la tributo del uno se encuentra agarrando a un niño del cuello para luego pasarle un cuchillo por la garganta. La sangre mancha sus manos. Aparto mis ojos y me concentro en continuar corriendo. Sigo en el baño de sangre, esto no terminó todavía.

Fijo mi vista hacia el frente, una duna se extiende por el terreno, sin pensarlo dos veces comienzo a escalar. Reúno todas mis fuerzas y trepo. No tengo de donde agarrarme, solo arena y a cada paso que hago, me resbalo.

—¡Sirenita! —gritan—. ¡Tan rápido te vas de la fiesta!

Me volteo y Einar está corriendo con una espada hacia mí. Apresuro más el paso, me quedan pocos centímetros para llegar a la cima.

—¡Escuché tu voz en la entrevista! —lo oigo cada vez más cerca—. ¡Pero me encantaría escuchar tus gritos!

Vamos, sólo un poco más. Escalo con más fuerza. Siento como algo tira de mi pie y me resbalo. Me volteo, Einar me está mirando con una sonrisa petulante en toda su cara y con la espada en la mano que no está sosteniendo mi tobillo.

Me desespero, empiezo a patearlo.

—Vamos, Sirenita —suelta una carcajada—. Quiero algo de diversión antes de matarte.

Pateo más fuerte. Recuerdo que todavía tengo el cuchillo que arrojó la chica del uno, lo saco de mi pantalón y en un rápido movimiento lo tiro a su mano. El tributo suelta mi pie con un jadeo. Me apresuro a llegar hasta la cima de la montaña de arena.

Veo que saca el cuchillo del centro de su mano y lo tira a un costado, trata de subir nuevamente, pero cae hasta el inicio de la duna.

—¡Esto no se va a quedar así! —grita.

Doy media vuelta para bajar, pero resbalo. Termino rodando, golpeando mi cuerpo con la arena caliente hasta llegar a suelo llano. Me levanto lo más rápido que puedo, trato de enfocar mi vista, a lo lejos se ven una especie de montañas rocosas. Las que vi al inicio.

Corro en esa dirección mientras ajusto la mochila a mi espalda. Tengo que alejarme lo más posible de la Cornucopia.

El sol está en su punto más alto y a pesar de que llevo las botas siento el calor pasar por debajo de la suela. Aunque pueden ser los calcetines tan gruesos que llevo puesto, no entiendo.

Hace un calor del infierno, no tiene sentido llevar puesto eso. Aparto eso ahora en mi mente, más tarde me preocuparé por mi vestimenta. Ahora tengo que concentrarme en poner la máxima distancia entre los demás tributos y yo.

Giro mi cabeza para ver si alguien me sigue.

Nadie.

Solo se ve la gran duna, solo esa montaña de arena, es tan alta que tapa la Cornucopia, no puedo creer que escalé todo eso.

Vuelvo mi vista al frente. Todo es llanura, una gran extensión de arena que no se sabe dónde termina ni empieza. Ni las playas del cuatro son tan grandes. Pero no es una playa, acá no hay agua.

Otra cosa por la que tendré que preocuparme más tarde.

Continúo corriendo hacia las formaciones rocosas, todavía me quedan varios metros para llegar. Me mantengo alerta por si un tributo se asoma por los costados, al ser todo llano cualquiera está expuesto.

Otro problema.

Obligo a mis piernas a seguir corriendo, todavía tengo la adrenalina del momento, aún puedo escuchar el sonido del metal rasgando la piel, aún puedo ver la sangre que cubría las manos de la chica del uno.

Me queda poco para llegar. Acelero en el último tramo que falta y una vez que las rocas cubren lo suficiente mi cuerpo, bajo la velocidad.

A lo lejos parecían montañas, pero en realidad se parecen más a rocas irregulares de gran tamaño, al menos lo suficiente para obstaculizar la visión. Más adelante se encuentran estas rocas también, se extienden por bastante terreno y el color se funde con la arena bajo mis pies.

Camino un poco más, solo para asegurarme, y me apoyo contra una de estas rocas. Siento como la adrenalina baja y mi cuerpo comienza a notar el cansancio. Me siento sobre la arena caliente y recupero el aliento.

Seco el sudor de mi frente con la manga de la chaqueta y luego me la sacó para aliviar el calor. No funciona. Intento sacarme la camisa, pero en el momento que levanto un poco la manga y dejo mi piel a descubierto siento el calor abrasador y la vuelvo a bajar rápidamente.

Suspiro.

Descuelgo la mochila y la abro para ver el contenido. Hay una bolsa de dormir, una especie de pastillas de color blanco, una bolsita con frutos secos y una cantimplora.

Me apresuro a abrirla, pero cuando me la llevo a la boca nada sale de esta.

Está vacía. Bufo.

Con este calor mi muerte será por deshidratación y eso sería lamentable.

Llevo mis dedos al pantalón pero recuerdo que ya no tengo el cuchillo.

—Genial... —susurro para mí misma.

La única arma que tenía y ya la perdí, al menos logré escapar de Einar.

Me estremezco al recordarlo. Es obvio que los profesionales me quieren muerta, al menos él lo quiere. Y Blake está en esa alianza.

Tengo que encontrar a Vega. Pero antes necesito conseguir agua. Es mi única oportunidad para sobrevivir a este calor.

Empiezo a levantarme, tengo las piernas agarrotadas pero hay que seguir. Por donde vine solo se encuentra una gran extensión de arena y la duna que escale. Hacia mi derecha se ve todo llano y hacia la izquierda varios montículos de arena que desde donde estoy no puedo calcular la altura que tienen. Por el momento, mi mejor opción es seguir por estas montañas, al menos servirán para esconderme o ralentizar a otros tributos.

Ajusto la chaqueta a mi cintura, guardo todas las cosas de nuevo en la mochila y me la cuelgo en mis hombros. Pequeñas gotas de sudor caen por mi frente y me las seco con la manga de la camisa.

Me encamino más profundo en las montañas, no hago ni diez pasos cuando un fuerte estruendo hace que me detenga.

El cañón.

Habrá terminado el baño de sangre.

uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once...

Once tributos muertos. Once niños que no volverán a casa. Trece tributos que faltan para que yo lo haga.

No quiero pensar en eso. Retomo mi camino. Agua, mi único objetivo es encontrar agua.

La arena es un poco más oscura de como lo es en el cuatro y también más densa. Mis huellas quedan marcadas. A cada paso que doy tengo que borrar el anterior. No hay ninguna brisa, solo aire caliente sofocante. Un cielo despejado y un sol arriba de mi cabeza.

Bueno, tengo que descartar la posibilidad de que llueva, es obvio que no voy a conseguir agua de esa manera.

Toco las rocas que hay a mi alrededor, algunas miden varios metros, mientras que otras son de la misma altura como la mesa del comedor del Capitolio. Varían del color marrón al beige más claro. Varias simulan picos, mientras que otras son planas.

Resoplo.

Tampoco se ven plantas, ni animales. ¿En qué estaban pensando los Vigilantes? Creo que nunca vi una Arena tan infértil, inhóspita.

Acomodo mejor mi mochila que se empieza a resbalar por el sudor.

¿Dónde estará Vega? No la vi en el baño de sangre, espero que haya escapado y no que uno de esos cañones haya sido por ella. ¿Blake seguirá vivo? Asumo que sí, está aliado con los profesionales, es obvio que tendrá un poco más de suerte.

Me estremezco cuando recuerdo a Einar. Casi logra atraparme, y ese fanatismo que tiene por escuchar mi voz me está desesperando.

Camino demasiado tiempo sin ver nada más que arena. Cuento en mi mente para mantenerme distraída del calor. Creo que paso de esa manera mínimo dos horas.

Dos horas donde no encuentro nada.

Dos horas donde no se escucha ningún cañón.

Quiero arrancarme la piel por la alta temperatura que hace. Si siendo del cuatro apenas lo estoy soportando, no me quiero imaginar de los distritos más alejados, están acostumbrados al frío.

El sol poco a poco comienza a bajar, pero aún es temprano para que empiece a anochecer.

Me cruzo con una especie de planta con pinchos que la recubren, recuerdo haber leído en los días de entrenamiento que se llaman Cactaceae... Y que suelen almacenar agua.

Me apresuro hasta llegar al tallo de la planta, está llena de espinas. Si tuviera el cuchillo trataría de romper el tallo, pero con mis dedos no voy a conseguir nada.

Suspiro. Me estoy quedando sin opciones. Sigo mi recorrido pero sin olvidarme en que lugar se encuentran esas plantas.

¿Cómo estará Gia? Espero que mejor que yo en estos momentos, enserio necesito volver con ella. Sea como sea.

Camino por lo que creo son dos horas más hasta que siento mis piernas desfallecer por el cansancio y el calor. No hay nada. Cada vez el sol está bajando más, no debe faltar mucho para que el día de paso a la noche. Tengo que encontrar un lugar donde ocultarme.

Las formaciones rocosas, esa especie de montañas, siguen rodeándome. Me abro paso entre algunas lo suficientemente altas para cubrir mi cuerpo. Quedo en el medio de dos montañas, con un poco de suerte tal vez sobreviva la noche.

—Suerte... —me río.

Siento la garganta seca y los labios partidos. La piel de mis manos está colorada y siento el sudor caer por mi frente. Me siento por unos minutos, la montaña da un poco de sombra así que me relajo ante el cambio de temperatura.

Desato mi bota y la doy vuelta para dejar salir toda la arena que entró en esta. Hago lo mismo con la otra y me las vuelvo a calzar.

Pienso en comer alguno de los frutos secos que hay en la mochila, pero descarto la idea rápidamente. Seguramente eso me de más sed y apenas puedo tragar saliva de todos modos.

Descanso un poco bajo las rocas. Si no consigo agua pronto...

Un sonido me hace ponerme alerta. Es suave, no son pisadas, tampoco un animal.

Se escucha como... se escucha como agua.

Me levanto y sigo ese sonido, cada vez lo escucho más cerca. Pero no entiendo. Aquí no hay nada, solo rocas. Ni siquiera hay animales.

Cuando estoy por volver veo como algo rojo escurre de la montaña que tengo en frente mio. Me acerco cuidadosamente. Llevo mis dedos y toco la piedra. Está caliente, pero no es algo sólido o duro. Se escurre y mancha mis dedos de rojo.

Rodeo la roca y veo como a orilla de esta se forma un charco con una sustancia color escarlata.

Tiene que ser agua, pero no se parece. Mojo mis dedos y luego lo llevo con recaudo a mis labios. Escupo en el momento que siento el gusto.

Si es agua está demasiado contaminada.

Tiro la mochila a un costado frustrada y veo como esta se abre un poco revelando la cantimplora vacía.

—Debe ser un chiste.

¿Para qué me darían una botella vacía si no tengo manera de llenarla con agua?

Algo más sobresale de la mochila, esas pastillas blancas. No es comida, pero tampoco sé para qué sirven. Trato de hacer memoria de las cosas que aprendí en el entrenamiento. Había algo que se usaba para hacer el agua apropiada para tomarla, pero no tenían esa forma.

—Hay que arriesgarse, ¿no? —digo en voz baja.

Abro la cantimplora y la lleno con la especie de agua roja que se encuentra en el charco. Luego saco una de esas pastillas blancas y la coloco dentro de la botella. Espero.

Un par de minutos después el color carmesí va desapareciendo para dar paso a un color más cristalino. Llevo la botella a mis labios y la pruebo.

Gimo de sorpresa al no encontrarme con ese gusto oxidado otra vez. Sabe a agua, al menos lo más parecido a agua que puede ser. Sonrio.

Me bebo la mitad de la botella y guardo lo que queda. Solo tengo dos pastillas más, tengo que racionarlas por si no consigo otra fuente.

Al menos no voy a morir hoy. Suelto una carcajada, creo que ya me volví loca.

Me acomodo entre dos rocas. Ya está anocheciendo. Cierro los ojos cada tanto, pero me despierto con el sonido del himno de Panem.

Los caídos. Como escuché el cañón antes, son once los tributos muertos.

Suspiro, trato de volver a dormir y tratar de imaginar que estoy en otro lugar. Creo que consigo quedarme en ese estado de vigilia por varios minutos, pero me despierto cuando me estremezco. El cambio de temperatura me eriza la piel y tengo que volver a colocarme la chaqueta que me había quitado antes.

El calor infernal que hacía al comienzo ahora lo hace pero con el frío. Entonces para esto servían los calcetines, recuerdo que Jazeera dijo que podía tratarse de cambios bruscos de temperatura. No solo voy a tener que preocuparme por el calor, sino también por esto.

—Mierda...




 ✦✦✦

Holaa, ¿cómo están? 

Hasta acá el capítulo de hoy, ¿qué piensan de la Arena? 

Recuerdo que en unos juegos se usó la temática del desierto, y me llamó mucho la atención para usarla en los juegos de Venus. 

Espero que les este gustando :) 

Me ayudan mucho dejando un comentario y votando 

Nos leemos la próxima

~Luly

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