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La SirAlita

Gente, los proyectos personales consumieron mucho de mi tiempo y casi pasa un mes sin que les traiga nada. Sin embargo, aquí estoy, con otra historia del tío SilentDrago que estuvo en carpeta durante eones (bueno, no tanto, pero sí durante un tiempo). Ya con el título deben saber a qué cuento hace referencia, pero lo digo desde ya: olvídense de la versión de Disney.


En las profundidades del mar se levantaba orgulloso un palacio con muros de coral y conchas de molusco adheridas en los tejados. Aquel era el hogar de la familia real del océano o, más bien, de lo que quedaba de ella. La anciana reina era la regente del lugar y aunque estricta y un poco vanidosa, era muy querida por sus súbditos. Sin embargo, ese cariño no se comparaba con el de sus nietas, dos chicas llamadas Eli y Alisa, princesas del reino submarino.

Ambas jóvenes eran muy bonitas, con largas cabelleras rubias y ojos azules. Cualquiera se habría sentido atraído por ellas si las hubiese visto, de no ser por un detalle bastante evidente: las largas y escamosas colas de pez que tenían en lugar de piernas. De todas formas, gracias a los relatos que les contaba su abuela, sabían que en la superficie habitaban seres que caminaban sobre la tierra y volaban por los aires, lo que les despertaba las ganas de verlos por ellas mismas.

—Saben que tienen que esperar a que sean mayores de edad —les advirtió la anciana—. Después de eso, podrán ir y venir como deseen. Solo eviten interactuar con los seres humanos; pueden mirarlos a la distancia, pero no dejar que las vean y mucho menos hablarles.

En cuanto Eli tuvo la edad suficiente, se aventuró a la superficie. Recorrió cuanto quiso y hasta tuvo la osadía de meterse a un río cercano y conocer animales que jamás había visto. Pudo ser testigo de cómo eran los niños humanos también, pero no le llamaron especialmente la atención. Cuando regresó a casa, le contó a Alisa sobre todo lo que vio, llenando a la pequeña de curiosidad.

—No negaré que hay cosas interesantes, pero prefiero esta vida en el mar. Aquí está mi casa, mi familia, mi novia, no necesito nada más.

—¿Estás segura? Todo lo que me contaste se oye muy bonito.

—Es... una belleza distinta.

Pasaron los años. A Alisa le quedaba poco para cumplir la mayoría de edad. Con eso en mente, la abuela comenzó a prepararla, repitiéndole lo que le había dicho con anterioridad y preparando sus atavíos; no dejaría que su preciada nieta se viera como una pobre criatura del montón, aunque fuese a mirar solo por un rato.

—Abuela, ¿no crees que es mucho? —dijo la muchacha al ver los adornos de perlas y conchas con que la vestirían.

—Por supuesto que no, cariño. De hecho, creo que me estoy moderando.

—Abuela...

Finalmente, llegó el día. Alisa fue vestida para la ocasión y se le rindieron todos los honores. Sin embargo, lo único que quería la joven era subir y ver el mundo de la superficie; se preguntaba si lo que le había contado su abuela era exacto o si exageraba.

Tras la fiesta, se presentó la ocasión que la rubia tanto esperaba.

—Hora de conocer qué hay allá arriba... Volveré en unas horas, abuela.

—Ten mucho cuidado y recuerda lo que te dije.

—Lo haré.

De ahí Alisa se acercó a su hermana.

Onee-chan, prometo que te contaré sobre todo lo que vea —le dijo con voz tímida—. Quizás vea cosas que tú no.

—Quizás. —Le sonrió—. Te esperaré.

Habiéndose despedido de su familia y de la servidumbre, Alisa dejó el palacio. Movía con vigor su pisciforme cola; quería llegar a la superficie cuanto antes y ninguna de las maravillas de las profundidades la detendría.

«¿Cómo serán esos seres que vuelan? ¿Iguales a los peces que nadan por aquí? ¿Y los que caminan? Esos son los que más curiosidad me dan», pensaba.

Al sacar la cabeza del agua por primera vez, quedó maravillada por lo que veía. Jamás imaginó contemplar el cielo nocturno o a las pocas aves que volaban a esa hora en la oscuridad. Sin embargo, la aparente calma se rompió de repente cuando las nubes comenzaron a arremolinarse y se vislumbraron los primeros relámpagos y resonaron los primeros truenos.

—¿Qué está pasando? —se preguntó la sirena, sintiendo cómo el mar se agitaba a su alrededor.

Un barco muy decorado pasó en ese momento junto a ella. Se escuchaba música alegre y varias risas en medio de los truenos. Movida por la curiosidad, Alisa se acercó y pudo distinguir por la escotilla algo que capturó su atención: una chica de largo cabello azul y ojos marrones que parecía estarse arreglando. La sirena nunca había visto a alguien como ella antes, a pesar de que convivía con mujeres bellas todos los días. En su corazón sentía una corriente fuerte, casi como la que estaba a punto de suceder en altamar.

«Es hermosa».

—¡Princesa Umi, ya es hora!

—Bien, ya voy. ¿Aunque no creen que es un poco peligroso celebrar un cumpleaños con una tormenta amenazando?

—Tranquila, hemos tomado todas las precauciones.

La peliazul salió de su camarote, dejando a Alisa con el malestar en su pecho. Princesa, así que en la tierra también existían los reinos, pensó. De haber podido, se habría acercado más al barco y le habría hecho señas a aquella chica, pero las advertencias de su abuela retumbaban en su cabeza.

Si tan solo aquellos hubiesen sido los únicos retumbos...

En medio de los cantos y el jolgorio, se desató la tormenta. El mar embravecido agitó el barco como si fuera un patito de goma en una bañera; a los tripulantes les costaba mantenerse en pie. Para empeorar las cosas, un relámpago dio en uno de los mástiles, incendiándolo y convirtiendo la alegría en pánico.

Una ola volteó la nave en un punto. Varios de los tripulantes se ahogaron y los que seguían con vida luchaban por mantenerse a flote. Alisa fue testigo de los hechos, pero de todos los que iban a bordo, solo había una persona por la que estaba preocupada.

«¿Y la princesa? ¿Dónde está?».

Desesperada, la joven sirena empezó a nadar en busca de la chica de cabellos azules. No la vio en la superficie, por lo que se zambulló con la esperanza de que siguiera con vida. Finalmente, tras largos minutos de desconcierto, pudo hallarla, hundiéndose cada vez más.

«¡Tengo que salvarla!».

Alisa abrazó a Umi y comenzó a subir. Al principio pensó en llevársela con ella a su palacio, pero recordó que los humanos no podían respirar bajo el agua, por lo que nadó hasta llegar a la playa más cercana. Ahí dejó a una todavía inconsciente princesa, mientras, a lo lejos, el barco terminaba de ser tragado por el mar.

—Eres más bonita de cerca... Ojalá pueda volverte a ver —le dijo con suavidad antes de besar su frente.

—¡Princesa! ¡Princesa, ahí está!

Las voces de gente acercándose asustaron a Alisa, quien dejó a Umi y volvió a sumergirse. Estaba ansiosa por contarle a su hermana sobre su encuentro, aunque al mismo tiempo temía la reacción de esta y de su abuela. Aun así, lo que más deseaba era volver a encontrarse con aquella princesa de cabellos azules.

(...)

—Dime que no es verdad lo que hiciste —la recriminó Eli en cuanto la menor volvió y le narró los hechos—. Te dijeron que no podías interactuar con seres humanos, Alisa.

—¡Tenía que salvarla! Además... además... —Las mejillas de la menor enrojecieron.

—Alisa, no es un pecado enamorarse, pero sí lo es enamorarse de una criatura distinta a ti. ¡Ella es humana y tú una sirena! Olvídala. De todas formas, no la volverás a ver.

—... Sí, onee-chan.

A pesar de lo que le dijo a su hermana, los sentimientos de Alisa eran demasiado poderosos como para deshacerse de ellos así como así. Los días posteriores se dedicó a reunir información sobre Umi, enterándose de que su castillo se encontraba muy cerca de la playa y que esta solía salir a caminar todas las mañanas por el lugar. También supo que hubo más sobrevivientes del naufragio, aunque varios de los tripulantes perecieron y quedaron para siempre en sus tumbas acuáticas.

«Si tan solo pudiese acercarme a ella... Decirle que yo fui quien la salvó... Ya no aguanto. Siento que moriré si me limito a mirarla».

Desasosegada, Alisa decidió hablar con la novia de su hermana Eli en busca de ayuda. Solo existía un problema: la susodicha novia era Nozomi, la Bruja del Mar, una poderosa hechicera que siempre exigía un pago a cambio de sus servicios y que, sumado a eso, era un tanto pervertida. La joven sirena tenía sus dudas, pero pensó que tal vez la bruja podría tener consideración con ella al ser la hermana de su pareja. Con eso en mente, se dirigió a la cueva en donde esta residía.

El sitio en sí emitía una vibra mística que sobrecogía a cualquier visitante. Alisa nunca había entrado a la caverna, pero gracias a su hermana, sabía qué le esperaba. Lo principal era evitar las algas y corales encantados que formaban el camino a la entrada; a los hombres no les hacían nada, pero cuando se trataba de mujeres, se alborotaban y las sujetaban con fuerza en cierta parte de su anatomía.

De solo pensarlo, por puro instinto, se cubrió dicha parte mientras tiritaba: se trataba de los senos.

Nadando con suavidad para no llamar la atención, la rubia llegó al hogar de la Bruja del Mar, quien en ese momento se encontraba realizando algunos experimentos.

—Nozomi-san...

—¡Vaya, pero si es Alisa-chan! ¿Qué te trae a mi morada? Tú no sueles venir por aquí.

—Necesito tu ayuda desesperadamente —dijo la ojiazul con voz temblorosa.

La sirena le contó su dilema, lo que dejó a la bruja reflexionando.

—Mmm... ¿Y qué es lo que opina Elicchi?

—Ella se opone a que tenga una relación con una humana. ¡Pero no puedo evitar que me guste tanto! ¡Quiero estar con ella! ¡Ser su novia! —Se reflejaba la tristeza en su cara—. Además... yo ya no soy una niña, aunque onee-chan no lo vea así. Puedo tomar mis propias decisiones.

El desespero de Alisa era notorio, por lo que Nozomi decidió ayudarla.

—Tengo una poción que puede convertir a una sirena en humana...

A la rubia se le iluminaron los ojos.

—..., pero las consecuencias serán muy dolorosas.

—¿D-Dolorosas?

—Sí, tu cola de pez se convertirá en un par de piernas, pero cada paso que des con ellas será como caminar en el infierno. No sé si quieres eso, Alisa-chan.

La advertencia de Nozomi sonaba aterradora. La joven sirena miró su cola y tembló de solo pensar que podría experimentar un tormento en nombre del amor.

—Ah, y una cosa más: para seguir siendo humana, esa chica tendrá que besarte; pero no puede ser un beso cualquiera, sino uno de amor verdadero. —La bruja hizo una breve pausa—. Si besa a otra persona, ya nunca volverás a verla, porque...

—¿Porque qué?

—Mejor no te digo.

Había mucho que poner en la balanza; se trataba de la felicidad contra la seguridad. Alisa se llenó de dudas; pero después de una larguísima deliberación, tan extensa que Nozomi tuvo el suficiente tiempo de terminar algunos de los experimentos de antes de que llegara la rubia, le dio una respuesta afirmativa.

—... Sé que me dolerá dejar a onee-chan y a mi abuela, mucho, pero esto es algo que quiero hacer, velar por mí una vez.

Al ver que la hermana de su novia ya había tomado su decisión, la Bruja del Mar se dirigió a uno de sus estantes y sacó una botella con una extraña pócima.

—Alisa-chan, con esto puedes convertirte en humana. Nada más recuerda hacerlo cuando estés en la playa; vas a ahogarte si te transformas bajo el mar.

Aquella botella se convirtió en un auténtico tesoro para la ojiazul; significaba un paso más para estar con la princesa terrestre que tanto amaba.

—Muchas gracias, Nozomi-san. Ahora me voy para...

—Un momento, todavía no me has pagado.

—Pero...

—Tengo que ganarme la vida y sabes que hay materiales muy difíciles de conseguir. No puedo hacer concesiones con nadie, ni siquiera contigo, aunque seas una princesa y la hermana de Elicchi.

Alisa pareció preocuparse un poco.

—Y... ¿qué me vas a pedir?

—Verás, llevo un tiempo pensando en un experimento y necesito una voz de sirena para realizarlo de forma exitosa. Alisa-chan —la miró—, quiero que me des la tuya.

La sola idea de quedarse muda aterró a la rubia. Se cubrió el cuello por impulso y empezó a temblar un poco.

—¿No... no puedo darte otra cosa? ¿Conchas marinas? ¿Perlas? ¿Algún tesoro hundido?

—No, ya tengo mucho de eso. Necesito tu voz. Recuerda, Alisa-chan, yo cumplí con mi parte del trato; en tus manos tienes la poción. Solo pido lo que me corresponde.

—Pero... ¿cómo voy a hacer que la princesa se enamore de mí si no puedo hablarle?

—Usando tu encanto natural. Eres una chica muy atractiva; estoy segura de que cualquier sirena querría estar contigo.

Alisa no estaba convencida, pero ya no quería seguir más tiempo alejada de Umi.

—Te... te entregaré mi voz, Nozomi-san.

—Excelente. Prometo que la cuidaré mucho.

La hechicera murmuró unas extrañas palabras. A los pocos segundos, una pequeña esfera de energía se elevó desde su garganta y salió por su boca. Terminó guardada en un frasco de vidrio. Casi inmediatamente después, Alisa intentó decir algo, pero no fue capaz de emitir ningún sonido, ni siquiera un susurro.

—Ahora sí ya pagaste tu deuda. Buena suerte con la chica humana, Alisa-chan.

Totalmente muda, la ojiazul salió de la cueva y vio los alrededores submarinos por la que suponía sería la última vez. Pensó a continuación en Eli y en su abuela, derramando unas cuantas lágrimas por ellas; confiaba en que las vería otra vez algún día, quizás en la playa o desde alguna embarcación.

Al llegar a la costa, Alisa abrió la botella de poción y la bebió de un sopetón. El líquido no sabía nada bien, pero sus efectos se manifestaron de forma veloz: su cola de pez se dividió en dos y se convirtió en un par de piernas, mientras que una opresión en el pecho le daba a entender que tendría que limitarse a respirar en tierra.

La chica no cabía en sí de alegría. Intentó pararse, pero le costó hacerlo. Cuando finalmente lo hizo, sintió un dolor insoportable en las plantas de sus nuevos pies, el que se incrementó sobremanera con cada paso que daba; era casi como caminar sobre cuchillos ardientes.

No pudo más y se desplomó sobre la arena, con lágrimas en los ojos.

Justo en ese momento, aparecieron Umi y su séquito. Al ver a la chica tendida, se acercaron para comprobar su estado, percatándose de que seguía consciente.

—¿Te encuentras bien? —preguntó la peliazul.

Alisa no podía creer que la joven por la que había sacrificado su vida bajo el mar estuviera frente a ella. Trató de contestarle, pero no pudo emitir ninguna palabra; aquel era el costo por su deseo.

—¿No puedes hablar?

La antigua sirena hizo gestos para responder.

—Ya veo... Chicas, ayúdenme a llevarla al palacio.

—Como diga, su alteza.

Las sirvientas, una castaña y una pelinaranja, ayudaron a Alisa a pararse. Esta tuvo que aguantar el dolor, pero mantuvo el paso a pesar de todo.

Una vez en el castillo, se le dieron todas las atenciones requeridas a la rubia. El esplendor se apreciaba por cada rincón, y de eso se dio cuenta esta: se asemejaba mucho a su viejo hogar, con los sirvientes moviéndose de un lado a otro listos para atender a sus patrones. Eso sí, la nostalgia se hizo presente con los recuerdos de Eli y su abuela, lo que la llevó a derramar un par de lágrimas.

—¿Qué te ocurre? ¿Te duele algo?

Alisa negó con la cabeza; debía concentrarse en el porvenir.

(...)

Durante los siguientes meses, la exsirena se convirtió en una compañera recurrente de Umi, una amiga que la escuchaba atentamente sin pedir nada a cambio, una verdadera confidente. La rubia quiso tomar aquello como una señal de que la princesa eventualmente se enamoraría de ella. Sin embargo, hubo cosas que no cambiaron: la ojiazul seguía con su halo de misterio producto de su mudez y caminar continuaba siendo tan doloroso como al principio.

Un día, los reyes anunciaron a todo el palacio que se había arreglado el compromiso de la princesa. La noticia fue devastadora para Alisa, quien decidió entonces ganarse el corazón de la ojimarrón en el poco tiempo que quedaba para el evento. Ni corta ni perezosa, se las arregló para citarla esa misma noche para conocer sus impresiones.

—Quieres saber qué opino de mi compromiso, ¿no es así? —La rubia asintió—. La verdad es que me da un poco de miedo la idea de casarme con una chica que no conozco. Sé que ella es la princesa de un país vecino y que tiene una personalidad agradable, pero en realidad..., quien me gusta es alguien más.

Escuchar eso avivó las esperanzas de Alisa.

—La conocí hace algún tiempo y me sentí muy atraída por ella. Creo que jamás me encontrado con una mujer así antes. Pensé... pensé ese día del naufragio que sería mi fin, que mis esperanzas de volvérmela a topar morirían conmigo, pero... parece que no era mi momento; todavía había chances de reencontrarme con ella.

La rubia sentía una calidez en su pecho que no sabía explicar.

—Todavía la recuerdo muy bien —sonrió—, con su clara piel, su dulce mirar y ese largo cabello gris.

¿Cabello gris? Alisa no había visto a nadie con ese color de cabello en el palacio ni entre los visitantes al castillo. Se había ilusionado con la idea de que ella era de quien hablaba, pero ahora sabía que Umi estaba enamorada de alguien más.

—Lo último que supe de ella es que la enviaron a un monasterio, no sé a qué. Aunque ahora con lo de la boda no sé si la volveré a ver.

Si la antigua sirena quería jugar sus cartas, debía apresurarse. Intentó hacerle señas para decirle lo mucho que la amaba, pero la peliazul no fue capaz de entenderla, creyendo que trataba de darle ánimos.

—Descuida, estaré bien. Solo tengo que asumir que una princesa debe hacer cosas que no quiere en ciertas circunstancias.

Unos días después, se anunció que la prometida de Umi llegaría para que conviviera con esta antes del matrimonio. Cuando la joven llegó, la sorpresa fue mayúscula; la peliazul abrió grandes los ojos y una sonrisa se le dibujó en la cara.

—¡Eres tú!

Resultó que la persona con la que se casaría la princesa, su equivalente del reino vecino, era la misma muchacha de la que le habló a Alisa. La recién llegada se acercó a la peliazul con premura, mientras esta última trataba de recuperarse de la sorpresa.

—Kotori, ¿te acuerdas de mí?

—Por supuesto que me acuerdo de ti, Umi-chan. Nos conocimos antes de que me enviaran al monasterio.

Las dos se abrazaron con gran alegría, tras lo cual la ojimarrón se acercó a su amiga de confianza.

—Alisa, ella es Kotori, la chica de la que te hablé hace un tiempo. Kotori, ella es Alisa, una muy buena amiga.

—Mucho gusto.

—Alisa lamentablemente es muda. Hace señas cuando quiere comunicarse conmigo.

—¿En serio? Pobrecita.

La rubia vio que su rival romántica era una persona muy amable. También se dio cuenta de que las probabilidades de conquistar a Umi eran casi nulas. Su corazón recibía más puñaladas que sus pies, todo en sentido metafórico, claro está.

—Por cierto, Kotori, ¿por qué te enviaron a ese monasterio?

—Mi mamá quería que aprendiera todo lo necesario para convertirme en reina. En lugares como ese hay mucha información valiosa e interesante.

Alisa las veía interactuar y notaba su evidente conexión, la que se acrecentó durante los días posteriores. Profundamente dolida, la antigua sirena se iba a algún rincón escondido a dar rienda suelta a su pena. Ya no había nada que hacer; había perdido antes de siquiera empezar a luchar.

Cuando llegó el día de la boda, ambas princesas terrestres se dieron un entusiasta sí, todo ante los ojos de una desconsolada sirena, quien no podía dejar de llorar, en especial cuando ellas se besaron. Habría dado más cosas por ser ella la que estuviera en el altar, pero no habría servido de nada; Umi había hecho su elección mucho antes de conocerla y no la iba a cambiar. El beso así lo demostraba.

«¡El beso!».

Aquel gesto fue el final de sus ilusiones de amor, pero también una señal de peligro inminente. Recordó las palabras de Nozomi y sintió un hormigueo en su cuerpo que de a poco se incrementaba; no podía ser algo bueno.

Con mucho temor, y con todas las miradas sobre ella, Alisa salió corriendo de la iglesia sin dejar de llorar. No importaba el dolor en sus pies; tenía miedo de lo que pudiera pasarle tras su fracaso. Llegó a la playa y se arrodilló frente al mar abrazándose a sí misma; ahí estaba lo que había dejado por un amor no correspondido.

«Supongo que esto es todo... Yo solo... yo solo...».

En ese momento, su cuerpo comenzó a fundirse y adquirió una textura como espuma. Alisa no sabía qué hacer; intuía que se convertiría en una sustancia sin forma. Se arrojó al mar, esperando que la recibiera de nuevo, pero su visión se nubló nada más tocar el agua; lo único que captaban sus ojos era una total oscuridad.

Aquel era su destino por pecar de ingenua: desaparecer dejando solo confusión y lágrimas detrás de ella. En lo último que pensó fue en su hermana y en su abuela, a quienes debió haber escuchado.

(...)

—Mmm... mmm...

—Vaya, por fin despiertas, Alisa-chan.

La rubia se encontraba en un lugar conocido: la gruta de Nozomi, más específicamente, en su cama.

—¿Qué... qué pasó? ¡¿Ah?! ¡¿Puedo... puedo hablar?!

La chica se llevó las manos a la garganta y se percató que una voz muy diáfana salía de ella. Después vio su parte inferior: una cola de pez se agitaba con suavidad.

—Es una lástima que lo tuyo con esa chica terrestre no haya funcionado, pero quizás sea lo mejor.

Nozomi buscaba ingredientes en sus estantes mientras Alisa seguía muy confundida.

—¿Cómo... volví aquí? Yo pensé... que moriría.

—¿En serio crees que te dejaría morir? Elicchi me mataría si llegara a pasarte algo —declaró la pelimorada—. No, esa poción simplemente te regresaba a tu estado anterior si fallabas, aunque admito que el proceso de reversión sí se ve algo extraño.

La rubia estaba sorprendida. Sin embargo, su semblante triste era evidente.

—... Ahora no creo que pueda verla, no después de todo lo que pasó... Ojalá sea feliz con la chica que ama.

Una lágrima se le escapó.

—De hecho, no volverás a verla. Uno de los efectos secundarios de la poción es que ya no podrás sacar ninguna parte de tu cuerpo fuera del agua, ni siquiera por casualidad. Es como si se hubiese creado una barrera a tu alrededor para impedirte dejar el mar.

—... No sé qué decir.

—Tranquila, Alisa-chan: hay muchas sirenas en el mar. Como te dije la vez anterior, estoy segura de que más de alguna querría estar con una chica tan linda como tú. Ahora, ¿por qué no vas con Elicchi? De seguro debe estar preocupada.

—¿Onee-chan sabe lo que pasó?

—Claro. Casi me cuelga, pero le dije que no había nada que temer, que te volvería a ver ya fuera como una humana o como sirena. —Le sonrió—. Sé que ella te está esperando ahora. Muéstrale que volviste para que se tranquilice.

Alisa se despidió de Nozomi y dejó la cueva. Evitó las algas pervertidas en el camino y se dirigió después al palacio para reencontrarse con su hermana y su abuela.

Nuevamente estaba bajo el agua, confinada a esta con su cola de pez y con su voz. Casi se sentía como si el tiempo en tierra firme hubiese sido un sueño, aunque los sentimientos del primer amor seguían ahí y tardarían un tiempo en desaparecer. Le dolía no ser ella la elegida por Umi, mas confiaba en que Kotori la haría feliz; era dulce, tierna, la conocía desde hacía más tiempo y era humana de nacimiento.

«Quizás Nozomi-san tenga razón: debe ser lo mejor».

Tan distraída iba con sus pensamientos que no espabiló hasta que se chocó con otra sirena, con corto pelo castaño.

—¡Lo siento! —se disculpó la rubia.

—Descuida, son cosas que pasan.

De ahí Alisa retomó el camino de vuelta al palacio, dejando a la otra chica detrás.

«Qué linda. Tal vez...», pensó esta antes de seguirla.


Este fic pasó por unos cuantos cambios antes de llegar a la versión final. El principal fue la protagonista, quien iba a ser Eli (originalmente esto se llamaría La sirElita). De hecho, ella se volvería novia de Nozomi después de fallar con Umi. Al final, la cambié por Alisa porque sentí que el carácter de la sirena del obra original calzaba más con ella, aparte de que la protagonista era la hermana menor de cinco.

Hay, por supuesto, más modificaciones respecto a la historia real. Aquí están el cómo se produjo la mudez de Alisa (la bruja en realidad le cortaba la lengua con un cuchillo), el tema del alma de las sirenas, cuando la sirenita intentó matar al príncipe en su noche de bodas, y algunas otras cosas. Lo del final esperanzador también es un cambio. Para más detalles, leer el original de Hans Christian Andersen.

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