Verdad, giratiempos y escape
Sirius y Remus miraban a Pettigrew con el entrecejo fruncido y no era para menos; por su culpa habían perdido a su mejor amigo haciendo que su único hijo creciera sin padres y a Sirius lo enviarán a Azkaban. Ninguno de los chicos podía creer lo que estaban viendo; lo que esos hombres les habían dicho era cierto. Peter Pettigrew estaba vivo, que era un animago y fue él quien traiciono a los Potter.
-Hola, Peter —dijo Lupin con voz amable, como si fuera normal que las ratas se convirtieran en antiguos compañeros de estudios—. Cuánto tiempo sin verte.
-Si... Sirius. Re... Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar a la puerta—. Amigos, queridos amigos...
Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia.
Sirius y Remus le encararon su traición hacia los Potter y le hicieron confesar que en realidad se estaba escondiendo de ellos, de los seguidores y esperaba que cuando Voldemort regresara volvería a él.
Sirius le aclaró a Remus y a los chicos como fue que escapó de Azkaban y como los dementores no le hacían daño. Como él, Sirius, sabía que él era inocente, eso había hecho que conservara la cordura y siendo un perro, lograba ocultar sus emociones, y también gracias a que estaba muy delgado, logró colarse por los barrotes y nadar a tierra firme.
-Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces. Rini y Xóchitl estuvieron cuidándome -levanto un poco el listón azul marino que Rini le había dado el día que la conoció- a excepción de cuando iba a ver el partido de Quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista—. Créeme —añadió Black—. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.
Y Harry lo creyó. Asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.
-¡No!
Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de Harry hubiera sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las manos unidas en actitud de rezo.
-Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...
Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.
-Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.
-¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?
-No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius —dijo Lupin despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.
-Perdóname, Remus —dijo Black.
-No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin, subiéndose las mangas—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?
-Por supuesto —respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su demacrado rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?
-Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.
-No lo harán no serian capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿verdad?
Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.
-¡Te dejé dormir en mi cama! —dijo.
-Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...
-Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear —dijo Black con voz ronca.
Ron, palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew. Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la ropa de Hermione.
-Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...
Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada. La rata se volvió hacia Rini pero antes de que lograra tocar el borde de la ropa de la chica, Xóchitl se puso en medio y lo amenazo mostrándole los colmillos.
-Ni siquiera lo intentes
Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia Harry
-Harry, Harry... qué parecido eres a tu padre... igual que él...
-¿CÓMO TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —Bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLO A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A JAMES DELANTE DE ÉL?
-Harry —susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas—, Harry, James no habría consentido que me mataran... James habría comprendido, Harry... Habría sido clemente conmigo...
Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo cogieron por los hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror; mirándolos fijamente.
-Vendiste a Lily y a James a lord Voldemort —dijo Black, que también temblaba—. ¿Lo niegas?
Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo. Al final, confeso todo y eso hizo que Sirius y Remus enfurecieran de verdad. Los dos se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.
-Tendrías que haberte dado cuenta —dijo Lupin en voz baja— de que si Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.
Hermione se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared. Rini cerró los ojos y desvió el rostro hacia otro lado y Xóchitl hizo lo mismo acurrucándose en las piernas de Rini.
-¡No! —gritó Harry. Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las varitas—. ¡No pueden matarlo! —Dijo sin aliento—. No pueden.
Tanto Black como Lupin se quedaron de piedra.
-Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres —gruñó Black—. Este ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.
-Lo sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.
-¡Harry! —Exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.
-Suéltame —dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco—. No lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por tu culpa.
Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.
-Tú eres la única persona que tiene derecho a decidir; Harry —dijo Black—. Pero piensa, piensa en lo que hizo.
-Que vaya a Azkaban —repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar; es él.
Pettigrew seguía jadeante detrás de él.
-De acuerdo —dijo Lupin—. Hazte a un lado, Harry —Harry dudó—. Voy a atarlo —añadió Lupin—. Nada más, te lo juro.
Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.
-Pero si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?
Harry bajó la vista para observar la lastimosa figura, y asintió de forma que lo viera Pettigrew.
-De acuerdo —dijo de repente Lupin, como cerrando un trato—. Ron, no sé arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te entablillemos la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.
Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:
-¡Férula!
Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ni un gesto de dolor.
-Mejor —dijo—. Gracias.
-¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó Rini, en voz baja, mirando a Snape postrado en el suelo.
No estaba molesta por el puñetazo que le había dado en el rostro, ella se había metido en medio y no le había dado tiempo al profesor para evitarlo. Sirius se dio cuenta de cómo Rini miraba a Snape y no le hizo ni pizca de gracia. Xóchitl le acaricio a Rini la mano, haciendo que la manga de su sudadera se levantara un poco y Sirius se dio cuenta que de traía puesta la pulsera que le dio de Navidad.
-No le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Sólo se pasaron un poco. Sigue sin conocimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. —Luego murmuro—: Mobilicorpus.
El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban.
-De esa manera, da nauseas -comento Xóchitl
Harry, Ron y Sirius rieron, Hermione y Lupin sonrieron y en cuanto a Rini... le lanzo una mirada dura a su brije.
-Uh, perdón
Lupin cogió la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.
-Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew un puntapié—, sólo para estar seguros.
-Yo lo haré —se ofreció Lupin.
-Y yo —dijo Ron, con furia y cojeando.
Black hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con el brazo izquierdo encadenado al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verdadera identidad de Scabbers como un insulto. Crookshanks saltó ágilmente de la cama y se puso el primero, con la cola alegremente levantada.
Todos comenzaron a salir de la habitación, llegaron a la trampilla y con cuidado comenzaron a entrar. Rini iba detrás de Snape sin poder quitarle la mirada de encima, se sentía muy mal por ver a su profesor así. Xóchitl la miro de reojo y uno pudo evitar soltar un suspiro de resignación al verla así.
Rini y Xóchitl alcanzaban a oír la plática entre Sirius y Harry. El hombre le estaba insinuando a Harry que si lograban entregar a Pettigrew y descubrieran que era inocente, él podría irse a vivir con él. Harry se emocionó mucho, la chica los miro de reojo y pudo ver que Sirius sonreía de felicidad al escuchar eso.
Al fin salieron del agujero que estaba en las raíces del sauce boxeador y estaba a punto de emprender el viaje al castillo, cuando aparecieron en el suelo unas sombras oscuras. La luz de la luna caía sobre el grupo; humana y brije se miraron y en seguida entendieron lo que pasaba y miraron a Lupin entre preocupadas y asustadas.
Snape tropezó con Lupin, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo indicó a Harry y a Hermione que no avanzaran. Harry vio la silueta de Lupin. Se puso rígido y empezó a temblar.
-¡Dios mío! —dijo Hermione con voz entrecortada—. ¡No se ha tomado la poción esta noche! ¡Es peligroso!
-Corran —gritó Sirius—. ¡Corran! ¡Ya!
Pero Harry no podía correr. Ron estaba encadenado a Pettigrew y a Lupin. Saltó hacia delante, pero Sirius lo agarró por el pecho y lo echó hacia atrás.
—Déjenmelo a mí. ¡CORRAN!
Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras. A Crookshanks se le volvió a erizar el pelo. Retrocedió.
Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de Harry. Se había transformado. El perro grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.
Harry se quedó como hipnotizado. Estaba demasiado atento a la batalla para darse cuenta de nada más. Fue el grito de Hermione lo que lo alertó.
Pettigrew había saltado para coger la varita caída de Lupin. Ron, inestable a causa de la pierna vendada, se desplomó en el suelo. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra. Otro estallido: Crookshanks saltó por el aire y volvió a caer al suelo.
-¡Expelliarmus! —exclamó Harry, apuntando a Pettigrew con su varita. La varita de Lupin salió volando y se perdió de vista—. ¡Quédate donde estás! —gritó Harry mientras corría.
Demasiado tarde. Pettigrew también se había transformado. Harry vio su cola pelona azotar el antebrazo de Ron a través de las esposas, y lo oyó huir a toda prisa por la hierba.
-¡Oh, no! ¡No iras a ningún lado! -exclamó Rini
Tanto ella como Xóchitl trataron de alcanzar a la rata pero una mano se los impidió —sujeto la capucha de la sudadera de Rini y la cola de Xóchitl— las dos volvieron la vista y se dieron cuenta que era Snape, no se dieron cuenta de cuando había recuperado el conocimiento.
-¿Ustedes dos a dónde creen que van?
Con un movimiento de varita, Snape atrajo el cuerpo inconsciente de Ron hacia ellos, le apuntó al pecho con la varita y el chico recuperó el reconocimiento.
-¿Qué rayos esta pasando? -pregunto, desconcertado
Pero nadie logro responderle porque oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, vieron al hombre lobo acercándose a ellos lentamente.
Sin podérselo creer, los cuatros se encontraban detrás de Snape. El licántropo levanto una pata propinándole un golpe en el pecho a Snape haciendo que los cinco cayeran al suelo. El hombre lobo casi los volvía a atacar de no ser porque el perro negro lo envistió para alejarlo de ellos.
Snape, los chicos y Xóchitl se levantaron otra vez, el profesor volvió a colocar a los chicos detrás de él mientras veían la pelea. Rini y Xóchitl se miraron a los ojos, asintieron y, sin que nadie se diera cuenta, se alejaron de ellos.
El licántropo se volvió hacia el grupo otra vez hasta que una piedra le dio en la cabeza y se dio la vuelta para ver quien lo ataco.
-¡Oye, cachorrito! -gritó Xóchitl
-¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño? -lo desafío Rini
-¿Qué rayos...?
-¿Están locas?
-¿Qué están haciendo?
Snape miraba con miedo a las dos, no podía ir a rescatarlas porque tenía que proteger a sus amiguitos. El licántropo lanzo un aullido hacia ellas, Xóchitl dio media vuelta, levanto la cola y diciendo «Na, nara, na, na, na» movió el trasero a modo de burla.
«Idiota, lo único que esta haciendo es firmar su sentencia de muerte» pensó Snape, al ver lo qué la loba estaba haciendo.
Eso hizo enfurecer más al hombre lobo, se abalanzó sobre ellas con velocidad. Las dos seguían ahí de pie sin moverse. El lobo estaba más cerca de ellas.
-A la una...
-A las dos...
El licántropo salto hacia ellas.
-¡Y a las tres!
Los chicos y Severus miraban con horror al licántropo caer sobre ellas pero algo había pasado porque no las escucharon gritar. Cuando el hombre lobo caía, levantó una garra tratar de atacarlas pero su ataque fue interceptado por otra pata, fue muy rápido porque de pronto el hombre lobo salió volando de espaldas hasta aterrizar en la tierra y dar varias vueltas.
Severus y los chicos voltearon a ver donde se suponía que estaban las dos y se sorprendieron al ver otro licántropo pero se dieron cuenta que este no era normal por como lucia. El licántropo extraño soltó un aullido y se acerco a los demás.
Severus y los chicos se hicieron hacia atrás pero como Ron no podía moverse, no se movieron mucho.
-¿Todos están bien? -preguntó la licántropo
Entonces los cuatro cayeron en la cuenta de quien era... o de quienes eran.
-¿Rini?
-¿Xóchitl?
-¿Qué rayos les paso a ustedes dos?
-Solo podemos decirles que nos fusionamos -sintió que algo la sujetaba de la cola y la arrastraba-. Les platico después.
Le licántropo arrojó a Rini tratando de hacer que se estrellarla contra un árbol, pero la guerrera logro posicionarse para darse impulso y contraatacar. Logró alejarlo de los demás, mientras peleaba, trataba de convencerlos de regresar al castillo pero ninguno le hacia caso; el licántropo trato de atacarla por las espalda pero Canuto logró evitarlo, mordió al hombre lobo del brazo y lo arrastro lejos de ellos para llamar su atención. Se alejo de ahí, con el licántropo siguiéndolo de cerca.
-Sirius -Harry se soltó del agarre de Snape y corrió detrás de los dos animales.
-¡Harry! -Rini trato de alcanzarlo pero sintió que algo la sujetaba de la muñeca. Se volvió y sus ojos sin pupila se toparon con unos negros.
-Ya fue suficiente, espera aquí con Weasley y Granger yo iré por Potter
Los dos siguieron mirándose a los ojos un poco más.
«Voy a vomitar con esto ¿sabes?»
«Xóchitl, cállate»
Escucharon otro aullido, Rini Miró a su profesor un poco más, se soltó de su agarre y corrió antes de que Severus la alcanzara.
-¡Macías, regresa!
Alcanzo a ver a Harry corriendo hacia la orilla del lago negro y vio que el licántropo se había ido adentrándose al bosque a la carrera.
-¡Harry!
El chico se volvió hacia ella y la guerrera pudo ver lo que había atrás del chico; Sirius estaba tendido en el suelo, gravemente herido e inconsciente.
-A ver, ayúdame a subirlo a mi espalda, lo llevaremos al castillo aunque nos metamos en...
Sintieron un frío sumamente anormal, levantaron la vista y vieron que los rodeaban al menos unos cien dementores. Los dos se pusieron de pie, Harry sacó su varita y Rini los miraba desafiante.
-¡Rini, piensa en algo alegre y di Expecto Patronum!
-De acuerdo
-¡Expecto Patronum!
Harry comenzó a lanzarles el hechizo, Rini levantó una mano y comenzó a pensar en algo alegre. Lo primero que se le vino a la cabeza fue cuando, en segundo, lo primero que había visto al ser despetrificada había sido a Severus, mirándola a los ojos,
«¿En serio vas a usar ese recuerdo?»
«Ahora no me critiques, por favor»
-¡Expecto Patronum!
Se vieron dos rayos blancos envestir a los dementores pero no era suficiente. Harry vio una luz morada junto a él, giro la cabeza y se dio cuenta que Rini y Xóchitl volvían a ser las mismas.
-¿Qué les paso?
-Nos quedamos sin energía -contestó Xóchitl
Los tres volvieron la vista hacia los dementores, Harry y Rini volvieron a lanzar el hechizo pero no funcionaba. Los dos sintieron que sus rodillas golpeaban la hierba fría. La niebla le nublaba los ojos.
-¡Expecto patronum! —dijeron entrecortadamente.
A la débil luz de sus patronus, vieron detenerse unos dementores muy cerca de ellos. No podían atravesar la niebla plateada que los chicos habían hecho aparecer, pero dos dementores sacaban por debajo de la capa una mano viscosa y pútrida. Hicieron un ademán como para apartar los patronus.
-¡No! ¡No! —exclamó Harry entrecortadamente—. Es inocente. ¡Expecto patronum!
Sentían sus miradas y oían su ruidosa respiración como un viento demoníaco. Dos dementores más cercano parecían haberse fijado en ellos. Levantaron sus dos manos putrefactas y se bajaron la capucha.
En el lugar de los ojos había una membrana escamosa y gris que se extendía por las cuencas. Pero tenía boca: un agujero informe que aspiraba el aire con un estertor de muerte.
Un terror de muerte se apoderó de los chicos y de Xóchitl, impidiéndoles moverse y hablar. Sus patronus temblaron y desaparecieron. La niebla blanca los cegaba. Tenían que luchar... Expecto patronum... No podían ver..., a lo lejos oyeron un grito conocido..., expecto patronum...
Y entonces, a través de la niebla que lo ahogaba, le pareció ver una luz plateada que adquiría brillo. Se sintieron caer de bruces en la hierba.
Boca abajo, demasiado débiles para moverse, sintiéndose mal y temblando, los tres abrieron los ojos. Una luz cegadora iluminaba la hierba... Habían cesado los gritos, el frío se iba...
Algo hacía retroceder a los dementores... algo que daba vueltas en torno a ellos, Sirius y Xóchitl. Los gritos dejaban de oírse. Se iban. Volvía a hacer calor.
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, los chicos levantaron la cabeza unos centímetros y vieron entre la luz a un animal que galopaba por el lago. Con la visión empañada por el sudor, Harry y Rini trataron de distinguir de qué se trataba. Era brillante como un unicornio.
Haciendo un esfuerzo por conservar el sentido, los chicos lo vieron detenerse al llegar a la otra orilla. Durante un instante vieron también, junto al brillo, a alguien que daba la bienvenida al animal y levantaba la mano para acariciarlo. Alguien que le resultaba familiar a Harry. Pero no podía ser...
Ninguno de los dos lo entendía. No podían pensar en nada. Sus últimas fuerzas los abandonaron y al desmayarse dieron con la cabeza en el suelo.
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Ron y Hermione habían tratado de alcanzar a sus amigos pero gracias a la pierna rota de Ron, les era imposible. Snape hizo aparecer una camilla, colocó a Ron ahí y le ordenó a Hermione que regresara al castillo; los dos se opusieron pero Snape les lanzó una mirada amenazadora y los dos, a regañadientes, regresaron al castillo. Al ver que esos dos habían desaparecido de su vista, fue corriendo hacia donde había visto a Rini correr detrás de Harry.
Llegó al Lago Negro y se sorprendió de ver a Potter, Black, a la loba y a Rini inconscientes y a los dementores alejarse de ellos. Cuando esos seres desaparecieron se acerco a ellos con cautela. Les revisó el pulso a todos y vio que estaban bien. Apareció por arte de magia tres camillas y en cada una coloco a Black y a la brije; cuando tomo en brazos a Potter para levantarlo, le pareció ver que el chico abría los ojos, se quedó inmóvil por unos segundos hasta que Potter volvió a desmayarse; soltó un suspiro de alivio y lo puso en la camilla.
Cuando llego con Rini, la tomó en sus brazos con delicadeza y la miró por unos momentos. Miró con una punzada de culpa el golpe que le había dado hace rato, no había sido su intención pero si no se hubiera metido en donde no la llamaban...
Le retiró algunos mechones que se habían salido de su coleta y no pudo evitar rozar la mejilla herida y sus labios. La levantó en brazos y, sin saber porque, le dio un beso en la mejilla donde le pego; con trabajos, porque tenían en brazos a Rini, hizo que las tres camillas comenzaran a moverse de camino al castillo. Miró otra vez a Rini y emprendió el regreso al castillo.
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Rini sentía que todo le daba vueltas, escuchaba voces pero solo lograba reconocer la del profesor Snape. Y hablando de Snape, no sabía porque había soñado que el profesor Snape le dio un beso en donde le pegó sin querer y la traía de regreso al castillo entre sus brazos.
En cuanto abrió los ojos, se dio cuenta que estaba en la enfermería, aunque veía todo borroso porque alguien le había quitado los lentes. En cuanto estuvo menos aturdida logro distinguir la voz del ministro de magia también, al parecer estaba hablando con el profesor Snape respecto a Sirius; según alcanzaba a entender Snape estaba diciendo que los "salvo" de Black y sobre lo que había pasado en el Lago Negro con los dementores.
Sin levantarse, volvió la cabeza hacia la derecha y vio que Harry ya estaba despierto. Cuando su amigo se volteo para verla, se llevó un dedo a los labios queriendo dar a entender que guardara silencio; sintió algo húmedo junto a su mejilla izquierda, se volteo y vio que era Xóchitl. Llegó Madame Pomfrey y vio que los chicos ya estaban despiertos, les dijo que Ron estaba bien, que atraparon a Sirius y que los dementores le darían el Beso en cualquier momento.
Tanto Harry como las chicas se pusieron de pie. Las puertas de la enfermería se abrieron y entraron Fudge y Snape.
-¿Qué es esto, Harry? —preguntó Fudge, con aspecto agitado—. Tendrías que estar en la cama... ¿Ha tomado chocolate? —le preguntó nervioso a la señora Pomfrey
-Escuche, señor ministro —dijo Harry—. ¡Sirius Black es inocente! ¡Peter Pettigrew fingió su propia muerte! ¡Lo hemos visto esta noche! No puede permitir que los dementores le hagan eso a Sirius, es...
Pero Fudge movía la cabeza en sentido negativo, sonriendo ligeramente.
-Harry, Harry; estás confuso. Has vivido una terrible experiencia. Vuelve a acostarte. Está todo bajo control.
-¡NADA DE ESO! —Gritó Harry—. ¡HAN ATRAPADO AL QUE NO ES!
-Señor ministro, por favor; escuche —rogó Hermione. Se había acercado a Harry y miraba a Fudge implorante—. Yo también lo vi. Era la rata de Ron. Es un animago. Pettigrew, quiero decir. Y...
-¿Lo ve, señor ministro? —Preguntó Snape—. Los dos tienen confundidas las ideas. Black ha hecho un buen trabajo con ellos...
-¡NO ESTAMOS CONFUNDIDOS! —gritó Harry.
-¡Por favor, deben escucharnos! -pidió Rini
-¡Señor ministro! ¡Profesor! —Dijo enfadada la señora Pomfrey—. He de insistirles que se vayan. ¡Potter y estas chicas son unos pacientes y no hay que fatigarlos!
-¡No estamos fatigados, estamos intentando explicarles lo ocurrido! —dijo Harry furioso—. Si me escuchan...
Pero la señora Pomfrey le introdujo de repente un trozo grande de chocolate en la boca. Harry se atragantó y la mujer aprovechó la oportunidad para obligarle a volver a la cama.
-Ahora, por favor; señor ministro... Estos niños necesitan cuidados. Les ruego que salgan.
Volvió a abrirse la puerta. Era Dumbledore. Harry tragó con dificultad el trozo de chocolate y volvió a levantarse.
-Profesor Dumbledore, Sirius Black...
-¡Por Dios santo! ¿Es esto una enfermería o qué? Señor director; he de insistir en que...
-Te pido mil perdones, Poppy, pero necesito cambiar unas palabras con el señor Potter y las señoritas Granger y Macías. He estado hablando con Sirius Black.
-Supongo que le ha contado el mismo cuento de hadas que metió en la cabeza de Potter y estas chicas —espetó Snape—. ¿Algo sobre una rata y sobre que Pettigrew está vivo?
-Eso es efectivamente lo que dice Black —dijo Dumbledore, examinando detenidamente a Snape por sus gafas de media luna.
-¿Y acaso mi testimonio no cuenta para nada? —Gruñó Snape—. Peter Pettigrew no estaba en la Casa de los Gritos ni vi señal alguna de él por allí.
-¡Eso es porque usted estaba inconsciente, profesor! —dijo con seriedad Hermione—. No llegó con tiempo para oír...
-¡Señorita Granger! ¡CIERRE LA BOCA!
-Vamos, Snape —dijo Fudge—. La muchacha está trastornada, hay que ser comprensivos.
—Me gustaría hablar con Harry y con las chicas a solas —dijo Dumbledore bruscamente—. Cornelius, Severus, Poppy Se lo ruego, déjennos.
-Señor director —farfulló la señora Pomfrey—. Necesitan tratamiento, necesitan descanso.
-Esto no puede esperar —dijo Dumbledore—. Insisto.
La señora Pomfrey frunció la boca, se fue con paso firme a su despacho, que estaba al final de la sala, y dio un portazo al cerrar. Fudge consultó la gran saboneta de oro que le colgaba del chaleco.
-Los dementores deberían de haber llegado ya. Iré a recibirlos. Dumbledore, nos veremos arriba.
Fue hacia la puerta y la mantuvo abierta para que pasara Snape. Pero Snape no se movió.
-No creerá una palabra de lo que dice Black, ¿verdad? —susurró con los ojos fijos en Dumbledore.
-Quiero hablar a solas con Harry y con las chicas —repitió Dumbledore.
Snape avanzó un paso hacia Dumbledore.
-Sirius Black demostró ser capaz de matar cuando tenía dieciséis años —dijo Snape en voz baja—. No lo habrá olvidado. No habrá olvidado que intentó matarme.
-Mi memoria sigue siendo tan buena como siempre, Severus —respondió Dumbledore con tranquilidad.
Snape miro discretamente a Rini antes de dar media vuelta y salir con paso militar por la puerta que Fudge mantenía abierta. La puerta se cerró tras ellos y Dumbledore se volvió hacia Harry y las chicas. Los tres empezaron a hablar al mismo tiempo, incluso Xóchitl.
-Señor profesor; Black dice la verdad: nosotros vimos a Pettigrew.
-Escapó cuando el profesor Lupin se convirtió en hombre lobo.
-Es una rata.
-La pata delantera de Pettigrew... quiero decir; el dedo: él mismo se lo cortó.
-Pettigrew atacó a Ron. No fue Sirius.
Pero Dumbledore levantó una mano para detener la avalancha de explicaciones.
-Ahora tienen que escuchar ustedes y les ruego que no me interrumpan, porque tenemos muy poco tiempo —dijo con tranquilidad—. Black no tiene ninguna prueba de lo que dice, salvo su palabra. Y la palabra de tres brujos de trece años no convencerá a nadie. Una calle llena de testigos juró haber visto a Sirius matando a Pettigrew. Yo mismo di testimonio al Ministerio de que Sirius era el guardián secreto de los Potter.
-El profesor Lupin también puede testificarlo —dijo Harry, incapaz de mantenerse callado.
-El profesor Lupin se encuentra en estos momentos en la espesura del bosque, incapaz de contarle nada a nadie. Cuando vuelva a ser humano, ya será demasiado tarde. Sirius estará más que muerto. Y además, la gente confía tan poco en los licántropos que su declaración tendrá muy poco peso. Y el hecho de que él y Sirius sean viejos amigos...
-Pero...
-Escúchame, Harry. Es demasiado tarde, ¿lo entiendes? Tienes que comprender que la versión del profesor Snape es mucho más convincente que la suya.
-Él odia a Sirius —dijo Hermione con desesperación—. Por una broma tonta que le gastó.
-No es justo que esos dos se comporten de una manera tan infantil solo por una estúpida riña de adolescentes -dijo Rini, cruzándose de brazos y desviando la mirada hacia el suelo
- Estoy de acuerdo contigo, Alejandra. Pero Sirius no ha obrado como un inocente. La agresión contra la señora gorda, entrar con un cuchillo en la torre de Gryffindor... Si no encontramos a Pettigrew, vivo o muerto, no tendremos ninguna posibilidad de cambiar la sentencia.
-Pero usted nos cree.
-Sí, yo sí —respondió en voz baja—. Pero no puedo convencer a los demás ni desautorizar al ministro de Magia.
Harry miró fijamente el rostro serio de Dumbledore y sintió como si se hundiera el suelo bajo sus pies. Siempre había tenido la idea de que Dumbledore lo podía arreglar todo. Creía que podía sacar del sombrero una solución asombrosa. Pero no: su última esperanza se había esfumado.
—Lo que necesitamos es ganar tiempo —dijo Dumbledore despacio. Sus ojos azul claro pasaban de Harry a Hermione a Rini y a Xóchitl.
-Pero... —empezó Hermione, poniendo los ojos muy redondos—. ¡AH!
-Creo que ya le entendí -dijo Rini
-Ahora préstenme atención —dijo Dumbledore, hablando muy bajo y muy claro—. Sirius está encerrado en el despacho del profesor Flitwick, en el séptimo piso. Torre oeste, ventana número trece por la derecha. Si todo va bien, esta noche podrán salvar más de una vida inocente. Pero recuérdenlo los cuatro: no los pueden ver. Señorita Granger, usted y la Señorita Macías ya conocen las normas. Saben lo que está en juego. No deben verlos.
Harry no entendía nada. Dumbledore se alejó y al llegar a la puerta se volvió.
-Les voy a cerrar con llave. Son —consultó su reloj— cinco para las doce. Señoritas; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.
-¿Buena suerte? —repitió Harry, cuando la puerta se hubo cerrado tras Dumbledore—. ¿Tres vueltas? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es lo que tenemos que hacer?
Pero Hermione rebuscaba en el cuello de su blusa y sacó una cadena de oro muy larga y fina.
—Ven aquí, Harry —dijo perentoriamente—. ¡Rápido! —Harry, perplejo, se acercó a ella. Hermione estiró la cadena por fuera de la blusa y Harry pudo ver un pequeño reloj de arena que pendía de ella—. Así. —Puso la cadena también alrededor del cuello de Harry—. ¿Preparado? —dijo jadeante.
-¿Qué hacemos? —preguntó Harry sin comprender.
Miro a Rini y vio que hacia lo mismo con Xóchitl, no sabía porque las dos tenían esos relojes de arena debajo de la ropa. Al mismo tiempo, las dos le dieron tres vueltas al reloj de arena de cada una.
La sala oscura desapareció. Tenían la sensación de que volaban muy rápidamente hacia atrás. A su alrededor veían pasar manchas de formas y colores borrosos. Notaban palpitaciones en los oídos. Harry quiso gritar; pero no podía oír su propia voz.
Sintieron el suelo firme bajo sus pies y todo volvió a aclararse. Se hallaba de pie, al lado de Hermione, en el vacío vestíbulo, y un chorro de luz dorada bañaba el suelo pavimentado penetrando por las puertas principales, que estaban abiertas. Miró a Hermione con la cadena clavándosele en el cuello y a su lado a Rini y Xóchitl igual.
Hermione le quitó la cadena del cuello a Harry y Rini hacía lo mismo con Xóchitl. Las chicas vieron que Harry esta algo confundido y no era para menos, él nunca había viajado en el tiempo; escucharon que alguien venía y los cuatro se escondieron en el armario de escobas que estaba junto a ellos.
Ahí adentro, las tres le explicaron a Harry lo que estaba pasando, el chico no pudo contener una expresión de asombro pero le alegraba que volvieran en el tiempo; podrían evitar que Sirius muriera y también podrían salvar a Buckbeak para que Sirius huyera junto con el hipogrifo.
Hermione se mostraba algo preocupada ante la idea que se le había cruzado en la cabeza a su amigo, le preocupaba que alguien pudiera verlos pero él le aseguro que eso no pasaría.
-¿Podríamos preocuparnos de eso después? -pidió Rini, con la oreja pegada a la puerta para saber si no había nadie-. El tiempo apremia y tenemos que apresurarnos para salvar tanto a uno como a otro.
-Tienes razón -concordó Harry-. ¿Hay alguien afuera?
-No, campo libre -abrió la puerta y se asomó un poco para ver si no había nadie-. Rápido, hay que movernos ya.
Salieron del castillo y echaron a correr hacía la cabaña de Hagrid atravesando los huertos hasta los invernaderos, se detuvieron un momento detrás de estos y reanudaron el camino a toda velocidad, rodearon el sauce boxeador y yendo a ocultarse en el bosque.
Se acercaron con cuidado hacia la cabaña, cuando estuvieron lo sufrientemente cerca alcanzaron a escucharon a sus otros yo llegando con el guardabosques. Harry trató de salir a liberar de una vez a Buckbeak pero las chicas se lo impidieron porque era necesario que los funcionarios del Ministerio lo vieran antes.
Después de unos minutos, escucharon a sus otros yo salir de la cabaña y comenzar a alejarse de ahí, pero también escucharon a Dumbledore acercarse junto con Fudge, el anciano y el verdugo. Cuando todos los adultos estuvieron adentro de la cabaña, Harry aprovecho para liberar a Buckbeak.
El hipogrifo no se movía ante los insistentes jalones de Harry a las cuerdas que ataban al animal; Rini y Xóchitl salieron con cuidado para ayudar a Harry a moverlo pero tampoco funcionaba hasta que Hermione se acerco con los animales muertos que le gustaba comer a Buckbeak; al verlos, el hipogrifo al fin cedió y los siguió hasta el Bosque Prohibido.
La puerta trasera de la cabaña de Hagrid se había abierto de golpe. Harry, las chicas, Xóchitl y Buckbeakse quedaron inmóviles. Incluso el hipogrifo parecía escuchar con atención.
Silencio. Luego...
-¿Dónde está? —Dijo la voz atiplada del anciano de la comisión—. ¿Dónde está la bestia?
-¡Estaba atada aquí! —Dijo con furia el verdugo—. Yo la vi. ¡Exactamente aquí!
-¡Qué extraordinario! —dijo Dumbledore. Había en su voz un dejo de desenfado.
-¡Buckbeak!—exclamó Hagrid con voz ronca.
Se oyó un sonido silbante y a continuación el golpe de un hacha. El verdugo, furioso, la había lanzado contra la valla. Luego se oyó el aullido y en esta ocasión pudieron oír también las palabras de Hagrid entre sollozos:
-¡Se ha ido!, ¡se ha ido! Alabado sea, ¡ha escapado! Debe de haberse soltado solo. Buckbeak, qué listo eres.
Buckbeak empezó a tirar de la cuerda, deseoso de volver con Hagrid. Harry y las chicas la sujetaron con más fuerza, hundiendo los talones en tierra.
-¡Lo han soltado! —Gruñía el verdugo—. Deberíamos rastrear los terrenos y el bosque.
-Macnair; si alguien ha cogido realmente a Buckbeak, ¿crees que se lo habrá llevado a pie? —Le preguntó Dumbledore, que seguía hablando con desenfado—. Rastrea el cielo, si quieres... Hagrid, no me iría mal un té. O una buena copa de brandy.
-Por... por supuesto, profesor —dijo Hagrid, al que la alegría parecía haber dejado flojo—. Entre, entre...
Harry y las chicas escuchaban con atención: oyeron pasos, la leve maldición del verdugo, el golpe de la puerta y de nuevo el silencio.
-¿Y ahora qué? —susurró Harry, mirando a su alrededor.
-Tendremos que quedarnos aquí escondidos —dijo Hermione con miedo—. Tenemos que esperar a que vuelvan al castillo. Luego aguardaremos a que pase el peligro y nos acercaremos a la ventana de Sirius volando con Buckbeak. No volverá por allí hasta dentro de dos horas... Esto va a resultar difícil...
Miró por encima del hombro, a la espesura del bosque. El sol se ponía en aquel momento.
-Habrá que moverse —dijo Harry, pensando—. Tenemos que ir donde podamos ver el sauce boxeador o no nos enteraremos de lo que ocurre.
-De acuerdo —dijo Hermione, sujetando la cuerda de Buckbeakaún más firme—. Pero hemos de seguir ocultos, Harry, recuérdalo.
-Ya entendimos, Hermione. Ya vámonos -dijo Rini, agarrando las cuerdas y guiando al hipogrifo.
Se movieron por el borde del bosque, mientras caía la noche, hasta ocultarse tras un grupo de árboles entre los cuales podían distinguir el sauce.
-¡Ahí está Ron! —dijo Harry de repente.
Una figura oscura corría por el césped y el aire silencioso de la noche les transmitió el eco de su grito.
-Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...
Y entonces vieron a otras cuatro figuras que salían de la nada. Harry se vio a sí mismo y a las chicas, junto con Xóchitl siguiendo a Ron. Luego vio a Ron lanzándose en picado.
-¡Te atrapé! Vete, gato asqueroso.
-¡Ahí está Sirius! —dijo Harry. El perrazo había surgido de las raíces del sauce. Lo vieron derribar a Harry y sujetar a Ron—. Desde aquí parece incluso más horrible, ¿verdad? —Añadió mientras el perro arrastraba a Ron hasta meterlo entre las raíces—. ¡Eh, mira! El árbol acaba de pegarme. Y también a ustedes. ¡Qué situación más rara!
El sauce boxeador crujía y largaba puñetazos con sus ramas más bajas. Podían verse a sí mismos corriendo de un lado para otro en su intento de alcanzar el tronco. Y de repente el árbol se quedó quieto.
-Crookshanks ya ha apretado el nudo —explicó Hermione.
-Allá vamos... —murmuró Harry—. Ya hemos entrado.
En cuanto desaparecieron, el árbol volvió a agitarse. Unos segundos después, oyeron pasos cercanos. Dumbledore, Macnair, Fudge y el anciano de la Comisión se dirigían al castillo.
-¡Ay, por favor! -se quejó Rini.
-¡En cuanto bajamos por el pasadizo! —Dijo Hermione—. ¡Ojalá Dumbledore hubiera venido con nosotros...!
-Macnair y Fudge habrían venido también —dijo Harry con tristeza—. Te apuesto lo que quieras a que Fudge habría ordenado a Macnair que matara a Sirius allí mismo.
-En eso tienes razón -concordó Xóchitl
Vieron a los cuatro hombres subir por la escalera de entrada del castillo y perderse de vista. Durante unos minutos el lugar quedó vacío. Luego...
-¡Aquí viene Lupin! —dijo Harry al ver a otra persona que bajaba la escalera y se dirigía corriendo hacia el sauce. Harry miró al cielo. Las nubes ocultaban la luna.
Vieron que Lupin cogía del suelo una rama rota y apretaba con ella el nudo del tronco. El árbol dejó de dar golpes y también Lupin desapareció por el hueco que había entre las raíces.
-¡Ojalá hubiera cogido la capa! —Dijo Harry—. Está ahí... —Se volvió a Hermione—. Si saliera ahora corriendo y me la llevara, no la podría coger Snape.
-¡Harry, no nos deben ver!
-¿Cómo puedes soportarlo? —le preguntó a Hermione con irritación—. ¿Estar aquí y ver lo que sucede sin hacer nada? —Dudó—. ¡Voy a coger la capa!
-¡Harry, no!
-¡Que te quedes quieto, necio!
Entre las tres sujetaron a Harry a tiempo por la parte trasera de la sudadera. En ese momento oyeron cantar a alguien. Era Hagrid, que se dirigía hacia el castillo, cantando a voz en grito y oscilando ligeramente al caminar. Llevaba una botella grande en la mano.
-¿Lo ves? —Susurró Hermione—. ¿Ves lo que habría ocurrido? ¡Tenemos que estar donde nadie nos pueda ver! ¡No, Buckbeak!
El hipogrifo hacia intentos desesperados por ir hacia Hagrid. Harry aferró también la cuerda para sujetar a Buckbeak. Observaron a Hagrid, que iba haciendo eses hacia el castillo. Desapareció. Buckbeak cesó en sus intentos de escapar. Abatió la cabeza con tristeza.
-Hasta que te quedas quieto -le dijo Xóchitl
El hipogrifo se dejó caer en la tierra y recargó su cabeza en sus patas.
Apenas dos minutos después las puertas del castillo volvieron a abrirse y Snape apareció corriendo hacia el sauce, en pos de ellos.
Harry cerró fuertemente los puños al ver que Snape se detenía cerca del árbol, mirando a su alrededor. Cogió la capa y la sostuvo en alto.
-Aparta de ella tus asquerosas manos —murmuró Harry entre dientes.
-¡Chist!
-¡Ya cállate!
Rini miraba fijamente al profesor y, de manera inconsciente, se llevó una mano a su mejilla izquierda. Snape cogió la rama que había usado Lupin para inmovilizar el árbol, apretó el nudo con ella y, cubriéndose con la capa, se perdió de vista.
-Ya está —dijo Hermione en voz baja—. Ahora ya estamos todos dentro. Y ahora sólo tenemos que esperar a que volvamos a salir...
Cogió el extremo de la cuerda de Buckbeak, que seguía tendido en el suelo,y lo amarró firmemente al árbol más cercano. Luego se sentó en el suelo seco, rodeándose las rodillas con los brazos.
-Harry, hay algo que no comprendo... ¿Por qué no atraparon a Sirius los dementores?
Harry se sentó también y Rini y Xóchitl lo secundaron. Entre los tres le explicaron lo que habían visto. Cómo, en el momento en que el dementor más cercano acercaba la boca a Sirius, algo grande y plateado llegó galopando por el lago y ahuyentó a los dementores.
Cuando terminaron de explicarle, Hermione tenía la boca abierta.
-Pero ¿qué era?
-Sólo hay una cosa que puede hacer retroceder a los dementores —dijo Harry—. Un verdadero patronus, un patronus poderoso.
-Pero ¿quién lo hizo aparecer?
-Esa sería la pregunta del millón -comento Rini
-¿No vieron qué aspecto tenía? —Preguntó Hermione con impaciencia—. ¿Era uno de los profesores?
-No.
-Pero tuvo que ser un brujo muy poderoso para alejar a todos los dementores... Si el patronus brillaba tanto, ¿no lo iluminó? ¿No pudieron ver...?
-Sí que lo vimos —dijo Harry pensativo—. Aunque tal vez lo imaginase. No pensaba con claridad. Me desmayé inmediatamente después...
-¿Quién te pareció que era?
-Me pareció —Harry tragó saliva, consciente de lo raro que iba a sonar aquello—, me pareció mi padre.
-¿Eh?
Miró a las chicas y vio que estaban con la boca abierta. Las tres lo miraban con una mezcla de inquietud y pena.
-Harry, tu padre está..., bueno..., está muerto —dijo en voz baja.
-Lo sé —dijo Harry rápidamente.
-¿Crees que era su fantasma?
-No lo sé. No... Parecía sólido.
-Pero entonces...
-Quizá tuviera alucinaciones —dijo Harry—. Pero a juzgar por lo que vi, se parecía a él. Tengo fotos suyas... —Hermione seguía mirándolo como preocupada por su salud mental—. Sé que parece una locura —añadió Harry con determinación. Se volvió para echar un vistazo a Buckbeak, que metía el pico en la tierra, buscando lombrices. Pero no miraba realmente al hipogrifo.
Y entonces, después de una hora...
-¡Ya salen! —exclamó Hermione. Se pusieron en pie. Buckbeak levantó la cabeza. Vieron a Lupin, Ron y Pettigrew saliendo con dificultad del agujero de las raíces. Luego salió Hermione. Luego Snape, inconsciente, flotando y detrás de él Rini y Xóchitl. A continuación iban Harry y Black. Todos echaron a andar hacia el castillo. El corazón de Harry comenzaba a latir muy fuerte. Levantó la vista al cielo. De un momento a otro pasaría la nube y la luna quedaría al descubierto...
-Harry —musitó Hermione, como si adivinara lo que pensaba él—, tenemos que quedarnos aquí. No nos deben ver. No podemos hacer nada.
-¿Y vamos a consentir que Pettigrew vuelva a escaparse? —dijo Harry en voz baja.
-¿Y cómo esperas encontrar una rata en la oscuridad? —Le atajó Hermione—. No podemos hacer nada. Si hemos regresado es sólo para ayudar a Sirius. ¡No debes hacer nada más!
-¿Quién dejar de pelear con eso, por favor? -pidió Rini
Los dos soltaron un suspiro de fastidio
-Está bien -dijo Harry, algo molesto
La luna salió de detrás de la nube. Vieron las pequeñas siluetas detenerse en medio del césped. Luego las vieron moverse.
-¡Mira a Lupin! —Susurró Hermione—. Se está transformando.
-¡Hermione! —Dijo Harry de repente—. ¡Tenemos que hacer algo!
-No podemos. Te lo estoy diciendo todo el tiempo.
-¡No hablo de intervenir! ¡Es que Lupin se va a adentrar en el bosque y vendrá hacia aquí!
Hermione ahogó un grito.
-Se nos había olvidado eso -dijo Rini
Escucharon otro aullido y vieron otro licántropo cerca, solo que este tenía plata en el cuello y en los antebrazos.
-Es increíble ¿Cómo se transformaron? -preguntó Harry a Rini y Xóchitl
-Pues...
-¡No hay tiempo para esto! ¡Rápido, hay que irnos! —gimió Hermione, apresurándose a desatar a Buckbeak—. ¡Rápido! ¿Dónde vamos? ¿Dónde nos ocultamos? ¡Los dementores llegarán de un momento a otro!
-¡Volvamos a la cabaña de Hagrid! —Dijo Harry—. Ahora está vacía. ¡Vamos!
Corrieron todo lo aprisa que pudieron. Buckbeakiba detrás de ellos a medio galope.
Oyeron aullar al hombre lobo a sus espaldas.
Harry, Hermione y Buckbeak ya habían llegado hasta la cabaña de Hagrid, pero Rini y Xóchitl estaban rezagadas, se habían quedado viendo parte de la pelea y entonces vieron que el hombre lobo estaba apunto de atacar a Harry, hasta que Xóchitl comenzó a aullar. Rini le cerró el hocico de golpe.
-¿Qué haces?
-Salvando la vida de Harry -y volvió a aullar
El hombre lobo se volvió hacia donde provenía en aullido y hecho a correr.
-Eso explica porque se fue al bosque pero... ahora viene hacia acá.
-Eso no lo pensé ¡corre!
Las dos corrieron hacia la cabaña de Hagrid. Pero Rini no vio una rama salida y tropezó con ella.
-¡Rini! -Xóchitl corrió hacia ella, pero era tarde.
El hombre lobo ya estaba cerca de ella y Rini solo levantó los brazos para tratar de "protegerse". Xóchitl ya estaba cerca cuando se tropezó por lo que había visto.
-Tiene que ser una broma -murmuró la brije
Rini esperaba sentir los colmillos del licántropo ¡no su lengua lamiéndole la cara! Aparto un poco al licántropo y vio que este actuaba como un cachorrito.
-¿Qué rayos...?
Entonces vio que el licántropo acariciaba con su hocico la pulsera plateada, que por la carrera la manga se le había levantado un poco descubriendo la pulsera.
-Oye... ¿Qué rayos esta pasando? -Xóchitl le había llegado por atrás y veía incrédula al lobo-. ¿Por qué actúa así?
Rini miró su pulsera con el escudo de los Black, lo tapó con su mano y el licántropo se volvió salvaje otra vez. Pero lo descubrió de nuevo y el licántropo actuaba como un cachorrito otra vez.
-¡Es la pulsera!
-¿Qué? Pero... ¡es plata!
-Estábamos mal respecto a la plata. Si, con ella mataban a los hombres lobo... porque estos se distraían con su brillo, les recuerda a la luna llena y por eso se sentían atraídos. Y los cazadores aprovechaban para matarlos.
-Pero ¿Cómo explicas eso de las balas de plata?
-Seguramente con el tiempo el estereotipo sobre la plata fue cambiando.
Se pusieron de pie y el licántropo se puso panza arriba.
-Esto es extraño
-Pero al menos di que estamos vivas
Se acercó al licántropo y este se colocó a modo de dar a entender que quería jugar.
-¿Y cómo nos lo quitamos de encima?
-Recuerdo que leí sobre un hechizo para duplicar las cosas
-¿Duplicar?
-Hare una copia de la pulsera para que se distraiga y nosotras podamos ir con Harry y Hermione.
Rini se concentró lo más que pudo hasta que finalmente recordó el hechizo, sacó la varita y el licántropo se hizo para atrás con miedo.
-Tranquilo, no te voy a lastimar -apunto con su varita a la pulsera-. ¡Geminio! -en su mano izquierda apareció la copia.
Bajó la manga de su sudadera y no paso nada malo, el hombre lobo no le quitaba la mirada a la pulsera de la mano izquierda. Rini lo movió ante él como si fuera a jugar con él y lo aventó al bosque. Las dos se alegraron de ver que el licántropo siguió la pulsera.
-Bueno, compermisito dijo Monchito, pero... ya nos vamos -dijo Xóchitl, jalando a Rini para que se movieran.
Las dos corrieron hacia la cabaña de Hagrid y vieron que ahí seguían sus amigos.
-¡Rini! ¿Dónde estaban? -pregunto angustiada Hermione
-¡Silencio, Fang, somos nosotras! —dijo Rini, avanzando rápidamente hacia él y acariciándole las orejas para que callara—. Lo siento, me distraje un poco en el camino.
-Menos mal que están a salvo -dijo Harry
Harry miró por la ventana. Desde allí era mucho más difícil ver lo que ocurría. Buckbeak parecía muy contento de volver a casa de Hagrid. Se echó delante del fuego, plegó las alas con satisfacción y se dispuso a echar un buen sueñito.
-Será mejor que salga —dijo Harry pensativo—. Desde aquí no veo lo que ocurre. No sabremos cuándo llega el momento. —Hermione levantó los ojos para mirarlo. Tenía expresión de recelo—. No voy a intervenir —añadió Harry de inmediato—. Pero si no vemos lo que ocurre, ¿cómo sabremos cuál es el momento de rescatar a Sirius?
-Bueno, de acuerdo. Aguardaré aquí con Buckbeak... Pero ten cuidado, Harry. Ahí fuera hay un licántropo y multitud de dementores.
-Tranquila, no ira solo -dijo Rini, acercándose a su amigo-. Nosotras iremos con él
-Por favor, tengan cuidado.
Los tres salieron y bordearon la cabaña. Oyeron gritos distantes. Aquello quería decir que los dementores se acercaban a Sirius... El otro Harry y la otras Rini y Xóchitl irían hacia él en cualquier momento...
Miraron hacia el lago, con el corazón redoblando como un tambor. Quienquiera que hubiese enviado al patronus, haría aparición enseguida.
Rini y Xóchitl comenzaron a moverse pero se detuvieron al ver que durante una fracción de segundo Harry se quedó ante la puerta de la cabaña de Hagrid sin saber qué hacer.
-Harry -el chico salió del trance-. ¿Estás bien?
-Si... no es nada. Vamos
Iban a comenzar a andar cuando vieron que ya a estaban allí los dementores. Surgían de la oscuridad, llegaban de todas partes.
Se deslizaban por las orillas del lago. Se alejaban de Harry hacia la orilla opuesta... No tendría que acercarse a ellos.
-¡Rápido! -exclamó Harry, y los tres salieron corriendo.
Cada vez estaban más cerca del lago, pero no se veía a nadie. En la orilla opuesta veían leves destellos de plata: eran sus propios intentos de conseguir un patronus.
Había un arbusto en la misma orilla del agua. Los tres se agacharon detrás de él y miraron por entre las hojas. En la otra orilla los destellos de plata se extinguieron de repente.
Harry sintió emoción y terror: faltaba muy poco.
-¡Vamos! —murmuró, mirando a su alrededor—. ¿Dónde estás? Vamos, papá.
Rini y Xóchitl miraban preocupadas a Harry, no sabían porque su amigo se empeñaba en creer que era su padre pero no podían pensar en eso ahora, tenían que pensar en una forma de salvarlos si es que el verdadero salvador no aparecía.
Y en efecto, nadie acudió. Los tres levantaron la cabeza para mirar el círculo de los dementores del otro lado del lago. Uno de ellos se bajaba la capucha. Era el momento de que apareciera el salvador. Pero no veía a nadie.
De pronto Harry salió de detrás del arbusto y sacó la varita.
-¡EXPECTO PATRONUM! —exclamó.
Y de la punta de su varita surgió, no una nube informe, sino un animal plateado, deslumbrante y cegador. Frunció el entrecejo tratando de distinguir lo que era. Parecía un caballo. Galopaba en silencio, alejándose de él por la superficie negra del lago. Lo vio bajar la cabeza y cargar contra los dementores... En ese momento galopaba en torno a las formas negras que estaban tendidas en el suelo, y los dementores retrocedían, se dispersaban y huían en la oscuridad. Y se fueron.
Rini y Xóchitl se sorprendieron ante eso, no esperaban que Harry fuera el dueño de ese patronus, aunque tampoco esperaban que en realidad llegara el padre de su amigo. El patronus dio media vuelta. Volvía hacia Harry a medio galope, cruzando la calma superficie del agua. No era un caballo. Tampoco un unicornio. Era un ciervo. Brillaba tanto como la luna... Regresaba hacia él.
Se detuvo en la orilla. Sus pezuñas no dejaban huellas en la orilla. Miraba a Harry con sus ojos grandes y plateados. Lentamente reclinó la cornamenta. Y Harry comprendió:
-Cornamenta —susurró.
Pero se desvaneció cuando alargó hacia él las temblorosas yemas de sus dedos.
Harry se quedó así, con la mano extendida.
-A Hermione no le va a agradar esto -dijo Rini, detrás de Harry
Luego, con un vuelco del corazón, oyeron tras ellos un ruido de cascos. Se dieron la vuelta y vieron a Hermione, que se acercaba a toda prisa, tirando de Buckbeak.
-¿Qué has hecho? —dijo enfadada—. Dijiste que no intervendrías. Y pensé que ustedes evitarían que interviniera.
-Este... nosotras...
-Sólo he salvado nuestra vida... Ven aquí, detrás de este arbusto: te lo explicaré.
Hermione escuchó con la boca abierta el relato de lo ocurrido.
-¿Te ha visto alguien?
-Sí. ¿No me has oído? ¡Me vi a mí mismo, pero creí que era mi padre!
-No puedo creerlo... ¡Hiciste aparecer un patronus capaz de ahuyentar a todos los dementores! ¡Eso es magia avanzadísima!
-Sabía que lo podía hacer —dijo Harry—, porque ya lo había hecho... ¿No es absurdo?
-No lo sé... ¡Harry, mira a Snape!
A Rini le dio un vuelco al corazón al escuchar eso. Observaron la otra orilla desde ambos lados del arbusto. Snape caminaba con firmeza hacia ellos. Estaba haciendo aparecer por arte de magia unas camillas y subía a ellas los cuerpos inconscientes de Harry, Xóchitl y Black. Apuntándolos con la varita, los llevó hacia el castillo. Se sorprendieron de ver que no había hecho aparecer otra camilla y todavía no levantaban del suelo a Rini. La aludida sentía que la cara le hervía al ver que su profesor la sostenía, de manera protectora, entre sus brazos
-Bueno, ya es casi el momento. No podemos seguir perdiendo el tiempo —dijo Hermione, nerviosa, mirando el reloj—. Disponemos de una hora más antes de que Dumbledore cierre con llave la puerta de la enfermería. Tenemos que rescatar a Sirius y volver a la enfermería antes de que nadie note nuestra ausencia.
Harry, Hermione y Buckbeak comenzaron a caminar, sin que Snape los viera.
-Vamos -indicó Xóchitl
Pero Rini todavía no se movía de ahí, seguía mirando fijamente a Severus y, entre que le dio un vuelco al corazón muy fuerte y le parecía que hasta le salía humo de las orejas por el bochorno, vio que el profesor la abrazaba y le daba un suave beso en la mejilla. Entonces no lo había soñado, había sido real.
-¡Despierta, ya vámonos!
Xóchitl la sacó del trance y comenzó a seguirla, pero antes, se volvió para ver como Severus regresaba al castillo, llevándola entre sus brazos.
-¡Oigan! ¿Qué están haciendo? ¡Vámonos! -las llamó Hermione
Las dos corrieron hacia sus amigos. Comenzaron a acercarse al a castillo sin que nadie los viera.
-¿Crees que ya estará allí arriba? —preguntó Harry a Hermione, consultando la hora. Levantó la mirada hacia el castillo y empezó a contar las ventanas de la derecha de la torre oeste.
Vieron al verdugo Macnair salir del castillo para llamar a los dementores. Hermione puso las manos en el lomo de Buckbeak y Harry la ayudó a montar.
Le tendió una mano a Rini para que la chica montara. Ella lo rechazó replicando que el hipogrifo no los aguantaría a todos y menos cuando Sirius montara también; antes de que se diera cuenta, Xóchitl se fusionó en ella para que esa manera pudieran ir todos. Al final, Rini montó al hipogrifo, estando sentada detrás de Hermione.
Luego Harry apoyó el pie en una rama baja del arbusto y montó delante de ella. Pasó la cuerda por el cuello de Buckbeaky la ató también al otro lado, como unas riendas.
-¿Preparadas? —susurró a a las chicas—. Será mejor que se sujeten con fuerza.
Espoleó a Buckbeakcon los talones y el hipogrifo emprendió el vuelo hacia el oscuro cielo.
-Ay, ay, qué poco me gusta esto, ay, ay, qué poco me gusta. -se quejaba Hermione
Planeaban silenciosamente hacia los pisos más altos del castillo. Harry tiró de la rienda de la izquierda y Buckbeak viró. Harry trataba de contar las ventanas que pasaban como relámpagos.
-¡Sooo! —dijo, tirando de las riendas todo lo que pudo.
Buckbeak redujo la velocidad y se detuvieron. Pasando por alto el hecho de que subían y bajaban casi un metro cada vez que Buckbeak batía las alas, podía decirse que estaban inmóviles.
-¡Ahí está! —dijo Harry, localizando a Sirius mientras ascendían junto a la ventana. Sacó la mano y en el momento en que Buckbeak bajaba las alas, golpeó en el cristal.
Black levantó la mirada. Harry vio que se quedaba boquiabierto. Saltó de la silla, fue aprisa hacia la ventana y trató de abrirla, pero estaba cerrada con llave.
-¡Échate hacia atrás! —le gritó Hermione, y sacó su varita, sin dejar de sujetarse con la mano izquierda a la ropa de Harry.
-¡Alohomora!
La ventana se abrió de golpe.
-¿Cómo... cómo...? —preguntó Black casi sin voz, mirando al hipogrifo.
-Monta, no hay mucho tiempo —dijo Harry, abrazándose al cuello liso y brillante de Buckbeak, para impedir que se moviera—. Tienes que huir, los dementores están a punto de llegar. Macnair ha ido a buscarlos.
Black se sujetó al marco de la ventana y asomó la cabeza y los hombros. Fue una suerte que estuviera tan delgado. En unos segundos pasó una pierna por el lomo de Buckbeak y montó detrás de Rini.
-¡Arriba, Buckbeak! —Dijo Harry, sacudiendo las riendas—. Arriba, a la torre. ¡Vamos!
El hipogrifo batió las alas y volvió a emprender el vuelo. Navegaron a la altura del techo de la torre oeste. Buckbeak aterrizó tras las almenas con mucho alboroto, y Harry y las chicas se bajaron inmediatamente y Xóchitl salió de Rini, ante la mirada de asombro de Black.
-Será mejor que escapes rápido, Sirius —dijo Harry jadeando—. No tardarán en llegar al despacho de Flitwick. Descubrirán tu huida.
Buckbeak dio una coz en el suelo, sacudiendo la afilada cabeza.
-¿Qué le ocurrió al otro chico? A Ron —preguntó Sirius.
-Se pondrá bien. Está todavía inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se curará. ¡Rápido, vete!
Pero Black seguía mirando a Harry.
-¿Cómo te lo puedo agradecer?
-¡VETE! —gritaron a un tiempo Harry y las chicas.
Black siguió mirando a los chicos pero se quedo mirando un poco más a Rini.
-¿Cómo esta de tu mejilla?
-Mejor, pero es necesario que te vayas pronto.
Black miro al hipogrifo y después a los chicos y, para el asombro de ellos, se bajó del animal.
-¿Que haces? -pregunto Harry, desconcertado
-¡Tienes que irte, pronto! -dijo Hermione
-Necesito hablar con Harry y Rini por un momento ¿Cuánto tiempo tienen antes de regresar a donde estaban?
-Como 45 minutos -contestó Rini, mirando su reloj de pulsera.
-Es tiempo suficiente. Quiero hablar primero con Harry y después contigo, Rini
Los chicos se miraron todavía inseguros, pero al final accedieron. Harry y Black se situaron un poco lejos de las chicas y de Buckbeak; Hermione trataba de calmar un poco a Buckbeak mientras que Rini y Xóchitl no le quitaban la vista de encima a padrino y ahijado.
-¿Qué creen que estén platicando? -pregunto Xóchitl
-No lo sé -contesto Rini
-¿Qué querrá hablar contigo?
-Menos lo sé
-¡35 minutos! -indicó Hermione
Harry se acercó a las chicas pero Sirius seguía ahí de pie donde estaba.
-Tu turno
Rini soltó un suspiro y se acerco a Sirius. El hombre sintió su presencia y sin voltear a verla, y con una sonrisa en los labios, comenzó a hablarle.
-Supongo que te preguntaras porque quería hablar contigo ¿verdad?
-De hecho... sí
Sirius se incorporó y miro a la chica a los ojos.
-¿Por qué te preocupas tanto por Snape?
Esa pregunta la tomó por sorpresa, sintió que se ruborizaba un poco y desvió su mirada al suelo. A Sirius no le gusto esa reacción de la chica.
-¿Por qué lo preguntas?
-No es solo porque no me agrade...
-Eso ya lo note
-... sino porque lo conozco mejor, y se que no sería capaz de amar a alguien... y menos a una menor
-Eso ya lo sé, pero no puedo cambiar lo que estoy empezando a sentir por él
-¿Ni siquiera por otro?
Rini levantó la mirada, haciendo que el castaño oscuro se encontrara con el gris, todavía algo apagado por la estancia en Azkaban
-No sabría decírtelo. Creo que con el paso del tiempo lo sabré
Sirius sonrió, como si una luz se le hubiera iluminado en su camino pero no pudo evitar desviar la mirada, como pensando en que otra cosa podría decirle.
-Te queda bien la pulsera
Rini levantó el brazo, dejando a la vista la pulsera de plata.
-Gracias pero... ¿Por qué...?
-¿Por qué te la di? -la chica asintió-. Bueno pues... -Rini pudo ver que se ruborizaba un poco-. Sería como una... muestra de cariño
-¿Muestra de cariño? Pero si apenas nos conocemos
-Es que siendo un perro, me pongo más sentimental y...
-¿Sería entonces como un agradecimiento por cuidarte siendo Canuto?
-Como quieras verlo
-Aun así, gracias. Por cierto... -Sirius la miro con curiosidad-. ¿Por que tú y el profesor Snape me llamaron "Alexandra"? yo me llamo Alejandra
-Es que... nos recordaste a alguien que conocimos cuando estuvimos en Hogwarts. Ella siempre se metía en nuestras peleas para evitar que nos matáramos.
-Ah, bueno
-Y hablando de eso...
Rini se llevó automáticamente una mano a su mejilla. Sirius le tomo la mano para bajarla y dejar al descubierto la mejilla, todavía herida.
-No debiste meterte en medio
-Era solo para...
-Evitar que hiciéramos una tontería
-Pues sí
Sirius soltó su mano con delicadeza pero le beso la mejilla. Rini se volvió a ruborizar y a tocarse la mejilla, pero esta vez por el beso.
-¡12 minutos!
Tanto el adulto como la chica se acercaron a los demás. Sirius volvió a montar el en hipogrifo y miró a los chicos y a la brije. Dio la vuelta a Buckbeak, orientándolo hacia el cielo abierto.
-¡Nos volveremos a ver! —dijo—. ¡Verdaderamente, Harry, te pareces a tu padre!
Presionó los flancos de Buckbeak con los talones. Harry y las chicas se echaron atrás cuando las enormes alas volvieron a batir. El hipogrifo emprendió el vuelo...
Animal y jinete empequeñecieron conforme los miraban... Luego, una nube pasó ante la luna... y se perdieron de vista.
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