Tercera Prueba. El Regreso de la Oscuridad
El desayuno fue muy bullicioso en la mesa de Gryffindor la mañana de la tercera prueba. Las lechuzas llevaron a Harry una tarjeta de Sirius para desearle buena suerte. No era más que un trozo de pergamino doblado con la huella de una pata de perro, pero Harry la agradeció de todas maneras. Llegó una lechuza para Hermione llevándole su acostumbrado ejemplar de El Profeta. Lo desplegó, miró la primera página y escupió sin querer el jugo de calabaza que tenía en la boca.
— ¿Qué...? —preguntaron al mismo tiempo Harry y Ron, mirándola.
—Nada —se apresuró a contestar ella, intentando retirar el periódico de la vista.
Pero Ron lo cogió. Miró el titular, y dijo:
—No puede ser. Hoy no. Esa vieja rata...
— ¿Qué? —Preguntó Harry—. ¿Otra vez Rita Skeeter?
—No —dijo Ron, e, igual que había hecho Hermione, intentó retirar el periódico.
—Es sobre mí, ¿verdad?
—No —contestó Ron, en un tono nada convincente.
Pero, antes de que Harry pudiera pedirles el periódico, Draco Malfoy gritó desde la mesa de Slytherin:
— ¡Eh, Potter! ¿Qué tal te encuentras? ¿Te sientes bien? ¿Estás seguro de que no te vas a poner furioso con nosotros?
También Malfoy tenía en la mano un ejemplar de El Profeta. A lo largo de la mesa, los de Slytherin se reían y se volvían en las sillas para ver cómo reaccionaba Harry.
—Déjame verlo —le dijo Harry a Ron—. Dámelo.
A regañadientes, Ron le entregó el periódico. Harry le dio la vuelta y vio su propia fotografía bajo un titular muy destacado:
HARRY POTTER, «TRASTORNADO Y PELIGROSO»
En todo el artículo hablaba lo que le había pasado a Harry durante la clase de Adivinación respecto al dolor de la cicatriz, había varias aseveraciones de algunos Medimagos, decían que sólo eran inventos del chico con tal de llamar la atención. Y para rematar, había una «entrevista en exclusiva» de los Slytherin delatando la habilidad de Harry de hablar pársel.
— ¿Por qué esto no me sorprende? —comentó Alex con sarcasmo
—Ya no me tiene tanto cariño, ¿verdad? —dijo Harry sin darle importancia y doblando el periódico.
En la mesa de Slytherin, Malfoy, Crabbe y Goyle se reían de él, atornillándose el dedo en la sien, poniendo grotescas caras de loco y moviendo la lengua como las serpientes.
— ¿Cómo ha sabido que te dolió la cicatriz en clase de Adivinación? —preguntó Ron—; Ella no podía encontrarse allí, y es imposible que pudiera oír...
—La ventana estaba abierta. La abrí para poder respirar.
— ¡Estabas en lo alto de la torre norte! —objetó Hermione—. ¡Tu voz no pudo llegar hasta abajo!
—Bueno, eres tú la que se supone que está investigando métodos mágicos de escucha —dijo Harry—. ¡Dinos tú cómo lo hace!
—Es lo que intento averiguar —admitió Hermione—. Pero... pero...
De repente, la cara de Hermione adquirió una expresión extraña y absorta. Levantó una mano lentamente y se pasó los dedos por el cabello.
— ¿Te encuentras bien? —le preguntó Ron, frunciendo el entrecejo.
—Sí —musitó Hermione. Volvió a pasarse los dedos por el cabello y luego se llevó la mano a la boca, como si hablara por un walkie-talkie invisible. Harry y Ron se miraron sin comprender. —Se me acaba de ocurrir algo —explicó Hermione, mirando al vacío—. Creo que sé... porque entonces nadie se daría cuenta... ni siquiera Moody... y ella podría haber llegado al alféizar de la ventana... Pero no puede hacerlo... lo tiene tajantemente prohibido... ¡Creo que la descubrí! Necesito ir dos segundos a la biblioteca... ¡Sólo para asegurarme!
Diciendo esto, Hermione cogió la mochila y salió corriendo del Gran Comedor.
—O.K. No entendí que paso —murmuró Xóchitl—. ¿O tú que dices, Alex? ¿Alex?
La chica se veía algo concentrara. Al parecer, pensaba lo mismo que Hermione, pero no decía nada.
—Tierra llamando a Alex ¡Despierta!
— ¿Qué? ¡Ah, perdón!
— ¿Qué te pasa?
—Nada, sólo estaba pensando
—Eso se notó, pero ¿en qué?
—Creo que igual descubrí como le hace Skeeter para andar de chismosa sin que la pesquen
—Como digas. Pero ya tienen que irse, dentro de poco tendrán el examen de Historia de la Magia
—Ni me lo digas —pidió Alex con fastidio—. Me da una santa flojera esa clase, pero ni modo
La profesora McGonagall llegó hacia los chicos bordeando la mesa de Gryffindor.
—Potter, después de desayunar los campeones tienen que ir a la sala de al lado —dijo.
— ¡Pero la prueba no es hasta la noche! —exclamó Harry, manchándose de huevo revuelto el uniforme y temiendo haberse confundido de hora.
—Ya lo sé, Potter. Las familias de los campeones están invitadas a la última prueba, ya sabes. Ahora tienes la oportunidad de saludarlos.
Se fue. Harry se quedó mirándola con la boca abierta.
—No esperará que vengan los Dursley, ¿verdad? —le preguntó a Ron, desconcertado.
—Ni idea —dijo Ron—. Será mejor que nos demos prisa, Harry, o llegaremos tarde al examen de Binns. Hasta luego.
Ron y Alex salieron del Gran Comedor y se fueron al aula de Binns.
— ¿Quién crees que haya venido a ver a Harry? Porqué no creo que esos muggles vengan.
—Ni idea. Pero... —de la nada, Alex le dio un golpe en la cabeza a Ron.
— ¡Auch! ¿Y eso por qué?
— ¡Por tonto, cabeza dura!
— ¿Qué?
—Ya se que ya vamos a acabar el año ¡Pero no se me olvida que por tu culpa hiciste llorar a Hermione después del Baile de Navidad por tus estúpidos celos!
— ¿En serió? No lo sabía
—Claro que no. A menos de que Hermione fuera algo de comer ahí si te preocuparía. Será mejor irnos al examen o llegaremos tarde.
Los dos se fueron al examen y enfrente del salón esperando a entrar estaba Hermione. Ron se sintió un poco mal en cuanto la vio por lo que le dijo Alex. Los tres entraron al examen, lo bueno es que Alex lograba repasar (y no quedarse dormida en clase) gracias a Hermione, por lo que el examen le pareció fácil; aunque no se podía decir lo mismo de Ron al ver la cara de sufrimiento que tenía.
Saliendo del examen, algunos de sus compañeros se veían abatidos.
—Odio esta asignatura —dijo Ron, claramente fastidiado
—Si pusieras más atención, no la odiarías —dijo Hermione
—Lo dice la primera de la clase que no se aburre con ninguna clase
—Chicos, ya no peleen ¿de acuerdo? —intervino Alex, claramente cansada de las discusiones de sus amigos sin importar que tan serias o ridículas pudieran llegar a ser.
Los dos se callaron y se fueron al Gran Comedor, pero Hermione se fue por otro camino y los dos supusieron que se fue a la biblioteca otra vez. Al llegar al Gran Comedor tuvieron una sorprenda. Sentados junto a Harry estaban Bill y la Sra. Weasley.
— ¡Mamá, Bill! —Exclamó Ron, atónito, acudiendo a la mesa de Gryffindor—. ¿Qué hacen aquí?
—Hemos venido a ver a Harry en la última prueba —dijo con alegría la Sra. Weasley—. Tengo que decir que me gusta el cambio, no tener que cocinar. ¿Qué tal el examen?
—Eh... bien —contestó Ron—. No pude recordar todos los nombres de los duendes rebeldes, así que me inventé algunos. Pero bien —añadió, sirviéndose empanada de Cornualles, mientras su madre lo miraba con severidad—. Todos se llaman cosas como Bodrod el Barbudo y Urg el Guarro, así que no fue difícil.
—Hola Sra. Weasley —saludó Alex
Pero la mujer no le respondió el gesto. Eso les sorprendió a Harry y Ron hasta que el azabache entendió lo que paso, la Sra. Weasley sí creía lo que Skeeter escribió en el Corazón de Bruja.
Fred, George y Ginny fueron también a sentarse con ellos, y Harry lo pasó tan bien que le parecía estar de vuelta en La Madriguera. No se acordó de preocuparse por la prueba de aquella noche, y hasta que Hermione apareció en medio de la comida no recordó tampoco que ella había tenido una iluminación sobre Rita Skeeter.
— ¿Nos vas a decir...?
Hermione negó con la cabeza pidiendo que se callara, y miró a la Sra. Weasley.
—Hola, Hermione —la saludó ella, mucho menos afectuosa de lo habitual.
—Hola —le respondió Hermione, con una sonrisa que vaciló ante la fría expresión de la Sra. Weasley.
Harry miró a una y a otra, confirmando sus sospechas, y luego dijo:
—Sra. Weasley, usted no creería esas mentiras que escribió Rita Skeeter en Corazón de bruja, ¿verdad? Porque Hermione y yo no somos novios y Alex no tiene y nunca tendrá algo que ver con Snape.
— ¡Ah! —Exclamó la señora Weasley—. No... ¡Por supuesto que no!
Pero a partir de ese momento empezó a mostrarse más cariñosa con las chicas.
—Gracias por eso —susurró Alex a Harry
El chico solo le sonrió. No le agrado ver esa actitud de la Sra. Weasley hacia sus amigas por culpa de la chismosa de Skeeter.
La tarde y la noche estuvo tranquilo hasta que llego la hora de la Tercera Prueba. Llegaron al campo de Quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico. Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.
—Estaremos haciendo una ronda por la parte exterior del laberinto —dijo la profesora McGonagall a los campeones—. Si tienen dificultades y quieren que los rescaten, lancen al aire chispas rojas, y uno de nosotros irá a salvarlos, ¿entendido?
Los campeones asintieron con la cabeza.
—Pues entonces... ya pueden irse—les dijo Bagman con voz alegre a los cuatro que iban a hacer la ronda.
—Buena suerte, Harry —susurró Hagrid, y los cuatro se fueron en diferentes direcciones para situarse alrededor del laberinto.
Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró « ¡Sonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:
— ¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos del colegio Hogwarts! —Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro—. En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! —Más aplausos—. Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons!
Harry pudo distinguir a duras penas, en medio de las tribunas, a la señora Weasley, Bill, Ron y las chicas, que aplaudían a Fleur por cortesía.
Los saludó con la mano, y ellos le devolvieron el saludo, sonriéndole.
— ¡Entonces... cuando sople el silbato, entrarán Harry y Cedric! —Dijo Bagman—. Tres... dos... uno...
Dio un fuerte pitido, y Harry y Cedric penetraron rápidamente en el laberinto.
Todo Hogwarts apoyaba a Harry y Cedric, justamente la mitad de los alumnos apoyaban a Potter y la otra mitad a Diggory.
Bagman dio otro pitido y Krum entró corriendo al laberinto. Alex pudo ver a Curio junto con los otros alumnos de Durmstrang apoyando a Krum. Y diez minutos después, Bagman dio el último pitido y Fleur entró corriendo al laberinto; ya todos los campeones estaban adentro.
—Bueno, sólo. La queda esperar —dijo Alex a Xóchitl
—Quisiera que pudiéramos saber que esta pasando ahí adentro
—También yo, me preocupa que clase de criaturas habrán allá.
—Quien sabe
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Mientras los alumnos indagaban lo que estuviera pasando en el laberinto, Los profesores Dumbledore y Snape hablaban de manera muy sería.
—Entonces... Al final de cuentas Karkarov piensa huir
—Si, me dijo que lo haría en cuanto terminara el Torneo
—Me alegra saber que tú no lo harás
—Te lo dije en el Baile de Navidad... No soy tan cobarde
Dumbledore soltó una pequeña risa.
— ¿Qué te parece gracioso?
—Que todavía me parece que seleccionamos a nuestros alumnos demasiado pronto
—Trece años conociéndote a fondo y sigo sin saber de que tanto me hablas
—Y creo que seguirás así por un rato más
Severus rodó los ojos con fastidio. A veces ese viejo lo desesperaba a más no poder.
Se alejó del director y se acercó a las gradas para vigilar a los alumnos, y pudo mirar directamente a Alex charlando con la loba. A pesar de que honestamente le alegró que la chica lo invitara a su fiesta de cumpleaños, sentía que debía decirle la verdad sobre su pasado para que pudiera confiar en él, sentía la necesidad de confesarle sus sentimiento hacia ella de una buena vez.
Vio que la chica se bajaba de la gradas sin la compañía de su «mascota», supuso que iría al baño of algo así. Pero de pronto, aparecieron chispas rojas del cielo y del laberinto salió inconsciente Fleur Delacour; diez o quince minutos después apareció, igual inconsciente Viktor Krum. Lo que más le sorprendió y preocupo fue ver a Alex salir de entré las gradas para internarse violentamente al laberinto.
McGonagall y los demás la llamaban a gritos incluyendo a Xóchitl, pero la chica ya se había internado en el laberinto mágico.
Eso le dio muy mala espina, sabía que esa niña podría ser muy imprudente pero ¿Entrar al laberinto? ¿Para qué?, a menos de que Potter demostrara ser tan incompetente como es en realidad y ella tuvo que ir a salvarle el trasero. Estaba por acercarse a los límites del laberinto donde estaban las demás autoridades que continuaban llamando a la latina, cuando de pronto sintió un horrible ardor en su antebrazo izquierdo, como si le tocarán el brazo con un metal al rojo vivo y fue entonces que entendió que era. Se ocultó más entre las sombras, se levantó la manga y vio con horror que la marca tenebrosa volvía a ser negra y clara como en los días de oscuridad y poder del Señor Tenebroso.
Busco con la mirada a Dumbledore y lo vio hablando de manera acelerada y preocupada con McGonagall. Volvió a acomodarse la manga y se acercó al director y a la subdirectora.
—Profesor Dumbledore
—Severus ¿ocurre algo?
—Necesito decirle algo urgentemente
El anciano director al escuchar como el pocionista hacia énfasis en «urgente» pensó lo peor. Se disculpó con la profesora y él y Severus se alejaron de los demás para hablar con más calma.
— ¿Qué ocurre, muchacho?
—El señor Tenebroso
—Severus... No me digas que...
El oscuro profesor solo se limitó con mostrarle la marca al director, quién se puso pálido.
—Así que por eso metieron a Harry en el torneo —murmuró Dumbledore
— ¿Qué?—dijo Severus, sin entender lo que decía el director
—Había un mortífago infiltrado entre nosotros y de ese modo coló a Harry al torneo
—Ya lo habíamos discutido, incluso sospechamos de Karkarov, pero no supimos de quien
—Seguramente se hizo pasar por otra persona...
Entonces a los dos les llego la respuesta. Se asomaron y vieron que entre los maestros faltaba un personaje en particular.
— ¡Cómo es que no nos dimos cuenta antes! —exclamo Dumbledore, claramente molesto
—Macías
— ¿Qué?
— ¡La Srta. Macías salió corriendo hacia el laberinto! ¡De seguro debió de haber escuchado el plan del mortífago infiltrado y en seguida decidió ir a ayudar a Potter!
—Y lo peor de todo es que no podemos ayudarlos porque no sabemos donde están
Severus comenzó a caminar como león enjaulado y a desacomodarse el cabello de manera desesperada. Dumbledore lo miraba con tristeza, sabía que Alex significaba mucho para el oscuro profesor y el simple hecho de pensar que la perdería de un momento a otro lo alteraría demasiado.
—Severus por favor cálmate...
— ¡No puedo Albus! ¡No sabemos donde están esos chiquillos y que estará haciéndoles el señor tenebroso! ¡Y TU SOLO TE CONFORMAS CON DECIRME QUE ME CALME CUANDO SABES QUE ESTO ME ESTA ALTERANDO LOS NERVIOS!
Siguió andando, ignorando por completo a Dumbledore. Rezaba por que tanto Alex como Potter estuvieran a salvo y no ante el señor tenebroso.
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Alex y Xóchitl no le quitaban los ojos del encima al laberinto, aunque no podían evitar comenzar a bostezar porque ya se estaban aburriendo. La chica se puso de pie, llamando la atención de sus amigos.
— ¿Qué pasa, Alex? —pregunto Hermione
—Voy a estirar las piernas un rato, creo que va para largo esto del laberinto
—Está bien —dijo Xóchitl, estirándose un poco—. Sólo espero que no tardes mucho
—Si, mamá —bajó y comenzó a caminar
Mientras andaba, se estiraba un poco.
—Dios ¿Cuánto les falta para regresar?
Al salir del campo de Quidditch escuchó a alguien hablando, pero no reconocía de quien era y no parecía que fuera algún profesor. Se concentró en escuchar el origen de la voz y se acercó un poco hasta que lo alcanzo a entender con claridad.
—El plan esta marchando a la perfección, todo esta saliendo como debe. Una de nuestras víctimas ya esta cerca del objetivo, sólo falta la otra. Muy pronto... El señor tenebroso regresará y será el fin de Potter justamente cuando toqué la Copa de los Tres Magos, la cual lo guiará hasta mi amo.
Alex sintió una opresión en el pecho al escuchar eso, tenían razón al decir que alguien metió a Harry al torneo para que muriera pero ¿Ayudar a regresar a Voldemort y usar a su amigo como carnada o lo que fuera? No podía quedarse así, Harry estaba en peligro y tenía que hacer algo rápido.
Sabía que nadie le creería lo que acababa de escuchar, por lo que decidió actuar sola. Empezó a correr hacia el laberinto y vio que Fleur y Krum ya habían salido pero se preocupó más al ver que ni Harry ni Cedric habían regresado.
No podía ser posible, entonces lo que escucho fue cierto. Corrió lo más rápido que pudo y se internó en el laberinto. Escuchó la voz de los demás llamándola pero no les hizo caso, se internó lo más pudo y comenzó a correr en todo el laberinto; pero comenzó a desesperarse porque no encontraba a Harry y más de una vez se encontraba un callejón sin salida.
— ¿DÓNDE TERMINA ESTE LABERINTO?
Le dio un puñetazo a uno de los setos y de pronto se hizo un hoyo. Pero ahí no se detuvo, siguió extendiéndose por todo el laberinto hasta que pudo ver un resplandor azul al final y le pareció ver a dos personas cerca de él.
— ¡Harry! ¡Cedric!
Aprovechando el hoyo, comenzó a correr lo más rápido que pudo. Vio que los chicos estaban dispuestos a tocar lo que fuera que irradiará luz y se dio cuenta de que era la Copa de los Tres Magos.
— ¡No lo toquen!
Los chicos voltearon y se sorprendieron al ver a Alex llegar detrás de ellos con la respiración acelerada y recargada en sus rodillas para recuperar el aire.
— ¿Alex? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué...?
La chica vio que Harry tenía una pierna herida, pero ignoro eso y trato de calmarse.
—Eso... No importa... Ahora... —logró acompasar su respiración y se acercó a los chicos—. ¡No toquen la copa! ¡Debemos salir de aquí ahora!
— ¿Por qué? ¿Qué pasa? —insistió Harry
—Lo que pasa es que...
Escucharon un ruido detrás de ellos y vieron que se trataba de una acromantula. Los tres se hicieron para atrás, casi encima de la copa. La enorme araña se abalanzó sobre los jóvenes y ellos se hicieron para atrás pero haciendo que tocarán la copa.
Al instante, sintieron una sacudida en el estómago. Sus pies despegaron del suelo. No podían aflojar la mano que sostenía la Copa de los tres magos: los llevaban hacia delante, en un torbellino de viento y colores.
Los tres sintieron que los pies daban contra el suelo. La pierna herida de Harry flaqueó, y cayó de bruces. La mano, por fin, soltó la Copa de los tres magos.
— ¿Dónde estamos? —preguntó Cedric sacudiendo la cabeza.
Se levantó, ayudó a Harry a ponerse en pie, y los dos miraron el entorno. Alex también miró el lugar y hacia que se pusiera nerviosa.
Habían abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo. Se hallaban en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica. Cedric miró la Copa, luego a Harry y al final a Alex
— ¿Te dijo alguien que la Copa fuera un traslador? —preguntó.
—Nadie —respondió Harry, mirando el cementerio. El silencio era total y algo inquietante—. ¿Será esto parte de la prueba?
—Ni idea —dijo Cedric. Parecía nervioso—. ¿No deberíamos sacar la varita?
—Sí —asintió Harry, contento de que Cedric se hubiera anticipado a sugerirlo—, pero —miro a Alex y se dio cuenta de que algo no cuadra bien en lo que pasaba—. Alex ¿era esto lo que trasteabas de decirnos?
Alex lo miró sería y asintió. Los tres sacaron las varitas, seguían observando a su alrededor y tenían la extraña sensación de que los vigilaban.
—Chicos, creo que alguien viene —dijo de pronto Alex
Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas. No podían distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, parecía que llevaba algo en ellos. Quienquiera que fuera, era de pequeña estatura, y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro. La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé... ¿o era simplemente una túnica arrebujada? Vieron que al fin se detuvo junto a una enorme lápida vertical de mármol, a dos metros de ellos.
Durante un segundo, los chicos y el hombrecillo no hicieron otra cosa que mirarse.
Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz empezó a dolerle a Harry y por alguna extraña razón Alex se empezó a sentirse mal. Se le doblaron las rodillas y cayeron bruscamente; por el dolor que sentía cada uno no lograban ver bien lo que pasaba. Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyeron una voz fría y aguda que decía:
—Mata al otro.
Entonces escucharon un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la noche estas palabras:
— ¡Avada Kedavra!
A través de los párpados cerrados, percibieron el destello de un rayo de luz verde, y oyeron que algo pesado caía al suelo, a su lado. Aguantando el dolor, abrieron los ojos para saber que pasaba.
Cedric yacía a su lado, sobre la hierba, con las piernas y los brazos extendidos. Estaba muerto.
Antes de que pudieran asimilar lo que veían, antes de que pudiera sentir otra cosa que aturdimiento e incredulidad, alguien los levantó por medio de magia.
El hombrecillo de la capa había posado su lío de ropa y, con la varita apuntando a los chicos, arrastraba a los dos Gryffindor hacia la lápida de mármol. A la luz de la varita, vieron el nombre inscrito en la lápida antes de ser arrojados contra ella:
TOM RYDDLE
El hombre de la capa hizo aparecer por arte de magia unas cuerdas que sujetaron firmemente a los jóvenes, atándolos a la lápida desde el cuello a los tobillos. Forcejearon, y el hombre golpeó a Harry: lo golpeó con una mano a la que le faltaba un dedo, y entonces comprendieron quién se ocultaba bajo la capucha: Colagusano.
— ¡Tú! —dijo Harry jadeando.
— ¡Maldita rata! ¡Espera a que te ponga las manos encima! —gritó Alex
Pero Colagusano, que había terminado de sujetarlos, no contestó: estaba demasiado ocupado comprobando la firmeza de las cuerdas, y sus dedos temblaban incontrolablemente hurgando en los nudos. Cuando estuvo seguro de que los había dejado firmemente atados a la lápida que no podían moverse ni un centímetro, Colagusano sacó de la capa dos tiras larga de tela negra y se las metió a la boca. Luego, sin decir una palabra, les dio la espalda y se marchó a toda prisa.
Los dos miraban atentos lo que pasaba, pero no podían ocultar el temor que sentían ante lo que podría hacerles Colagusano ahora que los tenía indefensos atados en esa lápida.
Oyeron un ruido a sus pies. Bajaron la mirada, y vieron una serpiente gigante que se deslizaba por la hierba, rodeando la lápida a la que estaban atados. Harry sintió que Alex se tensaba, no podía verla a la cara pero suponía que estaba aterrada ante la presencia de ese animal y entonces entendió lo que le pasaba: Alex debía de tenerle fobia a las serpientes.
Escucharon que algo pesado era arrastrado por el suelo, voltearon y vieron a Colagusano empujando un gran caldero de piedra de gran tamaño que podría caber sin problema un hombre sentado lleno de agua hacia una sepultura. Ya que estuvo acomodada, le prendió fuego y comenzó a borbotear el agua.
La rata se acercó al lío de ropa que dejo en el suelo, el cual se movía bruscamente y adentro de ahí se escucho la misma voz fría de antes.
— ¡Date prisa!
Abrió el lío de ropa y los chicos se horrorizaron al ver una criatura desagradable del tamaño de un bebé y extremadamente delgada. Levanto los brazos hacia Colagusano, quien lo levanto y lo llevo hasta el caldero. Sin ninguna delicadeza, lo arroyo dentro del mismo.
Levanto la varita y comenzó a recitar un conjuro.
— ¡Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo!
La superficie de la sepultura se resquebrajó a los pies de los chicos y vieron con horror que salía de debajo un fino chorro de polvo y caía suavemente en el caldero. La superficie diamantina del agua se agitó y lanzó un chisporroteo; arrojó chispas en todas direcciones, y se volvió de un azul vivido de aspecto ponzoñoso.
En aquel momento, Colagusano estaba lloriqueando. Sacó del interior de su túnica una daga plateada, brillante, larga y de hoja delgada. La voz se le quebraba en sollozos de espanto.
— ¡Carne... del vasallo... voluntariamente ofrecida... revivirás a tu señor!
Extendió su mano derecha, la mano a la que le faltaba un dedo. Agarró la daga muy fuerte con la mano izquierda, y la levantó.
Harry y Alex cerraron los ojos a tiempo para no ver que lo que hizo, pero no pudieron evitar escuchar el grito de dolor de la rata, la cual seguía gritando y gimiendo de dolor. La poción se había vuelto de un rojo ardiente. Colagusano sollozaba y gemía de dolor. Ninguno de los dos se dio cuenta de que de pronto Colagusano se encontraba justo delante de ellos.
—Sa... sangre del enemigo... tomada por la fuerza... resucitarás al que odias.
Con la misma daga con la que se cortó la mano, la uso para rasgarle el antebrazo derecho a Harry de un movimiento seco. Alex se sentía horrorizada ¿Qué planeaba hacer esa rata con todo eso? Cuándo la rata se alejó, vio que la daga estaba cubierta de sangre en la parte afilada.
Al instante el líquido adquirió un color blanco cegador y un espeso humo. No se veía lo que estaba pasando cuando el humo comenzó a disiparse, vieron con horror que de él, surgió un hombre alto y delgado como un esqueleto.
— ¡Vísteme!
El ex-merodeador obedeció y tomó el lío de ropa (la cual era una túnica) y le coloco encima. El hombre salió del caldero y comenzó a revisarse el cuerpo. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios. Las manos eran como grandes arañas blancas; con los largos dedos se acarició el pecho, los brazos, la cara. Los rojos ojos, cuyas pupilas eran alargadas como las de un gato, refulgieron en la oscuridad. Levantó las manos y flexionó los dedos con expresión embelesada y exultante.
Entonces los chicos comprendieron lo paso: Lord Voldemort había vuelto.
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