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Noticias Inesperadas

Sabía que con su estado era peligroso usar la Aparición, pero con lo que pasó hace unos segundos en la boda, no tenían otra opción de vía de escape más que esa. Sus pies tocaron tierra, pero aún seguía con los ojos cerrados y tomando firmemente la mano que sujetaba.

—Alex, ya puedes soltarme. Estamos a salvo —escuchó la voz de Hermione

La latina abrió los ojos y vio que estaban en un barrio muggle. Hermione se soltó de ella y de Harry, quien ya había recuperado su apariencia normal, y comenzaron a caminar por las calles sin rumbo.

—Hermione ¿dónde estamos? —preguntó Ron, tratando de alcanzar a la castaña

—En Tottenham Court Road. Tenemos que encontrar un lugar donde cambiarnos de ropa.

—Hermione, nuestras cosas se quedaron en La Madriguera. Debí guardar la Capa Invisible debajo de...

—Harry tranquilo. Aquí tengo todo

—¿Qué? —exclamaron los chicos a la vez

—Primero encontremos un lugar seguro y luego preguntan —contestó Alex

—Alex ¿No te preocupa al menos un poco en que dejaste a Xóchitl? —preguntó Ron con tono sarcástico, el cual no le salía muy bien

—Xóchitl está aquí conmigo

—¿Pero cómo...?

Antes de que alguno de los dos dijera algo, el brazo izquierdo de Alex donde si no mal recordaban ahí la chica tenía el símbolo de su Alianza con la loba. También un brillo apareció en su pecho de cual salió un resplandor morado haciendo que apareciera la loba.

Harry y Ron se sorprendieron al ver a Xóchitl aparecer de esa manera.

—¿Pero cómo...?

—Es un método de protección que la Alianza nos da para proteger a nuestro brije. Aunque a veces este brije no se quede quieto.

—Oye, esto solamente lo hemos hecho dos veces y a salido bien —se defendió Xóchitl

—Pero la primera vez estuviste de inquietita —reclamó Alex

—¡Ya te había dicho el porqué!

—¡Las dos quieren calmarse! ¡Estamos en una situación seria! —les recordó Hermione

—Perdón —se disculparon las latinas

—Ahora, hay que buscar donde cambiarnos

—¿Pero dónde quieres...?

Antes de que Ron siguiera hablando, Alex tomó a los chicos del cuello de las camisas y los arrastró hasta un callejón oscuros, seguidos por Hermione y Xóchitl. La castaña abrió el bolso de cuentas que traía desde la boda y comenzó a rebuscar en él hasta que empezó a sacar ropa de ahí: Pantalones, camisas y la Capa Invisible. Tanto Harry como Ron no daban crédito a lo que veían.

—¿Cómo rayos...? —dijo Harry, mientras tomaba la ropa

—Encantamiento de extensión indetectable —recitó Hermione—. Difícil, pero creo que lo he hecho bien. Bueno, el caso es que conseguí meter aquí dentro todo lo que necesitábamos. —Y le dio una pequeña sacudida al bolsito, de aspecto frágil; varios objetos pesados rodaron en su interior y se oyó un eco, como el que habría resonado en la bodega de un carguero—. ¡Rayos! Eso son los libros —musitó mirando dentro—, y los había ordenado todos por temas. Bueno... Chicos dense prisa y cámbiense.

—¿Cuándo has hecho todo esto? —preguntó Harry mientras Ron se quitaba la ropa.

—Desde hace días. No sé porque tenía el presentimiento de que en cualquier momento necesitaríamos salir de La Madriguera con urgencia, así que...

—¡Eres brillante Hermione! —exclamó Ron, realmente feliz

—Gracias —respondió Hermione, algo roja

En cuanto los chicos terminaron de cambiarse y le dieron sus cosas a Hermione, los dos tuvieron que darse la vuelta y vigilar que no se acercará nadie mientras las chicas se cambiaban. Xóchitl tomó forma humana y ayudó a las chicas a cambiarse; ya que estuvieron listas (Xóchitl volvió a su forma animal y adoptó la apariencia de siempre de Husky) y guardaron todo, los cinco se pusieron en marcha en busca de un lugar que fuera seguro.

Con el escándalo de las calles y todavía con la adrenalina de lo que pasó en la boda, optaron por ir a un café muggle para tratar de calmarse y pensar mejor las cosas. Xóchitl tuvo que escabullirse y esconderse bajo la mesa para que los meseros no la vieran, al local no podían entrar animales.

Pasados uno o dos minutos, Ron dijo:   

—Pues el Caldero Chorreante no queda muy lejos. Está en Charing Cross.

—¡No podemos ir, Ron! —saltó Hermione.

—No propongo que nos quedemos allí, solo que vayamos para enterarnos de qué está pasando.

—¡Ya sabemos qué está pasando! Voldemort se ha apoderado del ministerio, ¿qué más necesitamos que nos digan?

—¡Bien, bien! Solo era una idea.

Una mesera llegó y les tomó la orden; Hermione pidió un Capuchino y Ron otro (a falta de conocimiento de las bebidas muggle), mientras que Alex y Harry un Moka (el azabache no tenía cabeza para pensar en otra cosa y pues optó por el de su amiga). De pronto, las puertas del local se abrieron y entraron un par de obreros fornidos.

Alex y Harry notaron que algo extraño no andaba bien entre los dos hombres que entraron; vieron que de pronto llevaron sus manos a los bolsillos de sus trajes con lentitud y con esa misma lentitud sacaban algo de ahí: varitas.

Los chicos se dieron cuenta a tiempo y tomaron a Ron y Hermione de la ropa y los obligaron a tirarse al suelo. Comenzó un duelo dentro de la cafetería hasta que finalmente los cuatro amigos lograron noquear a sus atacantes; se acercaron a ellos y lograron identificarlos.

Harry se abrió paso entre aquel estropicio hasta donde yacía el mortífago rubio y corpulento, tendido sobre el banco.

—Debí haberlo reconocido; estaba en el castillo la noche en que murió Dumbledore —comentó, y acto seguido le dio la vuelta al otro con el pie; el mortífago miró con nerviosismo a los cuatro.

—Este es Dolohov —dijo Ron—. Vi su fotografía en unos antiguos carteles de busca y captura que difundió el ministerio. Creo que el otro es Thorfinn Rowle.

—¡Qué más da cómo se llamen! —chilló Hermione—. Lo que importa es cómo nos han encontrado y qué vamos a hacer ahora.

Curiosamente, el pánico de la chica le despejó la cabeza a Harry.

—Echa el cerrojo de la puerta —ordenó—. Y tú, Ron, apaga las luces.

Sin dejar de pensar a toda prisa, Harry miró al paralizado Dolohov mientras Hermione cerraba la puerta y Ron utilizaba el desiluminador para dejar la cafetería a oscuras.

—¿Qué hacemos con ellos? —le susurró Ron en la oscuridad y, bajando más la voz, agregó—: ¿Matarlos? Ellos nos matarían si pudieran; casi lo consiguen.

Estremeciéndose, Hermione dio un paso atrás y Harry negó con la cabeza.

—Ron, sé que casi nos matan estos dos —dijo Alex, señalando a los mortífagos; uno petrificado y otro inconsciente—. ¡Pero, por favor no digas estupideces!

—¡Solo era una idea! —se defendió el pelirrojo

—Les borraremos la memoria —decidió Harry antes de que Alex y Ron siguieran peleando—. Eso es lo mejor; así nos perderán el rastro. Si los matamos, quedará claro que hemos estado aquí.

—Tú mandas —aceptó Ron con alivio—. Pero yo nunca he hecho un encantamiento desmemorizante.

—Yo tampoco —terció Hermione—, pero sé la teoría. —Inspiró hondo para tranquilizarse, apuntó a la frente de Dolohov con la varita y dijo—: ¡Obliviate!

Repitió el hechizo con Rowle, en cuanto la castaña terminó los cuatro los acomodaron en unas mesas y limpiaron el local. Ron encendió las luces y los cuatro amigos y la loba salieron por la puerta trasera.

Harry y Ron iban al frente con la guardia en alto mientras que las chicas iban detrás de ellos, tratando de alcanzarlos ya que caminaban más rápido que ellas.

—Alex

—¿Qué sucede Hermione?

—¿Estás bien?

—Sí ¿Por qué...?

—Solo quiero saber si tu bebé está bien

Alex se llevó inconscientemente las manos al vientre esperando sentir alguna anomalía, pero no sintió nada. Alex soltó un suspiro de alivio al darse cuenta que su bebé estaba bien.

«Menos mal que no te paso nada, pequeño» pensó la latina.

Siguieron caminando y pensando en dónde quedarse hasta que Harry sugirió Grimmauld Place. Hermione se opuso al principio, pero lo volvió a pensar y a regañadientes accedió a que fueran allá.

Al llegar pensaron en la ubicación y la casa comenzó a aparecer ante ellos. Tanto Harry como Alex sintieron un nudo en la garganta ante los recuerdos que comenzaron arremolinarse en sus mentes sobre Sirius. Cuando la casa terminó de aparecer, los cuatro entraron.

A pesar de que sabían que el lugar estaba abandonada, los cuatro desenvainaron las varitas y se pusieron alerta. Se acercaron un poco y pudieron comprobar que alguien ya había entrado a la casa, puesto que algunas cosas estaban tumbadas en el suelo. Harry dio un paso adelante y entonces se escuchó una voz que se parecía a la de Ojoloco Moody.

—¿Severus Snape?

Entonces una especie de corriente de aire les pasó zumbando por encima de la cabeza y la lengua se les enrolló, impidiéndoles hablar. Pero ni siquiera tuvieron tiempo de tocarse la boca para ver qué les estaba ocurriendo, pues al punto la lengua se les desenrolló.

—¡Eso ha de... debido de ser la ma... maldición lengua atada que Ojoloco puso contra Snape! —balbuceó Hermione

Harry dio otro paso cauteloso y algo se movió en la oscuridad al fondo del vestíbulo. Antes de que alguno de los cuatro pudiera decir algo, una figura alta, grisácea y terrible surgió de la alfombra. La figura gris —de rostro descarnado, mejillas hundidas y cuencas vacías— se deslizaba hacia ellos, cada vez más deprisa, con la larga cabellera y la barba moviéndose hacia atrás. Era un rostro espantosamente familiar, aunque alterado de forma grotesca. La criatura levantó un esquelético brazo y señaló a Harry.

—¡No! —gritó el chico pero, aunque levantó la varita, no se le ocurrió ningún hechizo—. ¡No, no! ¡No fuimos nosotros! ¡Nosotros no lo matamos!

Al pronunciar la palabra «matamos», la figura estalló formando una gran nube de polvo. Harry, tosiendo y con los ojos llorosos, miró alrededor y vio a Alex temblando de pies y cabeza y por alguna razón con las manos sobre su vientre en un signo de protección y Xóchitl hecha un ovillo a sus pies, a Hermione acurrucada en el suelo, junto a la puerta, cubriéndose la cabeza con los brazos; a Ron, que temblaba de pies a cabeza, dándole unas palmaditas en el hombro mientras le decía:

—No pasa na... nada, ya se ha i... ido.

El polvo se arremolinó alrededor de Harry como una neblina, atrapando la luz azulada de la lámpara de gas.

—Pero si era... era... —gimoteó Hermione mientras Ron la ayudaba a levantarse.

—Sí —afirmó Harry—, pero no era él. Sólo se trataba de un truco para asustar a Snape.

El azabache estaba por dar un paso hacia delante cuanto sintió que alguien lo sujetaba del brazo, volteó y vio que se trataba de Hermione.

—¿Qué sucede?

—Necesitamos revisar si no hay nadie más en la casa

—¿Pero cómo quieres...? —cortó su pregunta al ver a Hermione levantando su varita y apuntando al pasillo.

—¡Homenum revelio!

Pero no paso nada. Una vez asegurado de que todo estuviera bien, los cinco caminaron por el pasillo y comenzaron a revisar toda la casa de arriba a bajo. Se notaba que la casa ya estaba abandonada gracias a la suciedad y polvo que se acumulo, pero también se dieron cuenta de que alguien entró a inspeccionar porque el polvo no estaba esparcido uniformemente. Cuando terminaron de revisar, se fueron al salón a tratar de hablar acerca de lo que harían de ahora en adelante; de pronto Alex sintió una pequeña punzada de dolor en el vientre, por suerte Hermione y Xóchitl fueron las únicas que lo notaron y tomando a la latina del brazo las tres chicas salieron de ahí bajo la mirada de confusión de los chicos.

Subieron hasta el dormitorio donde se habían quedado hace dos años y Xóchitl cerró la puerta con seguro mientras Hermione sentaba a Alex con cuidado en la cama.

—Alex ¿Estás bien? —preguntó Hermione sentándose junto a ella y tomando su mano en señal de apoyo

—Sí, solamente que el bebé sigue algo alterado por las emociones de hoy —dijo la "azabache" con un deje de dolor en su voz

Hermione y Xóchitl se miraron con preocupación y al verlas así, Alex no pudo evitar sentir entre confusión y curiosidad.

—¿Qué pasa chicas? —Las dos siguieron mirándose hasta que rompieron contacto visual y miraron a la futura madre. Ella continuaba mirándole con duda—. ¿Qué?

—Bueno... —Xóchitl no se veía ni se escuchaba muy convencida, pero hizo un esfuerzo—. Hermione y yo hemos estado pensado en esto y creemos que... bueno, son dos cosas y es que...

—Deberías ir a un lugar con Xóchitl seguro mientras Harry, Ron y yo vamos en busca de los Horrocruxes —interrumpió Hermione

—¿¡Qué!?

—Y la otra cosa es, y sigo sin estar de acuerdo con eso, pero ni modo... —dijo la loba

—Es que deberías de decirle a Snape sobre... tu estado —concluyó la castaña

Alex miraba intercaladamente a sus amigas todavía sin poder creer lo que le acababan de decir. Lo de que no participará en la misión que Dumbledore les encomendó era comprensible por su estado. ¿Pero hablar con Snape? La chica se levantó de golpe y comenzó a caminar por toda la habitación como león enjaulado; Hermione y Xóchitl simplemente la miraban esperando a que se tranquilizara.

—Chicas, de verdad les agradezco que se preocupen por mi y todo. Entiendo que sea arriesgada la misión que Dumbledore nos asignó y quieren que esté a salvo ¿pero hablar con Snape? ¡Eso si que no!

—¡Alex! —exclamó Hermione, poniéndose de pie—. Sé que es difícil para ti decirle sobre esto, pero debes de entender de que, a pesar de que todo fue un engaño, él tiene derecho a saber

—Y los chicos decían que yo era la loca por defenderlo...

—Alex, Hermione tiene razón —intervino la loba—. Y por mucho que odie admitirlo... Snape tiene derecho a saber sobre esto. Sé que sigues enojada con él, y es comprensible, pero hay cosas que necesitas decirle y esto es una de ellas

La latina tenía que admitir que esto la tomó por sorpresa ¿Xóchitl defendiendo a Snape? Ahora sí la loba perdió la cabeza.

«Entre que esto debe de ser demasiado serio, y que Xóchitl está haciendo un gran esfuerzo para tragarse su ego para poder decirme todo esto» pensó Alex, todavía confundida

Bajo la mirada y apretó los puños con fuerza a causa del estrés y la confusión. Sus amigas estaban de pie mirándola esperando por su reacción.

—¿Alex?

—¿Y cómo esperan que se lo diga? —tanto Hermione como la brije se quedaron confundidas—. ¿Y cómo esperan que le diga? ¡No puedo llegar simplemente a su casa, tocar la puerta y decirle «Ah, hola Snape; sé que me viste la cara de idiota, con eso de que "me amas" y todo. Pero necesito decirte algo importante: vas a ser papá»! Sí, eso va a salir muy bien

—Bueno, si lo pones desde ese punto de vista, pues no. No se oye bien —opinó Xóchitl

—¿Ves? ¡Es imposible!—exclamó Alex

La chica se acercó a la ventana y se sentó en el alféizar de la ventana. Tanto Hermione como brije sabían que la condición de la futura madre era delicado y con las hormonas a flor de piel pues le era imposible pensar con claridad. Las dos se acercaron con lentitud a la puerta y salieron de la habitación para darle su espacio a Alex y dejarla pensar con más calma y con claridad.

Aunque ninguna de ellas se esperaba que alguien hubiera escuchado toda su conversación y justamente desde el viejo lienzo que a simple vista parecía vacío.

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Severus no sabía si estar tranquilo o más nervioso de lo que ya estaba. Había logrado distinguir a su pequeña entre los invitados de la boda Weasley a pesar de estar disfrazada de hombre.

«Para los demás no, pero para mí fue muy predecible pequeña» pensó Severus caminando por la sala de su casa hasta la chimenea.

Sabía que era arriesgado a donde iba, pero era la única persona con la que podía hablar y desahogarse un poco, o más bien el cuadro de la única persona con la que podía hablar. Y aprovecharía la oportunidad de que nadie se acercaba a ese despacho desde que el viejo director murió, y además de que aún era época de vacaciones. Tomó un poco de Polvos Flu que tenía sobre la chimenea y los arrojó a la chimenea.

—¡Despacho del director de Hogwarts! —se metió entre las llamas verdes y desapareció

Bruscamente como desapareció de su casa, apareció en el antiguo despacho de Dumbledore. Al salir, se limpió las cenizas de la ropa y salió del viejo dormitorio. Se asomó con cautela por la puerta y al ver que no había nadie salió hacia el despacho; le alegró ver que todos los cuadros de los viejos directores y directoras del castillo estaban cubiertos con telas negras. Miró por todo el despacho hasta que encontró el único cuadro que estaba al descubierto.

—Albus —llamó Severus

El viejo director estaba quieto en su lienzo y parecía profundamente dormido, pero Severus no se lo creyó. Se acercó al cuadro y le dio unos pequeños piquetes al cuadro con la intención de "despertarlo".

—Albus —llamó Severus con más fuerza

Pero Dumbledore seguía sin moverse. Ya empezando a perder la paciencia, Severus sacó su varita y apuntó a Dumbledore. Con un movimiento de varita y un hechizo no verbal, hizo aparecer en el cuadro del anciano una pluma la cual hizo que le hiciera cosquillas en la nariz al viejo. Dumbledore solamente se rascó la nariz y siguió "durmiendo", Severus sentía su sien palpitar a causa del coraje.

—Siempre haciéndote el tonto —con otro movimiento de varita hizo aparecer otras tres plumas y entre todas le hacían cosquillas al anciano director en toda la cara.

Severus solamente tuvo que esperar como cinco segundos antes de que Dumbledore comenzará a reír a carcajadas y se "despertara el todo". Con otro movimiento de varita hizo desaparecer las plumas en cuanto vio que Dumbledore ya había reaccionado.

—Hasta que reaccionas —dijo Severus, claramente molesto

—No era necesario... que hicieras eso —le reclamó Dumbledore, aun recuperándose de la risa

—Eso te pasa por no hacerme caso desde el principio —se defendió Severus

—¿Y a qué debo tu visita, muchacho? —preguntó Dumbledore, acomodándose las gafas de media luna

—Solo necesitaba hablar con alguien que no incluya en sus temas de conversación planes para asesinar muggles y obtener más poder. O que no rechace mi compañía... por ser un traidor —respondió Severus dejándose caer en la silla enfrente al escritorio del director

Dumbledore lo miró con lástima y se rascó la nariz en clara señal de pena.

—Muchacho, de verdad lo siento

—¿Por qué? ¿Por haberme forzado a seguir con mi promesa aun sabiendo que mis intenciones habían cambiando? Pues, disculpa no aceptada —dijo Severus desviando la mirada del cuadro, pero a la vez sintiéndose mal por hablarle así. Acababa de admitir que nadie quería su compañía y él llegaba a recriminarle todo lo malo que le pasaba.

—Severus, es normal que te sientas así, y tienes razón al culparme. Pero debes entender que ahora más que nunca tienes una razón para vivir

—Una razón que no quiere verme ni por error, ni en pintura —murmuró Severus

Entonces el pocionista escuchó a Dumbledore reírse y lo miró algo confundido.

—A pesar de llevar un gran rato separados, se te contagio la manera de hablar de Alex

Severus tardó un poco en reaccionar, pero después sonrió también. Al parecer era la única manera en la cual podía sentir a su pequeña cerca.

—¡Albus! ¡Albus! —se escuchó una voz detrás del pocionista

Severus se puso de pie y sacó su varita preparado para pelear pero entonces vio que se trataba de uno de los cuadros que estaba cubierto.

—Es el cuadro de Phineas —dijo Dumbledore

—¿A que habrá ido a Grimmauld Place? —preguntó Severus

—Le pedí de favor que fuera allí para saber si de casualidad Harry y sus amigos decidieron ir a refugiarse allí

—Eso es algo muy predecible ¿no crees? —opinó Severus

—Pues con más razón le pedí que fuera

—Ay Albus...

Severus se acercó al cuadro del profesor Black y le quitó la tela. Phineas miró directamente a Dumbledore sin hacerle caso a Severus.

—¡Albus, tenías razón! ¡Potter y sus amigos están en la casa de mi familia!

—Te lo dije

—¡Pero eso no es lo más impactante!

—¿Qué cosa es, Phineas?

—¡Primero necesitamos localizar a Snape, esto tiene que ver con él!

—Severus está enfrente de ti

Phineas bajó la mirada y se sorprendió de ver a Severus ahí plantado justamente enfrente de su cuadro.

—¡Qué bueno que estas aquí muchacho, porque esto te concierne demasiado!

—¿Y eso por qué?

—Tú fuiste novio de esa extranjera Sangre Su...

—¡No emplee esa palabra! —ordenó Severus

—¡Esta bien! De la Srta. Macías

—Sí ¿Por qué?

—La acabo de escuchar hablando con Granger y su mascota...

—¿Y?

—La escuche diciendo que... ¡Macías va a tener un  hijo tuyo!

—¿¡QUÉ!? —exclamaron a la vez Severus y Dumbledore

—Severus, eso es grandioso. Felicidades mi muchacho... ¿Severus?

Dumbledore miró a Severus y se asustó un poco al ver que el pocionista no se había movido de su lugar. De pronto, el profesor cayó de rodillas teniendo las manos posadas en el suelo para detener su peso.

—Un hijo... con Alex... voy a ser padre... —murmuraba Severus

El pocionista tenía que admitir que era la mejor noticia en meses y que tenía una nueva razón para seguir luchando y proteger a la latina a toda costa.

Alex estaba esperando un hijo suyo. Iba a ser padre.

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