Lilium
En el resto de las clases de Pociones de la semana, tanto Alex como Harry seguían siendo los primeros de la clase y era porque los dos tenían ayuda de sus libros; Alex con las correcciones que le hizo Severus y Harry con el libro del tal Príncipe Mestizo, lo cual esto último no le hacía ni pizca de gracia a Hermione y más por el apodo con el que firmó el libro el misterioso personaje.
—O por «ella» —puntualizó Hermione después de oír cómo Harry le exponía esas ideas a Ron en la sala común, el sábado después de la cena—. A lo mejor era una chica. Creo que la letra parece más de chica que de chico.
—Firma «el Príncipe Mestizo» —le recordó Harry—. ¿Cuántas chicas conoces que sean «príncipes»?
Hermione no supo cómo rebatir ese argumento, así que se limitó a fruncir el entrecejo y retirar su redacción «Los principios de la rematerialización» del alcance de Ron, que intentaba leerla al revés.
Harry miró la hora en su reloj y guardó el misterioso libro en su mochila.
—Son cinco para las ocho, tengo que irme o llegaré tarde a mi cita con Dumbledore.
—¡Oh! —exclamó Hermione, agrandando los ojos—. ¡Buena suerte! Te esperaremos levantados, estamos ansiosos por saber qué quiere enseñarte.
—Suerte Harry —dijo Alex, comenzando a recoger sus cosas
—Que te vaya bien —dijo Ron, y los tres se quedaron mirando cómo Harry salía por el hueco del retrato.
—Hermione por favor, déjame ver tu redacción —rogó Ron, estirando la mano para tomar el pergamino
—Ron, debes aprender hacer las cosas por ti mismo —le reprendió Hermione guardando sus deberes en la mochila
Alex terminó de recoger todo, se colgó la mochila del hombro y se fue a su habitación. A pesar de que ya no tenía problemas con sus compañeras aún seguía usando la habitación individual que uso el año pasado y le agradaba más así, aunque a veces extrañaba la compañía de Hermione.
Entró a la estancia y vio a Xóchitl recostada en su canasta leyendo un libro.
—Hasta que dejaste las historietas —dijo Alex dejando la mochila en la silla del escritorio
—Una cosa es la "lectura muggle" y otra la "mágica"
—¡Ay, ajá!
Alex se fue al baño que estaba en la habitación y comenzó a arreglarse un poco en el espejo. Aprovecharía que el castigo de Harry sería para el otro sábado para ir a visitar a Severus, aunque tendría que inventarse alguna excusa para que no sospecharan.
Solamente estaba revisando que su ropa estuviera bien y en orden y trato de acomodarse el cabello. No le gustaba usar maquillaje por lo que, según lo decía ella, le ahorraba tiempo. Después de batallar con su cabello por diez minutos, se resigno a que era caso perdido y salió del baño.
—¿Adónde vas tan arreglada?
—¡AAAHHH! ¡Hermione!
Su amiga estaba sentada en la cama con los brazos y las piernas cruzadas y con expresión algo seria. Xóchitl se cubría el rostro con el libro con la intención de decir «A mi no me metas en esto»
—¿Qué se te ofrece?
—No has respondido a mi pregunta
—Está bien... Voy a las mazmorras
—A ver a Snape ¿cierto?
—Tú que crees
—Espera —Xóchitl bajo el libro y miro a las chicas con duda—. ¿Ya lo sabe?
—También Ginny, Luna y Tonks
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
—En el verano cuando tuvimos nuestra tarde de chicas —le contó lo que había pasado ese día.
Xóchitl simplemente se le quedo viendo por el asombro.
—Ande usted, no te duro mucho el secretito
—No me ayudes. ¿Ya me puedo ir?
—Aun no puedo creer que estés con alguien como Snape —dijo Hermione, viendo a su amiga caminar hasta la puerta
—Son esas cosas de la vida que nadie se lo espera
—No te tardes mucho
—Está bien —le sonrió a la castaña y salió de su habitación
Alex tuvo que escabullirse de la Sala Común para que Ron no la viera y no le hiciera un interrogatorio de adónde iba a esas horas. Fue hasta las mazmorras lo más sigilosa qué puso y en cuanto llego a la puerta tocó tres veces, se escucho una voz fría decir «Pase» y arreglándose un poco más, entró al despacho.
Se asomó un poco y vio que Severus estaba en su escritorio revisando algunos pergaminos y en su expresión se podía ver que estaba muy enojado.
«Debe de ser de que Harry se libró del castigo de hoy»
—Buenas noches
El profesor levantó la mirada aun seria pero se ablando al ver a su pequeña frente a él.
—Buenas noches —Severus se puso de pie, rodeó el escritorio y abrazo a la chica—. Pensé que tendría una mala noche, pero ahora acaba de mejorar
—Y se puede saber ¿por que era mala la noche?
—Porque tú amiguito Potter se libró de un castigo gracias al director
—Bueno, eso es porque...
—Porque Potter va a tener clases particulares con él. Pero aún me molesta que Dumbledore le dé mucho favoritismo
—El burro hablando de orejas
—¿Qué?
—Quise decir; mira quien habla. Tú estas igual con Malfoy —Severus se quedo callado y miro a otro lado algo incomodo—. ¡Ha! El que calla otorga
—¿Y si mejor cambiamos de tema? O... —se acercó peligrosamente a Alex tomándola de la barbilla. La chica sentía que su corazón latía a mil por horas y que su cara estaba realmente roja—. Podríamos hacer otras actividades más... interesantes
—¿Y cómo que sería?
—Esto —y le planto un delicado beso
Alex no tardo en corresponderle, lo rodeó del cuello y él de la cintura para juntarse más. Sin que Alex se diera cuenta, estaba recargada en el escritorio de Severus; el profesor la empujo un poco más y Alex sintió el borde de la mesa lastimándola, bajó su mano para alejarse un poco de ahí, pero se puso a tantear y sin querer tiro algo pequeño y al parecer de madera.
Se escucho cuando impacto contra el suelo y en ese momento comenzó a escucharse una melodía; parecía triste pero también tranquila.
Severus se separó de ella y bajo la mirada al suelo, la caja de música de su escritorio estaba tirada de lado y se había abierto, incluso el único objeto que reposaba ahí dentro se salió, el cual era el brazalete artesanal que le había regalado para Navidad en su primer año en Hogwarts.
—Lo siento Severus, quería alejarme un poco del escritorio y...
El profesor no la escuchaba, se agacho hasta la caja y la acomodo en sus manos. Alex se agacho a su lado y vio que se parecía ser un alhajero con interior rojo y dos pequeños espacios en él, y en la tapa una pequeña placa dorada que decía "Lilium"
—Esto es...
—Era de mi madre
Alex estaba atrás de él por lo que no podía ver su cara pero pudo notar en su voz un tono de tristeza en él.
—Severus... —El hombre recogió también el brazalete y se puso de pie. La chica lo imitó y siguió detrás de él sin saber qué hacer—. ¿Estás bien? ¿No se estropeó?
—Si algo le hubiera pasado la música no estaría sonando ¿o sí?
«¡Tarada!»
—Lo siento, pregunta estándar —se quedaron en silencio un momento hasta que Alex se atrevió a romperlo—. Es muy bonito el alhajero, tu mamá tenía excelentes justos
—Lo sé. A los dos nos encantaba esta melodía
—Con razón, es muy bonita
Los dos se quedaron en silencio escuchándola hasta que la cuerda de la caja se termino. Severus puso el brazalete en la caja otra vez, la cerró y la volvió a colocar en su escritorio.
—Se llama "Lilium" ¿verdad?
—Exacto
Sin poder evitarlo, Severus comenzó a recordar una parte de su infancia relacionada con su madre y la melodía.
Estaba en su dormitorio en la Calle de la Hiladera, sentado en las piernas de su madre. La caja de música estaba posada en la mesa de noche del niño con la tapa abierta dejando salir la tranquila melodía.
—Es muy bonita —comentó el pequeño Severus de diez años sonriendo y mirando a su madre
La mujer de cabello negro y ojos grises miraba a su hijo con una tierna sonrisa pero había tristeza reflejada en su rostro.
—Esta era el alhajero de tu abuela. Me lo obsequio cuando cumplí quince años.
—¿Alhajero?
—También se le conoce como joyero y es en donde las mujeres guardamos nuestras cosas
—Pero aquí no tienes nada guardado —opinó el pequeño quitando la mirada de su madre y posándola de nuevo en el objeto
—Es porque no tengo nada valioso que guardar
Siguieron escuchando con atención hasta que de pronto la música se detuvo.
—¿Qué paso? ¿Se descompuso? —preguntó Severus algo preocupado
—Está bien, solo se detuvo. Mira, te mostrare como hacerlo funcionar de nuevo
Cerró la tapa y levantó la caja. La acercó a ellos y le dio la vuelta dejando ver las patas y una pequeña llave dorada en medio de esta.
—Con esto —dijo Eileen señalando la llave—, haces que vuelva a funcionar
—¿Cómo?
—Así —Tomó la llave y le dio varias vueltas hasta que no pudo más. La colocó en la mesita de noche y abrió la tapa. La melodía empezó a sonar en donde se quedo—. Ya esta
—¡Qué bueno!
El pequeño Severus levantó la mirada hacia su madre y le sonrió abiertamente.
Pero el recuerdo no se quedo en algo alegre, sino que cambio a uno más triste.
Severus, ya de dieciséis años, estaba arrodillado en la orilla de la cama en la cual su madre se encontraba recostada.
—Tranquila, pronto te pondrás bien mamá —dijo Severus, tomando la mano de su madre
Eileen y su esposo, Tobías, habían vuelto a discutir, esta vez cerca de las escaleras en el segundo piso. Severus estaba en su dormitorio acomodando todo para iniciar su sexto año en Hogwarts cuando escucho los gritos de su odiado padre y salió en defensa de su madre.
La discusión se salió de control y al momento de empujar a Severus hizo que chocara con su madre. Él logro evitar caer sujetándose del barandal pero para la mujer ya fue tarde.
Padre e hijo miraron al final de las escaleras y vieron a la mujer tendida en el suelo y un charco de sangre comenzarse a formar bajo su cabeza.
Severus abrió los ojos desmesuradamente sin poder creer lo que acababa de pasar a la vez que sentía que le faltaba el aire.
—¡MAMÁ!
El hombre paso junto al chico bajando rápidamente las escaleras, pasando junto al cuerpo de su esposa sin siquiera mirarla y salió de la casa. Severus reaccionó de su trance al escuchar el portazo y bajo como rayo hasta donde estaba su madre, la tomó en brazos y la llevó hasta su dormitorio, depositándola cuidadosamente sobre la almohada la que poco a poco comenzó a teñirse de rojo.
Severus comenzó a buscar algunas pociones curativas que su madre tenía escondidas a la vista de su marido y se las aplicó, también había algunas que le dio a beber como pudo pero la mujer no reaccionaba.
Miraba a su madre con la esperanza de que en cualquier momento despertara y le sonriera como siempre; pero al verla con los ojos abiertos y vacios no tuvo otra alternativa más que aceptar que su madre se había ido.
—Mamá, por favor despierta. Tienes que despertar, por favor ¡Despierta!
Con la mano libre la movía un poco con la infantil esperanza de que reaccionara. Siguió moviéndola y llamándola pero nada... Eileen Snape estaba muerta.
Severus estuvo toda la noche llorando al lado del cuerpo de su madre. Su padre aun no había regresado y para el muchacho era mejor así; le envió una carta al profesor Dumbledore ya que era la única persona que conocía que querría ayudarle en esos momentos.
Entre los dos organizaron una ceremonia sencilla en la cual solo estuvieron ellos dos. El director le dio sus condolencias y le dijo que podría regresar al castillo hasta que se sintiera mejor.
Severus regresó ya entrada la noche y vio que Tobías estaba echado en el suelo inconsciente a causa del estado de ebriedad en la que estaba y no era para menos ya que estaba rodeado de botellas.
—Todo esto es tu culpa —le recrimino a su inconsciente padre—. ¡Por tu culpa perdí a mi madre!
Corrió escaleras arriba y se fue a encerrar a su dormitorio. Se sentó en su cama mirando a la ventana posando su cabeza entre las manos recargando los codos en sus rodillas tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir.
Por instinto le dio un puñetazo a su mesa de noche y escuchó que algo se caía de esta seguido de una melodía que conocía a la perfección. Bajó la mirada y vio el alhajero de su madre en el suelo con la tapa abierta; se bajó de la cama para recoger la caja de música en cuanto lo hizo del interior de esta salió un pedazo de pergamino doblado. Severus dejó la caja en la mesa aun con la tapa abierta y tomó con cuidado el pergamino, lo desdobló y en cuanto lo hizo reconoció la letra de su madre:
Hijo:
De verdad lamento que todo este tiempo no te haya dado lo mejor del mundo, que lo único que pude darte durante todo este tiempo fue mi amor y cuidado, y esto es algo que nunca cambiara.
Los dos sabemos que no viviré para siempre y temo que te quedes solo en este mundo, por lo que te dejo mi caja de música para que nunca te sientas solo; con ella, podrás darte cuenta que siempre estaré contigo en tu corazón (y no estaría mal que te ayudara a conocer a una mujer indicada para ti).
Se feliz mi pequeño y recuerda, a pesar de que todo se vea oscuro y sin esperanza, la luz podrás encontrarla en cualquier lugar mientras exista amor en tu corazón.
Con amor, Mamá
Severus sentía las lágrimas correr por sus mejillas. Le dolía seguir pensando que acababa de perder a su madre, pero era algo con lo que tendría que vivir por el resto de su vida. Se volvió a sentar en la cama y depositó la carta en el interior de la caja de música.
—Pase lo que pase, te prometo que seré feliz mamá. Te quiero mucho
Pero con los años no pudo cumplir su promesa gracias a las decisiones que tomó después de terminar sus estudios en Hogwarts, pero desde hace solo unos meses finalmente era feliz.
—¿Severus, qué tienes?
El profesor reaccionó de sus pensamientos y notó algo recorrer sus mejillas. Se llevo los dedos a la cara y noto que estaba llorando. A su lado estaba Alex mirándola con preocupación.
«Se feliz mi pequeño»
«Lo hare mamá»
Alex seguía mirándolo sin entender que le pasaba. Severus la miro a los ojos aun con lágrimas y la abrazó con fuerza como si temiera que todo lo que estaba viviendo fuera un sueño y que en cualquier momento tuviera que despertar y enfrentarse a la cruel realidad. La chica no entendía lo que pasaba, pero correspondió al abrazo con la misma intensidad.
Estuvieron así por un largo rato hasta que se escuchó el sonido del reloj de pared y enseguida unas llamas verdes aparecieron en la chimenea. Los dos se separaron con cuidado, Severus se acercó a la chimenea seguido de Alex y los dos vieron que de la chimenea salía un pedazo de pergamino.
Severus lo tomó y comenzó a leer su contenido. Al final tenía el semblante serio como siempre pero a la vez estaba rojo.
—¿Qué paso?
—Es de Dumbledore
—¿Qué dice?
—Dice que Potter ya va de regreso a la Sala Común pero que al parecer está a medio camino y no podrás llegar antes que él por lo que quiere que regreses a tu dormitorio directamente por medio de la Red Flu
—Uno: ¿Cómo es posible que se entere de todo? Y dos: ¿Por qué tienes esa cara?
—Mejor déjalo así
—Como quieras
Alex se acercó a la chimenea y se introdujo en ella. Severus tomó un pequeño saco que estaba en su escritorio y se lo extendió a la chica, eran polvos flu; Alex tomó un poco de estos y estuvo por lanzarlos a la chimenea cuando se acercó a Severus y le dio un beso de buenas noches en los labios. Él tardo un poco en reaccionar pero al final le correspondió el gesto.
—Buenas noches, que descanses —le deseo Alex con una sonrisa
—Igualmente pequeña
—Si necesitas algo, puedes avisarme por medio de Quetzal ¿sí?
—Sí. Descansa
Los dos se sonrieron por última vez en ese día. Alex lanzó los polvos a la chimenea, dijo donde quería estar y unas llamas verdes la envolvieron por completo, las llamas verdes desaparecieron en seguida al igual que la chica.
Severus miro la chimenea por unos momentos antes de acercarse a su escritorio y tomar la caja entre sus manos.
—Espero no perderla
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Al día siguiente, Harry les contó a Ron y a las chicas lo que Dumbledore le enseñó la noche anterior; Ron estaba confundido pero las chicas entendieron las intenciones del director.
—Harry, esto es obvio —opinó Alex durante el desayuno—. Dumbledore cree que conociendo el pasado de Voldemort encontraran una pista que te ayude a derrotarlo.
—Tal vez tengas razón
En ese momento llegaron las lechuzas del correo, y al entrar por las ventanas salpicaron gotas de lluvia por todas partes.
Hedwig, su lechuza blanca, aterrizó delante de él portando un gran paquete cuadrado. Poco después, otro paquete idéntico aterrizó delante de Ron, traído por su pequeña y agotada lechuza, Pigwidgeon.
—¡Aja! —exclamó Harry al desenvolver el suyo y encontrar un ejemplar de "Elaboración de pociones avanzadas" nuevecito, recién llegado de Flourish y Blotts.
—Mira qué bien —comentó Hermione, encantada—. Ahora podrás devolver ese libro garabateado.
—Ni hablar —repuso Harry—. Me lo quedaré. Ya verás, lo he estado pensando y...
Sacó el viejo ejemplar del Príncipe Mestizo de su mochila y tocó la cubierta con la varita al tiempo que murmuraba: «¡Diffindo!» La cubierta se separó del libro. Acto seguido repitió la operación con el libro nuevo ante la escandalizada mirada de Hermione. Luego intercambió las cubiertas, les dio unos toques y dijo: «¡Reparo!»
Ante ellos tenían el ejemplar del príncipe, disfrazado de libro nuevo, y el que acababa de llegar de Flourish y Blotts, convertido en un libro de segunda mano.
—A Slughorn le devolveré el nuevo con la cubierta vieja. No puede quejarse, me ha costado nueve galeones.
Hermione apretó los labios y se enfurruñó, pero la distrajo una tercera lechuza que aterrizó delante de ella con El Profeta de ese día. Lo extendió rápidamente y leyó la primera plana.
Como no recibían ninguna noticia de la Orden del Fénix los chicos tenían que conformarse con informarse de la situación del exterior por medio de El Profeta. Al término del desayuno, los cuatro amigos se encaminaron al campo de Quidditch ya que ese día serían las audiciones para entrar al equipo y para que los viejos integrantes conservaran sus puestos.
Los chicos se llevaron una sorpresa al ver a tantos postulados ya que no era normal ver tanta gente, pero la razón era que como Harry era el capitán y ahora todo el mundo lo conocía como «El Elegido» había hecho que muchas personas se interesaran más en él.
Después de dos horas de arduo entrenamiento, al fin Harry logró encontrar tres cazadoras para el equipo: Harry disponía de tres cazadoras: Katie Bell, que conservaba su puesto en el equipo tras una gran exhibición; Demelza Robins, un nuevo fichaje que tenía una habilidad especial para esquivar las bludgers, y Ginny Weasley, que había volado mejor que nadie y, además, había marcado diecisiete tantos.
Para la parte de los buscadores, Alex continúo en su puesto y el otro golpeador Jimmy Peakes, un alumno de tercero, bajito pero ancho de hombros, que le había hecho un enorme chichón en la cabeza a Harry con una bludger.
Lo último que faltaba era encontrar al Guardián los cuales se los disputarían Ron y un chico llamado Cormac McLaggen. Durante la prueba parecía que el triunfador sería McLaggen pero algo pasó que el chico, en el último lanzamiento se fuera del lado equivocado asegurando el puesto a Ron.
McLaggen obviamente reclamó, pero Harry fue firme con su decisión y el chico se fue resignado rechinando los dientes. Al término de las prácticas los cuatro amigos fueron a ver a Hagrid, a quien encontraron algo triste; el semigigante les digo que su amigo arácnido, Aragog, estaba gravemente enfermo y que en cualquier momento podría morir. Las chicas sintieron pena por esos pero los chicos estaban sorprendidos y algo molestos con eso, ya que en segundo año esa araña gigante los había servido como cena para sus crías.
Después de hablar con él los cuatro regresaron al castillo ya que era hora de cenar. Al llegar al castillo vieron que McLaggen iba a entrar en el Gran Comedor, pero tuvo que intentarlo dos veces para pasar por la puerta, pues la primera vez rebotó contra el marco. Ron soltó una risotada, regodeándose, y entró con pasos exagerados detrás de McLaggen. Sin embargo, Harry y Alex retuvieron a Hermione.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
—Lo he estado pensando —contestó él en voz baja—, y yo diría que a McLaggen le han hecho un encantamiento confundus. Y estaba justo delante de donde tú te habías sentado.
—De acuerdo, fui yo —confesó ella ruborizándose—. ¡Pero tendrías que haber oído cómo hablaba de Ron y Ginny! Además, tiene muy mal genio, ya viste cómo reaccionó cuando no lo elegiste. No te interesa tener a alguien así en el equipo.
—No —admitió Harry—. No, supongo que tienes razón. Pero ¿no crees que haya sido un proceder deshonesto, Hermione? Recuerda que eres prefecta.
—¡Va, cállate! —le espetó ella mientras él sonreía.
—Me esperaría eso de Ron, ya que de seguro haría cualquier cosa por conservar su puesto —comentó Alex algo seria y de brazos cruzados
—¿Qué hacen? —preguntó Ron, que había regresado sobre sus pasos y los miraba con desconfianza.
—Nada —contestaron ellos al unísono, y lo acompañaron dentro.
El olor a rosbif hizo que a Harry le rugiera el estómago, pero tan sólo habían dado tres pasos en dirección a la mesa de Gryffindor cuando el profesor Slughorn se plantó delante de ellos.
—¡Harry! ¡Me alegro de encontrarte! —dijo con voz tronante y tono cordial, retorciéndose las puntas del bigote de morsa e hinchando la enorme barriga—. ¡Necesitaba atraparte antes de la cena! ¿Qué me dices de venir a comer algo a mis aposentos? Vamos a celebrar una pequeña fiesta; sólo seremos unas cuantas jóvenes promesas y yo. Vendrán McLaggen, Zabini, la encantadora Melinda Bobbin... ¿La conoces? Su familia tiene una gran cadena de boticas. Y por supuesto, espero que las señoritas Granger y Macías me honren también con su presencia. —Y le dedicó una leve reverencia a las chicas. Era como si Ron fuera invisible; ni siquiera lo miró.
—No puedo ir, profesor —se excusó Harry—. Tengo un castigo con el profesor Snape.
—¡No me digas! —exclamó Slughorn componiendo una cómica mueca de disgusto—. ¡Vaya, pues yo contaba contigo, Harry! ¿Sabes qué? Voy a hablar con Severus y le expondré la situación. Estoy seguro de que lograré que aplace el castigo. ¡Descuida, nos vemos luego!
Y salió precipitadamente del Gran Comedor.
—No lo logrará —dijo Harry en cuanto Slughorn se hubo alejado—. Este castigo ya se ha aplazado una vez; Snape lo hizo por Dumbledore, pero no lo hará por nadie más.
—Ostras, ojalá puedas venir. ¡No me apetece nada ir sola! —se quejó Hermione con aprensión, y Harry comprendió que estaba pensando en McLaggen.
—Gracias por notarme ¿eh? —dijo Alex con tono ofendido y aun de brazos cruzados
—No creo que estés sola, supongo que también habrá invitado a Ginny —apuntó Ron, a quien no le había sentado nada bien que Slughorn lo ignorara—. Y Alex tiene razón, ella va a estar también.
Después de la cena los cuatro regresaron a la Sala Común, revisando las noticias de ese día provocando que el tema de Malfoy y los mortífagos salieran a la luz haciendo que Hermione se molestara y se fuera a su dormitorio muy molesta.
—Creo que ahora no irá a la fiesta de Slughorn ¿verdad? —comentó Ron, viendo por donde se había ido Hermione
—Pues tu qué crees. Y me hace un favor porque la verdad yo tampoco quiero ir. Se me hace algo aburrido
En ese momento Demelza Robins, la nueva cazadora, se acercó a la mesa.
—¡Hola, Harry! —saludó—. Tengo un mensaje para ti.
—¿Del profesor Slughorn? —preguntó él, enderezándose.
—No, del profesor Snape —dijo Demelza. Harry se llevó un chasco—. Dice que te espera en su despacho a las ocho y media y que le tiene sin cuidado las fiestas a que te hayan invitado. También quiere que sepas que tendrás que separar los gusarajos podridos de los buenos para utilizarlos en la clase de Pociones, y... que no hace falta que lleves guantes protectores.
—Muy bien —se resignó Harry—. Gracias, Demelza.
La chica se fue a los dormitorios de las chicas dejando a los chicos solos. Harry estaba que reventaba de la furia.
—Será mejor que vaya antes de que mi castigo "empeore más"
—Buena suerte con eso amigo —dijo Ron
El azabache caminó hasta el hueco de la Señora Gorda hasta que sintió una mano sobre su hombro, volteo y se sorprendió de ver que era Alex.
—Tranquilo, simplemente no hagas caso a todo lo que te diga por muy cruel que sea ¿sí? Sino las cosas se pondrán peores
—No creo que se pueda más, pero gracias por tratar de animarme
—De nada
Los dos se despidieron con un gesto en la mano y el chico salió de camino hacia las mazmorras. Alex se despidió de Ron y se fue a su dormitorio; vio que Xóchitl ya estaba acostada en su canasta y dormida. Se alistó para irse a dormir y en cuanto se acostó se le vino a la cabeza la melodía que había escuchado en el despacho de su novio.
«Realmente es muy hermosa esa canción. No logro sacármela de la cabeza.»
Y con ese último pensamiento, se quedo dormida.
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