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Fin del Tercer Año

Severus estaba a unos metros de la entrada al castillo cuando vio que parado en la entrada estaba Albus Dumbledore junto con el Ministro de Magia, Cornelius Fudge. Tanto el director como el ministro se sorprendieron de ver al oscuro profesor llegar con Rini, desmayada en sus brazos, y a Harry, Black y Xóchitl desmayados en diferentes camillas.

-¡Por las barbas de Merlín! -exclamó el Ministro, mientras él y el director se acercaban a Severus-. ¿Qué ha pasado aquí? Vimos llegar a uno de los hijos de Arthur Weasley en una camilla con una pierna en muy mal estado y junto a él una chica que parecía que estaba sumamente asustada.

-Estos chicos y esa loba extraña estaban con Sirius Black -explicó Severus

-¿Cómo?

-Primero deberíamos de llevar a Harry y a Alejandra a la enfermería. Hagrid podría encargarse de la brije -opinó Dumbledore

-¿Brije? ¿Qué es eso?

-Es esa loba que viene con ellos, Cornelius. Es una criatura originaria de México, igual que la chica. Aunque creo que no es momento de hablar sobre eso.

Los tres hombres se adentraron al castillo, en el camino vieron a Hagrid y le pidieron que revisara a Xóchitl y cuando estuviera bien la llevara a la enfermería. El guardabosques se llevó a la loba y los otros siguieron su camino hacia la enfermería, y también en el camino se encontraron con la profesora McGonagall y el profesor Flitwick.

-¡Por todos los cielos! ¿Qué esta pasando aquí? -exclamó McGonagall

Pudo reconocer a las personas que estaban en las camillas y a quien Severus llevaba en sus brazos. Severus les dijo de manera corta lo que había pasado.

-Será mejor que encerremos a Black en un lugar donde no pueda escaparse con facilidad

-Podrían dejarlo en mi despacho -se ofreció Flitwick-. Esta mas cerca y puedo encantar las puertas y ventanas para que no pueda escapar.

-¡Maravilloso! Gracias, Filius -dijo Fudge-. Nosotros llevaremos a Black al despacho, ustedes lleven a Harry y a su amiga a la enfermería -con un movimiento de varita hizo que la camilla donde estaba Sirius los siguiera.

Y en cuanto se perdió de vista, McGonagall exclamó, indignada:

-¿Cómo se atreve a darnos ordenes, estando en Hogwarts?

-Ya, tranquila Minerva. Será mejor que veas que ya no haya más estudiantes fuera de sus dormitorios. Severus, vamos a llevarlos a la enfermería.

El profesor asintió y siguió con su camino. Dumbledore no pudo reprimir una sonrisa al ver al oscuro profesor con la castañita en sus brazos.

-¿Por qué sonríes, Albus?

-Oh, por nada. Será mejor que hagamos lo que teníamos pendiente

McGonagall se retiró todavía confundida por la expresión de director.

Severus de vez en cuando miraba a Rini, tenía una expresión relajada pero también tenía en su rostro algunas heridas y todavía le dolía ver el golpe que le había dado en la cara. Comenzó a inclinarse un poco para volverle a besar la mejilla cuando una voz por detrás lo detuvo.

-¿Qué haces, Severus?

El profesor se separó bruscamente y se ruborizó un poco.

-No... nada...

-A mi me pareció que le ibas a dar un beso en la mejilla a la Señorita Macías

-¿Qué? ¡Estás loco! ¡Por supuesto que no! -Severus se pusó un poco más rojo

-No deberías apenarte. Solo era un beso inocente... -

Sin que Severus se lo esperara, Dumbledore le dio un zape. Severus lo miró sorprendido, sujetando con fuerza a Rini porque casi se le caía de los brazos.

-¿Se puede saber PORQUE HICISTE ESO?

-Solo fue para ayudarte a aclararte las ideas. Ya que no puedo hacer lo mismo con tu corazón ¿o me equivoco?

Severus se puso más rojo, e ignorando al director, siguió con su camino. El director miró al oscuro profesor alejarse, con una mano paró por unos momentos la camilla donde iba a Harry y soltó un suspiro.

-Solo espero que no cometas el mismo error de hace años, Severus

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Severus ya estaba cerca de la enfermería pero antes de llegar, se recargo en la pared y trato de controlar su respiración y que le bajara el sonrojo.

Bajó su mirada a Rini y vio que la chica se movía un poco pero no despertó. La siguió contemplando por unos momentos, se sentía extraño cada vez que la miraba; también no sabía porque él y Black la habían llamado "Alexandra" y no Alejandra. Si, admitía que la chica le había recordado a otra chica que conoció cuando estuvo en su quinto año en Hogwarts y que solo estuvo hasta finales del sexto, pero... ¿Cómo era que Rini se parecía mucho a esa chica? Su carácter, su manera de ser, incluso su físico...

Severus seguía recargado en la pared todavía mirándola hasta que poco a poco, sin que él se diera cuenta, comenzó a acercar su rostro al de ella. Estaba a punto de que sus labios rozaran la mejilla de la chica, cuando...

-¡Severus!

Severus se quedo inmóvil, pero con una clara expresión de enfado en su rostro.

«¿Qué no tiene nada mejor que hacer ese viejo?»

Se separó de ella y siguió con su camino. Albus no pudo evitar soltar una pequeña risa al ver como se había puesto; ya sabía que no debía de hacer interrumpido pero ella y Harry necesitaban atención médica urgente y ya habría tiempo para eso.

El oscuro profesor vio que Madame Pomfrey había dormido a Weasley y Granger para poder curarlos sin problemas. La enfermera se alarmó al ver al profesor Snape llegar con Rini inconsciente y al profesor Dumbledore llegar con Harry, también inconsciente, en una camilla mágica.

Severus y Dumbledore dejaron a los chicos en las camas en medio de Ron y Hermione, y Madame Pomfrey les pidió que salieran para poder atenderlos con calma. Dumbledore esperaba junto a una ventana del pasillo, mientras que Severus no le quitaba la vista a la puerta.

-Severus, mirar fijamente a la puerta no hará que la Señorita Macías se recupere más rápido

Severus bajó un poco la vista y volvió a sumergirse en sus pensamientos respecto a Rini y a Alexandra; aun no entendía porque las dos le parecían tan similares pero necesitaba hablarlo con alguien... y la única persona con quien podía hacerlo, estaba encerrado en el despacho de Flitwick. Comenzó a alejarse del lugar, llamando la atención del director.

-Muchacho ¿A dónde vas?

-Necesito resolver algo. En seguida regreso -y siguió con su camino.

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Sirius estaba sentado en el suelo con la vista perdida en alguna parte del suelo. Cerca... estuvo tan cerca de limpiar su nombre, de ser libre y poder vivir finalmente feliz con su ahijado; pero esa asquerosa rata se le escapó de las manos; pero eso no era lo único que lo inquietaba, también era por...

-Estas pensando en ella ¿verdad?

Se giró casi sin moverse hacia la puerta y su entrecejo se frunció al darse cuenta de quien le hablaba.

-¿Qué quieres, Quejicus? ¿Vienes a restregarme en la cara que, al fin, podrás vengarte de mi por "mi intento de asesinato"  contra ti?

-Aunque no lo creas... no vine a eso

-¿Entonces? ¿Vienes a alardear por lo que le hiciste a sea pobre niña?

-En primer lugar, y que te quede bien claro: lamento mucho lo que le hice. Y en segundo lugar: si, vine hablar sobre ella.

El oscuro profesor le dio la espalda, recargándola en la puerta y de brazos cruzados. Sirius no se había movido ni un poco, pero tampoco le quitaba la vista de encima; sonrió de lado y desvió su mirada otra vez al suelo.

-Si que se parece a Alex ¿verdad?

-A mi también me pareció eso

-¿Por qué crees que se parezcan? No están emparentadas ¿verdad?

-Que yo sepa, no

Sirius soltó una pequeña risa y eso hizo que Severus se incomodara y se enfadara.

-¿Cuál es la gracia?

-Creo que esta vez, las cosas serán diferentes

Severus se volvió bruscamente y vio a Sirius recargado en la pared con las manos detrás de la cabeza y con una sonrisa en su rostro.

-¿Qué quieres decir con eso, Black?

-Lo único que quiero decirte -se puso de pie y, todavía con su sonrisa en su rostro, encaró a Severus-. Que esta vez, yo me quedare con la chica

De no ser por el hechizo que Flitwick le había puesto a la puerta, Severus ya hubiera entrado y lo estaría golpeando en la cara para quitarle esa sonrisa burlona de su cara.

-¡Eso no pasara, Black!

-¿En serio? Tuviste tu oportunidad con una mujer, y la dejaste ir porque le gritaste...

-¡No lo digas!

-... y también no duraste mucho con otra chica, la cual se te fue, misteriosamente...

-¡Suficiente! -Sirius sonreía más al ver la expresión de enfado del profesor de pociones-. Escúchame bien Black, eso ya pasó y no cometeré el mismo error. Además de que tu no puedes hacer nada porque dentro de poco, el ministro de magia traerá a un dementor para que te dé el beso.

La sonrisa de Sirius desapareció y se convirtió en una mueca de odio.

-Miserable...

-¿Quién es el que tiene mas oportunidad ahora?

Con una ultima mirada de odio, combinado con una sonrisa victoriosa, Severus se fue de ese lugar. Sirius pateo la silla y se llevo las manos a la cabeza en un gesto de desesperación.

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Después de ver como Sirius y Buckbeak se alejaban; Harry, las chicas y Xóchitl comenzaron a correr hacia el castillo para regresar rápidamente a la enfermería antes de que se les agotara el tiempo. Tuvieron algunos contratiempos: se encontraron con Peeves, quien flotaba con singular alegría, con Severus hablando con el ministro Fudge sobre la ejecución de Sirius; a Rini se le hizo un nudo en la garganta al escuchar que el profesor esperaba con ansias que los dementores le dieran el beso a Sirius.

En cuanto las voces de esos dos hombres se perdieron, los cuatro salieron de su escondite y corrieron hasta la enfermería y, para su buena suerte, Dumbledore apenas iba a cerrar con llave el lugar. Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, Harry, las chicas y Xóchitl se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

-¿Bien? —preguntó en voz baja.

-¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Sirius se ha ido montado en Buckbeak...

Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.

-Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no están ahí dentro. Entren. Les cerraré.

Entraron en la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama. Después de oír la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione y Rini volvieron a esconder sus giratiempos debajo de la ropa. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.

-¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?

Estaba de muy mal humor. Harry y las chicas pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Pero los chicos apenas se lo podían tragar. Las chicas y él aguzaban el oído, con los nervios alterados. Y entonces, mientras tomaban el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, oyeron un rugido furioso, procedente de algún distante lugar por encima de la enfermería.

-¿Qué ha sido eso? —dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oyeron voces de enfado, cada vez más fuertes. La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

-¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

Los cuatro intentaban oír lo que decían. Se aproximaban.

-Debe de haber desaparecido, Severus. Tendríamos que haber dejado a alguien con él en el despacho. Cuando esto se sepa...

-¡NO HA DESAPARECIDO! —bramó Snape, muy cerca de ellos—. ¡UNO NO PUEDE APARECER NI DESAPARECER EN ESTE CASTILLO! ¡POTTER TIENE ALGO QUE VER CON ESTO!

-Sé razonable, Severus. Harry está encerrado.

¡PLAM!

La puerta de la enfermería se abrió de golpe. Fudge, Snape y Dumbledore entraron en la sala con paso enérgico. Sólo Dumbledore parecía tranquilo, incluso contento. Fudge estaba enfadado, pero Snape se hallaba fuera de sí.

-¡CONFIESA, POTTER! —vociferó—. ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?

-¡Profesor Snape! —chilló la señora Pomfrey—, ¡contrólese!

-Por favor, Snape, sé razonable —dijo Fudge—. Esta puerta estaba cerrada con llave. Acabamos de comprobarlo.

-¡LE AYUDARON A ESCAPAR, LO SÉ! —gritó Snape, señalando a Harry y a las chicas. Tenía la cara contorsionada.

-¡Tranquilícese, hombre! —Gritó Fudge—. ¡Está diciendo tonterías!

-¡NO CONOCE A POTTER! —Gritó Snape—. ¡LO HIZO ÉL, SÉ QUE LO HIZO ÉL!

-Ya, Severus —dijo Dumbledore con voz tranquila—. Piensa lo que dices. Esta puerta ha permanecido cerrada con llave desde que abandoné la enfermería, hace diez minutos. Señora Pomfrey, ¿han abandonado estos alumnos sus camas?

-¡Por supuesto que no! —Dijo ofendida la señora Pomfrey—. ¡He estado con ellos desde que usted salió!

-Ahí lo tienes, Severus —dijo Dumbledore con tranquilidad—. A menos que crea que Harry y las chicas son capaces de encontrarse en dos lugares al mismo tiempo, me temo que no encuentro motivo para seguir molestándolos.

Snape se quedó allí, enfadado, apartando la vista de Fudge, que parecía totalmente sorprendido por su comportamiento, y dirigiéndola a Dumbledore, cuyos ojos brillaban tras las gafas. Snape dio media vuelta (la tela de su túnica produjo un frufrú) y salió de la sala de la enfermería como un vendaval.

-Su colega parece perturbado —dijo Fudge, siguiéndolo con la vista—. Yo en su lugar; Dumbledore, tendría cuidado con él.

-No es nada serio —dijo Dumbledore con calma—, sólo que acaba de sufrir una gran decepción.

-¡No es el único! —repuso Fudge resoplando—. ¡El Profeta va a encontrarlo muy divertido! ¡Ya lo teníamos arrinconado y se nos ha escapado entre los dedos! Sólo faltaría que se enterasen también de la huida del hipogrifo, y seré el hazmerreír. Bueno, tendré que irme y dar cuenta de todo al Ministerio...

-¿Y los dementores? —Le preguntó Dumbledore—. Espero que se vayan del colegio.

-Sí, tendrán que irse —dijo Fudge, pasándose una mano por el cabello—. Nunca creí que intentaran darle el Beso a dos niños inocentes..., estaban totalmente fuera de control. Esta noche volverán a Azkaban. Tal vez deberíamos pensar en poner dragones en las entradas del colegio...

-Eso le encantaría a Hagrid —dijo Dumbledore, dirigiendo a Harry y a las chicas una rápida sonrisa. Cuando él y Fudge dejaron la enfermería, la señora Pomfrey corrió hacia la puerta y la volvió a cerrar con llave. Murmurando entre dientes, enfadada, volvió a su despacho.

Se oyó un leve gemido al otro lado de la enfermería. Ron se acababa de despertar. Lo vieron sentarse, rascarse la cabeza y mirar a su alrededor.

-¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Harry? ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde está Sirius? ¿Dónde está Lupin? ¿Qué ocurre?

Harry y las chicas se miraron.

-Explícaselo tú —dijo Harry a Hermione, cogiendo un poco más de chocolate.

Rini camino hacia su cama y se dejo caer de espaldas en ella. No pudo evitar pensar en lo que Sirius le había dicho hace unos momentos, antes de que se fuera con el hipogrifo.

"¿Por qué te preocupa tanto Snape?" "No es solo porque no me agrade... sino porque lo conozco mejor, y se que no sería capaz de amar a alguien... y menos a una menor"

"Eso ya lo sé, pero no puedo cambiar lo que estoy empezando a sentir por él"

"¿Ni siquiera por otro?"

¿Por qué le había dicho eso? ¿Acaso le estaría insinuando algo? ¿Qué era lo que quiso decirle en realidad? Además de que otra parte de la conversación le pareció extraña:

"Te queda bien la pulsera"

"Gracias pero ¿Por qué...?"

"¿Por qué te la di? Bueno pues... sería como una... muestra de cariño"

Miró su pulsera y no pudo evitar sonrojarse al volver a escuchar esas palabras de Sirius: "Sería como una muestra de cariño"

Sacudió su cabeza para poder alejar ese pensamiento absurdo de su cabeza. A Xóchitl no le pasó desapercibido ninguno de los gestos de la chica

Cuando Harry, Ron y las chicas dejaron la enfermería al día siguiente a mediodía, encontraron el castillo casi desierto. El calor abrasador y el final de los exámenes invitaban a todo el mundo a aprovechar al máximo la última visita a Hogsmeade. Sin embargo, ni a Ron ni las chicas les apetecía ir, así que pasearon con Harry por los terrenos del colegio, sin parar de hablar de los extraordinarios acontecimientos de la noche anterior y preguntándose dónde estarían en aquel momento Sirius y Buckbeak.

Cuando se sentaron cerca del lago, viendo cómo sacaba los tentáculos del agua el calamar gigante, Harry perdió el hilo de la conversación mirando hacia la orilla opuesta. La noche anterior; el ciervo había galopado hacia él desde allí.

Una sombra los cubrió. Al levantar la vista vieron a Hagrid, medio dormido, que se secaba la cara sudorosa con uno de sus enormes pañuelos y les sonreía.

-Ya sé que no debería alegrarme después de lo sucedido la pasada noche —dijo—. Me refiero a que Black se volviera a escapar y todo eso... Pero ¿a que no adivinan...?

-¿Qué? —dijeron, fingiendo curiosidad.

-Buckbeak. ¡Se escapó! ¡Está libre! ¡Lo estuve celebrando toda la noche!

-¡Eso es estupendo! —dijo Hermione, dirigiéndole una mirada severa a Ron, que parecía a punto de reírse.

-Sí, no lo atamos bien —explicó Hagrid, contemplando el campo satisfecho—. Esta mañana estaba preocupado, pensé que podía tropezarse por ahí con el profesor Lupin. Pero Lupin dice que anoche no comió nada.

-¿Cómo? —preguntó Harry.

-Caramba, ¿no lo has oído? —le preguntó Hagrid, borrando la sonrisa. Bajó la voz, aunque no había nadie cerca—. Snape se lo ha revelado esta mañana a todos los de Slytherin. Creía que a estas alturas ya lo sabría todo el mundo: el profesor Lupin es un hombre lobo. -Rini no pudo evitar dejar escapar una expresión de horror al oír eso-. Y la noche pasada anduvo suelto por los terrenos del colegio. En estos momentos está haciendo las maletas, por supuesto.

-¿Que está haciendo las maletas? —preguntó Harry alarmado—. ¿Por qué?

-Porque se marcha —dijo Hagrid, sorprendido de que Harry lo preguntara—. Lo primero que hizo esta mañana fue presentar la dimisión. Dice que no puede arriesgarse a que vuelva a suceder.

Harry se levantó de un salto.

-Voy a verlo —dijo a Ron y a las chicas.

-Pero si ha dimitido...

-No creo que podamos hacer nada.

-No importa. De todas maneras, quiero verlo. Nos veremos aquí mismo más tarde.

En cuanto Harry se perdió de vista, Rini desvió su mirada hacia el Lago Negro pero no le prestaba atención al panorama. Aun no podía creer lo lejos que podía llegar el rencor del profesor Snape tan solo por un malentendido.

-Sabes que es un idiota -comentó Xóchitl, tratando de animarla-. Y eso es algo que de seguro nadie, ni siquiera Dumbledore, podría cambiar

Rini tomó una piedra y la lanzó al lago. Se le vino a la cabeza ese sueño que había tenido con su oscuro profesor de pociones después de que se había desmayado en la orilla opuesta del lago y todavía creía que había sido real. Pero todavía estaba molesta con él por lo que hizo en contra de Sirius y Remus.

Se puso de pronto de pie y comenzó a caminar hacia al castillo, con Xóchitl junto a ella.

-¿A dónde vas? -preguntó Ron

-¿Intentaras convencer a Lupin de que se quede? -preguntó Hermione

-No, solo voy a caminar por un rato -y se alejó sin darle más explicaciones a sus amigos.

Los dos la miraron sin comprender esa actitud pero supusieron que sería algún altercado por lo que había pasado anoche.

Estuvo caminando sin rumbo por los pasillos, Xóchitl no le quitaba los ojos de encima y se notaba que estaba preocupada por ella. Siguieron caminando hasta que llegaron a un pasillo oscuro y escucharon una voz que provenía de las sombras.

-Se que ustedes ayudaron a escapar a Black, así que ni lo niegues

Rini se dio la vuelta rápidamente pero de pronto se encontraba pegada a la pared y ante ella estaba Snape, con los brazos extendidos contra la pared a la altura de la cabeza de la chica y su expresión mostraba rencor.

Rini se puso roja pero en su rostro se mostraba firmeza. Xóchitl estaba detrás del profesor con la intención de abalanzarse sobre él para que dejara a Rini pero se sorprendió al ver que la chica, con un gesto con la mano que solo la loba pudo ver, le pidió que se quedara quiera.

Alumna y profesor se quedaron mirando fijamente y sin decir ni una palabra hasta que Rini rompió el silencio.

-No sé de que habla, profesor -negó Rini, con decisión pero también tratando de sonar inocente-. El profesor Dumbledore y Madame Pomfrey le dijeron más de una vez que ni mis amigos ni yo salimos de la enfermería desde que usted y el ministro se fueron.

Severus sonrió de lado en una clara muestra de sarcasmo y eso a Rini le preocupó.

-No crea que puede engañarme -ante la atenta mirada de asombro y susto de la chica, el profesor metió una mano en el cuello de la camisa de la chica

-¡Oye! ¿Qué te pasa? -exclamó Xóchitl

Rini seguía de piedra y se puso más rígida al ver que el profesor había sacado una cadena de oro de su ropa.

-Se que usaron este giratiempos para poder salvar a Black

-¿Cómo...?

-Te vi un día ir primero a la clase de Adivinación y después, casi en seguida, te vi corriendo hacia tu clase de Runas Antiguas

Rini se puso totalmente pálida ante eso. Ella se había asegurado de que nadie la viera ir a dos clases a la vez ¿Cómo era que Snape había logrado verla? Y como si el oscuro profesor le leyera la mente, contestó.

-Soy muy observador. Además de que ese día Dumbledore me había pedido que fuera a verlo a su despacho

Rini aun seguía totalmente inmóvil, como si la hubieran petrificado otra vez. Se ponía cada vez más nerviosa al sentir a su profesor a unos centímetros de ella, hasta podía jurar que lograba sentir su respiración cerca de sus labios.

Y era lo que justamente estaba pasando, los labios del profesor se acercaban poco a poco hacia ella. La chica estaba roja a más no poder y, de manera inconsciente, cerró los ojos como si esperara que Snape la besara en los labios. Pero los labios del profesor no fueron a parar a sus labios, sino a su mejilla izquierda.

Rini abrió los ojos de golpe al sentir los labios de su profesor en su rostro y sentía que le salía humo de las orejas por el bochorno que sentía en esos momentos.

Severus notó la tensión de la chica pero no hizo nada. Se separó unos centímetros del rostro de la chica y la miró a los ojos.

Al ver como se ponía la chica ante su presencia se le vino a la mente esa conversación que había tenido con Black anoche. Entonces entendió que animago se refería a Rini; sonrió de lado y se separó por completo de la chica, la cual sentía que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento.

-Lo siento -Rini lo miró sin entender, Severus acarició la mejilla donde la había golpeado sin querer y hace poco le había besado-. Lamento haberte dado ese golpe, pero en parte tu tienes la culpa porque...

-Porque me puse en medio. Si, eso ya me lo dijeron antes

-Supongo que Black

Rini no dijo nada, sino que desvió su mirada al suelo. Severus le tomó la barbilla con delicadeza y levantó el rostro de la chica. La castaña todavía tenía un fuerte sonrojo en su rostro y Severus pudo percibir algo que nunca pensó que vería en el rostro de alguna persona.

La soltó con delicadeza y volvió a separarse de ella. Los dos se sumergieron en un incomodo silencio; Xóchitl miraba la escena sin comprender que era lo que estaba sucediendo.

Severus carraspeó y llamó la atención de Rini.

-Que tenga unas felices vacaciones y... espero que se cuide mucho

-Gra... gracias, profesor

Severus estaba apunto de irse pero algo hizo que se volviera hacia ella y le diera un dulce beso en la frente y se fue sin más que decir.

Rini se llevó automáticamente las manos a las partes que el oscuro profesor le había besado y, todavía recargada en la pared, se deslizo hasta quedar sentada en el suelo, y con el rubor todavía intenso en su rostro.

Xóchitl se le acercó y todavía se notaba la confusión en su cara.

-De verdad no entendí nada de lo que pasó aquí. Y luego son los hombres quienes dicen que las mujeres somos difíciles de entender.

Rini no dijo nada porque todavía seguía en shock. Xóchitl dejó escapar un suspiro, la ayudó a levantarse, y como pudo, la llevó de regreso a la Torre de Gryffindor.

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Nadie en Hogwarts conocía la verdad de lo ocurrido la noche en que desaparecieron Buckbeak, Sirius y Pettigrew, salvo Harry, Ron, las chicas, Xóchitl y el profesor Dumbledore. Al final del curso, los chicos oyeron muchas teorías acerca de lo que había sucedido, pero ninguna se acercaba a la verdad.

Malfoy estaba furioso por lo de Buckbeak. Estaba convencido de que Hagrid había hallado la manera de esconder el hipogrifo, y parecía ofendido porque el guardabosque hubiera sido más listo que su padre y él.

Aunque el tiempo era perfecto, aunque el ambiente era tan alegre, aunque sabía que había logrado casi lo imposible al liberar a Sirius, Harry nunca había estado tan triste al final de un curso. Ciertamente, no era el único al que le apenaba la partida del profesor Lupin. Todo el grupo que acudía con los cuatro amigos a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras lamentaba su dimisión.

-Me pregunto a quién nos pondrán el próximo curso —dijo Seamus Finnigan con melancolía.

-Tal vez a un vampiro —sugirió Dean Thomas con ilusión.

Lo que le pesaba a Harry no era sólo la partida de Lupin. No podía dejar de pensar en la predicción de la profesora Trelawney. Se preguntaba continuamente dónde estaría Pettigrew, si estaría escondido o si habría llegado ya junto a Voldemort.

Rini también se preguntaba lo mismo respecto a Pettigrew porque ella había visto esa profecía dos veces seguidas el mismo día. Aunque ya no estaban los dementores, todavía le intrigaba saber porque escuchaba las voces de los padres de Harry en su cabeza. ¿Acaso los dos eran parientes? ¿Acaso los dos eran hermanos y fueron separados después de ese incidente? Esas y varías preguntas más seguían dándole vueltas en la cabeza. Más de una vez trató de hablar con Dumbledore sobre eso, pero casi siempre le decía que todavía no era el momento de que se enterara; y eso la alteraba demasiado porque le dejaba una enorme curiosidad.

Los resultados de los exámenes salieron el último día del curso. Harry, Ron y las chicas habían aprobado todas las asignaturas. Harry estaba asombrado de que le hubieran aprobado Pociones. Sospechaba que Dumbledore había intervenido para impedir que Snape lo suspendiera injustamente. El comportamiento de Snape con Harry durante toda la última semana había sido alarmante. Harry nunca habría creído que la manía que le tenía Snape pudiera aumentar; pero así fue. A Snape se le movía un músculo en la comisura de la boca cada vez que veía a Harry, y se le crispaban los dedos como si deseara cerrarlos alrededor del cuello de Harry.

En cuanto el oscuro profesor miraba a Rini, pero de una manera que la chica no podía entender; por una parte se daba cuenta que el profesor seguía molesto con ella por dejar ir a Sirius pero por otra... bueno, no sabía como explicarlo porque nunca había notado ese tipo de miradas en el oscuro profesor. Ella todavía se ponía nerviosa al tenerlo cercar pero también seguía molesto con él por esa postura tan infantil que había tomado en la Casa de los Gritos al no querer escuchar las explicaciones de Sirius y Remus.

Percy obtuvo las más altas calificaciones en ÉXTASIS. Fred y George consiguieron varios TIMOS cada uno. Mientras tanto, la casa de Gryffindor; en gran medida gracias a su espectacular actuación en la copa de Quidditch, había ganado la Copa de las Casas por tercer año consecutivo. Por eso la fiesta de final de curso tuvo lugar en medio de ornamentos rojos y dorados, y la mesa de Gryffindor fue la más ruidosa de todas, ya que todo el mundo lo estaba celebrando.

Cuando a la mañana siguiente el expreso de Hogwarts salió de la estación, Hermione dio a Rini y a los chicos una sorprendente noticia:

-Esta mañana, antes del desayuno, he ido a ver a la profesora McGonagall. He decidido dejar los Estudios Muggles.

-¡Pero aprobaste el examen con el 320 por ciento de eficacia!

-Lo sé —suspiró Hermione—. Pero no puedo soportar otro año como éste. El giratiempo me estaba volviendo loca. Lo he devuelto. Sin los Estudios Muggles y sin Adivinación, volveré a tener un horario normal.

-Todavía no puedo creer que ninguna de las dos nos dijera nada —dijo Ron resentido—. Se supone que somos sus amigos.

-Prometimos que no se lo contaríamos a nadie —dijo Rini gravemente-. Además de que tal vez yo todavía lo siga usando.

-¿Por qué?

-Porque no vaya a hacerla de malas que otra vez algunas de mis clases estén juntas otra vez. Aunque también me fastidia un poco este aparato. Es una locura -Dejó escapar un suspiro y se volvió para observar a Harry, que veía cómo desaparecía Hogwarts detrás de una montaña—. Alégrate, Harry —dijo con tristeza.

-Estoy bien —repuso Harry de inmediato—. Pensaba en las vacaciones.

-Sí, yo también he estado pensando en ellas —dijo Ron—. Harry, tienes que venir a pasar unos días con nosotros. Lo comentaré con mis padres y te llamaré. Ya sé cómo utilizar el felétono.

-El teléfono, Ron —le corrigió Hermione—. La verdad, deberías tomar Estudios Muggles el próximo curso...

Ron no le hizo caso.

-¡Este verano son los Mundiales de Quidditch! ¿Qué dices a eso, Harry? Ven y quédate con nosotros. Iremos a verlos. Mi padre normalmente consigue entradas en el trabajo.

La proposición alegró mucho a Harry.

-Sí... Apuesto a que los Dursley estarán encantados de dejarme ir... Especialmente después de lo que le hice a tía Marge...

Mucho más contento, Harry jugó con Ron y las chicas varias manos de snap explosivo, y cuando llegó la bruja con el carrito del té, los cuatro compraron un montón de cosas de comer; aunque nada que contuviera chocolate.

Pero fue a media tarde cuando apareció lo que lo puso de verdad contento...

-Harry —dijo Hermione de repente, mirando por encima del hombro de él—, ¿qué es eso de ahí fuera?

Harry se volvió a mirar. Algo muy pequeño y gris aparecía y desaparecía al otro lado del cristal. Se levantó para ver mejor y distinguió una pequeña lechuza que llevaba una carta demasiado grande para ella. La lechuza era tan pequeña que iba por el aire dando tumbos a causa del viento que levantaba el tren. Harry bajó la ventanilla rápidamente, alargó el brazo y la cogió. Parecía una snitch cubierta de plumas. La introdujo en el vagón con mucho cuidado. La lechuza dejó caer la carta sobre el asiento de Harry y comenzó a zumbar por el compartimento, contenta de haber cumplido su misión. Hedwig dio un picotazo al aire con digna actitud de censura. Crookshanks se incorporó en el asiento, persiguiendo con sus grandes ojos amarillos a la lechuza. Al notarlo, Ron la cogió para protegerla.

Harry recogió la carta. Iba dirigida a él. La abrió y gritó:

-¡Es de Sirius!

-¿Qué? —exclamaron Ron y las chicas, emocionados—. ¡Léela en voz alta!

Querido Harry:

Espero que recibas esta carta antes de llegar a casa de tus tíos. No sé si ellos están habituados al correo por lechuza. Buckbeak y yo estamos escondidos. No te diré dónde por si ésta cae en malas manos. Tengo dudas acerca de la fiabilidad de la lechuza, pero es la mejor que pude hallar, y parecía deseosa de acometer esta misión.

Creo que los dementores siguen buscándome, pero no podrán encontrarme. Estoy pensando en dejarme ver por algún muggle a mucha distancia de Hogwarts, para que relajen la vigilancia en el castillo.

Hay algo que no llegué a contarte durante nuestro breve encuentro: fui yo quien te envió la Saeta de Fuego.

-¡Ha! —exclamó Hermione, triunfante—. ¿Lo ven? ¡Les dijimos que era de él!

-Sí, pero él no la había hechizado, ¿verdad? —Observó Ron—. ¡Ay!

La pequeña lechuza, que daba grititos de alegría en su mano, le había picado en un dedo de manera al parecer afectuosa.

Crookshanks llevó el envío a la oficina de correos. Utilicé tu nombre, pero les dije que cogieran el oro de la cámara de Gringotts número 711, la mía. Por favor, considéralo como el regalo que mereces que te haga tu padrino por cumplir trece años.

También me gustaría disculparme por el susto que creo que te di aquella noche del año pasado cuando abandonaste la casa de tu tío. Sólo quería verte antes de comenzar mi viaje hacia el norte. Pero creo que te alarmaste al verme.

Te envío en la carta algo que espero que te haga disfrutar más el próximo curso en Hogwarts.

Si alguna vez me necesitas, comunícamelo. Tu lechuza me encontrará.

Volveré a escribirte pronto.

Sirius

Harry miró impaciente dentro del sobre. Había otro pergamino. Lo leyó rápidamente, y se sintió tan contento y reconfortado como si se hubiera tomado de un trago una botella de cerveza de mantequilla.

Yo, Sirius Black, padrino de Harry Potter, autorizo por la presente a mi ahijado a visitar Hogsmeade los fines de semana.

-Esto le bastará a Dumbledore —dijo Harry contento. Volvió a mirar la carta de Sirius—. ¡Un momento! ¡Hay una posdata...!

He pensado que a tu amigo Ron tal vez le guste esta lechuza, ya que por mi culpa se ha quedado sin rata.

Ron abrió los ojos de par en par. La pequeña lechuza seguía gimiendo de emoción.

-¿Quedármela? —preguntó dubitativo. La miró muy de cerca durante un momento, y luego, para sorpresa de Harry y las chicas, se la acercó a Crookshankspara que la olfatease.

-¿Qué te parece? —preguntó Ron al gato—. ¿Es una lechuza de verdad?

Crookshanks ronroneó.

-Es suficiente —dijo Ron contento—. Me la quedo.

-Vaya detector de animagos -comentó Rini

Llegaron a la estación y atravesaron la barrera de la plataforma 9 ¾, al cruzar vieron al tío de Harry, a la madre de Ron y a los padres de Hermione y Rini.

-¡Te llamaré por los Mundiales! —gritó Ron a Harry, al despedirse de ellos.

-¡Espero que podamos vernos pronto! -gritó Hermione, despidiéndose con la mano de sus amigos.

-¡Cuídense mucho, esperamos verlos pronto! -gritó Rini

-¡Bye! -gritó Xóchitl

Los cuatro amigos tomaron caminos separados para regresar a sus respectivos hogares, pero tenían la esperanza de verse más pronto de lo normal en el verano y tenían la excusa perfecta para hacerlo; Los Mundiales de Quidditch.

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