Fin del Sexto Año. El sepulcro blanco
La licántropo seguía cayendo sin importarle ya nada, en su mente seguían pasando las imágenes que acababa de ver: los mortífagos en la Torre. Dumbledore indefenso. Draco petrificado por el miedo. Severus lanzándole la maldición asesina a Dumbledore...
Ese último pensamiento seguía dándole vueltas más que los demás y seguía haciéndose la misma pregunta: ¿Cómo era posible que Severus se atreviera a hacer algo así? ¿Por qué asesinó a Dumbledore si se suponía que el viejo director confiaba en él?
De pronto la licántropo brilló y volvió a ser Alex y Xóchitl.
—¡ALEX! ¿QUÉ HACES? ¡NOS VAMOS A MATAR! —exclamó la loba
Pero Alex aun seguía aturdida con lo que acaban de pasar. Xóchitl se acercó a Alex y volvió a activar la Forma Guerrera. Ya estando a diez metros del suelo, la licántropo se rodeó de una burbuja de aire que logró amortiguar a tiempo su caída. En cuanto tocó el suelo volvió a brillar y a dividiste en dos; Xóchitl se dejó caer de panza y extendió las patas mientras que Alex estaba a cuatro patas todavía en shock.
La loba se dio cuenta de la actitud de su humana y con lentitud se levantó y se le acercó.
—¿Alex? ¿Estás... bien?
La chica seguía con la mirada fija en el suelo clavando los dedos en la tierra y temblaba por la conmoción
—Severus... es imposible
La loba enseguida entendió lo que le pasaba; en cuanto estuvo junto a ella, con un poco de duda, acarició la mano de la chica con su hocico. Alex reaccionó y miró a Xóchitl. Retiró su mano y acarició a la loba detrás de las orejas.
De pronto se escuchó ruido detrás de ellas y vieron que los mortífagos salían corriendo de la Torre de Astronomía, minutos después salieron Draco... y Severus.
En cuanto el profesor salió su mirada se encontró con la de Alex; no se veía ninguna expresión en su rostro, pero Xóchitl —por una vez en su vida— se fijó en los ojos del profesor y pudo ver en ellos... ¿Tristeza? ¿Arrepentimiento? La loba sabía que debía de existir alguna explicación para eso (aunque le costará admitirlo); miró a Alex y le sorprendió ver su mirada, ya no era la de siempre. La chica al ver a Severus comenzó a sentir algo brotar en su pecho; ya no era amor, sino decepción, tristeza... y rabia.
Se puso en pie y sacó su varita. Xóchitl vio la reacción de la chica y se asustó, jamás la había visto tan molesta, ni siquiera cuando se enfrentaron a los mortífagos en el ministerio ni contra Bellatrix cuando asesinó a Sirius.
De pronto se escuchó que alguien salía de la Torre y las chicas se sorprendieron de ver que se trataba de...
—¡Harry!
El aludido volteó y vio a las chicas corriendo hacia él.
—Harry ¿Pero de dónde...?
—¡Snape mató a Dumbledore! ¡No intentes detenerme Alex porque...!
—¡No lo haré Harry! —el azabache se sorprendió ante las palabras de su amiga—. Yo iré contigo a detenerlo y hacer que pague
Lo normal sería que Alex defendiera a Snape y dijera que no fue él, pero Harry se sorprendió escuchar a su amiga decir que sabía lo que pasó y que le ayudaría a pelear contra él. Antes de que el azabache dijera otra cosa, la chica salió corriendo en busca del profesor, y él y Xóchitl salieron tras ella.
Corrían entre los combatientes de Hogwarts y los mortífagos, esquivando hechizos y escombros que caían por todos lados. Más de una vez se encontraban con algún aliado quien preguntaba tratando de averiguar qué pasaba, pero Alex solamente pasaba de largo y Harry y Xóchitl simplemente se disculpaban.
Llegaron hasta los jardines y ya estaban a unos metros de la cabaña de Hagrid. Cuando de pronto los dos recibieron un ataque por la espalda, eran los hermanos mortífagos Carrow.
—¡Desmaius! —conjuró Harry al hermano
Pero el mortífagos fue más rápido y logró esquivar el hechizo de Harry. Su hermana lanzó un Cruciatus hacia Alex la cual le dio de lleno en la espalda. La latina cayó de bruces y comenzó a gritar y a retorcerse de dolor.
—¡Alex! —exclamaron a la vez Harry y Xóchitl
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Se sentía la mayor escoria del planeta —y no solo por haber asesinado a la única persona que confiaba en él y lo quiso como un hijo— sino por haber traicionado a la persona que más amaba y que ahora perdió para siempre.
La licántropo perdió el control de sus poderes y cayó al vacío.
—Alex —susurró Severus
Quiso acercarse al parapeto y ayudar a Alex, pero sintió una mano que lo sujetó con discreción de la muñeca. Volteó un poco y se sorprendió de ver que se trataba de Draco.
Con una silenciosa mirada, el chico le hizo entender al oscuro profesor que no podía hacer nada con Bellatrix y los demás mortífagos presentes.
—Fuera de aquí, rápido —ordenó Severus, mirando otra vez por donde cayó su pequeña y el cuerpo de Dumbledore. Agarró a Draco por la nuca y lo empujó hacia la puerta; Greyback y los achaparrados hermanos los siguieron, estos últimos resoplando enardecidos.
Salieron de la torre y Severus buscó con la mirada a Alex hasta que la vio a unos metros de la torre. Su mirada se encontró con la de ella y trató de usar Legeremancia; pero la rabia y la decepción de la chica hizo que usará Oclumancia inconscientemente. Sin embargo, Xóchitl lo vio y a ella le trató de decir lo que pasó. Siguió con su camino cuando el contacto visual se rompió y ya no supo si la loba le entendió o no.
Siguió corriendo junto al rubio y los demás mortífagos hasta los jardines para poder escapar. Llegaron hasta la cabaña de Hagrid, el semigigante salió de cabaña y comenzó a enfrentarse a los magos tenebrosos; Severus mantenía alejado a Draco del peligro, pero de pronto detrás de ellos se escucharon alaridos de dolor.
—¡Alex! —escuchó Severus y dio la vuelta
El profesor sintió que se le paraba el corazón al ver que su pequeña estaba siendo atacada por Alecto con el maleficio Cruciatus. Severus trató de ir a ayudarla, pero le pasó rozando un hechizo al costado izquierdo y por detrás, se dio cuenta de que otro de los mortífagos que estuvo en la torre peleaba contra Hagrid.
El profesor sabía que tanto él como Draco correrían peligro si se quedaban ahí y enfrentaban al guardabosques, por lo que tomó al rubio del cuello de la camisa y siguió con su camino, ignorando a su corazón.
«Alex... Por favor, perdóname»
Draco miró la expresión de su Jefe de Casa y después a la latina, quien era salvada por Potter y Xóchitl; también se sentía mal de dejarla así, pero no podía hacer nada porque si desobedecía las órdenes del Señor Tenebroso lo matarían a él y a su familia.
«Espero que Alex esté bien»
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Harry y la loba lograron derribar a los Carrow y salvar a Alex. El azabache vio a Severus y Draco pasar por delante de la cabaña de Hagrid en camino hacia la entrada del castillo.
—¡Se están escapando! —exclamó el chico y corrió detrás de ellos otra vez
A Alex le costó un poco recuperar sus fuerzas, en cuanto se compuso vio que Harry corría de nuevo. Con trabajos, se puso de pie y junto a Xóchitl siguió a Harry.
Harry pasó a toda velocidad por delante de Hagrid y su oponente, apuntó a la espalda de Severus y gritó:
—¡Desmaius!
Pero no acertó: el rayo de luz roja pasó rozando la cabeza de Severus, que gritó «¡Corre, Draco!» y se dio la vuelta. Harry y el profesor, separados por unos veinte metros, se miraron y levantaron las varitas a un tiempo.
—¡Cruc...!
Pero Severus rechazó la maldición y lanzó a Harry de espaldas antes de que éste hubiera pronunciado el conjuro, chocando con Alex y los dos quedaron tumbados en el suelo. El muchacho volvió a levantarse rápidamente sin hacerle caso a su amiga mientras el enorme mortífago que tenía detrás gritaba: «¡Incendio!»; se oyó una explosión y una trémula luz anaranjada lo iluminó todo. ¡La cabaña de Hagrid estaba en llamas!
—¡Fang está ahí dentro, asqueroso...! —bramó Hagrid.
—¡Cruc...! —gritó Harry por segunda vez apuntando a la figura que tenía delante, iluminada por las parpadeantes llamas, pero Severus volvió a interceptar el hechizo y lo miró con desdén.
—¿Pretendes echarme una maldición imperdonable, Potter? —gritó elevando la voz por encima del fragor de las llamas, los gritos de Hagrid y los desesperados ladridos de Fang, atrapado en la cabaña—. No tienes ni el valor ni la habilidad...
—¡Incárc...! —rugió Harry, pero Severus desvió el hechizo con una sacudida casi perezosa del brazo—. ¡Defiéndase! —le gritó Harry—. ¡Defiéndase, cobarde de...!
—¿Me has llamado cobarde, Potter? —chilló Snape—. Tu padre nunca me atacaba si no eran cuatro contra uno. ¿Cómo lo llamarías a él?
—¡Desm...!
—¡Interceptado otra vez, y otra, y otra, hasta que aprendas a tener la boca cerrada y la mente abierta, Potter! —exclamó Severus con sorna, y volvió a desviar la maldición—. ¡Vamos! —le gritó al enorme mortífago que estaba a espaldas de Harry—. Hay que salir de aquí antes de que lleguen los del ministerio...
—¡Impedi...!
Pero antes de que Harry pudiera terminar el embrujo sintió un dolor atroz que lo hizo caer de rodillas en la hierba. Oyó gritos y creyó que aquel dolor lo mataría. Snape iba a torturarlo hasta la muerte o la locura...
—¡Harry! —exclamó Alex al ver a su amigo siendo torturado.
Severus al escucharla se sintió más culpable por hacerla sufrir de este modo, pero no tenía opción. Tenía que seguir con esto. Entonces escuchó el grito de la chica y vio que al igual que Potter, y como hace unos momentos, cayó de rodillas y gritaba de dolor; el mortífago rubio los estaba torturando.
—¡No! —bramó Severus, no solamente con la intención de proteger a Potter, sino para que dejaran en paz a su pequeña. El dolor desapareció con la misma rapidez con que había empezado; Harry y Alex se quedaron hechos un ovillo sobre la hierba, aferrando la varita y jadeando, mientras Severus tronaba—: ¿Has olvidado las órdenes que te dieron? ¡Potter es del Señor Tenebroso! ¡Tenemos que dejarlo! ¡Vete! ¡Largo de aquí!
Y los chicos notaron que el suelo se estremecía bajo sus mejillas mientras los dos hermanos y el otro mortífago, más corpulento, obedecían y corrían hacia las verjas. El muchacho lanzó un inarticulado grito de rabia —en ese instante no le importaba morir—, se puso en pie una vez más, y, tambaleándose y a ciegas, se dirigió hacia Snape, al que odiaba tanto como al propio Voldemort.
Alex vio la expresión de Harry; el chico estaba igual o más molesto con Severus que ella, pero sus razones eran diferentes. También se puso de pie con dificultad y sintió que la sangre se le le heló cuando escuchó a Harry decir...
—¡Sectum...!
Severus agitó la varita y volvió a repeler la maldición, pero Harry estaba a escasos metros de él y por fin pudo ver con claridad el rostro del profesor: ya no sonreía con desdén ni se burlaba de él, sino que las abrasadoras llamas mostraban unas facciones encolerizadas. Harry intentó concentrarse al máximo y pensó: «¡Levi...!»
—¡No, Potter! —gritó Severus.
Se oyó un fuerte estruendo y Harry salió despedido de nuevo hacia atrás y de nuevo chocó con Alex; volvieron a desplomarse y esta vez se les cayeron las varitas de las manos. Oían gritar a Hagrid y aullar a Fang y veían cómo Severus se les acercaba y los contemplaba tumbados en el suelo, sin varita, indefensos, igual que unos momentos antes había estado Dumbledore. En el pálido semblante de Snape, iluminado por la cabaña en llamas, se reflejaba el odio de la misma forma que antes de echarle la maldición al anciano profesor.
Alex notó que Severus tenía los ojos fijos en su amigo y que al parecer no tenía ni la más mínima intención de encararla.
—¿Cómo te atreves a utilizar mis propios hechizos contra mí, Potter? ¡Yo los inventé! ¡Yo soy el Príncipe Mestizo! Y tú pretendes atacarme con mis inventos, como tu asqueroso padre, ¿eh? ¡No lo permitiré! ¡No!
Harry se lanzó para recuperar la varita, pero Snape le arrojó un maleficio y la varita salió volando y se perdió en la oscuridad.
—Pues máteme —dijo Harry resoplando; no sentía miedo, sólo rabia y desprecio—. Máteme como lo mató a él, cobarde de...
—¡¡No me llames cobarde!! —bramó Snape, y su cara adoptó una expresión enloquecida, inhumana, como si estuviera sufriendo tanto como el perro que ladraba y aullaba sin cesar en la cabaña incendiada.
Snape describió un amplio movimiento con el brazo, como si acuchillara el aire. Harry notó un fuerte latigazo en el rostro y una vez más cayó de espaldas y se golpeó contra el suelo. Unos puntos luminosos aparecieron ante sus ojos y por un instante se quedó sin respiración, vio que Severus se le acercaba, pero de pronto todo comenzó a volverse borroso y poco a poco fue cayendo en la inconsciencia.
Severus se acercó al chico, todavía apuntándole con la varita y listo para volverlo a atacar. Levantó la varita y ya con un hechizo en mente.
—¡NO!
Alex corrió hacia Harry y se colocó ante su amigo con los brazos extendidos y mirando seriamente a Severus. El profesor había olvidado por completo a Alex; al verla, comenzó a temblarle un poco la mano y se le hacía difícil mirarla a los ojos con la misma expresión de odio con la que miraba a Potter.
—¿Cómo...? ¿Cómo pudiste... hacer algo así? Es... imposible... ¿Por qué?
Severus ya no sabía qué hacer; desde antes de que Dumbledore le pidiera ese favor, sabía las consecuencias que traería: perdería a Alex y ella ya no confiaría en él nunca más. Quería enviar todo al demonio y confesarle todo, pero no podía y esta vez gracias al Juramento Inquebrantable que hizo con Narcisa Malfoy.
Alex seguía mirándolo con odio y tristeza y eso le partía el alma al adulto. Con todo el dolor de su corazón, tuvo que hablarle duramente como lo hacía con Harry.
—Eso es algo que no es de tu incumbencia, Macías
—¿Qué? ¿Macías? Pero... entonces... lo nuestro, todo lo que pasamos juntos ¿fue una mentira?
Severus se puso de piedra ante esa pregunta. Alex lo miró a los ojos tratando de aguantar las lágrimas.
—¿LO FUE?
—Sí.. fue mentira
Su corazón se detuvo en ese momento, la sangre ya no circulaba en sus venas, sentía que algo pesado cayó en su estómago y un frío helado le corría por toda su espina dorsal.
Bajó los brazos y miraba a Severus a los ojos; el profesor vio que la chica estaba más pálida como un fantasma y las lágrimas corrían por sus mejillas. La chica bajó la mirada haciendo que su fleco le cubriera los ojos; no pudo evitar recordar todo lo que había pasado junto a él, cerró los puños con fuerza y apretó la mandíbula.
—Es imperdonable —susurró la chica, pero Severus logró escucharla. Se le acercó un poco y levantó una mano hacia ella—. ¡ES IMPERDONABLE! —y con pisotón levantó la tierra haciendo que Severus retrocediera bruscamente hasta que perdió el equilibrio y cayó de espaldas.
Severus levantó la mirada y se sorprendió de ver la expresión de Alex: Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas, pero tenía una expresión fría y severa en el rostro, se podría decir que se parecía a la suya. Caminaba hacia él con los puños fuertemente cerrados y la respiración agitada.
—No puedo creer que haya sido tan tonta como para creerte. Todos tenían razón... no se puede confiar en los mortífagos —y le lanzó una llamarada con el puño como si lo fuera a golpear.
Severus reaccionó a tiempo e invocó un «¡Protego!» esquivando el fuego. Se levantó como pudo, con varita en mano y comenzó a retroceder. Sabía que Alex se enojaría con él, pero no esperaba que lo atacara.
Alex no se quedó quieta, volvió a levantar los puños pero esta vez salio una rafaga, la cual Severus esquivó con otro movimiento de varita. Alex atacaba a Severus con fuerza, las lágrimas seguían recorriendo sus mejillas y los recuerdos de todos los momentos que pasaron juntos seguían arremolinándose en su cabeza.
Severus estaba llegando al punto en que ya no podía seguir reteniendo los ataques de Alex. Por instinto de supervivencia, Severus le lanzó a la chica un Expelliarmus haciendo que saliera disparada y cayera bruscamente de espalda.
El profesor vio con horror lo que hizo y se acercó un poco a ella para ayudarla.
—Ya te habías tardado en mostrar tus verdaderas intenciones... Snape
Severus se detuvo de golpe al escuchar a Alex llamarlo por su apellido y el tono envenenado con el que lo pronuncio. La chica se puso de pie con dificultad y con su poder elemental de tierra pudo recuperar su varita y apuntó a Severus con ella. El profesor miró por unos momentos la varita de la latina y después a ella; al ver su expresión sentía que el mundo se le venía encima; la había perdido y sabía que no importaba lo que intentará hacer, jamás la recuperaría.
—Si vas a atacarme ahora con un hechizo, hazlo ahora. No me defenderé —dijo Severus con voz cansada
Alex se sorprendió al escucharlo decir eso. Estaba tentada a tomarle la palabra, pero a la vez no porque tenía el presentimiento de que tal vez se tratará de una trampa.
Severus vio la expresión de la latina y no le sorprendió en lo más mínimo su desconfianza, para "animarla" a que lo atacara, volvió a acercarse a ella con lentitud. Ella al ver que se acercaba dio un paso atrás y la mano con la que sujetaba la varita tembló.
—No te acerques —advirtió ella, pero Severus siguió con su camino. Alex volvió a dar un paso atrás—. ¡No te acerques! —repitió ella y Severus la volvió a ignorarla.
Alex siguió retrocediendo hasta que tropezó con algo y estuvo a punto de caer, pero solo se dobló un poco el tobillo. Severus intensificó el paso y ya estaba a sólo tres metros de ella. Alex tomó la varita con mayor firmeza y sintió como si le clavaran una daga en el corazón al ver la expresión de tristeza y preocupación que muchas veces vio reflejada en el hombre.
«Es mentira... Todo a sido mentira» y nuevas lágrimas comenzaron a brotar
—¡NO TE ACERQUES! —exclamó Alex
Alex levantó su varita y como si tuviera un látigo apuntó hacia Severus y le dio en la mejilla derecha haciéndole un corte desde la frente hasta la comisura del labio; Severus cayó de rodillas, puso una mano sobre su mejilla y vio la sangre (no fue tan duro el impacto del ojo para hacer que perdiera la vista). Alex todavía lo miraba con odio, Severus se paró y miró a su pequeña... la había perdido... la había perdido para siempre. Alex vio reflejado en su rostro tristeza y entonces vio algo en los ojos del mayor que le llamó la atención ¿Eso que veía eran lágrimas? pero sabía que era mentira, toda su historia de amor había sido una farsa, una hermosa y vil mentira, todavía le seguía apuntando a ese ser que no podía odiar... porque lo amaba. Sintió que las lágrimas seguían corriendo por su rostro y comenzó a bajar un poco la varita.
—Lárgate... lárgate de aquí antes de que Harry despierte y te mate
Severus retiró la mano que tenía en su rostro y dejo que la sangre y las lágrimas siguieran corriendo por su rostro. La miró con tristeza y amor por última vez antes de dar media vuelta y salir de los terrenos del castillo y desaparecer.
En cuanto Severus se perdió de vista, Alex comenzó a llorar con desesperación dejándose caer de rodillas y cubriéndose el rostro con las manos; se sentía como una tonta al dejarse engañar de esa manera. Estuvo llorando por un largo rato hasta que escuchó ruidos a su espalda; volteó y vio que Harry estaba despertando. Se secó con brusquedad las lágrimas y se acercó a su amigo.
—¡Harry! ¿Estás bien? —preguntó la latina, ayudando al azabache a ponerse de pie
—Sí, estoy bien —miro a su alrededor y de pronto recordó todo lo que pasó—. ¡Snape! ¿Dónde está?
—Logró escapar —respondió Alex, pero con amargura
Harry dejó escapar un gruñido de frustración. Entonces los dos recordaron la cabaña de Hagrid en llamas, sacaron sus varitas y salieron corriendo en busca de su amigo semi-gigante. Lo encontraron tratando de apagar el fuego con su paraguas rosado. Los chicos se le acercaron y lo ayudaron apagarlo; cuando la cabaña se apagó, los tres regresaron al castillo comentando lo que había pasado esa noche.
Las puertas de roble de la entrada estaban abiertas y la luz del interior iluminaba el sendero y la extensión de césped. Poco a poco, con vacilación, empezaron a salir profesores y alumnos en pijama; bajaron los escalones y miraron alrededor, nerviosos, en busca de alguna señal de los mortífagos que habían huido en plena noche. Sin embargo, los chicos estaban fijos en el pie de la torre más alta. Les pareció distinguir un bulto negro acurrucado sobre la hierba, aunque en realidad estaban demasiado lejos para ver nada. Pero mientras contemplaban el sitio donde calculaban que debía yacer el cadáver de Dumbledore, repararon en que la gente empezaba a dirigirse hacia allí.
—¿Qué miran? —preguntó Hagrid mientras se acercaban a la fachada principal con Fang pegado a sus talones—. ¿Qué es eso que hay en la hierba? — añadió de repente, y viró hacia el pie de la torre de Astronomía, donde se estaba formando un pequeño corro—. ¿Lo ven, chicos? Allí, al pie de la torre. Debajo de la Marca... Cáspita, espero que no se haya caído nadie.
Hagrid guardó silencio, porque acababa de pensar algo demasiado espantoso para expresarlo en voz alta. Los chicos avanzaban junto a él. Notaban diversas contusiones en la cara y las piernas, producto de los maleficios que habían recibido en la última media hora, aunque percibían el dolor de un modo extraño, con cierta indiferencia, como si no lo padecieran ellos sino alguien que estuviera junto a ellos. Lo que sí era real e ineludible era la espantosa presión que notaban en el pecho...
Llegaron hasta donde estaba la multitud y Harry y Alex se abrieron camino entre la multitud y siguieron avanzando despacio hasta el sitio donde yacía Dumbledore y se agacharon a su lado.
Dumbledore tenía los ojos cerrados, y por la curiosa posición en que le habían quedado los brazos y las piernas podía parecer que estaba dormido. Harry alargó un brazo, le enderezó las gafas de media luna sobre la torcida nariz y le limpió con la manga de su propia camiseta un hilo de sangre que se le escapaba por la boca.
Alex seguía mirando al viejo director y se sentía culpable por no haber vigilado como debía a Snape, porque de haberlo hecho Dumbledore no habría... Entonces se dio cuenta de que Harry se movía a su lado, pero no le hizo mucho caso.
Los dos escucharon pasos que llegaban por detrás de ellos; entonces Alex reconoció la voz de Ginny y sintió su mano rodear su brazo. Tanto ella como Harry se dejaron llevar, lejos de la multitud de regreso al castillo.
Los chicos por un momento creyeron que la pelirroja los llevaría al despacho de alguno de los docentes pero se sorprendieron de ver que los llevaba a la enfermería.
Al entrar, los dos vieron a Neville acostado en una cama cerca de la puerta; al parecer dormía. Ron, Hermione, Xóchitl, Luna, Tonks y Remus se apiñaban alrededor de una cama al fondo de la habitación. Todos se volvieron hacia la puerta. Hermione corrió hacia Harry y lo abrazó y después a Alex; Xóchitl corrió hacia Alex, tomó forma humana y la abrazó con fuerza. Remus también fue hacia ellos, con gesto de aprensión y los miró con atención para asegurarse de que ninguno de los dos estuviera herido.
Se acercaron a sus amigos y los chicos vieron que en una de las camas se encontraba postrado Bill y vieron que tenía varias cicatrices en el rostro: lo había mordido Fenrir Greyback. Todos comenzaron a discutir de como sería la vida del mayor de los Weasley ahora que lo había mordido un hombre lobo y sin ser Luna Llena, Ron sugirió que tal vez Dumbledore sabría como curar a su hermano, pero ante la mención del anciano director, su hermanita anuncio a todos sobre la muerte del viejo director.
Todos los presentes miraron tanto a Harry como a Alex esperando que desmintieran lo que la pelirroja acababa de decir, pero las únicas respuestas que tuvieron por parte de los dos fue que Harry simplemente bajó la cabeza y Alex se alejó de ellos hacia la ventana más cercana. Harry fue quien contó lo que pasó; a cada palabra de su amigo, Alex sentía que le estaban clavando varías dagas en su corazón una tras otra. Xóchitl vio la reacción de su humana y como único signo de consuelo que se le ocurrió fue colocar una mano sobre su hombro.
Llegó McGonagall y Harry tuvo que volver a contar lo que pasó con el viejo director. En cuanto terminó, todos comenzaron a debatir sobre Snape y Dumbledore comenzando a indagar en el porque el oscuro profesor había asesinado al anciano y que fue lo que Snape le habría dicho a Dumbledore para que creyera que estaba de su lado.
Entonces de repente se escuchó el ruido de vidrio rompiéndose, todos miraron y vieron que se trataba de Alex; golpeó con fuerza sus puños contra el vidrio ocasionando que este se estrellara y se cortara. La sangre brotaba con brusquedad de sus heridas pero Alex no había nada para detenerlo, simplemente seguía con las manos sobre el vidrio roto y respirando con dificultad.
Luna fue quien se le acercó, la tomó de las manos heridas logrando que la chica la mirara a los ojos.
—Sé que estás herida de tu corazón, pero lastimandote físicamente no resolverá nada. No puedo decirte que sé cómo te sientes, pero quiero que entiendes una cosa: A pesar de que Snape ya no está y se atrevió a burlarse de ti, aun tienes personas que te quieren mucho.
—Luna
—¿Luna de qué estás hablando? —preguntó Harry acercándose a las chicas
Alex se mordió el labio dudando un poco en si decirles la verdad o no, pero por como estaban las cosas y que no perdonaría a Snape por lo que hizo, en su corazón desapareció los sentimientos de odio y volvieron a brotar los sentimientos de cariño y afecto que sentía hacia el oscuro profesor. Dejó escapar un suspiro y se encaró a su amigo.
—Lo que Luna quiere decir es que... por más de un año... Snape y yo fuimos novios
Las exclamaciones de asombro no se hicieron esperar en la enfermería. Alex respiró hondo y comenzó a relatarles todo lo que había pasado con Snape; cuando terminó no le sorprendió ver que todos —a excepción de Ginny, Hermione, Luna y Tonks— la miraban con incredulidad.
La latina miró a todos los presentes y buscó con la mirada a Harry, El azabache la miró a los ojos y ninguno de los dos rompió el contacto visual; Alex logró ver la expresión de su amigo y se dio cuenta que no era buena. Se veía serio y enojado; pero más que nada se sentía traicionado. La latina no quería que las cosas se quedaran así entre ellos, se acercó a su amigo quedando frente a frente; el chico seguía con expresión seria.
—Harry. Sé que estás enojado conmigo y reconozco que cometí un error al creerle a Snape y tener una relación con él, pero no quiero que por mi error dejemos de ser amigos, por favor.
Harry la miró por unos momentos; la verdad si estaba dolido con ella por haber estado con Snape, pero eso no era lo que más le dolía.
—Alex, aunque no lo creas, el que hayas sido novia de... Snape no es lo que me molestó—Al chico le costó mucho decir eso, sintió como si le diera arqueadas de solo pensarlo. Alex se sorprendió de lo que le dijo su amigo—, sino que me molestó más el hecho de que no confiaras en nosotros para decirnos. Aunque también nosotros te dimos razones igual para no hacerlo.
—Harry
—Lamento que las cosas con él no salieran bien, pero quiero que entiendas algo y que es lo mismo que tú y Hermione siempre me dicen: No estas sola, siempre contaras con nosotros.
Alex no sabía que decirle a su amigo, a quien quería como a un hermano. De pronto sintió que algo escurría por su rostro, pasó un dedo y se dio cuenta que estaba llorando; Harry sabía que su hermana no se sentía bien con todo lo que estaba pasando. Si, hermana; porque tanto ella como Hermione —y Ron— eran, desde que descubrió el mundo mágico, sus hermanos.
Harry se le acercó y abrazó a la chica. Alex tardó unos segundos en reaccionar, pero al final le correspondió el abrazo.
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Las cosas en el castillo eran lúgubres, McGonagall y los demás docentes preparaban el funeral de Dumbledore; ninguno de ellos lograba todavía asimilar que el viejo director haya muerto, pero tenían que seguir adelante tanto por el bien de los estudiantes como del colegio; además de que querían que todo Hogwarts le diera un último adiós a Dumbledore.
Mientras tanto, los cuatro amigos estaban en la Sala Común. De pronto, con un poco de duda, Hermione se le acercó a Harry.
—Harry, esta mañana he encontrado una cosa en la biblioteca...
—¿Tiene relación con R.A.B.? —preguntó él al tiempo que se enderezaba.
R.A.B. eran las siglas de la nota que se encontraba en el guardapelo-horrocrux que Harry y Dumbledore fueron a buscar, demostrando que era falso y que el verdadero fue hurtado.
—No —dijo Hermione, pesarosa—. Lo he intentado, Harry, pero no he encontrado nada. Hay un par de magos bastante famosos con esas iniciales, Rosalind Antigone Bungs y Rupert Axebanger Brookstanton, pero creo que no encajan. A juzgar por lo que pone en esa nota, la persona que robó el Horrocrux conocía a Voldemort, y no he descubierto ni la más mínima prueba de que Bungs o Axebanger tuvieran trato alguno con él... No, lo que quería decirte... Bueno, se trata de Snape.
Parecía sentirse incómoda por el simple hecho de volver a pronunciar ese nombre. Miro a Alex, quien estaba sentada en el sillón enfrente a la chimenea con las piernas contra el pecho y los brazos sobre sus rodillas.
—¿Qué pasa con él? —preguntó Harry con fastidio, y reclinarse en el respaldo de la butaca.
—Verás, resulta que yo tenía parte de razón con lo del Príncipe Mestizo — dijo ella con tono vacilante.
—¿Es imprescindible que me lo restriegues en la cara, Hermione? ¿Cómo crees que me siento cuando pienso en ello?
—¡No, no, Harry, no me refería al libro! —repuso ella precipitadamente, y echó un vistazo alrededor para comprobar que no los escuchaba nadie—. Es que tenía razón cuando decía que Eileen Prince había sido propietaria de ese libro. Mira, ella... ¡era la madre de Snape!
—Ya me pareció que no era muy guapa —comentó Ron, pero Hermione no le hizo caso.
—Estaba repasando el resto de los Profetas viejos y encontré un pequeño anuncio que decía que Eileen Prince iba a casarse con un tal Tobias Snape, y en un periódico posterior, otro anuncio de que había dado a luz a...
—... un asesino —se adelantó Harry con gesto de asco.
—Bueno... sí. Así que... en parte tenía razón. Snape debía de estar orgulloso de llevar el apellido Prince porque, según decía El Profeta, Tobías Snape era un muggle, ¿me explico?
—Sí, eso encaja —admitió Harry—. Decidió mentirle a los sangre limpia para poder hacerse amigo de Lucius Malfoy y sus compinches... Es igual que Voldemort: madre sangre limpia, padre muggle... Avergonzado de sus orígenes, utilizaba las artes oscuras para que los demás lo temieran y adoptó otro nombre, un nombre impresionante como hizo lord Voldemort: Príncipe Mestizo... ¿Cómo no se dio cuenta Dumbledore? —dijo esto último con fastidio, dando un puñetazo al brazo de la butaca.
Entonces miró a la latina esperando alguna reacción de su parte, pero ella al parecer estaba perpleja mirando las llamas de la chimenea; aún no se reponía de los acontecimientos de la Torre de Astronomía. Entonces, cayó en cuenta de su actitud y se tranquilizó un poco.
—Alex perdona, no era mi intención...
—La que debería de disculparse soy yo Harry. Yo ya lo sabía... y no te lo dije
—¿Por qué no nos dijiste nada? —preguntó Hermione
—Le prometí a Sev... a Snape que no se los diría, en ese entonces todavía confiaba en él
Los tres la miraron con tristeza. Xóchitl, quien estaba echada en el suelo a sus pies, levantó la cabeza y restregó su hocico contra la pierna de la chica para tratar de animarla. Alex simplemente le acarició la cabeza sin prestarle mucha atención.
Al día siguiente se celebró una ceremonia en honor a Dumbledore en el Lago Negro después del desayuno. Harry, Ron, Hermione, Alex y Ginny dejaron sus lugares y se encaminaron al lago; en la puerta del castillo lograron ver que habían colocado cientos de sillas en hileras a ambos lados de un pasillo y encaradas hacia una mesa de mármol que presidía la escena. La mitad de las sillas ya estaban ocupadas por una extraordinaria variedad de personas.
Harry, Ron, Hermione, Alex y Ginny se sentaron al final de una hilera, junto al lago. El continuo susurro de la concurrencia sonaba como la brisa al acariciar la hierba, pero el canto de los pájaros era mucho más intenso. Seguía llegando gente, y los últimos en sentarse fueron los profesores.
Hagrid caminaba despacio por el pasillo. Sollozaba en silencio y tenía el rostro surcado de lágrimas; en los brazos, envuelto en terciopelo morado salpicado de estrellas doradas, llevaba el cadáver de Dumbledore. Hagrid depositó el cadáver con extremo cuidado sobre una mesa de mármol que se encontraba hasta el frente donde se encontraban los docentes, el ministro de magia y varias personas "importantes".
Un individuo bajito y de cabello ralo, ataviado con una sencilla túnica negra, estaba de pie frente al cadáver de Dumbledore, el cual comenzó a decir algunas palabras sobre el anciano director. Después de unos momentos el hombrecillo de negro terminó su discurso y volvió a sentarse.
Entonces varias personas chillaron. Unas llamas relucientes y blancas habían prendido alrededor del cadáver de Dumbledore y de la mesa sobre la que reposaba, y se alzaron cada vez más, hasta ocultar por completo el cadáver. Un humo blanco ascendió en espiral y moldeó extrañas formas: en un sobrecogedor instante, a Alex le pareció ver cómo un fénix volaba hacia el cielo, dichoso, pero un segundo más tarde el fuego había desaparecido. En su lugar había un sepulcro de mármol blanco que contenía el cuerpo de Dumbledore y la mesa sobre la que lo habían tendido.
Con eso la ceremonia se dio por terminada y poco a poco la gente comenzó a retirarse del lugar.
Alex vio a sus amigos uno a uno: Harry hablando con Ginny y Hermione llorando sobre el hombro de Ron y este trataba de consolarla. Le dio una pizca de envidia al ver a sus amigos con sus respectivas parejas.
No pudo soportar más, se pudo de pie y comenzó a caminar por los jardines a la orilla del Lago Negro. Seguía dándole vueltas en la cabeza lo que había visto esa noche y lo que había conversado con Snape.
«Todo había sido una mentira... una vil mentira»
La chica sintió que nuevas lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos pero se contuvo a tiempo, ya no derramaba ni una lágrima más por Snape. Después de varios minutos caminando, se detuvo bajo la sombra del haya donde ella y sus amigos siempre se detenían a descansar.
Momentos después sus tres amigos se reunieron con ella y se sentaron a su lado.
—No soporto pensar que quizá no volvamos a Hogwarts —dijo Hermione con un hilo de voz—. ¿Cómo pueden cerrar el colegio?
—A lo mejor no lo hacen —especuló Ron—. Aquí no corremos más peligro que en nuestras casas, ¿no? Ahora no estamos seguros en ningún sitio. Incluso diría que en Hogwarts estamos más protegidos, porque en ningún otro sitio hay tantos magos para defenderlo. ¿Tú qué opinas, Harry?
—Yo no pienso volver aunque el colegio siga abierto.
Ron se quedó mirándolo boquiabierto, pero Hermione dijo con voz triste:
—Ya me imaginaba que dirías eso. Pero entonces ¿qué harás?
—Volveré una vez más a casa de los Dursley porque Dumbledore así lo deseaba. Pero será una breve visita y después me iré para siempre.
—¿Y adonde irás si no piensas volver al colegio?
—He pensado que podría regresar al valle de Godric —murmuró Harry. Tenía esa idea en la cabeza desde la noche que murió Dumbledore—. Para mí, todo empezó allí. Tengo la sensación de que necesito ir a ese lugar. Así podré visitar la tumba de mis padres.
—Y luego ¿qué? —preguntó Ron.
—Luego tendré que buscar los otros Horrocruxes, ¿no? —contestó el muchacho mientras contemplaba el blanco sepulcro del director, que se reflejaba en el agua, al otro lado del lago—. Eso es lo que Dumbledore quería que hiciera, por eso me lo contó todo sobre ellos. Si él tenía razón, y estoy seguro de que así es, todavía quedan cuatro. Debo encontrarlos y destruirlos, y luego he de ir en busca de la séptima parte del alma de Voldemort, la parte que todavía está en su cuerpo, y matarlo. Y si por el camino me encuentro con Severus Snape —añadió—, mejor para mí y peor para él.
—No estarás solo Harry —dijo de pronto Alex después de estar un largo rato en silencio—. Yo iré contigo
—Ni hablar. Será demasiado peligroso
—¿Y luego? Te ayudaré en todo lo que hagas. Además de que yo también me quiero vengar de... Snape
Harry se sorprendió con esa última declaración de su amiga y se silencio, el cual lo rompió Ron.
—Nos encontraremos allí, Harry —dijo Ron.
—¿Dónde?
—En casa de tus tíos. Y luego iremos contigo allá donde tú vayas.
—Ni hablar —repitió Harry; no había previsto eso, creía que sus amigos entenderían que quería hacer solo aquel peligrosísimo viaje.
—Una vez nos dijiste —intervino Hermione— que teníamos tiempo para echarnos atrás. Y ya lo ves, no lo hemos hecho.
—Estaremos a tu lado pase lo que pase —afirmó Ron—. Pero, ¡eh!, antes que nada, incluso antes de ir al valle de Godric, tendrás que pasar por casa de mis padres.
—¿Por qué?
—La boda de Bill y Fleur, ¿recuerdas?
Harry lo miró con asombro; la idea de que todavía pudiera existir algo tan normal como una boda parecía tan increíble como maravillosa.
—Sí, eso no podemos perdérnoslo —dijo al fin.
Los cuatro fijaron la mirada al Lago Negro, las aguas se movían con delicadeza dibujando suaves olas y el viento soplaba suavemente que les acariciaba el rostro.
A partir de ese momento, los cuatro se embarcarían en la aventura más grande y peligrosa de sus vidas; a pesar de haber adquirido experiencia en sus cursos pasados, esta nueva aventura que se presentaba a la puerta no sería nada fácil y mucho menos sería una clase con ensayo y error: Se enfrentarían al mundo real y tenían muchas cosas en juego.
Ya no había marcha atrás.
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