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Complicaciones

Después de haber aclarado todo, y tomados de la mano, los dos caminaron hacia un supermercado para comprar todo para la cena de Navidad y regresar al apartamento. Alex estaba algo nerviosa, puesto que no sabía cómo le diría todo a Xóchitl sin que la loba se exaltara al ver al pocionista e hiciera un numerito en el apartamento.

Terminaron de hacer las compras y regresaron al apartamento; sin embargo, durante todo el camino Alex estuvo inusualmente callada y eso le preocupó a Severus, las cosas entre los dos ya habían mejorado.

—Alex —la chica levantó la mirada hacia Severus—. ¿Qué te sucede?

—N... no es nada

Severus seguía mirándola, no muy convencido con lo que le decía

—Sabes que te conozco bien ¿Qué tienes?

—Es solo que... me preocupa Xóchitl

—¿Por qué te preocupa? —preguntó Severus, sorprendido por la respuesta de la chica

Le tomó unos segundos para entender la preocupación de su pequeña: La loba de seguro seguía molesta con él por lo que pasó en la Torre de Astronomía, y Alex creía que su "mascota" haría un escándalo en lugar de escucharla.

«No me da miedo ese saco de pulgas. Le demostraré que lo que siento por Alex es real y que no dejaré que nada malo le pase, ni a nuestro hijo» pensó Severus, decido.

Llegaron al edificio y se alegraron de ver que no había nadie en la puerta, ni siquiera el portero. Subieron por el elevador, ya que por el embarazo no era muy recomendable que Alex se esforzara demasiado al subir las escaleras. Severus fue quien manejo el elevador todo el tiempo, ante la mirada de sorpresa —y burla— de la chica.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Severus, algo indignado al ver que Alex se reía un poco por lo bajo

—Nunca creí que llegaría a verte usar algún aparato muggle

—De vez en cuando puedo hacer excepciones. Además de que creo que es método más seguro para ti por ahora

—Como digas

Severus se molestó un poco por la actitud de la chica, pero estaba seguro que solamente lo molestaba para divertirse un poco y no con malas intenciones; por lo que poco a poco su semblante se fue ablandando un poco. El elevador se detuvo y los dos bajaron; el pocionista le quitó lentamente las pocas bolsas que la chica cargaba y sostuvo la puerta para que pasara primero.

—Oye, estoy embarazada, no inválida

—Lo sé, pero quiero hacerlo

—A pesar de estos tiempos oscuros, no dejas de ser un caballero

—Aunque soy un poco más caballeroso contigo que cualquier otra persona

—¿Por qué dices eso?

—Para evitar algún posible "ataque de celos"

—Tonto —y Alex le dio un pequeño codazo en su costado

Llegaron al apartamento; Alex primero miró por los pasillos para asegurarse que no hubiera nadie y poder quitar los encantamientos protectores, sacó las llaves y abrió la puerta con normalidad. Entraron y para sorpresa de Alex, la mesa ya estaba puesta, pero solo para dos personas y no parecía una cena de Navidad ordinaria, sino más bien...

—Parece una... —dijo Alex sorprendida

—... cena romántica —concluyó Severus

—Porque justamente es eso

Los dos miraron al sofá y vieron a Xóchitl sentada ahí en su forma humana con los brazos y piernas cruzados.

—Hola, Snape

Severus se colocó junto a Alex y pudo sentir el leve temblor de la chica a causa de los nervios.

—Xóchitl, yo...

—No necesitas decirme nada. Ya lo sé —la pareja la miró sin poder entender lo que decía. Xóchitl se puso de pie con una sonrisa traviesa en el rostro y sin bajar los brazos—. Se me hizo extraño que no regresaras a la hora de siempre, por lo que use nuestra conexión para saber dónde estabas... y vi todo lo que pasó en el parque.

—¿¡Cómo que viste todo!? —preguntó Alex, totalmente roja

—Me refiero, a que vi toda la "reconciliación" a través de tus ojos gracias a nuestra Alianza. Y por ende... también vi toda la verdad de Snape

Severus se puso tenso ante eso. No esperaba que la loba chismosa usará sus poderes para "espiarlos", pero a la vez se alegraba de que viera todo, ya que se ahorró la molestia de contárselo, o pero, tener que mostrarlo con la Legeremancia. Respiro profundo antes de acercarse a la brije, con su característica expresión fría y seria. Humana como brije se sorprendieron de ver a Severus con esa cara; Xóchitl se puso seria en cuanto el pocionista se paró frente a ella y pensó que le iba hacer algo cuando vio que levantó la mano, pero más fue su sorpresa al ver que simplemente le extendía la mano en señal de paz.

—¿Eh?

—Entonces... ¿Sin resentimientos? —dijo Severus, y para asombro de la brije, con una pequeña sonrisa

Xóchitl primero miró la mano extendida y luego a Severus, tardó unos segundos en reaccionar y devolverle la sonrisa.

—Sin resentimientos —declaró al fin Xóchitl, pero sin estrechar la mano a Severus

El hombre se sorprendió un poco al ver que no le correspondió el gesto, y leyendo la mirada del adulto, Xóchitl le dijo:

—Pero mi manera de "Son de Paz" es esta...

Antes de que Severus pudiera preguntar cuál era, Xóchitl brilló para volver a su forma lobuna y en esos escasos segundos de aturdimiento, sintió que se le abalanzó derribándolo y le lamían la cara.

—¿Qué diablos...? ¡Xóchitl, quítate de encima!

Pero la loba seguía dándole "besos" al pocionista, quien se irritaba cada vez más. Con trabajos, movió un poco la cabeza para pedirle ayuda a Alex, pero vio que su pequeña se tapaba la boca en un vano intento de contener la risa.

—¿Podrías, por favor, dejar de reírte y ayudarme? —pidió Severus

—Ya... ya voy —contestó Alex con dificultad a causa de la risa —. Muy bien, Xóchitl. Ya fue suficiente, ya déjalo

Se le acercó a la loba, ya tomó del cuello y la alejó de Severus.

—Xóchitl, si sabes que hay otras maneras más "tranquilas" de reconciliación ¿no? —comentó Alex

—Lo sé, pero se me hizo más divertido así —respondió la loba

—Ha, ha. Muy graciosa —dijo Severus, poniéndose de pie y limpiándose la cara con la manga de su abrigo

Alex rodó los ojos con una sonrisa, ya suponía que las cosas entre ellos estarían igual, pero estaba feliz de que al menos ya no habría tanta tensión entre ellos. Soltó a Xóchitl y camino hacia la mesa donde estaba puesta la cena.

—Por cierto ¿Ya cenaste, Xóchitl?

—Sí, por eso les deje esa "mesa romántica"

—Muchas gracias por...

Alex no terminó de hablar, de pronto sintió que le faltaba el aire y se llevó una mano al pecho al mismo tiempo que caía de rodillas ruidosamente y con la otra mano se sujetaba el lado izquierdo de su rostro. Severus y Xóchitl la vieron entre sorprendidos y preocupados y corrieron hacia ella; Severus la tomó de los hombros y la llamaba, pero la latina no respondía. Xóchitl trató de usar su conexión para saber qué le pasaba, pero estaba bloqueada y eso solo significaba una cosa...

—Alex entró a la mente de Vol... —dijo Xóchitl

—¡No digas su nombre! —interrumpió Severus

—¿Por qué? Nosotras no tenemos miedo de llamarlo por su nombre

—El nombre está hechizado

—¿Qué?

—Es una manera que ingeniaron para encontrar a los miembros de la Orden o cualquiera que se atreva a desafiar al Señor Tenebroso. Incluso lo podrían usar para encontrar a Potter y sus amigos

—Ay Dios...

—Dejemos eso para después. Me preocupa que esté entrando a la mente del Señor Tenebroso ahora mismo

—¿Me pregunto que estará viendo Alex en la mente de esa serpiente?

Severus desvió su mirada hacia su pequeña. Le preocupaba más que la Oclumancia que se encargó de enseñarle en su quinto año no fuera lo suficiente para bloquear su mente de la de Voldemort y que él descubriera que la chica estaba esperando un hijo de su mortífago más leal.

«No me interesa lo que me pase por esto. Pero no dejaré desprotegidos a Alex ni a mi hijo» pensó Severus, sin quitarle la mirada de encima a Alex.

La latina soltó su pecho, pero seguía respirando pesadamente y tenía cubierto el lado izquierdo de su rostro con fuerza, a Severus le tomó unos segundos entender porque Alex cubría esa parte de su cara.

—Ahí es donde...

Tomó a Alex de la muñeca, forzándola a que se soltará y con horror vio la marca tenebrosa brillar en su rostro y que el castaño fuera reemplazado por el rojo (en cuanto salieron del parque, la chica se había quitado los lentes de contacto). Bajó su mirada al brazo izquierdo de Alex, la cual aun no soltaba, le quitó el guante mágico que le regaló, sorprendiéndose de ver que todavía lo conservaba.

«No es momento para pensar en eso» se auto-regañó Severus, logrando quitar la prenda y mirando con horror que también la marca tenebrosa de su brazo brillaba con un intenso negro.

—Alex... ¿Qué te sucede?

Mientras Severus y Xóchitl trataban de averiguar qué le pasaba, Alex miraba todo lo que Voldemort estaba viviendo justo en ese momento y en plena Nochebuena:

Corría por una hedionda habitación y se sujetaba con las largas y blancas manos al alfeizar de una ventana, viendo a un hombre calvo y a una mujer menuda girar sobre sí mismos y esfumarse; y soltó un grito de rabia, un chillido que se fundió con el de la mujer y resonó por los oscuros jardines acallando el sonido de las campanadas de una iglesia que celebraban la Navidad...

Entonces, comenzó a recordar la última vez que estuvo ahí, en el Valle de Godric...

La noche era húmeda y ventosa, dos niños disfrazados de calabaza caminaban como patos por la plaza, y los escaparates de las tiendas, cubiertos de arañas de papel, exhibían toda la parafernalia decorativa con que los muggles reproducían un mundo en que no creían. Y él se deslizaba con esa sensación de determinación, poder y potestad que siempre experimentaba en tales ocasiones. No era rabia... eso era para almas más débiles que la suya. No era rabia sino triunfo, sí... Había esperado mucho ese momento, lo había deseado tanto...

—¡Bonito disfraz, señor!

Vio cómo la sonrisa del niño flaqueaba cuando se le acercó lo suficiente para fisgar bajo la capucha de la capa; percibió el miedo ensombreciendo su maquillado rostro. Entonces el niño se dio la vuelta y huyó. El aferró su varita bajo la túnica... Un solo movimiento y el niño nunca llegaría a los brazos de su madre. Pero no hacía falta, no hacía ninguna falta...

Y siguió por otra calle más oscura, y por fin divisó su destino; el encantamiento Fidelio se había roto, aunque ellos todavía no lo supieran... Haciendo menos ruido que las hojas secas que se deslizaban por la acera, cuando llegó a la altura del oscuro seto miró por encima de él...

No habían corrido las cortinas, así que los vio claramente en su saloncito: él —alto, moreno y con gafas— hacía salir de su varita nubes de humo de colores para complacer al niño de pelo negro y pijama azul. El niño reía e intentaba atrapar el humo, asirlo con su manita...

Se abrió una puerta y entró la madre; dijo algo que él no pudo oír, pues el largo cabello pelirrojo le tapaba la cara. Entonces el padre levantó al niño del suelo y se lo dio a la madre. Dejó su varita encima del sofá y se desperezó bostezando...

La puerta chirrió un poco cuando la abrió, pero James Potter no la oyó. Su blanca mano sacó la varita de debajo de la capa y apuntó a la puerta, que se abrió de par en par.

Ya había traspuesto el umbral cuando James llegó corriendo al vestíbulo. Fue fácil, demasiado fácil, ni siquiera llevaba su varita...

—¡Coge a Harry y vete, Lily! ¡Es él! ¡Corre, vete! ¡Yo lo contendré!

¡Contenerlo! ¡Sin una varita a mano! Rió antes de lanzar la maldición.

—¡Avada Kedavra!

La luz verde inundó el estrecho vestíbulo, iluminó el cochecito apoyado contra la pared, reverberó en los balaustres como si fueran fluorescentes, y James Potter se desplomó como una marioneta a la que le han cortado los hilos.

La oyó gritar en el piso de arriba, atrapada, pero, mientras fuera sensata, al menos ella no tenía nada que temer. Subió la escalera, escuchando con cierto regocijo los ruidos que la mujer hacía mientras intentaba atrincherarse. Ella tampoco llevaba encima su varita... Qué estúpidos eran y qué confiados; pensar que podían dejar su seguridad en manos de sus amigos, o separarse de sus armas aunque fuera sólo un instante.

Forzó la puerta, apartó con un único y lánguido movimiento de la varita la silla y las cajas que Lily había amontonado apresuradamente... Y allí la encontró, con el niño en brazos. Al verlo, ella dejó a su hijo en la cuna que tenía detrás y extendió ambos brazos, como si eso pudiera ayudarla, como si apartándolo de su vista fuera a conseguir que la eligiera a ella.

—¡Harry no! ¡Harry no! ¡Harry no, por favor!

—Apártate, necia. Apártate ahora mismo...

—¡Harry no! ¡Por favor, máteme a mí, pero a él no!

—Te lo advierto por última vez...

—¡Harry no! ¡Por favor... tenga piedad... tenga piedad! ¡Harry no! ¡Harry no! ¡Se lo ruego, haré lo que sea!

—Apártate. Apártate, estúpida...

Podría haberla apartado él mismo de la cuna, pero le pareció más prudente acabar con todos.

La luz verde destelló en la habitación y Lily se desplomó igual que su esposo. El niño no había llorado en todo ese rato; ya se sostenía en pie, agarrado a los barrotes de la cuna, y miró con expectación al intruso, quizá creyendo que quien se escondía bajo la capa era su padre, haciendo más luces bonitas, y que su madre se levantaría en cualquier momento, riendo...

Con sumo cuidado, apuntó la varita a la cara del niño: quería ver cómo sucedía, captar cada detalle de la destrucción de ese único e inexplicable peligro. El pequeño rompió a llorar: ya había comprendido que aquél no era su padre. A él no le gustó oírlo llorar; en el orfanato nunca había soportado oír llorar a los niños pequeños...

—¡Avada Kedavra!

Y entonces se derrumbó: no era nada, sólo dolor y terror, y tenía que esconderse, no allí, entre los escombros de la casa en ruinas, donde el niño seguía llorando, atrapado, sino lejos, muy lejos...

—No —gimió.

La serpiente susurró en el sucio y desordenado suelo, y él había matado al niño, y sin embargo él era el niño...

—No...

Y ahora estaba de pie junto a la ventana rota de la casa de Bathilda Bagshot, abrumado por los recuerdos de otra pérdida mayor, y a sus pies la enorme serpiente se deslizaba sobre fragmentos de porcelana y cristal...

—¡Alex!

La chica rompió la conexión de golpe al escuchar los gritos; con lentitud, levantó la mirada y se encontró con los rostros de Severus y Xóchitl mirándola fijamente en una clara señal de preocupación. La chica primero miró a la loba y después a su hombre.

—Alex ¿Qué...?

Pero Severus se calló cuando sintió los brazos de Alex rodeando su cuello a la vez que la chica hundió su rostro en su pecho y la escuchó sollozar. Severus tardó unos segundos en reaccionar, con un brazo abrazó su cintura y con la otra le acariciaba el cabello con delicadeza.

—Tranquila, pequeña. No pasa nada

—Severus...

—Si quieres, puedes contarnos. Pero si no...

Alex soltó otro sollozo, bajo sus manos hacia la espalda de Severus y lo sujetaba con fuerza de su ropa. Severus la sujetó con más fuerza con la intención de que se levantaran, pero Alex afianzó su agarre.

—Alex...

—Lo vi

—¿Qué viste?

—Lo vi... asesinar a los Potter

—¿Qué dijiste?

—Entre a la mente de... entre en su mente ¡y lo vi todo! —y lloró con más fuerza

Severus seguía abrazándola, pero sus manos estaban quietas. Desde que los Potter murieron, siempre corrían rumores acerca de cómo Voldemort lo hizo; a él nunca le interesó conocer los detalles, lo único que sabía es que por su culpa, Lily murió. Ahora escuchar que su pequeña vio eso, significaba que de seguro Potter también lo vio gracias a la conexión que tenían con él.

La respiración de Alex se fue poco a poco tranquilizando, Severus la tomó de los brazos y la levantó del suelo llevándola al sillón. De pronto, Xóchitl apareció frente a ellos en su forma humana con una taza de té para cada uno. Severus no supo en qué momento la brije fue a la cocina, pero le agradeció por el té y le dio a Alex el suyo con la intención de que la chica se relajara un poco con la bebida caliente.

Alex le dio simplemente tres sorbos y lo dejó en la mesita a lado de ella, recargó su cabeza en el hombro de Severus. El pocionista la rodeó con un brazo por los hombros atrayéndola más y frotando un poco su brazo en un gesto de calma.

—¿Ya estas mejor? —preguntó Severus

—Sí, un poco

Xóchitl volvió a su forma lobuna y recargó una pata en la rodilla de Alex, en señal de apoyo.

—Alex ¿quieres contarnos lo que viste?

La latina simplemente negó con la cabeza y se acurrucó en Severus. Después de un rato, Alex se quedo dormida. Severus la tomó en brazos y la llevó a la cama con la ayuda de Xóchitl, cuando ya estuvo acostada Alex, Severus le dio un beso en la frente y salió de la habitación, seguido por la loba.

—Tengo que regresar al castillo —anunció Severus

—¿No vas a quedarte a dormir con Alex? —preguntó Xóchitl, confundida

Severus se sorprendió de la pregunta de la loba, pero le sonrió y le rascó un poco detrás de las orejas.

—Tengo cosas que hacer en Hogwarts. La escuela ha cambiado drásticamente este año y es mí deber proteger a los alumnos, aunque todos se fueron a casa por Navidad

—¿Nadie decidió quedarse este año? —Severus dejó de rascarle las orejas y la miró con una ceja levantada—. Perdón, pregunta estándar

Severus negó un poco y se levantó. Ya tenía una mano en el pomo de la puerta, pero se volteó y miró a la loba.

—Por favor cuídalos bien

—Sabes que no necesitas pedirlo, es mi misión como brije de Alex

Severus le sonrió y al fin abrió la puerta.

—Nos veremos después

—Nos vemos. Y Feliz Navidad

—Feliz Navidad —y salió del apartamento

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Hacía dos días que vio a su pequeña y a la loba, y quería regresar a verlas, pero era de vital importancia averiguar dónde estaban escondidos Potter y sus amigos para entregarles la espada de Gryffindor. Finalmente, Phineas Nigellus pudo descubrir dónde estaban: El Bosque de Dean. Severus se puso de pie y sacó la espada original de su escondite. La espada que Ginny, Neville y Luna intentaron robar era simplemente una réplica y solamente un duende podía decir si era la auténtica o no.

Salió de los terrenos del castillo y desapareció directamente en el bosque a unos metros del campamento de los chicos, ocultándose detrás de unos árboles.

—¡Homenum revelio!

A pesar de los hechizos protectores que tenían, Severus pudo descubrir exactamente dónde estaban los chicos; sin embargo, le sorprendió descubrir que Weasley no estaba con ellos.

—Debe de estar por aquí cerca —se alejó un poco de donde estaba y sacó su varita—. ¡Expecto Patronus!

De la punta de su varita, salió un patronus plateado en forma de una loba con un especie de collar. Severus sonrió de lado al ver la nueva forma de su Patronus.

—Era de esperarse, pero necesito mi Patronus anterior.

Cerró los ojos y se concentró en otro recuerdo feliz. El Patronus de loba brillo y se transformó en una cierva, la cual condujo lo más cerca posible del campamento para que Potter pudiera verlo, mientras tanto buscó un lugar en donde pudiera dejar la espada y Potter pudiera conseguirlo de una manera "digna" de Gryffindor.

—Con lo ególatras que son los leones, con el simple hecho de sacarlo de una piedra como la leyenda del Rey Arturo sería suficiente para él... —entonces a lo lejos vio una charca congelada, se acercó y con la luz de su varita vio que la charca tenía una buena profundidad para que alguien pudiera sumergirse en ella—. O no necesariamente clavarla en una piedra.

Con un movimiento de varita, quitó el hielo de la charca y hundió la espada. Escuchó pasos acercándose, era Potter. Con otro movimiento de varita volvió a congelar la charca y se ocultó entre dos árboles, siguió oculto hasta que vio a su cierva caminar sobre la charca y a Potter llegando a la orilla de esta, con un leve movimiento de varita la hizo desaparecer y se fue de ahí, esperando que Potter encontrara la espada.

Regresó al despacho del director a altas horas de la noche; todos los cuadros estaban dormidos, incluyendo el de Dumbledore. Miró el cuadro del viejo director por unos segundos antes de entrar a su dormitorio; se quitó la capa y la arrojó al suelo sin cuidado seguido de la levita y los zapatos. Se acostó en su cama boca arriba con el antebrazo derecho sobre la frente.

—Espero que Potter ya tenga la espada —dijo Severus

Su voz sonaba cansada, puesto que antes de ir al Bosque de Dean tuvo que ir a una reunión de mortífagos y fue sometido a un par de Cruciatus. A pesar de estar ocupado con su cargo de director de Hogwarts, Voldemort no olvidaba que le encomendó al actual director el buscar y asesinar a Alex. Severus hacia lo posible para aparentar que todavía no la encontraba y que seguía con la encomienda. Sin embargo, no contaba con lo que el Señor Tenebroso le dijo:

—Más te vale que la encuentres pronto Severus. Antes de que dé a luz...

El futuro padre se quedó de piedra cuando escuchó a Riddle decir eso último. Con gran esfuerzo, se dio media vuelta ya que estaba por salir del salón donde fue la reunión, mantuvo su expresión fría y calculadora de siempre aunque por dentro temblaba de miedo y preocupación.

—¿Mi señor?

—La chica no se dio cuenta que entre en su mente hace una semana. Sé que está en cinta, pero todavía no descubrió quien es el padre.

Severus colocó sus manos detrás de su espalda, sujetando con fuerza su capa pero de manera discreta para que Voldemort no se diera cuenta que le comenzaban a temblar las manos. Voldemort seguía dándole la espalda, teniendo a Nagini sobre los hombros y acariciándole lentamente la cabeza con los dedos.

Los dos hombres siguieron en silencio por unos largos minutos más, hasta que finalmente Voldemort se volteó y miró de frente a Severus.

—Más te vale que estés realmente cumpliendo con tu misión... y no estés ocultando a la chica

—Claro que no, Mi señor —afirmó Severus

Voldemort miró a Severus a los ojos tratando de entrar en su mente. El pocionista usó Oclumancia y logró "mostrarle" a Riddle lo que él quería ver. Voldemort cerró un momento los ojos, rompiendo el contacto visual con el actual director.

—Veo que esa chiquilla es más escurridiza de lo que pensé

—Y bastante, Mi señor

Nagini siseó un poco sacando la lengua y Voldemort le acarició un poco más la cabeza.

—Lo sé, pero tenemos que ser pacientes para encontrarla y matarla... al igual que a Potter

Severus simplemente miraba al mago tenebroso hablar con la serpiente, puesto que él no entendía lo que decía porque no hablaba pársel. Voldemort quitó su mirada de su mascota y encaró a Severus una vez más.

—Asegúrate de encontrarla a como dé lugar y matarla junto con el bastardo que espera. Y si descubres quien es el padre... asesínalo también

—Como usted diga, Mi señor —dijo Severus dando una pequeña reverencia

—Muy bien. Ya puedes retirarte

Severus hizo una última reverencia y salió de la Mansión Malfoy. No se apareció en Hogsmeade, sino que fue al Londres muggle, no fue al apartamento sino que desde la calle de enfrente miró hacia la ventana del apartamento y logró ver a Alex sentada de espalda a la ventana y junto a ella a Xóchitl. No apartó la mirada de ahí sino hasta que Alex se levantó y se apartó de ahí y apagó las luces.

Seguía recostado en la cama repasando todo lo que tuvo que pasar hoy. Las cosas se estaban complicando más, ahora que Voldemort sabía que si pequeña estaba embarazada y que ahora su hijo corría peligro y él, Severus, también al ser el padre del pequeño.

—No me interesa lo que me pueda pasar. No dejaré desprotegida a mi familia —afirmó Severus

Bajó el brazo y se acomodó de lado en la cama topándose enseguida con una fotografía de él y Alex. Seguía siendo la fotografía de cuando la chica estuvo viviendo con él en apartamento; era su fotografía favorita. La tomó con cuidado y se la acercó un poco para mirar mejor la imagen de Alex.

—Pequeña, por favor cuídate mucho —susurró Severus antes de caer poco a poco dormido, todavía con la fotografía en la mano.

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—¡Un mes más! ¡Un mes más! —exclamaba Xóchitl, dando de vueltas en el apartamento

—Lo sé, lo sé. Ya cálmate, por favor Xóchitl —pidió Alex sentada en el sofá, acariciando su vientre de ocho meses

—¿Cómo es posible que yo esté más animada que tú? ¡Y eso que eres la madre!

—También estoy emocionada, pero también estoy nerviosa

—No te preocupes, todo saldrá bien con nuestro bebé —dijo Severus posando una mano sobre la de Alex, la cual seguía reposada en su vientre.

Severus salió de castillo por un momento como de costumbre, quería pasar el día con su familia y más ahora que Alex ya pronto daría a luz.

La latina le sonrió agradecida acomodando su cabeza sobre el hombro de su prometido.

—Por cierto —la pareja miró a la loba—. ¿Ya pensaron en algunos nombres para el bebé? Ya que, por todo lo que ha pasado, nunca has podido ir al hospital, tanto mágico como muggle para saber sobre el bebé si será niño o niña.

—Recuerda que el edificio vive una Ginecobstetra y me ha estado revisando amablemente. También dijo que me ayudaría con el parto. Lo bueno es que ya no ha insistido en porque no voy a un hospital.

—Es cierto, los primeros tres meses eran de esperarse porque dicen que son los meses más complicados del embazado —opinó Xóchitl—. Pero hubiera estado bien que tuviera una máquina de ecografía en su apartamento para que pudieran ver al bebé.

—Creo que a alguien le está empezando a quedar mejor el apodo de "Quejicus" que a mí —comentó Severus

—Ha, Ha. Gracioso

A pesar de que los dos ya se llevaban un poco mejor, aun no podían evitar molestarse el uno al otro.

«Supongo que así es como demuestran que se quieren» pensaba Alex cada vez que los veía pelear

Severus y Xóchitl siguieron molestándose hasta que hombre tuvo que regresar al castillo. Sin embargo, esa noche desearía haberse quedado en su hogar.

A la mañana siguiente, Alex y Xóchitl salieron a dar un paseo por el parque, era fin de semana y día libre de las dos; Alex ya no se ponía su disfraz, al estar embarazada se vería extraño estando vestida como hombre, Xóchitl sí salió disfrazada como una perrita Husky —y aunque no le hacía mucha gracia— dejó que Alex le pusiera un collar y una correa.

—¿Esto es necesario? —preguntó la loba con fastidio mientras Alex terminaba de ponerle el collar con la correa.

—Xóchitl, sé que puedes portarte como una "linda perrita bien entrenada", pero será muy extraño ver a un "perro" paseando sin correa

—¡Puedo ir como humana!

—No te gusta traer mucho tiempo un gorro porque dices que te lastima las orejas, y que al traer la cola dentro del pantalón sientes extraño, además de incómodo

Xóchitl hizo un puchero en clara señal de resignación.

—Pues ya qué —y las dos salieron a la calle.

Llegaron al parque y se sentaron en un banco vacío de frente a la fuente que estaba en el centro del lugar; veían a muchas familias jugando con sus hijos y parejas paseando de la mano o abrazados. Alex miraba todo a su alrededor con una sonrisa, estaba ansiosa con el nacimiento de su bebé. Xóchitl miró a Alex en cuanto sintió que la magia de la latina estaba algo inquieta, pero sonrió al ver que era simplemente el ánimo de ser madre.

—¿Quieres seguir aquí o ya regresamos a casa? —preguntó Xóchitl

Alex despertó de su fantasía y miró a la brije.

—Sí, vámonos

Las dos se pusieron de pie y emprendieron el camino de regreso; sin embargo, ninguna de las dos se percató que tres personas las miraban de lejos y a la sombra de los árboles que impedía ver de quienes se trataban.

—A Mi señor le agradará mucho saber a quién encontramos... —susurró uno de los individuos, quien por su voz se podía decir que era una mujer

Sus acompañantes sonrieron maliciosamente. La mujer se movió un poco de sus escondite, pero sin que el sol le diera en el rostro, pero se podía distinguir una mirada fría y demente.

Alex y Xóchitl siguieron su camino, pero de pronto la loba sintió que alguien las seguía. Miró sobre su hombro y pudo alcanzar a ver unas figuras completamente de negro, los tres llevaban sombrero por lo que sus rostros no se lograban ver, agudizó su vista pero el cabello también les cubría el rostro.

Alex pudo sentir la inquietud de su loba, bajó la mirada hacia ella y vio que de vez en cuando miraba hacia atrás.

—Xóchitl ¿Qué sucede?

—Creo que alguien nos sigue —respondió la loba con seriedad

Alex sabía que el asunto debía ser grave, ya que Xóchitl no acostumbraba hablar así. Soltó con discreción la correa, la loba se detuvo al ver eso y entendió lo que la chica quería hacer; Alex se agachó con dificultad y miró con discreción hacia atrás, pero no había nadie. Se incorporó y vio a la brije.

—No hay nadie

—¿Qué? ¿¡Cómo que no hay...!?

Pero de pronto algo las sujetó de los pies haciendo que cayeran de espalda y las arrastran a un callejón oscuro. Alex y Xóchitl usaron fuego para liberarse y ponerse de pie rápidamente, la chica sacó su varita pero enseguida la desarmaron, y junto con Xóchitl, las arrinconaron en la pared al final del callejón.

—Vaya, vaya, vaya... Miren que tenemos aquí; una Sangre Sucia preñada

Alex y Xóchitl levantaron la mirada y vieron con horror que se trataba de Bellatrix Lestrange, pero la mujer no estaba sola, la campaña su esposo Rodolphus y el hombre lobo Fenrir Greyback.

La brije volvió a su forma original y se colocó enfrente de Alex para protegerla, gruñía y enseñaba los dientes, tal como lo haría un lobo antes de atacar a su presa. Sin embargo, los tres mortífagos al verla, soltaron una fría carcajada.

—¡Qué lindo perro guardián! —dijo con burla Greyback—. Yo tengo mejores colmillos y gruño más fuerte y amenazador que tú, pequeña bola de pelos.

Xóchitl gruño más fuerte y en un descuido del hombre lobo, golpeó el suelo con una pata haciendo que temblara y que el hombre lobo cayera de espalda. El matrimonio Lestrange miró a Greyback en el suelo y luego a la brije.

—Vaya, tu mascota sí que tiene agallas —reconoció Bellatrix—, pero no será suficiente para que se salven

—¿Qué quieren de nosotras? —preguntó Alex con rabia

—¡No están en posición de desafiarnos, niña! —exclamó Rodolphus, apuntándole con su varita

Alex se hizo un poco para atrás, los mortifagos no tenían su varita, pero tampoco podía alcanzarla y mucho menos sabía donde cayó. Estaba indefensa.

—Calma querido, la mocosa Sangre Sucia solamente quiere conocer su destino antes de que lo llevemos a cabo

—¿Llevarlo a cabo? —preguntó Alex, y mal lo formuló cuando entendió que querían hacerle—. ¿Acaso quieren... matarme?

—Creo que somos muy... predecibles —admitió Bellatrix, con una sonrisa triunfante

Alex se puso de pie con dificultad recargándose en la pared. Tenían que salir de ahí lo más pronto posible, sabía que no podía hacer nada para defenderse ya que no tenía su varita y temía que si usaba sus poderes elementales, podría poner en peligro a su bebé.

«¿Qué podemos hacer? Xóchitl y yo estamos indefensas... Severus...» pensó la latina

—Antes de que comience la diversión —dijo Bellatrix, acercándose a las latinas—, tengo una pequeña duda

—¿Una duda? —repitió Alex—. ¿Qué clase de duda?

—Bueno, más que nada es curiosidad. Se trata del padre del bastardo que llevas ahí —dijo Bellatrix, señalando con su varita el vientre de Alex

La latina se llevó las manos al vientre en un inútil intento de proteger a su bebé. Sintió que intentaban invadir su mente, pero enseguida lo bloqueo. Bellatrix la miraba con rabia, pero también le sonreía con malicia.

—Veo que eres buena en la Oclumancia. Pero no creas que con eso te vas a salvar...

Bellatrix levantó su varita lista para atacar, pero Xóchitl se le abalanzó derribándola y mordiéndole el antebrazo que la bruja usaba para protegerse.

—¡Maldito animal, suéltame!

—¡Xóchitl!

—¡Rodolphus, haz algo!

Su esposo levantó su varita y lanzó un hechizo a la loba, la cual salió desprendida soltando bruscamente a Bellatrix y estrellándose contra la pared, provocando que cayera inmediatamente en la inconsciencia.

Alex vio con horror a su brije tirada en el suelo, con su alianza pudo darse cuenta que, efectivamente, la loba estaba noqueada. Escuchó pasos que se acercaban a ella y miró con horror a los tres mortífagos que la tenían acorralada.

—Ahora, que ya no tenemos más... interrupciones —la mortífaga levantó su varita y apuntó a la chica—. ¡Crucio!

Alex inmediatamente gritó de dolor, cayó de rodillas tratando de mantenerse firme; pero el dolor era muy fuerte y lo peor de todo, es que Bellatrix apuntaba a su bebé. Podía sentir a la criatura estremecerse de dolor. La tortura duró unos minutos, Bellatrix detenía la tortura por unos segundos y volvía a lanzarle el maleficio. La cuarta vez que Lestrange tenía su tortura, su esposo y Greyback no interfirieron para nada, Rodolphus solo miraba a su esposa "divertirse" con la chica mientras que Greyback se aseguraba de que Xóchitl no se levantara a salvar a su humana, la brije había despertado al segundo ataque del Cruciatus e intentó ayudarla, pero el hombre lobo la tenía a su merced.

Alex estaba en el suelo tirada de lado, en todos los ataques siempre intento no caer boca abajo para no lastimar a su bebé, pero con todo lo que tuvieron que pasar, era más que obvio que ese era un problema de menor importancia, pero no menos importante. La mayor de las Black dejó de apuntarle a la chica y se le acercó con paso firme, Alex la vio y se levantó quedando a cuatro patas. Al ver su patético esfuerzo, Bellatrix la pateó de la espalda haciendo que vuelva a quedar en el suelo.

—Que patética eres niña. Si hubieras aceptado la oferta del Señor Tenebroso de unirte a nosotros, esto no te pasaría

Alex no dijo nada, simplemente miraba con odio a la mortífaga. Bellatrix se enfureció al ver que la chica seguía resistiéndose al ataque, entonces se le ocurrió otra tortura para la chica, la cual suponía sería la peor de todas.

—Debo admitir que eres fuerte, mocosa. Pero ¿tu bebé lo será también?

El poco color que Alex pudo recuperar se le fue de golpe al escuchar eso. La mortífaga volvió a levantar la varita y apuntó esta vez directo al vientre de la latina, Alex cubrió su vientre con sus brazos y se agacho casi haciendo que su cabeza tocara el suelo, haría todo lo posible por proteger a su bebé.

—¡Cru...! ¡AAAHHH!

Bellatrix comenzó a gritar de dolor y se escuchó que cayó al suelo y se removía por la tortura. Rodolphus y Greyback volvieron la mirada hacia el atacante de la mujer.

—¡Obscuro!

Una voz grave, de hombre, gritó el conjuro e hizo aparecer una venda negra en los ojos de Rodolphus y Greyback. El mortífago y el hombre lobo exclamaron de sorpresa y enojo. Trataron de quitarse la venda, pero les fue inútil. Bellatrix respiraba con dificultad a causa de la maldición y con trabajos logró levantarse.

—¿Quién rayos eres? —exigió Bellatrix

Lo único que obtuvo como respuesta, fue que el atacante también le cubriera los ojos. Los tres mortífagos levantaron sus varitas y apuntaban a donde creían que estaba el intruso, quien les lanzó un Desmaius que les dio de lleno en el pecho y los tres cayeron desplomados en el suelo, inconscientes.

Alex levantó la mirada con cuidado, estaba muy débil y veía todo borroso. Vio a su salvador acercarse a ella, se hincó enfrente de ella la tomó de los hombros haciendo que lo mirara.

—Alex...

La latina trato de enfocar bien, pero aun seguía sin lograr distinguir quién se trataba, pero su voz le parecía familiar.

—Sev... —y todo se volvió negro

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Severus regresó al apartamento temprano, terminó con todos sus deberes y aprovechó para regresar a casa con su familia. Antes de llegar al apartamento, fue al Supermercado a comprar algunas cosas para la cena, esta vez quería ser él quien cocinara y así evitar que Alex tuviera que moverse tanto.

—No estoy invalida, solo estoy embarazada —era lo que siempre le decía la chica cada vez que le impedía hacer algo por su misma

«Aunque ella no quiera, voy a consentirla esta noche» pensó Severus con una sonrisa de camino al apartamento.

Llegó y se sorprendió de ver que estaba vacío. Sabía que hoy las dos tenían el día libre porque le habían dicho y no hacía falta que fueran a comprar algo.

—Quizá simplemente salieron a caminar —supuso Severus

Dejó las bolsas con las compras en la barra de la cocina y salió a buscarlas. Gracias a todas las conversaciones que tuvieron para "recuperar el tiempo perdido", Severus conocía exactamente los lugares a los cuales las chicas solían frecuentar. Sin embargo, se llevó una gran sorpresa al no encontrarlas por ninguna parte, comenzaba a preocuparse.

—¿En dónde rayos...? —de pronto escucho un grito venir a unos metros de donde estaba

Vio a la gente que transitaba y se dio cuenta que no estaba imaginando, ya que los transeúntes también escucharon el grito. Se volvió a escuchar y esta vez puso más atención para saber de qué se trataba; sintió que su corazón se detuvo al reconocer la voz.

—Alex —y corrió en su auxilio

Llegó a un callejón y se horrorizo al ver lo que pasaba: Bellatrix Lestrange estaba torturando a su pequeña y a su hijo mientras que Rodolphus miraba con una sonrisa triunfante y a Fenrir Greyback inmovilizando a Xóchitl.

Apretó con fuerza sus puños a ver a ese trío de mortífagos lastimar a su familia.

«Malditos bastardos... Es imperdonable...»

Sin pensar y mucho menos preocuparse que lo pudieran reconocer, atacó a los tres mortífagos hasta que finalmente los dejó inconscientes en el suelo de ese sucio callejón. Se acercó a su pequeña y trató de asegurarse de que estaba bien al igual que el bebé.

—Alex...

La chica levantó la mirada, pero a leguas se veía que estaba muy débil.

—Sev... —y la latina se desmayó en sus brazos.

Severus la acomodó mejor en sus brazos, pasó su mirada por todo el cuerpo de la chica. Se detuvo en su vientre y lo acarició con cuidado, sin soltarla regresó su mirada al rostro de Alex; estaba pálida y tenía una que otra cortada en su rostro.

—Alex, por favor resiste... resistan los dos

—¡Severus!

El profesor levantó la mirada y se encontró con los ojos dorados llenos de terror de la loba.

—Xóchitl ¿Qué...?

—¡Tenemos que llevarla a un hospital pronto! ¡Mira entre sus piernas!

Severus lo hizo y se asustó al ver que Alex estaba sangrando desde la entrepierna.

—¿Qué...?

—¡Está teniendo un aborto! ¡ESTÁ A PUNTO DE PERDER AL BEBÉ! —exclamó con miedo Xóchitl

EL profesor miró a la loba con horror. Perder a su bebé, eso significaba que también Alex corría peligro. La acomodo mejor en sus brazos y se puso en pie.

—No podemos llevarla a San Mungo, así que tendremos que llevarla a un hospital muggle...

—Vas a tener que enfrentarte a mí, idiota

Severus no volteó, pero enseguida reconoció la voz. Xóchitl encaró al hombre lobo como lo había hecho antes con Bellatrix. Greyback se irguió lo más que pudo y miraba con odio, pero a la vez con burla, al hombre que cargaba a la chica.

—Puedo oler su sangre, y para ser una Sangre Sucia sí que huele bien —dijo Greyback

Severus quería golpearlo, lanzarle un Avada Kedavra o hasta un Sectumsempra, pero ahora la prioridad era salvar la vida de su prometida y de su bebé. Se escuchó un gruñido de lobo y Severus abrazo protectoramente a Alex, sin embargo nunca sintió el ataque de Greyback. Miró por su hombro discretamente y vio a Xóchitl en su forma humana con los brazos levantados y un rastro de fuego.

—Gracias —agradeció Severus—. Ahora ¡vámonos! —tomó de la muñeca a la brije y los tres desaparecieron de ahí.

En cuanto tocaron el suelo, Xóchitl abrió los ojos y reconoció el lugar: era la casa de Snape, justamente en su habitación.

—Oye ¿pero qué rayos...?

—No conozco ningún hospital muggle e ir a San Mungo es peligroso...

Alex comenzó a gritar de dolor y a abrazarse el vientre, el sangrado estaba cada vez peor.

—Ponla en la cama —ordenó de pronto Xóchitl

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Severus

—No nos queda de otra... Entre los dos tendremos que ayudar a Alex a que dé a luz aquí

Severus miró incrédulo a la brije. ¿Partero? ¿Él? Pensaba que Xóchitl finalmente había enloquecido a causa de la tortura de los mortífagos. Pero entonces Alex volvió a gritar y a moverse con violencia.

«No queda de otra» admitió Severus y colocó a Alex en la cama.

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