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Castigo con Umbridge. Beso robado

Si el inicio de año fue una tortura, el resto de la semana fue peor y más porque los chicos tenían que cumplir con sus castigos con la cara de sapo de Umbridge. Tenían que ir toda la semana a las cinco de la tarde, ese día llegaron y Alex casi se vomita de ver como estaba el despacho.

«Dios... Esto tiene que ser una broma»

El despacho era todo rosado y estampado de platos con fotos de gatos. Los dos vieron que Umbridge estaba sentada en medio del despacho llevándose una taza de té a los labios, que tenían una ridícula sonrisa. También vieron que a cada lado del escritorio había unas mesitas con un mantelito de encaje con su respectiva silla.

—Buenas tardes, Sr. Potter. Srta. Macías

Ninguno de los dos respondió.

—Creo que dije... Buenas tardes

—Buenas tardes, Profesora Umbridge —contestaron los dos al mismo tiempo y se sentaron donde la profesora les indicó. Había un pergamino blanco en la mesa.

—Así está mejor. Y ahora quiero que copien un poco. No, con sus plumas no —añadió cuando los chicos se agacharon para abrir sus mochilas—. Copiarán con una pluma especial que tengo. Tomen. —Les entregó una larga, delgada y negra pluma con la plumilla extraordinariamente afilada—. Quiero que escriban «No debo decir mentiras» — le indicó con voz melosa.

— ¿Cuántas veces? —preguntó Harry fingiendo educación lo mejor que pudo.

—Ah, no sé, las veces que haga falta para que se les grabe el mensaje — contestó la profesora Umbridge con ternura—. Ya pueden empezar.

Ella fue hacia su mesa, se sentó y se encorvó sobre un montón de hojas de pergamino que parecían trabajos para corregir. Los dos levantaron la afilada pluma negra y entonces se dieron cuenta de lo que les faltaba.

—No nos ha dado tinta —observó Alex.

—Ya, es que no la necesita —contestó la profesora, y algo parecido a la risa se insinuó en su voz.

Los chicos pusieron la plumilla en el pergamino, escribieron: «No debo decir mentiras» y soltaron un grito de dolor. Las palabras habían aparecido en el pergamino escritas con una reluciente tinta roja, y al mismo tiempo habían aparecido en el dorso de la mano derecha tanto de uno como de otro. Quedaron grabadas en su piel como trazadas por un bisturí; sin embargo, mientras contemplaban aquel reluciente corte, la piel cicatrizó y quedó un poco más roja que antes, pero completamente lisa. Se dieron la vuelta y miraron a la profesora Umbridge. Ella los observaba con la boca de sapo estirada forzando una sonrisa.

— ¿Sí?

—Nada —respondieron con un hilo de voz.

Siguieron escribiendo. Una y otra vez, trazaban las palabras en el pergamino y pronto comprendieron que no era tinta, sino su propia sangre. Y una y otra vez, las palabras aparecían grabadas en el dorso de la mano, cicatrizaban y aparecían de nuevo cuando volvían a escribir con la pluma en el pergamino. A través de la ventana del despacho vieron que había oscurecido, pero ninguno preguntó cuando podían parar. Ni siquiera miraron qué hora era. Sabían que ella los observaba, atenta a cualquier señal de debilidad, y ninguno pensaba mostrar señal alguna, aunque tuvieran que pasar toda la noche allí sentados, cortándose la mano con aquella pluma...

—Vengan aquí —le ordenó la profesora Umbridge al cabo de lo que les parecieron horas.

Se levantaron. Les dolía la mano, y cuando se la miraron vieron que el corte se había curado, pero tenían la piel muy tierna.

—La mano —pidió la profesora Umbridge. Se la tendieron y ella las cogió entre las suyas.

Harry contuvo un estremecimiento cuando la profesora se la tocó con sus gruesos y regordetes dedos, en los que llevaba varios feos y viejos anillos. Alex se dio cuenta de eso y le pareció extraña su reacción.

— ¡Ay, ay, ay! Veo que todavía no les he impresionado mucho —comentó sonriente—. Bueno, tendremos que intentarlo de nuevo mañana, ¿no? Ya pueden marcharse.

Se marcharon del despacho sin decir palabra. El colegio estaba casi desierto; debía de ser más de medianoche. Fueron lentamente por el pasillo y entonces, cuando doblaron la esquina y estuvieron seguros de que la profesora Umbridge ya no podría oírlos, echaron a correr. Pero ninguno de los dos se dio cuenta de un par de ojos negros que los miraron salir huyendo de la cercanía de Umbridge.

El segundo castigo fue igual de duro que el del día anterior. Esa vez la piel del dorso de la mano de los chicos se irritó más deprisa, y enseguida se les puso roja e inflamada. Ninguno creía que siguieran curándose tan bien como al principio. Los cortes no tardarían mucho en quedar marcados en sus mano, y quizá entonces la profesora Umbridge se considerara satisfecha. Sin embargo, no dejaron escapar ni el más leve gemido de dolor, y desde que entraron en el despacho hasta que la profesora Umbridge les mandó que se marcharán, pasadas las doce, no dijeron más que «Buenas noches».

Lo peor de todo, es que esos castigos hacían que apenas si tuvieran tiempo de ponerse al corriente con sus deberes, y lo más extraño, es que Ron estaba igual de atrasado, pero él no tenía ningún castigo por cumplir.

El tercer castigo de los chicos fue igual que los dos anteriores, sólo que, tras dos horas copiando, las palabras «No debo decir mentiras» dejaron de desaparecer del dorso de su mano y permanecieron grabadas allí, rezumando gotitas de sangre. La pausa en el rasgueo de la afilada pluma hizo que la profesora Umbridge levantara la cabeza.

— ¡Ah! —Dijo en voz baja, y pasó junto a sus mesas y fue a examinarles la mano, primero paso con Harry—. Muy bien. Esto debería servirles de recordatorio, ¿no creen? —Luego se acercó a la mesa de Alex y reviso su mano—. Igual, muy bien. Ya pueden marcharse.

— ¿Tenemos que volver mañana? —preguntó Harry mientras cogía su mochila con la mano izquierda para no usar la derecha, que tenía dolorida.

—Sí, claro —contestó la profesora Umbridge con una amplia sonrisa—. Sí, creo que podemos grabar el mensaje un poco más con otro día de trabajo.

Tanto Harry como Alex casi salieron corriendo del despacho como lo hicieron toda esa semana de castigo, pero esta vez los dos tomaron caminos separados. Harry se fue directamente a la Sala Común mientras que Alex se dirigía a los baños de Myrtle la Llorona; se enjuagó la mano para poder quitarse la sangre y se la envolvió con papel de baño.

De pronto, sintió las tan acostumbradas arcadas y se fue corriendo al primer cubículo que encontró. Se tardó un largo rato hasta que finalmente salió, se acercó al lavabo y se enjuagó la boca.

—Se puede saber ¿qué rayos estaba haciendo? —se escucho una voz fría a espaldas de Alex

La chica volteo y se puso pálida al ver que se trataba de...

—Profesor Snape... Yo... sólo...

El profesor no le hizo caso, se acercó a ella muy rápido pero Alex se dio cuenta y se hizo a un lado con la intención de salir del baño, pero Severus la tomó del brazo.

— ¡Suélteme!

— ¡No! Lo que estás haciendo está mal...

— ¡Suélteme! No... No... ¡Tú no sabe cómo me siento!

Severus se sorprendió con la exclamación de la chica, ya que esa oración le pareció familiar. Alex finalmente logró soltarse de un tirón cuando sintió que el profesor aflojaba su agarre y salió corriendo de ahí.

Severus no se percato de que Alex se había soltado y había huido, pero las palabras de la chica le seguían retumbando en la cabeza.

« ¡Tú no sabes cómo me siento!»

« ¡Tú no sabes cómo me siento!»

« ¡Tú no sabes cómo me siento!»

—Alex... Déjame ayudarte... Por favor, pequeña

Finalmente se dio cuenta de que la chica se había ido. Cabizbajo e indignado consigo mismo por no haberla hecho entrar en razón, se fue a las mazmorras.

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Aquella tarde de viernes, a las cinco en punto, llamaron a la puerta del despacho de la profesora Umbridge deseando que fuera la última vez, y recibieron la orden de entrar. La hoja de pergamino en blanco los esperaban sobre la mesa cubierta con el tapete de encaje de cada uno, así como las afiladas plumas negras, que estaban a un lado.

—Ya saben lo que tienen que hacer. Potter. Macías—le indicó la profesora Umbridge sonriendo con amabilidad.

Los dos comenzaron con su "trabajo". Alex pudo ver que Harry trataba de mirar por la ventana y entonces entendió que el chico intentaba ver las pruebas de Quidditch; pero le parecía que sería imposible poder verlo, entre la vigilancia de la Cara de Sapo y que ella le tapaba un poco la vista.

Las heridas de las manos se abrían con mayor intensidad y se podían entender a la perfección las palabras de sus manos, el pergamino estaba cubierto de relucientes gotas de la sangre que les caía de la mano, que les dolía mucho. Cuando Harry volvió a levantar la cabeza ya era de noche y no se distinguía el campo de Quidditch.

—Vamos a ver si ya han captado el mensaje —propuso la profesora Umbridge con voz suave media hora más tarde.

Se dirigió hacia Harry extendiendo los cortos y ensortijados dedos para agarrarle el brazo y entonces, cuando lo sujetó para examinar las palabras grabadas en su piel, el chico notó un intenso dolor, pero no en el dorso de la mano sino en la cicatriz de la frente. Al mismo tiempo tuvo una sensación muy extraña a la altura del estómago. Dio un tirón para soltarse y se puso en pie de un brinco, mirando fijamente a la profesora Umbridge. Ella lo miró también a los ojos, forzando aquella ancha y blanda sonrisa.

Lo más extraño fue que justamente cuando a Harry le dolió la cicatriz, a Alex le dolió la parte del rostro donde tenía esa marca oscura y por un segundo le pareció ver el rostro de Voldemort.

—Ya lo sé. Duele, ¿verdad? —comentó con su empalagosa voz. Harry no contestó. El corazón le latía muy deprisa y con violencia. ¿Se refería la profesora a su mano o sabía lo que acababa de notar en la frente?—. Bueno, creo que ya me ha comprendido, Potter. Puede marcharse.

Harry cogió su mochila y salió del despacho tan deprisa como pudo sin esperar a Alex. Umbridge se volvió hacia la chica y también tomó su mano lastimada, pero a diferencia de Harry, ella no mostró ningún signo de dolor y eso no pareció gustarle a la profesora.

—Mmm... Tal parece que no ha comprendido el mensaje del todo como Potter ¿verdad?

Alex sospechaba que la profesora quería agregarle otra semana de castigo y es que ella no quería mostrar signos de dolor.

—Lo que pasa profesora, es que tanto escribir con esa pluma hizo que ya no sienta la mano

— ¡Ah! Bueno... Ese es un efecto muy y común. Pero ya lo entendió también ¿verdad?

—Sí, Profesora Umbridge

—Muy bien —soltó la mano de Alex y se fue a sentar a su escritorio—. Ya puede retirarse

—Buenas noches

Tomó su mochila con la mano izquierda y salió del despacho, tratando de no correr. Cuando ya estaba por dar la vuelta en una esquina para llegar al retrato de la Sra. Gorda, no pudo aguantar más el dolor de la mano y se soltó a llorar.

Severus estaba haciendo su guardia y estaba por llegar a la entrara de la Torre de Gryffindor cuando escucho que alguien lloraba. Era más de media noche y ningún alumno debería estar fuera de la cama. Se acercó ya preparando las frías palabras que le diría al infractor cuando se puso tenso al ver que se trataba de Alex.

— ¿Macías?

La chica levantó la mirada y, a pesar de la oscuridad, se encontró con unos ojos negros que le fascinaban. Se limpió las lágrimas y se puso de pie, tratando de cubrir su mano derecha.

—Profesor Snape. Yo... Sólo estaba...

— ¿Qué hace afuera a estas horas?

—Yo... Acabo de llegar de un castigo con Um... Con la Profesora Umbridge

—Ya veo. Si, había escuchado que la castigo junto con Potter el primer día. Creo que acaban de romper un récord

Alex sólo bajo su mirada ¿qué más podía esperar del Jefe de Slytherin, quienes solamente se fijan en el status de sangre? Severus se dio cuenta que había lastimado a Alex, pero entonces vio sus manos y vio que de entre ellas escurría sangre.

—Macías ¿Qué le paso en su mano?

Alex sintió que se le paraba el corazón al escuchar eso. Trató de llevarse las manos detrás de la espalda para ocultarlas, pero el profesor fue más rápido y le tomó la muñeca de la mano lastimada.

—"No debo decir mentiras" ¿Qué es esto?

Alex bajo la cabeza por la vergüenza.

—Es... El castigo con la Profesora Umbridge

— ¿Qué?

—No es nada. Ya sanará y espero no tener que volver a tener castigo con esa...

— ¿McGonagall sabe de esto?

—No

— ¡Entonces vaya y dígale! Sé qué ya son deshoras pero...

Alex se soltó de su agarre y le dio la espalda.

— ¡Ya le dije que no es nada! Además de que no queremos darle la satisfacción de vernos vulnerables

Severus sintió un momento de orgullo al escucharla hablar así, pero al recordar su mano y su estado de salud hizo que se preocupara más. Entonces recordó algo que escucho que hablaba con su loba maleducada.

—Por cierto Macías

— ¿Si, profesor?

— ¿Por qué duerme con Potter y sus compañeros y no con Granger y las demás?

Esa pregunta la tomó por sorpresa y ahora sintió que le iba a dar algo por eso. ¿Cómo rayos se había enterado de eso?

—Yo... No sé que está hablando

Alex comenzó a alejarse pero Severus la tomó de la muñeca y la hizo girar un poco para que lo mirara.

—La escuche hablando de eso con su "escoba con patas"

— ¡Deje de hablarle así a Xóchitl! —Volvió a soltarse de su profesor y lo miro con seriedad—. ¡No sé cómo se  enteró... PERO LO QUE YO HAGA O DEJE DE HACER NO LE IMPORTA!

— ¿Por qué dice que no me importa?

—Usted me lo dejo muy claro el año pasado... ¡Por ser una Gryffindor, Sangre Su...!

Alex no pudo terminar de gritarle porque los fuertes y finos labios del oscuro profesor de pociones se habían posado en los suyos para callarla. La chica tenía los ojos muy abiertos por la sorpresa, pero poco a poco los fue cerrando. Ya iba a corresponder el beso cuando Severus se separó de ella. Alex abrió los ojos y vio una mirada muy sería en los ojos del adulto.

—Nunca... Vuelvas... A decirte de esa manera

—Profesor...

—En otro momento terminaremos con esta conversación. Ahora entré a descansar

—Eh... sí. Buenas noches, profesor

La castaña se dio la vuelta para irse a la Torre.

—Descansa, Alex

La aludida dio media vuelta, pero el profesor se había ido. Siguió de pie mirando a la nada, con el corazón latiendo a mil por horas y su rostro caliente y rojo a más no poder.

—Él me beso... Él me beso...

Alex no se cuenta de que se abrió el cuadro de la Señora Gorda y de ella salió Xóchitl para ir a buscarla.

— ¡Ahí estabas! —Xóchitl tomó forma humana y se paró junto a ella—. Me podrías explicar ¿dónde rayos estabas? Hace como media hora regreso Harry junto con Ron y tu no...

Entonces la loba se dio cuenta de que la chica estaba con en trance.

— ¿Alex? ¿Hola? —le picó el hombro pero nada. Entonces se llevó una mano a la boca y otra enfrente del rostro de Alex y comenzó a hacer ruiditos de radio transmisor—. Base llamando a Alex. Alex, responde —otro ruiditos pero nada.

Bajó las manos y entonces se le ocurrió algo. Se puso enfrente de ella y la cargó en su hombro como saco de papas.

— ¿Pero qué...? ¡Xóchitl! ¿Qué haces?

—Hasta qué reaccionas. Regresemos que los chicos ya se preocuparon

—Pues dilo en lugar de traerme así

—Es que estabas en la luna. ¿En qué pensabas?

Alex se alegraba de estar en esa posición, porque así la loba no vería que estaba roja a más no poder.

—En nada... Me pareció que vi algo

—Ah, bueno. Bien, hora de dormir

—Está bien, pero... Ya me puedes bajar

Las dos ya estaban en la Sala Común y Xóchitl todavía no la bajaba.

—Mejor hasta el dormitorio

Alex soltó un bufido y se dejo llevar hasta el dormitorio de los chicos.

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Al día siguiente, era sábado, estuvo algo nublado pero eso no afectó al estado de ánimo de Alex. Se alistó y bajó a la Sala Común, vio que ya estaban sus amigos esperándola; Xóchitl se quedo como siempre en la Sala Común igual como siempre algún elfo le subiría el desayuno.

Entraron al Gran comedor y comenzaron a desayunar, mientras tanto, llegaban las lechuzas y una parda le entregó a Hermione El Profeta.

— ¿Hay algo interesante? —preguntó Ron.

—No —respondió ella con un suspiro—, sólo cuentan tonterías sobre la bajista de Las Brujas de Macbeth, que se casa. —Hermione abrió el periódico y desapareció tras él. Harry se dedicó a su segundo plato de huevos con tocino; Ron, que parecía un poco preocupado, miraba hacia las altas ventanas y Alex jugaba con su tenedor todavía con una sonrisa soñadora—. Un momento —dijo ella de pronto—. ¡Oh, no! ¡Sirius!

— ¿Qué pasa? —preguntó Harry arrancándole el periódico de las manos tan bruscamente que lo rompió por la mitad, de modo que Hermione y él se quedaron cada uno con una parte.

—«Según una información obtenida por el Ministerio de la Magia de fuentes fidedignas, Sirius Black, el famoso asesino... bla, bla, bla... ¡está escondido en Londres!» —leyó Hermione en su mitad del periódico con un susurro angustiado.

—Lucius Malfoy, me apuesto algo —afirmó Harry conteniendo la furia de su voz—. Seguro que reconoció a Sirius en el andén...

— ¿Qué? —saltó Ron, alarmado—. No me dijiste que...

— ¡Chissst! —exclamaron los otros tres.

—«... El Ministerio advierte a la comunidad de magos que Black es muy peligroso... mató a treinta personas... se fugó de Azkaban...» Las majaderías de siempre —concluyó Hermione dejando su mitad del periódico y mirando con temor a Alex y a los chicos—. Bueno, ya no podrá volver a salir de la casa, eso es todo —susurró—. Dumbledore ya le advirtió que no lo hiciera.

Siguieron discutiendo sobre Sirius hasta que los chicos se fueron a su práctica de Quidditch mientras que las chicas se iban a la biblioteca para seguir con los deberes pendientes; de camino se toparon con Severus, quien solamente miro a las chicas y se fue.

— ¿Ahora qué le pasa? —pregunto Hermione

—Yo... Ni idea

La castaña se dio cuenta de que la latina actuaba de manera extraña.

— ¿Qué te pasa?

—Nada. Mejor vamos a hacer la tarea ¿no?

—Está bien

— ¡Vámonos!

Estuvieron todo el día haciendo sus deberes pendientes hasta que terminaron y se fueron de regreso a la Torre de Gryffindor a esperar a los chicos de la práctica.

— ¿Cómo crees que les vaya a los chicos? —pregunto Alex

—No lo sé. Pero espero que les vaya bien —contesto Hermione, leyendo un libro

Hasta la tarde los chicos regresaron y por la expresión de Ron se dieron cuenta que no les fue tan bien como ellos esperaban. Los chicos se pusieron a hacer los deberes pero no avanzaron mucho.

El domingo siguieron con los deberes y mientras lo hacían, llego una carta de Percy a Ron, pero el contenido no agrado a nadie y mucho menos a Ron. Percy le "aconsejaba" que terminará su amistad con Harry y Alex porque "le arruinarían su futuro" y un montón de tonterías más. Para animarlos, Hermione se ofreció a corregir sus trabajos.

De pronto, la cabeza de Sirius apareció en la chimenea de la Torre y les dio un tremendo susto a los chicos. El Merodeador comenzó a contarles las últimas noticias de la Orden respecto al ministerio y sus sospechas de que Fugde piensa que Dumbledore "forma un ejército de magos" dejando claro que de verdad le tiene miedo al viejo director.

—Por cierto —dijo Sirius, cambiando de tema—, ¿cuándo es su próxima excursión a Hogsmeade? Se me ha ocurrido que ya que nos salió bien lo del disfraz de perro en la estación, podríamos...

— ¡NO! —saltaron Harry y las chicas a la vez, gritando.

—Sirius, ¿acaso no lees El Profeta? —le preguntó Hermione muy angustiada.

— ¡Oh, El Profeta!—exclamó Sirius sonriendo—. Les encantaría saber por dónde ando, pero en realidad no tienen ni idea...

—Creemos que esta vez sospechan algo —intervino Harry—. Algo que comentó Malfoy en el tren, utilizando la palabra «perro», nos hizo pensar que sabía que eras tú, y su padre estaba en el andén, Sirius, ya sabes, Lucius Malfoy, así que sobre todo no te acerques por aquí. Si Malfoy vuelve a reconocerte...

—De acuerdo, de acuerdo —repuso Sirius con aire muy contrariado—. Sólo era una idea, pensé que te gustaría que nos viéramos.

— ¡Claro que me gustaría, pero no quiero que vuelvan a encerrarte en Azkaban! —aclaró Harry.

Hubo una pausa durante la cual Sirius se quedó mirando a su ahijado desde el fuego, frunciendo el entrecejo.

—No te pareces a tu padre tanto como yo creía —comentó entonces con frialdad—. Para James, el riesgo habría sido lo divertido.

—Mira...

—Bueno, tengo que marcharme. Oigo a Kreacher bajando por la escalera —dijo Sirius, pero Harry estaba seguro de que mentía—. Ya te escribiré diciéndote a qué hora puedo volver a aparecer en el fuego, ¿está bien? Si no lo encuentras demasiado arriesgado, claro...

Entonces se oyó un débil « ¡Pum!», y donde antes estaba la cabeza de Sirius volvieron a verse sólo llamas.

—Qué sentido se puso —comento Alex, mirando al fuego—, nosotros solamente nos preocupábamos por su seguridad. No era para que se pusiera así.

Harry se desanimó demasiado al ver la reacción de Sirius. Se fue a dormir sin decirle nada a sus amigos y sin terminar los deberes, otra vez.

El Lunes, Hermione volvió a recibir el periódico y descubrieron en él la razón por la que Fudge envió a la Sapo: Fue para darle poder en Hogwarts y supervisar a los profesores. En cuanto Alex vio lo de la supervisión a los docentes, instantáneamente miró a la mesa de los profesores y busco con la mirada a Snape; se calmó al verlo charlando con Dumbledore y se alegró más al ver que sus amigos no lo notaron.

Sin embargo, no podía sentirse tranquila. Obviamente Umbridge debía de saber sobre el pasado de mortifago de Snape ¿y si usaba eso como excusa para echarlo de la escuela? Alex no sabría qué hacer si ya no lo volvía a ver.

Los cuatro se fueron a Historia de la Magia y no vieron a la Sapo. En la clase de pociones de ese día, Alex puso respirar tranquila al ver que la Lame-botas del Ministerio tampoco estaba.

Snape les entregó sus trabajos y Alex vio que de calificación tenía una S, pero no sabía que significaba.

—Les he puesto la nota que les habrían puesto si hubieran presentado este trabajo en su TIMO —explicó Snape con una sonrisita de suficiencia mientras se paseaba entre sus alumnos devolviéndoles los deberes corregidos—. Así les haré una idea de los resultados que podrían esperar de sus exámenes. —Snape llegó a la parte delantera de la clase y se dio la vuelta para mirar a los alumnos—. En general, el nivel de la redacción ha sido pésimo. La mayoría de ustedes habrían reprobado si hubiera sido un examen. Espero que se esfuercen mucho más en la redacción de esta semana sobre las diferentes variedades de antídotos para veneno; si no, tendré que empezar a castigar a los burros que obtengan una D.

— ¿A alguien le han puesto una D? ¡Ha! —dijo Malfoy en voz baja, y entonces Snape esbozó una sonrisa de complicidad.

«Ya se había tardado» pensó Alex con pesar.

No tuvo que estrujarse los sesos para saber que a la persona que le puso una D fue a Harry y, como de costumbre lo decía para molestarlo.

La clase paso de manera tranquila (y eso era novedad) y los cuatro se fueron a almorzar. Se encontraron con los gemelos y con Lee Jordán y les explicaron el significado de las letras de sus notas:

E: Extraordinario. S: Supera las Expectativas. A: Aceptable. I: Insatisfactorio. D: Desastroso. T: Trol

También les comentaron a los cuatro amigos como les fue en su supervisión en Encantamientos, lo cual solamente fue mirar las clases, hacer una pregunta ocasional al docente encargado de la materia (Flitwick) y una que otra pregunta a algún alumno.

Los chicos pensaron que no sería la gran cosa, pero cuando llegaron al salón de Adivinación, vieron que Umbridge ya estaba acomodada para supervisar la clase, por lo que tanto Harry como Alex, tendrían que comportarse en clase para no llamar su atención.

La profesora Trelawney les indicó que siguieran con la interpretación de los sueños en parejas o en tríos. Alex y los chicos comenzaron a trabajar pero también vigilaban al sapo.

—Deprisa, piensa un sueño por si el sapo viene hacia aquí.

—Yo me lo inventé la última vez —protestó Ron—, ahora te toca a ti.

— ¡Ay, no sé! —dijo Harry, desesperado. No recordaba haber soñado nada en los últimos días—. Digamos que soñé que estaba... ahogando a Snape en mi caldero. Sí, eso servirá...

Ron contuvo la risa mientras abría El oráculo de los sueños y Alex los miraba con reproche.

— ¡Oigan chicos, seriedad! Si siguen así, se darán cuenta que se lo sacaron de la manga

— ¿Qué?

— ¡Que se lo inventaron!

—Bien, tenemos que sumar la edad de Harry a la fecha en que tuvo el sueño, y el número de letras del tema... ¿Cuál sería el tema? ¿Ahogamiento, caldero o Snape?

—No importa, elige el que quieras —contestó Harry, y se arriesgó a mirar hacia atrás

Mientras Alex y los chicos "trabajaban", escuchaban la entrevista de Umbridge a Trelawney, lo cual sólo hacía que la profesora de Adivinación se enfadara a cada pregunta y más cuando el Sapo le pidió que le hiciera una predicción. Trelawney le predijo peligro pero Umbridge se burlo y se retiró del aula de Adivinación.

Si en Adivinación les fue mal, en DCAO les fue peor. Hermione sólo había dado su opinión del libro y tanto Alex como Harry saltaron en su defensa y esta vez fue Alex la que le respondió de manera "maleducada" a la Cara de Sapo cuando esta mencionó a Quirrell.

—Sí, Quirrell era un profesor excelente —dijo Alex en voz alta—, pero tenía un pequeño inconveniente: que por su turbante se asomaba lord Voldemort.

Esa declaración fue recibida con un silencio muy aplastante. Y entonces...

—Creo que le sentará bien otra semana de castigos, Macías. Y por si acaso, a Potter también —sentenció la profesora Umbridge sin alterarse.

El corte que los chicos tenían en la mano todavía no se había curado, y a la mañana siguiente volvían a sangrar. Ninguno de los dos se quejó durante el castigo de la tarde, pues estaban decididos a no dar aquella satisfacción a la profesora Umbridge. Escribieron una y otra vez «No debo decir mentiras» sin que un solo sonido escapara de sus labios, aunque los cortes iban haciéndose más profundo con cada letra.

Harry volvió a recibir una reprimenda de Angelina por perderse otra sesión de entrenamiento por los castigos con Umbridge y fue tan grande que hasta McGonagall tuvo que ir a calmarla.

En la tarde siguieron con sus clases de manera normal. En Encantamientos no paso gran cosa pero en Transformaciones vieron que Umbridge iba a supervisar la clase y eso solo significaba una cosa: problemas, ya que tanto una como otra tenían su temperamento.

A cara interrupción que hacia Umbridge a McGonagall, a la chica le parecía que en cualquier momento le gritaría, pero le sorprendió que se mantuviera calmada. McGonagall trataba de llevar su clase con normalidad, pero la Sapo se lo complicaba.

Término la clase y los chicos se fueron a CCM y por desgracia se la volvieron a encontrar, y como Hagrid todavía no regresaba, quien estaba encargada era Grubbly-Plank. Y no ayudo mucho. Como nadie sabía del paradero de Hagrid (más los comentarios y las burlas de las serpientes) cuando el semi-gigantes regresará se vería en serios problemas.

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Ya pasaba la media noche cuando los chicos salieron. Esta vez, los dos sangraban demasiado, ya que la herida se hizo más profunda. De camino a la Sala Común, los dos se separaron porque Alex comenzó a sentir arcadas y se fue al primer baño que encontró y fue a vomitar.

Después de varios meses de hacer eso, su cuerpo ya estaba acostumbrado a hacerlo. Se fue al lavabo y se enjuagó la boca, cuando levantó la mirada, miró su reflejo y se sorprendió con lo que vio: Estaba extremadamente delgada del rostro y del cuello, el cabello lo tenía débil y sin brillo, los ojos hundidos, muy pálida y labios resecos.

—Bueno... No estoy tan mal. Al menos ya no pueden decir que estoy...

No terminó de hablar porque le dio un fuerte mareo y casi se caía de no ser porque se sujetó al lavabo. Se limpió la mano herida pero seguía sangrando. Se la envolvió con papel de baño y salió de ahí y regresó a la Sala Común. Llegó y vio que sus amigos estaban ahí.

—Alex ¿dónde estabas? —pregunto Harry, preocupado

—Nada, sólo fui al baño —contesto Alex, con despreocupación

Los cuatro siguieron hablando mientras que Harry y Alex tenían sus manos heridas dentro de una solución de tentaculos de murtlap pasteurizados y escabechados para calmarles el dolor. De la nada, a Hermione se le ocurrió una loca idea respecto a la materia e DCAO: era que tanto Harry como Alex les enseñara.

Tanto uno como el otro, se sorprendió con la proposición, pero la idea no parecía tan mala, aunque tenía algunas fallas; como por ejemplo: ¿Quién querría que ellos les enseñarán? ¿Dónde lo harían sin que Umbridge se entere? Esa pregunta podría responderse después de ver si alguien accedía a formar parte de esto.

Se fueron a dormir y tanto a Harry como a Alex no les convencía mucho esa idea. En otra ocasión lo discutirían con más tranquilidad y verían sí valía la pena hacerlo o no.

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En las mazmorras, Severus estaba tumbado en su sillón verde esmeralda enfrente a la chimenea curándose una herida en el brazo derecho. Había regresado de una reunión con Voldemort y no le había ido muy bien, el señor tenebroso le había pedido información sobre Potter y Macías y él, Severus, no supo contestarle y se vio obligado a sufrir la tortura de Su Señor hasta que este se aburrió y lo dejo irse.

Después de curarse, se cambio por su pijama y se tumbó en la cama. Las cosas se iban a poner peores y los inútiles del Ministerio no querían saber la verdad; pero más le preocupaba el bienestar de Alex y sobre todo su salud, pero seguía sin saber cómo acercarse a ella sin que la chica lo rechazara.

Cada día que pasaba la veía peor y ya ni decir que ya había vuelto a tener un castigo con la lame-botas del ministerio y lo más seguro era que volvió a abrirse la mano con esa ridícula inscripción «No debo decir mentiras», eso pasa por tratar de hacer que alguien de mente cerrada y sobre todo cabeza dura de hacerles ver la cruda realidad.

Antes de tratar de dormir, porque sufría de insomnio, vio el rostro sonriente de Alex. Pero de pronto se volvía delgado casi pareciendo un cadáver, su cabello sin brillo y en su rostro se veía que estaba moribunda.

—Pequeña... Entiende que te estás haciendo daño, además de que corres peligro y no quiero que nada malo te pase. Alex...

De pronto, recordó de la nada que la había besado, solamente para evitar que ella misma se llamara Sangre Sucia. Severus nunca volvió a emplear esa palabra y si alguien la decía le gritaba o hasta lo golpeaba, ya que esas palabras le costaron su amistad y su amor hacia cierta pelirroja de su infancia... y a la chica idéntica a Alex.

Se llevó los dedos a los labios y recordó los de Alex; de no estar enferma de seguro serían firmes y suaves al tacto como una pluma, pero cuando la besó los sintió secos y descuidados. También por un momento le pareció que la chica estuvo a punto de corresponderle el beso, pero desechó esa idea de la cabeza ¿Cómo es que una chica de quince años, joven e inteligente se fijaría en un viejo amargado veinte años mayor como él?

No le importaba si la chica se lo iba a corresponder o no, él estaba decidido a protegerla y cuidarla a cualquier costo; aunque... él deseaba de corazón que la chica le correspondiera sus sentimientos y con ese beso los descubrió: Estaba enamorado de Alejandra Macías, y aunque tuviera que estar lejos de ella la protegería con su vida. Y con ese pensamiento, cerró los ojos y trato de dormir pensando en cierta castaña extranjera.

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