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Asalto a Gringotts y de regreso a Hogwarts

Como era de esperarse, Harry y Ron se emocionaron al ver a Alex de nuevo en el equipo. Lograron ponerla al corriente con el plan: Hermione se haría pasar por Bellatrix Lestrange y Ron se disfrazaría de un mago extranjero, mientras que Harry y Griphook estarían ocultos bajo la Capa Invisible del azabache para poder darles vía libre a Ron y Hermione ya que había altas posibilidades de que en Gringotts supieran que podría aparecer una impostora de Bellatrix y trataría de entrar a la bóveda de los Lestrange.

—¿Qué te parece el plan? —preguntó Harry a Alex

—Está muy bien, solamente tengo una duda —dijo Alex

—¿Qué sucede?

—¿Y yo qué hago?

Los tres amigos se quedaron callados ante eso; desde que se separaron, Harry, Ron y Hermione habían dado por hecho que no volverían a ver a la latina por su embarazo, hasta que se volvieron a ver siendo prisioneros de los mortífagos. El trío de oro se miró tratando de pensar que es lo que podría hacer su amiga.

Alex vio el nerviosismo de sus amigos y adivinó enseguida lo que estaba pasando, no los culpaba; ella estuvo desaparecida por un largo tiempo y solamente hasta ahora finalmente los cuatro se reunieron.

El incómodo silencio fue roto por el duende.

—Su amiga podría hacerse pasar por el profesor Snape

Los cuatro amigos miraron a Griphook sorprendidos por la sugerencia.

—¿Y cómo lo hará? —preguntó Ron

El duende se acercó a la latina buscando algo en sus ropas hasta que de la manga derecha extrajo un largo cabello negro. Los cuatro Gryffindors lo miraron; Harry y Ron con mueca de disgusto por el simple hecho de recordar quién era el padre de la bebé de Alex, Hermione sonrió con complicidad ante la idea. Alex tomó el cabello y lo analizó con cuidado con la mirada, podía afirmar de que ese era el cabello de su prometido.

—Bueno... problema resuelto —dijo Alex tratando de aligerar la tensión

Harry y Ron no estaban convencidos con que su amiga se hiciera pasar por su "novio", pero si querían que la latina los acompañara, que se hiciera pasar por Snape era la única solución.

—Está bien —dijo finalmente Harry—. Y no es por ofender a Hermione, pero al menos podrás ayudarla en caso de que no actúe como Bellatrix y levante sospechas

—No me ofendo, Harry. De hecho, estoy de acuerdo contigo —Hermione miró el cabello de Bellatrix que aún tenía entre sus dedos—. No estoy segura de que podré hacerme pasar por ella sin llamar la atención.

—No te preocupes —dijo Alex—. Podrás hacerlo y la misión será exitosa —aseguró la latina con optimismo

Eso bastó para que sus amigos se tranquilizaran un poco. Siguieron repasando el plan un par de veces más, asegurándose de que Alex lo entendiera y se lo memorizará a la perfección a la vez que le hacían algunos cambios ya tomando en cuenta a "Snape" en la misión.

A la mañana siguiente, los cuatro amigos se levantaron antes del alba, recogieron sus cosas y se alistaron para la misión. Harry y Ron salieron primero de la casa y se alejaron hasta donde se encontraba la tumba de Dobby para esperar a las chicas y al duende, salir de los límites de protección de la casa y partir al Callejón Diagon.

—Espero que el plan resulte —comentó Ron para romper el silencio

—Yo también amigo —secundo Harry

En la casa, Alex y Hermione terminaban de vestirse con las túnicas que Fleur les consiguió y que Alex modificó para que se parecieran a las ropas que Severus y Bellatrix acostumbraban usar. En el tocador reposaban dos vasos metálicos con Poción Multijugos y ya con los cabellos incluidos. La poción que contenía el cabello de Bellatrix era una sustancia viscosa de color negro que podría confundirse con brea; mientras que la poción con el cabello de Severus era de un color plateado muy fino que casi parecía sangre de unicornio.

Alex mientras se vestía no dejaba de mirar la poción con una sonrisa, recordó la primera vez que se hizo pasar por Severus en su segundo año en Hogwarts.

«Pero al menos ya sé que me haré pasar por él y me volverá a tomar por sorpresa.» pensó la latina con una sonrisa terminando de abotonarse la larga hilera de botones de la levita. «Insisto: ¿cómo es que a Severus le gusta usar esto?» pensó con fastidio la chica en cuanto termino.

—¿Lista, Alex? —preguntó Hermione tomando el vaso con su poción

—Lista, Hermione —respondió Alex tomando su vaso

Las chicas chocaron los vasos a modo de brindis con la intención de darse ánimos y a pesados tragos cada una se bebió la poción. Hermione no pudo evitar hacer muecas de asco en cuanto terminó su poción, mientras que Alex se bebía la suya de un solo trago como la primera vez.

Los efectos comunes de la poción comenzaron a tener efecto en seguida ingirieron el brebaje. Ambas crecieron un poco, pero Alex creció más que Hermione. El cabello de ambas se volvió negro azabache, pero el de Alex le creció hasta los hombros y lo tenía lacio, mientras que a Hermione le creció hasta la cintura y en rizos pero un poco más domados que los suyos. Los cambios continuaron hasta que las dos ya no sintieron nada y al mirarse en el espejo ya no les devolvían la mirada sus reflejos sino precisamente Severus Snape y Bellatrix Lestrange.

—Esto es realmente extraño —comentó Hermione mirándose al espejo todavía no muy convencida

—¿Y qué esperabas? —respondió Alex acomodándose la ropa y mirando su reflejo al mismo tiempo—. Nadie en su sano juicio quisiera hacerse pasar por la psicópata

—No solamente me refería a eso

—¿Eh? ¿Entonces?

—Es que se me hace extraño ver a Snape y Bellatrix en la misma habitación sin tratar de matarse, aún cuando sé que solamente somos nosotras. —Alex dejó caer los hombros y miró a Hermione sobre su hombro derecho—. ¿Qué?

—¿Es en serio tu comentario? Me esperaría algo así de Ron, no de ti

—Mejor terminemos de alistar todo y salgamos antes de que preocupemos a los chicos —dijo Hermione tomando su bolso de cuentas

—Ajá —dijo Alex tomando sus cosas

Unos minutos después las dos se reunieron con Griphook y los tres salieron en silencio de El Refugio o al menos hasta que se cerró la puerta trasera por donde salieron. El duende iba enfrente de las chicas por lo que no se detuvo ni hizo nada en cuanto Hermione dio un mal paso haciendo que se le doblara un poco el pie cayéndose de frente y llevándose consigo a Alex haciendo que las dos cayera boca abajo, pero parecía que Bellatrix quedó arriba de Severus pero de la cintura para abajo.

Harry y Ron solamente veían lo que pasaba sin decir nada; al principio cuando las vieron llegar enseguida creyeron que en realidad se trataban de Severus y Bellatrix, pero al ver lo que paso en cuanto cayeron se tranquilizaron al ver que eran las chicas con el efecto de la Poción Multijugos, pero aun así les pareció extraño la escena que acaban de presenciar.

«Si... son las chicas» pensaron los chicos dejando escapar un suspiro de alivio

—Hermione... ¿Qué fue eso? —preguntó Alex aún boca abajo y con su amiga encima

—Perdón —respondió Hermione. Se levantó y ayudó a su amiga a ponerse de pie—, se me atoró el pie con la ropa

—Sí, me di cuenta. ¿Y tú estás bien?

—Eso creo

—¡Ustedes dos! —Las chicas voltearon de golpe y vieron al duende ya junto a los chicos, esperándolas—. Si ya terminaron de jugar ¡vámonos!

Las chicas se acercaron. Hermione hechizó el rostro de Ron haciendo que tomará otro aspecto, se les agotó la Poción Multijugos. Los cinco se tomaron de las manos y se desaparecieron fuera de los límites de los hechizos de protección de El Refugio. Aparecieron en un callejón oscuro cerca del Caldero Chorreante, Hermione se adelantó con Ron mientras que Harry y Griphook (bajo la capa invisible) iban por detrás y un poco más apartada Alex, sería muy extraño ver a Severus Snape llegar junto a Bellatrix Lestrange y un mago desconocido.

Pasaron por el bar como si nada. El tabernero del lugar, Tom, saludo a Hermione, pero la chica olvidando por completo que en ese momento era Bellatrix le respondió el saludo al tabernero con cortesía haciendo que este la mirara muy sorprendido. Minutos después, Alex entró al bar casi vacío y pasó por el mismo lugar que sus amigos y Griphook.

—Profesor Snape —murmuró Tom, y cuando Alex pasó por delante de él inclinó la cabeza secamente como saludo y siguió su camino.

Miró con discreción sobre su hombro y vio con satisfacción que logró engañar a Tom con su actuación.

«Y eso que todavía no empieza lo bueno» pensó Alex llegando al patio trasero del Caldero Chorreante.

Sacó su varita y golpeó un ladrillo de la pared que, aparentemente, no tenía nada de particular. Al instante, los ladrillos giraron y cambiaron de posición, y en medio de ellos apareció un agujero que fue haciéndose cada vez más grande, hasta formar un arco que daba al estrecho y adoquinado callejón Diagon. Alex entró al callejón y se sorprendió de ver como estaba ahora el lugar. Muchas tiendas estaban selladas con tablas, aunque desde su última visita se habían inaugurado varios establecimientos dedicados a las artes oscuras. La muchacha vio el retrato de Harry en numerosos letreros pegados en las ventanas que rezaban «Indeseable n° 1». En algunos portales se apiñaban personajes harapientos, a quienes oyó suplicar a los escasos transeúntes, pidiéndoles oro y asegurando ser magos de verdad.

Se escuchó el estruendo provocado por la invocación de un hechizo seguido de un ruido seco de un cuerpo cayendo al suelo. Alex caminó más rápido temiendo que algo malo le hubiera pasados a sus amigos; se detuvo en seco al ver que Hermione y Ron conversaban con un mago que enseguida reconoció del libro de magos tenebroso que tenía, además de que Severus le había hablado acerca de los mortífagos.

—Travers —murmuró para sí misma

La latina esperaba que Hermione y/o Ron lograran quitarse al mortífago de encima para poder seguir con el plan; sin embargo, vio con fastidio que al parecer el recién llegado los acompañaría hasta Gringotts. Temiendo que sus amigos no pudieran manejar la situación por su cuenta —y más tomando en cuenta que Hermione era una pésima actriz— intervino en la conversación.

—¿Se puede saber quiénes se creen que son para obstruir la vía pública? —preguntó Alex con sarcasmo al más estilo Severus

Hermione y Ron miraron a Alex sorprendidos al igual que Harry y Griphook. El mortífago se volvió para encarar a la persona que se atrevió a hablarle de esa manera, pero en cuanto vio de quien se trataba, abstuvo el reclamo.

—¡Severus! —exclamó Travers aun mostrando sorpresa—.  Que sorpresa encontrarte aquí en el callejón ¿no deberías estar en Hogwarts cumpliendo con tus deberes como director del plantel?

—Ese asunto no es de tu incumbencia —respondió cortantemente Alex cruzándose de brazos. Travers la miró con aire ofendido—. Solamente te diré que tengo que comprar algunos materiales que necesito para un trabajo que el Señor Tenebroso me ordenó, pero antes necesito a Gringotts a sacar un poco de oro. ¿Es suficiente razón para ti o vas a seguir interrogándome con respecto a mis asuntos personales?

Los presentes se quedaron en silencio. Ron y Hermione hicieron un gran esfuerzo para que en sus rostros no se mostrará el asombro ante la actuación perfecta de su amiga. Harry y Griphook también se sorprendieron por su actuación, pero el más impactado era el azabache.

«Creo que en estos momentos me alegra mucho que Alex estuviera por mucho tiempo en compañía de Snape»

Travers tardó unos segundos en reaccionar. En cuanto lo hizo movió la cabeza en señal de negación, pero se acercó a Alex y le rodeó los hombros con un brazo.

—Tal parece que nunca cambiarás esa personalidad tan amarga ¿eh, Severus? —dijo Travers

Alex le retiró el brazo con brusquedad y entonces "reparó" en la presencia de "Bellatrix" y su "acompañante".

—Vaya, vaya. Me sorprende verte aquí, Bellatrix —dijo Alex, a modo de "saludo"

Hermione tardó unos segundos en reaccionar. Adoptó lo mejor que pudo la postura de la mortífaga y trato de hablar lo más parecido a ella posible.

—Snape. No sé porque te sorprende de verme —respondió fríamente Hermione

—Pues, después de lo del fiasco en la Mansión Malfoy creí que el Señor Tenebroso no los dejaría salir de la mansión con vida... o en una pieza. Pero veo que el Señor Tenebroso se compadeció de ustedes —dijo Alex, mencionando lo último con un deje de burla muy al estilo de su pareja.

—El Señor Tenebroso sabe que a pesar de nuestro error, puede confiar en nosotros

—Y más porque, según tú, eres su mano derecha ¿no?

Hermione ya no supo que responder a eso. Sin embargo, no tuvo que hacerlo ya que Travers intervino, aprovechando el silencio de Hermione pensando que la chica se estaba conteniendo de lanzarle algún maleficio a "Severus", recordándoles que todos querían ir a Gringotts y que era necesario apresurarse.

Alex miró a Hermione levantando una ceja en un claro gesto de sarcasmo, pero moviendo un poco la nariz aprovechado que Travers no la veía, dándole a entender a su amiga que siguiera al mortífago.

El grupo se encaminó al banco mágico y aprovechando que Alex estaba algo rezagada, Harry se le acercó para hablar con ella con discreción.

—¿Snape te dio clases de actuación o algo por el estilo? —preguntó Harry todavía impresionado por lo que vio—. ¡Esa fue la mejor actuación del murciélago grasiento que he visto en mi vida!

—Como si hubieras visto a alguien más imitando a Severus —dijo Alex sin poder evitar decirlo como el pocionista lo hubiera dicho—. Y por favor, ya no le digas así

Harry frunció un poco el ceño ante lo último dicho por Alex, por lo que se acercó más a ella, hablándole al oído para que el duende no escuchara.

—Mira, sé que aun lo... amas... —Harry hizo como arcadas al momento de decir eso, provocando que Alex rodara los ojos con fastidio—, y sé que él es el padre de tu hija. Pero créeme cuando te digo que no deberías de volver a confiar en él y mucho menos por lo que pasó el año pasado y lo que le hizo a Dumbledore

Alex sabía que Harry decía todo eso por su bien, pero escuchar cómo le recriminaba a su pareja por lo que paso con el viejo director de Hogwarts hizo que apretara los puños con discreción y se contuviera de decirle algo hiriente a su amigo.

—Por millonésima vez —dijo Alex en susurro a Harry—. De verdad les agradezco que se preocupen por mí, pero yo confío en Severus y sé que no me hará nada

—Pero...

—No es momento para eso, Harry. Tenemos que concentrarnos en esto

Harry miró preocupado a Alex ante sus palabras, pero sabía que su amiga tenía razón, en estos momentos tenían problemas mayores de los cuales preocuparse.

Llegaron a las puertas del banco mágico y vieron que la seguridad había sido reforzada. Con un encantamiento Confundus, —cortesía de Harry— Ron y las chicas lograron pasar los hechizos de seguridad detrás de Travers. Segundos después, se encontraron en el inmenso vestíbulo de mármol de la banca mágica.

Sentados en altos taburetes ante un largo mostrador, unos duendes atendían a los primeros clientes del día. Alex, Hermione, Ron y Travers se dirigieron hacia uno de ellos, muy anciano, que examinaba una gruesa moneda de oro con un monóculo. Hermione dejó pasar primero a Travers con el pretexto de mostrarle a Ron los detalles arquitectónicos del vestíbulo mientras que Alex se "distrajo" viendo a "Bellatrix" siendo amable. El hombrecillo dejó la moneda, dijo «Leprechaun» sin dirigirse a nadie en particular y saludó a Travers. Este le entregó una diminuta llave de oro que el duende escudriñó y se la devolvió.

Entonces Hermione se acercó al mostrador.

—¡Señora Lestrange! —exclamó el duende sin disimular su asombro—. ¡Cielos! ¿En qué... en qué puedo ayudarla?

—Quiero entrar en mi bóveda —dijo Hermione.

El anciano se inquietó un poco. Harry echó un vistazo alrededor: Travers seguía por allí y los observaba; además, otros duendes habían interrumpido su trabajo y miraban con extrañeza a Hermione.

—¿Tiene usted... algún documento que acredite su identidad?

—¿Algún documento que...? ¡Pero si jamás me han pedido ninguno!              

—¡Se los dije! —susurró Griphook al oído de Harry—. ¡Deben de haberlos prevenido de que podría venir una impostora!                                      

—Su varita servirá, señora —aseguró el duende, y tendió una mano ligeramente temblorosa. Harry comprendió que en Gringotts estaban al corriente de que a Bellatrix se la habían robado.

Alex observaba todo desde una distancia prudente, y entonces le pareció sentir pasos detrás de ella y mirando por encima de su hombro con disimulo vio que un guardia del banco se acercaba por el corredor. Estaba por sacar su varita cuando de pronto escuchó al viejo duende hablar pero ahora de manera diferente.

—¡Ah, veo que le han hecho una nueva, señora Lestrange! —dijo el duende, examinando la varita de Bellatrix

—¡Qué dice! —se extrañó Hermione—. No, no, ésa es mí...                                   

—¿Una varita nueva? —terció Travers acercándose otra vez al mostrador; los duendes de alrededor seguían observando—. Pero ¿cómo lo ha hecho? ¿A qué fabricante se la ha encargado?

Alex se acercó a sus amigos y usando con discreción el hechizo «Homenum Revelio» vio que Harry estaba cerca del duende y después se acercó a Travers.

—¡Ah, sí, sí, claro! —exclamó Travers contemplando la varita—. Es muy bonita. ¿Y funciona bien? Siempre he opinado que a las varitas hay que domarlas un poco, ¿usted no?

Hermione estaba completamente desconcertada al igual que Ron, pero Alex pudo deducir que Harry debió de haber usado el «Imperio» para controlar tanto al duende como al mortífago y gracias a eso vio que encajaba aquella extraña situación sin hacer comentarios.

Tras el mostrador, el duende anciano dio unas palmadas. Acudió otro individuo de su raza más joven.                             

—Necesitaré los cachivaches —le dijo el anciano. El joven se marchó y regresó al cabo de un momento con una bolsa de piel, a juzgar por el ruido que hacía, llena de objetos metálicos. Se la entregó a su superior—. ¡Estupendo! —dijo éste—. Y ahora, si tiene la amabilidad de seguirme, señora Lestrange —indicó, bajando del taburete y perdiéndose de vista—, la acompañaré a su bóveda. —antes de irse, el duende reparó en la presencia de "Snape"—. ¡Ah, director Snape! Tal parece que también usted viene a su bóveda. En lugar de esperar aquí, puede acompañarnos para que de ese modo podamos ir a ambas bóvedas sin ningún tipo de atraso.

Alex simplemente asintió secamente y siguió a sus amigos. El duende apareció por un extremo del mostrador y se les aproximó trotando con la bolsa de piel, que seguía produciendo ruidos metálicos. Travers se había quedado inmóvil y con la boca abierta. Ron lo observó con cara de desconcierto, y su expresión hizo que los demás se fijaran en esa extraña circunstancia.

—¡Bogrod! ¡Un momento! —Otro duende acababa de llegar corriendo—. Tenemos instrucciones —dijo tras saludar a Hermione con una inclinación de la cabeza—. Disculpe, señora Lestrange, pero hemos recibido órdenes específicas con relación a la bóveda de los Lestrange.

Le susurró algo al oído a Bogrod, con urgencia, pero el duende que estaba bajo la maldición Imperius se lo quitó de encima diciendo:

—Estoy al corriente de las instrucciones. La señora Lestrange quiere visitar su bóveda. La suya es una familia muy antigua y son buenos clientes... Por aquí, por favor.

—Pero, Bogrod —insistió el duende—. Ni siquiera has revisado la varita del director Snape para cerciorarnos de que sea realmente él.

—Eso no será necesario —aseguró Bogrod—. Al igual que la señora Lestrange, la familia materna del director es una de las familias más antiguas y siempre ha sido un gran cliente, así que por favor deja de entrometerte y permíteme atender a estos clientes tan distinguidos.                  

Y, haciendo sonar la bolsa, se encaminó deprisa hacia una de las muchas puertas por las que se salía del vestíbulo. Todos recorrieron un pasillo de vastas paredes de piedra e iluminado con antorchas. De pronto, Harry y Griphook se quitaron la capa invisible haciendo que Hermione y Ron se extrañaran ante la calma del mortífago y el duende ante la "repentina" aparición de Harry Potter. El azabache les aclaró rápidamente que les lanzó el maleficio Imperius, pero que al parecer ante su actitud extraña lograron levantar sospechas en el banco, a lo cual los cuatro amigos y el duende decidieron continuar puesto que ya no había marcha atrás.

Harry utilizo una vez más el maleficio Imperius para ordenarle a Travers que se escondiera, mientras que a Bogrod le ordenó que manejara el carro hasta la bóveda de los Lestrange. El vehículo dio una sacudida, se puso en movimiento y fue ganando velocidad, el carro empezó a describir giros y voltearse por el laberinto de pasillos, todos descendente, dando bruscos virajes para esquivar estalactitas y adentrándose cada vez más en aquel laberinto subterráneo.

Los cuatro amigos nunca habían llegado a unos niveles tan profundos de Gringotts; tanto era así que, al tomar abruptamente una curva muy cerrada, vieron ante ellos una cascada que caía sobre las vías, imposible de esquivar. Griphook gritó, pero no había forma de frenar y la atravesaron a una velocidad de vértigo. Acto seguido, el carro dio un violento giro, volcó y todos salieron despedidos. Oyeron cómo el vehículo se hacia añicos contra la pared y antes de que Hermione siquiera sacará su varita, Alex usó su magia elemental atrapándolos a todos en una burbuja de aire y aterrizaron suavemente sin ningún problema.

—¿Alguna vez te he dicho que adoro que tengas magia elemental, Alex? —preguntó Ron con alivio

—No, pero me agrado que lo dijeras —respondió Alex con una sonrisa burlona. Pero en cuanto terminó de hablar se llevó una mano al cuello como si este de pronto le doliera.

Harry se incorporó y vio con horror que sus amigos volvieron a la normalidad. Griphook les explicó que se trataba de un hechizo: La Perdición del Ladrón, el cual elimina todo los hechizos de ocultamiento. Ese efecto provocó que Bogrod volviera a la normalidad, pero enseguida Harry volvió a lanzarle el Imperio y el duende los llevó hasta la bóveda de los Lestrange. Pero al llegar, grande fue su sorpresa al ver que las puertas estaban siendo custodiadas nada más y nada menos que por un dragón. Sin embargo, lograron pasar sin problemas, los cachivaches que estaban en las bolsas de piel los usaron para hacer ruido con el cual el dragón se apartó y los seis lograron pasar sin problema hasta la puerta de la bóveda. En cuanto llegaron, Bogrod puso la mano sobre la puerta de madera y esta desapareció, revelando de inmediato una abertura cavernosa, llena hasta el techo de monedas y copas de oro, armaduras de plata, pieles de extrañas criaturas, pociones en frascos con joyas incrustadas, y una calavera que todavía llevaba puesta una corona.

Comenzaron a buscar por todo el lugar hasta que de pronto Hermione gritó de dolor. Todos voltearon y vieron que fue por tomar un cáliz con joyas incrustadas, la cual soltó rápidamente pero enseguida el objeto se desintegró y se convirtió en una lluvia de cálices de modo que un segundo más tarde, con gran estruendo, el suelo quedó cubierto de copas idénticas que rodaron en todas direcciones y entre las que era imposible distinguir la original.

—¡Me quemo! —gimoteó Hermione chupándose los chamuscados dedos.

—¡Han hecho la maldición gemino y la maldición flagrante! —explicó Griphook—. ¡Todo lo que tocas quema y se multiplica, pero las copias no tienen ningún valor! ¡Y si sigues tocando los tesoros, al final mueres aplastado bajo el peso de tantos objetos de oro reproducidos!

—¡Está bien, no toquen nada! —ordenó Harry con desesperación.

Pero en ese momento Ron empujó con el pie, sin querer, uno de los cálices que habían rodado por el suelo, y aparecieron cerca de veinte más; Ron dio un salto, porque medio zapato se le quemó en contacto con el ardiente metal.

—¡Ya no se muevan! —exclamó Alex—. ¡Solo limítense con ver!

Así lo hicieron, los cuatro sacaron sus varitas y las encendieron con un leve Lumos. Revisaron el lugar hasta que Harry vio en uno de los estantes más alto del lugar. Hermione trató de invocarlo con el Accio ante la desesperación de no poder tocar nada sin salir heridos, pero la copa no se movió. Entonces a Harry se le ocurrió alcanzar la copa usando la espada de Gryffindor, pero todavía estaba lejos de su alcance. Antes de que el azabache se diera cuenta, ya estaba flotando poco a poco hasta la copa; Alex usó su magia elemental levantando a Harry en un circulo de aire a sus pies.

En lo que Alex ayudaba a Harry, Hermione trató de lanzar un hechizo para protegerse a ella misma y a los demás del ardiente metal, pero algo salió más y provocó que más tesoros se reprodujeran y los acabarán hundiendo hasta la cintura. El calor era sofocante y todos se estaban quemando gravemente. Entre el dolor y el calor sofocante, Alex ya no pudo soportar más y el círculo de aire que levantaba a Harry se desvaneció, pero el chico logró atrapar la copa a tiempo. Por desgracia, durante esos segundos de confusión, Griphook tomó la espada de Gryffindor y escapó dejando a los cuatro amigos a su suerte. Lo único bueno fue que en cuanto el duende envainó la espada, la copa salió volando y Alex logró atraparla al aire, ignorando la abrasión de provocaba el objeto.

En cuanto salieron se encontraron con un tumulto de duendes y magos guardianes lanzándoles hechizos a diestra y siniestra. Entonces el rugido del dragón y la llamarada que arrojó hizo que los trabajadores de Gringotts salieran huyendo, entonces a Harry se le ocurrió una loca idea de escape. Apuntando con la varita a las gruesas argollas que sujetaban a la bestia, gritó:

—¡Relashio!

Las argollas se rompieron con un fuerte estallido.

—¡Por aquí! —gritó el muchacho y, sin parar de lanzar hechizos aturdidores a los duendes que seguían avanzando, corrió hacia el dragón ciego.

—¡Harry! ¿Qué haces, Harry? —gritó Hermione.

—¡Suban! ¡Rápido, monten!

Aprovechando que el dragón no se había percatado de su repentina liberación, Harry buscó con el pie el pliegue de la articulación de una de las patas traseras y se montó en el lomo. Las escamas eran duras como el acero y el dragón ni siquiera notó al muchacho, que le dio la mano a Hermione para ayudarla a subir y después a Alex. Ron se montó detrás de ellos. Un segundo más tarde, el dragón se dio cuenta de que ya no estaba atado.

Poco a poco, el dragón se fue dando paso por los túneles del Gringotts a la vez que derribaba duendes y magos. Los cuatro amigos se sujetaban a la bestia con fuerza para no caer. Llegaron al vestíbulo de mármol haciendo que los magos y duendes que se encontraban ahí corrieran despavoridos del lugar. El dragón levantó la cabeza olfateando el aire dándose cuenta que ya le faltaba poco para ser libre, giró la astada cabeza hacia la entrada, olfateando el aire fresco del exterior, y con Harry, Ron, Hermione y Alex todavía aferrados al lomo, atravesó las puertas metálicas, que se doblaron y quedaron colgando de los goznes, salió tambaleándose al callejón Diagon y echó a volar.

No supieron por cuánto tiempo estuvieron volando, pero de lo que tanto Harry como Alex estaban seguros, era que en cualquier momento Voldemort descubriría el robo al banco de los magos y por ende la desaparición de su horrocrux.

—¿Me lo estoy imaginando —gritó Ron tras un rato de silencio— o estamos descendiendo?

En efecto, la bestia volaba cada vez más bajo, describiendo una amplia espiral y encaminándose, al parecer, hacia uno de los lagos más pequeños.      

—¡Saltemos cuando haya descendido lo suficiente! —propuso Harry—. ¡Lancémonos al agua antes de que nos descubra!

Los demás asintieron (Hermione con un hilo de voz). Se podía ver la panza del dragón, enorme y amarillenta, reflejada en la superficie del agua.                                    

—¡AHORA! —gritó Harry

Resbalaron por la ijada y cayeron en picada, saltando de pie al lago, sin imaginar que la caída sería tan brusca: golpearon el agua violentamente y se sumergieron como una piedra en un gélido mundo liquido, verdoso y lleno de juncos. Patalearon hacia la superficie y emergieron jadeando; los cuatro se miraron por un momento y entonces escucharon al dragón rugir. El animal no había notado nada y ya se hallaba a bastante distancia, descendiendo también en picada hacia la superficie del lago para recoger agua con el morro cubierto de cicatrices, siguió volando, batiendo las alas con fuerza, y finalmente se posó en la orilla más distante.

Los cuatro chicos nadaron hacia la orilla opuesta. El lago no parecía muy profundo, y al poco rato se trató más de abrirse paso entre juncos y barro que de nadar. Al fin se desplomaron, empapados, jadeando y agotados, sobre la resbaladiza hierba. En cuanto se recuperaron, Harry colocó los hechizos protectores; en cuanto terminó, regresó con sus amigos tomando la botella de díctamo que Hermione le ofreció para curarse las quemaduras mientras que Alex sacaba del bolso de cuentas de Hermione cuatro botellas de jugo de calabaza y las repartía.

Los cuatro hablaron un poco acerca del horrocrux recién encontrado y de las dificultades que tendrían ahora para destruirlo, hasta que de pronto Harry se llevó una mano a la cicatriz y Alex a su rostro. Ron y Hermione los miraron con preocupación comprendiendo enseguida lo que pasaba: sus amigos entraron a la mente de Voldemort.

Pasaron un par de minutos para que Harry y Alex volvieran en sí jadeando y con expresión de susto en sus rostros.

—Lo sabe. — dijo Harry, tratando de regular su respiración. Su propia voz le sonó grave y extraña después de haber escuchado los agudos chillidos de Voldemort—. Lo sabe, y piensa ir a comprobar dónde están los otros Horrocruxes. El último —ya se había puesto en pie— está en Hogwarts. Lo sabía. ¡Lo sabía!

—¿¡QUÉ!? —gritaron Ron y Hermione

Entre Harry y Alex le explicaron a Ron y Hermione lo que vieron. En cuanto terminaron, los dos se pusieron de pie decididos a regresar a Hogwarts para buscar el último horrocrux aun sabiendo que sería muy peligroso y más ahora que Voldemort pondría de sobre aviso a Severus sobre una posible visita de Potter al castillo.

Ron, y sobretodo Hermione, no estaban muy convencidos de regresar al castillo de manera improvisada, pero dada a las circunstancias lo único que podían hacer era improvisar y esperar que la suerte estuviera de su lado. Los cuatro se cambiaron rápidamente de ropa, recogieron todo y se tomaron de las manos para aparecerse directamente en Hogsmeade. Sin embargo, en cuanto descendieron un grito parecido al que Voldemort había dado al enterarse del robo de la copa hendió el aire. A Harry y Alex se les pusieron los pelos de punta y supieron de inmediato que lo había desencadenado su aparición. Con un movimiento rápido de varita, Alex cubrió a sus tres amigos bajo la capa invisible de Harry y ella se aplicó el encantamiento desilusionador ya que los cuatro no cabían más en la capa, Harry miró primero a Alex y luego a sus dos amigos, al tiempo que la puerta de Las Tres Escobas se abría de golpe y una docena de mortífagos con capa y capucha salían a la calle a toda prisa enarbolando sus varitas.

Harry le agarró la muñeca a Ron cuando éste fue a levantar la suya: eran demasiados para aturdirlos; si lo intentaban, delatarían su posición. Los mortífagos se dispersaron por todo el pueblo buscando a los chicos; los cuatro amigos corrieron hacia el callejón más cercano evitando de milagro chocar con algún mortífago, pero de pronto sintieron un frío antinatural que reconocieron de inmediato: la presencia de los dementores.

Los cuatro retrocedieron por el callejón tratando de no hacer ruido y a los lejos, por la esquina, vieron llegar una docena de dementores. Tanto Harry como Alex pensaron enseguida en invocar sus patronus pero si lo hacían se delatarían. Antes de que pudieran siquiera levantar las varitas, un patronus en forma de cabra salió al galope por la calle embistiendo a los dementores a la vez que una puerta a su izquierda se abría y una áspera voz los incitó a entrar, a los cual los cuatro amigos obedecieron sin vacilar. En cuanto entraron los cuatro amigos reconocieron el lugar como el pub Cabeza de Puerco; recorrieron el lugar hasta llegar a unas escaleras de madera, las cuales subieron y llegaron a una salita provista de una alfombra raída y una pequeña chimenea, sobre la que colgaba un enorme retrato al óleo de una niña rubia que contemplaba la habitación con expresión dulce y ausente.

El dueño del pub discutió con los mortífagos hasta que finalmente logró hacer que se fueran. El hombre entró al pub y subió a la habitación. En cuanto el hombre llegó, reprochó a los cuatro amigos por haber llegado al pueblo aun sabiendo que los mortífagos se encontraban en Hogsmeade y que pudieron haberlos capturado. Sin hacerle mucho caso al hombre, Harry le agradeció por haberlos salvado a la vez que afirmaba haberlo visto en el fragmento de espejo que él, Harry, conservaba a la vez que igual le afirma haberles enviado a Dobby.

El dueño preguntó por el elfo, a lo cual enseguida le respondió que estaba muerto y por último reveló la identidad del dueño del pub.

—Usted es Aberforth, el hermano del profesor Dumbledore. ¿De dónde sacó ese espejo? —preguntó Harry señalando el espejo de la repisa de la chimenea para coger el espejo de Sirius, la pareja del que él había roto casi dos años atrás.

—Se lo compré a Dung hará cosa de un año —respondió Aberforth—. Albus me dijo qué era, y me ha servido para no perderlos de vista.                                         

Ron dio un grito de asombro.

—¡La cierva plateada! —exclamó—. ¿Eso también lo hizo usted?

—No sé de qué me hablas —dijo Aberforth.

—¡Alguien nos envió un patronus!

—Con un cerebro así, podrías ser mortífago, hijo. ¿No acabo de demostrar que mi patronus es una cabra?

—¡Ah! —exclamó Ron—. Sí, ya... ¡Bueno, tengo hambre! —añadió, un poco ofendido, y el estómago le rugió.

—Les traeré algo de comida —dijo Aberforth, y salió de la habitación.

—¿Cierva plateada? —preguntó Alex al aire haciendo que sus amigos se pusieran tensos un poco. Había algunos detalles de su viaje que olvidaron contarle—. Chicos...

—Tal vez... olvidamos decirte algunos "detalles" de cómo obtuvimos la espada de Gryffindor —dijo Harry, pasándose una mano por el cuello en señal de nerviosismo

—Solo me dijeron que tú y Ron la encontraron en una charca y en cuanto la obtuvieron pudieron destruir el guardapelo de Slytherin

—Exacto. Pero...

—Pero ¿qué?

—Nunca te dijimos que lo encontramos gracias a que en el bosque apareció esa cierva plateada, la cual enseguida dedujimos que era un Patronus.

Alex miró mal a Harry cruzándose de brazos.

—Gracias por contarme ¿eh? —dijo Alex un poco sentida

Antes de que alguno de los chicos dijera algo, Aberforth regresó con una hogaza de  pan, un trozo de queso y una jarra de peltre llena de hidromiel que dejó en una mesita delante de la chimenea. Los chicos, hambrientos, comieron y bebieron olvidando por un momento la tensión de la pequeña conversación. Durante un rato sólo se oyó el chisporroteo del fuego, el tintineo de las copas y el ruido que hacían al masticar.

Mientras comían, Alex pensó en qué momento Severus puso haber encontrado a sus amigos y darles la espada de Gryffindor sin que ellos se dieran cuenta. Sabía que el Patronus de cierva era de él, puesto que un día Severus se lo mostró cuando apenas comenzaban a volverse buenos amigos.

«No creí que su Patronus continuará de esa forma. O acaso... ¿Lo habrá cambiado para que los chicos no supieran que se trataba de él? Y si es así ¿qué forma tendrá ahora su Patronus?»

Los pensamientos de la latina fueron interrumpidos ante la voz de Aberforth, quien empezó a hacerles sugerencias a los cuatro amigos respecto a cómo huir de Hogsmeade a salvo. Harry lo contradijo diciéndole que su hermano, Albus, les encomendó una misión y que tenían que regresar a Hogwarts. El anciano no se veía muy convencido y dijo un par de cosas malas respecto a Albus y su búsqueda por el poder, a lo cual ninguno de los adolescentes conocía, en especial Harry.

Aberforth le contó su historia a los chicos, desde que su padre fue llevado a Azkaban hasta que Albus conoció al mago Gellert Grindelwald, esto último sorprendió a los adolescentes y más al comprobar que lo que escribió Skeeter respecto a una relación de amistad del viejo director con el mago tenebroso era verdad.

Aberforth terminó de relatar su historia con la batalla entre Albus y Grindelwald en la cual él, Aberforth, también terminó involucrándose y la batalla concluyó con la muerte de la hermana menor de los Dumbledore, Ariana.

Todos se quedaron en silencio por unos momentos hasta que finalmente Harry lo rompió asegurándole a Aberforth que el profesor Dumbledore nunca fue libre de la culpa que sentí respecto a lo que pasó en la batalla contra Grindelwald. Todavía no muy convencido, Aberforth se  levantó, rodeó la mesita y se acercó al retrato de Ariana.

—Ya sabes  qué  tienes  que  hacer  —dijo.

La niña sonrió, se dio la vuelta y echó a andar, pero no como solían hacer los personajes de los retratos, que salían de los lienzos por uno de los lados, sino por una especie de largo túnel pintado detrás de ella. Atónitos, vieron cómo su menuda figura se  alejaba hasta que la  engulló la oscuridad.

Ante el asombro de sus visitantes, Aberforth les informóque los siete pasadizos fueron sellados por los dos lados y había dementores en las entradas por lo que ya solamente existía una única entrada y que se revelaría pronto en cuanto Ariana regresará.

Los chicos agradecieron su hospitalidad y esperaron el regreso de la menor de los Dumbledore, pero grande fue su sorpresa al ver que la chica no regresaba sola y el cuadro se habría como si este fuera una puerta, revelando al recién llegado.

—¡Sabía que vendrías! ¡Lo sabía, Harry!

—¿¡Neville!? —exclamaron los cuatro amigos realmente sorprendidos

El chico salió del túnel y se acercó a sus amigos y los abrazó. Ninguno de los cuatro amigos sabía que decir; la repentina aparición de Neville los dejo aturdidos y más ante tal acción. En cuanto el chico los soltó le informó a Aberforth que llegarían otras personas al bar y que los enviará por el pasadizo. No le hico mucha gracia al hombre recibir órdenes de un adolescente, pero asintió a regañadientes.

Entonces Neville miró a sus amigos y les hizo una señal con la mano para que pasaran antes que él. Los cuatro amigos se despidieron y agradecieron a Aberforth por todo lo que hizo por ellos y siguieron a Neville por el nuevo pasadizo secreto.

De camino, Neville los puso al tanto de la nueva situación en Hogwarts. Para empezar, les confirmo lo que Aberforth les dijo sobre que los siete pasadizos fueron llegados —entrada y salida— pero Neville complementó informándoles que había mortífagos y dementores en las salidas también. Les habló también sobre los hermanos mortífagos, los Carrow, quienes se encargaban de la disciplina y les encantaba el castigo, lo peor de todo es que eran peores que Umbridge. Para empezar, en lo que antes era Defensa Contra las Artes Oscuras ahora era Artes Oscuras, y era impartida por Amycus Carrow, les hacían practicar la maldición Cruciatus en los alumnos castigos. Los cuatro amigos se escandalizaron al escuchar aquello. También que en Estudios Muggle, impartida por Alecto Carrow, les decían que los muggles eran como animales y que por su culpa los magos tuvieron que esconderse, pero que muy pronto se establecería "el orden natural".

—¿Y qué hay de Snape? —preguntó Harry tomando por sorpresa a sus amigos.

Ron y Hermione se tensaron y miraron con discreción a Alex. La latina no dijo nada, ya se veía venir esa pregunta y las posibles respuestas que daría Neville sobre su pareja. El semblante de Neville cambió a uno de total indiferencia, el cual le pareció extraño a los cuatro amigos.

—Snape apenas si se deja ver. Solamente cuando las cosas se les salen de control a los Carrow interviene. Pero lo más extraño es que más de una vez me ha parecido que al momento de ponerles un alto a los hermanos lo hace con la intención de ayudarnos —respondió Neville

Ron y Hermione abrieron la boca sorprendidos. Harry también pero tenía los ojos abiertos como platos y Alex sonrió con disimulo.

«Lo sabía» pensó la latina con alegría.

Doblaron una esquina y llegaron al final del pasadizo. Otros escalones conducían hasta la puerta igual que la que había oculta detrás del retrato de Ariana. Neville la abrió y entró. Los chicos se acercaron un poco, pero no salieron, escucharon a Neville dar la noticia de unas "visitas" y se hizo a un lado para que los cuatro pudieran pasar. El primero en salir fue Harry y los vítores y gritos de júbilo no se hicieron esperar. Detrás de él salió Alex, luego Hermione y al final Ron. Antes de que alguno de los cuatro se diera cuenta, se vieron rodeados por una multitud que intentaba abrazarlos o darles palmadas en la espalda o en el hombro, les alborotaban el cabello y les estrechaban las manos. Neville tuvo que intervenir para que los dejaran tranquilos.

«Creo que esto fue peor que el encuentro de una celebridad con sus fans» pensó Alex acomodándose la ropa.

En cuanto las cosas se calmaron, Alex se dio cuenta de que estaban en la Sala de Menesteres y que el lugar estaba lleno de alumnos de Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff. No se sorprendió de no ver a ningún Slytherin, pero tampoco le prestó mucha importancia.

Todos los presentes en la sala comenzaron a interrogar a los cuatro amigos respecto a lo que estuvieron haciendo durante todo este tiempo. Antes de que algunos siguiera contestara, Harry notó una terrible punzada en la cicatriz y Alex en su rostro. Los dos se giraron rápidamente para darles la espalda a todos aquellos rostros llenos de curiosidad y alegría, la Sala de los Menesteres desapareció y los dos fueron a parar a una casucha de piedra en ruinas. A sus pies, el podrido entarimado estaba levantado y junto al agujero había una caja de oro, abierta y vacía, que alguien había desenterrado. El grito de furia de Voldemort vibró dentro de la cabeza de los muchachos. Haciendo un tremendo esfuerzo, Harry y Alex salieron de la mente de Voldemort y volvieron a la Sala de los Menesteres, tambaleándose un poco y con la cara cubierta de sudor. Ron sujetó a Harry y Hermione a Alex.

Neville se acercó a sus amigos preocupado, pero entre Ron y Hermione lograron calmarlo aunque no se veía muy convencido. Harry y Alex les dijeron con la mirada a Ron y Hermione que Voldemort acababa de descubrir la desaparición de otro horrocrux. Sin perder más tiempo, Harry y Alex se tranquilizaron y trataron de aparentar normalidad. De pronto la puerta del túnel se abrió y por ella llegaron Luna y Dean, también llegaron Ginny, los gemelos, Lee Jordan y Cho Chang.

Todos comenzaron a preguntarle a Harry que era lo que harían, cuál era su plan para echar a Snape y los Carrow del castillo, y el plan de ataque para derrotar a Voldemort. El azabache comenzó a marearse ante tantas preguntas por lo que se dirigió a los alumnos de Ravenclaw y les pregunto si existía alguna reliquia que perteneció a su fundadora, las águilas se miraron entre ellas sin saber que responder, la única que respondió fue Luna hablándoles sobre la Diadema Perdida de Ravenclaw. Sin embargo, Cho afirmó que la diadema desapareció junto con la mismísima Rowena y que nadie la ha encontrado. Sin embargo la chica añadió:

—Si quieres saber cómo era esa diadema, puedo llevarte a nuestra sala común para enseñártela, Harry. La estatua de Ravenclaw la lleva puesta.

Harry notó de nuevo una tremenda punzada en la cicatriz y Alex en el rostro. Por un instante, la Sala de los Menesteres se desdibujó y los muchachos vieron cómo sus pies se separaban del oscuro suelo de tierra, y sintieron el peso de la gran serpiente sobre los hombros. Voldemort volvía a volar, aunque ninguno sabía si iba hacia el lago subterráneo o al castillo de Hogwarts; pero, fuera a donde fuese, les quedaba muy poco tiempo.

—Se puso en marcha —les dijo Harry en voz baja a Ron y Hermione. Echó una ojeada a Cho y luego volvió a mirarlos—. Escuchen, ya sé que no es una pista muy buena, pero voy a subir a ver esa estatua; al menos sabré cómo es la diadema. Espérenme aquí y guarden bien... el otro.

—Yo iré contigo, Harry —dijo enseguida y con determinación Alex.

Harry simplemente asintió. Cho se había levantado, pero Ginny, muy decidida, dijo:

—Luna acompañará a Harry y a Alex, ¿verdad, Luna?

—Será un placer —dijo la chica alegremente, y Cho se sentó con aire de desilusión.

«Creo que alguien se puso celosa» pensó Alex con un deje de burla

Neville llevó a los tres hacia la salida y en cuanto se aseguraron que no hubiera moros en la costa, Harry y las chicas salieron de la Sala de Menesteres y la puerta en seguida se cerró y desapareció. Harry sacó la capa invisible y le indicó a las chicas que se metieran rápido. Con un poco de dificultad, ya que la capa no podía cubrirlos bien y tenían que cuidar que no hubiera nadie en los pasillos, lograron llegar hasta una escalera de caracol. Subieron describiendo cerrados y mareantes círculos hasta que al final de la escalera llegaron a una lisa puerta de madera envejecida, sin picaporte ni cerradura, pero provista de una aldaba de bronce con forma de águila. Luna tendió una mano y llamó una vez. El pico del águila se abrió al instante, pero en lugar del reclamo de un pájaro, una voz suave y musical preguntó:

—¿Qué fue primero, el fénix o la llama?

—¿Eh? —exclamó Alex sin comprender lo que pasaba

—¿Qué pasa? ¿No se abre con una contraseña? —preguntó Harry a Luna

—No, tienes que responder la pregunta, y si te equivocas tendrás que esperar a que venga alguien que la conteste bien. Así uno aprende ¿no?

—¡No inventes, Luna! —exclamó Alex—. ¡No tenemos tiempo para eso, necesitamos entrar!

—Bueno, entonces creo que la respuesta es que el círculo no tiene principio —respondió Luna

—Bien razonado —dijo la voz y la puerta se abrió.

Los tres entraron rápidamente a la sala común de Ravenclaw, la cual se encontraba vacía. Era una amplia estancia circular, mucho más espaciosa y aireada. Tenía una serie de elegantes ventanas en forma de arco, de las que colgaban cortinajes de seda azul y bronce (de día, los miembros de Ravenclaw disfrutaban de unas vistas espectaculares de las montañas circundantes); se veían estrellas pintadas en el techo de forma abovedada, así como en la alfombra azul oscuro; y el mobiliario consistía en mesas, sillas y estanterías, y una alta estatua de mármol blanco ocupaba un nicho enfrente de la puerta.

Harry y Alex miraron el lugar hasta que vieron que la estatua de Rowena Ravenclaw se hallaba junto a una puerta que debía de conducir a los dormitorios del piso de arriba. El muchacho fue derecho hacia ella, y le dio la impresión de que lo miraba con una sonrisa burlona y hermosa, pero ligeramente intimidante. En la cabeza llevaba un delicado aro de mármol, parecido a la diadema que Fleur había lucido el día de su boda, en el que había unas palabras esculpidas en letra muy pequeña. Harry salió de debajo de la capa invisible y se subió al pedestal de la estatua para leer la inscripción:

Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres.

—Lo cual significa que tú estás quebrado, estúpido —dijo una voz socarrona.

Harry se dio rápidamente la vuelta, resbaló del pedestal y cayó al suelo. La encorvada figura de Alecto Carrow se hallaba ante él, y al mismo tiempo que el muchacho alzaba su varita, la bruja apretó con un dedo regordete el cráneo y la serpiente que llevaba grabados con fuego en el antebrazo.

En cuanto la bruja toco su marca, la cicatriz de Harry y el rostro de Alex ardieron y perdieron por un momento de vista el lugar y se encontraban de pie en un acantilado, sobre unas rocas contra las que batía el mar. Los invadió una sensación de triunfo: «¡Tienen a los chicos!»

De pronto se escucho un fuerte estallido y Alecto se encontraba tirada en el suelo inconsciente pero al momento de caer lo hizo tan fuerte que los cristales del lugar tintinearon. Harry regresó debajo de la capa invisible justo antes de que los alumnos de Ravenclaw llegaran, unos minutos después llegaron Amycus Carrow y detrás de él, Minerva McGonagall. El mortífago al ver a su hermana en el suelo, a los alumnos alrededor de ella y sin rastros de Harry y Alex comenzó a gritar como loco y estaba a punto de lanzarles el maleficio Cruciatus para interrogarlos, pero McGonagall se lo impidió. Amycus levantó su varita y estuvo a punto de atacar a la profesora de no ser porque Harry salió rápidamente de la capa invisible y le lanzo un Cruciatus al mortífago. El hombre cayó al suelo hecho un ovillo pero se incorporo con dificultad dispuesto a contraatacar, pero una ráfaga de aire le dio de lleno en el torso haciendo que chocara contra una pared y cayera al suelo inconsciente.

En cuanto McGonagall se recupero del asombro, miró hacia donde provinieron los ataques y se llevo las manos al pecho al ver en medio de la sala común a Harry y Alex. Al principio la profesora los reprendió por haber regreso al castillo, pero en cuanto los chicos le explicaron a la profesora que estaban cumpliendo una misión encomendada por Dumbledore, la profesora desistió y decidió ayudarlos asegurándoles que prepararían el castillo para su llegada y también se prepararían para la batalla.

McGonagall envió a los alumnos de regreso a sus dormitorios, le quitó sus varitas a los hermanos mortífagos inconscientes y los ató con unas cuerdas plateadas que salieron de su varita y los dejo colgados. Salieron de la sala común y la profesora envió tres patronus con forma de gato luciendo un círculo alrededor de los ojos como si fueran gafas. Los cuatro —los chicos debajo de la capa invisible— recorriendo un pasillo tras otro. Cuando hubieron bajado dos pasillo mas escucharon unos pasos cerca de ellos, Harry y las chicas se detuvieron y McGonagall preparó su varita.

—¿Quién anda ahí? —preguntó McGonagall

—Soy yo —respondió alguien en voz baja

Detrás de una armadura salió Severus Snape.

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