Alex se desvanece
Alex llego a refugiarse a la Sala Común después de una larga carrera de las mazmorras hasta la Torre de Gryffindor. En cuanto llego, le sorprendió ver a sus amigos parados en las escaleras con expresión de horror como si hubieran visto a Voldemort o algo así.
—Chicos ¿están bien?
—Más o menos —contesto Harry
— ¿Qué les pasa?
Los tres le contaron que estaban hablando con Sirius y de pronto la mano de Umbridge salió de la chimenea. Alex sintió un vacío en el estómago al escuchar eso.
— ¡Lo sabía! Por eso Hedwig regreso herida. ¡La sapo esa la intercepto!
—Es lo mismo que estoy pensando —concordó Hermione
Los cuatro ya no siguieron dándole vueltas al asunto, por lo que decidieron irse a dormir y ver como estarían las cosas mañana. Los chicos y Alex llegaron al dormitorio y vieron que ya los demás estaban dormidos, hasta Xóchitl. Los tres se pusieron sus pijamas (Alex en el baño, obviamente) y se acostaron, pero Alex no podía dormir; el simple recuerdo de lo que hace sólo unos momentos paso en el despacho del oscuro profesor no la dejaban tranquila ¡Estuvieron a punto de besarse otra vez! Se movió en la cama sin poder dormir, aunque no supo en qué momento se quedo dormida pero le pareció que sólo fue por unos segundos.
Al día siguiente, tanto a Harry como a Ron les dieron la gran noticia de que volverían a armar el equipo de Quidditch de Gryffindor, pero la emoción se les fue al ver que Hermione empezaba a dudar que la idea del ED fuera buena. Los tres no le hicieron caso y siguieron firmes con la decisión, aunque seguían con la duda de donde podrían practicar.
Esa noche, después de su entrenamiento de Quidditch, Harry se quedo adelantando sus deberes y Alex lo ayudaba. Ella ya había hecho los suyos, pero no lo iba a dejar copiar. Los dos poco a poco fueron cerrando los ojos hasta que se quedaron dormidos.
Volvía a caminar por un pasillo sin ventanas, y sus pasos resonaban en el silencio. La puerta que había al fondo fue aumentando de tamaño; el corazón de Alex latía muy deprisa por la emoción... Si pudiera abrirla, si pudiera pasar por ella... Extendió un brazo... Las yemas de sus dedos estaban a sólo unos centímetros de la puerta...
— ¡Harry Potter! ¡Srta. Macías!
Los chicos despertaron sobresaltados. Todas las velas de la sala común se habían apagado, pero vieron que algo se movía cerca de ellos.
— ¿Quién está ahí? —preguntó Harry incorporándose en la butaca.
Pero de pronto sintió un peso sobre él y Alex sentía que estaba sobre alguien. Los dos levantaron la mirada y se encontraron los ojos del otro. Se apartaron del otro y estaban algo sonrojados. Miraron la Sala Común y estaba desierta, el fuego estaba casi apagado, y la estancia, oscura.
— ¡Dobby tiene su lechuza, señor! —dijo una vocecilla chillona.
— ¿Dobby? —se extrañó Harry con una voz pastosa, y escudriñó la oscuridad hacia el sitio de donde procedía el sonido.
Dobby, el elfo doméstico, estaba de pie junto a la mesa donde Hermione había dejado media docena de gorros de punto. Sus grandes y puntiagudas orejas sobresalían por debajo de, lo que los chicos sospecharon, que eran todos los gorros de lana que Hermione había tejido hasta entonces; los llevaba uno encima de otro, y su cabeza parecía dos o tres palmos más larga. En lo alto del montón, del último gorro estaba posada Hedwig, que ululaba tranquilamente y, según todos los indicios, curada.
—Dobby se ofreció voluntario para devolverle la lechuza a Harry Potter —explicó el elfo con voz de pito mientras miraba con manifiesta adoración a Harry—. La profesora Grubbly-Plank opina que ya está bien, señor —añadió, e hizo una exagerada reverencia hasta que su puntiaguda nariz rozó la raída alfombra de la chimenea.
Hedwig soltó un ululato de indignación y voló hasta el brazo de la butaca de Harry.
— ¡Gracias, Dobby! —exclamó el chico al mismo tiempo que acariciaba la cabeza de su lechuza y pestañeaba para borrar de su mente la imagen de la puerta que había visto en sueños y que parecía tan real...
—Tú también lo tuviste ¿verdad? —preguntó de pronto Alex
— ¿Qué?
—Ese sueño extraño con esa puerta negra
—Pero ¿Cómo es que tu también...?
—No preguntes
—Harry Potter ¿hay algo en que Dobby pueda ayudarlo?
Los dos miraron al pequeño elfo. Él no sabía lo que les pasaba, pero era tan grande la admiración que le tenía a Harry que lo ayudaría en cualquier cosa.
—No creo que puedas ayudarme... —entonces al chico se le ocurrió algo—. Espera Dobby, tal vez si hay algo
— ¿Qué?
Al pequeño elfo se le ilumino la mirada
— ¡Harry Potter sólo tiene que pedírmelo, señor!
—Necesito encontrar un sitio donde veintiocho personas puedan practicar Defensa Contra las Artes Oscuras sin que las descubra ningún profesor, sobre todo —añadió, agarrando con tanta fuerza el libro que las cicatrices brillaron con un tono blanco y perlado— la profesora Umbridge.
Se había imaginado que la sonrisa del elfo desaparecería con rapidez y que Dobby agacharía las orejas o diría que eso era imposible, o como mucho que intentaría buscar algún sitio, pero se equivocó. Lo que no esperaba era que Dobby pegara un saltito, agitando alegremente las orejas, y diera una palmada.
— ¡Dobby conoce el sitio perfecto, señor! —exclamó—. Dobby oyó hablar de él a los otros elfos domésticos cuando llegó a Hogwarts, señor. ¡Lo llamamos la Sala que Viene y Va, señor, o la Sala de los Menesteres!
— ¿Por qué la llaman así? —preguntó Harry, intrigado.
—Porque es una sala en la que uno sólo puede entrar —explicó Dobby poniéndose muy serio— cuando tiene verdadera necesidad. A veces está allí y a veces no, pero cuando aparece siempre está equipada para satisfacer las necesidades de la persona que la busca. Dobby la ha utilizado en algunas ocasiones, señor —añadió el elfo bajando la voz, como si tuviera remordimientos—, cuando Winky estaba muy borracha; Dobby la ha escondido en la Sala de los Menesteres y ha encontrado allí antídotos contra la cerveza de mantequilla, y una bonita cama de tamaño adecuado para los elfos donde ponerla a dormir, señor... Y Dobby sabe que el señor Filch ha encontrado allí productos de limpieza extra cuando se le han terminado, señor, y...
—Y si necesitas urgentemente un lavabo —terció Harry, que de pronto había recordado algo que había dicho Dumbledore en el baile de Navidad el curso anterior—, ¿se llena de orinales?
— ¿Qué clase de pregunta es esa? —cuestiono Alex. Pero tanto el azabache como el elfo la ignoraron.
—Dobby se imagina que sí, señor —afirmó el elfo asintiendo enérgicamente con la cabeza—. Es una sala muy especial, señor.
— ¿Cuánta gente conoce su existencia? —le preguntó Harry enderezándose un poco más en la butaca.
—Muy poca, señor. La mayoría tropiezan con ella cuando la necesitan, señor, pero no suelen volver a encontrarla porque no saben que siempre está allí esperando a que se solicite su servicio, señor.
— ¡Parece estupendo! —exclamó Harry muy animado—. ¡Parece perfecto, Dobby! ¿Cuándo podrás enseñarme dónde está?
—Cuando Harry Potter quiera, señor —repuso Dobby, que se mostraba encantado con el entusiasmo del chico—. ¡Podríamos ir ahora mismo si así lo quiere Harry Potter!
Harry estuvo tentado de ir con Dobby a buscar la Sala de los Menesteres. Ya se estaba levantando de la butaca, con la intención de subir a toda prisa a su dormitorio para coger la capa invisible, cuando una voz (que no era la primera vez que oía) que se parecía mucho a la de Hermione le susurró al oído: «Imprudente.» Realmente era muy tarde y estaba agotado.
—Esta noche no, Dobby —dijo Harry a regañadientes, y volvió a sentarse en la butaca—. Esto es muy importante... No quisiera estropearlo, necesito planearlo todo muy bien. Oye, ¿puedes decirme dónde está con exactitud esa Sala de los Menesteres, y cómo entrar en ella?
—Hasta que algo bueno nos pasa en este curso —comento Alex con un toque de sarcasmo
—Ya lo creo —concordó Harry
Al día siguiente, finalmente sería la primera reunión del ED. Serían en la Sala de Menesteres que Dobby les contó la noche pasada; les explico que era en el séptimo piso en un tramo vacío de pared frente a un enorme tapiz que representaba el absurdo intento de Barnabás el Chiflado de enseñar ballet a los trols, se tiene que pasar por esa pared tres veces mientras le pides a la Sala lo que quieres.
Los chicos lo hicieron y vieron ante ellos una puerta de brillante madera que había aparecido en la pared. Ron la miraba fijamente y parecía un poco receloso. Harry extendió un brazo, agarró el picaporte de latón, abrió y entró el primero en una amplia estancia, al entrar se sorprendieron con lo que vieron: en el lugar ardían parpadeantes antorchas como las que iluminaban las mazmorras, ocho pisos más abajo. Las paredes estaban cubiertas de estanterías de madera, y en lugar de sillas había unos enormes cojines de seda en el suelo. En unos estantes, en la pared del fondo de la sala, se veían una serie de instrumentos, como chivatoscopios, sensores de ocultamiento y un gran reflector de enemigos rajado.
Todos los del ED llegaron a las ocho en punto y Harry comenzó a hablar, se sentía extraño hacerlo pero más le pareció extraño fue que él daba una indicación (puso a todo el ED a practicar el encantamiento de desarme, Expelliarmus) y todos los obedecían.
Pasaba entre sus compañeros y veía que algunos lo dominaban a la perfección, otros les costaba trabajo —por ejemplo, Neville— y les volvía a explicar cómo hacerlo. Pero durante la práctica, algo extraño paso: Alex estaba practicando tranquila con Luna Lovegood, cuando de pronto se mareó y se desmayó.
— ¡Alex!
Harry y los demás se acercaron a revisar a Alex. El azabache la tomo de la muñeca y se sorprendió al descubrir que estaba demasiado delgada.
—Harry ¿qué le pasó? —preguntó Hermione, quien estaba detrás del chico.
—Yo... no lo sé
De pronto, Alex comenzó a moverse un poco. Todas las miradas se posaron ella. La chica se desconcertó un poco al ver a todos sus compañeros rodeándola.
—Chicos ¿Paso algo?
—Tú dinos —contestó Harry
— ¿Por?
— ¡Te desmayaste! Eso paso
Si de por sí la chica estaba pálida, ahora estaba blanca como un cadáver. Se puso de pie como pudo y se acomodó su ropa.
—Debió ser el cansancio o algo así. Estoy bien chicos ¡sigamos con la práctica!
Ni a Harry ni a nadie se creyó lo de la chica, pero siguieron con las prácticas. La sesión del ED estuvo tranquila hasta que Hermione se dio cuenta de que eran las nueve y diez y que tenían que regresar en seguida a sus Salas Comunes sin que Filch y/o la Sra. Norris los encontraran.
Las cosas en el ED comenzaban a avanzar muy bien, todos estaban emocionados cada vez que se acercaba una fecha, pero era muy difícil tratar de comunicarse entre ellos sin que llamaran la atención, así que Hermione ideó un método para comunicarse entre todos: eran unos galeones falsos, en los números alrededor del borde de la moneda (que serían los números de serie en los galeones originales) se anotaría la hora y la fecha de la siguiente reunión y para que notaran el cambio, esta comenzaría a calentar para avisarles del nuevo mensaje.
—¿Sabes a qué me recuerda esto? —dijo Harry, mirando su galeón
—No, ¿a qué? —contesto Hermione, cuando término de repartirlas
—A las cicatrices de los mortífagos. Cuando Voldemort toca a uno de ellos, todos notan que les queman las cicatrices y así saben que tienen que reunirse con él.
—Sí, ya —contestó Hermione con tranquilidad—. De ahí fue de donde saqué la idea... Pero te habrás dado cuenta de que decidí grabar la fecha en unos trozos de metal, y no en la piel de los miembros del grupo.
—Sí, claro... Lo prefiero así —respondió Harry, sonriente, y se guardó un galeón en el bolsillo—. Supongo que el único peligro de este sistema es que nos gastemos las monedas sin querer.
—Lo veo difícil —intervino Ron, que estaba examinando su galeón falso con cierta tristeza—. Yo no tengo ni un solo galeón auténtico con el que confundirlo.
—No te desanimes Ron. Mejor vamos a practicar —dijo Alex tratando de animar al pelirrojo
Pero a pesar de la emoción de las reuniones del ED, el Quidditch nunca iba a pasar a segundo plano, por lo que Angelina organizó los entrenamientos para casi todos los días ya que el primer partido de la temporada abriría com el clásico Gryffindor vs Slytherin y tanto los leones como las serpientes entrenaban duro para conseguir la victoria.
Hasta los jefes de las casas no disimulaban su total apoyo a sus alumnos y que a cualquier costo querían ganar este partido. Pero eso se les olvidó tanto a Severus como a McGonagall después de lo que paso a finales de Octubre, justamente dos días antes de Halloween.
Cada día el estado de salud de Alex empeoraba, pero la chica no hacía nada para ayudarse. Seguía sin comer y hacer ejercicio excesivo, incluso lo hacía a espaldas de Xóchitl para que no la viera y no la regañará, pero la loba se las ingeniaba para saberlo. No le decía nada porque quería que ella se diera cuenta, pero después recordaba que la chica era demasiado terca.
La gota que derramo el vaso de todo el asunto, fue justamente en la clase de Pociones.
Era otro día normal de clases y los cuatro amigos se encaminaban a las mazmorras. Hermione y los Chicos conversaban sobre algunos temas de defensa que podrían ver en el ED, pero ninguno se dio cuenta que Alex estaba realmente mal. Estaba demasiado pálida (más de lo usual), grandes ojeras y que caminaba con dificultad.
«Si un muggle me viera, de seguro pensará que salí de la serie "The Walking Dead" o algo así»
Harry se percató de que Alex faltaba, miro sobre su hombro y vio que la chica llegaba pero la notaba débil y sin vida.
—Alex ¿Estas...?
—¡Estoy bien, Harry! —contesto la chica con una sonrisa, pero no muy convincente—. Vamos a clase antes de que Sev... Snape nos regañe
—Esta bien
Los cuatro entraron al aula, después de que Severus llegara como siempre y les indicará que entrarán. Cuando Alex paso junto a él, el profesor se dio cuenta de que la chica estaba peor que antes y se asustó mucho (pero como siempre tuvo de disimular).
—Silencio —los alumnos lo miraron, Gryffindor con odio y Slytherin con respeto—. Hoy preparan la Poción Calmante. Las instrucciones —apunto con su varita a sus espaldas—, están en la pizarra. Comiencen.
Se empezó a escuchar el ruido de metal, cristal y corte de ingredientes. Severus miraba a los alumnos trabajar y más de una vez se fijó en Alex. La chica trabajaba normal, pero le costaba trabajo porque estaba demasiado débil y parecía que en cualquier momento se desmayaría.
La latina no podía seguir concentrada en su poción, sentía que en cualquier momento cerraría los ojos, pero se resistía.
—Ya casi esta... Sólo falta la roca volcánica
Se puso de pie y se dirigió a los estantes. Comenzó a buscar la roca pero cada vez veía más borroso, de pronto sintió que todo le daba vueltas.
—¿Quien esta moviendo el... es... tan...? —de pronto, todo de le obscurecio
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Severus iba a regresar a su escritorio cuando de pronto se escucho que varios frascos caían y se rompían en pedazos.
—¡Alex!
Al escuchar eso. Dio media vuelta y sintió que se le paraba el corazón. Potter sostenía entre sus brazos a la castaña inconsciente y trataba de animarla, pero no lo lograba. Se acercó a los chicos y se colocó junto a ellos.
—Hazte a un lado, Potter
El azabache no tuvo otra opción más que obedecer. El profesor la acomodó en sus brazos y trató de tomarle el pulso, pero estaba tan delgada que no podía sentir nada. Puso un dedo debajo de la nariz para saber si respiraba, se calmó un poco al comprobar que sí pero la respiración era demasiado débil. Acomodó a Alex en sus brazos y se levantó.
—Llevare a sí compañera a la enfermería. Quédense aquí y no hagan ningún ruido ¿entendido? Cuándo terminen su poción me dejarán una muestra en mi escritorio con su nombre —y sin nada más que decir, salió del aula.
—¿Qué le habra pasado a Alex? —preguntó Hermione, preocupada en cuanto se cerró la puerta
—No lo sé —contestó Ron—, pero es extraño. Nunca se había puesto así en pociones. Tu que opinas Harry ¿Harry?
El chico miraba la puerta por donde salió su amiga en brazos del oscuro profesor. Cuando la levanto le pareció sentir que estaba demasiado delgada y pálida, nunca la había visto así ¿Qué le paso?
Severus subía lo más rápido que podía las escaleras. Se sentía culpable por no haber logrado persuadir a Alex de que se cuidará y ahora ahí estaban las consecuencias.
«Alex... Por favor, resiste»
Llegó a la enfermería y se alegró de ver el lugar desierto.
—¡Madame Pomfrey! ¡Madame Pomfrey!
—¡Por todos los cielos! ¿Qué escándalo es ese? Se qué no tengo pacientes pero deben de respetar... ¡Oh por todos los cielos! Severus... ¿Qué...?
—Se desmayó a mitad de mi clase. Revísala, por favor y avísame en seguida que le pasa
—Esta bien. Recuéstala ahí
Severus la puso con delicadeza en una camilla a su izquierda. La enfermera antes de empezar a revisarla, le pidió al profesor que le avisará a McGonagall, ya que era la Jefa de Casa de la chica. El profesor se rehusaba a alejarse de la chica, pero como levantaría sospechas no tuvo más opción que hacerlo.
Llegó lo más rápido que pudo al despacho de la Animaga y tocó la puerta.
—Pase
El profesor abrió la puerta y le sorprendió ver que su colega no estaba sola.
—Severus, muchacho ¿No deberías estar en clase? —preguntó Dumbledore, algo sorprendido
—Lo sé, pero paso algo en mi clase
—¿Ahora que hiciste, Severus? —preguntó McGonagall con fastidio
—¡Yo no hice nada! Y par tu información ¡Se trata de la Srta. Macías!
Los dos ancianos se pusieron de pie, y junto con Severus, se encaminaron de inmediato a la enfermería.
Cuando llegaron vieron que la puerta estaba cerrada con magia, Severus se desesperó y comenzó a caminar por todos lados como león enjaulado.
—Tranquilo Severus, ella estará bien —dijo Dumbledore con la intención de calmarlo
—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?
—Porque sé que ella es fuerte
El oscuro profesor ya no dijo nada más y siguió con su andar.
Media hora despues salió la enfermera y por su rostro, parecía que la situación era sería.
—¿Cómo esta, Poppy? —preguntó Minerva
—Esta demasiado débil y apenas puede respirar
—Pero... ¿Qué le paso?
—Se hizo Anorexica y Bulimica
—¿Qué? eso es imposible. Lo esperaría de cualquier alumna, menos de ella
—Pues parece que la subestimaste, Minerva. este estado lo tiene desde varios meses y al parecer desde entonces no comía nada o solamente muy poco. Y al parecer el vómito ya lo tenía programado
—¿Se podrá recuperar pronto? —preguntó Dumbledore
—Eso espero. Lo que más necesita ahora es comer bien, logre hacer que se tomará algunas pociones para que recupere fuerzas pero eso no será suficiente
—¿Podemos pasar a verla?
—Ahora esta dormida, pero sí
La enfermera se hizo a un lado y los dejo pasar.
Los tres profesores se acercaron a la cama donde estaba postrada Alex y tanto uno como otro se sorprendió de verla, pero a Severus le dolía de sobremanera.
—Sigo sin poderme creer que hiciera esto
—Lo se Minerva, es algo difícil de creer
—¿Cómo es que no nos dimos cuenta antes?
—Nosotro no... pero otra persona si
—Pero... ¿De que hablas Albus?
El anciano director solo miraba a su maestro de pociones, quien no hacia caso a la conversación, sólo tenía ojos para la castaña.
—¿Tu lo sabías?
Severus volteó al sentir la mirada de la mujer sobre él.
—¿Tu lo sabías? —el pocionista no respondió—. ¡Ya lo sabías y nunca dijiste nada! ¡Ah, claro! ¡Como es una leona y no una serpiente por eso no le tomaste importancia! Severus... ¡Sabes que estas situaciones son graves! ¿Por qué rayos nunca dijiste nada?
—Porque él trato de hacerla entrar en razón. ¿O me equivoco, muchacho?
Se hizo silencio, Severus solamente pudo contestar con una seca cabeceada. De pronto, la puerta de la enfermería se abrió y entró corriendo Xóchitl.
—¡Alex! ¡Alex!
—¡Oye! ¡Por una vez en la vida deberías de comportarte! ¿No crees? —le reclamó Severus
—¿Y quien te crees para hablarme así?
—¡Yo te hablo como se me dé la gana!
—¡Te voy a...!
—¡Xochitl!
—Lo siento, profesora
La loba arrastró una silla junto a la cama de su humana y se colocó en ella para estar a su lado. Más de cien veces le advirtió y la chica ni el mínimo caso le hizo.
Los cuatro estuvieron en silencio por un largo rato, hasta que se volvió a abrir la puerta de la enfermería.
—¡Oh cielos santo! ¿Qué paso aquí?
Los cuatro voltearon y vieron que se trataba de Umbridge. Severus se acercó con disimulo a la loba.
—Escóndete debajo de la cama
—¿Y cómo por qué?
—¡Sólo hazlo!
Xóchitl no estaba convencida, pero aún así le hizo caso. La sapo se colocó junto a Dumbledore y miraba a Alex con una sonrisa de sapo enorme.
—Pobrecita... ¿Qué le paso?
—Sufrió un desmayo, Dolores
—Ah... Y justamente en pociones ¿verdad?
Miro a Severus con un toque de malicia y el pocionista le lanzó una mirada de profundo odio.
—Ya sé a dónde quieres llegar Dolores, pero de una vez te advierto: Severus no tuvo nada que ver en esto. La chica ya llevaba varios meses enferma, de seguro desde antes de entrar a la escuela, y como su cuerpo ya no resistió más se desvaneció en medio de la clase de pociones.
—¡Oh, claro! que pena... —contestó la sapo, sin ningún toque de preocupación en su voz—. Bueno, iré a dar mis clases, avísenme si pasa algo ¿si?
—Esta bien
La sapo dejó escapar una risita infantil y salió del dormitorio.
—Ya puedes salir —dijo Dumbledore
Xóchitl salió de debajo de la cama y se volvió a subir a la silla.
—Snape, me podrías decir ¿por qué carambas me tuve que esconder?
—Tranquila Xóchitl —dijo Dumbledore—. Severus te lo pidió porque a Dolores no le agradan los semi humanos ni criaturas "desconocidas"
—¡Ay, por favor!
—Sé que es extraño, pero debes de mantenerte al margen con ella ¿entendido?
—Sí, profesor
La loba desvió su mirada del anciano director y posó su vista en la chica.
—Y yo que creía que con el problema con sus compañeras ya era suficiente.
—¿Qué dijo? ¿Cómo que problema con sus compañeras? —pregunto McGonagall
«Y... la regué»
La loba miro a los profesores y se dio cuenta de que estaban serios.
«Alex me matara por esto... Si es que despierta» movió la cabeza para desechar ese pensamiento y miro a los maestros.
—Bueno... lo que pasa es que... —y les contó todo el problema que tuvo la chica desde inicio de curso con todas sus compañeras de dormitorio (a excepción de Hermione, claro)
Dos de tres de los profesores se sobresaltaron al escuchar que Alex y Xóchitl estuvieron durmiendo con los chicos todo este tiempo, pero la loba los tranquilizó contándoles todos los juegos que hacían antes de dormir.
—Algunos que nos dices, no son muy de señorita ¿verdad? —preguntó la Animaga con expresión sería
—Pues... No
—Pero al menos di que sus compañeros fueron buenos con ellas y las dejaron quedarse con ellos —comento Dumbledore
—Sin embargo, todavía me molesta que no me avisaran de esto
—Porque no queríamos darles el gusto de ver que de verdad nos molesto que no nos dejarán entrar al dormitorio —se defendió la loba
—Minerva, recuerdo que existe un cuarto individual en la Torre de Gryffindor ¿cierto?
—¿Si?
—Podrías dejar que ellas se queden ahí
—O mejor hablo con esas niñas y las obligo de que las acepten
—¿Para qué? ¿Para qué les hagan algo mientras duermen o algo así porque siguen sin creerles?
«Pues ya deberían de creernos por lo del ED»
—No lo sé
—Lamento interrumpir esta discusión —intervinó Severus—. Pero ahora tenemos una prioridad más grande ¿no creen? —dijo mirando a la latina
—Es cierto, lo siento Severus —dijo Minerva
Se escucho el toque de cambio de clase y el alboroto que hacían los alumnos a la hora de salir de clase.
—Será mejor regresar a nuestras actividades —sugirió el director—. En la tarde, después de clases, regresaremos a verla
Los dos Jefes de Casa asintieron. Los dos ancianos salieron de la enfermería, pero Severus se quedo unos minutos más junto con la loba.
—¿Crees que se mejoré? —pregunto Severus
—No estoy muy segura —contestó Xóchitl, insegura—. Su salud esta demasiado delicada
Severus se puso más nervioso ante esta última confesión.
—Oye... ¿Alex no te ha dicho nada importante? —preguntó de pronto Xóchitl
—¿Algo? Pues... —Severus hizo memoria y recordó que el día que Black la beso ella intento decirle algo, pero el director llego y los interrumpió—. De hecho intentó decirme, pero Dumbledore nos interrumpió y ya después no me dijo nada
—Ya veo
—¿Por qué? ¿Qué quería decirme?
—Eso le corresponde a ella. Además de que no me creerías si te lo digo
—¡Dímelo!
—No te voy a revelar nada. Espera a que Alex se mejoré y que ella te diga
—Pero... Y si ella ya no...
—¡Que se te haga la boca chicharrón!
—¿Qué?
—Significa: "¡Que no se te ocurra decirlo!" Ten fe de que reaccionara —miro a su humana todavía inconsciente—, se que lo hará. «Tiene una razón por la cual vivir. Y como todavía no te ha dicho, con más razón seguirá con nosotros»
En la tarde, después de clases, Hermione y los chicos corrieron a la enfermería a ver como estaba Alex ya que no apareció en las clases restantes. Cuando llegaron vieron a su amiga dormida en una de las camas del fondo al lado izquierdo y a su brije sentada en una silla de lado a la puerta.
—¡Hola chicos! —saludo la loba sin ánimos
—¿Cómo se encuentra? —preguntó Hermione
—No lo sé. Desde qué Snape la trajo no ha despertado y ya me esta preocupando
—Xóchitl ¿tu sabías lo que le pasaba? —preguntó Harry. Xóchitl no dijo nada y Harry lo tomo como un sí—. Entonces ¿por qué no nos dijiste nada?
—Porque ella no me dejaba, además de que como siempre están juntos ¿cómo carambas querían que les dijera sin que ella se enterara?
—En eso tiene razón —dijo Ron
Hermione le lanzó una mirada de reproche al pelirrojo, porque no era el momento de sus bromas. Los chicos siguieron al lado de su amiga hasta que llego Madame Pomfrey alegando que ya se había pasado la hora de visita y tenían que irse a cenar. Los chicos obedecieron a regañadientes, dejando sola a la chica y a la loba.
En la noche, Xóchitl seguía cuidando de Alex en su mismo sitio. Ni siquiera fue a cenar porque quería estar junto a su humana cuando despertara. De pronto se escucho la puerta abrirse y vio que se trataba de Snape.
—¿Cómo esta?
—Sigue sin reaccionar
—No puede ser
El profesor se acercó a la cama. Con sólo verla se le partía el corazón: estaba realmente demacrada, los ojos hundidos en sus cuencas, pálida y delgada como un muerto. Se sentó en otra silla junto a la cama y le tomó la mano, estaba huesuda.
—Alex
Xóchitl se sorprendió de ver que Snape de verdad estaba preocupado por la chica. Se bajó de la silla y comenzó a caminar hacia la salida.
— ¿A dónde vas?
—Tengo hambre. Iré a las cocinas a ver si Dobby puede darme algo de cenar.
—Está bien. Ten cuidado de que Umbridge no te vea
—Lo sé —llego hasta la puerta, pero antes de salir, se volvió hacia el oscuro profesor—. Cuídala bien, por favor —y salió de la enfermería.
Severus se sorprendió con el último comentario de la loba, esperaba que le dijera algún insulto o algo pero no que le pidiera eso. Dejo el tema de lado y se concentro en la chica.
—Alex, pequeña... por favor reacciona. No sé qué te orillo a esto, pero de verdad no quiero perderte pequeña. Alejandra... yo te amo, pero sé que tu no sientes lo mismo por mi porque tú eres joven y tienes derecho a tener una vida que sea buena para ti y... encontrar a alguien mejor que yo.
»Por favor Alex, debes de recuperarte para que puedas hacer tu vida. Yo te ayudare a que te mejores y puedas seguir adelante. Aunque me duela estar lejos de ti, sé que es lo mejor para ti.
Se levantó un poco de la silla y comenzó a acercarse al rostro de la chica. Rozó con delicadeza sus labios con los suyos hasta que le dio un delicado beso. Los labios de la chica estaban muy resecos y delgados, pero no le importo, porque sabía que seguramente sería el único momento en que podría sentir sus labios contra los suyos.
Rompió el beso y acaricio su mejilla. De pronto vio que una gota cayó en su frente y entonces se llevo su mano libre a su rostro, no se dio cuenta de en qué momento comenzó a llorar, pero no le importaba, le importaba muy poco que alguien lo viera en ese estado, solo quería que su pequeña despertara y se recuperara.
—Alex, Te amo —y le besó su mano
Se volvió a sentar en la silla y siguió velando por ella, sin darse cuenta que un par de ojos azules y otros dorados miraron todo lo sucedido. Uno con alegría y la otra como diciendo «Ya que»
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