
Alejamiento
Las vacaciones Navideñas terminaron y llego el momento de regresar al castillo; Alex y Severus estaban en la sala de la casa, ya con sus cosas listas para regresar a Hogwarts. Los alumnos y docentes regresarían al castillo por medio de la Red Flu, ya que de esa manera podrían regresar de una manera más rápida y segura.
—¿Seguro que no puedes regresar conmigo de una vez? —preguntó Alex, acercándose a la chimenea
—No, tengo algunas cosas que hacer antes de regresar. Pero te veré esta noche en las mazmorras ¿de acuerdo? —contestó Severus, desapareciendo sus cosas y las de la chica con un movimiento de varita
—Me escabulliré lo mejor que pueda —antes de tomar los Polvos Flu y entrar a la chimenea se despidió de Severus con un beso en la mejilla—. Hasta la noche
—Hasta la noche
—¡A Hogwarts! —grito la chica arrojando los polvos y desapareciendo en una llamarada verde.
Severus en cuanto vio que los últimos rastros de las llamas verdes se consumieron su sonrisa se borró poco a poco hasta adoptar una expresión triste y sombría.
—Espero que no pase nada grave hoy para no tener que preocuparla —murmuró para sí mismo antes de entrar en la chimenea. Tomó un poco de Polvos Flu y los miró por un momento antes de arrogarlos a la chimenea—. ¡Mansión Malfoy! —y desapareció en una llamarada verde.
En cuanto tocó tierra firme, salió de la chimenea limpiándose la ropa con un movimiento de varita y se encaminó hasta el Gran Salón de la Mansión donde se llevaban a cabo las reuniones. Al entrar al lugar se sorprendió de ver que únicamente se encontraba en la estancia Voldemort y su serpiente, Nagini dándole la espalda a la puerta.
Con firmeza, Severus entró al salón y estando a unos tres metros del Señor Tenebroso hizo una reverencia.
—¿Me mando llamar, Mi Señor?
—Así es Severus, necesito hablar contigo de un asunto muy importante
El profesor se incorporó y miró fijamente a su señor, quien aún le seguía dando la espalda.
—¿Qué es, Mi Señor?
—Es sobre mi nieta, Alejandra —Severus sintió que su corazón se detuvo unos segundos en cuanto lo escucho.
—¿De qué se trata, Mi Señor? —preguntó Severus, hablando de manera tranquila e indiferente mientras por dentro sufría
—Esa niña solo ha sido un dolor de cabeza para mí desde hace tiempo igual que Potter; a pesar de la conexión que tenemos, la cual podría usar para controlarla, no puedo usarla ya que al parecer esa mocosa aprendió Oclumancia...
Voldemort guardó silencio por un momento. Miraba fijamente el fuego de la chimenea y sentía a sus pies a su fiel mascota.
Severus estaba tenso, pero disimulaba; no sabía que iba a decir el mago tenebroso pero al momento en que menciono a su pequeña sintió que el corazón se le aceleraba y cada parte de su cuerpo temblaba.
Después de un lapso de silencio, Voldemort se encaró a Severus y antes de que el profesor pudiera darse cuenta el Señor Tenebroso le lanzó el maleficio torturador. Severus hizo todo lo posible por no gritar y mantenerse firme, pero la maldición era cada vez más fuerte a tal grado de que cayó de rodillas y comenzó a sangrar.
Voldemort al ver el estado de su vasallo, retiró la varita y lo miraba con fijeza.
—Lamento desquitarme contigo, Severus —dijo Voldemort, aunque el profesor pudo darse cuenta con el tono de voz que uso que en realidad no fue así
—No se preocupe... Mi Señor. Sabe que estoy aquí para servirle —respondió Severus con dificultad a causa del dolor ocasionado por la maldición
Voldemort volvió a darle la espalda y se puso a jugar con la varita entre los dedos.
—Es por eso que quiero encomendarte una misión Severus
—¿Una misión?
—Sí, involucra a mi nieta
—¿Qué... quiere que haga?
El mago tenebroso volvió a encarar a su mortífago, pero no lo miró de frente por completo, sino que estaba de lado
—Quiero que la asesines
En ese mismo momento su corazón se detuvo. Severus ya no sentía que su corazón latiera, un horrible vacío se hacía en su estomago y empalidecía bruscamente.
—¿Quiere... que la asesine? Pero, si hace poco me había dicho que...
—¡Silencio! —con un movimiento de varita a modo de latigazo, Voldemort calló a Severus dándole un impacto en el pecho. El profesor se llevó la mano a la herida tratando de contener la sangre que salía bruscamente y a causa del dolor, cayó de rodillas otra vez—. Sé que antes te había pedido que te desposaras con ella, pero tengo el presentimiento que ayudará a Potter a derrotarme y que quizá sea una pieza fundamental, por lo tanto, tengo que eliminarla de mi camino antes de que me eliminen. Llevaras a cabo tu misión al mismo tiempo que el Draco ¿entendido?
Severus tardo unos momentos en responder. Sabía que no podía hacerlo porque amaba a Alex y si no lo hacía él moriría pero no le importaba en lo absoluto, haría todo lo que tenía a su alance para protegerla.
—Sí, Mi Señor
Voldemort le dio la espalda y se acercó a la chimenea mirando fijamente al fuego.
—Ya puedes retirarte Severus
—Sí... Mi Señor —como pudo se puso de pie, le dio una reverencia y se marchó de ese lugar.
Apareció en la chimenea de su despacho y como pudo llego hasta el armario donde guardaba todas sus pociones curativas y todo lo necesario para tratar sus heridas; en cuanto logró curarse, se sentó en el sofá de su habitación recargando los codos en sus rodillas y se cubrió el rostro con las manos.
«Tengo que pensar en una forma de salvar a Alex, no quiero perderla...»
Con un movimiento de varita invocó una botella de Whisky de Fuego, la abrió y se llevó la boca de la botella a los labios hasta que recordó lo que Alex le había dicho un día en su casa cuando trató de desahogarse con el alcohol.
«Esconderte detrás del alcohol no resolverá nada»
Con pesar, bajó la botella y la arrojó a la chimenea, vio que las llamas se elevaron un poco y después volvían a la normalidad. Contempló el fuego por unos momentos hasta que volvió a llevarse las manos a la cabeza tratando de procesar todo lo que había pasado hace unos momentos.
—Tengo que protegerla a como dé lugar —dijo Severus cada vez más tenso
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Alex en cuanto llegó al castillo —precisamente en el despacho de la profesora McGonagall— se encontró con sus amigos y con Xóchitl de camino a la Sala Común. Vio que su amiga castaña no estaba con ellos por lo que dedujo que debía de estar en la Sala Común; en cuanto llegaron al retrato de la Dama Gorda trataron de entrar pero al parecer la contraseña la habían cambiado, lo bueno fue que en ese momento llegaba Hermione (quien en realidad estuvo en los jardines) dijo la contraseña y todos entraron.
Pero mal dieron unos pasos se escuchó un fuerte «¡Ro-Ro!», y Lavender salió a toda velocidad de quien sabe dónde y se arrojó a los brazos de Ron.
—¡Ro-Ro, que gusto verte! Te extrañe mucho —dijo Lavender abrazando muy fuerte a Ron, quien estaba rojo a más no poder por la vergüenza
—¿Ro-Ro? —repitieron con asombro Alex y Xóchitl
Entonces sin poder evitarlo, las dos comenzaron a fantasear con un programa muggle que recordaron con el simple "apodo cariñoso" que su compañera le dijo a su amigo, el Chavo del 8:
Se imaginaron que ellas eran el Chavo (Alex) y la Chilindrina (Xóchitl); estaban jugando en el patio de la vecindad cuando llego Doña Clotilde (Lavender).
—¡Aguas Chavo, la Bruja del setenta y uno! —le grito Xóchitl-Chilindrina, brincando con nerviosismo
—¿A quién le dijiste bruja? —preguntó Lavender-71 con los brazos cruzados
—Ajáaaaa, Ejéeeee, Ojóoooo, Ujúuuuu... a nadie —le contestó Xóchitl poniéndose un poco nerviosa
Lavender nada más la miro y después miro a Alex.
—¡Bou!
A causa de eso hizo que Alex se espantó y se encogió poco a poco quedando en una posición extraña
—¡Ya vio lo que provoca! Ya le dio la garrotera —dijo Xóchitl acercándose al lavadero y llenando un traste de platico con agua
—¡A mí que me importa lo que le pase! Eso les pasa por irrespetuosos —contestó de mala gana Lavender. Levantó la barbilla con orgullo y se encamino a su departamento.
En ese momento, del departamento 75 salió Don Ramón (Ron) y entonces vio a Alex paralizada en medio patio
—¿Pos' ora? ¿A ti que te pasa? —Le dijo en cuanto se acerco y le paso la mano enfrente de la cara—. ¿Chavo? ¡Chavo!
—No te va a contestar papá —le contestó Xóchitl, acercándose con el traste con agua
—¿Por qué no?
—Porque otra vez le dio la garrotera
—¿Por qué?
—Porque lo espantó la Bruja del setenta y uno —y le echó el agua en la cara a Alex
Reaccionó y vio a su alrededor para ver qué pasaba.
—¡Ron Damón! ¡Aguas, no se le vaya aparecer la Bruja del setenta y uno!
—¡Si serás!, ¡Si serás! ¿Cuántas veces les he dicho que Doña Clotilde no es ninguna bruja?
—¡Muchas Gracias por defenderme, Don Ramón! —dijo una voz detrás de él y de pronto sintió unos brazos rodeándolo por detrás
—¡Chanfle! —exclamó Ron con miedo al darse cuenta que era Lavender
—¡Weeeeee, we, we, we, weeeeee...! —de la nada Xóchitl comenzó a llorar
—¿Qué te pasa Chilindrina? —preguntó Alex
—Es... que... la... Bruja... del... setenta... y uno... hechizó... a... mi... papá...
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no soy ninguna bruja? Además ¿por qué dices que lo hechicé?
—Porque está ahí tieso
—No le pasa nada en realidad —lo soltó y se encamino a su departamento, pero antes de entrar, regreso la mirada a donde se encontraba el hombre y con una mirada coqueta le dijo: —¡Ro-Ro! —y entro al departamento
Ron se estremeció y se regreso a su departamento, dejando a los niños solos.
—¡Chanfle! —dijeron al mismo tiempo, moviendo un poco sus manos
Las chicas regresaron a la realidad; pero tenían una mueca extraña en la cara a causa de la risa contenida. Harry y Hermione se les quedaron viendo con extrañeza a sus amigas, les preguntaron qué les pasa pero las chicas solamente lograron negar con la cabeza y se encaminaron al dormitorio de Alex.
En cuanto cerraron la puerta, se deshicieron en risas.
—¡Eso estuvo bueno! —exclamó Xóchitl cayendo panza arriba ya que se sujetaba el estómago
—¡De verdad que no me sorprendería que algo así llegara a pasar! —comentó Alex, doblándose de la risa
Las dos tardaron un largo rato en parar de reír, ya que el estomago les dolió mucho a causa del esfuerzo. Estuvieron el resto de la tarde burlándose de Ron y su nueva "expresión cariñosa" hasta que de pronto se escucho ruido de la ventana; las dos voltearon y se dieron cuenta que era una lechuza negra.
—Es de Severus —dijo Alex
Se levantó de un brinco y abrió la ventana dejando entrar al ave, quien dejo caer un sobre en la cama de la chica y se posó en la cabecera de esta. Alex tomó el sobre, sacó el pergamino y comenzó a leerlo.
Pequeña:
Lo siento, pero no podremos vernos esta noche. Se me cruzó un imprevisto y es algo inevitable; pero nos veremos en clases y en las noches después de la cena.
Mantente alerta, incluso en el castillo. Te amo, pequeña.
SS.
—¡Ay! No puede ser
—¿Qué?
—Esta noche iba a estar con Severus pero ya no se va a poder
—¿Orden o Mortífago?
—Eso no me lo dijo. Pensé que ya los había terminado
—¿Por qué lo dices?
—En la mañana antes de regresar también tuvo algo que hacer. De seguro primero fue de uno y ya después del otro
—Pues ya te dejaron como novia de pueblo, vestida y alborotada
—Sería más preciso si me hubiera quedado en las mazmorras a esperarlo
—Ouh... cierto...
El resto del día siguió con normalidad. Al día siguiente empezaron las clases y con ellas una sorpresa; Clases de Aparición. A los alumnos de sexto les pareció genial e incluso fue la comidilla el día la clase; mientras tanto, Harry tuvo otra clase con Dumbledore en la cual ahora le había enviado una tarea: obtener el verdadero recuerdo del profesor Slughorn ya que el que le entregó a Dumbledore fue alterado. Aunque lograron recuperar un dato importante que les llamó mucho la atención; Horrocruxes.
Incluso aun contando con la ayuda de sus amigos, Harry no lograba encontrar la respuesta a la simple pregunta: ¿Qué son los Horrocruxes?
—Nunca los había escuchado —confesó Hermione después de pensar por varios minutos durante el recreo—. Debe de ser magia oscura muy avanzada. Si no ¿Por qué se habría interesado Voldemort en ellos? Me parece que va a ser difícil obtener esa información Harry; tendrás que pensar muy bien cómo abordar a Slughorn, pensar en algo...
—Ron dice que con sólo quedarme después de la clase de Pociones de hoy...
—Bien, si eso opina Ro-Ro será mejor que le hagas caso —replicó Hermione molesta—. Al fin y al cabo, ¿alguna vez ha fallado su criterio?
—Hermione, ¿no puedes...?
—¡Pues no! —replicó ella y se marcho enfadada dejando a Harry y a Alex solos y hundidos hasta los tobillos en la nieve del patio.
—Tenías que tocar eso ¿verdad? —dijo Alex, con un tono de reproche de camino a la clase de Pociones
—Solo quería decirle lo que Ron opinaba
—¡Lo sé! Pero ya ves que los dos están igual o peor que en tercero
—Estoy empezando a creer que esto no terminará bien
—¿Por qué lo dices?
—Porque estoy empezando a creer que esos dos... —Harry se pudo algo incómodo con lo que iba a decir, ya que llevaba esa idea rondándole en la cabeza desde hace algún tiempo
—¿Sienten algo uno por el otro? —terminó Alex, estando igual de incómoda que su amigo—. Pues si eso es verdad, pues se ve que el orgullo no les va a dejar decirse nada
—Es lo más probable
Los dos optaron por dejar el tema de lado y se encaminaron a Pociones, la cual se volvía incómoda por la hostilidad de sus amigos. Después de la clase, Harry intento seguir el consejo de Ron, pero Slughorn adivinó lo que el chico intento hacer y se fue del aula molesto, desde entonces Harry no pudo volver a hablar con el profesor a solas para sonsacarle el recuerdo; por lo que tuvo que buscar sobre los Horrocruxes por su cuenta pero sin éxito, incluso las chicas no lograron encontrar nada.
Al llegar febrero la nieve se fundió en los alrededores del colegio, pero la sustituyó un tiempo frío y lluvioso muy desalentador. Había unas nubes bajas de color entre gris y morado suspendidas sobre el castillo, y una constante y gélida lluvia convertía los jardines en un lugar fangoso y resbaladizo. Junto con febrero, llegó la primera clase de Aparición, la cual no fue tan exitosa como esperaban ya que hubo algunas complicaciones y uno que otro estudiante traumado a causa de una despartición, pero logro ser algo satisfactorio.
Y sin que se dieran cuenta febrero dejó paso a marzo y el tiempo no cambió mucho, aunque además de llover hacía más viento. Todos los estudiantes manifestaron indignación cuando en los tablones de anuncios de las casas apareció un letrero que informaba sobre la cancelación de la siguiente excursión a Hogsmeade. Ron se puso furioso.
—¡Iba a coincidir con mi cumpleaños! —exclamó—. ¡Me hacía mucha ilusión!
—A mí no me sorprende que la hayan suspendido, la verdad —dijo Harry—. Después de lo que le pasó a Katie...
Katie todavía no había vuelto de San Mungo. Y además, El Profeta había informado de otras desapariciones, entre ellas varios parientes de alumnos de Hogwarts.
—Pues lo único que ahora podrá motivarme un poco es esa tontería de la Aparición —refunfuñó Ron—. Menudo regalo de cumpleaños...
Ya llevaban tres sesiones y se estaba demostrando que la Aparición no era coser y cantar; a lo sumo, algunos estudiantes habían conseguido despartirse.
El pelirrojo pensaba que iba a tener un gran cumpleaños; pero ese pensamiento desapareció cuando el chico ingirió por accidente unos Calderos de Chocolate que estaban rellenos de filtro de amor. Aunque Harry aprovechó el estado de su amigo para pedirle ayuda a Slughorn y obtener el recuerdo, su plan se vino abajo cuando el profesor les dio Hidromiel —que resulto estar envenenado— y casi perdía a su mejor amigo de no ser porque uso un bezoar para salvarlo.
—Es terrible —gruñó Hagrid mientras él, Harry y las chicas recorrían el pasillo hacia la escalinata de mármol. Habían ido a ver a Ron, quien se encontraba en la enfermería con su familia, quienes llegaron esa mañana en cuanto supieron lo que le pasó al pelirrojo—. A pesar de todas las medidas de seguridad que han instalado, los alumnos siguen sufriendo accidentes. Dumbledore está muy preocupado. No es que hable mucho, pero se lo noto...
—¿Y no se le ha ocurrido nada? —preguntó Hermione, ansiosa.
—Supongo que habrá tenido cientos de ideas porque tiene un cerebro privilegiado —replicó Hagrid, incondicional del director—. Pero no sabe quién envió ese collar ni quién puso veneno en la bebida, ya que si lo supiera habrían atrapado a los responsables, ¿no? Lo que me preocupa —continuó, bajando la voz y mirando hacia atrás (Harry, por si acaso, se aseguró de que Peeves no estuviera en el techo)— es hasta cuándo podrá seguir abierto Hogwarts si continúan atacando a los alumnos. Se repite la historia de la Cámara de los Secretos, ¿no? El pánico se apoderará de la gente, habrá más padres que sacarán a sus hijos del colegio y, antes de que nos demos cuenta, el consejo escolar... — Se interrumpió al ver que el fantasma de una mujer de largo cabello se deslizaba serenamente por su lado; luego prosiguió con un ronco susurro—: El consejo escolar querrá cerrar el colegio para siempre.
—¿Cómo van a hacer eso? —dijo Hermione, preocupada.
—Tienes que mirarlo desde su punto de vista —repuso Hagrid—. A ver, siempre ha sido un poco arriesgado enviar a un chico a Hogwarts, ¿verdad? Y es normal que se produzcan accidentes habiendo cientos de magos menores de edad encerrados en el castillo, ¿no?, pero un intento de asesinato es diferente. No me extraña que Dumbledore esté enfadado con Sn... —Se calló y una expresión de culpabilidad que resultaba familiar se le dibujó en la parte de la cara no cubierta por su enmarañada y negra barba.
—¿Cómo dices? —saltó Harry—. ¿Que Dumbledore está enfadado con Snape?
—Yo nunca he dicho eso —negó Hagrid, aunque su mirada de pánico lo delataba—. ¡Oh, qué hora es, casi medianoche! Tengo que...
—Hagrid, ¿por qué está enfadado Dumbledore con Snape? —insistió Harry.
—¡Chist! —repuso Hagrid, nervioso y enojado—. No grites así. ¿Quieres que pierda mi empleo? Aunque supongo que no te importa, ahora que no estudias Cuidado de Criatu...
—¡No intentes que me sienta culpable porque no lo conseguirás! —le espetó Harry—. ¿Qué ha hecho Snape?
—¡No lo sé, Harry, no debí escuchar esa conversación! El caso es que la otra noche salía del Bosque Prohibido y los oí hablar... bueno, discutir. No quería que me vieran, así que intenté pasar inadvertido y no escuchar, pero era una discusión... acalorada, ya sabes, y aunque me hubiera tapado los oídos...
—¿Y bien? —lo apremió Harry mientras el otro, nervioso, barría el suelo con sus enormes pies.
—Pues... sólo oí a Snape diciendo que Dumbledore lo daba por hecho cuando a lo mejor resultaba que él, Snape, ya no quería hacerlo...
—¿Hacer qué?
—No lo sé, Harry. Snape parecía sentirse utilizado, nada más. En fin, Dumbledore le recordó que había aceptado hacerlo y que no podía echarse atrás. Fue muy duro con él. Y luego le dijo algo sobre que indagara en su casa, en Slytherin. Bueno, ¿qué pasa?... ¡Eso no tiene nada de raro! —Se apresuró a añadir Hagrid mientras Harry y las chicas intercambiaban elocuentes miradas—. A todos los jefes de las casas les pidieron que investigaran el asunto del collar...
—Sí, pero Dumbledore no se pelea con el resto de ellos, ¿verdad? —adujo Harry.
—Oye... —Inquieto, Hagrid retorció la ballesta, que se partió por la mitad con un fuerte chasquido—, ya sé lo que piensas de Snape, y no quiero que saques conclusiones erróneas de lo que te he explicado.
—Cuidado —les advirtió Hermione.
Se volvieron a tiempo de ver la sombra de Argus Filch proyectada en la pared, antes de que el conserje doblara la esquina, jorobado y con los carrillos temblorosos.
El conserje trato de castigar a los chicos pero gracias a la intervención del semi gigante los tres lograron salir de ahí sin problemas encaminándose rápidamente a su Sala Común. Las chicas se fueron cada quien a su dormitorio mientras que Harry se quedo un rato más en la Sala Común.
Estando en su dormitorio, Alex se sentó en la cama y contemplo por un momento a su loba profundamente dormida en su canasta; esta vez estaba acostada la loba de un modo más decente y no hablaba en sueños como veces pasadas y eso ayudo a que Alex pensara con más claridad todo lo que estaba pasando.
Era oficial que alguien estaba tratando de asesinar al viejo director, porque los dos objetos a entregar (el collar y la bebida) tenían como objetivo dañar a Dumbledore, pero a causa de una mala planeación, hubo estudiantes involucrados y eso hizo que el agresor tardará en volver a atacar.
Otra cosa que le preocupaba era la actitud de Severus. Desde que regresaron de vacaciones y la nota que le mandó esa misma noche no había vuelto a verlo; cuando se lo encontraba en los pasillos desiertos, en algún rincón apartado de la biblioteca o hasta en los jardines, trataba de acercarse a él y saludarlo, pero él daba media vuelta y se marchaba sin siquiera mirarla. En clase de Defensa tampoco le hacia caso, se portaba más hostil que nunca con sus compañeros de casa y cada vez que trataba de preguntarle lo que le pasaba a final de la clase, siempre la cortaba con la misma expresión:
—¡Lo que yo haga en clases no es de su incumbencia Señorita Macias! Ahora le pido que se retire —y se iba del aula dejándola completamente sola
«Severus ¿qué te pasa? ¿Acaso... ya no me quieres?»
Ese simple pensamiento hizo que se le partiera el corazón y las lágrimas comenzarán a salir. Se dejó caer de espaldas a la cama y se abrazo así misma tratando de contener el llanto, pero le era imposible.
«¿Por qué Severus? ¿Por qué?»
Siguió pensando en eso hasta que poco a poco se fue quedando dormida.
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Severus estaba en sus aposentos mirando al cielo nocturno por la ventana. Esa noche no había luna por lo que los terrenos del castillo estaban en total oscuridad. Seguía dándole vueltas en la cabeza lo que pasó con Weasley al igual que el incidente de Bell; sabía quien había sido el autor de ambos actos y sabía que los había hecho de manera impulsiva con la intención de terminar con todo esto, pero sus planes terminaron fallando ya que no cuido cada detalle.
Pero eso no le preocupaba por ahora, le preocupaba Alex. Desde que Voldemort le encomendó la misión de asesinarla decidió alejarse de ella; a pesar de que él, Severus, era un maestro en la Oclumancia, no podía arriesgarse a que el mago tenebroso intentara usar la Legeremancia contra él cuando tuviera la guardia baja y descubriera su romance con la chica.
Le dolía en el alma tratarla de ese modo, pero lo hacía con la intención de protegerla. Lo que más le dolía era como le hablaba en clase; le gritaba como si de Potter se tratara o quizás peor y cuando veía que la chica tenía los ojos brillosos en señal de que iba a llorar, salía corriendo del aula como vil cobarde para no ablandarse y decirle la verdad, porque además sabía que si Alex descubría lo que tenía que hacer lo odiaría y se alejaría de él para siempre.
«Vaya ironía» pensó Severus, apartando la mirada de la ventana «Lo que estuve tratando de evitar que nos pasara lo estoy provocando»
Se alejó de la ventana y se dejo caer en el sillón enfrente a la chimenea. Recargó los codos en las rodillas y se llevó una mano a la cabeza tratando de controlarse.
—Espero que lo que estoy haciendo sea lo correcto —susurró el profesor pasándose la mano por el rostro
Severus se estaba poniendo más ansioso; quería ver a Alex y decirle todo pero no podía. Sin embargo, su corazón le ganó a su mente, tomó un poco de Polvos Flu que estaban en un saco colgado junto a la chimenea, se introdujo en esta y las arrojó a la chimenea.
—¡Habitación Individual, Torre de Gryffindor! —y lo consumieron unas llamas verdes
Sintió tierra firme y cuando las llamas desaparecieron se encontraba en una habitación oscura. Salió de la chimenea con cuidado y miro a su alrededor; gracias a que ya estaba acostumbrado a la oscuridad no le costó trabajo ver a su alrededor.
Lo primero que vio fue la cama y vio un bulto, en seguida supo que se trataba de Alex. Se acercó con cautela hasta ella, estaba acostada en la orilla de la cama en posición fetal. Severus se acercó más a ella para retirarle algunos pequeños mechones de cabello que le cubría los ojos; entonces se dio cuenta que la chica había estado llorando porque se veían rastros de sus lágrimas en sus mejillas.
Sin poder evitarlo, mientras acariciaba su cabello, también acaricio su mejilla.
—Quisiera poder decirte la verdad, pero ya no quiero involucrarte en esto —murmuró Severus, aun sabiendo que la chica no lo escuchaba porque estaba profundamente dormida
Entonces la tomó en brazos y con un movimiento de varita le cambio su uniforme por su pijama y después apartó las cobijas y sábanas para poder introducirla en la cama. La arropó con cuidado, le dio un beso en la mejilla y la miro unos segundos más antes de acercarse a la chimenea y regresar a sus aposentos.
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