Aclaraciones
Septiembre pasó volando y las cosas cada día iban empeorando. Revisaba El Profeta todos los días esperando encontrar al menos una pista acerca del paradero de sus amigos, pero nada. Lamentaba mucho no haberlos acompañado el día que se infiltraron al Ministerio, pero ahora que Harry y Ron sabían acerca de su embarazo, ninguno de los dos la dejo salir:
—No sabemos qué podría pasar si nuestro plan falla —le dijo Harry a Alex cerca de la puerta de la cocina—, así que lo mejor será que te quedes aquí con Xóchitl y Kreacher ¿de acuerdo?
—Está bien —respondió resignada la latina—, pero tengan mucho cuidado por favor
Sus tres amigos asintieron y dieron media vuelta. Se colocaron la Capa Invisible y salieron a la calle. Alex y Xóchitl se miraron antes de subir al salón y pasar todo el día ahí. De vez en cuando, Kreacher entraba en la habitación a asegurarse que Alex estuviera bien.
—¿Pero cómo...?
—El amo Harry le pidió anoche a Kreacher que cuidara de favor a la Srta. Alejandra ya que está en cinta
«No creo que Harry le haya dicho de mi estado con esas palabras, pero se ve que el elfo ha vivido bastante para estar hablando así» pensó Alex cuando vio a Kreacher irse después de asegurarse que estuviera bien
—Sentí que era un diccionario en desuso andante —comentó la loba
—Tú de plano no respetas a nadie ¿verdad? —comentó Alex con sarcasmo y arqueando una ceja
—Nomás tantito
—Ay Xóchitl
Estuvieron casi todo el día en el salón, hasta que casi al anochecer se escucharon ruidos extraños proviniendo de la calle. Humana y brije se miraron y con un asentimiento las dos se pusieron de pie y se acercaron con cautela a la ventana. Alcanzaron a ver a cuatro personas paradas en la calle justamente enfrente de la entrada de Grimmauld Place y de pronto tres de ellas se marcharon dejando solo al otro individuo.
El desconocido levantó la mirada y observó con una mezcla de asombro y malicia donde estaba parado. A la latina le pareció haberlo visto en algún lado; sin moverse mucho de su lugar y usando un Accio invocó su mochila y de ella sacó un libro encuadernado en cuero negro y buscó el rostro del individuo hasta que finalmente lo encontró casi al final del libro: El nombre del mortífago era Yaxley y era el nuevo Jefe del Departamento de Seguridad Mágica.
—Esto es malo
—Alex ¿Qué encontraste?
—Los chicos trajeron a un mortífago
—¿¡QUÉ!? ¿¡ESE SUJETO SIN CHISTE ES UN MORTÍFAGO!? ¡YA VALIMOS MA...!
Entonces se escuchó el sonido de la Aparición y las chicas miraron por la ventana. Yaxley se había ido.
—¿Y este adonde fue? —preguntó Xóchitl mirando por toda la calle
—Seguramente fue por refuerzos —dijo Alex, también mirando a la calle—. Debemos irnos de aquí ¡Ahora! —no mal terminó de hablar, se volvió a escuchar el ruido de la Aparición
Las dos miraron de nuevo y con horror vieron que Yaxley venía acompañado de tres mortífagos más, dos con la máscara puesta y el otro con el rostro descubierto, aunque la mejor expresión sería otra; era Bellatrix Lestrange. Las dos se quitaron de la ventana pero aun sin despejarse para poder escuchar lo que decían.
—¿Cómo es posible que Potter y sus amigos se escondieron en la casa de mi familia, si ha estado vigilada por todo un mes? —preguntó Bellatrix, claramente molesta
—Supongo que los mocosos vinieron aquí justamente después de escapar del hogar de los Weasley —opinó Yaxley
—Bueno, al menos lograremos capturar a Potter y a las dos Sangre Sucias, ya que Weasley está "muriendo" en su hogar
Los mortífagos llegaron a la puerta y con un movimiento de varita de Bellatrix, la abrieron de par en par; sin embargo, justo al hacerlo, los hechizos de defensa de la casa se activaron y eso logró hacer que tuvieran tiempo para evacuar la casa.
—¡Por aquí, señorita! —dijo Kreacher, apareciendo de la nada y tomando a Alex de la mano y a la loba de la cola
En cuanto todos estuvieron sujetados, Kreacher desapareció de la casa justo cuando Bellatrix y los demás entraban al salón. La mortífaga soltó un alarido de furia y con un movimiento de varita destrozó todo el salón.
En cuanto sintió tierra firme, Alex abrió los ojos con cuidado: estaban en un oscuro y maloliente callejón en el Londres muggle. El elfo las soltó y se asomó con discreción fuera del lugar.
—La señorita y la loba estarán seguras aquí. Ni siquiera la Señora Bellatrix se atrevería a buscarlas en el mundo de los muggles —dijo Kreacher acercándose a ellas y le entregó a Alex lo que traía colgado en la espalda.
—¡Mi mochila! Gracias Kreacher —agradeció la latina al momento que tomaba la mochila y se la colgaba en la espalda, aun teniendo el libro bajo el brazo izquierdo
—Todas las pertenencias de la señorita están guardadas en el bolso. El amo Harry le pidió al viejo Kreacher que preparará el equipaje de la señorita, por si tenía que ser evacuada de la Ancestral Casa de los Black.
—De verdad te lo agradecemos mucho. No te preocupes por nosotras, si de verdad estamos en el Mundo Muggle entonces las dos estamos a salvo.
—¿Las señoritas tienen donde quedarse?
Alex dudo un momento, eso no lo había pensado puesto que no pensó en la posibilidad de evacuar del número 12 de Grimmauld Place por ningún motivo, por lo visto estaba equivocada. Se asomó a la calle con cuidado y, para su buena suerte, reconoció la calle.
«Sé que es peligroso, pero no tenemos otro lugar a donde ir»
—Conozco el lugar Kreacher, no te preocupes. Regresa a Hogwarts y mantente a salvo
—Si la señorita está segura, entonces Kreacher se retira —y con una última reverencia, el elfo desapareció
Alex ya estaba por salir a la calle cuando Xóchitl la tomó del cuello de la blusa y la metió bruscamente al callejón.
—¿A dónde vas, Conejo Blas? ¿Estás segura que sabes dónde estamos?
—¡Claro que sí? Si te asomas, te vas a dar cuenta
Xóchitl la soltó y se asomó un poco. Se sorprendió de ver en donde estaba y entonces entendió a donde quería ir Alex.
—Huele a "mala idea" por todos lados. ¿No estarás pensando realmente en ir hacia allá, verdad?
—¿Tenemos de otra?
—Pues ya qué
Las dos salieron del callejón y se encaminaron al apartamento donde estuvieron viviendo con Severus el año pasado.
Ya era un mes desde que se separó de sus amigos y aun no tenía noticias de ellos; además de que la situación en Gran Bretaña empeoraba cada vez más. Alex estaba en la cocina preparando la cena cuando comenzaron a bombardear en su mente los recuerdos de todo lo que pasó con Severus en ese lugar; muy en el fondo de su corazón deseaba que todo volviera a ser como era antes y que Severus estuviera a su lado y finalmente poder crear una familia; sin embargo, con todo lo que pasó entre ellos y la actual situación eran un gran obstáculo para ella.
De pronto sonó el timbre y Alex llevó instintivamente su mano hacia su bolsillo donde tenía guardad la varita. Sin sacar la mano, fue hacia la puerta y miró por la mirilla de la puerta.
—¿Quién?
—Alex buenas tardes, soy la señora Taylor. Vengo por mis hijos Serena y David
Alex soltó un discreto suspiro de alivio y abrió la puerta.
—Buenas tardes, Sra. Taylor. Pase, por favor —dijo la latina y se hizo a un lado para dejar pasar a la mujer
—Muchas gracias
—¡Mami!
Dos pequeños de cinco y siete años se levantaron del sillón donde estaban viendo televisión y corrieron a saludar a su madre, la cual los recibió con los brazos abiertos y una gran sonrisa.
—¿Se portaron bien con su niñera?
—¡Sí, mami!
—Tranquila Sra. Taylor. Serena y David son buenos niños
—Me alegra saber que no te ocasionan molestias —la mujer sacó su cartera y le pagó a la latina—. Mañana podré ir por ellos a la escuela y pasaremos tiempo juntos toda la tarde, así que no necesito que los cuides mañana
—Está bien, nos vemos después Sra. Taylor. Nos vemos niños
—¡Adiós Alex! —y la pequeña familia salió del apartamento
Alex cerró la puerta tras ellos poniéndole el seguro, sabía que siendo el Mundo Muggle no corría tanto peligro, pero era mejor ser precavida. Apagó la televisión y regresó a la cocina a seguir preparando la cena. Media hora después se escuchó que se corrían los seguros de la puerta y enseguida la abrían y cerraban.
—¡No sufras, ya llegue!
«Que optimista»
—Hola Xóchitl ¿Cómo te fue?
La brije entró a la cocina muy animada; estaba en su forma humana, traía una playera, jeans y tenis pero también llevaba un delantal negro con turquesa y una gorra negra, las cuales tenían escrito "Caravan Coffee Roasters". Se quitó el delantal y de él sacó una bolsa de papel llena de pasteles y galletas, la cual dejó en la barra de la cocina; se quitó la gorra también dejando al descubierto sus orejas lobunas, y regresó a su forma original.
—Es divertido trabajar en una cafetería ¡pero igual es una dulce tentación! —admitió Xóchitl, poniendo una expresión dramática en su cara.
—Uno: Ir a trabajar a ese lugar fue tu idea. Segundo: Me sorprende que no te hayas comido todas las cosas dulces que venden ahí, ya que por ti quebraría el negocio.
—Sí, admito que es una fuerte tentación. Pero es más divertido que trabajar en una librería
—Tú fuiste la que me sugirió que buscara algún trabajo tranquilo que no perjudicara mi embarazo, además de que pueda seguir trabajando.
La loba ya no dijo nada y se acercó a donde estaba Alex cocinando.
—¿Te falta mucho? Me estoy muriendo de hambre
—Tranquila, ya casi acabo. Por cierto ¿Qué dulces trajiste esta vez?
—Los de siempre: brownies, dos rebanadas de mil hojas, galletas de chocolate con chispas de chocolate blanco y galletas de macadamia.
—Con lo que gastas de dulces, podrías comprar más cosas que se necesitan para el apartamento
—Lo sé ¡pero no lo puedo evitar!
—Ay Xóchitl...
Alex terminó de preparar la cena y las dos se sentaron a comer; cuando terminaron, degustaron los dulces de la cafetería y recogieron la cocina. Las dos se sentaron en el sofá y miraron las noticias; sabían que nada referente al Mundo Mágico aparecería ahí, pero eran muy notorios en el Mundo Muggle todas las barbaridades que Voldemort y sus mortífagos cometían.
—Me pregunto si los chicos habrán encontrado otro horrocrux y ya lograron destruir el guardapelo
—Hablando de guardapelo... ¿ya descubriste porque Dumbledore te legó eso? —preguntó Xóchitl señalando el cuello de la chica
Alex se llevó una mano al cuello donde aún reposaba la gargantilla de Eileen Prince y ahora junto a él la cadena del guardapelo. Seguía sin poder entender porque el viejo director le dejaría una de las antiguas reliquias de su familia, lo que más le desconcertaba eran las palabras con las que se refería al porqué del legado: «Con la esperanza de que recuerde a sus seres queridos y la ayude a encontrarlos» ¿Qué quiso decir con eso? ¿A caso Dumbledore sabía que en cualquier momento se separaría de Snape y con esto los ayudará a volver a estar juntos?
«Es es imposible, incluso para Dumbledore»
Soltó el guardapelo y volvió su mirada a la televisión. Xóchitl no le quitó la mirada de encima en cuanto hizo mención del objeto; sabía que si Dumbledore les dejó todos esos objetos a los chicos, significaba que les sería útil en cualquier momento, y si la razón por la que el viejo director le legó a Alex ese viejo guardapelo con la intención de que las cosas con Snape se arreglaran ¿Cómo sería posible que un pequeño objeto como ese lo lograra?
Después de un rato más de ver las noticias, apagaron la televisión y las dos se fueron a dormir. Xóchitl se acomodó en su canasta con varias cobijas y cojines mientras que Alex se recostaba en la cama del lado donde siempre dormía desde el año pasado, pero antes de dormir, miraba el lugar vacío y frío donde solía dormir Snape. Ya sabía que estando en ese lugar los recuerdos de su vida con él volverían a flote pero no tenía otra opción para refugiarse y proteger a su bebé. Acarició su vientre, el cual comenzaba a ser notorio su embazado, y le susurro a la pequeña criatura.
—No te preocupes pequeño, ya verás que pase lo que pase todo estará bien
Y con un último suspiro, se durmió.
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Sabía que la promesa que le hizo a Dumbledore de cuidar a los estudiantes sería difícil, pero no se esperaba que demasiado, y ahora con la mirada de odio y desprecio tanto de los docentes como de los alumnos no le ayudaban en nada. Más de una vez tuvo que recorrer los pasillos del colegio con el encantamiento Desilusionador para poder recorrer los pasillos y ayudar a los alumnos que fueran maltratados por los hermanos Carrow y los alumnos de Slytherin que estuvieran encantados de ayudar a los hermanos mortifagos.
Estando a mitad de camino de regreso al despacho del director, se quitó el encantamiento; pero se aseguró primero que no hubiera nadie a los alrededores. Miró por las grandes ventanas de los pasillos hacia el patio de la escuela y por primera vez en su vida, deseaba ver y escuchar el escándalo que normalmente hacían los alumnos durante el día, en lugar de verlos desiertos y sombríos.
—¿Contraseña?
Volvió la mirada hacia adelante y se sorprendió de ver que ya estaba ante la gárgola que custodiaba la entrada al despacho del director.
—Sangre Limpia —dijo Severus, y la gárgola se movió
Odiaba mucho tener que usar esa contraseña, pero como la cambio teniendo a los hermanos Carrow detrás de él no tuvo opción más que escoger una que se relacionada con los ideales de Voldemort y sus mortífagos.
En cuanto la gárgola de piedra se movió, Severus alcanzó a escuchar ruidos provenientes de arriba. Eso le dio mala espina y subió rápidamente las escaleras, topándose a medio camino con...
—¡Weasley, Longbottom, Lovegood! Se puede saber ¿Qué estaban haciendo en mí...? —pero se cortó al darse cuenta de lo que Neville traía en sus manos y trató de esconderlo detrás de él sin éxito—. ¡Ustedes tres! ¿Qué hacen con la espada de Godric Gryffindor? ¡Eso pertenece a la escuela!
—¡Ya nada pertenece a Hogwarts desde que usted y los demás mortífagos profanaron la escuela! —gritó Neville desafiante
Por primera vez en su vida, Severus miró con asombro a Neville en lugar de odio y burla como siempre lo hizo durante sus clases. Era la primera vez que Neville le respondía con la misma osadía que siempre lo había hecho Potter.
«Tal parece que finalmente, Longbottom le hará honor a su casa»
—Eso no le corresponde, Longbottom. Entréguenme la espada y veré que no sean castigados duramente
—¡Sí, claro! Le vamos a creer que no nos lastimara ¡Si ya lo ha hecho antes y con Alex! —exclamó Ginny
Severus y Neville miraron a la pelirroja, el primero con asombro y el segundo confundido. Entonces, Severus entendió que tal vez Alex le contó a sus amigas acerca de su condición; pero ahora no tenía tiempo de pensar en eso.
—Está bien, ustedes tres lo quisieron ¡Accio espada! —bruscamente, la espada voló de las manos de Neville hasta las de Severus.
Con otro movimiento de varita, Severus hizo que los tres adolescentes regresarán a su despacho. Llegó hasta la puerta, pero no entró al despacho.
—Ustedes tres esperarán aquí hasta que regrese con Minerva y Filius. Y para asegurarme de que no intenten escapar —con otro Accio les quitó a los chicos sus varitas y las guardo en la bolsa interna de su levita y hechizo las ventanas para que no las pudiera abrir. Ya que tuvo bloqueado todas las vías de escape, cerró de un portazo a buscar a los Jefes de Gryffindor y Ravenclaw.
Buscó a Minerva y Filius en sus respectivos despachos, pero no los encontró. Los buscó también en sus aulas aún sabiendo que las clases ya habían terminado, de vez en cuando los jefes de casa se quedaban trabajando en las aulas, pero tampoco los encontró. Continúo buscándolos hasta que finalmente decidió echarle un vistazo en el Salón de Profesores; ya estaba a un metro de la puerta cuando le pareció escuchar voces saliendo de ahí.
«¿Junta de docentes? Pero no acorde ninguna...» Entonces una idea se le vino a la cabeza de lo que podrían estar hablando los demás profesores de Hogwarts.
Usó el encantamiento Desilusionador y se acercó con cautela a la puerta a escuchar la conversación.
—... apenas un mes de clases y ya más de la mitad de los padres quieren llevarse de inmediato a sus alumnos —escuchó la voz de McGonagall
—Es comprensible, Minerva —escuchó la voz de Flitwick—. Antes se podía considerar a Hogwarts seguro, aun con lo que sucedió con lo de la Cámara de los Secretos, pero entiende que las cosas han cambiando
—¿Como por ejemplo tener como nuevo director a la mano derecha de Quien-Tú-Sabes? Además de que lleva dando clases y viviendo en este castillo por dieciséis años ¡Y que asesinó al antiguo director, que además fue la única persona que de verdad se preocupo por él! —a cada palabra que dijo McGonagall, Severus sentía que le apuñalaban el pecho.
Sabía que todo lo que hizo estuvo mal, aun siendo bajo encargó del viejo Dumbledore, pero no podía decirle la verdad a nadie.
—Y no olvides que ahora los subdirectores también son partidarios de Quien-Ustedes-Saben —escuchó la voz de Sprout
—No era necesario que lo dijeras, Pomoda. Pero gracias por recordarnos —dijo McGonagall—. Lo que debemos hacer ahora es, no solamente intentar seguir con las clases y el ritmo normal de Hogwarts, sino de proteger a todos los estudiantes pase lo que pase.
—¿Y cómo lograremos eso, Minerva? —escuchó la voz de Hagrid—. Los Carrow son los encargados de llevar la "disciplina" en el castillo, que para empeorar las cosas, ¡hay alumnos de Slytherin que están encantados de usar los Maleficios Imperdonables en sus compañeros!
—¡Ya no me lo recuerdes Hagrid, por favor! —escuchó la voz de Slughorn—. Me duele de tan solo pensar que uno de mis mejores alumnos en sus tiempos en Hogwarts fuera el que más influenció a los chicos todo este tiempo, y por eso tienen esa gran fascinación por las Artes Oscuras
—Odio admitirlo, pero también la mala influencia de los padres ha hecho que los alumnos tengan esas absurdas ideas, no solo por las Artes Oscuras, sino lo de la pureza de sangre y otras tonterías más —dijo McGonagall—. Por ahora, hay que convencer a los alumnos que no hagan ninguna imprudencia, ya que pueden ser cruelmente castigados.
—¿Y cómo qué clase de imprudencias podrían cometer los alumnos? —preguntó Slughorn
—Como, por ejemplo, entrar al despacho del director y tratar de robar la espada de Gryffindor
Todos los docentes miraron hacia la puerta y vieron con horror que Severus estaba ahí de pie con una mano todavía en la perilla de la puerta.
—Se... Severus ¿Por qué dices...? —dijo McGonagall
—Acabo de encontrar al Señor Longbotton junto con las Señoritas Weasley y Lovegood tratando de llevarse la espada de mi despacho. Los he estado buscando a ti y a Filius acerca de la conducta de sus alumnos.
Tanto la Jefa de los Leones como el Jefe de las Águilas se pusieron pálidos. Los otros dos Jefes de Casa y demás docentes miraban intercaladamente a los tres docentes, hasta que finalmente McGonagall recuperó la compostura.
—¿Y dónde dejaste a nuestros alumnos, Severus?
—Encerrados en mi despacho. Incluso les quite las varitas para que no intenten escapar de su castigo —dijo Severus, sacando las varitas y mostrándoselas al cuerpo docente
El poco color que McGonagall logró recuperar, lo volvió a perder de golpe al ver las varitas. Severus sabía que Minerva y los demás se estaban conteniendo de decirle algo o de lanzarle un hechizo puesto que creían que si lo hacían, no solamente perderían su trabajo, sino que tal vez incluso pondrían en peligro sus vidas.
Severus sabía que era arriesgado y que tal vez se expondría un poco, pero les arrojó las varitas a los dos Jefes de Casa, quienes los atraparon al vuelo y lo miraron confundidos.
—Será mejor que vayamos a mi despacho y hablemos sobre esto antes de que sus alumnos intenten hacer otra locura —dijo Severus saliendo del Salón de Profesores, sintiendo todas la miradas sobre él.
McGonagall y Flitwick duraron un momento en seguirlo, pero al recordar que tres alumnos estaban a merced del "director" y Merlín sabía si lo que Snape dijo fuera cierto, finalmente lo siguieron hasta el despacho del director.
Todo el trayecto fue en silencio, o al menos no le dirigían la palabra a Severus. El nuevo director podía escuchar los susurros de sus colegas pero no dijo nada, ya era bastante difícil lidiar con su odio como para buscar otra excusa con la cual se enfadarán más con él.
Llegaron al despacho y Severus abrió la puerta. Vieron a Ginny y Luna paradas mirando por la ventana, mientras que Neville seguía justamente donde Severus lo vio parado en cuanto entraron: en medio del despacho con los brazos cruzados. El hombre entró, seguido por McGonagall y Flitwick; los tres alumnos se sorprendieron al ver que el "director" de verdad fue a buscar a los Jefes de sus Casa para discutir su castigo y no a los hermanos Carrow.
Lo más sorprendente de todo esto, es que el castigo al que acordaron los tres docentes —y más que nada idea de Severus— fue que Ginny, Neville y Luna fueran al Bosque Prohibido con Hagrid y que el guardabosque fuera el que decidiera que trabajó deberían hacer.
—Comenzarán su castigo hoy después de la cena y durará una semana. Además de que se le restarán quince puntos a cada uno ¿entendido? —sentenció Severus
—Sí, profesor —respondieron los tres chicos a la vez
—Bien, ya pueden irse, todos —indicó Severus, dando a entender que McGonagall y Flitwick se retirarán también.
Los tres alumnos y los dos profesores se despidieron con una seca cabezada y se retiraron del despacho. En cuanto se cerró la puerta, Severus dejó escapar un suspiro de frustración a la vez que se sentaba en el lugar del director y se pasaba las manos por la cabeza, alborotándose un poco el cabello.
—Se podría decir que este ha sido el día más pesado del curso, hasta ahora ¿no, Severus?
—Si sabes que tus comentarios no me ayudan mucho ¿cierto, Albus?
—También sabes que no puedo hacer mucho siendo un cuadro. Y hablando de cuadros...
—¡Phineas!
Se escuchó un pequeño alboroto proveniente de uno de los lienzos vacíos del despacho hasta que apareció su ocupante.
—¿Sí, señor Director?
—¿Tienes noticias sobre Potter y sus amigos?
—Aún no, señor
—Bien, mantente alerta. Estoy seguro de que de alguna manera, la noticia del incidente de hoy llegará a sus oídos y querrán corroborarlo, y pasa eso de seguro te llamarán.
—Está bien, señor —con una pequeña reverencia se despidió y se volvió a asomar a su otro lienzo.
Severus vio desaparecer al Profesor Black pensando en qué cosas podría el trío preguntarle en cuanto lo vean y si le harían algo para que no descubriera su paradero. Bajo la mirada a su escritorio y vio las cartas de varios padres de familia que exigían sacar a sus hijos del colegio.
—Sé que lo hacen por proteger a sus hijos —opinó Severus, levantando una carta al azar y mirándola—, pero gracias a las nuevas leyes, nadie puede sacar a sus hijos de Hogwarts.
—Son de esas cosas que nadie puede controlar, Severus. Por eso debes de hacer tu papel lo mejor que puedas.
—Ya sé, no necesitas recordármelo
Dejó la carta de nuevo sobre el escritorio y abrió un cajón, del cual sacó una fotografía de Alex.
—Sé ve reciente muchacho ¿Cómo...?
—Aunque no lo creas, se la saque hace dos días. Fue la única manera que se me ocurrió para poder sentir que la tengo cerca —Severus miró la foto con fijeza y entonces reparó que seguía teniendo el cabello negro azabache como el suyo y unos lentes de contacto azul marino—. Ya no se viste como hombre, pero sigue usando el cabello corto, el cabello pintado y los lentes de contacto
—¿Lentes de contacto? —preguntó Dumbledore con interés
—Olvídalo —respondió Severus, con una pequeña sonrisa en su rostro «Creo que es lo que voy a extrañar más de Dumbledore, su curiosidad por las cosas muggles. Se parece al patriarca Weasley» guardó la fotografía y fue hacia la ventana, mirando con tristeza la puesta de sol.
Severus deseaba con todo su corazón poder estar con Alex y su hijo, pero seguía pensando en las consecuencias que traería —si de manera milagrosa lograba hacer las paces con Alex— si los traía a vivir con él en el castillo.
—De verdad desearía poder tener una vida normal y no estar metido en estos problemas —dijo Severus para sí mismo, sin darse cuenta que Dumbledore lo escuchó y lo miraba con culpabilidad.
«De verdad lo siento mucho, hijo mío»
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DICIEMBRE
De verdad que no le importaría volver a ver todos los adornos que decoraban el castillo, los doce árboles de Navidad que Hagrid siempre llevaba para decorar, incluso soportaría los villancicos que Peeves se inventaba con letras groseras; soportaría cualquier cosa con tal de no ver a Hogwarts con ese ambiente fúnebre, que parecía que todos los días era un funeral.
Severus miraba desde la torre de Astronomía, a pesar del frío que hacía, a los alumnos irse en los carruajes de la escuela de camino a la estación en Hogsmeade para pasar las fiestas y tener al menos por unos días un verdadero ambiente de felicidad y calidez, que les permitiera olvidar todas esas horribles cosas que tenían que soportar día con día.
Durante el primer semestre del año, Severus tuvo que soportar varias cosas ocasionadas por los alumnos, más que nada del dichoso Ejército de Dumbledore que Potter y sus amigos fundaron hace dos años.
«La única cosa que hizo bien Potter, aunque creo que no fue su idea»
Los sucesos fueron que: Severus se enfrentaba a una rebelión oculta por parte de un núcleo de alumnos; prohibió a Ginny ir a Hogsmeade, y tuvo que instaurar el viejo decreto de Umbridge que prohibía las reuniones de más de tres alumnos y cualquier tipo de asociación extraoficial. Por todas esas cosas, dedujo que Weasley, y seguramente también Longbottom y Lovegood, habían hecho todo lo posible para mantener unido el Ejército de Dumbledore.
Se pellizcó el puente de la nariz tratando de calmarse ante todo lo ocurrido ese semestre y decidió regresar a su despacho y comenzar con el plan que estuvo pensando desde inicio de Noviembre: Aunque le parecía una locura —y muy peligroso— iría a ver a Alex y a su hijo al apartamento para Navidad. Gracias a que todas los días seguía a su pequeña y a la loba, sabía exactamente a qué hora salía a trabajar a la librería (se alegraba mucho al saber que a la latina no se le ocurrió buscar un trabajo pesado y arriesgado, y que todavía conservaba a pesar de su estado), regresaba al apartamento y que días trabajaba como niñera ahí mismo. Las horas de salida y entrada de Xóchitl también las conocía porque quería hablar con Alex sin las interrupciones de su "mascota".
Llegó al despacho y fue directamente a su habitación a cambiarse por ropa muggle y a buscar lo que necesitaba y los guardó en el bolsillo de su pantalón. Regresó al despacho y se acercó a la chimenea, de la cual tomó un frasco con Polvos Flu.
—¿Estás seguro que tu plan funcionará, Severus?
—No, pero no puedo seguir aplazando esto por mucho más tiempo. Tengo que hablar con Alex y arreglar las cosas.
—En ese caso, buena suerte muchacho
Severus le sonrió y arrojó algunos Polvos Flu y entró a la chimenea. Llegó a su Casa de la Hiladera y de ahí se Apareció a una cuadra de donde trabajaba Alex. Sintió su corazón latir con fuerza al ver a la chica salir de la librería; su vientre estaba más abultado y podía calcular que si pequeña ya llevaba seis meses de embarazo.
—Hasta luego ¡Felices Fiestas! —se despidió la chica, abriendo la puerta ya para salir
—¡Felices Fiestas, Alex! —se escuchó la voz de una mujer viniendo de la tienda
Alex salió y se cubrió lo mejor que pudo de camino a su casa. Severus comenzó a seguirla con discreción.
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Se podría decir que Xóchitl y ella vivían tranquilamente, aunque era muy notorio todo lo que sucedía en el Mundo Mágico gracias a la Guerra; sin embargo, ellas ya no estaban incomunicadas del mundo ya que un día Xóchitl descubrió por casualidad una estación de radio mágica llamada "Pottervigilancia" la cual se encontraba con una contraseña ligada a alguien de la Orden del Fénix y con unos golpecitos de la varita a la radio. Les alegraba mucho escuchar a sus amigos y conocidos, a pesar de que usaban otro nombre —a veces algunos bastantes obvios, ya que se parecían un poco al original o hacían referencia a ese— podían reconocer sin problema sus voces. Todavía seguía siendo un misterio el paradero de los chicos, pero todos estaban seguros que lo que sea que estuvieran haciendo, les ayudaría a acabar con Voldemort.
Era Nochebuena y en la librería había calma y calidez. Alex acomodaba algunos libros, aunque a veces se distraía hojeándolos y leyéndolos un poco, la mayoría de las novelas eran fantasía.
—Creo que nunca había visto a alguien tan joven interesada en la lectura —dijo una voz detrás de la chica, pero no se asustó
—Digamos que en la escuela donde solía estudiar era más como de la Edad Media que de la actualidad, y por eso me gusta leer. Por eso vine a pedirte trabajo, Amanda
—Estoy segura que en esa escuela tuya te habrían permitido seguir estudiando. Aunque claro que los alumnos no te quitarían la mirada de encima —respondió Amanda, la dueña del local
—Sí, lo sé —Alex dejó el libro donde estaba y miró a su jefa
Amanda era una joven diez años mayor que ella, de cabello castaño y ojos ámbar. Le tendió a la latina una taza de chocolate caliente, la cual acepto con gusto. Tomó un pequeño sorbo de la bebida pero en seguida se llevó una mano a la boca.
—Se ve que eres alguien que no tolera lo caliente —dijo Amanda, riéndose un poco
—No te burles —dijo Alex con la lengua de fuera
Siguieron platicando y atendiendo la tienda hasta que la hora de trabajo de Alex término.
—Hasta luego ¡Felices Fiestas! —se despidió la chica, abriendo la puerta ya para salir
—¡Felices Fiestas, Alex! —se despidió Amanda, aun dentro de la tienda
Antes de ir por las compras para la cena de Navidad, Alex fue a dar una vuelta al parque como siempre lo hacía para relajarse un poco. Aun siendo que la chica era algo friolenta, le encantaba pasear por el parque; pero su tranquilidad duró poco, sintió que alguien la seguía. Miró discretamente sobre su hombro pero no vio a nadie.
«Es imposible que alguien sepa que estoy aquí» miró a todos lados pero no vio nada sospechoso.
Siguió caminando por el parque hasta llegar a un bosquecillo y volvió a sentir la mirada sobre ella. Con discreción llevó su mano hacia su varita y la sujetó con firmeza y se adentró al bosquecillo. Cuando estuvo en lo más profundo para evitar miradas indiscretas, finalmente sacó su varita y apuntó hacia todos lados.
—¡Quien quiera que seas, sal ahora mismo!
Se escucharon pisadas detrás de ella y volteo rápidamente. Sintió que su corazón daba una violenta voltereta al ver a la persona que salía de entre las sombras.
—Hola, pequeña
—No puede ser.... «Severus»
El negro y el azul (por los lentes de contacto) se encontraron, Severus la miraba fijamente de pies a cabeza deteniéndose en el vientre de la chica. Alex se dio cuenta de eso y por instinto llevó su mano libre a su vientre en un claro gesto de protección.
Severus levantó la mirada encontrándose de nuevo con el azul, extrañaba ver el castaño detrás de sus lentes. Comenzó a caminar hacia la chica y Alex levantó más su varita.
—¡No te acerques!
Severus no se detuvo sino hasta estar a un metro de ella. Alex no se movió de su lugar, no quería demostrarle al adulto que tenía miedo de su presencia y que le fuera hacer algo a los dos.
—¿Por qué? ¿Por qué no me dijiste que estas esperando un hijo mío, de los dos? —preguntó Severus, claramente dolido ante la actitud de la chica
Alex dio un paso atrás y Severus un paso adelante. Así estuvieron hasta que la espalda de la chica chocó con un árbol; Severus la miraba con seriedad, pero para sorpresa de la chica no era con frialdad, ni maldad simplemente la miraba.
—¿Y todavía tienes el descaro de preguntar? ¡Después de lo que hiciste no iba a permitir que te acercaras a mí y mucho menos a mi hijo! Ya me lastimaste bastante como para permitir que lo hagas ahora con una criatura inocente... —sin darse cuenta, las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas
Severus sintió que su corazón se partía al ver a Alex llorar; sabía que cometió muchos errores, pero por eso se encontraba en ese lugar junto con ella; para tratar de reparar su error. Alex se limpió bruscamente las lágrimas, pero enseguida sintió unos fuertes y cálidos brazos que la rodearon y la atrajeron hacia un pecho cálido y fuerte.
—Suéltame —pidió la chica llevando sus manos al pecho de Severus para tratar de alejarlo.
—No
—Suéltame —dijo la chica con más firmeza
—No hasta que hablemos
—¿Hablar sobre qué? ¿Sobre cómo rompiste mi corazón y traicionaste mi confianza?
—Por eso vine, quiero aclarar las cosas entre nosotros. Aunque más bien, quiero mostrarte lo que pasó
—¿Eh?
Severus se alejó un poco de ella, pero no la soltó. Tomó la muñeca de la chica donde tenía la varita, haciendo que apuntará a su frente.
—Quiero que uses Legeremancia para que veas la verdad. Tranquila, no usaré Oclumancia, te dejaré ver todo y cuando termines hablaremos con más calma.
La chica dudo por unos segundos, pensaba que tal vez era otra trampa del pocionista, pero una voz que provenía de lo más hondo de su corazón le decía que confiará en él. Tomando con firmeza su varita, pronunció el hechizo.
—¡Legeremens!
Miró en todos los recuerdos de Severus, incluso él le mostraba algunos que fueron de vital importancia, y todos eran conversaciones con Dumbledore en las cuales siempre planeaban algo y fue justamente todo lo que hizo el pocionista. Cuando los recuerdos terminaron, Alex salió de la mente de Severus y ante la sorpresa respiraba agitadamente y se le resbaló la varita de entre los dedos. Miró fijamente a Severus a los ojos, el hombre le devolvió la miraba pero no decía nada, ni siquiera se movía.
—¿Alex?
Como única respuesta de la chica, la latina lo abrazó por la cintura ocultando su rostro en el pecho del mayor y comenzó a llorar. A Severus le sorprendió esa reacción de la chica y lo único que atinó a hacer fue corresponderle el abrazo.
—Alex...
—¡Lo siento, Severus! ¡Perdóname por haber dudado de ti!
El hombre se quedó de piedra al escuchar las disculpas de la chica. Con delicadeza la apartó un poco de él y con una mano la tomó de la barbilla para que levantara la mirada y la beso tiernamente. Alex tardó unos segundos en reaccionar hasta que comenzó a corresponder el beso; subió sus manos hasta el cuello de Severus y él acaricia con delicadeza su cintura. Estuvieron besándose por un largo rato, separándose un poco a causa de la falta de aire y volvían a unir sus labios.
Severus rompió el beso y unió su frente con la de Alex. Los dos se miraron a los ojos con intensidad, sus labios rojos e hinchados a causa del beso y un notorio rubor cubría sus mejillas.
—Y pensar que justamente hace dos años nos declaramos —recordó Severus
—Dos años como pareja —murmuró Alex. Severus la soltó por completo y la chica lo miro confundida—. ¿Severus?
El hombre simplemente llevó una mano al bolsillo de su pantalón y de él sacó una cajita de terciopelo rojo.
—Ábrelo, por favor —pidió Severus
Alex lo tomó y lo abrió. Había un anillo plateado con grabaciones de estrella y una media luna la cual tenía un hueco en donde estaba enmarcada la media luna.
—Severus, ¿Qué es...?
No pudo terminar porque el hombre tomó el anillo y su mano izquierda con delicadeza.
—Esperaba pedírtelo cuando te graduarás, pero dadas las circunstancias —le colocó con delicadeza el anillo en el dedo anular izquierdo. Alex se sonrojo más de lo que ya estaba y miró a Severus a los ojos ¿Acaso Severus acababa de...?—. Sabes que no soy bueno con las palabras, pero supongo que entiendes lo que quiero decir —admitió el hombre, con un ligero rubor.
Alex sonrió y lo abrazó del cuello.
—¡Claro que sí, Severus!
El hombre la abrazó de la cintura con delicadeza para no lastimar a su hijo, y hablando de su hijo... Llevó una mano al vientre de la chica y lo acarició con delicadeza; ahí estaba creciendo la prueba de su amor, su fruto y ahora que los dos volvían a estar juntos, ya nunca más se volverían a separar.
—Alex —la chica levantó la mirada y vio que Severus se llevaba la mano al cuello. Extrajo una cadena de la cual colgaba un anillo igual plateado pero con la diferencia de que este tenía un sol amarillo y una pequeña gema amarilla totalmente circular sobresalía—, este anillo hace juego con el tuyo, a pesar de no podremos estar juntos todo el tiempo, estos anillos son prueba de nuestro amor y que estaremos juntos para siempre.
La latina dejó escapar algunas lágrimas y volvió a recargar su cabeza sobre el pecho de su hombre. Extrañaba decir que Severus era suyo y de nadie más, y con esos anillos lo dejaba más en claro que nunca, a la vez que su mayor temor desaparecía el cual era que su hijo no tuviera un padre y daba inicio a su mayor sueño: formar una familia.
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