XXII. Identidad.
Me despedí de Vladimir asegurándole que acudiría a nuestra cita con Ethan Cavill y salí del edificio con la sensación de seguir entumecida. No terminaba de creerme el contenido del testamento de André y del hecho que el vampiro se lo hubiera entregado a Vladimir, como si realmente creyera que estaba en peligro. Que no iba a seguir con vida mucho más.
Me devané los sesos buscando una explicación que pudiera ayudarme a comprender si André ya había sabido desde un principio que su vida tenía una fecha de caducidad. Luka parecía igual de impresionado que yo respecto al contenido del testamento; había conseguido una buena suma de dinero, además de varias propiedades dispersas por todo el mundo. Cuando me había despertado de la hibernación no tenía nada, pero ahora… ahora tenía todo lo que buscaba.
Quizá André lo había hecho con intención de recompensarme por todo el daño que me había causado. Quizá era su forma de pedirme perdón, de demostrarme que en ese oscuro corazón que tenía había una pizca diminuta de humanidad, algo que era capaz de amar sin producir tanto sufrimiento y dolor como la mayoría de sus actos.
No tenía de lo que iba a suceder. De lo que se avecinaba. Pero tenía que pensar en cómo iba a afrontar la reunión de aquella misma tarde; iba a estar cara a cara con un dhampiro que, a todas luces, parecía más una amenaza que un potencial aliado. Corría un gran riesgo, pero tenía la imperiosa necesidad de encontrar a la Condesa y hacerle pagar todo lo que me había arrebatado.
Me subí al coche con una fuerte opresión en el pecho. Aún no sabía qué opinaba Luka de todo aquello, pero recordaba la fiereza y la seguridad que había en su voz cuando le había respondido a Vladimir.
-¿Estás seguro de tu decisión? –me cercioré nada más cerrar la puerta del coche y girarme para ver a Luka haciendo lo mismo.
Lo último que quería era ponerlo a él también en peligro. Si llegara a sucederle algo… no podría sobrevivir con la culpa; me había equivocado con André en algunos aspectos, sí, pero no estaba arrepentida de mi decisión. Sentía unos ligeros remordimientos, pero éstos no podrían compararse con los que sentiría si a Luka llegara a pasarle algo por no haberlo frenado a tiempo.
La mirada que me dirigió el vampiro fue abrasadora. No había dudas en sus ojos verdes, solamente certeza. Una certeza abrumadora.
-He sido entrenado toda mi vida para esto –sentenció-. Debo hacerlo, por ti y por mí.
Me masajeé las sienes con insistencia, notando cómo el cuerpo comenzaba a pesarme, presa de un fuerte cansancio. No quería volver a la mansión y encontrarme con Delphina y Jezebel; la hermana de André había sido la que peor se había tomado todo aquel asunto y, por lo que parecía, su amistad conmigo había terminado. Al menos para ella.
Era posible que fuera la nueva dueña de todo lo que tenía André, pero no iba a permitir que Jezebel y Delphina tuvieran que abandonar la mansión porque creyeran que, tras haber conseguido todo aquello, pensaba deshacerme de ellas porque no tenían utilidad alguna ahora que André había muerto.
Los problemas se duplicaban y, por primera vez en todo ese tiempo, deseé que André siguiera allí para encargarse de ellos. Mi intención no era justificarlo, pero debía reconocer que André, por lo que había averiguado, era un buen líder.
-Estás muy pensativa –comentó Luka, devolviéndome al presente.
Me sonrojé ligeramente y recordé que aún tenía un asunto pendiente con Luka.
-Estaba pensando en Michael –empecé y Luka frunció los labios con fuerza, lo que quería decir que iba por el buen camino-. Ayer me dio una joya que pertenecía a mi madre, estoy segura… ¿Sabes tú algo al respecto? Su rostro no me resulta conocido pero apenas recuerdo a todas las personas que vivían en el castillo…
El vampiro se apretó el puente de la nariz, sin desviar la mirada de la carretera mientras conducía.
-No sé si debería ser yo el que te lo dijera –dudó.
Me giré un poco en mi asiento para poder mirarlo de frente.
-Creía que no había secretos entre nosotros –le recordé con un tono cargado de decepción. Al menos, no por mi parte no los había; me había sincerado con Luka y le había confirmado lo que había escuchado a escondidas. ¿Por qué él no quería hacer lo mismo conmigo?
Luka entrecerró los ojos.
-Habla con Michael –me pidió-. Él te lo dirá todo.
Su continua negativa hizo que me enfureciera.
-¿Y qué hay de ti? –grité-. ¿No confías en mí lo suficiente para poder decírmelo?
Cuando Luka ladeó su cabeza para enfrentarse a mí, sus ojos estaban cargados de sufrimiento.
-No confío en que quieras seguir conmigo después de esto –su respuesta me dejó perpleja. ¿Tan grave era la situación?
Desvié la mirada y me crucé de brazos, incapaz de añadir algo más. Luka agradeció aquel silencio y siguió conduciendo hacia la mansión, que ya podía distinguirse al fondo de la carretera; nada más dejar el coche en la entrada, me apeé de él sin decir nada y entré a toda prisa al edificio.
El servicio parecía haberse recuperado de la pena de haber perdido a su patrón y habían vuelto a sus tareas de manera rápida y eficaz; pregunté por Delphina y una doncella me guió hacia el interior del laberinto. La carne se me puso de gallina al adentrarme en aquella trampa vegetal y ver la figura inconfundible de la vampira en la fuente donde me había llevado André en una ocasión. ¿Habría elegido Delphina ese preciso lugar para estar sola o…? Negué varias veces con la cabeza mientras recorría la poca distancia que me separaba de la vampira y me quedaba frente a ella, aguardando a que ella alzara la mirada.
-Si has venido a regodearte de todo lo que has conseguido ya puedes irte por donde has venido –me advirtió Delphina, sin tan siquiera mirarme.
Sonaba dolida y decepcionada. La vampira creía fervientemente que yo había convencido a su hermano para que hiciera todo aquello y no podía entender cómo había llegado a esa conclusión cuando me conocía. Jamás le había pedido nada a André y solamente había aceptado sus obsequios porque él mismo me lo había ordenado; por Dios, si ni siquiera había vuelto a usar su ostentosa gargantilla. La decepción que sentía Delphina era incapaz de entenderla. Había creído que éramos amigas… que su preocupación había sido real. ¿Acaso André le había pedido a su hermana menor que fingiera todo aquello para tenerme más controlada? ¿Habría sido todo aquello otro juego por parte de André?
Cogí aire y entrelacé las manos sobre mi vestido.
-Estoy aquí porque creo que tienes una impresión equivocada de mí –dije, tras un breve instante en silencio.
La vampira alzó la cabeza y se humedeció los labios para, después, componer una sonrisa bastante cruel. En aquella ocasión tuve la sensación de encontrarme delante de André. Pero no me amedrentó, pues ya le había hecho frente a su hermano en anteriores ocasiones.
-¿De verdad? –inquirió con escepticismo-. André nunca fue tan estúpido para dejártelo a ti todo, querida. Aunque surgiera ese amor tan pasional del que André siempre hablaba, no creo que fuera tan estúpido para arriesgarse a dejártelo todo a ti. ¿Lo conseguiste haciéndole algún favor como chupársela a todas horas? –su odio y términos tan vulgares hicieron que me sintiera asqueada de ella-. Fue por el maldito embarazo, ¿verdad? Así lograste embaucarlo para que pusiera todo a tu nombre y…
-¡¡Yo no hice nada de eso!! –chillé, cansada de oír la mala opinión que tenía de mí-. Ni siquiera tengo idea de por qué lo hizo…
La risa burlona de Delphina me cortó de golpe.
-¿Esperas que me crea que eres inocente, princesa? –me espetó-. Cuando despertaste de la hibernación no tenías nada… Todo se perdió cuando aquellos dhampiros arrasaron tu castillo y asesinaron a toda tu familia; estaba claro que necesitabas encontrar a alguien que pudiera proporcionarte dinero y hombres. ¡Y mi hermano fue tu mejor opción!
Mi mano salió disparada hacia su mejilla de manera automática. Me sentía indignada por el mal concepto que tenía Delphina de mí y sus falsas acusaciones me dolían; era cierto que mi matrimonio había tenido un trasfondo de intercambio de prestaciones, pero aquello había sido idea de André. Había sido su hermano quien había maquinado todo aquello, quien me había obligado a hacer cosas que me hacían sentir avergonzada y sucia conmigo misma.
Delphina estaba demasiado ciega por la cara buena de su hermano que no era capaz de ver la maldad que escondía André en lo más profundo de su ser. Era posible que sintiera algo por mí, pero sus ansias de poder lo eclipsaban: no le importaba lo suficiente, mi trono sí.
-¡Maldita zorra! –escupió la vampira, llevándose una mano a la mejilla-. Apártate de mí.
Apreté las manos contra mis costados, temblando de ira.
-Te quiero fuera de la mansión –le ordené y, asustada, noté el cosquilleo de la persuasión-. No vuelvas acercarte aquí, ¿me has entendido?
Delphina me miró con odio y se marchó de allí con la cabeza bien alta, como si mis palabras no hubieran tenido el más mínimo efecto en ella. Me derrumbé sobre la fuente y me eché a llorar; había perdido a Delphina y había conseguido que me odiara por algo que no era verdad. Me pregunté por milésima vez cuántos amigos más iba a perder y si me quedaría sola. Dejé que todo el dolor y toda la frustración que sentía en aquellos momentos aflorara y corriera por mis mejillas, había creído fielmente que las personas que había escogido a mi lado eran las correctas pero, con el paso del tiempo, las máscaras habían ido cayendo y se habían mostrado las verdaderas identidades de cada uno: el hermético secretismo de Luka respecto a Michael; el hecho de que Anya fuera una dhampira; el odio que sentía Delphina hacia mí…
No entendía nada y cada vez me encontraba más perdida. La añoranza por mi familia regresó en aquel momento, golpeándome con fuerza y dándole más fuerza a mi llanto; los había perdido y, ahora, creía que todo lo que me estaba sucediendo era la penitencia que debía pagar por estar viva.
Tendría que haber muerto aquella noche, junto al resto de mi familia.
Alguien me abrazó y mi llanto se cortó de golpe, avergonzada por haber permitido que cualquiera pudiera verme en ese estado tan vulnerable. Alcé con timidez la cabeza para toparme con la mirada preocupada de Michael; sus ojos castaños estaban cargados de ternura. Una ternura que no lograba entender.
Su pulgar recorrió mi mejilla, secando las lágrimas, y su rostro se inclinó hacia el mío, dejándome completamente paralizada. Una vocecilla en mi cabeza me exigía que apartara la cara y me separara porque aquello que iba a suceder estaba mal. Muy mal.
Cuando apenas quedaban unos centímetros entre nuestros labios logré musitar:
-¿Por qué tenías el guardapelo de mi madre?
Michael atrapó mi muñeca y me hizo ponerme en pie de un tirón. Su rostro se había vuelto serio y parecía estar pensando en algo; de un nuevo tirón me obligó a que lo siguiera a través del laberinto hasta salir de él. Entramos de nuevo en la mansión y Michael me guió hacia la planta de arriba, hacia su dormitorio; me empujó a su interior y cerró la puerta con llave tras él.
Se pasó varias veces las manos por el pelo, alborotándoselo, y sus ojos se habían oscurecido de una forma que me recordaba escalofriantemente a André. Retrocedí hasta caer de espaldas sobre la cama y me apoyé sobre los codos, incapaz de poder moverme de nuevo. ¿Quién era realmente? ¿Qué quería de mí? Miles de preguntas se agolpaban en mi cabeza, provocándome un sordo dolor en las sienes.
-Debo reconocer que me duele en lo más profundo que no seas capaz de reconocerme, Zsóka –murmuró el vampiro y yo me eché a temblar de manera inconsciente-. Pero es normal: ha pasado mucho tiempo y yo he tenido que hacerme un par de “retoques” para que no pudiera hacerlo nadie. Pero siempre guardé la esperanza de que tú lo hicieras…
No entendía nada. No conocía a ese vampiro hasta que el propio Luka me lo había presentado en el funeral de André; la cabeza comenzaba a dolerme con más fuerza, al igual que la muñeca por la que me había cogido Michael para guiarme hasta allí… Para mantenerme encerrada, me corregí a mí misma.
-No… no sé quién eres –gemí, con los ojos llenos de lágrimas-. Ni siquiera sé qué quieres…
Se abalanzó sobre mí antes de que tuviera tiempo de reaccionar y su cuerpo aplastó al mío contra el colchón; intenté zafarme de él, revolviéndome todo lo que podía, pero nada parecía surtir efecto. De nuevo tuve aquella asfixiante sensación de estar ahogándome, superada por los recuerdos superpuestos de André y los dhampiros; no me sentía cómoda en aquella situación porque me recordaba dolorosamente a todo lo que me había visto expuesta.
Le estampé mis manos con fuerza en el pecho, tratando de moverlo, pero el cuerpo de Michael se mantuvo firmemente sobre el mío, dejándome cada vez sin más espacio. Y aquello me estaba poniendo demasiado nerviosa, incapaz de poder pensar con claridad y de actuar contra él.
-Vamos, vamos –canturreó Michael, quitándome de nuevo las lágrimas que habían empezado a correr por mis mejillas-. Soy yo, Zsóka. Soy yo, hermanita…
La forma como lo dijo y el tono que usó hizo que me quedara inmóvil, tratando de procesar todo aquello. Michael no podía ser Miklós porque Luka me había asegurado que, por mucho que lo hubieron buscado, no habían encontrado rastro alguno de él, creyendo que había muerto a manos de los dhampiros mientras viajaba lejos de Rumanía.
Aquel vampiro no podía ser mi hermano.
Miklós estaba muerto.
Sin embargo, y a pesar de lo mucho que le había echado de menos, la manera en la que me tocaba me provocaba unos desagradables escalofríos. Aquel vampiro que estaba aprisionándome no se parecía en absoluto a mi hermano; Miklós siempre había cuidado de mí… Jamás me hubiera forzado a hacer algo de eso.
-Tú… Tú… -tartamudeé, incapaz de saber cómo terminar.
-Estoy vivo –me susurró al oído Miklós-. ¿No es una buena noticia? Ya no estarás sola, Zsóka, me tienes a mí. Para siempre.
Me deslicé sobre la cama, saliendo de debajo del cuerpo de Miklós y me arrastré a toda prisa hacia el borde de la cama; nada más tocar mis pies el suelo, salí a la velocidad de la luz hacia la puerta y empecé a sacudirla, tratando de abrirla. Estaba temblando como una hoja, incapaz de poder correr la cerradura; a mis espaldas, escuché la risa histérica de Miklós y sus pasos acercándose hacia mí, sin prisa.
Di un puñetazo a la puerta con rabia y grité con toda la fuerza de mis pulmones cuando Miklós me hizo dar la vuelta.
Siempre me había imaginado reencontrarme con mi hermano, pero no de aquella manera tan violenta. Casi no reconocía a Miklós y no entendía por qué estaba haciendo todo aquello. Quizá… quizá…
Me rebatí entre sus brazos, sollozando.
-¡Quédate con el trono! –chillé, tratando de liberarme-. ¡Quédatelo, no lo quiero! Solamente me ha traído problemas, ¡y ni siquiera estoy preparada para poder con todo lo que conlleva!
Miklós se echó a reír con maldad, disfrutando de mis lágrimas y desconcierto por no saber qué había hecho. No entendía por qué estaba haciendo todo aquello si le estaba devolviendo lo que era suyo por nacimiento sin oponer resistencia alguna; era incapaz de ver a mi hermano mayor en aquel vampiro que me sujetaba con fuerza por los brazos hasta hacerme daño.
-No es eso lo único que quiero, hermanita –se mofó, arrastrándome de nuevo hacia la cama y lanzándome a ella con brusquedad-. He venido a recuperar mi trono, sí, pero necesito una reina. Y tú, querida, eres la solución: somos los últimos Dracul y, por ello, debemos evitar que nuestro linaje se extinga.
Retrocedí en la cama hasta toparme con el cabecero. Todo el cuerpo me temblaba como si se hubiera convertido en gelatina y los sollozos se habían intensificado; sentía un fuerte dolor en el pecho por encontrar a mi hermano y descubrir que no quedaba nada del Miklós que conocía: al igual que André, mi hermano había sucumbido a la oscuridad y lo había vuelto loco.
Estaba enfermo.
-¡No, no, no! –gemí-. ¡Tú no eres así, Miklós! Recuerda cuando éramos niños… tú siempre cuidabas de mí… No puedes estar hablando en serio, tú…
Ahogué un nuevo gemido, esta vez de dolor, cuando me golpeé contra el cabecero porque Miklós me había agarrado por la garganta; sus ojos, que ahora me desvelaban su locura, estaban cada vez más oscuros y su sonrisa demente me demostró que estaba hablando en serio.
Me eché a llorar otra vez. Era como si hubiera retrocedido en el tiempo y tuviera a André frente a mí, haciendo conmigo lo que quería; estaba indefensa y no había forma posible de resistirme a él.
Al igual que en aquella ocasión, estaba sola.
-¿No lo entiendes aún, Zsóka? –me preguntó Miklós, acariciándome-. Nunca te he visto como mi hermana… Siempre has sido algo más para mí, pero tú nunca te diste cuenta de ello; me sonreías con cariño, un cariño que no era suficiente para lo que yo quería… Hermanita, yo quería estar contigo; quería que ambos gobernáramos a todos los vampiros. Quería convertirte en mi esposa y mujer, pero las circunstancias nos separaron y, cuando logré dar contigo, supe que te habías casado con ese estúpido Daskalov.
-¡Tú no eres mejor que él, Miklós! –conseguí gruñir mientras me quedaba sin aire-. Odiaba a André… ¡al igual que ahora te odio a ti! Estás enfermo… ¿Qué dirían papá, mamá, Irina, Orsolya y Nicolae?
Un calor repentino me cubrió la mejilla cuando la mano de mi hermano impactó sobre ella. Siseé de dolor y noté el sabor de la sangre en la lengua; mi osadía había hecho que mi hermano perdiera los estribos y decidiera recurrir a la violencia para que obedeciera. Al igual que había hecho André.
-No me importa si me odias –me aseguró Miklós en un tono frío-. Lo importante es que tendré ambas cosas, hermanita: a ti y el trono.
Le clavé las uñas en la muñeca y el vampiro soltó una exclamación de sorpresa, liberando mi cuello y dándome la oportunidad de devolverle la bofetada y salir corriendo de nuevo, esta vez hacia la ventana; algo se enroscó en mis tobillos y caí pesadamente sobre el suelo, golpeándome con fuerza en la cabeza. Todo se tornó negro por unos segundos antes de que el cuerpo de Miklós cayera de nuevo sobre mí y sus manos comenzaran a removerse por mi ropa, intentando desnudarme.
Apreté los dientes con fuerza, creyendo que todo aquello era una pesadilla. Una pesadilla que había decidido combinar todos mis miedos y que me recordaba una y otra vez cómo me había sentido en aquellas ocasiones. Sentí impotencia y asco; quise matar a mi propio hermano y quise suplicarle que parara.
Pero no podía moverme.
Entonces los labios de Miklós impactaron contra los míos con fuerza y hambre. Sus manos seguían moviéndose por debajo de mi ropa, buscando los botones para desprenderse de las prendas; su beso era demasiado profundo y a mí me dieron arcadas solamente de pensar en lo que iba a suceder a continuación.
Volví a echarme a llorar, incapaz de hacer otra cosa.
-Miklós, por favor –sollocé, tratando de apelar a su honor. O a cualquier tipo de sentimiento positivo que tuviera hacia mí y que le hiciera parar-. Por favor…
Toda mi valentía se había esfumado al comprender que mi propio hermano iba a ser capaz de llegar tan lejos por su enfermiza obsesión; siempre había creído que era la favorita de Miklós, que por nuestra edad tan cercana nos habíamos vuelto inseparables… Jamás hubiera llegado a creer que todo aquello tenía un trasfondo tan cruel y enfermizo.
Ni siquiera conseguí que Miklós parara, sino que conseguí que le diera más brío a sus movimientos, animado por mis continuas súplicas y lloros.
La ventana de la habitación estalló en mil pedazos y una sombra saltó al interior de la sala, abalanzándose directamente sobre mi hermano; Miklós perdió el equilibrio, cayendo de espaldas y permitiéndome ponerme en pie para alejarme todo lo posible de aquella escena tan dantesca. Luka y Miklós rodaban por el suelo de la habitación, con los colmillos desenfundados y dispuestos a hundirse en la piel de alguno de ellos; retrocedí hacia una esquina de la habitación y me encogí sobre mí misma. Me tapé los oídos y cerré los ojos, como siempre hacía cuando había una tormenta y Mihaela estaba con mis hermanos menores.
No sé cuánto tiempo trascurrió hasta que noté que alguien se acercaba a mí. Entreabrí los ojos lo suficiente para ver dos relucientes zapatos negros a una pequeña distancia de mí y, sin poderlo evitar, me eché a temblar; pude ver que era Luka cuando él se inclinó hacia mí, con los ojos cargados lleno de remordimientos y dolor.
Me encogí más sobre mí misma cuando alzó la mano para acariciarme.
-Ya ha terminado todo –trató de tranquilizarme, pero aquello no ayudó.
-Era… era… era… era mi hermano –tartamudeé, aún incapaz de creérmelo-. Mi propio hermano quería… -se me rompió la voz y me eché a llorar otra vez.
Luka me acarició el cabello con cuidado y me abrazó, dándome cobijo en su pecho. Enterré mi rostro en él y seguí llorando por todo lo que había sucedido y lo que pudiera haber sucedido si Luka no hubiera decidido interrumpir para frenar a Miklós. Me resultaba retorcido que mi propio hermano me viera de aquella forma y que hubiera intentado forzarme.
No entendía qué era lo que le había cambiado a Miklós, pero aquella persona que me había pegado, humillado y tratado de forzar no era mi hermano. No podía serlo, simplemente.
-Voy a llevarte a tu habitación –me susurró Luka con suavidad-. Vamos a darte un baño y a olvidar todo esto. Él ya no te va a molestar más, Zsóka, te lo prometo.
Enrosqué mis manos alrededor de su cuello y solté un quejido cuando Luka me alzó en volandas. Miré por encima de su hombro mientras avanzábamos hacia la salida y pude ser testigo de la brutalidad que ambos habían demostrado: la habitación estaba destrozada y al cabecero le faltaba una parte que estaba incrustada en el pecho del cuerpo inerte de Miklós. Me eché a temblar al verlo y creer que, en cualquier momento, abriría los ojos y se lanzaría de nuevo a por mí; agarré con más fuerza a Luka y el vampiro manipuló la cerradura de la habitación hasta conseguir que se abriera; había gente en el pasillo, observándonos con los ojos abiertos por el horror. Luka pasó de largo y se dirigió directo a mi habitación; me llevó hasta el baño y me dejó en el suelo, sujetándome por la cintura para evitar que me cayera.
Frente al espejo pude comprobar mi deplorable estado: tenía el pelo enmarañado y la ropa destrozada, con algún rastro de sangre seca de mi herida en el labio. Por suerte el bofetón que me había propinado Miklós no me había dejado marca alguna, pero notaba un desagradable cosquilleo por todas las partes en las que mi hermano me había tocado. Aquello era mil veces peor que lo que había sucedido con André.
Me desmoroné sobre el suelo del baño y las lágrimas comenzaron a caer de nuevo. Luka se arrodilló a mi lado y sostuvo mi rostro entre sus manos, observándome con lástima. ¿Qué debía pensar de mí ahora?
Sorbí por la nariz de manera ruidosa.
-No… no logro entenderlo –musité, dolida tanto física como mentalmente-. ¿Tú… tú sabías que… quería hacerme…?
El rostro de Luka se contrajo en una mueca de dolor. ¿Sería ese su secreto? ¿Habría estado colaborando con Miklós para que éste lograra lo que se había propuesto? De repente quise alejarme todo lo posible de él.
-Jamás creí que tu hermano fuera capaz de cometer un acto tan atroz –respondió con aplomo y, de algún modo, supe que decía la verdad. O eso quise creer. Tenía que aferrarme a algo-. Perdóname por no habértelo dicho antes, Zsóka. Miklós me suplicó que no te dijera nada hasta que él estuviera preparado. Nunca pensé que él… -su voz se apagó, incapaz de continuar.
Conseguí arrastrarme como bien pude hacia el interior de la bañera y abrí los grifos al máximo, quedándome en una esquina, dejando que toda el agua cayera sobre mí. Quería arrancarme la piel a tiras y eliminar cualquier tipo de sustancia que pudiera haber quedado sobre ella de mi hermano; necesitaba reponerme y salir adelante. Lo había hecho antes… Entonces, ¿por qué esta vez no? ¿Por qué tenía la asfixiante necesidad de pedir que me atravesaran de parte a parte para dejar de sentir dolor?
Porque había descubierto algo que superaba con creces a todo lo que me había sucedido antaño: que mi hermano hubiera resultado estar vivo y que hubiera tratado de forzarme había sido demasiado para mí.
Luka se arremangó la camisa que llevaba y me tendió una mano. Sus ojos parecían apagados y apenas era capaz de sostenerle la mirada. Aquello era el fin.
-Te contaré toda la verdad –me prometió el vampiro-. Pero tendrás que confiar en mí… por el momento. Después aceptaré tu decisión, sea cual sea.
Mi mano tembló mientras la alzaba para agarrar la de Luka. Me dio un fuerte apretón y me movió hasta quedarme cerca de él; comencé a quitarme la ropa con lentitud, sintiendo con cada movimiento como mil punzadas de dolor en todo el cuerpo. Me quité la camisa destrozada que había llevado y la tiré lejos de mí; repetí la misma operación con el pantalón, quedándome únicamente en ropa interior.
Contuve un sollozo cuando las manos de Luka comenzaron a masajear mis hombros, tratando de ayudar a relajarme.
-Encontré a tu hermano protegido en Hungría –Luka empezó su relato con un tono duro-. Había logrado alcanzar la casa de tu tía antes de que los dhampiros pudieran dar con él y terminaran el trabajo que les habían encomendado. Se quedó muy trastocado después de que le contara todo lo que había sucedido y que no sabíamos qué iba a ser de ti; Miklós me pidió que me quedara con él y, con el tiempo, fuimos convirtiéndonos en amigos. Perdí la pista a Vladimir y nos marchamos hacia Estados Unidos; al recibir aquella invitación a tu fiesta de compromiso… Miklós no podía creérselo. Quería venir hacia aquí de inmediato para contártelo todo, pero yo le avisé que tendría que esperar un poco más hasta que diéramos con el momento adecuado.
»El resto ya puedes imaginártelo: estuve en contacto con él durante todo este tiempo y le conté que André había muerto. Tu hermano creyó que era una buena oportunidad y vino, encontrándose contigo en el cementerio.
-¿Sabes los problemas que nos hubiéramos ahorrado de habérmelo dicho? –le increpé, notando calor en las mejillas-. Desde que desperté creí que estaba sola… que era la última cuando Miklós estaba al otro lado del continente. ¡Él era el heredero!
Luka cerró los ojos como si le hubiera golpeado.
-¿Crees que no lo sé? –replicó-. Me siento avergonzado conmigo mismo y apenas podía mirarte a la cara por todo lo que te estaba ocultando, ¡por el daño que te estaba causando! Pero Miklós me había obligado por juramento a que no dijera nada. Estaba atado de pies y manos.
-¿Eres consciente de lo que siento hacia ti en estos precisos momentos? –inquirí, logrando mantener el llanto a raya en aquella ocasión-. Te odio, Luka. Te odio.
El vampiro apretó las manos hasta convertirlas en puños y tensó la mandíbula, tratando de asimilar lo que le había dicho. La gravedad de todo lo que había sucedido y las consecuencias que habían conllevado su silencio.
Aquella, esperaba, era la última traición que tendría que recibir por parte de las personas a las que había considerado mis amigos… a la persona que había elegido. Y ésta fue la que más me había dolido.
Apoyé la frente en mis rodillas y cogí aire, tratando de recuperar el control de todas mis emociones y de mi cuerpo. No podía seguir con Luka después de esto, ya que el dolor era atroz; me sentí como una estúpida.
-Lo acepto –sentenció-. Acepto que esto acabe aquí porque esa es tu decisión, pero no me voy a ir de tu lado. No me importa las veces que me lo pidas, pero no me voy a ir –repitió, con fiereza-. Estaré a tu lado.
-Me da igual –espeté-. Vete de aquí.
El vampiro se puso en pie con lentitud y me dirigió una última mirada antes de salir del baño. Me sentí frustrada de sus palabras vacías y de que no hubiera mostrado algo de reticencia al pedirle que se marchara de allí; di un fuerte golpe al mármol de la bañera, resquebrajándolo, y grité.
Grité con fuerza hasta que el agua entró en mi garganta y me impidió seguir gritando.
Y, sin embargo, aquello no ayudó en absoluto.
Los había perdido. A ambos: a mi hermano perdido y al que había creído el amor de mi vida.
Me froté con insistencia cada palmo de mi piel, recordándome que debía ser fuerte y que aquella tarde tendría una importante reunión que podría cambiar el curso de aquella guerra. Mientras el agua se escapaba con el desagüe, junto con mis lágrimas, llegué a la conclusión de que mi único error había sido dar más de lo que habría tenido que dar.
Había abierto demasiado mi corazón.
Y el resultado había sido arrollador: destrozado por completo.
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