XV. Amarga decepción.
El vampiro no cuestionó en ningún momento mis órdenes y se apresuró a cumplir con su cometido. Yo, por mi parte, abandoné el salón y me dirigí de nuevo a mi dormitorio para quitarme toda aquella sangre y para sustituir mi traje por uno limpio y deshacerme del otro.
Regresé con calma de nuevo al salón donde había dejado a Luka deshaciéndose de todas las pruebas que pudieran inculparme tras la desaparición de Victoria; tenía que reconocer que había hecho un gran trabajo: la sangre había desaparecido y la habitación se mostraba impoluta, como si nada hubiera sucedido. Luka tenía la frente apoyada contra el cristal de la ventana y los hombros hundidos.
No me importó que pudiera estar sufriendo por la pérdida de la vampira: yo era su futura reina y me debía obediencia; sus sentimientos estaba relegados a un segundo plano. Su obediencia hacia mí no.
Si quería seguir vivo, tendría que seguir siéndome útil.
El hecho de que pareciera tan trastocado por la muerte de Victoria hizo que la sangre me hirviera como si fuera lava corriendo por mis venas. ¿Me reprocharía mi actuación? ¿La echaría de menos?
-Has hecho un buen trabajo –lo felicité y sus hombros de hundieron aún más.
Ladeó un poco la cabeza para contemplarme. Yo le dediqué una encantadora sonrisa que hizo que la mejilla donde André me había golpeado me doliera, pero no me importó en absoluto.
-No podía dejar que cualquiera descubriera… lo que has hecho –musitó y su tono era indignado.
Me senté sobre el sofá que antes había ocupado Victoria y estiré mis piernas.
-Creo que es momento para que deje claro un par de puntos –cogí aire y enarqué una ceja de manera burlona-. No fingiré que estoy apenada y arrepentida de lo que ha sucedido porque no es así; acepto lo que he hecho y, de volverse a repetir, lo volvería hacer una y mil veces.
»No puedo permitir que ninguna maldita puta pretenda robarme lo que es mío y, en el futuro, de mis hijos. Victoria era una amenaza y debía ser eliminada; además, de haber salido a la luz su embarazo, me habría traído demasiados problemas. Con André. Quiero tener controlado todo lo que sucede, incluido todos los movimientos que hace mi marido.
Luka giró su cuerpo hasta mirarme fijamente desde su posición.
-¿Estabas al tanto de la aventura de André y Victoria? –inquirió.
Fingí quitar el polvo inexistente en los bajos de mi vestido.
-Por supuesto que lo sabía –afirmé-. Puedo parecer una cría, pero no soy estúpida. Era más que evidente que André quería siempre tener cerca a Victoria y eso llamó mi atención.
El ceño de Luka se frunció.
-No voy a disculparme por lo que he hecho –reiteré-. No me arrepiento de ello. Lo que quiero que sepas es, que si vas a darme otro de tus discursos, puedes ir ahorrándotelo: te daré la oportunidad de que te vayas pero jamás deberás decir nada de lo que ha sucedido en esta habitación. De lo contrario… bueno, tendré que eliminarte también.
Los ojos de Luka se abrieron de golpe al comprobar que hablaba en serio.
Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia.
-El mensaje está claro, Luka: si no me eres útil, no te necesito –le aclaré-. Y, si no te necesito, estás muerto.
Estaba yendo demasiado lejos con mi amenaza, pero tenía que empezar a imponerme si quería que me tomaran en cuenta. Que dejaran de verme como a una niña pequeña.
Quería que me respetaran y me temieran como lo habían hecho antes con mi padre.
Tenía que empezar a dejar atrás mi indefensión.
Entrecerré los ojos.
-¿Lo has entendido, Luka?
El vampiro asintió con severidad.
-Por supuesto.
Nos cerramos en un incómodo silencio. El ambiente se había cargado por el recelo y el temor que había mostrado Luka hacia mi repentino cambio; parecía haber advertido que iba en serio y que tendría que ir con cuidado.
Yo aguardaba pacientemente a que hiciera algún comentario sobre a cómo se sentía tras la pérdida de Victoria. Estaba ansiosa por acrecentar mi odio hacia Luka por su traición. Quería más motivos para hacerlo.
-¿Puedo preguntar dónde has escondido el cuerpo? –pregunté entonces, con inocencia.
El vampiro apretó los labios con fuerza.
-En las fronteras de los terrenos de la mansión –respondió-. Lo suficientemente lejos para que nadie pueda oler su descomposición y descubra su cadáver…
Silencio de nuevo.
-¿Podrías haber sido el padre? –pregunté otra vez, con un nudo en la garganta.
Sabía que era una pregunta demasiado personal y que Luka no tenía por qué responderme, pero sentía una curiosidad enorme por conocer si el vampiro podría haber sospechado, al enterarse del embarazo de Victoria, que el bebé tenía alguna posibilidad de ser suyo.
El rostro de Luka se contrajo en una mueca.
-No –respondió con seguridad-. No tenía ninguna duda al respecto, Zsóka: yo nunca podría haber sido el padre de esa criatura porque jamás he mantenido relaciones de ese tipo con Victoria. Aunque tú creas lo contrario.
Alcé la barbilla con altanería aunque, en el fondo, me sentía aliviada de que Luka estuviera seguro de que el bebé de Victoria no era suyo; sin embargo, también podía existir la posibilidad de que me hubiera mentido para protegerse a sí mismo.
Esbocé una sonrisa.
-No me importa en absoluto de haber sido así, Luka –le aseguré-. Eres lo suficientemente maduro y adulto para tomar tus propias decisiones y cometer tus propios errores –añadí de manera más que intencionada.
-Yo nunca he tenido ningún tipo de relación con Victoria, Erzsébet –repitió con un tono enfadado-. No entiendo por qué piensas en ello, pero te aseguro que no ha habido nada entre nosotros.
¿Debía desvelar que había habido gente que los había visto en una actitud de lo más cariñosa y que los rumores habían llegado a mis oídos? Me parecía de lo más sorprendente que alguien como Luka hubiera dejado verse con Victoria en esa actitud, sabiendo que Victoria estaba también con André y que lo que sucedía entre ambos podía llegar, aparte de a mí, también a mi marido.
Había sido una jugada muy arriesgada tanto para Victoria como para André.
Supe que mi rostro se había ensombrecido sin necesidad de mirarme a ningún espejo. Aunque me costara admitirlo de ahora en adelante, siempre me molestaría la idea de que Luka hubiera escogido a Victoria.
-Hay gente en la mansión que os ha visto –le revelé y sentí una fuerte opresión en el pecho al recordar el beso. Un error a ojos de Luka-. Gente que podría habérselo dicho a André y, créeme, él habría tenido muchos menos problemas para deshacerse de ambos. En especial de ti.
-¿Estás diciendo que te debo un favor? –comprendió el vampiro-. Por Dios, Erzsébet, no entiendo qué demonios te pasa pero nunca has sido así. Te has convertido en una…
-¿En una qué? –le animé a continuar.
«Dame otro motivo, Luka, y te juro que serás el siguiente», me prometí a mí misma. Aquella lección me había demostrado que no debía confiar en nadie, que únicamente debía contar conmigo misma.
Sin mi familia allí, estaba sola.
Luka torció el gesto.
-Iba a decir que te has convertido en una compañera perfecta para André –terminó con gesto derrotado-. Sois tal para cual, Erzsébet.
Me crucé de brazos, molesta con su comentario.
Yo no era como André, no era ningún monstruo. Simplemente protegía lo que era mío, nada más.
-Al menos, yo tengo la vergüenza de mantenerme fiel a su persona –hice notar-. Él, sin embargo, parece pasárselo mejor con otras mujeres que con su propia esposa. A lo mejor es que también me ve como una niña.
Con mi comentario logré cerrarle de golpe la boca a Luka. Había sido un golpe bajo, lo admitía, pero el resquemor de sus palabras aún seguían allí, recordándome lo poco que debía parecerle.
Pero pensaba cambiar esa circunstancia.
-Yo no quise decir eso –se defendió-. Fue… fue en el enfado del momento.
Entrecerré los ojos.
-Normalmente es cuando más sincero es uno –repliqué y, a continuación, solté un suspiro. Aquel enfrentamiento me estaba agotando-. Creo que las cosas han quedado más que claras entre ambos, Luka. No me gustaría tenerte como a un enemigo, pero ya no puedo confiar en nadie: si no me eres útil o si intentas traicionarme… -no pude repetir mis palabras-. Tengo que proteger lo que es mío.
-Estás perdiéndote, Erzsébet –dijo Luka, con pesar-. Ya apenas puedo reconocerte y eso me duele. Me duele que no confíes en gente que está aquí para ayudarte, para levantarte las veces que haga falta y…
Alcé una mano, cortándolo de golpe. No quería seguir escuchando sus estúpidas excusas, sus vanos intentos de hacerme cambiar de opinión. Ahora que había aprendido la lección estaba más que protegida contra su falsa amistad e iba a tenerlo muy vigilado, esperando que me diera un motivo más que suficiente con el que poder deshacerme de él sin sufrir más de lo necesario.
Ya me habían destrozado el corazón, ahora lo había fortalecido y recubierto para evitar que volvieran a hacerme lo mismo.
-Quiero estar a solas –le indiqué.
Luka hundió los hombros con gesto de derrota y salió del salón, sin despedirse siquiera.
Unos minutos después, cuando los ojos estaban empezándoseme a humedecer, irrumpió Delphina con una revista de moda entre las manos y su habitual sonrisa; se detuvo en la puerta y me miró con indecisión.
-¿Ha sido Victoria? –me preguntó, frunciendo el ceño.
Negué con la cabeza varias veces mientras me secaba los ojos a toda prisa.
-No la he visto –mentí y fingí sentir interés por la revista-. ¿Qué es eso?
El recelo inicial que había mostrado Delphina la verme así se esfumó de golpe, dejando en su lugar a la misma actitud que traía consigo cuando había entrado al salón; se acercó hacia el sofá y desplomó a mi lado, mostrándome la portada con los ojos brillantes.
-André quiere llevarnos de compras –me desveló, alzando ambos brazos al techo-. Ha cambiado de opinión y quiere que vayamos esta misma tarde incluso. El evento benéfico será el viernes, por lo que tendremos que tener todo listo mañana como máximo.
La idea de pasar tiempo a solas con André, aunque también estuviera Delphina con ambos, me aterraba. Aún sentía el escozor del golpe que me había propinado anoche y no me sentía con fuerzas para enfrentarme a él.
No estaba preparada para verlo de nuevo.
Parpadeé para retener las lágrimas y esbocé una media sonrisa.
-Es… es estupendo –contesté.
Delphina soltó un grito ahogado.
-¿Qué te ha sucedido en la mejilla?
Me puse la mano sobre la herida para ocultársela a la vampira. Las mejillas me ardieron por la rabia y la vergüenza que me causaba tener que mentir de nuevo respecto a ello.
Solté una risita.
-Ha sido un accidente –respondí-. Me golpeé con una de las estanterías que había en el baño…
La vampira chasqueó la lengua con fastidio.
-Debes prestar más atención y tener muchísimo cuidado –me reprendió y sonrió-. ¿No estás emocionada por esta tarde? ¡Será estupendo! Llevo mucho tiempo queriendo ir de compras contigo.
Decidí saltarme la hora de la comida y, en aquella ocasión, me refugié en una de las bibliotecas de la casa; me aovillé en uno de los sillones orejeros que había frente a la chimenea y me quedé allí, observando el crepitar de las llamas.
Recordaba haber hecho eso mismo en multitud de ocasiones en el castillo y sabía que aquello me encantaba. Siempre lo hacía cuando necesitaba alejarme de mis hermanos pequeños, pero mi hermana menor me encontraba y se acurrucaba a mi lado, pegando su cuerpecito al mío, pidiéndome que le contara cualquier historia.
En cierto modo, aquello me animaba bastante.
Pero ahora no estaba en el castillo y Orsolya tampoco estaba allí, conmigo.
Estaba sola y ya no sabía en quién podía confiar.
Me sentía perdida.
¿Era cierto lo que había dicho Luka? ¿Acaso estaba perdiéndome? La niña que había sido antes estaba a punto de desaparecer, dejando en su lugar a la persona que era ahora; una mujer que lo había perdido casi todo y que trataba desesperadamente de mantener el último regalo que mantenía de mi familia: el trono.
Sabía que mi padre había tenido que tomar en multitud de ocasiones decisiones difíciles y que no le habían parecido las más correctas, pero mi madre siempre lo había apoyado. ¿Quién me apoyaba a mí?
Nadie.
Me replanteé seriamente la idea de fingir que me encontraba indispuesta para saltarme la cita que tenía junto a Delphina y André; la marca de mi mejilla seguía ahí, demasiado visible. Recordándome lo que había sucedido la noche anterior debido a mi repentina osadía. Al final decidí seguir con el plan establecido: regresé a mi habitación y me puse ropa mucho más cálida para la salida. Delphina acudió allí a recogerme y me dijo que André nos esperaba en el coche.
En la entrada de la mansión había dos coches oscuros y Delphina me guió hasta el primero, donde nos aguardaba André al volante. La vampira me instó a que ocupara el sitio del copiloto mientras ella se deslizaba a los asientos traseros y me sonreía por el espejo retrovisor; André masculló un rápido saludo y arrancó el coche sin decir nada más.
Salimos del recinto de la mansión en el más completo silencio. El segundo coche nos seguía de cerca y su simple presencia me provocaba extraños escalofríos que no supe cómo interpretar; por el equipo de música que llevaba el vehículo salía una canción que no conocía en absoluto y que Delphina la tarareaba por lo bajo.
-¡Me siento como si tuviera otra vez dieciséis años! –cacareó Delphina desde el asiento trasero-. Pero esto es mucho mejor, ¡siempre he querido hacer algo así!
André le dirigió una breve mirada por el espejo retrovisor.
-Lo hacías continuamente en París, Delphina –observó su hermano sin maldad.
La vampira se echó a reír.
-Te has olvidado comentar que aún tengo dieciséis años –añadió con un tono divertido-. Aunque parezco mucho más madura, por supuesto.
Me quedé sorprendida al descubrir que Delphina y yo teníamos casi la misma edad. Nuestro aspecto no tenía nada que ver con nuestra edad, por lo que parecíamos mucho más mayores de lo que éramos en realidad. Algo que nos daba ventaja frente a nuestras víctimas, junto a nuestra persuasión y belleza.
André y Delphina prosiguieron su conversación y yo me dediqué a mirar por la ventanilla, procurando distraerme con los paisajes por los que pasábamos, intentando establecer algún tipo de conexión con la ruta que seguíamos cuando regresábamos al edificio de cristal.
El vampiro nos llevó hacia Bond Street y se apeó del coche, dejando que uno de los vampiros que iban en el segundo vehículo ocupara su lugar; Delphina me cuchicheó que después, a la orden de André, nos lo traerían de nuevo pero que, ahora, debíamos continuar a pie.
Me quedé paralizada cuando vi bajar del segundo coche a Luka junto a otro vampiro, ambos vestidos de oscuro, y se me escapó un respingo cuando André se colocó a mi lado y me cogió de la mano. Delphina nos observaba con una sonrisa de pura felicidad mientras echábamos a andar hacia las tiendas como si fuéramos una pareja completamente… normal.
Notaba la mirada de Luka en mi espalda, pero no me giré en ningún momento para comprobarlo. Mi mano seguía atrapada en la de André y él se movía entre la multitud de gente, ajeno a la multitud de miradas que recibíamos por parte de aquellas personas con las que nos cruzábamos.
-¿Has visto? –me susurró Delphina, inclinándose hacia mí-. Todo el mundo os mira con envidia.
Miré de reojo a mi alrededor, deteniéndome en los rostros de aquellos humanos cuyo aroma comenzaba a llamarme tanto la atención, y que nos observaban, tal y como había dicho Delphina, con un brillo de envidia. Algunos incluso lo hacían con fascinación.
Aquello me recordó al tiempo en que mi familia y yo salíamos del castillo para bajar a la aldea, donde todos los habitantes nos observaban de la misma forma en que lo estaban haciendo en esos momentos.
Nos metimos en la primera tienda que llamó la atención de Delphina y, de inmediato, dos mujeres vestidas de manera idéntica salieron a nuestro encuentro, con una sonrisa demasiado forzada y un perfume demasiado denso. Delphina se encargó de desenvolverse con ambas dependientas mientras André me soltaba de la mano y se despedía de ambas alegando que debía ocuparse de algo.
Verlo desaparecer por la puerta para hablar con Luka me trajo una extraña sensación consigo. Me aliviaba enormemente verlo tan lejos de mí, pero no podía evitar querer exigirle una disculpa.
Tuve que centrar de nuevo mi atención en Delphina, que estaba bastante ilusionada con los modelos que le habían mostrado las dependientas, y me pedía su opinión. Parpadeé varias veces, intentando centrarme en lo que decía mi cuñada mientras aquellas dos amables mujeres se deshacían en halagos ante el modelo que tenía Delphina entre las manos y que trataban de hacérselo probar. Una de aquellas mujeres reparó en mí y me ofreció su sonrisa; se me erizó el vello cuando vi en uno de los espejos a Luka acercándose hacia donde estábamos con el ceño fruncido.
Ignoré su presencia y le devolví la sonrisa a la mujer.
-¿Por qué no pasan a probárselos? –inquirió una de las dependientas, sin perder la sonrisa.
Delphina enlazó nuestros brazos y avanzamos tras las dependientas hacia la zona de los probadores; por cada sitio que pasábamos, la gente que estaban husmeando por la tienda se quedaba boquiabierta al vernos aparecer. Un reptante sentimiento de vergüenza fue avanzando mientras seguíamos a aquellas dos mujeres; no terminaba de acostumbrarme a la presencia de tanto humano rodeándome y observándome de aquella forma tan… asfixiante, siguiéndome con la mirada incluso cuando apenas podían vernos entre el resto de clientes.
Y luego estaba el tema del olor.
Aunque los perfumes intentaran taparlo, seguía estando ahí, flotando en el aire y entrando directo en mis fosas nasales. Jamás me había visto en esta situación tan comprometida y, por lo que podía comprobar, solamente me pasaba a mí: Delphina parecía estar como pez en el agua.
Era la segunda vez que se me permitía salir e intentar comportarme como un humano más y lo último que quería era fallarles a todos. Cogí el vestido que me tendía amablemente la dependienta y me metí en uno de los cubículos mientras Delphina me imitaba.
Me puse el vestido a toda prisa y me quedé perpleja al mirarme en el espejo: el modelo que Delphina no había querido era demasiado atrevido para mí. Aún estaba acostumbrándome a la idea de que las mujeres, en este tiempo, podían enseñar mucha más piel y que ya no estaba tan mal visto que se usaran vestidos tan cortos de tela como el que llevaba yo en aquellos momentos. Pero el color morado del vestido parecía quedarme tan bien…
-¿Erzsébet? –sonó la voz de Delphina al otro lado de la cortina.
Me sobresalté al escucharla y contuve un respingo.
-Ya salgo –respondí, mirándome por última vez en el espejo.
Aparté la cortina y me detuve cuando vi que, además de Delphina, Luka me miraba por encima del hombro de la vampira. Sus ojos verdes se clavaron en el vestido que llevaba y a mí me entró una súbita vergüenza de que me viera así; el vestido que había usado la noche en la que nos reencontramos había sido mucho menos llamativo que éste.
Delphina sonrió con ganas.
-¡Es perfecto! –me felicitó.
Me fijé en su vestido: mucho más atrevido que el mío, el modelo que había escogido Delphina era todo transparencias y filigranas en los sitios justos. La tela se ajustaba a la perfección al cuerpo de Delphina y la vampira parecía sentirse a gusto con ello, sabedora que atraería muchísimas más miradas.
-El tuyo te queda muy bien –dije yo por mi parte.
-Creo que éste es el que voy a llevar –decidió Delphina, con una sonrisa picarona-. Y tú deberías hacer lo mismo –me recomendó.
-No sé si a André le gustará –repuse a toda prisa.
Delphina puso los ojos en blanco.
-Estoy segura que a André le encantará –me contradijo, metiéndose de nuevo en el probador.
Tuve el impulso de bajar la mirada, pero me recordé que debía parecer fuerte y segura de mí misma si quería que la gente se tomara en serio quién era. La amenaza de deshacerme de Luka se repetía en mis oídos y debía ser consecuente; tendría que seguir mostrándome distante con él si quería que hiciera exactamente lo que yo quería. El vampiro era una fuente de información demasiado valiosa para dejarlo fuera de mi alcance. Había tenido que recurrir a la amenaza, sí, pero había sido a causa de los celos y del miedo de que pudiera decirle a alguien todo lo que había estado haciendo a las espaldas de André.
Mantuve la barbilla erguida y me di media vuelta, observando en el espejo cómo el rostro de Luka se ensombrecía. Había aprendido de nuevo la lección y me desagradaba tener que darle la razón a André cuando me había advertido que las apariencias, en ocasiones, engañaban. Me había cegado un sentimiento inútil que solamente me había traído dolor, pero había aprendido de ello.
Estaba sola y tendría que empezar a convivir con ello.
Volví a ponerme mi ropa y miré el vestido fijamente durante unos segundos, debatiéndome internamente sobre lo que debía hacer con él. Era momento de que empezara a rebelarme un poco y demostrarle a André que no tenía ningún tipo de control sobre mí y que el asunto de la bofetada no iba a quedarse así.
Salimos de allí cada una llevando nuestra respectiva bolsa y riéndonos a carcajadas de un comentario que Delphina había hecho cuando habían leído nuestro apellido en la tarjeta de crédito reluciente que había usado la vampira. Al parecer, el apellido Daskalov era más que conocido allí.
Tras nosotras iban obedientemente Luka y otro vampiro vestido de oscuro que nos seguían a una distancia prudente. No necesitaba girarme para comprobarlo, ya que tenía la mirada de Luka clavada en mi nuca y sentía allí un extraño cosquilleo.
-¡Mierda! –exclamó Delphina, sobresaltándome.
La miré, sorprendida de que alguien como ella hubiera pronunciado esa palabra.
Ella me devolvió la mirada antes de girar la cabeza y hacerle una seña a los vampiros que nos seguían.
-Necesito que te quedes con la princesa, lord Hodges –le pidió la vampira.
Luka enarcó una ceja con sorpresa.
-Me lo llevaré a él como protección –prosiguió Delphina, señalando al otro vampiro que estaba al lado de Luka.
Antes siquiera de que pudiera decirle que podía acompañarla sin ningún problema, sacó su móvil del bolso y se internó entre la multitud, seguida por el vampiro que se encargaba de servir de apoyo a Luka para nuestra protección.
Nos quedamos en mitad de la calle, aún perplejos por semejante decisión de última hora, sin saber muy bien cómo reaccionar.
Luka fue el primero en recuperarse de la sorpresa.
-Será mejor que nos apartemos… -propuso.
Un segundo después, el sonido de un disparo hizo que todos los transeúntes sucumbieran y cundiera el pánico. Me quedé paralizada cuando vi que el disparo que había sonado le había acertado a un hombre, cuyo cuerpo había caído en mitad de la acera y me miraba con una mueca de horror y el orificio de salida de la bala en la frente. Se me subió la bilis a la garganta y me quedé paralizada, sin saber qué hacer. Luka tiró de mí con fuerza, arrastrándome hacia uno de los callejones mientras las personas gritaban y corrían en todas las direcciones, tratando de ponerse a salvo.
Luka, moviéndose por ambos, siguió tirando de mí hasta que mi espalda tocó la fría pared de ladrillos. Ni siquiera era consciente de que mi respiración se había agitado hasta convertirse en un jadeo ahogado y que mis ojos estaban llenos de lágrimas. ¿Por qué demonios había empezado a llorar? ¿Qué había sucedido?
Se oyeron más disparos y Luka se asomó cautelosamente, intentando averiguar qué había sucedido. Sin embargo, en mi fuero interno, yo ya sabía la respuesta. Pero ¿cómo demonios lo habían descubierto? ¿Alguno de ellos me habría reconocido? ¿Hasta qué punto llegaba el control de los dhampiros en la ciudad?
-Dhampiros –gruñó Luka y un escalofrío me recorrió la espalda.
Me masajeé la frente, tratando que calmarme.
-Ese disparo… ese disparo era para mí –balbuceé-. Ese hombre podría haber sido yo…
El vampiro se giró hacia mí a toda velocidad.
-No –declaró con contundencia-. Jamás lo habría permitido.
Se me escapó una carcajada histérica.
-Tú estarías encantado de verme desaparecer –le acusé, controlando el temblor de todo mi cuerpo y de mi voz-. Me odias, Luka. Después de todo lo que he hecho… debes odiarme… Mi muerte os lo pondría más fácil a André y a ti…
Los ojos de Luka se estrecharon hasta formar dos rendijas.
-Estás presuponiendo demasiadas cosas –comentó-. Y todas ellas son erróneas, Erzsébet.
-¿En qué, según tú, me estoy equivocando? –le espeté.
Luka se apartó de la entrada del callejón y me cogió por el brazo, guiándome hasta que quedamos ocultos entre dos contenedores.
-Lo primero es que yo jamás he mantenido ningún tipo de relación con Victoria –respondió, muy seguro de sí mismo-. Ella intentó seducirme y me pilló desprevenido cuando estaba haciendo mi ronda; la mujer me insinuó cosas que no me gustaron en absoluto y, en un arranque de ira, la arrinconé. Fue entonces cuando Victoria aprovechó la oportunidad y me besó…
Desvié la mirada al escuchar el relato de Luka. Esa conducta por parte de Victoria no me parecía nada extraña, pero sí cómo había reaccionado Luka cuando, según él, Victoria había comentado algo que le había molestado. ¿Qué habría dicho la vampira para molestar tanto a Luka? ¿Debería creerlo?
El aliento cálido de Luka chocó contra mi mejilla cuando él suspiró de derrota.
-No me crees –adivinó y yo me mordí el labio con indecisión.
-No puedo creerte –musité, un tanto avergonzada-. No puedo hacerlo…
-¿Por qué? –preguntó, evidentemente dolido-. ¿Por qué no quieres creerme?
Me liberé de su agarre con suavidad y pegué mi espalda aún más a la pared, deseando poder fundirme con ella. Había prometido ser fuerte de ahora en adelante, pero el dolor de todo lo que había sucedido me arrollaba una y otra vez, provocando que todas mis promesas quedaran casi anuladas.
Mi corazón estaba maltrecho y aún no se había recuperado lo suficiente para poder ponerlo a prueba de nuevo.
-Porque duele –respondí en un murmullo-. Porque duele mucho creer algo para que luego resulte que ha sido una mentira. Porque sé que todo el mundo me ve como una niñita que es incapaz de hacer nada por sí sola.
»Porque André y tú lográis hacerme sentir inferior… incluso haciéndome creer que no estoy a la altura de las circunstancias.
Dejé salir todo lo que llevaba quemándome las entrañas desde que Luka había dicho que no era posible nada entre nosotros y André había dejado más que claro que, por el momento, era él quien llevaba las riendas.
Ambos me habían apartado y me habían tratado como si fuera un simple objeto… como si fuera un adorno.
-Yo jamás quise… -empezó Luka-. Ésa nunca fue mi intención, Zsóka.
Pero eso no era lo que yo quería escuchar.
No era lo que necesitaba escuchar por su parte.
Mi madre siempre había bromeado sobre el amor, diciendo que era como un alambre de espino que iba enredándose poco a poco sobre nuestros corazones, provocándonos pequeñas heridas o, en su caso, profundas heridas. Yo había bajado la guardia y había permitido que Luka lograra profundizar, provocando que las heridas que él me hacía dolieran mucho más.
-Pero es lo que piensas, en el fondo –dije a media voz-. Siempre me verás como a una niña, alguien que no está a la altura de tus necesidades y que jamás… -me corté de golpe antes de ponerme a sollozar, demostrando que, en efecto, era una niña. Una niña a la que le habían arrebatado todo en muy poco tiempo.
Una niña que buscaba desesperadamente algo a lo que aferrarse en ese mundo desconocido.
«Lo que sucedió aquella noche fue un error. Él mismo lo dijo –me recordé en silencio-. Y yo fui una estúpida por dejarme llevar». Me rodeé a mí misma con mis brazos, frotándome para intentar entrar en calor. Para evitar mirar a los ojos a Luka y ver que llevaba razón.
Quería odiarlo. Quería que me diera un buen motivo para acabar con él, por mucho dolor que me provocara después. Había intentado llevarlo al límite con mis amenazas, poniéndolo en situaciones que muchos otros no hubieran podido aguantar. Pero Luka lo había hecho: el vampiro se había quedado a mi lado por muchos impedimentos y obstáculos que le había puesto para poder darme una razón de peso para odiarlo. Para que el dolor que me provocaba su rechazo tuviera una base más sólida.
Para evitar que me mostrara como lo que él me veía: una niña.
-Lo nuestro no es posible, Zsóka –alcé la mirada de golpe al escucharlo. Luka tenía todo el cuerpo en tensión y me miraba fijamente-. No es… posible. Hay demasiadas trabas en el camino.
-¿Por qué?
Luka soltó una risotada carente de humor.
-Lo primero, por André –respondió-. Estás casada con él y ya sabes que los vampiros respetamos estas uniones por encima de todo. Además, tu compromiso con el Conde fue antes incluso de saber que ya estabas despierta.
El corazón comenzó a latirme con fuerza mientras trataba de humedecerme la garganta, que se me había quedado seca a causa de la impresión por la repentina declaración de Luka. ¿Acaso se había planteado en alguna ocasión que podría surgir algo entre nosotros? ¿Que tendríamos un futuro?
-De todos modos, André siempre ha sido una buena opción para ti –continuó el vampiro-. Él tiene medios suficientes para protegerte, Zsóka. Jamás podría compararme con André porque tiene mucho más poder y dinero del que pudiera disponer yo…
»Para lo que tú necesitas, yo nunca he sido una buena posibilidad.
-¿Y para lo que yo quiero? –musité.
Luka negó con la cabeza.
-No es posible nada entre nosotros –repitió, provocando que la vieja herida volviera a abrirse y el pequeño rayo de esperanza que había aparecido se extinguiera-. Por mucho dolor que pueda causarnos a ambos… es mejor que no nos mezclemos más de lo necesario.
Su nuevo rechazo, mucho más doloroso que el anterior ahora que sabía sus motivos, me golpeó como una maza. Apoyé todo el peso de mi cuerpo sobre la pared de piedra y alcé la mirada hacia el trocito de cielo que podían verse entre ambos edificios. Una solitaria gota de lluvia cayó sobre mi rostro y cerré los ojos mientras intentaba controlar las irrefrenables ganas que tenía de echarme a llorar allí mismo.
Jamás había habido una posibilidad real para lo nuestro.
Jamás había habido una simple oportunidad de intentarlo.
Le permití a Luka que me abrazara mientras la lluvia comenzaba a caer sobre nosotros, mezclándose con las lágrimas que habían empezado a brotar de mis ojos ante la amarga sensación que tenía de una pérdida de algo que nunca había llegado a tener en realidad.
Luka me besó con cariño en la coronilla y musitó:
-Lo siento. Es lo mejor para ambos y tú lo sabes.
Por supuesto que era más que consciente de que todo aquello era imposible para ambos. De intentarlo siquiera, supondría un terrible riesgo de que llegara a oídos de André y, entonces, el vampiro decidiera romper nuestro acuerdo.
Entonces lo perdería todo y no estaba dispuesta a ello.
A veces tenían que hacerse sacrificios, había visto a mis padres hacerlo miles de veces, yo misma los había hecho. Pero ninguno de ellos podía compararse a la pérdida de mi bebé y a la pérdida de la única persona que podría haberme salvado de aquella oscuridad que se estaba apoderando de mí poco a poco.
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Les dejo en multimedia la canción que me inspiró para redactar la escena del callejón. ¡Disfrútenla!~
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