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XIX. Pira funeraria.

Preparé concienzudamente el espectáculo al llegar a la mansión. Luka se aseguró que nadie pudiera vernos llegar con semejante aspecto; el vampiro despachó a sus hombres y, por un segundo, tuve miedo. Miedo de que alguno de aquellos vampiros pudiera hablar más de la cuenta y nos trajera problemas; pese a ello, Luka me prometió que la Orden del Dragón siempre seguiría a su reina y jamás la traicionaría, pero las dudas habían comenzado a carcomerme.

Descubrir que el traidor era André había sido un duro golpe para mí, ya que no me esperaba para nada eso. Había aprendido que André era una persona que ansiaba el poder, pero jamás me hubiera creído que colaborara con los dhampiros para obtener el premio gordo: mi trono.

Me rasqué distraídamente la sangre reseca que se había quedado en las comisuras de mis labios y recordé la conversación que había mantenido con André, el momento en que había logrado hundirlo definitivamente cuando le había confesado que el aborto no había sido provocado por Annette, que había sido idea mía. Había decidido mantenerlo aún despierto, por si acaso lograba sonsacarle algo más, pero Luka me había dicho que un bloqueo tan fuerte era complicado de quitarlo y, de intentarlo, la mente de André podría resultar dañada y eso significaría que todo lo que contuvieran sus recuerdos se perderían.

Y lo necesitaba. Necesitaba que pudiera darme algún indicio de dónde poder buscar para encontrar a mi misteriosa rival.

Luka me acarició el dorso de la mano con cariño y yo desvié la mirada de la ventanilla hacia su rostro. Las ojeras comenzaban a marcársele en el rostro y se le notaba fatigado; había sido una noche dura para ambos.

-Aún... Aún sigo sin poder creérmelo -murmuré-. ¿Tanto anhelaba el trono que quería conseguirlo a toda costa?

Aquello no era lo que debía haber dicho, pero no estaba aún preparada para preguntarle si había escuchado la conversación que habíamos mantenido André y yo. No estaba lista para escuchar lo que pensaba de mí ahora que sabía que el aborto había sido idea mía y que Annette únicamente había sido una cabeza de turco.

Así que me centré en la decepción que había sentido cuando había visto a André con aquellos dhampiros. Y en la rabia que sentía por no saber quién demonios se hacía llamar la Condesa Sangrienta.

Luka me acompañó en silencio todo el camino de regreso a mi habitación, sin decir ni una palabra. Quizá no sabría las palabras que pronunciar y que pudieran consolarme o, al menos, quitarme el pesar que sentía en el corazón en aquellos momentos.

Pero necesitaba que se quedara un poco más a mi lado.

-Entra conmigo un momento, por favor -le pedí en un tono bajo.

El vampiro asintió y pasó a mi habitación, a la que había compartido hasta hacía unos momentos con André. Aquella sala estaba impregnada de malos recuerdos, de momentos que quería olvidar pero que, sabía, seguirían presentes el resto de mis días, recordándome todo lo que había sufrido desde que André Daskalov había llegado a mi vida.

Me repondría de ello, estaba segura. Aunque me costara mucho tiempo, estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta para poder deshacerme de todos aquellos recuerdos que André Daskalov se había encargado de implantar en mi mente, haciendo compañía a los últimos momentos de mi familia.

Saldría adelante.

Era una superviviente.

Tomé asiento en la cama y observé largamente a Luka, que era el único vampiro que me había demostrado que sus intenciones eran honestas y que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por mí. Él se había mantenido a mi lado, había sido testigo de cómo había asesinado a sangre fría y, aun así, no se había apartado. No me había traicionado.

¿Seguiría conmigo después de haber escuchado hasta dónde había llegado para hacerle daño a André?

Cogí aire.

-Necesito que mandes a un grupo de hombres para que incendien el edificio -le expliqué, notando cómo el pulso se me desbocaba-. Quiero que parezca que André cayó en una emboscada y que murió calcinado, al igual que los dhampiros con los que se reunió. No quiero que haya ninguna prueba de lo que verdad sucedió allí -le advertí con severidad.

Luka asintió.

-¿Y qué hay de los cadáveres? -apuntó el vampiro-. Solamente están los cinco de los dhampiros, no hay ningún cuerpo que pueda ocupar el sitio de André.

Fruncí los labios ante aquel imprevisto en el que no había caído al principio.

-Puedo ocuparme de ello -se ofreció Luka-. Podría conseguir un cadáver en alguna morgue que hubiera cerca...

Se me iluminaron los ojos de puro agradecimiento.

-Ahora lo único que nos queda es planear cómo hacer que me den la mala noticia -comenté.

No pude dormir bien. Cada vez que cerraba los ojos veía tras mis párpados una mezcla cruel y sangrienta de todo lo que había sucedido, además de lo que hicieron aquellos dhampiros con mi familia; el único cambio que vi en mis pesadillas era la repentina aparición de una sombra femenina a la que no podía ver el rostro pero que, de algún modo, sabía quién era: la Condesa Sangrienta.

A la mañana siguiente procuré que no se me notara nada. Fingir se había convertido en algo demasiado fácil para mí y no me supuso ningún problema; mis doncellas me vistieron en silencio y yo las despaché con rapidez, manteniendo a raya los nervios que habían comenzado a aparecer tras darme cuenta de lo que iba a suceder en cuanto bajara al comedor a desayunar.

Había estado repitiéndome una y otra vez lo que debía hacer y esperaba que todo saliera bien. Bajé hacia el comedor aparentando una tranquilidad que no sentía mientras en mi cabeza se sucedían las acciones que debía seguir: procura sonreír, mira siempre al interlocutor a los ojos...

Tenía que fingir que no sabía nada cuando alguna doncella viniera corriendo hacia el comedor para confesarnos que había habido un incendio en el edificio donde se encontraba André sin que supiéramos nadie qué hacía allí.

Cumpliría mi promesa y haría creer a todos los vampiros que André había muerto como un héroe, limpiaría su apellido y me aseguraría que su familia estuviera bien. Apreciaba demasiado a Jezebel y a Delphina como para abandonarlas ahora.

Compuse mi mejor sonrisa y abrí la puerta de caoba. La familia de André ya estaba allí, con una sonrisa y esperando a que apareciera para que pudiéramos comenzar; ocupé mi sitio habitual y cogí la servilleta con parsimonia.

Jezebel se quedó mirando la silla que normalmente ocupaba su hijo y a mí se me oprimió la garganta.

-¿André tardará mucho en bajar, querida? -me preguntó directamente a mí-. Me gustaría hablar con él sobre nuestro regreso a París.

Alcé la mirada de golpe al enterarme de su partida.

-¿Os marcháis?

Delphina asintió con pesadez, como si le costara trabajo hacerlo.

-Françoise quiere que ultimemos los detalles de la boda -me confesó en un susurro que sonó bastante tímido-. Hemos adelantado la fecha.

Parpadeé varias veces, tratando de reconducir mis emociones y no salirme del guión que me había creado en mi cabeza. Aquello había sido algo repentino e inesperado.

Abrí la boca, dispuesta a responderle lo mucho que me alegraba aquella buena nueva cuando una doncella irrumpió en el comedor bastante excitada. De inmediato tuve que aferrarme a la silla para evitar abalanzarme sobre ella; los humanos, en circunstancias de demasiada presión o momentos de tensión, desprendían un aroma que nos incitaba muchísimo más.

-¡Mi señora! -chilló, bastante alterada-. ¡Mi señora, traigo malas noticias desde Londres!

Me preparé mentalmente para que dijera lo que esperaba oír y diera comienzo todo el espectáculo que tenía planeado; miré de soslayo a Delphina y Jezebel, ambas parecían igual de alteradas que la doncella y las aletas de sus narices se ensanchaban, captando el aroma de aquella humana. Incluso pude adivinar sus pensamientos.

Cerré mis manos en torno a la silla y alcé la barbilla.

-¡Habla, vamos! -le exigí al ver que la muchacha había enmudecido y sus ojos se habían llenado de lágrimas.

«Vamos, Zsóka, tú puedes hacerlo. Simplemente piensa en todo el daño que te han causado... rememora cómo murieron tus hermanos sin que tú pudieras hacer nada... Céntrate en eso», me animé a mí misma.

Procuré que mi rostro se convirtiera en una máscara que no pudiera mostrar nada de lo que sentía en aquellos momentos. Tenía que estar concentrada si quería que todo saliera bien y nadie pudiera sospechar que la versión que se había dado era la auténtica; no quería ni imaginarme la cantidad de problemas que podría llegar a tener si fallaba cualquier cosa.

La doncella tomó aire.

-Es... es el señor -tartamudeó, presa de los repentinos sollozos-. Ha... ha muerto, mi señora. Sufrió una emboscada y...

El grito agónico que emitió Jezebel la silenció de golpe y yo me obligué a que, al menos, se me humedecieran los ojos. Miré a Delphina y fingí estar desconcertada, incapaz de poder creerme que aquello fuera cierto.

La vampira me devolvió la mirada y ambas nos abrazamos con fuerza. En mi fuero interno me odié en lo más profundo por causarles semejante daño a aquellas dos personas que habían terminado por llevarse un trocito de lo que quedaba de mi maltrecho corazón; me recordé que aquello había sido a petición del propio André y que, de conocer la verdad, el daño que hubieran sufrido hubiera sido aún mayor.

Nadie quería a un traidor en su familia.

Dejé escapar un par de sollozos que quedaron ahogados por el llanto de Delphina y me separé un poco de ella para poder dirigirme a la doncella, que parecía igual de afectada que las dos vampiras. ¿Habría sido ella otra de las muchas amantes de André? ¿Por eso mismo le había afectado tanto la muerte de mi marido?

-Quiero que avises a todo el Consejo -le ordené y me tembló un poco la voz por los nervios-. También me gustaría que estuvieran aquí la Orden del Dragón...

La muchacha asintió y salió apresuradamente de la habitación, dejándonos a las tres de nuevo a solas. Estudié a las dos vampiras y me compadecí de su dolor; Jezebel estaba encorvada sobre sí misma mientras sus sollozos retumbaban contra las paredes, alargando más su sufrimiento. Sin embargo, Delphina parecía más recuperada que momentos antes: había dejado de llorar y sus ojos resplandecían de un sentimiento que conocía tan bien.

Venganza.

Estaba segura que, tras este duro golpe, Delphina no iba a parar hasta encontrar a los asesinos de su hermano. En cierto modo, había logrado convertirla en alguien muy parecido a mí. Si descubriera la verdad... ¿me odiaría? ¿Intentaría destruirme por el daño que le había causado a su familia?

Me mordisqueé el labio inferior mientras me disculpaba y salía del comedor sintiendo una opresión en el pecho que ya se había convertido en algo tan familiar para mí como respirar.

Subí a mi habitación, dispuesta a encerrarme allí hasta que llegara el momento en que tuviera que reunirme con el Consejo y los miembros de la Orden del Dragón; ahora que André estaba fuera del tablero de juego, me sentía nerviosa. ¿Acaso no había estado anhelando este momento desde que había descubierto las intenciones de André? ¿Por qué, entonces, estaba tan nerviosa? Había conseguido lo que quería, había logrado deshacerme de André para siempre...

Pero no podía evitar sentir un nudo en el estómago y no entendía por qué.

Las doncellas irrumpieron en mi habitación trayéndome un sobrio vestido negro que me cubría por completo: mi vestido de luto. La noticia del fallecimiento repentino de André Daskalov se había extendido por toda la comunidad de vampiros y, muchos de ellos, la mayoría amigos cercanos del Conde, se habían desplazado hasta la mansión para expresar en persona sus condolencias por la pérdida.

Luka apareció en la mansión por la tarde, justo cuando todos los amigos de André habían decidido venir para ver a la viuda y a la familia del difunto; se mantuvo cerca de mí en todo momento, ataviado con un sencillo traje de color negro.

Bajé la mirada hacia mi regazo, recordándome que tenía que parecer realmente afligida por enésima vez en el día, cuando Delphina se acercó al sofá donde me encontraba y se desplomó a mi lado, llevándose un pañuelo de color negro a la boca para ahogar un nuevo sollozo.

Mi mano salió disparada hacia la suya, apresándola y dándole un fuerte apretón que pretendía tratar de animarla. Jezebel, que tenía más experiencia en preparar toda aquella parafernalia, había sido la encargada de organizarlo. Se había quedado al fondo del salón donde nos habíamos reunido todos y se dedicaba a recibir los consuelos de unas afligidas vampiras que trataban de mantenerla serena.

-Alteza -dijo entonces una voz que reconocí de inmediato.

Alcé la mirada de golpe para toparme con el rostro desencajado por la pena de Isobelle Delpy, la mujer que me había presentado André a la primera fiesta en la que habíamos asistido. Aquella vampira que me había recordado tanto a alguien a quien no lograba recordar...

Delphina no despegó la mirada de Isobelle hasta el punto que pareció descortés y demasiado irritante. Pero a Isobelle no pareció importarle en absoluto el continuo escrutinio por parte de mi cuñada.

Solté un suspiro derrotado.

-Ah, Isobelle, muchas gracias por venir -dije en un tono que pretendía ser pesaroso.

La vampira me cogió por las manos, dándome un fuerte apretón. De nuevo las dudas aparecieron al mirar a Isobelle a la cara; no cabía duda de que era una mujer muy atractiva, incluso más que yo. No me hubiera sorprendido nada descubrir que aquella vampira había estado con André.

-Lamento mucho tu pérdida, querida -se lamentó y pareció sincera-. André te tenía en mucha estima, sus sentimientos hacia ti eran reales, Elizabeth -aquel detalle no se me pasó por alto-. Hacíais una buena pareja ambos y el asunto de tu aborto... en cierto modo lo trastornó.

Me sorprendió desagradablemente que Isobelle estuviera al tanto de mi embarazo. André no parecía haber tenido reparos en anunciar a sus amistades más cercanas, o eso quería creer, todo el asunto. ¿Cuánta más gente estaría al tanto sobre mi aborto? Sin embargo, aquello me favorecía; hacía que mi reputación e imagen mejorara ante los ojos de los vampiros.

Y eso me beneficiaba.

Por no hablar de la ficticia muerte de André. Todos los vampiros, excepto los más cercanos a mí, parecían estar seguros de nuestros sentimientos, de que nuestro matrimonio había sido fruto del amor. Del repentino amor que había surgido entre André y yo. Por eso mismo debía seguir en mi papel de viuda afectada si quería mantener el apoyo de los vampiros.

Las lágrimas aparecieron en las comisuras de mis ojos, dándome un aire mucho más afectado de lo que realmente estaba.

-Gracias.

Isobelle se quedó mirándome unos instantes más, clavando sus ojos en los míos y provocando que me recorriera un escalofrío. Aquella mujer ocultaba algo, lo sabía, aunque no sabía el qué podía ser.

Se despidió con una reverencia y se marchó, en dirección hacia Jezebel para, suponía, presentarle sus más sinceras condolencias.

Eché en falta la presencia de Luka, quien se había marchado por mi expresa petición. Le había ordenado, delante de una generosa cantidad de invitados, que escogiera a un par de hombres para recuperar lo que pudiera ser recuperado del edificio donde había tenido lugar el incendio.

Mi silencioso deseo se vio cumplido cuando las puertas del salón se abrieron de golpe y aparecieron Luka y un grupo de vampiros, todos ellos vestidos de negro. Se escuchó un murmullo de sorpresa y, a mi lado, noté cómo Delphina se ponía en pie, tambaleante; mis ojos se clavaron en lo que Luka llevaba entre brazos.

Una urna.

Los "restos" de André.

Todo el mundo enmudeció cuando Jezebel se acercó a Luka, con expresión serena, y le tendió los brazos con un gesto que todos supimos cómo entender. El vampiro me dirigió una rápida antes de pasarle la urna a Jezebel, que se pegó la urna al pecho, como si quisiera fundirse con ella.

La vampira regresó de nuevo a su rincón, acompañada por sus amigas, y Luka se encaminó hacia donde nos encontrábamos Delphina y yo. Las costumbres funerarias de los vampiros eran la de velar los cuerpos, o lo que quedaba de ellos, durante tres días; pero las circunstancias de la muerte de André, la caída a manos de los dhampiros, nos obligaba a pasar por alto ese período de luto.

Y tenía bastante claro cómo iba a ser su funeral. Me había pasado todo el día de ayer, al regresar a la mansión, preparándolo todo en mi cabeza para después llevarlo a cabo. Haríamos una pira en honor a André y quemaríamos sus restos, aunque éstos hubieran resultado ser cenizas. Después haría un emotivo discurso que, esperaba, sirviera para limpiar la manchada reputación de André ante los ojos de los vampiros; nadie recordaría a mi marido como el hombre que le gustaba acostarse con doncellas humanas y que, una de ellas, había sido la causante de mi aborto, se convertiría en un héroe caído. Alguien que había tratado de parar a los dhampiros, pero que no le había sido posible.

Estaba siendo más generosa con André de lo que realmente se merecía.

Fingí un leve desvanecimiento y los brazos de Luka me sujetaron firmemente. Pestañeé con confusión y el vampiro les avisó al resto que lo más recomendable en aquellos momentos era descansar; dejé que me sacara del salón casi cargando conmigo e incluso le permití que siguiera así hasta la puerta de mi dormitorio.

Ya dentro, a salvo de las miradas curiosas, me acerqué hasta la cama y me desplomé sobre ella, soltando un suspiro de alivio.

-¿Crees que esto es lo correcto? -le pregunté a Luka.

-Es más de lo que esa escoria se merece -se limitó a responderme.

Me mordí el interior de las mejillas, pensativa. ¿Estaría André en lo cierto cuando me había asegurado que ambos no éramos tan diferentes como yo creía? El vampiro se había comportado de una manera deplorable conmigo, aunque había tratado de mostrarse amable conmigo, y había provocado que terminara odiándolo con toda mi alma.

Pese que me había asegurado que sus sentimientos hacia mí eran sinceros, seguía sin podérmelo creer. Sus constantes mentiras habían minado la poca esperanza que había mantenido en él y no podía evitar recelar de cada una de sus palabras. ¿Habría fingido aquel bloqueo mental para proteger a quienquiera que fuera la mujer que se hacía llamar Condesa Sangrienta?

-Quédate conmigo esta noche -casi supliqué.

No quería enfrentarme a las pesadillas aquella noche sola.

Luka desapareció de mi habitación cuando el sol comenzaba a despuntar. Me mordí la lengua para evitar pedirle que se quedara un poco más, que su compañía era como un bálsamo para mi apesadumbrado corazón; mis doncellas no tardaron en aparecer, puntuales, y la marcha de Luka se me fue olvidando poco a poco mientras las chicas me vestían con otro vestido, mucho más recargado que el que había usado ayer, que sería el que llevara en la ceremonia.

Le había dado a Rosalie un sobre con las instrucciones precisas para que pudieran empezar con los preparativos para el funeral de André; tanto Delphina como Jezebel estuvieron de acuerdo que debía ser yo la encargada de esa parte. Además, ninguna de las dos tenía fuerzas suficientes para hacerse cargo de los preparativos. Yo me había retirado la primera, pero había escuchado los chismorreos de las doncellas sobre cómo había continuado la noche sin mi presencia.

Conocía de primera mano el dolor que provocaba la pérdida de alguien querido y André, aunque había engañado a su familia, también merecía ser llorado por ellas; yo no era nadie para cuestionarlo.

Delphina me esperaba en la puerta de mi habitación con un vestido negro demasiado recatado para ella y con unas profundas ojeras. Toda la energía y alegría que había desprendido anteriormente se había esfumado, dejando en su lugar pesadumbre y dolor. Y parte de todo aquello era culpa mía.

Nos fundimos en un abrazo y yo me sentí como una miserable. Ni siquiera era capaz de entender cómo aún podía mirarla a la cara.

-¿Cómo estás? -fue lo primero que pregunté.

Sabía que no estaba bien, pero necesitaba que ella se sincerara conmigo para poder consolarla mejor. Necesitaba saber en qué punto estábamos para poder sentirme mejor conmigo misma.

La vampira se encogió de hombros y supe que aquella seguridad era fingida.

-Aún no consigo hacerme a la idea de que haya muerto -respondió-. Todo esto ha sido tan... tan repentino...

Se le rompió la voz y yo la abracé de nuevo, tratando de infundirle algo de ánimo con ese gesto. Aunque yo viera a André como un monstruo, era el hermano de Delphina y ella lo había querido muchísimo; tardaría aún un tiempo en recuperarse de la pérdida de André. Sería entonces cuando buscaría venganza.

Y eso era algo que no terminaba de convencerme.

Nos dirigimos en silencio hacia la planta de abajo, donde ya nos esperaban Jezebel junto a Luka y un grupo de vampiros, mezclados entre caballeros y personal del cuerpo de seguridad que había tenido André.

La ceremonia tendría lugar en una parcela semi oculta que, al parecer, André tenía en su propiedad en el cementerio de Highgate y que, por lo poco que había conseguido averiguar, era un sitio de reposo de viejas celebridades cuyos nombres y obras me resultaban completamente ajenos.

Jezebel llevaba entre sus brazos la urna con las cenizas de André y su rostro parecía haber envejecido siglos, como si hubiera dejado de tomar sangre humana. Me dedicó una condescendiente mirada y se dio media vuelta, dirigiéndose con paso veloz hacia los vehículos que nos esperaban.

Al llegar al cementerio nos encontramos con una multitud reunida sobre una pira ya preparada. La mano de Delphina se colgó de la mía con cierta timidez y yo se la estreché de buena gana; todo mi cuerpo parecía haberse vuelto independiente y apenas conseguía obedecerme.

Entre la gente conseguí distinguir a Vladimir y a Anya, que me dedicaron una pesarosa mirada que venía a resumir todo lo que les hubiera gustado decirme. A ninguno de ellos les había hecho partícipes de mi pequeño secreto sobre André para protegerlos, en cierto modo, y porque no quería que se pudieran filtrar rumores sobre el tema.

Me aferré a Delphina e iniciamos una lenta procesión encabezada por Jezebel hasta la pira que nos aguardaba. Los vampiros allí reunidos se hicieron a un lado, formando un pasillo que conducía directo a la pira; Jezebel colocó la urna en el centro de la pira y se apartó a un lado mientras Delphina y yo nos colocábamos a su lado.

Y llegó el momento de la despedida.

Me adelanté unos pasos tímidamente y me aclaré la voz, pensando en lo que me hubiera gustado poder despedirme así de mi familia. De haber podido decirles todo lo que no había podido y que, lamentablemente, nunca podría decir.

Era el momento de dar mi breve discurso que me había preparado concienzudamente y que había tratado de que fuera lo más ensalzador posible hacia la figura de mi difunto marido. Sentí la mirada de todos clavados en mí y respiré hondo, tratando de reunir el valor suficiente para arrancarme a hablar.

-La pérdida de André ha sido un duro golpe para todos -comencé y me sentí un poco estúpida ante tal evidencia-. Aún me cuesta creer que no esté... no esté con nosotros; me resulta difícil porque ayer mismo estábamos... juntos -procuré que se me rompiera la voz-. Sé que puede resultar, para algunas personas, muy difícil de creer que nuestra relación evolucionara tan deprisa y que decidiéramos tan repentinamente casarnos, pero fue así. André podría tener sus defectos pero él... él... -no sabía cómo continuar, ya que se me había olvidado por completo lo que tenía pensado decir, así que opté por echarme a llorar repentinamente, consiguiendo que todo mi público me mirara con pena y comprensión-. Por eso mismo he decidido aplazar mi coronación... -concluí a duras penas, ganándome otra oleada de miradas cargadas de lástima.

Regresé a mi sitio mientras Delphina ocupaba mi posición y paseaba su mirada por todos los rostros de los vampiros que habían acudido a la ceremonia. Su voz sonó más ronca que la mía y mucho más entrecortada.

Ahí quedaba demostrado que el dolor de Delphina era más profundo y mucho más real que el mío. El mío técnicamente era inexistente, solamente sentía traición por parte de André y repugnancia por lo bajo que había caído.

-Era cierto que mi hermano tenía muchísimos defectos -empezó la vampira, con la voz tomada-, pero no es el único que los tenía. André siempre ha estado obsesionado con ser mejor que mi padre, él siempre había deseado llegar más lejos, conseguir aquello que mi padre no había logrado; se encargó, al morir mi padre, de darnos un futuro diferente a mi madre y a mí. Siempre le estaré agradecida por todos los sacrificios que hizo para darnos todo lo que tenemos; nunca fue una persona cariñosa, dada a demostrar sus sentimientos pero sí demostraba su lealtad -contuve las ganas de poner los ojos en blanco y, en su lugar, bajé la cabeza-. Hay tantas cosas que me hubiera gustado decirle que... que se me rompe el corazón por no tener la oportunidad. En estos momentos mi único deseo sería volver a verlo para poder decirle lo mucho que lo quería.

»Estés donde estés, André: sé feliz, hermano. Aunque tu partida nos haya dejado tan... vacíos, espero que encuentres la paz allá donde estés.

Las lágrimas que comenzaron a correr por mis mejillas eran reales. Las palabras de Delphina, su auténtico dolor por la pérdida de su hermano, me habían conmovido profundamente y habían logrado que volviera a sentirme culpable conmigo misma por lo que había hecho.

Tuve que hacer un gran esfuerzo por dejar de llorar cuando recordé que no sabía siquiera qué había sido de los cadáveres de mi familia. De nuevo sentí envidia por toda aquella pantomima que había montado por petición de André y porque mi familia no había tenido aquella despedida; ni siquiera sabía dónde estaban sus restos o si habrían sido enterrados en algún lugar.

Me sequé a toda prisa las lágrimas cuando un vampiro se acercó con una antorcha encendida y prendió fuego a la pira. Las llamas empezaron a devorar todo a su paso y fue entonces cuando Jezebel se rompió de nuevo; un par de hombres se la llevaron de allí, dejándonos únicamente a Delphina y a mí.

Con aquello y mi aborto había conseguido apoyos a mi causa. Los vampiros me apoyarían como reina cuando se celebrara la coronación y eso me era más que suficiente; con André fuera de juego y todo el poder de regreso en mis manos podría reanudar mi cruzada contra los dhampiros y empezaría mi búsqueda sobre la Condesa Sangrienta.

Y, cuando la encontrara, no habría piedad para ella.

Quizá haría una buena pareja con André en las mazmorras, hibernando.

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